Extra 1
El pub no está muy lleno, no como en otras ocasiones, y eso puede que se deba a los días de fiesta que tendremos y muchos han vuelto a sus casas. Nosotros, en cambio, no podemos volver solo para un par de días, así que somos de los pocos que nos quedamos. El frío está llegando, los cafés están cada vez más solicitados junto con la diversidad de chocolates calientes con nubecitas encima que servimos. Son la nueva especialidad de la casa, por ello me tuve que aprender todos y cada uno de ellos. Aunque el ajetreo del verano y el buen tiempo han sido bastante beneficiosos para mi paga, esto también me da un respiro para poder hablar con mis amigos mientras nadie requiera de mis servicios. Dominic y su novio llevan aquí toda la tarde, se han puesto a jugar en la barra a un juego de mesa del que no entiendo absolutamente nada y, más tarde, Lukas ha entrado exigiendo un café cargado mientras se sentaba al lado de Dom, no sin antes echar un vistazo a la partida que estaban disputando.
—Adoro las tardes de frío en este pub, todo es tan relajante: café, calefacción, juegos de mesa, amigos y buena música —comienza a decir el último que ha llegado mientras le preparo su café.
—Yo también, y pensaba que el ambiente en verano era el mejor, pero definitivamente este lo supera —admito de espaldas a él, hasta que al fin termino con su comanda y se la sirvo sobre la barra.
—Buena jugada —escucho decir a Ron, que opina sobre la partida con su novio en lo que ajusta sus gafas sobre el puente de su nariz y de inmediato comienzan a recoger.
—¿Qué clase de juego dura tantas horas? —cuestiono con las manos sobre la barra.
—Uno de rol, es necesario estar por horas. Siempre os hemos animado a uniros, pero nunca queréis.
—¿Has visto mi horario? No tengo tantas horas —bromeo, a lo que Lukas asiente.
Los de la mesa del fondo, que también estaban jugando a uno de los juegos que tenemos en un armario, comienzan a marcharse tras dejar todo pagado. Así es que me pongo en marcha cogiendo un trapo y una bandeja para después acercarme a limpiar su mesa tras despedirme con una sonrisa que responden de igual forma. Cuando termino, me giro para volver a la barra, solo que allí ya no están solo tres de mis amigos.
—¡Chris! —exclama con esa sonrisa tan particular suya mientras me acerco a ella.
Sam lleva una falda de cuadros de tonos oscuros, un jersey de cuello alto blanco, medias tupidas y unas botas. Su cabello perfectamente ondulado está semirrecogido y decorado con una cinta marrón oscura que resalta sobre el color de su pelo. Además de ello, se ha pintado las pestañas resaltando más su mirada y todo porque de alguna manera ha descubierto el maquillaje.
—¡Mira! —vuelve a decir exaltada mientras eleva sus manos y me enseña la parte superior de éstas separando los dedos. No quiere que mire sus manos, sino sus uñas ahora pintadas; en ellas me fijo en las mariposas monarca que hay perfectamente dibujadas. Es la primera vez que accede a pintárselas.
—¿Son mariposas monarca? ¡Son geniales! —expreso asombrado y no puedo evitar mirar su collar, aquel que le regalé y que no se ha quitado desde entonces. Sonrío pensando en aquel momento.
—¡Me las ha hecho Kaya! Las ha pintado ella misma, ¡y eso que es un espacio pequeño!
—¡Vaya! Es toda una artista del dibujo sobre uñas —admito mirándolas en detalle. La base es de un color parecido al suyo natural y sobre esa capa hay mariposas con alas naranjas de distintos tamaños como si estuvieran volando. Levanto la mirada hacia Sam, que no puede dejar de mirarlas con un brillo en los ojos y una enorme sonrisa; está claro que le ha hecho mucha ilusión.
—¡Sí! Me encantan. ¿Puedes hacerme una foto para que pueda enviárselas a Ada? —añade sacando su teléfono del bolsillo de su falda.
