capítulo 47.-Un mar de por medio
La luna de miel fue durante las vacaciones de inverno del mismo año de la boda, con muchos lugares a donde visitar, Asuna quería ir a Marruecos o a España, siendo esa recomendación del profesor Klein como un regalo de bodas, además de un pequeño libro de la historia de ambos países.
No obstante, el primer desacuerdo entre el matrimonio llegó muchísimo más rápido de lo que se quería aceptar, o incluso de lo que era necesario.
-¿Entonces iremos a París de luna de miel justo como lo planeamos? –Preguntó Nobuyuki el segundo día de casados.
-La verdad es que yo tenía planeado ir a otro lugar...Francia no está en mis planes en este momento. –Tras diez años en el exilio en ese país y con apenas once meses de regresar...era el último lugar que quería visitar.
-Pe-pero si lo planeamos hace diez años, ¿Por qué cambiaste de opinión tan de repente? Creí que eso era lo que siempre soñaste.
Ese tan "de repente" no era tanto así. Diez años no era ni de lejos algo que pudiera caber en la categoría "De repente".
-No lo sé...¿puede que es por el hecho de que estuve diez años ahí sufriendo en la soledad?
-La diferencia es que ahora estarás conmigo...y serán circunstancias diferentes. Por favor, Asuna. Lo llevó planeando durante años, no destroces una ilusión que compartimos juntos.
Estando arrinconada entre la espada y la pared, Asuna asentó con la cabeza, no siendo esa su verdadera voluntad ni por asomo.
Lo que significaba la luna de miel era la primera relación sexual de pareja. Siendo, de forma obvia, la primera vez de Asuna, quien justamente se mantuvo virgen hasta el matrimonio, pero no con la persona que tenía pensada en ese momento.
Cual fuera el caso, Nobuyuki no era virgen, teniendo que comprometerse sexualmente con algunas jefas para escalar puestos en sus respectivos trabajos, pero esa verdad no tenía por qué ser sabida por Asuna, así que le mintió cuando ella preguntó sobre ese tema.
Él no era mala persona, un poco inmoral cuando se trataba del amor por Asuna, teniendo que hacer hasta lo imposible por lograr sus objetivos, ya fuera trabajando como perro durante todo el día, tener que dejarse humillar ante compañeros que solo querían un pretexto para que lo corrieran. En fin, Nobuyuki sufrió igual que Asuna durante esos diez años que no se vieron, lográndose completado su objetivo primordial.
La luna de miel en París fue muy linda para Nobuyuki, ya que él nunca había visitado la ciudad...pero para Asuna, era como un recorrido de su departamento a la universidad, dándose cuenta que la ciudad apenas logró cambiar en los poco más de once meses sin visitarla, siendo muy aburrido para ella.
-Desearía haber ido a Marruecos. –Se lamentó, secretamente en una cafetería del centro con vista a la Torre Eiffel.
Al no tener a nadie que pudiera cuidar el canario Mussolini, Asuna se lo tuvo que llevar a París, donde sus malos ratos eran compensados con los cantos y saltos del animalillo, quien la animaba.
Recordando de donde salió el canario, Asuna se sintió triste. Sería muy insensato, incluso monstruoso de su parte, dejar libre a Mussolini para no recordar su pasado con Kirito, siendo complemente incapaz de ello.
No obstante, al regresar de una de sus salidas a la ciudad, Asuna encontró al pequeño y regordete Mussolini muerto en su jaula, cuando antes de irse estaba bien vivo. Nobuyuki y ella fueron a enterrarlo a un parque cercano, guardando como recuerdo tres plumas que quedaron.
Eso podía tener una interpretación muy obvia: al morir de forma definitiva la relación entre Asuna y Kirito, Mussolini también murió al ser una representación de esos sentimientos.
La noche que era esperada por Nobuyuki llegó, la habitación del hotel era cálida y el ambiente muy romántico con música de jazz puesta de forma muy leve.
