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CAPÍTULO 6


Chris

—¿¡Cómo!? Vuelve a repetir eso.

—Pensó que me gustaba como persona, como amiga —digo con cara de pocos amigos y lo que obtengo a cambio de los que llamo mis amigos, son puras carcajadas—. ¿Queréis parar ya? No tiene gracia.

—Es que... —David se limpia antes las lágrimas que han originado su risa—. Es demasiado bueno para ser verdad. ¿Y no se lo aclaraste?

—¡Lo intenté, pero seguía empeñada en que era como decía ella! No la entiendo, de verdad. —Se miran entre ellos y vuelven a reírse. Ruedo los ojos y me cruzo de brazos mirando hacia un lado.

—Chris, tienes que admitir que tiene gracia —dice entre risas Tyler.

—No, no la tiene porque a mí nunca me ha pasado esto y no logro descubrir qué es lo que se le pasa por la cabeza a esa chica para pensar así. Y, sobre todo, para no borrar esa sonrisa. ¿De verdad que no sospecha que puede atraerme después de lo que le he dicho y de cómo me he comportado? ¿Y si está jugando ella conmigo?

—Es un bicho raro.

—No la llames así —suelto sin pensar.

—¡Vaya! Ahora la defiendes, te estas volviendo un rarito también —interrumpe Chad—. Tal vez lo mejor sea que abandones cuanto antes.

—¡No, no! Quiero intentar desmantelar esa inocencia y comprobar si es cierta o no. Porque no puede ser que siempre esté feliz. Que todo se lo tome bien. Sé que debe tener una parte oscura como todo el mundo. ¿No debería estar triste un día? ¿Enfadarse? ¿O simplemente estar normal?

—Aún no le has hecho nada malo, ¿cómo va a enfadarse o entristecerse? —interviene David.

—Según mis pasos, ya debería estar coladita por mí. Por eso no estoy seguro de que el siguiente paso vaya a funcionar, será un fracaso más.

—¿Es el de la cita? ¿Ese en donde la plantas y luego vas a pedir perdón? —cuestiona Tyler.

—Sí, ese mismo. Pero si no tiene ningún interés en mí, puede que no me perdone y no quiera verme nunca más.

—Bueno, en cualquier caso, es una forma de descubrir si esa chica es capaz de sentir algo negativo —dice David mientras coge una patata y la moja en la salsa rancia de la cafetería.

—Sí, es perfecto. Además, ¿cómo puede salir mal eso? Si quedáis y no asistes, no le quedará más remedio que marcharse. Queda con ella en el Parque Einstein, desde mi casa se ven todas las partes de ese parque, allí podemos ver su reacción —propone Tyler.

—Sí... puede que funcione. ¿Pensáis que es buena idea? —digo para los restantes del grupo, David asiente, pero Chad se abstiene sin mirarme a la cara—. ¿Chad?

—Yo pienso que deberías dejarlo, no se enamora de ti, no es la típica chica que cae fácilmente, ¿para qué seguir? Es absurdo.

—Porque es un reto personal, puedo enamorar toda clase de chicas, incluido a Sam. Es lo que siempre he dicho y va a seguir siendo así.

— Pues deja tu estúpido orgullo para otra, estoy harto de este tema de Sam, solo hablas de ella —dice y acto seguido se levanta de la mesa dejándome con la palabra en la boca.

—Yo no hablo solo de Sam —comento para los demás, pero estos se miran y se sonríen levantándose de la mesa.

«¿Qué rayos le pasa a todo el mundo?»

Yo no hablo todo el tiempo de Sam, qué estupidez.

Me levanto también con intención de volver a clase. Pero a lo lejos se ve el cabello anaranjado estridente de Sam y camino hacia ella para comenzar con el nuevo plan. La última vez que la vi fue en la biblioteca del Easton High, sí, cuando ocurrió el malentendido del cual prefiero no hablar. Después de eso sentí que flotaba en el vacío mientras me hablaba sobre la estructura del trabajo y los contenidos. Pero yo estaba siendo un robot. Solo hacía lo que ella me indicaba para comenzar con el trabajo.

Pensé que todo sería distinto, pero ella creyó otra cosa y todo se fue al traste de nuevo. Quizás sea cierto y no puedo enamorar a Sam de ninguna forma, pero esto se ha convertido en todo un reto que debo cumplir. Aunque quizás se trate solo de una señal y que debería jubilar mi lista de pasos de una vez. Después de todo, es mi último año y pronto iré a la universidad.

