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Capítulo 3.-Trabajando juntos.

Yuuki y Eugeo se encontraban sentados en una de las bancas de la cafetería. Sería la primera y última vez que eso sucedería hasta dentro de dos años. Él no quería dirigirle la mirada a Yuuki, le daba mucha pena hacerlo. Y ella, no paraba de suprimir algunas risas que querían salir de sus labios.

-¿Y cómo vas con tu novia? –Cuestionó ella.

-¡No es mi novia!...es sólo una amiga.

-Ayer vi que te abrazó por la espalda, te prestó su abrigo y te dio un lindo beso en la mejilla, ¿seguro que no son novios?

-Po-por supuesto ¿Ahora podemos concentrarnos en el trabajo? Será un logró que consigamos terminarlo a tiempo, es muy extenso.

Curiosamente ese día, Yuna llegó con una guitarra, presumiblemente suya ya que no podría ser de nadie más. Eso le sorprendió a varios, nunca esperaron que una chica tan tímida como ella fuera cantante, incluso llegando a tocar en algunos eventos musicales.

Eran dos caras de una moneda, la Yuna que se encontraba debajo del escenario y que era tímida, y la que se subía en él y era una artista en todos los sentidos, enamorando con su canto, mientras su guitarra lloraba suavemente.

Naturalmente, Yuuki le preguntó a Yuna si ella tocaba, por lo que afirmó que sí. Cuando le pidieron que tocara una canción, Yuna se sonrojó y echó humo por las orejas.

-¿Qué haremos contigo? –Cuestionó Yuuki, dándose una palmada en la frente.

-Yo también sé tocar guitarra, Yuna. –Dijo Eiji...ella se hizo unos pasitos para atrás, tapándose el rostro con su portafolios.

-Qu-qué bien...¿Cuántas canciones sabes tocar?

Tras ver que Yuna ya no se ponía tan nerviosa con Eiji, Yuuki se sintió realizada. Sólo faltaba que Eugeo no se apenara de estar con ella para que la victoria fuera absoluta. Ella no quería que algo pudiera afectar el tiempo en que haría equipo con él.

El tamaño de la investigación si era un poco complejo, aunque no era nada que no se pudiera solucionar en cosa de algunas horas invertidas de ese día hasta el lunes. Aún quedaba tiempo suficiente.

Ambos tenían sus libros y sus libretas, se compartían información y se explicaban algo que no entendieran.

-¿Qué dice allí? –Yuuki se pegó al cuerpo de Eugeo de forma accidental para lograr alcanzar a leer algo que estaba en letras pequeñas, sorprendiendo al muchacho ya ruborizado.

-Yu-Yuuki ¿Po-podrías darme un poco de espacio para alcanzar mis cosas? –Pidió Eugeo, tratando de buscar algún pretexto para quitarse de esa posición tan vergonzosa.

-Ah, claro. –Yuuki tomó el libro, haciendose un poco al lado.

La actitud muy penosa de Eugeo le era un poco inconveniente al momento de trabajar, ya que era difícil lograr entablar una buena conversación con él. De todos modos, debía hacerlo si quería tener este trabajo librado.

Lo que sí, es que Eugeo era bueno explicando, siendo una piedra en el zapato que le costara mucho hablar.

Tocando el timbre para regresar a clases, Eugeo tomó sus cosas tan rápido como pudo, no quería que Alice lo viera con Yuuki, eso podría malinterpretarse al no ir en su salón. Teniendo en cuenta lo de Quinella...que Alice lo viera con Yuuki era todavía peor, por lo que tenía que tratar eso con mucha cautela.

Además de su vergüenza, la actitud hasta cierto punto cortante de Eugeo no era muy del agrado de Yuuki. De ahí que le tomara dos años llevarse completamente bien con él.

-¿Qué le pasará por la cabeza? Incluso pudo llegar a ser un poco tosco conmigo. –Se quejó Yuuki. Yuna bebía un jugo.

-¿No has pensado en que puedes gustarle? Eres bastante bonita, Yuuki.