Acercándose a Asuna, abrazándola por la espalda, Nobuyuki comenzó a quitarle el sujetador.
-Hoy no...tengo la regla. –Mintió Asuna. No se encontraba lista todavía para perder la virginidad. (Quien haya leído El Amor en los tiempos del cólera sabe a que me refiero 😂😂😂 :D)
Él simplemente sonrió. –Está bien, lo entiendo perfectamente. –Nobuyuki le dio un beso en la frente a Asuna y se durmió abrazado a ella.
Regresando de la luna de miel, Asuna llegó a su casa únicamente para despedirse de ella y de esa calle que le traía tantos recuerdos, pasando incluso por el restaurante donde desayunaba con Kirito, llenándose de tantos recuerdos tan dulces como la miel misma...pero que ya tenían que ser olvidados.
Kirito no supo si lamentarse o alegrarse al ver la mudanza afuera de la casa de Asuna. Ya no corría peligro de encontrársela en la manzana...pero eso significaría tenerla más lejos de si, siendo ello lo que le causaba ese duelo.
-Ahora vamos a empezar una nueva vida. –Dijo Nobuyuki al terminar de sacar la última caja de novelas de la propiedad. –Creí que ya no te gustaban estas cosas.
-Pasarán otros diez años y me seguirán gustando, te lo apuesto. –Sonrió Asuna para darle un beso en los labios a Nobuyuki.
Pasaron dos años desde ese momento, las cosas ya no eran iguales. Asuna seguía trabajando como profesora de Letras e Historia, y seguramente lo seguiría haciendo hasta que se cansara de trabajar, faltando muchos años para ello.
Más esos dos años no fueron suficientes para hacer que Kirito pudiera olvidar sus sentimientos por Asuna. Él se iba a los muelles de la bahía para ponerse a llorar ahí durante las noches, importandole poco si alguien lo asaltaba o si incluso le quitaban la vida a sangre fría, mucho mejor para él.
En una noche de aquellas, donde lloraba por sus fallidas promesas de amor, alguien lo llamó por su nombre.
-¿Kirito? ¿Kirito eres tú? –La voz era de una mujer, por lo que él se sobresaltó ligeramente.
La noche era muy obscura, siéndole imposible ver quien era aquella persona que lo encontraba en su amarga soledad de llantos por los amores contrariados.
-¿En verdad eres tú? –Una chica con un paraguas se le acercó. Estaba lloviendo.
-¿Quién eres?... –Preguntó él al serle imposible identificar a la persona ya fuera por la obscuridad, la lluvia o las lágrimas en sus ojos.
-¿No te acuerdas de mí? Soy Alice...íbamos juntos en la preparatoria.
-Alice...¿Cómo no recordarte? –Kirito se acercó a Alice, abrazándola a la vez que lloraba en su hombro.
-¿Aun te lamentas por lo de ese día?
-Hasta el último instante de mi vida me lamentaré... todavía recuerdo su sonrisa y sus promesas.
-¿Por qué eres así? ¿Por qué te lastimas de esa manera?
-No he amado a otra mujer que no sea ella. Tengo dos años en la universidad, tenía la leve esperanza de enamorarme de alguien que me hiciera olvidar a Asuna...pero nada, todo sigue igual a ese momento.
-Vayamos a tu casa, te vas a resfriar si sigues aquí, ¿no tienes frío? –Alice cubrió a Kirito con su abrigo y tapándolo con su paraguas, caminando a cualquier lugar que no fuera el muelle de la ciudad.
-¿Qué hay de tu niño?
-Crece sano y fuerte, igual que su padre. Sacó los ojos de Eugeo, pero el cabello se parece más al mio, Yuji es un niño muy hermoso. (Nombre perteneciente a la camarada Nel)
-Hermoso como la relación de ellos dos...
