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CAPÍTULO 8

Chris

¿He mencionado ya en alguna ocasión que mi vida se basa en un cliché? Sí, ya, ahora no me digáis que no habéis visto películas de instituto americanas.

Mi vida es como una de esas películas, pero a escala real. Cómo odio esas películas. Claro que las habéis visto, ¿quién no? A todos os divierte ver cómo los populares son los reyes del instituto y ver cómo los nerds se hunden en su miseria; el equipo de jugadores de fútbol en el que el capitán es uno de los más populares, y novio de la capitana de las animadoras, la cual también es popular; el rebelde que se pasa las clases durmiendo, o llega tarde a clase, lo que es razón suficiente para ser mandado a la sala de castigos donde continúa durmiendo; el guaperas, sí, ese que parece sacado de una revista de moda, por el que todas las chicas suspiran y que casualmente suele fijarse en la más invisible y nerd de todo el instituto, oh sí, qué novedad. Y venga, añadamos un caso poco visto pero que quizás después de ver mi historia muchos lo añadan a los guiones de sus películas, como el caso del gamer. Sí, eso que antes parecía cosa de frikis, ahora parece estar de moda.

Como podéis observar y observaréis, esto es así siempre, ¿por qué? Quizás los estereotipos sean ciertos y os preguntaréis por qué me quejo yo cuando en esto me llevo la mejor parte. Soy ese guaperas popular por el que suspiran la mayoría de las chicas, pero a veces me siento vacío cuando veo que la gente pide ser mi amigo para ser invitado a las mejores fiestas. Pura conveniencia. ¿No os ha pasado que cuando haces amistad con alguien que piensas que es guay, luego te das cuenta de que solo se interesa por algo que posees? Me doy pena a mí mismo. Y es que la realidad es que a estas alturas es complicado hacer amigos nuevos. Sé que ya tengo a mis amigos, los aprecio, pero ellos son mi familia, como hermanos, y lo que yo quiero es una amistad de amigos. Me gusta ser popular, pero a veces, en las profundidades de mi ser, deseo ser como el resto.

Chris, soy tu mente. O te decides o exploto.

«Mejor explota.»

Y hablando de clichés, aquí viene otro. El baile de bienvenida.

Los institutos norteamericanos no tienen otra cosa que hacer que crear unos estúpidos bailes en los que tienes el compromiso de buscar una persona que te acompañe. Y, lo que es peor, debes bailar con esa persona. Por no hablar de la estupidez de elegir quién es el rey o reina del baile, cuando todos los años salen los mismos: los capitanes. A Tyler no parece importarle, de hecho, siempre se jacta con los del equipo de fútbol y evita por todos los medios bailar con Becca, capitana del equipo de animadoras. Pero, en fin, supongo que no es para tanto. Se acerca el baile y tengo el dilema de elegir la pareja.

Sé lo que pensáis... Sé que ahora mismo estáis deseando que diga algo como: "Se lo diré a Sam". No, definitivamente, eso no sucederá. No quiero que otra vez, todos piensen que me gusta, porque no me gusta, NO-ME-GUSTA.

Supongo que pedírselo a Georgina es una opción, quizás así me perdone por lo de no haber ido a su estúpido recital.

Lunes por la mañana, Chad me recoge en su moto como es costumbre, aunque no es agradable la fría brisa en mi rostro tan temprano, pero supongo que es mejor que ir en bus. Las clases se me hacen pesadas y más cuando historia es la asignatura que inaugura el día. Cuando por fin se escucha por los pasillos el agradable sonido que da la señal de la hora de la comida, me reúno con mis amigos en nuestra mesa de siempre. No los he visto ni he hablado con ellos desde aquel día que salí corriendo en busca de Sam. Puedo deducir cuál será el tema de conversación de hoy pues ya saben que no fui al concierto de Georgina.

