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EPÍLOGO

El calor en California no es como en Nueva York, el clima es muy diferente en general, pero me gusta vivir aquí. Hasta yo mismo me sorprendí de la rapidez con la que me adapté a la vida aquí y eso que no comencé de la mejor forma.

Aquella residencia estuvo bien hasta que los estudiantes comenzaron a venir e invadir los baños hasta dejarlos hechos un asco. En clase hice amigos nuevos, pero los que más destacan son Lukas, Dominic y Kaya, tres personas muy distintas a lo que era yo en el instituto. Congeniamos desde el primer día, poco a poco fuimos conociéndonos, íbamos a fiestas con más gente, pero al final terminábamos los cuatro charlando en algún rincón. Ellos vienen a verme al trabajo siempre que pueden, porque sí, encontré trabajo. Bueno, lo correcto sería decir que encontré un trabajo que pude compaginar bien con las clases entre los cuatro en los que estuve. Y a la cuarta, es en el que más estoy durando.

—Chris, ¡sirve cuatro botellines de cerveza! —pide Dominic acompañado de un golpe en la barra mientras se sientan los tres de siempre en sus respectivos taburetes frente a mí.

—¿Cuatro? —cuestiono levantando una ceja, creo saber contar y son tres.

Trabajar en un pub tiene sus pros y sus contras, lo mejor es que puedo tener compañía, y la mala, bueno, digamos que son las personas. He visto personas de todo tipo, unas mejores que otras, pero los peores son los que beben de más. Por lo general me suelen tocar los turnos del café de la tarde y el comienzo de la noche, pero los fines de semana me toca únicamente la noche y, en fin, dejémoslo en que no es mi trabajo soñado, pero lo soporto.

—Otra para ti —contesta Kaya con una sonrisa, colocándose su cabello azabache en un recogido sencillo.

—Sabéis que no tengo permitido beber mientras trabajo.

—Bueno, pero ninguno vamos a ir diciéndoselo a tu jefe —se une Lukas apoyando a los otros dos.

—Mañana empiezan tus vacaciones, tenemos que celebrarlo antes de que te vayas —justifica el chico de piel oscura, Dominic es muy testarudo a veces.

—Y no te veremos en un tiempo. —Kaya hace un puchero apoyando su cabeza sobre sus brazos los cuales reposan sobre la barra.

Los tres me suplican con la mirada, y tras mirar a ambos lados, observando las pocas personas que hay, comienzo a moverme y saco cuatro botellines de cerveza. Los tres festejan mi decisión y aceptan su botellín uno a uno hasta que brindamos.

—¡Por unas buenas vacaciones para Chris! —grita Lukas para después hacer chocar el cristal que resuena por el local y comenzar a beber.

—Ojalá las tuviera también. Te acompañaríamos Cole y yo.

Cole es el novio de Kaya, llevan dos años juntos y siempre me han recordado a cierta pareja que no dejaba de besuquearse frente a mi cara, los echo de menos. Ha pasado un año desde que decidí irme del lugar donde crecí, y aunque todos me visitaron para el 4 de julio, además de mi vuelta por Navidad, hace demasiado tiempo que no les veo y se les echa a todos de menos. De igual forma, solemos quedar para hablar todos juntos por llamada, jugamos a videojuegos entre otras cosas, pero siento que cada vez tendremos menos tiempo para hacerlo.

—¿Y nosotros qué? —se queja Dominic a lo que Lukas asiente.

—Bueno, que yo sepa todos pueden visitar Nueva York cuando quieran.

—No quiere que los acompañemos, Lukas, aceptémoslo.

Suelto una carcajada, me causan demasiada gracia y para ser sincero, me alegran los días más oscuros. Hoy no es que lo sea, puede que sea uno gris y la razón es sencilla, ellos lo saben.

—¿Estás nervioso por volver? —Kaya se toca el septum mientras habla, es un gesto común en ella.

—Pues sí, para qué voy a mentir. Quiero ver a mi familia y a todos mis amigos.

—Pero esa no es la razón por la cual estás nervioso.