Pasaron otros dos años. Kirito, Alice, Eiji y Yuna se reunían de vez en cuando para recordar viejos momentos de la preparatoria, para visitar al pequeño Yuji, quien los ubicaba como sus tíos a pesar de no ser tal y para saber que se habían hecho. La única en ya haber acabado la universidad era Alice, a pesar de las dificultades que tenía por ser madre soltera, a Kirito le faltaba un año mientras que a Yuna y a Eiji les faltaban otros tres.
La carrera de música no era corta, ni siquiera con una duración media, pero el precio a pagar valía la pena para ambos.
Caminando por las calles de la ciudad durante una mañana para ir a la universidad, Kirito se encontró con algo que le robó el aliento e hizo que el corazón se le cayera al suelo.
Tenía frente a él el auto de Asuna. Se encontraba completamente seguro que era el mismo, las placas lo delataban. Comenzó a ver por los vidrios del mismo, revisando que los detalles eran iguales, pero eso no tendría nada de anormal ya que todos esos autos eran iguales. Pero lo que lo diferenciaba de todos los demás era la carpeta con el escudo de la academia de Adachi y una novela anime en el asiento trasero. Claramente era el de ella.
-¿Qué está haciendo, caballero? –Preguntó una voz detrás de él.
-¡Dios, pero que susto me metió! –Farfulló Kirito, llevándose una mano al corazón. Alzando la vista, toda duda fue despejada. La voz era la de Nobuyuki, quien veía a Kirito con algo de sospecha al tiempo en que salía de una casa, seguramente la suya.
-¿Qué le veía al auto? Podría llegar a pensar que trataba de robarlo.
-¡En lo absoluto!...lo que pasa es que este modelo de auto me gustó mucho cuando salió, siempre quise tener uno. ¿De casualidad no lo vende? –Lo bueno de Kirito es que siempre fue bueno para mentir, siendo descubierto únicamente por su madre y su hermana.
-No, por ahora no. Además el auto ni siquiera es mío, es de mi mujer.
-¿En que trabaja su mujer? Debe de ganar bien para haberse comprado un auto así.
-Es profesora...sin duda alguna es la mejor esposa. Quizá seas muy joven para entenderlo pero si en verdad amas a una mujer, debes trabajar por y para ella, no para ti.
-Siempre tuve eso en mente...y algo me dice que su mujer es la mejor de todas. Ahora me retiro, tengo unas cosas por hacer. –Kirito estiró la mano. Nobuyuki se la estrechó con confianza, siendo completamente ignorante de que el muchacho deseaba con toda su alma darle un cabezazo para luego matarlo a golpes ahí mismo por quitarle lo que más amaba en su vida. Era momento de hacer notar esa medalla de plata en boxeo.
Pero no. No era la mejor de las ideas, por lo que se fue a la universidad apretando los dientes y de muy pésimo humor, siendo algo que todos sus compañeros notaron al instante.
Durante todo ese tiempo, Kirito se preguntó una cosa y solo una cosa: ¿Asuna lo recordaría bien? ¿O lo tendría en lo obscuro a morir como traidor? Esa pregunta lo acompañó hasta la hora de dormir.
Al mes de ese bochornoso momento con Nobuyuki, Kirito le comentó aquello a Alice, quien era con la que tenía más contacto del disuelto sexteto de la preparatoria.
-¿Has pensando en hablar con ella tras todos estos años? Ya tienes una idea de donde vive.
-No. Asuna me traicionó, me dejó por un hombre que tenía más dinero que yo. ¿Sabes lo que me dijo el día en que terminamos nuestra relación?
-¿Qué fue lo que te dijo? –Suspiró Alice.
-"No puedo creer como pensé que me podías dar la vida que esperaba". Cuatro años, Alice, cuatro años y no se me ha olvidado lo que me dijo.
-Supongamos que ella es la mala del cuento, ¿Por qué no la perdonas?
-¡Para ti es fácil decirlo! –Farfulló él, comenzando a sollozar. -¡Teníamos toda una vida que ella planeó junto conmigo! ¡Asuna me ilusionó, yo estaba dispuesto a vivir todos los días de mi vida para ella! ¿Y qué fue lo que pasó?...me dejó por otro.