Antes de acudir a la mesa, paso por la cafetería para pedir el menú del día, hoy toca ración de albóndigas deformes, las llamo así porque se supone que deben ser redondas y estas no lo son precisamente. Con la bandeja en mis manos, camino hasta la mesa donde ya se encuentran mis amigos, los cuales están sentados con sus respectivas bandejas. Me siento en uno de los asientos libres y saludo con un leve movimiento de cabeza. Quedan en silencio a mi llegada y me miran como si tuviera que decir algo importante, entonces resoplo y ruedo los ojos, sé perfectamente qué es lo que quieren, pero me hago el inocente.

—¿Y bien? —se atreve a preguntar David con una sonrisa de medio lado.

—¿Y bien, qué? —pronuncio, seguidamente me llevo la deforme albóndiga a la boca.

—Tu madre llamó a Chad preguntando dónde estabas, y ya era tarde... ¿Qué hiciste con Sam? —dice Tyler con una sonrisa parecida a la de David, ambos muestran curiosidad. Sin embargo, Chad está molesto, lo puedo ver en su mirada.

—Solo la invité a cenar, es lo menos que podía hacer para quedarme tranquilo conmigo mismo.

—Sí, ya, excusas —se apresura a decir David.

—No me gusta Sam.

—¿Y quién te ha dicho nada?

—Os veo las intenciones desde lejos, solo la invité a cenar. Y solo eso.

—En mi país eso se llama cita.

—David, me da igual cómo se llame en tu mundo de idiotas enamorados.

—¿Otra vez peleando por lo mismo? —La rubia se acerca a nuestra mesa y se sienta a mi lado.

—Genial, la que faltaba —escupo sin reparos.

—Siempre tan simpático, Chris —se dirige a mí con una falsa sonrisa—. Hola, amor —dice la chica intencionadamente cuando desvía la vista a David a mi lado, cambiando su tono de voz a uno más agudo y dulce. Ambos se inclinan sobre mis albóndigas y se dan un beso bastante indecente que me repugna. Chad y Tyler no pueden evitar reírse al ver mi mueca de asco, sobre todo porque los dos malditos lo hacen a propósito para molestarme.

—Siempre tan molesta, PJ —devuelvo la sutileza.

Puesto que esta chica volverá innumerables veces a molestar a mi ser, debo de presentarla como es debido. Esta chica rubia que aparentemente parece dulce e inocente —además de empollona—, es la novia de David desde hace unos meses, no demasiados. Petra Jacobs, sí, horroroso nombre, por eso ella se apoda PJ. Por mucho que me cueste admitirlo, es una chica mona con el pelo rubio por los hombros, ojos azules grisáceos y presidenta del consejo escolar. Ella fue la siguiente después de que a David le pusieran los cuernos con un jugador de baloncesto mucho más fuerte y alto que él. La cosa no acabó demasiado bien puesto que a pesar de que David es un delgaducho y enfermizo de los videojuegos, puede tener muy mal genio, tanto, que se atrevió a golpear al jugador de baloncesto dejándole los dos ojos morados. David, desde luego, es un caso extraño en esta clase de historia. PJ llegó en el momento oportuno, cuando David resultó estar tan deprimido que no tenía ganas de jugar a ningún videojuego a pesar de nuestras continuas peticiones de partidas. Ella decidió sentarse a su lado y preguntarle qué le pasaba, según él fue un flechazo directo al corazón. Lo cierto es que no parece ser como la anterior chica, ella está centrada en su futuro y tiene las ideas claras. David dice que chocamos porque nos parecemos en muchos aspectos y lo cierto es que a veces lo llego a pensar, pero son meras suposiciones.

—¿Por qué peleáis esta vez?

—Chris ayer tenía el plan de dejar plantada a Sam, pero ella se pasó más de tres horas esperándolo y entonces él fue a decirle que se fuera, pero al final la invitó a cenar. David dice que eso se llama cita y Chris dice que solo fue por calmar a su conciencia —Tyler se encarga de resumirle mi pequeña historia a la pesada de PJ, a lo que ella abre la boca incrédula.