—No. —Le doy un trago a la cerveza.

—Se alegrará de verte también —me consuela Dominic tras dejar el botellín en la barra.

—No estoy tan seguro.

—Deja de ser negativo, ha pasado un año, sí, pero ¿y qué? No quiere decir nada. —A veces envidio la positividad de Lukas, él siempre con tanta fe ante todo.

—Puede que se haya olvidado de mí —murmuro.

—Es imposible. —El golpe que deja Kaya sobre la barra pone en alerta a todo el pub—. Si todo lo que has contado es cierto, Sam no ha podido olvidarse de ti tan fácilmente.

—Es que... no sé. Llevo todo el año esperando este momento y no puedo creerme que vaya a llegar. Tengo todos los permisos de su padre, solo tengo que ir hasta allí y recogerla.

—Y eso es lo que harás, no tengas prisa.

Afirmo varias veces intentando convencerme a mí mismo. Después de todo este tiempo, yo no la he olvidado, ni a ella ni lo que siento, era algo que yo mismo temía que ocurriera, pero ha resultado ser todo lo contrario. De hecho, he estado preparando muchas cosas por lo que pueda ocurrir. Mi plan nunca ha sido cancelado, solo lo aplacé un tiempo. Así que llevo todo este año pensando en traer a Sam aquí conmigo, y para ello necesitaba buscar un lugar donde ella pudiera estar cómoda. Estuve buscando apartamentos y casas asequibles, que no fuesen extremadamente grandes y aptos para dos personas. Actualmente comparto piso con dos chicos más, no aguanté la vida en la residencia y compartir está bien, pero no me gustaría que Sam y yo compartiéramos con alguien más. Tengo el suficiente dinero ahorrado para poder pagar tres meses por adelantado de un apartamento que visité hace poco, si todo sale bien, llamaré para aceptarlo y esos tres meses serán los de prueba. Y si Sam decide quedarse, su padre accederá a pagar la mitad hasta que ella pueda hacerlo por su cuenta.

—Tengo ganas de conocerla —vuelve a hablar Kaya, a lo que el resto asiente con una sonrisa, saben toda mi historia con ella porque durante un tiempo fui un ser melancólico al echarla de menos, por suerte ellos me animaron en todo esto.

—Espero poder presentárosla.



Al día siguiente lo dejo todo preparado para después coger mi vuelo directo a Nueva York. Me aseguro de tenerlo todo listo y lo necesario para volar. Pido un taxi que me deje en el aeropuerto y llego a tiempo para subirme al avión. Estoy nervioso, tanto que paso las cuatro horas de vuelo sin pegar ojo. Me pongo películas para intentar distraerme un poco y que el tiempo pase rápido, pero tampoco logro concentrarme. Tampoco es que hoy vaya a ver a Sam, el día que tiene permitido salir es mañana. No puedo dejar de pensar en cómo fue la última vez que nos vimos, sentí que le rompí el corazón al igual que se me rompió el mío, y por eso no tengo muy claro cuál será su reacción al verme de nuevo.

Finalmente, paso el tiempo escuchando música sumido en mis pensamientos, incluso he rechazado la comida que me han ofrecido en el vuelo por culpa del nudo que tengo en el estómago. Entonces escucho anunciar que hemos aterrizado y que salgamos en orden, a lo que no todo el mundo cumple demasiado bien. Me quedo sentado mientras el resto de pasajeros salen y es como si de esta forma me estuviera preparando mentalmente para todo.

Recojo mis cosas y salgo del avión para después recoger mi maleta y dirigirme a la zona donde los familiares o amigos suelen esperar a los recién llegados. Y como era de esperar, mis padres son lo primero que veo al salir, estaban en primera fila entusiasmados con mi llegada. Es normal, llevo desde navidades sin verlos y ahora está por comenzar el verano, son muchos meses. Es por eso que sus caras de felicidad al verme son inmensas, incluso Kaden ha venido y está feliz por verme, aunque a él sí que lo he visto en sus visitas por Los Ángeles.

