Capítulo 10.-Las elecciones, parte 3.
Al haberse corrido la noticia del "atentado" contra el asesor de campaña del candidato de Los Radicales, Eugeo declaro una rueda de prensa esa misma tarde, la cual iría al periódico escolar.
Si...así de personal se tomaban las elecciones en la escuela, por más exagerado que pareciera.
-¡Candidato Eugeo, conteste una pregunta por favor!
-¡Responda, señor candidato, solo es una pregunta!
Eugeo se paró en la tarima, alzando los brazos en señal de silencio.
-Hoy es un día fúnebre...nuestro compatriota Kirito, quien es mi asesor de campaña ha sufrido un atentado, resultando tan herido que termino en la enfermería.
-¡Que le pasó al asesor Kirito!
-No lo sabemos con exactitud, pero se presume que fue golpeado para que le pudieran sacar información que él con valor no divulgó.
-¡¿Qué piensa hacer al respecto?!
-Nada.
-¡¿Nada?!
-Los Conservadores quieren guerra sucia, no se las daremos. Yo, Eugeo, candidato a presidente del comité por ala de Los Radicales, juro con Dios como testigo en que no caeremos en provocaciones ni en los juegos sucios de Los Conservadores, ¡viva nuestro compañero herido!
-¡Viva!
Yuna cuidaba de Kirito, quien había escuchado todo el discurso de Eugeo. Estaba medianamente molesto con él porque lo había usado como pretexto para aumentar su popularidad, además claro de restársela a Los Conservadores.
Seguía enojado con Asuna por ese "exceso" de fuerza. Sabía que ella era una mujer de carácter un poco duro, pero tampoco era como para exagerar.
Se notaba la molestia en sus ojos y en las caras que hacía. Poco consuelo le hacía que Klein había reprendido a Asuna por su comportamiento tan impropio como profesora al mandar a golpear a un alumno por los propios alumnos. Si iba hacer eso ella debía de lavarse las manos y no mostrarse en la escena, como solía hacer él...irónico, ¿no?
Dejando de lado eso, Yuna tomó la mano de Kirito al verlo molesto, acariciándola suavemente.
-No malinterpretes mis intenciones, recuerda que soy novia de Eiji. –Dijo ella.
-No lo había hecho.
-Sé que estas molesto con la profesora, pero mientras estabas inconsciente ella fue y reprendió muy fuerte a los simios que te golpearon, de verdad sus gritos se escucharon por toda la escuela.
-¿Por qué? Ella fue quien los mandó a darme de jabonasos.
-Es porque estaba muy enojada, ¡si tú me preguntas si puedes tocarme los pechos claramente te llevarías como respuesta una bofetada!
-Una bofetada no es lo mismo que setenta golpes de barras de jabón, ¿o sí?
-Sigh, veo que es difícil tratar contigo ahora que estas molesto. Solo piensa en que ella esta arrepentida y que quiere disculparse contigo. Si viene y te pide perdón...al menos acéptalo.
-Lo haré, no te preocupes por ello.
-Bien, nos vemos Kirito. Tengo que ir a clase, ¡te paso los apuntes hoy en la noche! –Exclamó Yuna mientras corría fuera de la enfermería.
-¿Con que quiere disculparse conmigo? –Pensó, sonriendo.
Asuna estaba ayudando a pegar la propaganda que proponía a Alice como precandidata, al ser su "chica protegida" tenía que darle todo su apoyo.
La pieza de Klein era Eugeo y la de Asuna era Alice. Si entre profesores se podía caer más bajo es que los pusieran a pelear a golpes para apostar los dos meses de salario.
Klein, justamente, estaba observando toda la propaganda entre los casilleros de los militantes conservadores que estaban al lado de Alice, quien ahora era la precandidata con más fama.
-¿Moviendo tus piezas? –Cuestionó él.
-Así es profesor. Sólo le pido que sea mejor que yo y no mande a golpear a mi niña, si no es mucho pedir.
-Por supuesto que no. Además eso no sería conveniente para mí en lo más mínimo.
Asuna sonrió. –Sí que sabe de esto.
