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CAPÍTULO 7


Chris

—Chris... —Escucho la forma en la que dice mi nombre y algo comienza a estrujarse en mi interior, se siente aliviada. Entonces saca su sonrisa de siempre para hacerme sentir aún peor.

—¿Qué haces aún aquí, Sam? —enuncio con seriedad.

—Habíamos quedado aquí... —comienza a decir un poco nerviosa.

—Sam, llevas esperando más de tres horas, ¿no pensaste que ya no iba a venir?

—Pero tú me lo prometiste. —Siento otra punzada dentro de mí con sus palabras.

—A veces las personas no cumplen sus promesas. —Ella me mira aún con su aspecto alegre y se encoge de hombros. Me mata por dentro que me mire así—. ¿No estás enfadada porque haya llegado tan tarde?

—¡No, no! Seguro que tienes una razón, ¿no es así?

—Sí, que soy un imbécil, esa es la razón —digo para mí en voz alta.

—No eres un imbécil, Chris, no digas eso. —La miro a sus ojos miel que quieren y buscan que saque una sonrisa para ellos, pero no puedo, me siento como una real mierda en estos momentos. Me siento fatal—. Vamos, tenemos que ir a la biblioteca. —Se levanta con entusiasmo del banco y comienza a andar.

—Espera... —La agarro del brazo antes de que continúe—. La biblioteca lleva cerrada una hora. —Ella frena en seco pensativa y puede que un poco desilusionada, no sé, pero algo no va bien en ella—. Venga, te invito a cenar algo.

Su aspecto se transforma como si hubiese pronunciado unas palabras mágicas. Saca una gran sonrisa que finalmente me contagia un poco porque no entiendo lo que se le pasa a esta chica por la cabeza. Tendría que estar enfadada, reprocharme que no he asistido cuando se lo prometí y aun habiendo estado tres horas esperándome, sigue dedicándome una sonrisa.

—¿De verdad? —cuestiona con una ilusión desmesurada, a lo que respondo asintiendo.

«¿Es que esta chica no ha salido nunca?»

Justo ayer me dieron la paga y por ser un idiota voy a gastarlo casi todo. Pero me lo merezco. No entiendo cómo, sabiendo lo inocente que es esta chica, pensé que se enfadaría por algo así, pero es que lo pienso ahora y es algo absurdo después de todo. Está más que claro que no es como las demás chicas, es diferente, y siendo así no va a reaccionar como cualquiera.

Decido llevarla a uno de mis lugares favoritos. Puede parecer el típico sitio mugriento que está en un bajo, pero lo cierto es que hacen las mejores hamburguesas caseras del mundo entero y lo que es mejor, accesible para mí en cuanto al dinero. Ella no deja de mirar a su alrededor, lo cual me extraña porque no es un sitio insólito que digamos, en la ciudad hay miles de lugares similares. No abandona su sonrisa transmitiéndome su entusiasmo, está feliz por haberla invitado a cenar —normal, si pago yo—, aunque es cierto que ya estaba contenta porque yo decidí hacer el trabajo de ciencias un sábado por la tarde.

Nos sentamos en una mesa pegada a la pared, los asientos son unos sofás de color rojo que están unos enfrente de otros y adosados a la pared. Sam se sienta frente a mí, y aún sigue mirando su alrededor fascinada. La camarera, Janet, me reconoce al instante y se acerca para tomar nota.

—Hola, Chris —saluda con su dulce voz insinuadora—. ¿Qué te trae por aquí?

—Teníamos hambre y ya sabes cómo me gusta este sitio. —Le guiño un ojo causando que ella se sonroje.

—¿Qué vais a tomar? —Janet saca su libreta de anotaciones y presta atención a nuestras peticiones.

—Para beber, quiero una cola y mi hamburguesa de siempre. —Va anotando mientras voy dictando, luego mira a Sam esperando a que ella pida algo, sin embargo, sigue algo curiosa con el lugar—. ¿Sam? ¿Qué quieres pedir? —Al hacer la pregunta, ella parece despertar de su burbuja y se da cuenta de la presencia de Janet, luego gira hacia mí y levanta los hombros—. Lo mismo que yo.

—Enseguida lo traigo —Janet lo apunta y se va hacia la cocina.

Vuelvo a centrar mi atención en Sam, quien se fija en los camareros, en el resto de personas comiendo y sus platos. Pero cuando se da cuenta de que la estoy observando me mira y sonríe.