— Vale, pero antes quiero mi beso —refunfuño agarrándola de la cintura para atraerla a mí.
Ella acepta poniéndose de puntillas y colocando sus manos sobre mi pecho para plantar sus labios sobre los míos. Y tras separarse, vuelve a hacerlo un par de veces más; me agrada saber que le gusta besarme y que desde hace tiempo puedo hacerlo sin antes preguntarle. Al separarnos, cojo su teléfono y le hago la foto a sus manos para después esperar a su aprobación.
Volvemos a la barra donde Sam se sienta junto a Dominic mientras yo camino hasta estar tras ella y tener de frente a Kaya, que habla con Lukas muy animadamente. Ella me sonríe y yo le devuelvo el gesto como agradecimiento por hacer un poquito más feliz a mi novia.
—Te puedo asegurar que le ha encantado que le hagas las uñas, aunque al principio no estaba muy segura. Que sepas que será tu nueva clienta fija, me alegro de que la convencieras.
—Y yo la recibiré encantada. Sabes que amo a Sam y no hay nada mejor que una tarde de chicas con manicura incluida.
—Se te da increíblemente bien, quizás deberías dedicarte a ello —añade Lukas, está claro que Sam se ha encargado de enseñárselas a todos.
—Gracias, pero aún sigo teniendo mi pequeño sueño de ser psicóloga —le responde la pelinegra con una sonrisa que alza el septum de su nariz.
—Quizás podrías abrir una clínica y atender a los clientes mientras les haces la manicura —ideo como si se me hubiera encendido una bombilla sobre la cabeza.
—Mira, no es mala idea —apoya Lukas.
—Pues sí, oye, así no estaría tan estigmatizado eso de ir al psicólogo, porque también van a hacerse las uñas. Pero no sé hasta qué punto eso podría ser viable —se queda pensativa la chica con mechas rosas en contraste con su pelo azabache.
Lukas se marcha al baño y Kaya me pide un batido que pronto comienzo a prepararle y servirle. Sam está en una conversación profunda con la pareja, se ha sentado entre ambos y no deja de mirarlos intercaladamente de forma muy interesada. Me alegra que congenie tanto con ellos.
—He estado hablando con ella —escucho decir a Kaya.
—¿Sobre qué? —interrogo curioso mientras seco unas tazas para colocarlas sobre los ganchos junto a las otras.
—De muchas cosas y... creo que tienes una oportunidad —cuenta con una sonrisa que deja ver el piercing que también tiene en el frenillo.
—¿Para?
—Bueno... para pasar de fase.
—¿En serio? —arqueo las cejas dejando el trapo sobre la barra y prestándole más atención a mi amiga.
—Sí.
—¿Pero de qué le has hablado exactamente? —cuestiono entrecerrando los ojos.
—Hemos hablado de vuestra relación y yo he sacado el tema. Le he explicado que todas las parejas tienen sexo y que no únicamente sirve para procrear. El caso es que se ha mostrado interesada, así que he continuado. Le he contado algunas experiencias personales sobre mi primera vez y también que es algo para disfrutar con tu pareja. En resumidas cuentas, la he animado a que empiece por lo básico y poco a poco llegue a lo importante.
—Ay, Dios... —digo agachando la cabeza con las manos apoyadas en la barra.
—También le he dicho que quizás antes deba hablarlo con su psicóloga, ella la preparará mejor que yo.
—Has hecho bien, gracias.
—¿Te ocurre algo? —cuestiona buscando mi mirada, a lo que yo tengo que levantar la cabeza y asentir.
—Sí, es solo que no sé cómo va a resultar todo esto y cómo va a afectarnos.
—¿A qué te refieres?
—¿Y si no le gusta que la toque? Quizás demos mil pasos atrás otra vez y termine perdiendo la confianza en mí.