-Claro que sí. Las elecciones de precandidatos son el lunes, así que haga de esa chica la mejor política posible.
En sí, la precandidatura de Alice era ya un hecho histórico. Era ley de Los Conservadores no incluir mujeres para la candidatura, ley que era obedecida por ellas a carta cabal. Aunque eso sí, podían desempeñar otros roles que llevaran a la victoria conservadora.
Lo curioso es que Alice no tenía ni la menor idea de esa prohibición, por lo que las mujeres del ala conservadora, e incluso radical, la empezaron a apoyar fuertemente, lo cual se traducía como la segunda favorita sólo por detrás de Eiji.
Pero él ya no estaba en el ruedo. De hecho, se había cambiado a Los Radicales para vengarse de sus antiguos aliados, siendo un asistente de Eugeo y también encargado de propaganda junto con Yuna.
Los pleitos de aquellos dos eran ya cosa del pasado.
Alice estaba sentada leyendo algunos libros de dialéctica y de oratoria, también uno que otro de política.
Entre los espías conservadores en las filas radicales se había filtrado la información de que libros daba Klein a Eugeo para que aprendiera de política.
Entre ellos destacaba El príncipe, Mi lucha, El manifiesto comunista y otros cuantos tantos del marxismo. Cada uno de ellos era de vital importancia para la campaña radical.
El único que habían logrado filtrar era El príncipe, que no era el arma principal de Klein pero era útil en manos de Alice.
Lo que más resaltaban sus asesores de campaña era la frase: astuto como zorro pero fuerte como león...algo que no iba con Alice.
Ella podía ser astuta como el zorro...pero fuerte tal vez no tanto. A lo mucho tendría la fuerza de otro felino no muy abominable que digamos...tal vez la misma fuerza que un gatito gordito y en su hora de la siesta.
Asuna le enseñaba que ademanes debía hacer con las manos para mostrar fuerza, como debía señalar para reflejar eso que le faltaba, que la agresividad.
-Profesora Asuna, yo no puedo hacer eso...es muy impropio de mí. –Dijo Alice, apenada.
-Si no es lo tuyo...entonces compraremos votos vendiendo tu cuerpo.
-¡Pro-profesora, ¿Cómo puede decir eso?!
-¡Es broma!, jamás podría hacerte eso. Aunque deberías aprender a ser ruda, fuerte, como si en vez de hablar palabras escupieras balas, ¿entiendes?
-No soy buena con las metáforas.
-Sigh. Entonces tenemos un largo camino por recorrer. La política para las mujeres no sólo una linda cara, ¡no, debes ser aplastante, más convincente que un hombre, debes de tener labia, carisma y fuerza a la vez!
-Espero entender su punto.
Era hora del último discurso de Alice en ese día. Le había tocado la mala suerte de ser la última de Los Conservadores en dar el discurso, por lo que muchos no se quedarían a escucharla si es que no pensaba en algo bueno.
Repasaba y repasaba los libros de política y oratoria que tenía en los libros. Había un momento tal en que ella y Eugeo estaban tan distraídos con sus lecturas, que chocaron de frente.
-¡Perdóname, fue culpa mía! –Pidió Alice.
-¡No, no, no, ¿Cómo crees?, yo tuve la culpa, déjame ayudarte con esto! –Eugeo se levantó de inmediato, ayudando a Alice a pararse, juntando sus libros para entregárselos. –Escuché que tienes un discurso a última hora, ¿es verdad?
-Sí, justamente me estoy preparando para ello.
-Ya veo...te-te deseo suerte.
-Gracias. –Alice le dio un beso en la mejilla a Eugeo. -¡Nos vemos mañana! –Alice se fue caminando tranquilamente.
Eugeo se quedó clavado al suelo, primero se puso completamente blanco, luego su rostro se pintó de rojo y estaba tan caliente que humo salía de sus orejas como si fuera una locomotora.
-Oye donde estabas, llevo buscándote como cinco minutos. –Kirito vio la cara de su amigo. -¡Dios, ¿estás bien?!
-Ella me dio un beso en la mejilla.
-¿Ella?