-Eso es imposible, él ya tiene algo así como "una novia"...además yo nunca antes he tenido novio...no sé qué sea eso a lo que la gente llama "amar".

-¿Enserio? ¿No estás bromeando? Yo seré muy tímida, pero sí sé que es el amor. Me daría pena hasta explicarte ya que es algo taaaaan obvio.

-Hum, que mala eres. –Yuuki enchinó los ojos y empezó a observar de mala manera a Yuna.

-Es la realidad.

Eugeo y Kirito caminaban de forma lenta por los pasillos, pasando a sus casilleros una vez se encontraron afuera de la cafetería. El primero se notaba agitado, el segundo lo miró con cierto misterio, esperando alguna explicación.

La misma nunca llegó, Eugeo prefería guardarse esos detalles para sí mismo. Si se esparcía el rumor de que hablaba con dos chicas a la vez, a solas, eso sería malo para su aun no existente relación con Alice.

Quinella lo vio de pura casualidad, sorprendiéndose en el acto. Ella le dedicó una sonrisa afable.

Kirito también sonrió, pero ello lo hizo de forma maliciosa, dándole un codazo en el hombro a Eugeo, quien se sintió un poco molesto.

-Vamos, vamos ¿Por qué no le hablas, galán? –Cuestionó Kirito, en un tono de burla.

-No me fastidies, no me gusta que lo hagas.

-¿A quién no le gusta fastidiarte? Yo lo hago, Quinella lo hace...Yuuki lo hace, ¡hasta Eiji lo hace!

-Y eso no me agrada para nada, tarado.

El profesor Klein, siendo ya prácticamente el último día de la semana, les daría una pulida a las explicaciones de lo que debían hacer. Ahora sí estaba de buenas, tomando su café mañanero, como Dios manda.

Las dudas no se hicieron esperar en lo más remoto, casi todo el salón le preguntó algo, siendo dudas bastante variadas y muy pocas repetidas o redundantes.

Cundo las mismas fueron apaciguadas, Klein sonrió para sí mismo. Era hora de llamar a las masas a militar en los comités, los cuales se encontraban ya cercanos a su reapertura tras disolverse hacía cosa de más o menos tres meses.

-Pronto comenzarán las elecciones para los diferentes comités, yo soy quien se encarga de Los Radicales, la mejor opción para este año, claro que sí, yo digo que sí. –Balbuceó Klein con algo de desesperación, ahora sí quería arrebatarles la hegemonía del poder a Los Conservadores.

Adelantando al trabajo de investigación, Eiji y Yuna se juntaron, estando uno al lado del otro. Ella se ponía nerviosa únicamente cuando Eiji se acercaba demasiado, ya fuera para leer con mayor claridad algún párrafo, o cuando había mucho ruido en el salón y era la única forma de que Yuna lo pudiera escuchar.

-¿Me prestas un lapicero, Yuna? Olvidé el mio.

-Eres un poco descuidado, Eiji. Siempre olvidas tus cosas.

-Ya vez, jeje. Pero dicen que las personas descuidadas son las más inteligentes.

-Segura. –Yuna soltó una pequeña risita. Eiji se sintió satisfecho. Era la primera vez que Yuna tenía algún gesto parecido, cosa que sin duda era un avance significativo

Ambos se ayudaban en cosas que no entendían. si uno no encontraba una cita de referencia o no sabía muy bien que poner en la investigación, el otro le ayudaba.

-Sería mejor que pusieras esto que dice aquí y descartaras lo demás. –Pidió Yuna mientras subrayaba el libro de Eiji.

-Ok. ¿Y ya encontraste la maldita cita que yo no?

-Sip. Era en la página treinta, no en la veinticinco, descuidado. –Ella volvió a reír.

Yuuki casi acarreaba a Eugeo ya que su participación era...casi nula. Ella tenía la impresión de que Eugeo no quería hacer nada, cuando claramente quería... pero sus nervios le impedían avanzar lo que era necesario.

Cuando Yuuki comenzó a desesperarse, naturalmente reprendió a Eugeo.

