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CAPÍTULO 40


Chris

—Chris, me gusta más este —repite mi madre con esperanzas de que yo esté de acuerdo—. Aunque por otro lado... este de aquí se ve más elegante.

—Mamá, ambos son trajes y son negros, ¿dónde está la diferencia?

A veces pienso que es mi madre la que va a asistir al baile y a la graduación en mi lugar. Está demasiado orgullosa de que sea el segundo de mi curso con mejores notas y está exhausta con la idea de que termino esta etapa de mi vida, recordando la suya múltiples veces.

En cuanto a las notas, mi media ha sido la principal razón por la que las universidades que solicité han aceptado mi solicitud sin pensarlo demasiado, otorgándome becas por ser matrícula de honor, aquello que necesitaba para poder costearme una de las buenas. Me he decantado por aceptar la solicitud de la UCLA, en Los Ángeles, al otro lado del país. Sé que está lejos de todo lo que acostumbro, a cinco horas de avión concretamente, pero me gustó lo que vi, sentí que era ahí donde debía ir.

—¡Pues claro que hay diferencia! Y bastante clara. —Coge uno de los trajes seleccionados y lo señala—. El cuello de este es más picudo que el otro, que es más redondo. ¿No lo ves?

—¡Por Dios, mamá! ¡Elige uno! Me da igual cuál —le exijo sentándome en uno de los sofás acolchados de la tienda.

Los dos trajes son lo suficientemente adecuados para cualquier vestido que Sam vaya a llevar. ¿Por qué calentarse la cabeza con algo tan simple? Pero claro, ella es la que paga, con lo cual, no puedo quejarme demasiado.

Compré las entradas para el baile el primer día que se pusieron a la venta. De hecho, fui uno de los primeros, el resto está preocupado en pedirle a alguna persona que sea su pareja de la forma más original y romántica posible. El baile se celebrará en un lujoso recinto para fiestas cerca de la ciudad, todo organizado por PJ y su equipo.

Lo tengo todo pensado, le diré a Sam que me entregue su mochila ese día con todo lo necesario para quedarse a dormir en mi casa. Entre mis amigos, contrataremos una limusina en la que todos podamos caber sin problemas y que nos recoja en orden. Es nuestro último baile, hay que celebrarlo por todo lo alto, aunque cueste un poco más de nuestro dinero. Una vez todos estemos en el baile, beberemos, comeremos, nos dejaremos llevar por la música, bailaré pegado a Sam dándole múltiples besos y también bailaremos todos juntos. Después, iremos un rato a la fiesta post-baile, probablemente hasta que todos estén borrachos, entonces Sam y yo iremos juntos a comer comida basura. Y, por último, la llevaré a casa, donde nos besaremos numerosas veces antes de irnos a dormir por separado. Es perfecto.

—Bien, supongo que tengo que elegir uno... —Coloca una mano debajo de la barbilla y la otra en la cintura a modo de jarra—. ¡Cuello redondo! ¡Ya está!

—¡Por fin! —Levanto las manos.

—No pensé que sería tan difícil.

—Estoy de acuerdo. —Me levanto del sofá de la tienda, dispuesto a pagar el dichoso traje y marcharnos de una vez.

—¡Ahora a por la corbata! ¿O prefieres pajarita?

—Presiento que tardaremos más con eso que con el traje.

Finalmente, tras perder toda una tarde buscando todo lo necesario, llego a casa exhausto. Por lo general, me gusta ir de compras, pero ir con mi madre es un verdadero calvario lleno de inseguridades. Por otro lado, ya tengo el traje perfecto para una noche que siempre recordaré.

Al día siguiente, con las entradas bien guardadas en mi cartera, me apresuro en buscar a Sam por los pasillos. No se encuentra junto a su taquilla como suelo encontrarla a veces, lo que me dificulta la búsqueda. Pero consigo verla, sentada en uno de los bancos de fuera, mirando un libro con curiosidad y bastante concentrada.