—No seas tonto, habéis pasado por mucho y ya la conoces lo suficiente como para saber manejar la situación. Mira, sé que es complicado y debe de ser una mierda ver que la persona a la que quieres te rechace con miedo. Es evidente que eso te afecta a ti, como a todos, pero sabes entenderla y sabes darle espacio, eso es lo que te diferencia a ti del resto.
—Sí, supongo...
Y es cierto, desde que estamos en California, hemos pasado por mucho. Han sido muchos cambios para los dos, y yo he tenido que dar todo de mí para no hundirme cuando ella me quería lejos. Pero desde hace unos meses siento que esto va bien, que ella está bien y a gusto conmigo. Ya no utiliza su habitación para dormir y lo hace en mi cama, aunque a veces prefiere que cada uno ocupe su lugar sin roces. No necesito preguntarle antes de abrazarla o darle un beso, y menos mal que los besos con lengua no le disgustan. Nos hemos liado muchas veces y dejo que ella se coloque sobre mí para que sienta que tiene espacio. Pero nunca he tenido muy claro si tenía ganas de más, porque yo siempre he tenido que terminar por mi cuenta.
Pensar en que Sam esté dispuesta a ir un paso más allá para explorar nuestros cuerpos es algo nuevo, y los dos sabemos qué significa eso. Me he esforzado por mantener mi estabilidad emocional cuando algo no iba bien con ella, y temo que, con esto, todo estalle en mí. Y no puedo permitírmelo, porque si yo me derrumbo, ¿qué será de ella? Aun así, estoy dispuesto a todo, pero no voy a presionarla, voy a dejar que sea ella la que lo maneje.
Los días pasan y no he vuelto a saber del tema. Todo está como siempre, mantenemos la rutina y seguimos siendo cariñosos el uno con el otro. Sam ha estado yendo a sus citas con su psicóloga y pensé que quizás había descartado el tema, por eso hoy me ha pillado de improviso.
Estamos tirados en el sofá, ella ha colocado sus brazos alrededor de mi vientre y ha apoyado su cabeza sobre mi pecho, como siempre hace cuando vemos una película. La trama es sobre la resolución de un asesinato y me está resultando interesante. Hago teorías mentales sobre quién podría ser el asesino mientras acaricio la suave cabellera de mi novia.
—Chris —habla Sam desde mi pecho.
—¿Qué? —contesto tranquilamente.
— ¿Quieres tener sexo conmigo?
Freno inmediatamente las caricias, mi cuerpo se tensa y el tema del asesino resulta ser menos interesante que lo que acaba de preguntar Sam.
—Bu-bueno... Me gustaría, sí —contesto no muy seguro de por dónde va a ir esta conversación.
—¿Has tenido sexo antes?
—Sí.
—¿Varias veces?
—Ajá...
—¿Y te gustó?
—¿A qué viene esa pregunta?
—Quiero saber si te gusta el sexo.
—Sí, me gusta el sexo. Pero... nunca lo he hecho con alguien especial.
—¿Es diferente si lo haces con alguien especial?
—Seguro que sí.
—¿Por qué?
—Pues porque cuando quieres a alguien de verdad, estas cosas se sienten diferentes y no es solo sexo, es mucho más.
—Entiendo —dice para después levantarse y enfrentarme—. ¿Y yo soy especial para ti?
—Mucho. ¿Yo lo soy para ti?
—Sí, mucho. Entonces, si lo hacemos, no será solo sexo.
—Exacto. Pero no tenemos prisa, no quiero que estés presionada. Cuando quieras probar de verdad, dímelo.
—Vale... Quiero probarlo, ahora.
El corazón comienza a latirme fuerte contra el pecho, y estoy seguro de que mi expresión no es la adecuada para cuando alguien te pide tener sexo.
—Pero, Sam... Esto no va así, va a ser tu primera vez y hay que hacer otras cosas antes.
— ¡Cierto! Se me olvidó preguntarte. ¿Cómo te gustaría el vello de mi vagina?