-¿Y cómo vas con tus avances de la investigación?

-V-voy bien, adelanté bastante en casa ya que me sentía aburrido y no tenía otra cosa que hacer, jeje. –Al entregarle el adelanto, Yuuki lo leyó con detenimiento.

-Hum...basándome en lo que dice el profesor Klein... debo reconocer que lo que llevas de investigación es bastante bueno, sigue así. –Ella le revolvió los cabellos a Eugeo, quien se ruborizó ligeramente.

-Gracias... -Masculló, debido a su pena. -¿Qu-qué más hace falta?

-Como te dije, sigue trabajando así de bien. A veces me da la impresión de que no haces nada, aunque parece que me equivoque.

-No soy un aprovechado, Yuuki. No me parecería justo dejarte todo el trabajo.

-Empiezas a sonar como el profesor Klein. No me digas que llamarías a eso "redistribución del trabajo". –Yuuki sonrió abriendo la boca y mostrando los dientes. Eugeo se sintió contagiado y también sonrió debido a curioso chiste.

-Si lo quieres ver así.

Al final, no se llevaban tan mal ellos dos. Sí que tendrían problemas para comunicarse, aunque al final no lo hacían tan, tan mal.

No obstante, llegada la hora en que Eugeo pasaba tiempo con Quinella, Yuuki se sentaba a varios metros de ellos junto con Yuna. Ella quería ser testigo de lo que sucediera. Le seguía pareciendo muy gracioso como es que Quinella se burlaba de Eugeo en casi todo momento.

Con eso mismo en mente, Quinella se sentía como si jugara ajedrez con Eugeo, poniéndolo en jaque la mayoría del tiempo de su conversación, lo que, al igual que para un ajedrecista, eso era lo mejor que podía sucederle.

-¿Y cómo vas con tu trabajo? –Preguntó.

-Bi-bien...la compañera con la que me tocó es bastante buena, aunque pensó que sólo me la pasaba sin hacer nada y que yo le dejaba todo el trabajo.

-Eso sería tan poco caballeroso de tu parte. Y dime, como buen macho, dejaste que ella hiciera todo, o te comportaste como un hombre de verdad y le ayudaste como es correspondido.

-¿"Bu-buen macho"? No sé a qué te refieres con eso ¿Doy la impresión de serlo? ¡Y aunque diera la impresión, te equivocas! ¡Claro que ayudé a Yuuki en la investigación!

-Era una metáfora ¿Tú, un buen macho? Eso es muy gracioso. –Ante la risita de Quinella, Eugeo se sintió hecho menos, ruborizándose por la pena y el enojo. –Eres muy tierno para eso, no por otra cosa te lo digo. Aunque...¿con que así se llama? ¿Yuuki?

-Sí, así se llama. Y no soy tierno...ni que fuera un gato o algo así. –Eugeo se cruzó de brazos e hizo un puchero, contradiciéndose en lo absoluto.

-A eso me refiero. Pero me gusta que seas así, da la impresión de que eres un chico "puro" como les llaman hoy en día.

-¿"Pu-puro"?...¿No te estarás refiriendo a...?

-Shh. Esas cosas se platican en privado. –Quinella se puso el dedo índice entre los labios, guiñando un ojo. -¿Entonces si vendrás a mi casa para mañana? ¿O como buen macho vas a despreciar la ayuda de una mujer?

-Ya te había dicho que sí, Quinella. –Masculló Eugeo. –Pero no le digas a nadie, por favor.

-Penoso. –Sonrió ella, de forma picara.

-¡N-no lo soy!... ¡O bueno, tal vez un poco!

Desde la lejanía, Yuuki se reía mientras comía. Tenía sus palillos en la mano, a punto de probar bocado cuando eso sucedió.

-Ay que cómico, que cómico, que cómico. –Yuuki se limpió las lagrimitas de los ojos por la risa que le causaba ver a Eugeo en tal situación. –Pobrecito de él.

Ya en la salida, Eugeo y Quinella caminaban juntos por los pasillos finales (o iniciales), de la academia siendo vistos por todos.