Habíamos estado algo distanciados debido a la cantidad de exámenes que se nos han venido encima, y mantener el segundo puesto con mejores notas no es fácil. Jamás en mi vida había estudiado como este año, antes todo salía solo. El problema ha sido el hecho de estar pensando únicamente en una persona y haberme centrado más en la forma de conquistarla que en saber resolver el problema de matrices en matemáticas.

—¡Sam! —Corro hasta estar delante de ella—. No te encontraba.

—¡Hola! —Levanta la cabeza en mi dirección mostrando una amplia sonrisa—. Dentro hoy había demasiado ruido. Esperaré a que todos entren.

—Está bien, pero procura no llegar tarde, puede ser que te castiguen.

—No lo haré. ¿Qué pasa? Estás sudando.

—Me he recorrido todo el edificio buscándote, ¿esperas que no sude?

Se ríe.

—Pues ya me has encontrado.

—Gracias a Dios. —Me siento a su lado intentando volver a respirar con normalidad—. Oye, ¿sabes ya qué te vas a poner para el baile?

—¿Qué baile? —pregunta arrugando las cejas.

—El baile de graduación, ¿no lo sabías?

—Ya hubo un baile este año, ¿para qué hacer otro?

—Lo sé, pero este año nos graduamos, así que tenemos otro más al que ir.

—¡Ah! Pues, respondiendo a tu pregunta, aún no lo sé, pero te lo diré en cuanto lo sepa.

—¡Genial! —Me reafirmo sobre el asiento.

—Por cierto, ¿quién será tu pareja? —cuestiona arqueando las cejas y no puedo evitar soltar una carcajada—. ¿De qué te ríes?

—No pensé que fuese a ser necesario a estas alturas, pero, Samantha, ¿quieres ser mi pareja para el baile de graduación? —Saco las entradas mostrándole las dos que compré hace unos días.

—¡Oh! —Se asombra al verlas cogiéndolas con ilusión, adoro sus expresiones, son tan tiernas que me la comería a besos—. ¡Claro que sí!

—¿Pensabas que iba a ir con otra chica, Sam?

—Hasta hace un momento no sabía que había baile de graduación.

—Eso es cierto. Por curiosidad, ¿cómo reaccionarías si yo le diera estas entradas a otra chica?

—No me gustaría.

—¿Por qué?

—Porque yo quiero ir contigo. ¿Tú no quieres ir conmigo?

—Contigo iría al fin del mundo si ocurriese, Sam. Era solo una suposición —digo con calma acercándome a ella, echando un brazo sobre sus hombros y depositando un beso sobre sus labios—. Va a empezar la clase. ¡Oh! Y no me esperes para comer, tengo un examen y voy a estudiar antes.

—Vale.

Me levanto del banco de piedra dispuesto a marcharme, pero antes me inclino para dejarle un beso en sus labios por última vez.



Tercera persona

Hoy Sam ha decidido sentarse junto a Chad, PJ y David. Ella ya ha recibido el dinero de Chris y se ha comprado su comida. Con la bandeja en las manos, camina en busca de sus nuevos amigos que se encuentran en la misma mesa de siempre, hablando entre ellos y recibiéndola con un saludo acompañado de una sonrisa.

—Chris está estudiando para un examen que tiene después —informa al resto—. Creo que Tyler también.

—Nos lo dijo —afirma David comiéndose una patata—. Comeremos sin ellos.

A Sam le hubiera gustado que Chris estuviera allí, hoy lo necesitaba a su lado. Pero un día es un día, piensa.

—Bueno, Sam, ¿en qué universidad estudiarás? —pregunta ahora PJ, echando sus brazos cruzados sobre la mesa.

—Supongo que en la de Nueva York, aún no me he decidido —responde la pelirroja mientras comienza a comer.

—¿Y qué pasará con Chris? —habla David.

—¿A qué te refieres?

—Pues que Chris se va a ir lejos —responde Chad sin tapujos, a diferencia de David que pensaba decirlo con más delicadeza.

—¿Por qué se va a ir lejos? —La preocupación de Sam aumenta. Él le dijo que no se separarían nunca.

—Él siempre ha dicho que estudiaría fuera de aquí. Creo que California.

—Pero... él no se puede ir. Me lo prometió. —Su tono de voz se vuelve débil y quebradizo.