—¿Chris comiendo a solas con una chica? No puede ser. ¿Cuándo conoceremos a la desafortunada? —comenta PJ, acompañada de una risa burlona.

—¡Estuvo esperando más de tres horas! —recalco intentando hacerles entender la situación, pero siguen pensando que fue una cita—. No me interesa Sam, solo es una más.

—¿Y por qué no terminas ya con este asunto? —Hubo silencio cuando Chad abrió la boca para escupir esa pregunta.

—No veo que te esté saliendo bien.

—Saldrá de una manera u otra, solo déjame buscar la forma —sentencio la conversación y prosigo con las albóndigas deformes.

Tras otra de las numerosas discusiones sobre si Sam me gusta o no por parte de mis amigos, empiezo a cansarme de todo. ¿Qué tengo que me hace parecer un estúpido enamorado? Como ya dije numerosas veces, el amor es tan inútil que te hace débil y, por si fuera poco, siempre termina mal. ¿Qué necesidad tengo de sufrir otra vez?

Recorro los pasillos del instituto en busca de mi taquilla donde dejé el libro que necesito para la próxima clase. Sin embargo, como siempre, la descalza pelirroja se vuelve a entrometer en mi camino. Podría pasar de ella por un día, pero no debería hacerlo pues debemos seguir con el trabajo de las mariposas si no quiero un suspenso en ciencias y eso no debe estar en mi expediente si quiero ir a una de las más importantes de las universidades. Si quiere ir a mi casa a hacer el trabajo, debe ser cuanto antes, de esta forma, antes acabará todo esto.

Decido caminar hasta ella. Se encuentra sacando algo de su taquilla, supongo que libros, qué si no. Pero mis pasos son interrumpidos por un ente que me estampa con fuerza contra las taquillas creando un escándalo que capta las miradas de los que pasaban comenzando a murmurar entre ellos. Lo primero que pienso es que esa fuerza venía dada por un deportista, pero todo pensamiento resultó ser en vano pues esta fuerza procede de nada más y nada menos que de una chica rubia de cejas gruesas y oscuras. Pero eso no es lo que más me sorprende de ella, sino que su altura es exactamente igual a la mía. Me ha acorralado contra las taquillas empuñando mi camiseta mientras que su rostro se encuentra demasiado cerca.

—Sé quién eres y sé lo que pretendes hacer con ella —pronuncia en un tono bajo, pero tan autoritario que asustaría al más valeroso—. Te advierto que puedo ser muy retorcida, así que vas a dejarla en paz y vas a hacer como si no la hubieras visto en tu vida, ¿de acuerdo?

—¿Quién eres? —A pesar de sus amenazas, lo único que se me pasa por la cabeza es saber quién es, puesto que no me suena de haberla visto por aquí.

—Tu peor pesadilla si no dejas a Sam tranquila.

—Tú no vas a decirme qué tengo que hacer o no.

—Mira, estúpido creído, conozco a Sam desde hace bastante más tiempo de lo que tú la conocerás, y si no desapareces de su vida, me encargaré yo misma de que desaparezcas de este mundo, ¿entendido? —No consigo asimilar lo que está pasando, me quedo callado intentando encontrar las palabras—. ¡¿Entendido?!

—¡Vale! No me acercaré más a ella.

—Más te vale —amenaza para proceder a soltarme dejando que mi pobre camiseta respire, se da la vuelta y empieza a caminar.

—Pero oye, ¿quién eres? No me suenas de nada.

—Soy Ada Sparks, no lo olvides, porque no suelo tener fama de santa. —La rubia me da la espalda y se pierde entre la gente.

«Qué chica más intensa.»

¿De dónde ha salido? ¿Y por qué protege a Sam? Es cierto que Sam es bastante inocente y que si un ladrón entrara en su casa es posible que le invite a tomar café con galletas, pero creo que puede defenderse ella sola y saber qué le conviene o no. Esta chica, Ada, parece como su guardaespaldas y no parecía bromear.