-Si lo pones así...creo que ella si es la mala del cuento. Ahora tengo que irme, el pequeño Yuji llora cuando no ve a su madre. –Sonrió Alice.
Irónicamente, Asuna consideraba Kirito como el villano al no aceptar que su relación era algo de cuento de hadas, un completo imposible y que él no era ni la mitad de hombre que Nobuyuki sí, al ya tener toda una vida hecha...mientras que Kirito era un soñador.
Al día siguiente de su conversación con Alice, Kirito fue muy temprano a la casa de Asuna, ya sabiendo que era suya, pues Nobuyuki salió de ella.
Malamente para él, todo el camino se la pasó pensando en el matrimonio de esos dos. El primer beso de Asuna sería robado por Nobuyuki, también su virginidad, su felicidad, sus lágrimas, todo sería por otro hombre.
Eso mismo lo desanimó tanto...que al estar frente a la casa de Asuna y tener el dedo en el timbre, prefirió dejar una rosa que tenía para ella en el umbral de la puerta, tocando dos veces el timbre, corriendo a esconderse detrás de un auto.
Justamente la puerta fue abierta por ella, Asuna vio a los lados pero no encontró a nadie. Cerró la puerta y la rosa quedó como si nada, así que Kirito sintió como si le estrujaran el corazón.
Tomó la rosa y se paró frente a la puerta, poniendo el dedo en el timbre una vez más. La lógica y la razón le decían "No", pero su corazón y deseos propios le decían "Sí". Para facilitarse la existencia, dejó todo a un "cara o cruz". Siendo cara "tocar" y cruz "no tocar". Lanzando la moneda al aire y dejándola caer al piso...fue que salió cruz.
Quizá fue la voluntad de Dios o del destino o de la suerte, pero Kirito fue y plantó la rosa en un parque cercano a la casa de Asuna, yéndose esa misma noche a llorar en los muelles, como era su costumbre del diario.
Nunca olvidó ni un solo día, ni un solo segundo de su estancia en ese lugar el por qué motivo lloraba. Nunca se cuestionó si podría hacerlo toda la vida, probablemente sí.
Dos años más se sumaban a esa lista, donde en esos setecientos treinta días el muchacho siguió llorando diariamente en los muelles ya hiciera un frío del diablo, un aguacero que partía el cielo en mil pedazos o una nevada digna de los inviernos Rusos.
Ya con la universidad acabada y con un trabajo de practicante en la materia que se especializó, Kirito comenzó a ganar un poco de dinero, pero no era la gran cosa. A lo mucho daba un treinta por ciento de la aportación de la casa, se compraba algo de ropa, pero también le entró muy duro a la bebida.
Lastimosamente para su madre y Suguha, el verlo ebrio los fines de semana era algo que cada vez más se hacía normal, de igual forma que fuera con resaca al trabajo, o incluso aun ebrio. Nadie se explicaba cómo es que no lo habían atrapado todavía. Quizá con eso olvidaría a Asuna de una vez por todas, siendo tan irónico ya que iba borracho a llorarle a los muelles, olvidando el por qué se ponía borracho.
De igual forma la vida no era tan decorosa para Asuna. Nobuyuki nunca estaba, se la pasaba trabajando o de viaje por EUA, que era donde se encontraba otra empresa recién fundada por él.
En la academia la rutina era casi siempre la misma. Ninguna de las otras generaciones fue como la primera en donde impartió clase. A lo mucho las alumnas y alumnos platicaban con ella para pedirle ayuda en un trabajo, pero nunca pasó de ahí.
Klein se mantuvo a su lado para cuando la depresión llegaba a tocar la puerta. Su marido no estaba, no tenía amigos, sus alumnos sólo le hablaban para pedirle ayuda en vez de forjar una relación menos formal.