Definitivamente, si estuviera bebiendo algo, lo habría escupido de inmediato. No estaba preparado para esto esta noche y solo me limito a parpadear sin encontrar las palabras adecuadas.
—He leído que está bien preguntar a la pareja cómo le gustaría porque de lo contrario podría incomodarle. Puedo dejarlo largo, cortar solo un poco, o todo. Incluso hay quien se deja solo un poquito en el centro porque...
—¡Corto! Corto... —interrumpo porque como siga hablando de vellos, no va a parar y ya es suficientemente rara la situación.
—Vale. Pues debería prepararme.
No me deja opción a más y se marcha al cuarto de baño. Me reacomodo sobre el sofá poniendo los pies sobre el suelo y apoyo los codos sobre mis rodillas cubriéndome la cabeza con las manos.
Esto está siendo muy extraño, pero así es todo con ella porque nunca te esperas por donde te va a salir. No sé qué habrá estado hablando con la psicóloga, y por lo visto ha estado investigando sin mencionarme nada hasta ahora. Pero se la ve segura.
Sam pasa algo de tiempo en el baño hasta que sale y por un momento pensé que lo haría desnuda, pero no. Nunca nos hemos mostrado el uno al otro, así que habría sido un shock-
—Ya está. ¿Vamos a la cama?
—Sam.
—¿O prefieres en otro lugar?
—Sam, ven —Doy golpecitos en el sofá y ella se sienta a mi lado muy concentrada en cada movimiento—. Escúchame. Esto tiene que ser algo progresivo, ¿entiendes?
—No estoy segura —dice arrugando el entrecejo.
—No podemos ir directamente a la cama y hacer... el acto sexual como tal. Sobre todo, si es tu primera vez. Lo bonito de hacerlo en pareja, es conocerse mutuamente poco a poco.
—Pero si ya nos conocemos.
—No me refiero a eso. Conocer nuestros cuerpos, en qué parte te gustaría que te besara además de en los labios, donde te gustaría que te tocara...
—¿Tocarme?
—Sí. Podemos empezar por ahí si quieres, incluso por encima de la ropa y ya poco a poco iremos despojándonos de ella.
—Bien —asiente con una sonrisa—. Hagámoslo.
—¿Segura?
—Sí. ¿Tú quieres hacerlo?
—Sam, llevo mucho tiempo queriendo hacer esto contigo, claro que quiero.
Y no miento, llevo sin hacer algo parecido desde que supe que ella me gustaba. Así que igual estoy tan desentrenado que puedo resultar igual de torpe que cuando lo hice la primera vez.
—Vamos a la cama —Me levanto y le ofrezco mi mano.
Caminamos hasta nuestra habitación donde me apresuro a subirme en la cama apoyando la espalda en el cabecero y dejando las piernas rectas. Palpo las manos sobre mis pantorrillas y ella capta mi indicación y se coloca sobre a mí a horcajadas.
Estoy nervioso, sí, porque, aunque esto sí lo hemos hecho antes, el poder tocarla como muchas veces me he imaginado... Eso desde luego no.
Observo todo su cuerpo mientras se coloca sobre mí, y debo admitir que solo con esto yo ya estoy prácticamente preparado. Pero con ella hay que pararse un poco más. Sam desliza sus brazos alrededor de mi cuello como le enseñé hace tiempo y se detiene a mirarme a los ojos de forma intercalada, luchando contra ella misma por mantenerla.
—Eres preciosa —le susurro sacándole una sonrisa.
—Y tú guapísimo. Me gusta mucho tu pelo —se encarga de peinarlo hacia un lado como suelo llevarlo, a ella no le gustaba demasiado lo largo que me lo había dejado, así que lo corté un poco—, tus ojos, las arruguitas que te salen cuando sonríes, tu nariz, tus labios... —Pasa su pulgar sobre ellos, lo hace a veces desde que le dije que lo hiciera—. ¿Y a ti? ¿Qué te gusta de mí?