No era algo oficial, pero a aquellos dos ya se les consideraba novios. Para muchos era sorprende pensar qué había hecho Eugeo para enamorar a una chica con Quinella, claro que él era guapo y todo ¿Pero aun así qué hizo?

Lo gracioso o lo luctuoso del asunto era que Eugeo... no había hecho nada para enamorar a Quinella, todo fue cosa del destino.

Estaba chispeando, eso sí. Quinella abrió un paraguas donde ella y él se refugiaron de la lluvia, avanzando por las calles, siendo observados por todos.

En un pésimo golpe de suerte, Alice los vio a ambos bajo el mismo paraguas, algo que le dio un poquito igual. Simplemente se "comprobaban" los rumores de que aquellos dos eran novios, según.

Podríamos estar de acuerdo en que Alice no era buena para sacar auto conclusiones de aquel joven que se sentía perdidamente enamorado de ella en secreto.

Era justamente como el romance de León Trotsky y Frida Kahlo: él la había amado desde siempre y en secreto, bastantísimo menos pasional, aunque la idea sería más o menos la misma.

En ese pésimo golpe de suerte, existió un poco de buena suerte para Eugeo, ya que él no se percató que Alice lo había visto con Quinella.

Ella sabía que esa tarde y esa noche azotaría un muy fuerte tifón que impediría muchas cosas, entre ellas se encontraba, claro, el que Eugeo pudiera irse de su casa.

Con esa idea en la mente, Quinella sonrió en secreto, comenzando la travesía a su casa junto con el joven muchacho. (me imagino algo así como "De aquí no sales virgen, cabroncito" 😂😂😂😂)

La casa de Quinella era muy grande. En la entrada de la misma se colocó una placa que decía "Bienvenidos al Palacio Crackerbox" algo que sorprendía mucho a Eugeo.

-Como te dije, soy una "hija de familia". Espero no te sientas incómodo, ya que por tu cara me doy cuenta que no estás acostumbrado a estos lujos.

-Me haces sentir pobre...

-No te sientas menos, no es mi intención que eso suceda. Si tienes hambre hay muchas cosas en el frigorífico. Tú sólo pide, y se te dará.

-Sería como abusar de tu confianza.

La entrada de la casa de Quinella era un pequeño palacio. Todo era de un color blanco, las escaleras de caracol que daban al piso de arriba. Algunos candelabros de cristal colgaban del techo, siendo los mismos de un acero negro.

A un lado de la entrada se encontraba el comedor, siendo grande y espacioso, demasiado para una familia de tan solo tres personas. Seguramente los cuartos eran muchos, utilizándose dos de ellos, únicamente. Allí radicaba el plan de Quinella, en el tamaño de su casa.

La cara de asombro de Eugeo era indicador de que justamente ese lugar era un pequeño Palacio Crackerbox.

Lo primero que se vio fue a uno de los trabajadores de la casa, ya que sí, la familia de Quinella era de muy buen dinero, tanto así que más de una persona trabajaba para ellos.

-Buenas tardes, señorita Quinella. ¿Quién es su acompañante?

-Es mi novio. Les dije a mis padres que vendría hoy.

-¡¿Eh?! –Eugeo se sonrojó al escuchar esa falsa afirmación. Quinella no pudo aguantarse la risa.

-Hum, pensé que tendría un novio de su edad, pero se ve que es un buen muchacho. No los molestaré más, iré a...

-Prefiero encargarme yo de la estancia de mi novio, quisiera tratarlo a mi gusto. –Ella abrazó a Eugeo, haciéndolo sonrojar más y causándole una leve erección al sentir el cuerpo de Afrodita de la chica.

-Entiendo. Dejaré las cosas a su mando, señorita. A propósito, sus padres salieron, regresaran en un buen rato.

Al irse el trabajador, Quinella se soltó a carcajear. Eugeo se molestó bastante.

-¡¿Por qué hiciste eso?! ¡No lo vuelvas a hacer, por favor, fue muy incómodo para mí!