Extrañaba mucho a Yuna, a Yuuki, a Eiji y a Eugeo. Pero ¿y Kirito? ¿En verdad lo extraña? La realidad era que no lo aceptaba aunque sí que lo extrañaba con toda su alma, desayunar con él los sábados, comer entre semana, salir en una riesgosa cita secreta.
Muchos pensarían que extrañaba su vieja vida con él y sus demás alumnos, pero no. Asuna en verdad los extrañaba a todos y cada uno de ellos, en especial a los dos que se adelantaron.
-¿Cómo le va en su día? –Preguntó Klein. Los dos se ubicaban en la sala de maestros.
-Nobuyuki salió otra vez de viaje y no regresará como en tres días. Pero da lo mismo, no llega hasta las diez de la noche, platicamos cinco minutos y ambos nos dormimos. No sé hasta cuando pueda soportarlo.
-Al final...es la vida que escogiste Asuna, quédate conforme con ella. –Klein salió con su taza de café a dar clases. Asuna se quedó pensativa.
-No...¿Por qué tendría que quedarme conforme?
Y así empezaron los amantes. Asuna llegaba a tener dos o tres a la vez, cualquiera que la ayudara a pasar el tiempo mientras Nobuyuki no estaba ni por asomo.
Siempre fue en la casa, pero no en la cama del matrimonio. Como la casa era muy grande y prácticamente la totalidad de las habitaciones quedaban vacías, Asuna incluso probó en cual de todas se sentía mejor hacer el amor con sus parejas.
Tenía una cama asignada para cada amante. Una de ellas podía ser individual, ya que ahí el susodicho podía tener más fuerza. Con otro podía ser una matrimonial para tener más espacio con los amantes que les gustaba moverse mucho.
En fin, esa vida la satisfacía entre cuarenta minutos o dos horas, dependiendo del amante. Pero regresando a la realidad, Asuna se decía a sí misma "soy una puta", deprimiéndose hasta que faltaban diez minutos de que llegara el siguiente amante a la casa.
Lamentablemente para Nobuyuki, él siempre buscaba lo mejor para Asuna. Cuando tenía algún descanso, ya fuera de un día o de unas pocas horas, siempre salía con Asuna a donde ella quisiera, le compraba lo que ella deseaba y le cumplía hasta el último capricho para que pudiera ser "feliz".
Curiosamente, Asuna era la mujer más infeliz. No importaban los bienes materiales si su marido no estaba en casa. Era tenerlo todo y nada a la vez.
Los ciclos sin cerrar siempre la fastidiaron en esos ocho años, ya que sí, dos años de amantes se pasaron como agua entre sus manos. No era únicamente por el asunto que dejó así de golpe en su relación con Kirito, a ella ya hasta se le había olvidado eso.
No era lo único olvidado de su vida de soltería. Casi todos sus recuerdos, como las elecciones, la obra de teatro, su enfermedad, la playa; todo lo que vivió antes de casarse (e incluso algunos de esos años), se le olvidó por completo, cayendo en la cotidianidad y en los amores carnales.
Esa desesperación la llevaba a la locura. Tenía todas las cosas que cualquier mujer podía desear menos una de ellas: alguien con quien compartirlas. No necesariamente era un hombre, no. Así fuera una amiga, un familiar, un conocido o un gato. No tenía nadie con quien compartir su vida y sus bienes materiales.
Ahí fue cuando recordó el por qué se casó con Nobuyuki: "no por el dinero". Así que si no era por el dinero, lo mejor era acabar todo y dejar esos ocho años de sufrimiento y soledad atrás.
Era tan gracioso, casi lamentable, como Asuna fue exiliada en Francia por diez años. Once meses fuera de esa situación, Asuna se volvió a exiliar a sí misma en la soledad tras poner un mar de por medio entre ella y Kirito.
Ya estaba decidido, incluso el profesor Klein ya había formado una familia, viviendo con su esposa y un hijo de un año, siendo infinitamente feliz. Ella era joven aun, así que rehacer su vida una segunda vez no era mala idea.