—Te lo he dicho mil veces —digo tiernamente sacando una sonrisa.
—Pero me gusta escucharlo —suplica con la mirada, algo que no puedo resistirme.
—Pues... Tu pelo es algo que me fascina e hipnotiza —Acaricio un mechón desde el medio hasta las puntas y lo enredo en mi dedo—. Tus ojos son los más bonitos que voy a ver en toda mi vida, adoro tu blanca y suave piel —Coloco los dedos sobre el lateral de su rostro y lo deslizo hacia abajo lentamente—. Tus pequitas me parecen de lo más tiernas sobre tu preciosa nariz y tus labios... me encanta probarlos una y otra vez. Me muero por tu sonrisa...
La saca de inmediato sin cuestionarse si me voy a morir de verdad porque ya se lo he explicado antes. Estamos hipnotizados y hemos conseguido crear una burbuja donde solo estamos nosotros.
—Y estoy deseando descubrir qué más cosas me van a gustar de ti, Sam.
Sopesa por un instante eso último hasta que detiene su mirada sobre mis labios y no le doy opción a más cuando la acerco a mí y me besa. Adoro la forma en la que lo hace, sus movimientos y en cómo me pide que sea más intenso. En el momento en el que abre la boca, introduzco la lengua y ella la recibe de igual forma devolviéndome el gesto. Muerdo sus labios con dulzura, pero con deseo, porque la deseo más que a nada en el mundo. Mis manos viajan por su espalda y bajan lentamente hasta encontrarse en el inicio de sus glúteos, me adentro poco a poco, pero al comprobar que no le disgusta, los masajeo con mucho cuidado.
—Sam —interrumpo el beso—. Voy a besarte en el cuello.
Ella no lo cuestiona y me abre el acceso como ha hecho otras veces, creo que ya no hará falta que la avise. Le gusta, al principio le hacía cosquillas, pero he encontrado el punto que le gusta y noto cómo se le eriza la piel.
Me quito la camiseta y ella no deja de observarme, sus manos se posan sobre mi pecho y yo la guio para que me investigue hasta que la dejo por su cuenta y vuelvo a besarla. Pasamos unos minutos más así, y siento que no quepo más bajo la ropa, ver a Sam con deseo en su expresión me pone demasiado.
—¿Quieres...? ¿Quieres tocarme? —cuestiono intentando no sonar demasiado desesperado, tengo que ir poco a poco.
—¿Dónde?
—Mi... entrepierna.
Ella echa la vista hacia abajo y no sé si es consciente del bulto que sobresale de los pantalones de mi pijama.
—Vale.
Le indico que se deslice hacia atrás para tener más espacio y le agarro una de sus manos para llevarla hasta mi zona más caliente. Deslizo su mano a lo largo de mi miembro que se mantiene bajo las telas para después volver atrás y volver a empezar. Ella no deja de mirar su mano bajo la mía y no sé qué estará pensando en estos momentos.
—Este es el ritmo, sigue haciéndolo tú —indico echando la cabeza hacia atrás comenzando a soltar gemidos entrecortados. Lo necesitaba y mucho.
Sam es eficiente y no deja de hacerlo como le he indicado, pero pierdo el control cuando echo la mirada hacia mi entrepierna y veo su mano mientras me acaricia.
—Pospongamos esto un poco —digo muy a mi pesar volviendo a cogerla de la mano.
—¿Te ha gustado? —cuestiona un poco nerviosa.
—Me ha encantado —contesto incorporándome y me acerco a ella para besarla en su frente—. ¿Probamos contigo?
Ella asiente, y por un momento no la veo tan segura como antes, pero pienso que quizás es solo fruto de lo desconocido. Le digo que se tumbe y yo me recuesto de medio lado a su vera. Me inclino para besarla mordisqueando sus labios mientras coloco una mano sobre su vientre y hago círculos con ella.