-Es obvio...me gusta verte sonrojado y avergonzado, ese es tu lado más tierno, hombrecito.

Aquella era una victoria decisiva para Quinella. Ya a Eugeo no le quedaba de otra más que rendirse, por lo que prefirió hacerlo a seguir humillándose.

Recorriendo un poco más la casa, Eugeo se percató que había muchos libreros. Se preguntaba si esos libros se encontraban meramente de adorno o en verdad fueron leídos en alguna ocasión. Seguramente, un poco de ambas, quien sabe.

Eso sí, todos y cada uno de los libreros se encontraban organizados como Zenódoto de Éfeso manda: todo perfectamente sistematizado.

Era impresionante la cantidad de libros que se encontraban ahí. Quinella se dio cuenta que Eugeo no dejaba de ver lo que tenía enfrente, notoriamente sorprendido, por lo que ella esbozó una sonrisa en su rostro de Afrodita.

-¿Te gusta? Los he leído casi todos, me la paso leyendo en mis tiempos libres...

-¡¿Casi todos?! ¡Son como trecientos o más en un solo librero! –Farfulló él.

-Desde que aprendí a leer, no he dejado de hacerlo. Incluso hay libros que releo una vez por año por lo mucho que me encantan.

-¿Cómo cuál?

Quinella se dirigió entonces hasta uno de los enormes recintos donde reposaban los dichosos libros. Uno de ellos se encontraba en medio de todos, muy distintivo debido a ser uno empastado en cuero azul, sin algún adorno en el lomo, ni siquiera una letra como los demás si lo tenían.

Al sacarlo, Eugeo trató de tomarlo, Quinella le dio una palmada en el dorso de la mano, alejando el libro de él.

El muchacho se sorprendió bastante, comprendiendo por que el recelo de Quinella, éste ya era viejo, sus páginas eran de un color café amarillento, o un amarillo cafetalero. Como fuera, ya el libro se notaba tenía sus años. Lo que mejor se conservaba, eran las letras, las cuales tenían un solo título.

El viejo y la mar...

-Mi padre me lo leyó cuando era niña, él lo obtuvo de su padre, quien se lo robó a su hermano mayor, quien lo tuvo como regalo de un amigo que viajó a Cuba. Es la primera edición del libro, por ello lo cuido mejor que el oro.

-Vaya...eso es interesante. ¿Por qué te gustó tanto ese libro como para que siempre lo vuelvas a leer? ¿y en verdad sabes español?

-Recuerdos, me gusta recordar esas épocas. Y sí, hablo inglés y español. Ahora vayamos a mi cuarto, ni creas que te dejaré ponerle un dedo encima a mi más grande tesoro.

-¿No se supone que el más grande tesoro de una mujer es su virginidad?...vaya prioridades tiene ella. –Pensó Eugeo, sudando una gota gorda. –Claro, tengo los libros y todo lo necesario para estudiar.

-Qué bueno que te prevengas. –Afuera comenzaba a llover, viéndose las gotas de agua caer con la furia de campanadas de guerra, desde las ventanas que daban hacía el exterior.

El cuarto de Quinella tenía más libreros aun, lo que sorprendió a Eugeo ya que no creía que eso fuera posible. Sin embargo, lo que tenía delante de él, era más sorprende todavía.

Una cortina de color morada transparente dividía el cuarto en dos, lo cual daba un aura de cierto misticismo al ambiente. La parte que no era cubierta por la sabana eran libreros y un escritorio en donde se podría hacer tarea. También los roperos se encontraban a los lados, los cuales, muy seguramente, estarían hasta reventar de cualquier prenda.

-Pasa... -Invitó Quinella, haciendo de lado la cortina morada. Allí dentro se encontraba la cama, una muy ostentosa y se notaba suave como un bombón. La galería era de un color similar, siendo cubierta la misma por más cortinas, sólo que éstas no permitían el paso de la luz por la tela de la que estaban hechas.