-¡Alice me besó la mejilla, no sabes que feliz estoy!
Un disco de acetato rayado sonó en toda la escuela. ¿El candidato de Los Radicales se alegraba de que la precandidata más fuerte de Los Conservadores le hubiera dado un beso en la mejilla?
Kirito tomó a Eugeo y se lo llevó al baño, donde tapó el lavabo, abriendo la llave hasta que éste estuvo completamente llenó. Entonces metió la cara de Eugeo en el agua, haciendo una humareda en todos los baños, casi como lo haría un metal al rojo vivo.
-¡Diablos amigo, me atrevería a decir que puedo freír un huevo en tu frente, deberías ser más disimulado!
-Es que...es como si me hubiera llevado a la luna. –Eugeo sonreía como imbécil, expulsado corazones por todos lados. -¡Necesito que me consigas un disfraz!
-¿Para qué?
-Tengo que escuchar el discurso de Alice, ¡claro, no es por que quiera escucharla y admirarla mientras hace gestos hermosos parada en la tarima, lo hago porque tengo que estudiar a mi mayor rival en potencia!
-Seguro...
Y ahí estaba Eugeo, a un lado de la profesora Asuna con una peluca de color negra, lentes sin aumento y una nariz falsa que le cambiaba la forma. Estaba abriéndose paso entre todos los militantes de Alice. Ella esperaba que no fueran muchos ya que era la última en dar el discurso, pero era la que más gente había juntado.
El maquillaje de la mañana había sido retocado un poco, el lápiz labial color durazno quedaba perfecto para ella por su piel blanca.
Las pestañas de Alice eran largas, y sus parpados tenían un color natural que hacía que el corazón se le derritiera a Eugeo.
Todo mundo coreaba el nombre de Alice, quien se ruborizaba tímidamente por los cumplidos de sus militantes, a lo que Eugeo no pudo contener sus celos.
Apretaba los puños, tratando de contener su enojo. El discurso de Alice no era como Asuna planeaba, no era arrollador, cruel ni impiadoso. Todo lo contrario: no echaba flores a Los Radicales pero decía que eran rivales dignos por la capacidad de su candidato, quien ella acusaba de actuar de manera torpe para ganarse el corazón de las chicas.
Aunque no lo hacía con ninguna palabra mala. Lo más fuerte que pudo mencionar sería la palabra: "vil técnica de conquista", pero nada más.
Durante todo el rato, Eugeo no dejó de ver las manos de Alice, las cuales se movían cuidadosamente, con mucho mimo y atracción.
Al acabar, todos se habían marchado, ya que se anunciaba una lluvia ligera. Pero no Eugeo. Él se quedaba parado en su lugar, mirando a Alice, muy enamorado, hasta que la profesora Asuna lo sacó de sus pensamientos, tomándolo del hombro.
-Chico, el discurso ya acabó. –Las gotas de lluvia empezaron a caer. –Mejor vámonos.
-Debe un segundo, profesora. –Eugeo, disfrazado del chico misterioso, fue corriendo a la tarima de Alice, quien por la prisa había tirado todo en las escaleras de la misma.
-Dios santo. –Exclamó ella.
-¿Puedo ayudarte?
-Oh, claro...no te había visto antes, ¿Cuál es tu nombre?
-Eu...Etsu. Mi nombre es Etsu.
-Bien Etsu, hay que darnos prisa o nos mojaremos todos.
Entre "Etsu" y Alice juntaron las hojas y los libros rápidamente, para luego refugiarse adentro de la escuela.
-Gracias por tu ayuda, Etsu...espero no sea muy atrevido de mi parte pero...tu nariz es muy simpática.
-¡M-mi nariz!
-Jeje. Sí, es linda y chistosa. Espero no te moleste, así que nos vemos luego. –Alice se despidió del falso Eugeo con un beso en la mejilla para ir a su casillero por un paraguas.
-Dos besos de ella en la mejilla en el mismo día, ¡gracias Dios!...pero, ¿mi nariz de verdad no es tan linda como esta?...espero que el seguro escolar cubra una rinoplastia. –Eugeo se fue a la estación de tren sin dejar de tocarse la nariz.