—¿Nunca has estado aquí? —interrogo apoyando mis brazos sobre la mesa.

—No. Antes mis padres me llevaban a restaurantes, pero eran muy diferentes a este. Pero me gusta mucho, es muy acogedor, y aunque parece estar sucio y oscuro, el detalle de los cuadros lo hace ser un sitio diferente ya que son pequeños y muchos. Los sitios que mi padre suele elegir son bastante minimalistas, demasiado para mi gusto. —Recorre el lugar con los ojos una vez más—. Pero eso fue hace mucho, él ya no quiere ir a ningún lugar.

—¿Por qué no?

—Tiene trabajo, eso es lo que dice siempre, aunque yo pienso que es una excusa.

—Pues no sabe lo que se pierde.

—¿Qué se pierde? —cuestiona con bastante curiosidad, causándome confusión y risa al mismo tiempo.

—Pues... estar contigo y pasarlo bien.

—¿Tú lo pasas bien conmigo?

—Claro que sí, creo que eres encantadora. —Le dedico una sonrisa algo avergonzada que ella responde de igual forma—. Por no decir que hoy estás preciosa —añado intencionadamente con el pretexto de esperar alguna reacción por su parte. Pero se limita a sonreír como siempre devolviendo su mirada a otro lado. No sé cómo interpretar eso, pero puede que con estos coqueteos algún día piense en mí de otra forma. O no, pues últimamente todo lo que intento hacer con ella no sale nada bien.

Janet trae todo lo que hemos pedido, dejando delante de Sam su hamburguesa la cual es igual a la mía, ella la mira confundida hasta que pronuncia unas palabras.

—Perdona, se te olvidaron los cubiertos.

La camarera ríe a carcajadas esperando que en algún momento Sam riera con ella, pero se mantiene estática esperando sus cubiertos, entonces Janet cambia de expresión en un pestañear.

—¡Está de broma, Janet! —río en sustitución de Sam, mientras ella me observa confundida—. Todo está perfecto, no te preocupes. Gracias. —Le dedico una última sonrisa que la tranquiliza y vuelve a su trabajo.

Me centro en Sam, quien está observando detenidamente la hamburguesa sin saber muy bien cómo comenzar a comérsela.

—Que no hayas ido a un sitio como este, me lo puedo creer. Pero que no hayas comido nunca una hamburguesa, eso es imposible.

—Pues... no. —Me observa con cara de culpabilidad lo que consiguió que algo dentro de mí se desajustara. Sin planearlo, estoy consiguiendo ver facetas nuevas de Sam de una forma distinta a lo que tenía planeado.

—Vale, te creo. —Eso consigue de alguna manera tranquilizarla—. Mira, esto no se come con cubiertos, se come con las manos. Observa. —Hago una demostración con mi hamburguesa, le echo kétchup y mostaza, vuelvo a cerrarla y la muerdo llevando un trozo a mi boca. Ella comienza a hacer lo mismo y entonces le da el primer bocado manchando toda su boca con las salsas lo que me provoca una pequeña carcajada.

—¡Está muy buena! ¿Qué pasa? —cuestiona al ver que me estoy riendo.

—Tienes la boca manchada, ten. —Cojo un par de servilletas y se las ofrezco.

—Gracias. Es muy raro de comer, pero divertido. Siempre me han dicho que comer con las manos es primitivo.

—¿Cómo es que nunca has comido una hamburguesa?

—Supongo que esto no entra en la cocina que mi padre exige en casa.

—¿Tu padre exige lo que se tiene que comer en tu casa?

—Sí. —Le da otro mordisco a su hamburguesa, pero esta vez procura no mancharse—. Mi padre es holandés y le encanta la comida de su país, así que, la mayoría de menús se basan en ese tipo de platos. Él piensa que la comida de aquí no es sana.

—Lo que no mata, engorda, qué más da. —Doy otro mordisco y espero a tragármelo para volver a hablar—. Pienso que todos debemos probar cosas nuevas de vez en cuando y comer tanto sano como lo que no lo sea.

—¿Y qué más cosas nuevas crees que deba probar?

—Pues... los perritos calientes, ¿eso los has probado?

— ¿Coméis perros? —se lleva una mano al pecho y muestra una emoción asustadiza con los ojos muy abiertos. Una vez más se ha tomado algo como literal.