—Escucha, Sam. A lo mejor piensa quedarse aquí por ti, pero eso no lo sabemos, así que es mejor que habléis. —PJ intenta tranquilizar a Sam, pero ella comienza a ponerse nerviosa rascando sus brazos.

Sin decir nada más, deja su comida encima de la mesa, se levanta del sitio y se marcha desapareciendo entre la gente.

—Me parece que tendríamos que haber obviado la pregunta —dice David intentando seguirla con la mirada.



Chris

Ayer acabé mi último examen en el instituto. Era uno bastante importante y no podía permitirme pensar en nada que no fuera la materia de la que me examinaba si quería mantener la nota. No me reconozco, hasta hace un año no me importaba en absoluto mi futuro, solo me interesaba en las fiestas, emborracharme y en romper corazones.

Busco a Sam por el instituto. Ahora que se acabaron los exámenes, podemos empezar a planear el verano juntos. Solo me apetece pasar tiempo con ella y darle todos los besos que pueda. Me gustaría llevarla a la playa o al bosque de acampada, que tenga nuevas experiencias que contar más allá de lo que pone en los libros. Que tenga la suficiente confianza en sí misma como para salir de su casa toda una semana. Y quién sabe qué más cosas podremos vivir, pero lo verdaderamente importante es que estemos juntos.

Sin embargo, no logro verla en todo el día. Por la tarde decido llamarla, pero tampoco lo coge y no me gustaría tener que llamar a su casa para hablar con su padre en el caso de que lo cogiera.

Un día después, descubro que todo el mundo está volcado en la graduación y en el baile, los nervios están a flor de piel, y algunos aún están haciendo exámenes de última hora intentando recuperar lo que han suspendido antes. Pero Sam parece que tampoco ha venido hoy.

—¿La habéis visto? —pregunto a mis amigos, los cuales están hablando junto a las taquillas.

—No —contestan prácticamente al unísono.

—Joder...

—¿Desde cuándo no la ves? —pregunta PJ extrañada.

—La vi ayer antes de la comida, estuvimos hablando del baile y después del examen ya no estaba.

—No estarás pensando... —David se dirige a PJ.

—¿En qué? —pregunto y ella se gira hacia mí.

—Es que ayer, durante la comida, le preguntamos dónde estudiaría... ella contestó que aquí y le planteamos la posibilidad de que tú quisieras irte a otro sitio como siempre has venido diciendo.

—Entonces se puso nerviosa y se fue —termina David—. Quizás si Chad no hubiera sido tan directo.

—¡Oye! A mí no fue a quien se le ocurrió sacarle el tema —se queja este.

—¡Pero no era necesario decirle que él se iría! —le reprocha PJ.

—¿Le habéis dicho que me iré lejos de ella?

—Lo siento, Chris, se nos fue de las manos, nos olvidamos de su pequeño problema y ahora se lo habrá tomado literal —se disculpa la misma.

Estoy seguro de que se pensará que me iré de su lado para siempre, que la dejaré aquí sola y es cierto que era una posibilidad. Pero como también lo era que ella se viniese conmigo, no tiene nada decidido y ella ha sido también aceptada en la UCLA, solo necesitaba sentarme con su padre y plantearle la idea de que ella pudiera acompañarme, yo la cuidaría. Ese era mi plan.

—¡Chris! —Grita alguien justo por detrás de mí, es la voz de un hombre al que reconozco—. Menos mal que te encuentro.

—¿Qué pasa, señor Jones?

De nuevo el orientador, el cual se alegró inmensamente cuando le conté que ya sabía lo que quería hacer con mi vida y eso incluía asistir a la universidad. Le di las gracias por ayudarme con el papeleo y la carta de presentación, no sé qué hubiera hecho sin su ayuda.

—Tienes que preparar el discurso de graduación, lo harás tú finalmente.

—¿Qué? ¿Por qué yo?

—Porque la persona número uno con mejores notas está de baja, así que lo harás tú que eres el segundo.

Dejo de respirar. Todos sabemos que Sam era la primera alumna con mejores notas, ¿y se ha dado de baja?