Asuna estaba en el estacionamiento de la escuela. Estaba ligeramente molesta con ella misma, puesto que había olvidado su paraguas en su auto.
-Merde... -Suspiró ella, pero de la nada sintió un golpe en la cabeza. –Ouch.
-Yo también hablo francés...grosera. –Mencionó Kirito.
-Hey, esa es mi frase.
-Ahora me pertenece, vayamos a su auto. –Dijo él en tono cortante, sin mirarla un segundo.
-Perdón por lo de hoy, no era mi intención...estaba muy enojada contigo.
-Sí, pues no es como que yo pueda darle una nalgada y luego excusarme alegando que estaba muy enojado con usted. –Expresó Kirito.
-Hum, que ejemplo pones. ¡Además fue por que ibas a aprovecharte tocándome el cuerpo!
-¿Pero lo hice?
-No pero...
-Pero nada. Una cosa es el pecado de acción y otra muy diferente el de pensamiento, la penitencia no es la misma.
-Touché...escucha, Kirito. La verdad es que preparé mucha comida ayer en la noche y no quiero que se eche a perder, por lo que...¿Qué tal si cenas hoy en mi casa como disculpa?
-Hum...¿Cuál es el postre?
-Helado de vainilla.
-Hecho. Solo le advierto que si tiene una cubeta de un galón de helado me lo acabaré todo. Soy todo un glotón.
-Fu fu. Menos mal la cubeta está casi nueva, solo me he servido dos porciones. –Rió Asuna de manera amable.
Los dos subieron al auto blanco, primero subió ella siendo tapada por el paraguas que "su caballero" le tenía preparado. Cuando Kirito se dirigió hacia la puerta contraria, ella quitó el seguro y subió de igual manera.
Vaya que estaba lloviendo algo fuerte, el vidrio se empañaba de vez en cuando, teniendo que poner la calefacción para que se pudiera ver. Los parabrisas no se apagaron en ningún momento, su pequeño rechinar estuvo sonando desde la escuela, pasando por las avenidas transitadas de Tokio, para luego tener más volumen en las calles más relajadas de la ciudad.
Cuando se estacionaron frente a la casa de Asuna, ella simplemente miró a Kirito, esperándolo.
-¿Quieres una invitación para abrirme la puerta? –Preguntó ella, riendo.
-Espero a que le bote el seguro a la puerta, profesora. –Se defendió él.
Kirito vio perfectamente el paraguas en la parte trasera del auto pero prefirió hacerse de la vista gorda. Asuna estaba consciente de que estaba ahí, resultándole útil para no mojarse, de igual manera haciéndose de la vista gorda.
Cuando el muchacho le abrió la puerta, le tendió la mano para que ella la tomara con confianza. Los tacones de Asuna sonaban un poco más que las gotas de lluvia que estaban cayendo con un ligero enojo.
Ella se pegó a Kirito, poniendo su mejilla en su hombro con el pretexto de no mojarse, abrazándose para que ninguno de los dos resultara afectado por el agua, según.
En la casa, Asuna se quitó sus tacones, poniéndolos cuidadosamente a un lado de la mesa.
-Aguarda un segundo, déjame traerte unas pantuflas. –Ella corrió descalza hasta su habitación en lo que Kirito se quitaba los zapatos, observando la casa de su profesora.
Se notaba el sueldo ganado, el lobby estaba completamente hecho de madera obscura, muy lindo para ser así. Los focos colgaban de una gran araña de cobre reluciente, con algunos cristales colgando de él.
La escalera se veía de igual manera reluciente y hermosa, del mismo color que el piso.
Al escuchar que Asuna bajaba por las escaleras, Kirito se serenó, tomando su celular llamándole a su madre para darle aviso de que una amiga lo había invitado a comer esa tarde.
Asuna podría ser muchas cosas para los alumnos, pero para Kirito era dos cosas: su profesora y amiga.
Dando un pequeño vistazo por la casa de Asuna, su sala era increíble, teniendo tres libreros llenos de novelas y mangas, además de algunas figuras de porcelana y adornos.