Lo que no era muy normal era lo más tierno: una especie de columpio pequeño, sujetado con gruesas cadenas metálicas al techo. Quinella se sentó en el mismo, meciéndose adelante y hacía atrás de forma ligera, pareciendo una niña pequeña.

-Wow...¿con que esto es tener grandes lujos?

-Mis padres siempre me cumplieron muchos caprichos...incluido éste, que es mi favorito de todos. Cuando me siento mal, me siento aquí a relajarme, olvidándome de todos mis problemas. Cuando te sientas mal y no sepas que hacer...no dudes en llamarme para que puedas hacer lo mismo.

-Lo-lo tendré en cuenta...aunque no sé qué tan ridículo me vea. Digo, todo esto es muy femenino.

-Si te pusiera uno de mis vestidos y te maquillara... serías la mujer más bella del mundo. –Quinella explotó en carcajadas. A Eugeo se le sonrojaron incluso hasta las orejas. Una vez más, caía en los juegos de Quinella.

-¿E-estudiamos o qué?

-Como ordene la señorita.

-¡Ya basta! –Exclamó Eugeo con voz varonil, cosa que le causó gracia a su contraria.

La sesión de estudio fue buena. Bastante información fue absorbida por Eugeo, sabiendo como guiar la investigación que tenía con Yuuki...el detalle radicaba en cómo decírsela sin que le diera tanta pena. Siempre y cuando ella no dijera nada de Quinella, las cosas estarían muy bien.

Dos horas, con eso bastó para que los estudios terminaran. Ahora el problema era el tifón...parecía no se detendría en un buen rato. Con Eugeo muriéndose de hambre, ambos jóvenes aprovecharon para comer algo.

La comida era "fina" muy occidental y europea. Se debía usar tenedor y cuchillo, instrumentos que Eugeo manejaba con torpeza, causando más risas por parte de Quinella y más pena de su lado.

-N-no te rías...me haces sentir como un inútil.

Eran casi las siete de la noche y el tifón no daba señal de tregua. Afuera de la casa era todo un caos, ni siquiera los padres de Quinella podrían llegar a casa, aun. Lo más seguro, y si las cosas continuaban así, tendrían que quedarse a dormir en sus trabajos.

Cada minuto que pasaba era una razón más para que Eugeo se preocupara. No tenía salida alguna, se encontraba solo en la casa de Quinella, sin posibilidad de escape ¿Qué pasaría en esa situación?

Su madre, casi en una señal divina que caería del cielo, le llamó.

-¿A qué hora llegarás? –Le preguntó.

-No lo sé...no da la impresión de que pueda parar de llover, ¿pod?... –Quinella le quitó el celular a Eugeo.

-Buenas tardes, señora (Creo que el yuyio no tiene apellido :'v), pensaba en que Eugeo podría quedarse a dormir en mi casa esta noche, yo y mis padres no tenemos problemas con ello, la casa es espaciosa y tiene muchos cuartos de sobra. -Explicó Quinella con una risa.

-Bueno...si lo pones así...¿tus padres no tienen problemas?

-No, y mi cuarto se encuentra a un lado del de ellos, el de invitados es en el piso de abajo, así que no se preocupe.

-Ok... ¡bueno, se puede quedar! –Sonrió la madre de Eugeo, tras el celular.

Al colgar, Quinella sonrió mostrando los dientes. Eugeo se encontraba blanco como un papel...su peor temor se cumplió, teniendo el visto bueno de su santa madre...

No quedaba de otra, ya por lo menos el padre de Quinella llegó y eso porque lo llevaron del trabajo en una camioneta especial para terrenos fangosos. Así que eso le dio un respiro.

-¿Él es tu amigo? ¿Cuál es tu nombre, hijo? –El padre de Quinella se quitó el empapado abrigo, tendiendo la mano.

-Eugeo...y gracias por dejarme quedar esta noche. –Él estrechó la mano del hombre.

-Cuando pare de llover será muy noche y no me gustaría que tu madre se tome la molestia de venir a las dos o tres de la mañana por ti, y sería muy peligroso que tú te fueras solo.

-Le agradezco su hospitalidad, señor.