—¿Por dónde te gustaría empezar? ¿Los pechos o...? —cuestiono para después mirar hacia su zona más delicada.
—Mi vagina —dice asintiendo mientras aprieta los labios.
—Vale... Sam.
—¿Mmm?
—Relájate y disfruta. Céntrate en los movimientos de mi mano.
Sigo dando vueltas por su vientre, incluso me inclino para dejar besos sobre él. Ella cierra los ojos y entreabre la boca. Es el momento, parece que está sumida en mi tacto, concentrada en su placer y ahí es cuando comienzo a bajar. Movimientos lentos, retrocedo varias veces y vuelvo a bajar un poquito más. Mi mano se encuentra justo entre el vientre y su vagina, es una zona decisiva, pero continúo bajando hasta que mi mano termina por entrar por sus terrenos privados. Me dejo llevar y termino de recorrerla sin poder creer que la esté tocando, no quepo en mí. Sin embargo, ella cierra sus piernas y aparta mi mano del contacto con su cuerpo de forma brusca.
«Mierda.»
—¡No! No, no, no... —grita levantándose de la cama, con la mirada perdida y repitiendo la negativa una y otra vez.
—Sam...
Ella continúa repitiéndolo entrando en un bucle mientras se sujeta la cabeza con fuerza. Intento tranquilizarla cogiéndole las manos, pero recibo a cambio un empujón que me sienta de nuevo sobre la cama y sale disparada encerrándose en su habitación.
Ha vuelto a pasar. Otra vez. Justo como me temía.
Suelto un largo suspiro y termino por tumbarme en la cama pasando mis manos por mi rostro varias veces.
Sabía que no era el momento, que todo iba muy rápido. Pero confié en que lo había estado trabajando con su psicóloga y que ella misma había investigado para hacerse a la idea de lo que había que hacer. Supongo que solo pensó en la parte de la penetración o eso creo. Yo qué sé.
Intento relajarme durante un rato tumbado en la cama, sin poder evitar que algunas lágrimas broten de mis ojos y sintiendo el nudo en mi garganta. Finalmente me levanto para ir a la cocina a por un poco de agua. Ella continua en su habitación y después de tantas veces, e aprendido que es mejor no molestarla. No tengo ni idea de qué hará para tranquilizarse, pero sea lo que sea es mejor que lo haga sola.
Paso por la puerta de su habitación para ir a la nuestra y me acuesto apagando la luz. Odio tener que dormir con esta sensación, con esta situación y a sabiendas de que mañana tendré que dar todo de mí para que ella vuelva a su estado normal. Pero lo haré y lo haría mil veces más.
Me doy la vuelta sobre el colchón y tras unos minutos, o quizás horas, consigo quedarme dormido.
—Chris... —escucho decir en un murmullo, no sabía identificar bien si era real—. ¡Chris!
La voz de Sam resuena en mi mente y provoca que mi cuerpo salga del letargo para estar completamente activo abriendo los ojos de par en par. Sam está frente a mí y está llorando. Miro el reloj sobre mi muñeca y me muestra que son las cuatro de la mañana. Enciendo la lamparita a mi lado en la mesita de noche y vuelvo mi atención a Sam, quien tiene los ojos rojos.
—Lo siento... Lo he estropeado todo. Lo siento —consigue decir entre quejidos—. Te he empujado otra vez. Prometí que no lo haría más. Soy horrible. Te vas a ir, ¿verdad?
Suspiro lentamente de forma profunda antes de agarrar su mano y atraerla hacia mí. Ella se sienta en la cama entre mis piernas y la envuelvo en un abrazo que ella no tarda en responder rodeando mi cuerpo con sus brazos. Apoya su rostro en mi pecho y continúa llorando mientras le acaricio el pelo.
—No eres horrible. Eres la persona más bonita que voy a ver en toda mi vida.
—Pero te he empujado y no quería hacerlo.