Cuadros de pinturas de Italia y de Francia estaban colgados en las paredes, siendo hermosamente decorativos, alegrando un poco el lugar que era de ambiente muy frío.
En lo más hondo de una esquina, se notaba que se había retirado un cuadro ya que estaba el contorno marcado en un tono de pintura más claro.
Un delicioso aroma a comida inundaba todo el primer piso, ese frío que hacía era reemplazado por el calor del vapor que emanaba de la cocina.
-Bien, ya la cena está caliente, solo falta emplatar. –Informó Asuna, quien tenía puestos sus lentes.
-Eso explica el buen olor. ¿Qué comeremos entonces?
-Estofado de conejo a la francesa.
-Je parie que je vais en profiter.
-Claro que lo vas a disfrutar. –Rió ella. –No es por presumir pero el chef personal del presidente de La Gran Francia me felicitó por mi habilidad de cocina.
-Aunque creo que el mejor crítico sería yo. –Sonrió Kirito, dirigiéndose al comedor.
El comedor era grande, para unas ocho personas fácilmente. Arriba de la mesa había candelabros del mismo estilo que el que estaba en el lobby, solo que éstos eran más pequeños.
Asuna estaba sentada en uno de los extremos del comedor y Kirito a su lado izquierdo, mirándola con cautela.
-Bon Appetit. –Anunció ella, tomando la cuchara de madera para empezar a comer el estofado.
-¿Puedo preguntar por sus lentes?
-Sé que debería tenerlos puestos a todas horas ya que según tú me hacen ver mejor...pero no sé. Solo los usó cuando tengo la vista cansada.
El estofado de conejo se veía exquisito y a pesar de ello Kirito no dejaba de revolverlo con su cuchara, como si supiera que tuviera veneno.
Asuna se percató de ello, diciéndole justamente que no tenía veneno o algún paralizante. Solamente tenía pimienta negra, nuez moscada, clavos y canela, ahí él si alguna de esas especies las consideraba veneno.
Cuando Kirito probó un bocado del conejo y de la salsa, se sorprendió tanto que se atraganto, comenzando a ahogarse.
Era curioso pensar como hacía unas horas la que se encontraba en esa situación era Asuna, quien no había perdido el tiempo en pesar a quien llamar, auxiliando a Kirito, tomándolo fuerte de las costillas, hasta que dejó de toser.
-Es-esta exquisito, ¿en verdad lo preparaste tú? –Preguntó él, escéptico.
-¡Vaya susto me diste, pensé que no te había gustado!...pero si, por algo te dije mi anécdota del chef.
-Ah...eso lo explica.
Ella tenía puesta una falda blanca y sus medias largas de color café, se había cambiado la blusa por una de color azul pastel, además de tener puesta una pequeña chamarra blanca con varios logotipos cosidos en la misma.
Uno que le llamó mucho la atención a Kirito era el logotipo de una escuela de baile que quedaba a una manzana de distancia de la casa, una a la que había ido Suguha antes de decidirse por el kendo.
-¿Puedo preguntarte del logotipo de la escuela de baile?
-Cosas de Francia, ahí aprendí como no tienes idea. Aprendí lo que es la escuela normal, escuela de baile, de cocina, un poco de artes marciales.
-Usted no desperdició su tiempo como yo...¿Por qué la mandaron a Francia?
Asuna se quedó congelada un segundo, con la cuchara a mitad de camino que constaba del plato a la boca. Fácilmente comió un poco de la salsa, se limpió con la servilleta de tela y sonrió amargamente.
-En secundaria tenía un novio...estábamos locos de amor. Pero él era un "don nadie", alguien sin visión... un niño que vivía de sus sueños.
Resultaba ser que los padres de Asuna no aceptaban la relación de ellos dos, y en un temor de que su hija se escapara en un arrebato de locura, la mandaron a estudiar a Francia, donde se suponía que por los años olvidaría aquel sueño ingenuo.
-Siempre me acuerdo de él, era el amor de mi vida, si pudiera dar algo a cambio por encontrarlo, moriría por ello.
Kirito tomó la mano de Asuna. –No lo haga. –Le dijo.