Quizás debería madurar.

¡Já!

Calla, consciencia.

Cuando finalmente llego hasta la pelirroja, se da cuenta de mi cercanía hacia ella y me sonríe.

«Cómo no».

Entonces, sin haberlo previsto, comienzo a sentirme un poco avergonzado por lo de la última vez, lo que provoca que me pase la mano por el pelo sin saber muy bien cómo empezar.

—Ahm... Hola, Sam —digo finalmente.

«¿Eso es todo, Chris? Así nunca vas a conseguir nada».

—¡Hola, Chris!

—Estás... muy guapa hoy —digo en un intento de flirteo. Después bajo la vista para observar mejor su vestimenta.

Lleva un vestido de color negro de manga corta y de altura por encima de las rodillas, con flores color naranja estampadas en él. Sus pies siguen descalzos como de costumbre y sin importar lo que la gente opine sobre ello. Es curioso porque eso me hace pensar en que yo soy todo lo contrario y las opiniones del resto son las que me llenan. Y visto así resulta penoso. Quizás debería aprender un poco de Sam.

—Gracias. —Vuelve a sonreír, aunque esta vez sin mostrar su dentadura.

—Creo que debemos seguir con el trabajo. Así que, he pensado que podríamos ir a la biblioteca pública. ¿Qué te parece si te espero en el Parque Einstein mañana a las cuatro?

—¿Quieres quedar conmigo? —cuestiona arrugando las cejas, quizás la confusión es la expresión que más utiliza junto con la sonrisa.

—Sí... ¿te parece bien? —digo sin conocer muy bien la razón de su reacción.

—Déjame pensar... —Coloca una mano en su barbilla desviando la vista hacia arriba—. Sí, está bien. —Su expresión cambia de forma repentina y vuelve a enseñar sus blancos dientes.

—¡Genial! Pues... nos vemos allí.

—¿Me lo prometes? —se apresura a decir.

—¿Qué?

—¿Prometes que irás?

—Sí... claro. ¡Hasta mañana!

Y antes de que ella pudiera decir algo más, salgo prácticamente corriendo de su lado. Ella tiene algo que me pone nervioso, y puesto que las cosas no están saliendo como quería, no me gustaría estropearlo más.

La mañana sucede y la euforia del viernes se deja ver a la hora del fin de clases. Todos se despiden y se desean un feliz fin de semana. Para todos es un alivio poder volver a sus respectivas casas...

—¡Angelito! ¿Cómo ha ido el día?

«Pues para mí no tanto».

Mi madre acude a mí para abrazarme y seguidamente besar y tirar de mis mejillas haciendo que éstas se enrojezcan.

—Mamá, para... ¡Mamá! Ha ido bien, supongo.

—Hoy tu padre tiene que trabajar hasta tarde y no cenará con nosotros —anuncia apenada.

—Ajá... —Muestro indiferencia y continúo adentrándome en mi casa.

—Ha llamado Brenda. —Ella es la madre de Georgina, la señora Parker—. Mañana es el concierto de violín de Georgina, nos ha guardado entradas y comienza a las nueve. Prepárate para entonces.

—Sí... está bien, mamá.

«Genial, menudo plan para un sábado por la noche».

Termino la conversación subiendo las escaleras hacia mi habitación. En estos momentos tenía pensado dormir toda la tarde como cada viernes, sin embargo, necesito justo lo contrario, necesito un chute de adrenalina. Así es que, me coloco los cascos y pongo la lista más estruendosa que tengo en mi móvil a un volumen algo más elevado. Comienzo canturreando las canciones sentado en mi cama, pero como siempre, me dejo llevar cuando vienen las partes que más me gustan y entonces finjo tener una guitarra sobre mis manos.

Esto era justo lo que necesitaba para recargar fuerzas, está calmando la ira interna que tenía retenida desde hacía unas semanas y es posible que sean numerables cosas las que la originen, pero todas me llevan a una en común:

Sam.

El hecho de no poder hacer lo que quiero con ella me frustra y necesitaba, recalco, NECESITABA, sacarlo de dentro de mí con urgencia.

Cuando la música deja de sonar, me miro en el espejo cuestionándome si es que realmente no le resulto atractivo. No sé, ¿qué puede gustarle? ¿Pelo largo? ¿Otro estilo de ropa? Me siento cómodo siendo como soy, pero quizás si hiciera algo de ejercicio...