—Lo sé. Sé que no querías hacerlo, no pasa nada. Llegará un momento en el que consigas controlarte.
—¿Te vas a ir?
—Sam. —La agarro de sus hombros y la despego de mí para poder mirarla a los ojos. Sostengo su rostro y ella lucha por mantenerme la mirada—. ¿Cuándo vas a entender que no me voy a ir a ninguna parte sin ti? No me voy a ir, ni ahora ni nunca.
—A no ser que mueras. —Le gusta aclarar eso y me parece bien.
—A no ser que muera, claro. Pero eso son cosas que se escapan de nuestro control y que es mejor no pensar.
—Sí —asiente con pena en sus ojos.
—A ver... ¿Qué ha pasado?
—Yo... No sé. No había pensado en eso de tocarnos mutuamente y yo quería que lo hicieras, pero, es como si algo en mí me dijera que no.
—Bien. De acuerdo. A ese algo lo vamos a llamar inseguridad, ¿vale? No estabas segura de que esto se hacía así y por eso no te habías preparado. Cuando no sabes si hacer algo o no, es inseguridad —explico a lo que ella asiente apretando los labios y desviando la mirada a la zona de la lámpara—. No pasa nada, Sam. No eres la única a la que le ocurre esto, a mí me pasa. Y no solo con estas cosas, con muchas otras.
—¿Cómo qué?
—Pues... Como cuando decides comprar ropa de una marca más barata y no sabes si será igual de buena que una marca más cara solo porque quieres ahorrar. En ese caso sientes inseguridad porque no sabes qué sería lo correcto. —Ella parece estar procesando mis palabras mientras limpio con mi pulgar las últimas lágrimas que le habían salido—. Pero al final te decides en comprar la más barata solo para probar y asumes el riesgo en caso de error. Y hay probabilidades, quizás sea de una peor calidad y resulte ser menos duradera que la de marca cara. Aunque, también puede ocurrir que descubras que esa marca más barata trabaja igual de bien que la de marca cara y has conseguido ahorrar disfrutando de una buena camiseta. ¿Merece la pena el riesgo? A veces sí. Pero si no lo pruebas, no lo sabrás.
—Entiendo.
—Así que, no pasa nada si te sientes insegura. Podemos volver a intentarlo cuando quieras, podemos ir muy despacio e incluso puedes guiar tú mi mano. Pero solo si de verdad quieres hacerlo.
—Quiero hacerlo, estoy segura. Pero, ¿podrías decirme qué cosas se hacen?
Ni si quiera sé cómo acabé explicándole todo lo que incluye la palabra sexo y placer. Jamás pensé que iba a llegar a este punto, pero si es lo que ella necesita, no rechistaré. Y eso no fue todo, porque ella quería verlo y de pronto nos encontrábamos a las cinco de la mañana viendo en mi teléfono escenas con alto contenido sexual y explícito. Me recordaba a aquellas noches de viernes donde le enseñaba lo que era el amor con todas esas películas de la lista de PJ.
¿Y sabéis qué? La noche siguiente todo fue bien, más que eso. Ella me dio placer y yo se lo di a ella, retomándolo por donde lo dejamos e incluso más. Por primera vez se desnudó ante mí y yo hice lo mismo. Se sintió cómoda en todo momento y dejé que ella guiara todos los pasos. Tuvo dos orgasmos, dos. Le gustó tanto el primero que quiso un segundo y no paré hasta que lo tuvo. Fue lo más romántico que he vivido nunca y solo puedo decir que estoy aún más enamorado de ella. Es mi chica, es la mujer de mi vida. Y cada momento difícil de nuestras vidas solo es una puerta que se puede abrir para dejar pasar a miles llenos de felicidad.
Una noche después de nuestro primer encuentro real, nos encontrábamos sentados en una mesa en un restaurante que reservé hace una semana. A ella le gustan las salidas, pero hay que planificarlas con antelación y a mí me apetecía invitarla a cenar. No es un restaurante demasiado caro, pero no era necesario para disfrutar de una buena comida.