Vuelvo a acordarme de Sam, me doy la vuelta para seguir con mi camino, pero ya no está. Ando un poco para ver si está por los alrededores, pero no encuentro nada. Aunque podría dejarlo para otro momento, no, sigo buscándola por el instituto hasta que por fin la veo sentada en un banco leyendo de nuevo aquel libro que no le agrada y del que debe de hacer un examen. Me acerco a ella intentando parecer que acabo de pasar por su lado por casualidad.

—¡Chris! —grita Sam justo cuando voy a pasar por su lado. Finjo sorpresa y me siento a su lado.

—¡Hola, Sam!

—El otro día lo pasé bien, aunque no hicimos el trabajo.

—Me alegro. ¿Recuerdas que querías venir a mi casa a hacerlo? Pues, ¿qué tal esta tarde?

—Imposible. Es la tarde de manualidades.

—¿Y no puedes aplazarlo para mañana?

—No, porque es la tarde de manualidades y así debe ser.

—Ajá... vale... ¿Y si vienes mañana?

—Mañana está bien. Tengo ganas de saber cómo es tu casa.

—Sí... yo también... ¡Mañana pues! Espérame en la salida, iremos juntos. —Ella asiente y vuelve a su libro, es entonces cuando me levanto para ir a la siguiente clase.



Las clases están por terminar y recuerdo que había quedado con Sam en la entrada para así poder ir a mi casa juntos. Por supuesto, no le he dicho a mi madre de la visita, y más si se trata de una chica. Sé perfectamente que, si es avisada, preparará un banquete de bienvenida con tartas entre más dulces. Invitará a toda la familia para que vean cómo yo he traído a casa a una chica que no es Georgina. Claro, que mi madre piensa que yo soy un santo que jamás ha roto un plato, al contrario de mi hermano, él siempre salía de fiesta y mi madre rezaba porque ninguna pobre chica quedara embarazada. Por eso, hoy he planeado hacer unas técnicas ninja con Sam.

—¿Dices que no quieres que te lleve en mi moto? —interroga Chad bastante extrañado ante mi petición.

—Sí, iré en bus, tengo que hacer unas cosas antes.

—Si quieres te llevo a esas cosas, no me importa.

—¡No, no! No te preocupes, quizás tarde y no quiero entretenerte.

—Vale, pero luego no lamentes haber subido al bus.

—No, venga, vete ya —Choco mi puño contra el suyo a modo de despedida.

Chad sospecha de mí ya que no es algo que haga a menudo, jamás he rechazado el que me lleve, odio el autobús. Pero no quiero que sepan que Sam viene a mi casa, porque será otra vez el mismo tema de conversación, y la verdad, empiezo a estar harto de decir que no me gusta Sam. ¿Acaso se les olvidó lo que hago con las chicas? ¡Estoy haciendo lo mismo!

Espero a que Chad desaparezca entre las calles para girarme a comprobar si Sam ya me está esperando en algún lado. Y allí está, frente a la puerta principal del instituto destacando el fuerte color naranja de su pelo y mirando en todas las direcciones buscando mi rostro. Decido acercarme por detrás para que se lleve una sorpresa, me arrimo a su oreja y susurro:

—¿Buscas a alguien?

Ella ni siquiera da alguna señal de que se haya asustado.

—Pues claro, dijiste que te esperara aquí.

Y tampoco parece excitarle o avergonzarle que le haya susurrado en el oído. Sam nuevamente, demuestra ser distinta a la típica chica de instituto.

—Sí... vamos, perderemos el autobús.

—¿Autobús?

Antes de que pudiera hablar más, agarro su mano y la encamino hasta la parada.

El autobús no tarda demasiado en llegar e inmediatamente comienzo a subir, pero Sam no lo hace lo cual me obliga a volver a por ella y atrapar su mano de nuevo. Al ver que no parece haber subido a un autobús nunca, pago por los dos y procedemos a sentarnos. Una vez ya sentados el uno al lado del otro, me doy cuenta que nuestras manos están unidas sintiendo la calidez que ella desprende. Me sorprende lo cómodas y suaves que son, tanto, que no me importaría quedarnos así un poco más.