-Kirito, ¿Qué estás?... –Él le apretó más fuerte la mano pero sin lastimarla.
-"Preferiría vivir por ti. Morir es fácil, instantáneo. Vivir, eso es más complicado".
Asuna se sonrojó. Kirito la miraba fijamente a los ojos, rompiendo la tensión con dos palmadas en el dorso de su mano.
-¿Me das helado? –Pidió con el tonó de voz de un niño de cinco años. Asuna soltó una buena risotada, ahora estaba roja de la risa.
Ahora sabía que tenía un competidor para ocupar el corazón de su profesora. Lo que le daba alivio es que seguramente jamás lo vería en la vida. Sólo que ahora debía esforzarse más en ganarse su corazón, tal vez tenía un poco de ventaja ya que ella había mentido en el restaurant, prefiriendo mantener en secreto a aquel novio.
Aunque estuviera haciendo un poco de frío por las lluvias, los dos comensales habían comido dos tazas de helado de vainilla. Aún faltaba un pequeño detalle.
Al haber vivido en Francia, Asuna tenía la costumbre de beber un poco de vermouth tras cada comida. Era una locura puesto a que su acompañante era menor de edad y era su alumno, pero no quería reservarse el lujo de compartir un poco.
-No gracias, no bebo. –Rechazó él. –Tal vez una taza de helado más sea mejor.
-¿En verdad aun puedes comer? –Preguntó, con curiosidad y molestia en su voz.
-Era broma, nunca antes había comido tanto en mi vida. La verdad, Asuna...cocinas muy delicioso.
Ella se sorprendió ligeramente, la conversación no era llevada de un modo "formal" lo cual era comprensible. Estaban en su casa, no en el colegio.
-Ya sabes, Kirito. La verdad prefiero cocinar yo misma pero me encantan los sábados de flojera, por lo que mejor compró algo.
-¿Todos los sábados?
-La mayoría de ellos.
-¡Bien! –Kirito dio un manotazo en la mesa. –Siendo así, ¿Por qué no desayunamos el próximo sábado en el mismo restaurant que la vez pasada? Sólo te pido que no trates de ahorcarme.
-¡Oye me estabas fastidiando!
-¿Y? nada me prohíbe pasar tiempo contigo fuera de la escuela. O dime, ¿te molesta mi presencia?
-Pues no...haces que mis días sean un poco menos aburridos y tediosos. Sé que sonará algo raro viniendo de mí, puesto que soy tu profesora pero, desde que te conozco a ti, a Yuna, Yuuki y a Eugeo mis días son una verdadera sorpresa, una aventura. Casi como si hubiera recobrado la vida de preparatoria que me arrebataron en Francia.
Kirito se quedó templado, viendo fijamente a Asuna a los ojos, procesando la respuesta que tenía que decir, algo que no delatara sus sentimientos y que de igual forma tuviera peso en su conversación. No había lugar para un chiste.
-Siempre hay una segunda oportunidad aunque muchos digan lo contrario. Puedes volver a vivir la vida que tu familia te arrebató al enviarte a Francia. No te pido que actúes como adolecente...disfruta de tu vida con corazón de adolecente: uno lleno de inquietudes, con deseos de aventuras y de querer devorarte al mundo de un solo bocado.
Asuna sonrió suspirando, tomó la mano de Kirito y le dio unas pequeñas palmaditas, agradeciendo sin palabras, sino acciones.
La vida que Asuna había tenido en Francia resultaba muy difícil para ella con una crianza a la antigua. Debía ser la niña "perfecta", de ahí su afiliación sumamente conservadora.
Su educación se encontraba divida en tres partes: la primera era la educación normal y que era impartida a todas las alumnas, ya que si, la habían inscrito a un colegio exclusivo de mujeres. La segunda era la educación de "la mujer" tenía que saber cocinar, bailar, ser carismática, sumisa, etc. La tercera era su educación de finanzas y economía, para que ella pudiera llevar el capital de su familia como Dios manda.