Camino hasta ellos y los abrazo uno a uno dedicándoles el tiempo necesario. Mi madre no deja de decirme lo guapo y cambiado que estoy, y mi padre me pregunta por el trabajo y si me tratan bien. Cenamos en un restaurante que habían reservado para celebrar mi vuelta y les cuento muchas anécdotas, sobre todo de mis fracasos en la cocina. También les pregunto cómo van las cosas por casa y todo parece ir bien, como siempre, lo cual es un alivio. Después volvemos todos a casa y decido desempacar la maleta dejando la ropa en el armario. Pronto veré a mis amigos, tenemos un día de reunión asignado al que estoy deseando asistir.

—¿Cómo vas? —cuestiona mi hermano llamando a la puerta, aunque estaba abierta.

—Bien, ya casi termino —digo refiriéndome a la ya casi vacía maleta.

—Genial, aunque me refería a lo de mañana.

—Oh... Pues no sé, bien, supongo.

—Supones.

—Sí, estoy nervioso, pero podría estar peor. Es una sensación extraña, incertidumbre quizás. Pero a pesar de todo, no solo espero que siga manteniendo sus sentimientos hacia mí, lo que de verdad me gustaría es que todo este año la haya ayudado.

—Estoy seguro de que sí, ya verás. ¿Quieres que te acompañe?

—No, estoy bien, necesitaré tiempo a solas, aunque sea conduciendo.

—Bien. Ten cuidado.

—Ya estoy acostumbrado a conducir, no soy el torpe de hace un año.

Y es cierto, pude comprarme un coche de tercera mano, es viejo y roñoso, pero perfecto para practicar ya que, si le das algún golpe, tampoco va a cambiar nada.

Kaden sonríe y asiente para después desaparecer por el pasillo.



Sam

—¿Lo tienes todo? —cuestiona Sylvie, ella ha sido mi psicóloga durante este año aquí y ahora está ayudándome a empacar mis cosas.

—Sí, no son tantas cosas —respondo observándolo todo, haciendo una lista mental de todo lo que me han ido trayendo.

—Bien. ¿Cómo te sientes en tu último día aquí? ¿Estás contenta?

—Lo estoy —afirmo con una sonrisa—. Al principio detestaba este lugar, pero cuando comprendí por qué me había traído mi padre, creo que todo cambió. Y al final este sitio no ha estado tan mal.

—Has hecho muchas cosas.

—Sí.

—Y has conocido a mucha gente, como tú en especial. Pero ha llegado el momento de que vuelvas a tu vida, y ya sabes lo que hemos hablado.

—Lo sé. Me esforzaré.

—Eres una gran chica, Sam, eso no lo olvides nunca. —Afirmo de nuevo, justo cuando ya he terminado de repasar mis cosas una vez más—. ¿Quién crees que vendrá a buscarte?

—Puede que papá, o Alan.

—¿Los has echado de menos?

— Sí, tengo ganas de verlos a todos, bueno a papá lo he visto más a menudo. Aunque no sé si Chris querrá verme.

—¿Por qué no?

—Yo... Ya lo sabes, le golpeé y le grité. Seguro que está enfadado conmigo.

—Él sabe por lo que estabas pasando, no creo que lo esté.

A pesar de la gran insistencia de Sylvie, no estoy de acuerdo con ella. Le hice daño y eso no está bien. Desde ese momento en el que Chris me dijo que soy una persona con TEA, investigué por mi cuenta y entendí demasiadas cosas. Soy alguien complicado de entender, eso es lo que me quedó claro y con la ayuda que he recibido, he intentado resolver ciertas situaciones que han sido como una tortura para mí. Puede que aún tenga recaídas, pero también conozco las formas para frenarlas yo misma, como también sé que necesito ayuda psicológica en mi vida. Este lugar me ha ayudado en muchos sentidos, y procuraré llevarlos a la práctica como he estado haciendo.

—Samantha, ya han venido a buscarte —intervienen en la puerta de mi habitación.

—¿Preparada?

—Sí —asiento dedicándole una sonrisa mientras recojo mi mochila.