—¡No! Tranquila, es solo un nombre, nada que ver con el contenido. Se trata de un pan partido por la mitad y en el medio una salchicha. Es algo simple, pero buenísimo —explico procurando que se lo imagine como es debido, entonces suelta un suspiro de alivio.

—Espero que algún día pueda tomar perritos contigo, por raro que suene...

—No es raro, de hecho, es raro que no lo sepas.

—Lo sé, soy rara, es lo que todo el mundo me dice, aunque no sé bien por qué —comenta sin darle mucha importancia y prosigue con su hamburguesa. Sin embargo, sus palabras me dejan vacío y me siento culpable por haber afirmado también que es rara.

—Tú no eres rara, Sam. —Ella deja de masticar para escuchar mejor lo que he dicho, parece haberle resultado extraño por su expresión. Lo cierto es que lo he dicho con bastante seriedad—. Las personas son como son, nadie es perfecto.

—¿Y por qué la gente dice eso sobre mí entonces?

Dejo pasar unos segundos pensando una respuesta razonable y sincera.

—Porque tendemos a fijarnos en las apariencias. Debes admitir que ir descalza por el instituto no es algo muy común, pero es como tú te sientes cómoda y supongo que debemos aceptarlo.

Sonríe ligeramente.

—Estoy segura que cuando me conociste lo pensaste también, todos lo hacen, no tienes por qué intentar consolarme, estoy acostumbrada.

Me limito a agachar la cabeza sin palabras para responder. Me siento como en un tribunal donde me han declarado culpable. Soy un monstruo que intenta engañar a una pobre chica para luego hacerle cosas malas, así me siento ahora y sé que está mal, pero ella me hace sentir así. ¿Soy tan malo como me imagino?

—Lo siento —digo minutos después de que ella hablara, y levanta su cabeza sorprendida.

—¿Por qué?

—Siento haberte dejado sola esperándome durante tanto tiempo. No he sido consciente de lo que te podía haber ocurrido allí. No tengo excusas, no voy a intentar defenderme porque no es lo correcto. Así que, lo siento.

—Te perdono, Chris. Pero te recuerdo que debemos seguir con el trabajo, las mariposas cuentan más de lo que piensas.

—Sí, supongo que debemos quedar otro día.

— ¿Podemos hacerlo en tu casa? —propone.

—¡¿En mi casa?! —me sobresalto solo de pensar en el alboroto que crearía mi madre y las millones de preguntas que vendrán después y por no hablar de los apretujones de cara y abrazos. Definitivamente no—. No, no. ¿Por qué quieres hacerlo en mi casa?

—Porque el internet de la biblioteca va muy lento debido al número de personas conectadas y tardaremos más en terminarlo. ¡Por favor! Me gustaría poder ver tu casa, por favor —ruega con entusiasmo, y la verdad es que tiene razón. La última vez el internet fue pésimo y si quiero terminar con el estúpido trabajo, necesitaremos un internet mejorado como el mío o el suyo.

—¿Y qué hay de tu casa? Yo también quiero verla.

—Prometo que iremos a mi casa después, pero deja que vayamos a tu casa primero. —Junta las palmas de sus manos en señal de ruego. Lo cierto es que es tentador, ella y yo en mi habitación a solas. Chris Cooper no hace nada bueno en esas condiciones, el siguiente paso de la lista sería perfecto llevarlo a cabo allí, si es que consigo cumplirlo. Aunque después de esta conversación y de lo que ha sucedido esta tarde, no estoy tan seguro de querer seguir con esa lista.

— Está bien... iremos a mi casa si lo deseas —esta chica me maneja como quiere.

—¡Sí! Gracias, Chris.

Una vez terminamos de cenar, ella llamó a alguien para que la recogiera, esperé a que se fuera para que así no se quedara sola de nuevo, después de todo se lo debo.

Con mi conciencia limpia, me dirijo hacia la parada del autobús para ir a mi casa. Lo cierto es que no esperaba que la tarde de hoy fuera así, definitivamente esto me ha pillado por sorpresa, pero es que en ocasiones lo que piensas que sucederá en un futuro es todo lo contrario a lo que pasará realmente.

Al llegar a casa, saco mis llaves para poder abrir la puerta. No es demasiado tarde pero seguro que mis padres estarán por irse a dormir. Al entrar, no escucho ningún grito de mi madre dándome la bienvenida acompañada de un "angelito", lo cual me extraña, demasiado.