-Iré a ducharme y a descansar, fue agotador pasar todo el día en la oficina. Buenas noches, cariño, hasta mañana. –El padre de Quinella le dio un beso a ésta, quien sonrió ligeramente. Al irse, ella soltó una risita.

La hora se aproximaban a las once de la noche. Eugeo dormía bastante tranquilo en uno de los cuartos de la planta baja de la casa. Hacía bastante frío, por lo que las colchas y cobijas abundaban.

Suerte suya que ese día el uniforme era de deportes, así que se durmió con el mismo, prácticamente. Nunca antes él había usado el uniforme de pijama, aunque era eso o dormir con alguna pijama de Quinella...esa idea no le gustaba mucho.

Soñaba con Alice, ambos iban caminando de la mano en un enorme pastizal con flores azules, moradas y amarillas. Eugeo tomó una de color azul, ofreciéndosela a Alice. Ella negó con la cabeza, declinando el regalo. Después, tomó una de color de morado y se la ofreció al muchacho.

Quinella bajaba las escaleras, sujetada del barandal y en calcetines, dejando sus pantuflas en su cuarto para no hacer ruido. De igual forma, todo movimiento que ella hiciera era con suma cautela. Al bajar completamente la misma, sonrió pícaramente.

Ya no llovía, aunque Eugeo se encontraba inquieto en su cama, dormido. Él se sentía confuso tras recibir esa flor de Alice, de color morado...morado, igual que el cabello y ojos de Yuuki.

-Eugeo... -Susurró Alice. –Despierta, Eugeo.

-¿Eh? –Justamente al abrir los ojos, Eugeo sintió un vacío en su corazón al percatarse que ese paseo con Alice era un sueño y nada más.

-Despierta...no digas nada. –Ahora le pedía Quinella. Ella estaba acostada a su lado.

Una lágrima bajó por la mejilla del muchacho al sentir mucho dolor por ese vacío en su corazón. De ser la persona más feliz del mundo por tener la mano de Alice en la suya...pasó a ser el más infeliz al darse cuenta que nada fue real, sólo una ilusión.

-Me siento tan mal...

-¿Por qué te sientes así?...¿Quieres que te haga sentir feliz?

-Me la paso bien contigo. Puede que me hagas enojar y me molestes muy a menudo, avergonzándome y haciéndome sentir inútil...pero no desprecio el tiempo que pasas conmigo, no podría hacerlo.

-¿Y qué es lo que te provoca sentirte mal? Tu respuesta solo fue un rodeo.

-La chica que me gusta no me hace caso...soñé con ella y...era tan feliz. –Más lágrimas bajaron de las mejillas de Eugeo, apretando los puños y los dientes, sintiéndose la amargura en sus palabras. –Me odio, Quinella, no me gusta como soy.

-¿Por ser tan tímido?

-Me odio por no tener el valor suficiente para hablarle a la chica que me gusta desde hace nueve años...soy patético.

-A mí. –Quinella hizo énfasis en eso. –Me gusta cómo eres. Me causas tanta ternura, eres más que un cuerpo atlético y una cara bonita...eres un amor de persona.

A pesar de estar acostados, Quinella abrazó a Eugeo, sintiendo como las lágrimas del chico rozaban con su mejilla. Él también la abrazó en un acto de piedad a sí mismo, no prestando atención a que sentía en su piel los pezones de Quinella.

-No me gusta como soy. Tú no eres tímida, eres muy extrovertida y un poco lanzada, dime como lo haces.

-No quiero hacerlo...no voy a permitir que cambies ya que ese no sería el chico...al que quiero hacerle esto. –Tras soltar una risita, Quinella bajó su mano hasta uno de los glúteos de Eugeo, apretándolo contra su mano.

El chico se sonrojó, exaltándose. Separándose del abrazo, quedó frente a frente con su contraria. Ambos se veían reflejados en los ojos del otro por lo cerca que estaban.

-S-si quieres hacer lo que pienso...me opongo. Quiero mantenerme virgen para ella. Y-y también quiero que mi primer beso sea con ella.