—Vamos.

Camino con mis nuevas zapatillas pasillo a través, mirando por última vez todas las zonas que he estado frecuentando. Sala de cine, juegos de mesa, cafetería, restaurante, biblioteca... Lo he pasado bien con todos, pero todo tiene un final y hoy es el mío en este lugar. Sylvie camina a mi lado y se limpia una gota que desciende por su mejilla, parece que llora y es posible que sea por mi partida. Ojalá ella fuera siempre mi psicóloga, pero es imposible ya que trabaja aquí.

Finalmente llegamos a la recepción del lugar, Sylvie me da un abrazo antes de que me vaya y me desea buena suerte a lo que yo agradezco. La recepcionista señala a quien me está esperando y tras girarme, no encuentro a mi padre o a Alan. De hecho, solo hay una persona sentada en la sala de espera, y parece inquieto con los brazos sobre sus piernas y la cabeza agachada con la vista al suelo. A pesar de los cambios, reconozco su perfil.

—Chris... —digo más para mí, pero a pesar de ello él me escucha levantándose del asiento.

Está cambiado, sé que ha pasado tiempo y que ha hecho cambios en su físico. Era la última persona que esperaba que viniera en mi búsqueda, no después de lo que le hice, y verle ahí de pie esperando por mí, es una sensación que me cuesta describir.

—Ho... Hola, Sam —consigue decir sin moverse, parece no saber muy bien qué hacer.

—Ves, él sí que quería verte —escucho la voz susurrante de Sylvie en uno de mis oídos. Le dedico una mirada suplicante de ayuda, no sé muy bien qué debo hacer o qué decir, pero solo me otorga una sonrisa—. Vamos, ha venido a por ti como te dijo que haría, no le hagas esperar. Te va a ir bien, Sam. —Coloca ambas manos a los costados de mi rostro y deposita un leve beso en mi frente, era algo que solía hacer mucho mi madre.

Asiento y vuelvo a dirigirme hacia Chris quien sigue esperando en el mismo lugar. Camino sosteniendo uno de mis bolsos en mis manos hasta quedar frente a él. Le observo por unos instantes, detallando cada uno de sus cambios.

—Tienes el pelo más largo, y te has dejado algo de barba.

Ríe.

—Sí, pensé que un cambio no estaría mal. ¿A ti te gusta?

—Es raro verte así, pero está bien y puedo acostumbrarme.

—Me alegro. —Nos sonreímos mutuamente mirándonos a los ojos, creo que Chris siempre ha sido la única persona a la que pude sostenerle la mirada y me alegro de que siga siendo así—. ¿Nos vamos?

Asiento con una leve sonrisa lo que parece agradarle. Hace un gesto para que le permita coger mis cosas y se las doy. Me giro una vez más para despedirme por última vez de todos, quienes se despiden con un ademán acompañado de sonrisas. Los echaré de menos.



Chris

Cargo con las cosas de Sam a la espera de que ella salga por la puerta. No he estado más nervioso en toda mi vida, pero a la vez, volverla a ver ha sido lo más gratificante. Sigo enamorado de ella, sigo queriéndola y amándola, de eso no me cabe la menor duda. La cuestión es si ella mantiene sus sentimientos hacia mí.

Finalmente sale y fija su mirada en mí hasta posicionarse a mi lado. Ninguno decimos nada y continúo mi camino hacia el coche en silencio.

—Chris. —Paro en seco para mirarla—. ¿Por qué has venido tú?

Esa pregunta me pilla por sorpresa, y no sé muy bien cómo tomármelo o en qué sentido lo dice.

—Porque te prometí que volvería, que vendría a por ti.

—Pero yo no actué bien contigo, yo... aquel día...

—No importa —la interrumpo—. Fue duro para mí verte en ese estado, pero entendí lo que sentías.

—No estuvo bien y yo quería disculparme contigo, quise llamarte, pero no me dejaron.