«Pero, ¿qué dices Chris?»

Mierda, otra vez.

La separo rápidamente antes de que se dé cuenta de nuestra unión.

— Chris, estás rojo —sus palabras son ciertas, mi cara arde, pero tampoco hacía falta que lo dijera en voz alta.

—Lo sé... —digo entre dientes mientras miro por la ventana.

—Siempre había sentido curiosidad por estos coches, mi padre me dijo que nunca me subiera a uno, ¿por qué va tanta gente? ¿Los conoces? —Sus preguntas me provocan una exagerada carcajada que hace saltar mis lágrimas—. ¿Qué? ¿Dónde está la gracia?

—Sam, esto es un autobús y es un transporte público. La gente que no tiene coche o que simplemente prefiere no cogerlo, se sube aquí pagando.

—¿Cómo los taxis?

—Sí, bueno, más amplio y mucho más barato.

—Qué curioso.

—¿Qué clase de mundo es el tuyo que no come hamburguesas y nunca sube en autobús? ¿Es que nunca has sentido curiosidad?

—Creo que vivimos en el mismo mundo, qué preguntas haces Chris. Y claro que he sentido curiosidad, pero ahora estoy resolviendo mis dudas.

«¿Acaso a esta chica hay que explicárselo todo?»

Bajamos del bus y nos dirigimos a mi casa. Por el camino rezo porque mi madre no vea a Sam, aunque va a ser complicado, la cosa está en no decir nada al entrar y subir directamente. Hay un noventa por ciento de posibilidades de que me vea, por lo tanto, tengo un cinco por ciento de posibilidades de que no se entere y otro cinco por ciento de que no estén.

—En cuanto entremos, subimos las escaleras sin hacer ruido, ¿de acuerdo?

Sam asiente. Siento que está ansiosa por saber el por qué, pero el dedo que tengo en mis labios le indica que no debe de hablar y así lo hace.

Introduzco la llave con mucho cuidado, girándola lo más lento posible. Abro la puerta adentrándonos en la casa y seguidamente cierro con la misma sutileza. Pero para mi mala suerte, justo cuando empezamos a subir las escaleras, mi madre sale del salón. Ambos nos quedamos estáticos al verla como si de esta manera fuésemos invisibles para ella. Lástima que no sea así.

— ¡Chris! ¡No te escuche llegar! ¿Quién es? —comienza a acercase y observa a Sam con una sonrisa que me pone los pelos de punta—. Hola bonita, soy Jen, la madre de este angelito.

— Mierda... —digo en un susurro y ruedo los ojos al escuchar el dichoso apodo que mi madre me tiene—. Ella es Sam, una amiga, tenemos que hacer un trabajo —la miro esperando a que diga algo, pero se mantiene callada—. Ya puedes hablar.

—¡Uf! Menos mal, ya no podía aguantar más —dice aliviada—. Es un placer conocerla señora, su casa es muy bonita, estaba deseando verla.

—¡Ay! Pero qué linda eres. —Mi madre como de costumbre, le da uno de sus abrazos que no te dejan respirar, a lo que ella no responde y no parece agradarle en absoluto—. ¿Quieres que te la enseñe?

—¡Sí, por favor!

Me doy un golpe en mi frente con la mano. Como siempre, la probabilidad ha ganado la partida. Voy detrás de ellas, las cuales comienzan por la cocina, Sam no deja de mirarlo todo con detalle.

—¡Eric, tu hijo ha traído una chica a casa! —grita mi madre al entrar al salón con Sam.

— ¡Ya era hora! —Grita mi padre el cuál se levanta para saludarla—. Eres bien guapa, una belleza. ¡Hacéis buena pareja!

—Solo viene a hacer un trabajo, del que debemos empezar ya. Vamos, Sam. —Agarro su muñeca y la arrastro para subir las escaleras.