-Eso sí es ser patético. –Ella se pegó más a su cuerpo, pasando su mano hasta el lugar más íntimo del joven, quien trató de suprimir un gemido afeminado.

-T-te dije que no quiero...

-Olvídalo, ya no es patético. Ahora me parece algo tierno. -Quinella se sentó en la cama, quitándose la playera que tenía por pijama. Eugeo se sonrojó al verle el torso como Dios se lo trajo al mundo, por lo que se tapó el rostro.

-Quinella, vete o gritaré para que tu padre te descubra...no quiero hacer el amor contigo, entiéndelo.

-Yo tampoco...o todavía no. –Acostándose nuevamente en la cama, Quinella hizo su cabello a un lado. –Bésame el cuello...

Tampoco siendo una perita en dulce, los instintos más humanos despertaron en Eugeo, sintiendo una erección contra su pantalón de deportes. Obedeciendo a la rosa ya madurada, Eugeo se acostó sobre Quinella, besándole el cuello.

Ella sentía la erección del hombrecito, por lo que con una mano apretaba la cabeza de su contrario, tirando suavemente de sus cabellos de oro. Con la otra, acariciaba esa parte tan íntima de él, quien luchaba por no contradecir sus propias palabras.

-No hay una sola manera de hacer el amor...y no contaría como perder la virginidad. Es como el "beso" que te di el otro día.

-S-sí me puedo mantener virgen para Alice...entonces estoy de acuerdo ¿Crees que eso me haga sentir mejor? Me siento deprimido por que ese sueño que tuve no era realidad.

-Imagina que soy ella, que soy Alice. Si tratas de pasarte de la raya, no te lo voy a permitir. Respetaré tu decisión de mantenerte virgen para la persona que amas.

-Gracias...¿Cómo se hace el amor sin hacerlo? (Sí, así lo quiero plasmar).

-Es con la ropa interior puesta.

Los dos amantes de una noche se despojaron de toda ropa menos su bóxer y sus bragas, respectivamente. Era simple: uno, dos y repetir.

Uno era mover la cadera hacía afuera. Dos era mover la cadera hacía dentro. Quizá no era lo más placentero para Eugeo, pero con eso se sentía un poco mejor consigo mismo, sintiendo que a alguien no le molestaba su forma de ser.

En cuanto a Quinella, ella sí lo disfrutaba, gimiendo suave para no ser descubiertos.

No faltaron los besos en el cuello o en el pecho. El travieso muchacho le lamía los pezones a la Afrodita con la que hacía el amor...sin hacerlo.

-Te va gustar esto que voy a hacerte. -Sonrió Quinella, deslizándose en la cama hasta que su rostro quedó a la altura de la pelvis del muchacho.

-¿Qu-Qué harás?

Bajándole el bóxer a Eugeo, la erección salió de la misma, haciendo que Quinella pusiera una cara de sorpresa. El muchacho se sonrojó ya que era la primera vez que una mujer le veía su intimidad.

-Shh. Sólo disfrutalo mucho. -Quinella hizo a un lado su cabello,  lamiendo lentamente el πενε del muchacho, quien sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal) (Ok, π=p ε=e y ν=n...saquen sus conclusiones 😅)

La lengua de Quinella pasaba desde la base hasta la punta, provocando gemidos en el muchacho. Esa sensación era...Algo extraordinario.

Llevándose el πενε de Eugeo a la boca, Quinella ya no sólo lo lamía, también lo aspiraba, trabajando con la lengua y las mejillas. La sensación de los dientes le resultaba un poco extraña a Eugeo, pero eso que le hizo Quinella, jamás se le olvidaría en la vida.
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O

h vaya, Eugeo no fue tan angelito como creímos 😂😂

Pero bueno, ya para el próximo capítulo empieza el Yuukieugeo a su máximo esplendor 7w7 la espera acabó y se vendrá lo bueno, pero no lo mejor.
Nos vemos en una semana.

Siempre tuyo:

-Arturo Reyes.

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