—¿Qué le ha pasado a Sam? —pregunto con miedo.

—En teoría no debo dar información privada, pero... Haré una excepción dada tu expresión. Su padre ha llamado esta mañana, al parecer ayer tuvo un ataque fuerte, tanto que se lastimó a sí misma y ha decidido darla de baja. Con lo cual no podrá asistir a los últimos días de clase, ni al baile, ni a la graduación.

—¡Oh, Dios mío! —PJ se lleva la mano a la boca—. Pero, ¿sabes si está bien?

—Él solo me dijo que no iba a poder asistir los últimos días, por suerte ya terminó sus exámenes y ha podido graduarse, aunque no pueda celebrarlo.

No sé bien qué decir o qué pensar.

Tampoco sé qué hacer exactamente. Sé que esos ataques le han estado dando tiempo atrás, ¿pero por qué la ha sacado del instituto ahora? Eso me hace pensar que ha sido más grave aún que otras veces.

—Tengo que verla.

Sin dejar que los demás me paren los pies, o que se ofrezcan a acompañarme. Me hago con mi skate y voy lo más rápido que puedo hasta una parada de bus, allí cojo uno que me deja cerca de la zona residencial donde vive la familia Van der Walt. Al llegar, vuelvo a subirme a mi nuevo skate que ella me regaló, y voy hasta su casa.

Llamo al telefonillo de la entrada, donde a través de la cámara, soy reconocido facialmente. Camino hasta la puerta y justo allí me espera la ama de llaves, Gretta.

—¡Christopher!

—¡Necesito ver a Sam! —La esquivo, pero ella me coloca la palma de su mano derecha en mi pecho impidiendo que siga caminando.

—Samantha no está.

—¿Dónde está? ¿En el hospital?

—No.

—¿Qué? ¿Y entonces, dónde está?

—El señor Van der Walt no quiere que dé información —sentencia con una expresión fría y distante, no parece la misma de siempre.

—Vamos, soy su novio, no esperes que me quede quieto sin saber qué es lo que le pasa.

—Lo siento, no puedo.

—Escucha, llevo casi dos días sin verla, y de repente me dicen que tuvo un ataque contra sí misma y que su padre la ha sacado del instituto cuando los días están contados. Necesito saberlo. Tú sabes lo que siento por ella... entiende por lo que estoy pasando. Por favor, dime dónde está.

Se queda callada un instante manteniendo la compostura. Puede que él la haya amenazado con despedirla o algo parecido y por esa razón no quiere contarme nada.

—Esto después me va a pesar... —Suspira—. Ayer tuvo un ataque nada más llegar del instituto y fue fuerte. No pudimos controlarla y su padre no sabía qué hacer con ella, tuvo que llamar a la clínica para que alguien viniese a tranquilizarla. Grace estuvo aquí toda la tarde. Nunca la había visto así, Chris. Y el señor Van der Walt estaba completamente de los nervios. Al parecer, Grace le estuvo informando sobre varias opciones que puedan ayudarla y seleccionó un centro cerca de aquí.

No puedo creer lo que oyen mis oídos.

—¿Un centro psiquiátrico? —digo con cuidado—. Ella no está tan grave.

—No es eso, se trata de algo distinto. Es una asociación cualificada que ayuda a las personas del espectro a convivir en sociedad, tiene residencia, zonas verdes, hacen muchas actividades, además de terapias con psicólogos certificados. Su psicóloga consiguió que le diesen plaza por la noche y comenzaron a hacer sus maletas. La llevaron esta mañana. Según Grace, no está preparada para los cambios que se le vienen y estar allí donde va a ser tratada durante todo el día, le hará muy bien para su futuro.

No me siento nada bien al saber que quizás la noticia de que me iba a ir lejos haya desencadenado todo esto. Estoy casi seguro de que esa ha sido la razón. Y es verdad, Sam no estaba preparada para una noticia así. Pero, no es ese mi plan y me arrepiento de no habérselo contado antes.

Mierda.

Puede que aún pueda evitarlo.

—Gretta, necesito que me digas dónde está ese sitio.