Niego con la cabeza intentando quitarme los pensamientos de mi cabeza. Soy muy atractivo y muchos me tienen envidia por ello. La gran mayoría me tiene como uno de los más populares del instituto, si a Sam no le intereso, ella se lo pierde.

De un salto me tumbo sobre mi cama dedicando mi vista al blanco techo el cual no dice nada especial. Pero, de esta forma puedo imaginar infinitas cosas en él y es lo mejor cuando solo quieres pensar, que es lo que hago mucho últimamente.



Cojo mi chaqueta de cuero, me pongo las botas y arreglo un poco mi cabello. Remato guiñándome un ojo a mi yo del espejo. Efectivamente ya es sábado, y por la tarde, en breves instantes se llevará a cabo mi sexto paso.

Al salir de mi casa, desvío la vista por un momento hacia el cielo, comprobando que la chica del tiempo no se equivocaba y que probablemente lloverá. Vuelvo a entrar para coger el paraguas y luego proseguir mi camino hacia la casa de Tyler.

—¡Hasta luego, mi angelito! —grita mi madre desde el salón y no sería de extrañar que hasta los vecinos se hayan enterado de que voy a salir. Ruedo los ojos y respondo cerrando la puerta.

El motor de la moto de Chad resuena entre las tranquilas calles de mi barrio en Astoria Heights hasta llegar a mi ubicación. Él me ofrece mi casco habitual para después proceder a colocármelo.

—Ey —saludo y chocamos nuestros puños como de costumbre.

Chad, por fin, recuperó su moto y con ella, su chupa de cuero junto a sus gafas de piloto. No puede dejar más claro su rebeldía con el mundo. Uno de sus grandes sueños siempre ha sido recorrer mundo él y su moto, piensa que no necesita tener a nadie para ser feliz, en ese aspecto creo que exagera un poco.

Llegamos al apartamento de Tyler, el cual ya mencioné que vive con su abuela, a la que cuida y ama como no lo ha hecho con nadie. Al entrar, nos dirigimos al salón directamente, en el cual se encuentra ya David que habla con Margaret.

—Abuela, deberías ir ya a dormir la siesta, luego estarás cansada y sabes que no te viene nada bien —aconseja Tyler.

—Ya quisieran muchos tener mi cuerpo, que sabrán los médicos de esto —se queja golpeando levemente su pantorrilla derecha.

—¿Qué tal, Margaret? Cada día te veo mejor —digo dándole un abrazo. Realmente todos le tenemos cariño y es como si fuera abuela de todos.

— Y tú cada día estas más bueno, si yo tuviera diecisiete de nuevo te digo que no te dejaba ir.

Sí, es una señora bastante enrollada.

Sonrío hacia sus palabras.

—Seguro que eras un pivón de joven —añade Chad saludándola con otro abrazo.

—Lo cierto es que sí... pero los años pasan y al final acabas echa una pasa, y alimentándote de pastillas el resto de tus días. Mírame a mí si no me crees. No debéis desperdiciar el tiempo, vivid todo lo que podáis, no sirve de nada esperar al futuro, no dejéis para mañana lo que podáis hacer hoy —nos advierte con el dedo.

—Sí, abuela, por eso tú debes descansar, para mañana seguir estando así de bien —comenta Tyler ayudándola a levantarse.

—Divertíos, no os preocupéis por mí. Si queréis un nido de amor, ya sabéis dónde venir, las puertas están abiertas. —Margaret comienza a dar pasos dificultosos para ella, pero Tyler la ayuda agarrándola del brazo—. Y Chris, deja de hacer sufrir a las pobres chicas, el destino te lo va a devolver. Todos tenemos a alguien preparado para nosotros, y vas a caer en sus encantos, ya verás, solo espera. Sé que Chad nunca me va a hacer caso, es todo un rebelde, pero tú, sé que no eres así. —Sus consejos hacia mí me hacen pensar qué es lo que le hace creer que no soy como Chad respecto al amor.

Me limito a sonreír y a asentir.

—Descansa, Margaret —deseo antes de que atraviese el umbral de la puerta.

Me siento en el sofá junto a David. La PlayStation está puesta justo debajo de la tele y la mesa de café está ocupada por un montón de clases de patatas fritas, ganchitos, golosinas y bebida para pasar la tarde. A los pocos minutos, Tyler regresa a la sala con un par de juegos para la consola, en los que David está muy interesado en ver.