Suelto las bolsas y corro hasta envolverla entre mis brazos. Su declaración ha removido todo mi ser porque realmente está angustiada por aquello y no puedo imaginarme lo que supuso en ese momento. Ojalá la hubiesen dejado llamarme, los dos estaríamos más tranquilos con el otro y la espera habría valido aún más la pena sin tantas incógnitas. Lo he pasado mal pensando que ella no querría volver a verme desde entonces y ella ha estado pensando igual.

Sentir su calor, su olor de nuevo, es como respirar aire puro. Ella es todo lo que ansiaba tener todo este tiempo, quería volver a su lado y que me dijese que estaba colorado por cogernos de la mano.

Pero siento que aún está distante, que hay algo que la inquieta y no la deja ser ella misma como siempre. Me separo de su cuerpo y busco su mirada.

—¿Qué pasa?

—Es que... Hay algo... Hay algo que me frena, es como si alguien me dijera que aún no estoy lista para irme, pero Sylvie asegura que estoy preparada.

—Pues dile a ese alguien que te echo de menos y que estás preparada para todo.

—¿Me has echado de menos?

—No puedes hacerte una idea, quiero decir, te he echado demasiado de menos, Sam.

—Yo también a ti.

—Necesito que me digas algo, porque no sé cuánto tiempo más voy a aguantar sin saberlo.

—¿Qué?

—¿Todo sigue siendo igual entre tú y yo? —Dejo la pregunta en el aire mordiéndome el labio y el corazón saltando en el pecho.

—Si lo que quieres decir es que, si seguimos siendo novios, nunca lo aclaramos, yo he estado pensando todo este tiempo en que seguías siendo mi novio.

—Sí, eso es cierto. ¡Yo también lo he estado pensando! —aclaro, no quiero que piense que he estado con otras chicas—. Pero lo que realmente quiero saber es si me sigues queriendo. Porque no tienes ninguna obligación a ello, puedes hacerlo como mi amiga, pero no sé si también como novia. Si no sientes nada por mí, podemos dejar de ser novios y yo lo entenderé.

—Pues, yo... —Se toma un momento para contestar y mientras piensa sus palabras mira a su alrededor con una expresión de angustia—. Yo...

—Escucha —suspiro mirando al suelo—, no tienes que decirme nada ahora. Puedes pensarlo detenidamente y decírmelo en otra ocasión.

Me vuelvo para recoger de nuevo sus cosas y caminar directo al coche el cual quedaba cerca. Abro el maletero e introduzco sus maletas en él y vuelvo a cerrarlo.

— Chris —escucho que me llama, está justo a mi espalda, solo debo girarme para encontrarla. Su pelo anaranjado se mece con el aire, ha cambiado levemente, ambos lo hemos hecho, pero sigue estando preciosa—. Yo te amo.

— ¿Qué? —es todo cuanto puedo decir, no esperaba que fuese a decirme esto, es la primera vez que lo hace

—Yo te amo. ¿Eso es lo que se dice cuando sientes amor no? Yo he pensado mucho en ti. Hubo un chico que quiso ser mi novio, pero lo rechacé y le dije que tú eres mi novio porque tengo las mariposas metafóricas en mi barriga. No las tuve por él, solo por ti. Y siempre tengo ganas de estar contigo, no con él. Tú me dijiste que eso es lo que se siente al estar enamorado y yo lo siento aun si no estás. Pero tengo miedo. —Le cuesta decir esa última palabra, como si no estuviera segura de que es lo que siente.

—¿De qué? —Doy un par de pasos hacia ella.

—De que te vuelvas a ir. Y sé que lo vas a hacer.

Quiero decirle tantas cosas. Pero no creo que sirviera de mucho en este momento, con ella tengo que ser más paciente al expresarme. Doy un par de pasos más hasta tenerla delante. Coloco con cuidado un mechón de su cabello tras su oreja y aprovecho para acariciar la piel de su mandíbula.

—Yo también te amo, Sam. Y sí que me volveré a ir, pero de eso quería hablarte. Quiero que vengas conmigo.

—¿Contigo? ¿Lejos de aquí?

—Sí. Concretamente a Los Ángeles.