Tenía los papeles del divorcio y el número de un buen abogado, esperando en la sala de la casa a Nobuyuki, que saldría temprano ese día del trabajo. Pero por más que esperaba, Nobuyuki no llegaba.
-"Regresaré a las cuatro" idiota. –Masculló Asuna con bastante molestia. Eran las siete de la tarde.
Resignándose a encontrar a su marido hasta llegadas las diez de la noche, Asuna prendió la televisión para tratar de relajarse del coraje que le tenía a Nobuyuki. Pero muy grande e ingrata fue su sorpresa al percatarse que un tren se accidentó en la ciudad. Escuchando detalladamente la noticia, era justamente el tren que Nobuyuki tomaba para ir de su empresa a su despacho, siendo más rápido que en su auto.
Asuna fue corriendo al lugar del accidente, tratando de localizar a Nobuyuki. Los primeros tres vagones del tren eran pérdida total, de las ciento veinte personas que iban en ellos, únicamente sobrevivieron siete.
Nobuyuki siempre escogía el segundo vagón ya que era de primera clase, no siendo uno de los siete sobrevivientes. Pasaron siete horas para que se pudiera recuperar su cuerpo. Ella lo tenía ahí, en frente, no soltó ni una sola lágrima, no encontraba motivos para hacerlo y su corazón no se lo obligaba.
Los mismo fue en el funeral, la viuda nunca soltó ni una sola lágrima, muchos pensaron que era debido a que le alegraba quedarse con todo lo que estaba a nombre de Nobuyuki, pero ni de lejos. No estaba alegre, no estaba triste. Tampoco le daba igual ese hecho, el amor que sintió por Nobuyuki durante casi dieciséis años se enterró con él. Dejó de amarlo desde que empezó el primer amante.
En la academia la veían de forma diferente. Klein casi la desconocía, ya no era ni de lejos la misma Asuna que fue al momento de conocerla: alegre, risueña y simpática.
Poco menos de dos años pasaron en su existencia. Ya no le encontraba sentido a volver a rehacer su vida. Mejor disfrutaba su soltería y el dinero que tenía, dejando que la familia de Nobuyuki se encargara del legado que dejó, claramente sin olvidarse de su pensión de viuda, siendo un dinero para nada despreciable.
El vicio del cigarro había regresado tras casi diez años de dejarlo atrás. Ya no era tan aficionada como en su apogeo, ahora sí que se medía.
La mañana tenía algo de diferente, ya no era el mismo cielo monótono ni nada por el estilo, por alguna extraña razón algo no era igual.
El buzón de la casa tenía una carta, algo que era más raro que ver a una vaca volando, pero claramente decidió ver de quien era la carta.
Era un sobre blanco, sin el más remoto adorno o algo que pudiera ser impresionante. "Dicen que lo más sencillo es lo mejor, así que espero que esto sea de tu agrado." Eso decía el sobre.
Abriéndolo, a Asuna se le escapó completamente el aliento, comenzando a llorar por mil emociones que pasaban por su mente, alma y corazón al mismo tiempo.
Era una carta de Kirito...
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🎶Qué triste todos dicen que soy
Que siempre estoy hablando de ti
No saben que pensando en tu amor, en tu amor
He podido ayudarme a vivir...🎶
Y eso es lo que canta Kirito tras diez años de que Asuna lo mandara alv :'v
¿Que dirá esa carta? ¿Será alguna clase de disculpa? Si se dan cuenta en este capítulo casi no hubo diálogos, fue pura intervención mía :0 ahora ya saben como es que puedo arreglar tanta wea en tan sólo dos capítulos jeje
Se llevarán varias sorpresas para el último capítulo, muchas, muchas sorpresas sorprendentes...quizá alguna ni siquiera la tienen contemplada, pero yo hago magia y yo sé que le gusta al fandom 7u7
Nos vemos el lunes.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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