—¿No querrás una revancha, Tyler? Sabes que soy el mejor —farda David, y lo más odioso es que tiene razón, no hay quien le gane en su terreno.

—Algún día caerás, Campbell. —Señala con el dedo índice—. Chris, por aquella ventana se ve muy bien la plaza, puedes observar allí a Sam.

Asiento y acto seguido me levanto para posicionarme justo delante de esta. Hace quince minutos de la hora acordada. Abro las cortinas dejando entrar toda la claridad, que, aunque es poca debido al tiempo de hoy, ciega bastante. Efectivamente se ve toda la plaza con detalles, tampoco es muy grande. Y allí, a lo lejos, puedo ver a Sam, su cabello siempre la hace visible. En un momento siento pena, pero se desvanece enseguida al recordar todo lo que ha provocado dentro de mí esta chica.

—Allí está —digo para los demás y entonces sonrío—. Solo queda esperar y ver su reacción.

—¿Juegas, Chris? —pregunta Chad desde el sofá.

—En cuanto la vea marcharse, no faltará mucho para eso.

—Está bien —responde no muy contento.

Al ver que después de media hora sigue allí sentada, mirando a todas partes, decido coger una silla y acomodarme a esperar a que decida marcharse. Es increíble que después de más de media hora que lleva ahí sentada, aún siga impaciente, puedo ver su aspecto de felicidad desde aquí. Supongo que pensará que me estoy retrasando.



—¿Aún no se ha ido? —se acerca Tyler poniendo una mano en mi hombro y observando por la ventana. Ya ha pasado una hora y sigue allí sentada.

—¿Por qué no se va? ¿Acaso no piensa que no voy a llegar?

—Es raro de cojones —opina David.

—Ven a echar una partida, ya se irá —propone Tyler volviendo a su asiento.

—Tienes razón. —Me levanto de la silla y cierro las cortinas para luego reunirme con los demás.

Me sirvo algo de soda, tomo unos ganchitos en mi puño y me siento a ver la partida que estaban jugando Chad y David.

Al final, una partida se convirtió en seis o siete, perdí la cuenta. Han pasado algo más de dos horas desde que quité la vista a la ventana. Supongo que Sam se marchó hace ya mucho, y ahora posiblemente está enfadada conmigo. Pero de esto se trata este paso.

Decidimos parar de jugar para ver algo en la tele. Pronto tendré que marcharme para ir al estúpido concierto de Georgina al que me veo obligado a asistir. En estos momentos, mis deseos de irme a la universidad aumentan. Me iré lejos y no tendré que hacer este tipo de cosas o cenas familiares en las que tías que no he visto en mi vida me pellizcan las mejillas hasta dejarlas moradas y me dicen lo guapo que soy. Quiero librarme de todo eso, como lo hace mi hermano mayor. Suertudo.

—¿Tienes pensado qué le dirás mañana? —me pregunta David respecto a Sam.

—Sí, siempre sé qué decir.

—¿No podemos olvidarnos de esa por un día? —Chad no puede evitar sentirse molesto debido al tema y me gustaría saber cuál es su problema.

—¿Qué tienes en contra de que quiera enamorarla, Chad? Estás muy raro últimamente. —Tomo un sorbo de soda.

—¿Qué yo estoy raro? Dime, ¿cuándo has hablado tanto de alguna de esas chicas? ¿Cuándo te han importado los sentimientos? ¿Por qué ahora te interesa que sienta algo o no por ti? Solo quieres que estén a tus pies, eso es todo. Ya te he dicho que deberías abandonar, es evidente que no está bien de la cabeza.

—No digas eso de ella —contesto molesto.

—¿Veis? —habla a los otros, los cuales se encuentran sentados observando nuestra pequeña discusión—. Esa chica te está ablandando, Chris, no caigas.

—Chad, lo tengo todo bajo control, no te preocupes. Está bien, no os hablaré sobre el tema más

—Eso espero. Pero, recuerda una cosa: Nunca vayas detrás o saldrás tú herido.

—Habla el sabio del amor —se burla David.

—Cállate, al menos así no voy llorando por los rincones —reprocha Chad a David.

—¡Parad ya! Molestareis a Margaret. —Se levanta del sitio Tyler para poner orden.