—Pero, ¿y mi padre?

—Sam, no te voy a obligar, quiero que lo sepas, antes de nada. Voy a explicártelo todo, y después tendrás tiempo para decidir. ¿Entiendes? —cuestiono mirándola a los ojos, ella asiente con la cabeza poniendo atención—. Durante este año, he estado estudiando en la universidad mientras trabajaba para poder ahorrar dinero. Mi plan, desde el día en el que me fui de aquí, siempre fue esperar a que salieras para que pudieras venir a vivir conmigo a Los Ángeles. Y lo mantengo, de hecho, he encontrado un apartamento con dos habitaciones, un baño y un salón-cocina. Es perfecto para los dos, puedes tener tu propio espacio en una de las habitaciones. Tu padre ha estado moviendo hilos y has sido admitida en la misma universidad que yo en Los Ángeles, como también en una de Nueva York. Si decidieras venirte conmigo, puedes probar un tiempo, y si no te gusta, puedes volver y estudiar aquí. Lo que quiero es que seas feliz, que estés cómoda sin importar lo que elijas.

—Vaya... Me dijeron que cuando saliera, debía comenzar a tomar decisiones, porque al parecer la vida está llena de ellas. Pero no esperaba que fuese tan pronto.

—Solo piénsalo. No tenemos prisa. Haz lo que tú creas que es mejor para ti. Elijas lo que elijas, yo lo entenderé.

Sam asiente levemente y sé que su cabeza ahora mismo es un caos. Quizás debí decírselo poco a poco con los días, contarle cómo vivo allí y lo que más disfruto. Pero lo que sentí al volver a verla fue como volver un año atrás de nuevo y quise que no se fuera nunca de mi lado, quise volver a ser la pareja que éramos. Pero lo cierto es que explicárselo tan apresuradamente puede ser tanto bueno, como malo.

No dice nada más, solo nos miramos a los ojos después de tanto tiempo. Quiero besarla, pero no puedo ir tan deprisa, todo llegará si debe hacerlo. Aunque lo que no esperaba es que ella me abrazara por su cuenta. Lo había hecho anteriormente, pero esta vez era distinto ya que llevábamos demasiado sin vernos. Apoya su cabeza sobre mi pecho y me rodea con sus brazos, yo hago lo mismo sin pensarlo dos veces.

Sentir su calor en mi cuerpo, aspirar su aroma, acariciar su cabello, es el verdadero significado de que he vuelto a casa y no puedo estar más satisfecho.



Unos meses después...

El frío del invierno comienza a irse de California. No es tan duro como en Nueva York, aquí el tiempo suele ser estable, aunque al final el frío es frío allá donde vayas. No puedo creer que ya esté a mitad de mi segundo año en la universidad, ha pasado tan rápido que apenas me he dado cuenta. Continúo compaginando mis estudios con el trabajo en el pub del campus, y la verdad es que me siento cómodo con mi rutina.

Es una tarde como otra cualquiera en la que sirvo más cafés que en cualquier otro momento, sobre todo en tiempos fríos. La gente suele pasarse a dedicar tiempo con sus amigos o alguno a estudiar con su grupo de estudio. Por eso agradezco mis turnos de tarde, ya que todos están controlados y tranquilos. Dominic y Kaya han estado visitándome esta tarde, pero han tenido que irse a clase, hasta ahora estoy solo en la barra salvo por algunas personas que suelen venir a menudo y me incluyen en su círculo de conversación.

La puerta del pub se abre para dejar pasar a alguien nuevo que pide un refresco, pronto acabará mi turno y esto se convertirá en algo más marchoso. Mientras limpio la barra por enésima vez en el día, escucho que alguien más ha entrado. Levanto la cabeza en dirección a la entrada y no puedo evitar sonreír.