Todo estuvo perfectamente bien en su educación, menos una cosa: ser sumisa. Asuna tenía un espíritu rebelde y desobediente. Siempre la regañaban por faltar a las normas de su escuela, por hacer cosas prohibidas, (como beberse el vermouth a escondidas) y al nunca querer peinarse adecuadamente, ella prefería mucho tener el cabello suelto porque así le gustaba.
Algo muy parecido pasaba con sus libros y mangas, los cuales le eran complicados de conseguir, pero no imposibles. Más de una vez se los habían decomisado, pero ella siempre los robaba de donde estaban guardados, algo que le traía muchos problemas, pero sabía que por más faltas que cometiera nunca la iban a expulsar por la millonada que pagaba al mes.
Regresando al presente, la lluvia no cedía en lo más mínimo, incluso la situación estaba peor, arreciando los aires y los relámpagos.
Asuna y Kirito estaban observando por la ventana del comedor la calle de afuera, corría un pequeño río de agua entre las banquetas, que llevaba hojas, papeles y algunas pequeñas raíces.
-Puede que viva a unos metros de distancia pero creo que sería una locura que me vaya con esta lluvia. –Dijo él.
-Espera a que por lo menos pare de llover.
-¿Y qué podemos hacer en lo mientras? Ya me contaste tu vida en Francia y lo infeliz que eras allí.
-No era del todo infeliz, pero estaba limitada, ¿Qué hacen los adolescentes de hoy en día que podamos hacer nosotros también? -Kirito sonrió conteniendo una risa, Asuna le dio un golpe en el hombro. -¡¿Qué estás pensando?!
-Nada de lo que tú sí. Podríamos jugar algo, ¿Qué juegos de mesa tienes?
-Una baraja de colección...y debemos considerarnos afortunados.
Kirito no sabía muy bien jugar cartas, por lo que cometía muchísimos errores, fallando jugadas y dejando escapar algunas cuantas. Asuna lamentaba no haber propuesto apostar antes ya que sin duda hubiera conseguido algún dinero, le estaba dando una paliza a su adversario.
Aunque iba perdiendo, Kirito no desistía del juego, además de que Asuna le enseñaba como jugar, que errores comunes no cometer, etc. Para ser novato se la pasó entre risas y algunos lindos momentos.
La comida había terminado a eso de las tres de la tarde, ya eran las cinco para cuando dejaron de jugar, sin haberse percatado de que ya no estaba lloviendo.
-Bien...creo que ya es hora de irme. –Mencionó él, levantándose de la mesa.
-Naturalmente. –Contestó ella, también levantándose de la mesa.
-Fue un rato divertido, sin duda deberíamos jugar cartas el sábado en el restaurant, ¿Qué dices?
-¿Se puede pedir la comida para llevar? Prefiero jugar aquí en la casa.
-Si se puede. Bien pensando, profesora...entonces creo que nos vemos mañana. –Contestó mientras se ponía los zapatos.
-Hasta mañana, Kirito. –Él se acercó a Asuna, dándole un beso en la mejilla que ella no respondió, más por sorpresa que por otra cosa.
Al marcharse, ella vio como Kirito se iba caminando calle abajo, con las manos en los bolsillos y ligeramente encorvado de la espalda.
Al voltear, se dio cuenta que él había olvidado su paraguas. Podía llevárselo mañana a la escuela...pero prefería tener una excusa para invitarlo a su casa nuevamente, solo que ahora en compañía de Yuna y Yuuki para que el ambiente fuera más amistoso.
De hecho, Kirito deseaba que Asuna no le devolviera el paraguas al día siguiente en la escuela, lo había dejado a propósito para evidentemente tener algún motivo para visitar de nuevo a su profesora favorita.
Ahí fue cuando se dio cuenta...que nunca antes había amado tanto a otra mujer.
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¿lo ves? Perfectamente equilibrado, como todo debe estar.
La verdad es mejor repartir el protagonismo entre los personajes para no saturar la historia de una sola trama.
Y siendo honesto, me equivoque con la personalidad de Alice ya que ella es muy fuerte de carácter y no es tan "niña buena" fallo mío, pero me di cuenta bastante tarde xd.
Nos vemos en una semana.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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