Hago lo mismo con intención de estirar el cuerpo y caminar por la sala. Mis pies marchan sin rumbo, pero me llevan por mi curiosidad hacia la ventana. El querer asegurarme de que no está sobrepasa mis deseos. Me planto frente a la ventana, y aun sin correr la cortina, noto que ya ha oscurecido y la ciudad ya es iluminada únicamente por las luces callejeras. Decido abrirlas y ver a través de ella el lugar donde estaba Sam sentada.

Se me corta la respiración de inmediato, mis ojos se agrandan y un sentimiento de culpabilidad aparece desde mi interior al ver que después de horas, Sam sigue allí sentada. La carretera está algo mojada y a través de las farolas puedo ver las leves gotas que están comenzando a caer del cielo nublado.

«Sam, si puedes escucharme, vete de ahí. ¿Por qué te quedas?»

—No puedo creerlo... —digo en casi susurro, lo suficiente como para que los chicos me escuchen y se acerquen a observar lo que mis ojos están presenciando, exceptuando a Chad, el cual se limita a resoplar.

—¿Qué hace aún ahí? —cuestiona Tyler igual de alucinado que yo.

—Esto mejora por momentos —ríe David.

—Se va a constipar si sigue ahí parada —hablo con preocupación en mi tono de voz, y lo cierto es que si enfermara la culpa sería completamente mía—. No puedo dejarla ahí.

—Chris, no, no vayas, lo vas a echar todo a perder. —Me retiene David del brazo—. Estará a punto de irse, ya es tarde.

—Se ha pasado ahí sentada toda la tarde, ¿qué te hace pensar que se va a ir ahora? Si le pasara algo no me lo perdonaría. —Me deshago de él, cojo mi chaqueta y mi paraguas para salir por la puerta—. Y Chad... —añado justo al pasar por su lado, sin necesidad de enfrentarlo—. Esto es cuestión de ser humano, no por lo que estás pensando.

Sé perfectamente qué está pensando. Cree que siento algo por ella, pero no es así. El amor es un sentimiento absurdo y que solo sirve para causar daño, algo que ambos sabemos. ¿Por qué debo sentirlo? ¿Por qué sufrir? Pero en este caso, no acudo hacia ella porque esté sintiendo algo, sino porque existe algo llamado humanidad, ser humano. No puedo dejar que una persona coja una enfermedad por mi capricho, eso es llegar a un extremo y tener una mente muy fría. Quizás tampoco se cumpla este paso, pero al menos sentiré que he hecho una buena acción.



Tercera persona

El sol ya se había ido hace rato, las luces de la plaza están encendidas y cada vez hay menos gente paseando perros, niños jugando a la pelota, ancianos deambulando o padres paseando junto a sus hijos. Quizás sea la hora más peligrosa para estar sola sentada en un banco una noche de lluvia. Sin embargo, Sam sostiene su creencia de que Chris acudirá, ya que habían quedado para seguir con el estudio de las mariposas.

La pelirroja ya lleva mucho tiempo sentada en un banco al lado de una farola que al menos la ilumina. Su postura es recta, posando sus manos sobre sus pantorrillas y porta su bolso sobre su hombro. Sus ojos no dejan de mirar hacia los lados esperando a que su quedada llegase.

Tras mirar su reloj una última vez, se da cuenta de que ya es tarde, y sabe que no son horas para que esté sola por la calle como le tienen dicho. Una gota cae por su descubierto brazo, y poco después caen unas cuantas más. Lamenta no haber traído una chaqueta o algo para abrigarse pues cada vez llueve con más fuerza. Su alegre rostro de siempre se va desvaneciendo, se da cuenta de que puede que Chris no vaya a asistir. El entusiasmo que sentía al saber que alguien quería pasar un rato con ella, finalmente se esfuma. Se abraza a sí misma, agachando la cabeza para resguardarse del frío y suspira.

De repente, la lluvia deja de caer sobre ella, pero aun la sigue escuchando caer. Levanta un poco la cabeza y se da cuenta de que alguien está delante de ella. Lentamente recorre el cuerpo del sujeto que está delante hasta llegar al rostro. Sonríe de oreja a oreja al ver que se trata de Chris, que la resguarda de la lluvia con su paraguas. Ella estaba en lo cierto, iba a venir y allí estaba.











Continuará... jé
PD: Feliz Año nuevo ✨

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