Lleva un vestido de manga larga color gris, cubierto por un abrigo largo y negro, lo cual resalta aún más su color de piel y por supuesto, su larga melena anaranjada. Sam me devuelve la sonrisa, y con sus libros aferrados al pecho, avanza hasta llegar a uno de los taburetes de la barra y sentarse en él. Camino hasta quedar frente a ella, apoyo ambas manos sobre la barra para alzarme levemente sobre ella, mientras que Sam hace lo mismo ayudándose del taburete para llegar hasta mí y depositar un beso en mis labios como saludo.

—Hola, bichito —saludo de forma cariñosa.

—Hola. —Incrementa su sonrisa, le gusta que la llame así.

—¿Qué tal la clase? —cuestiono volviendo a poner los pies sobre el suelo.

—Bien, ha estado interesante, aunque muchas cosas ya las sabía.

—Eso es porque eres una alumna aventajada.

Un par de personas se acercan para pagar sus consumiciones, lo que me obliga a aparcar mi conversación con mi novia, pero a ella no le importa pues abre uno de sus libros y comienza a ojearlo. Debo realizar algunas tareas más, como recoger y limpiar las mesas, pero no puedo evitar besar la mejilla de Sam cuando paso por su lado.

Me alegra mucho verla tan a gusto aquí. Hemos pasado por muchas cosas, no fue fácil para ambos al principio, pues cuesta mucho adaptarse a un lugar completamente nuevo. En un inicio fue bien, le enseñé la ciudad y conoció a mis amigos. Pero las cosas se complicaron cuando comenzamos las clases. Su nueva rutina no le gustaba demasiado, no conocía las formas de moverse por la ciudad y desarrolló un miedo por tener que relacionarse. Sufrió algún que otro ataque, pero son muy diferentes a lo que solían ser, ella misma ha aprendido a autocontrolarse. Sin embargo, hemos ido resolviendo poco a poco todos los inconvenientes, y sus ganas de quedarse junto a mí, fue lo que la motivó a esforzarse, de lo contrario estoy seguro de que se habría marchado. Por eso sé que ella me quiere de verdad.

Le enseñé la mejor forma de transportarse a la facultad mediante el autobús y con el tiempo pudo hacerlo sola. Le mostré el camino para llegar al lugar donde trabajo. Aprendimos recetas para cocinar cuando estemos solos en casa, enseñándole previamente cómo usar cada zona de la cocina. La mayor parte de los días duerme en su habitación, pero a veces se cuela en mi cama. No importa lo que pase, siempre intentaremos solucionarlo, tengo toda la paciencia del mundo para ella, no tenemos prisa.

Mi turno llega a su fin, así que cuando veo que llega el encargado del turno de noche, recojo mis cosas y salgo para encontrarme con la pelirroja que lee en la barra del pub. Está tan concentrada leyendo sobre insectos, que no nota mi presencia.

—¿Nos vamos? —susurro cerca de su oído, lo que la despierta de su mundo.

—Sí —asiente con una sonrisa.

Comienza a recoger sus cosas, metiendo los libros en su mochila, aunque siempre hay uno que debe llevarlo en la mano porque no le caben todos los que quiere llevarse consigo. Da un salto del taburete hasta estar con los zapatos en el suelo y se acerca a mí para darme la mano. Me despido de mi compañero ahora a cargo del pub y caminamos en dirección a la puerta.

—¿Qué vamos a cenar? —cuestiona la pelirroja.

—Pues no sé, podríamos pedir algo.

—¡Perritos calientes! —exclama con ilusión.

—Es buena idea, sí.

—¡Bien! —celebra su logro, conmigo no tiene que suplicar demasiado.

Estoy orgulloso de mí, de ella y de nosotros. Creo que, si le preguntas a mi yo de hace tres años que iba a estar así ahora, no se lo creería ni un millón de años. Y lo mismo ocurriría si se lo preguntaras a Sam. Y si hablamos del futuro, solo diré que lo que sea que venga lo afrontaremos juntos.

He pasado de ser un chico que rompía corazones, a ser alguien que intenta reparar uno. Este corazón no está roto por un desamor, porque siempre lo ha estado. Y, aunque lo esté arreglando, soy consciente de que nunca va a ser igual al resto, pero bombea fuerte, que es lo verdaderamente importante.

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