—¡Estoy en casa! —grito para alertar al ser que se encuentre en mi casa, si es que se encuentra alguien. Tanto silencio es de lo más extraño en mi casa a estas horas.

Tras unos segundos esperando a que alguien me conteste, no parece que haya nadie de verdad. Supongo que al fin decidieron salir a relacionarse. Subo las escaleras y camino hasta mi habitación, la cual tiene la luz encendida. Camino con cuidado cuestionándome si un ladrón está robando mi viejo trasto llamado ordenador y mi consola. Sin embargo, no, resulta no ser un ladrón y tampoco estaba solo. Una enfadada Georgina está sentada en la silla de mi escritorio con los brazos cruzados y una expresión que me da demasiado miedo.

—Menudo susto, pensé que no había nadie. —Continúa con la misma expresión sin mover un solo músculo más allá de los ojos, los cuales siguen mi paso—. ¿Qué te pasa? Das mal rollo.

—¿Qué me pasa? ¡Me dijiste que ibas a venir a verme tocar el violín! —«Mierda»—. He estado toda esta semana entusiasmada pensando que ibas a venir a verme por fin, ¡y lo único que he visto ha sido tu silla vacía! No podía dejar de mirarla mientras tocaba y seguro que lo he hecho de pena por tu culpa.

Me doy con la palma de mi mano en la frente, es cierto que mi madre me lo recordó antes de salir esta tarde, pero con todo lo que ha sucedido, se me ha pasado completamente.

—Lo siento mucho, se me ha pasado. Pero si quieres te lo compenso ahora mismo... —Levanto ambas cejas y le dedico una sonrisa socarrona.

—¡Chris, no estoy para eso ahora mismo! —Se levanta de la silla y me empuja de tal forma que retrocedo un paso—. ¿Acaso no me entiendes? Para una vez que pensé que irías de verdad, vas y vuelves a "olvidarte".

—Ya te he dicho que lo siento, ¿qué más quieres que te diga?

—Tendrás una buena excusa por lo menos. —Vuelve a cruzarse de brazos.

—Estuve con mis amigos toda la tarde, estuvimos comiendo y jugando a la PlayStation, la competencia nos pudo y se nos hizo tarde, eso es todo.

—Mientes.

«Mierda, siempre lo sabe todo.»

—¿Por qué iba a mentir?

—Y no me puedo creer que vuelvas a hacerlo. ¡Porque has estado con alguien más que con tus amigos! No me digas que no, porque tu madre llamó a un tal Chad delante de mí. Él le dijo que te fuiste con una chica. Era Sam, ¿verdad? —Comienza a desesperarse, mueve las manos como una loca las cuales observo con detenimiento por si alguna va destinada a mi cara.

—¡Está bien! Sí, era Sam.

—¡Lo sabía, tú sientes algo por ella! —Me señala con el dedo—. Jamás has quedado con ninguna de las chicas de tu estúpido juego.

—¿Quieres calmarte? No entiendo por qué estás así de rara ahora. Sam y yo tenemos que hacer un trabajo de ciencias. Le dije que quedaríamos esta tarde, pero lo hice con la intención de cumplir uno de mis pasos, el cual era dejarla plantada, pero se ha pasado allí sentada toda la tarde. No podía dejar que siguiera esperando bajo la lluvia. Se quedó esperándome porque confiaba en que llegaría y me dio lástima. Limpié mi conciencia invitándola a una hamburguesa y listo. Por eso se me olvidó ir a tu competición.

—Concierto —corrige.

—Eso. No tengo más que decir.

—Te importa más que una estúpida haya estado esperando por ti toda la tarde que tu amiga de la infancia, qué bonito Chris.

Con eso último, sale de mi habitación dejándome solo con mis muebles.








Weno, weno....

Un paso más fallido, PERO, hay ciertos cambios en Chris, ¿no creéis?

Solo queda un paso más y no pinta que vaya producirse, ¿o sí? Quién sabe.

Tienen un trabajo que hacer y presentar, aun pueden pasar muchas cosas.

Y la pobre Georgina, quizás debería decirle las cosas claras a Chris para que se entere.

Ñé🤨

Nos vemos la próxima semana, tengo el penúltimo examen de toda mi carrera universitaria, pero dejaré el capítulo preparado jejejejje🙃🙂🙃

Que lo pasen bien mis ninios😘😘😘💜💜💜

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