Yo estoy vestido con unos vaqueros y una camisa blanca. Sam lleva puesto un vestido de lana de manga larga y color rosa palo, que se ajusta bien a su cuerpo, mientras que su larga melena bien peinada, descansa sobre su espalda.
—¿Sabes qué vas a pedir? —le cuestiono a mi novia para asegurarme antes de que venga el camarero a anotarlo.
—Sí. El solomillo con salsa de trufas. Lo he probado antes y sé que me gusta.
—Genial.
El camarero no tardó en aparecer de nuevo, es un muchacho de unos veintitantos y se ha mostrado muy amable en lo que llevamos sentados.
—¿Qué tal? —cuestiona refiriéndose a si conocemos qué vamos a ordenar.
— ¡Muy bien! —se adelanta en contestar Sam con una sonrisa—. ¿Sabe? Ayer por primera vez, Chris metió sus dedos en mi vagina. ¡Y me encantó! Por eso estoy muy feliz.
Mi cara era todo un poema que expresaba las miles de formas que quería que la tierra me tragara. Y la expresión del chico no era mucho mejor, está claro que nadie está preparado para esa respuesta que solo alguien como Sam podría darle. Me froté el rostro con mis manos antes de volver a coger la carta y decirle al camarero lo que queríamos para cenar y con eso se marchó. Probablemente ahora se lo esté contando a sus compañeros y lo entiendo, probablemente en su situación haría la mismo, sin mofarme, por supuesto.
«Nota mental: No volver a este sitio.»
—Chris, estás rojo.
—Sí, ya. Sam.
—¿Sí?
—No sabes lo feliz que me hace saber que te encantó lo que hicimos anoche y podemos repetir las veces que quieras. Pero... —Ella me observa con una enorme sonrisa inocente sin saber qué es lo que acaba de suceder—. No puedes ir diciéndoles a las personas eso que hacemos. Salvo quizás a tu psicóloga o a Kaya, pero a nadie más.
—Oh. ¿Por qué? ¿No lo hace todo el mundo?
—Sí, pero, ¿has oído a alguien que no conoces hablarte de eso? No solemos hablar tan a la ligera sobre las veces que tenemos sexo, es un momento privado que tienen las parejas y no tiene por qué saberlo nadie más. ¿Lo entiendes?
—Es cierto... —dice con tono pensativo—. Papá y mamá nunca me hablaron de eso en mi presencia.
—Exacto. —Suspiro dejando soltar la tensión por este momento tan peculiar y del que seguro que recordaré siempre. Para ella en cambio, ha sido algo nuevo que ha descubierto como una experiencia más de vida, manteniendo su sonrisa que me cautivó desde el primer día, aunque no quisiera admitirlo en aquel momento—. Sam, te quiero, lo sabes, ¿no?
—Lo sé —dice tras afirmar con la cabeza—. Yo también te quiero.
Está claro que no somos una pareja convencional. Tenemos en cuenta cosas que quizás otros no las tengan. Tenemos problemas que no suelen estar presentes en cualquier relación. Y tenemos experiencias que quizás no todo el mundo vive. Pero eso no quiere decir que no disfrutemos el uno del otro y nos queramos tanto como el resto lo hacen.
¡Sorpresitaaaaa!
Aaaaaaayyyyyy me encantan tanto😍😍😍
¿Os ha gustado este extra?
Un poquito de las vidas de estos dos de vez en cuando no está mal😭
Si queréis algún extra más en concreto, decídmelo sin problemas. Al fin y al cabo, estos extras están para satisfacer vuestros deseos y yo os los sirvo en bandeja jejejej
Y bueno, espero que todo os vaya bien y que os haya alegrado leer esto como a mi escribirlo🧡🧡🦋🦋🦋
Muchos besitos de mi parte y espero leeros 😘😘😘🥰🧡
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