—¡Un gusto, señor y señora Cooper! —dice Sam apresuradamente mientras camina.

Al entrar a mi habitación, lo primero que hago es encender mi viejo ordenador portátil puesto que tarda un poco en realizar la acción. Sam observa toda mi habitación. Tengo demasiadas cosas puestas, por lo que no sabe bien dónde mirar. Me siento en mi cama y le ofrezco que se siente también.

—Tu casa es muy bonita, y... acogedora. Todo es tan pequeño.

—¿Pequeño?

—Chris, ¿dijiste antes que yo era tu amiga?

—Sí... eso dije.

—Entonces, ¿somos amigos?

—¡Claro! —Asiento provocando que muestre una expresión de felicidad mordiéndose el labio inferior, aunque pronto pasa a estar pensativa volviendo a desviar la mirada a mi estantería. El ordenador aún está iniciándose, por lo que pienso algún tema del que hablar y no quedarnos en silencio—. Y... ¿ya tienes pareja para el baile?

—Yo nunca voy a esos bailes.

—¿Cómo? ¿Por qué no?

—Papá dice que solo puedo ir si tengo una pareja de confianza, pero nadie me lo pide nunca, así que, nunca he ido.

Puede que nunca haya comido hamburguesas, o subido al autobús, pero los bailes del instituto es algo que todos tienen derecho a vivir y contar. Me parece una crueldad que ella, quedándole solo este año, deje atrás las posibilidades de ir a un baile.

¿Por qué nadie quiere ir con ella? Es una chica bastante guapa. ¿Por qué le hacen este vacío? Tampoco se me ocurre con quién puede ir, mis amigos ya tienen todos pareja, a excepción de Chad, pero por lo que parece no le agrada Sam, y yo... bueno, yo aún no tengo pareja.

Algo está carcomiéndome por dentro y una voz que me incita a algo que dije que no haría. Me da demasiada pena que no pueda ir al baile y parece que le haría ilusión asistir. Sé que yo puedo solucionar eso con solo una pregunta, pero...

Qué rayos, qué más da lo que te digan, es por una buena causa.

—Sam. —Responde con la mirada—. ¿Quieres ir al baile conmigo?

Ella abre sus ojos con asombro, quizás porque es la primera vez que está escuchando algo así.

—¿De verdad?

—De verdad.

— Pues... sí, quiero ir contigo. Gracias, Chris —su sinceridad me hace sentir mejor persona, quizás vaya al cielo después de todo.

—De nada, Sam —murmuro sin saber muy bien qué más decir. De pronto se me ocurre que es un momento perfecto para resolver la pregunta de si Sam siente algo por mí, aunque sea un poco. Es el momento de saber qué haría si me tuviera a su disposición en un beso.

Comienzo a acercarme a ella con la intención de rozar labios y frenar cuando ceda, pues es lo que siempre he hecho. Pero en este caso, no puedo parar, me es imposible. Bajo la vista para ver mejor sus labios, resultándome bastante apetecibles. Siento deseos de borrarle la sonrisa en un beso, pero sé que eso no puede suceder. No es lo que debe ocurrir.

«Deberías parar.»

Lo sé, pero no es tan sencillo negarse a sus encantos como imaginé que sería. Y yo solo puedo acercarme cada vez más.

Involuntariamente cierro los ojos buscando chocar labios, pero por más que me acerco, no encuentro nada. Al abrirlos, la cruda realidad me abofetea. Ella se ha levantado.

Me ha rechazado.









Este Chris...

Si es que, ¿para qué habla? 

Al final acudirá al baile con Sam😏

Démosle un aplauso a PJ y Ada que han aparecido en este capítulo👏🏻

¿Chris realmente iba a besar a Sam sin frenar? ¿Qué creéis? 🤔

Ella le ha rechazado, ¿cómo le sentará?

Esto lo veremos la próxima semana con más☺☺

Que tengáis unos bellos días😘😘

Oz quiero muxo🧡🧡🧡

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