—Sabes que no puedo hacer eso, ya he hablado suficiente.

—Y usted sabe lo importante que es ella para mí, no pueden llevársela de mi lado así como así. Ni siquiera se me ha avisado para acompañarla o despedirme. ¡Tengo que verla!

—Es imposible.

—Por favor. —Estoy desesperado, no respiro con normalidad y sé que ella tampoco lo está pasando bien con esto, es una mujer que quiere demasiado a Sam—. Prometo llevarme toda la responsabilidad si usted sale perjudicada, créame que no le harán nada. Por favor, necesito hablar con ella.

—Necesito que me prometas, Chris, que actuarás de la forma más coherente con este asunto.

—Lo prometo —digo con seriedad, obviando la parte de que mi propósito es sacarla de ese sitio—. ¿Me la dirás?

Da un largo suspiro tras pensar en la situación detenidamente.

—Se encuentra en Westbury, en una asociación llamada "Dandelion".

—¿Westbury? —repito para terminar de creerme que esté tan lejos.

—Si vas a ir, ten cuidado, Christopher, y recuerda lo que te he dicho.

—Muchas gracias, Gretta, y no te preocupes, no te inmiscuiré en nada.

Cojo el skate y me despido de Gretta con un ademán. Hago el mismo recorrido que había hecho antes, con la diferencia de que pongo rumbo a mi casa. Es el momento más indicado para coger el coche, no puede haber otro mejor. No puedo esperar a que algún autobús parta hacia Westbury, se encuentra a una hora de Astoria, no es demasiado para ir conduciendo por mi cuenta. Al llegar a casa, preparo una mochila con lo necesario, puede que se me haga de noche a la vuelta y ojalá fuese con Sam de copiloto.

Nuevo plan desbloqueado: Rescatando a Sam.

—¿Dónde vas? Vamos a cenar en breves —cuestiona mi hermano apoyado sobre el marco de la puerta de mi habitación.

—No tengo tiempo de cenar, tengo algo que hacer.

—¿El qué?

—Kaden, no puedo responder a tus preguntas ahora. Voy a coger el coche de mamá y necesito que me cubras por unas horas.

—Vale, no te preocupes, lo haré.

—¿Lo harás? ¿Ya está? —Levanto una ceja mientras me pongo de pie.

—Sí, ¿por qué te sorprende?

—Bueno, antes siempre encontrabas la forma de fastidiarme y esperaba que fueras a hacerme chantaje o algo así. —Me coloco la mochila al hombro.

—Eso fue hace años. —Resta importancia, elevando los hombros.

—Bueno, pues gracias, te debo una.

Me ofrece su puño para chocar con el mío y así lo hago. Todavía no asimilo que Kaden sea tan distinto a aquella vez que se marchó de casa.

Bajo las escaleras con mucho cuidado, seguido de Kaden, que aún no sé muy bien cuáles son sus intenciones de distracción. Ambos nos miramos una última vez antes de que abra la puerta principal, me dedica una sonrisa torcida y se gira para caminar hacia la cocina donde mis padres preparan la cena.

—¿Qué tenemos hoy para cenar? —Le observo sujetar por los hombros a mis padres, evitando así que puedan girarse.

«Eres un genio, hermanito.»

Aprovecho la situación y abro la puerta con sigilo consiguiendo salir al exterior con éxito. Presiono el botón del mando que hace sonar un pitido en el coche indicando que está abierto. Espero que eso no haya alertado a las personas de dentro, pero creo que ya habrían salido a comprobarlo. Abro la puerta trasera y arrojo mi mochila sobre los asientos antes de volver a cerrarla. Rodeo el coche hasta llegar al asiento del conductor y me aseguro de que todo está en orden.

«Cinturón, espejos, gasolina... Bien.»

Cojo mi teléfono y lo dejo sobre el soporte para poder ver bien el GPS que me guiará hasta Westbury. Meto la llave en el contacto y tras un giro hago rugir el motor. Salir de Astoria no es difícil, e ir por la autovía tampoco, es un viaje tranquilo. Lo hago tan bien, que ni siquiera tengo dificultad de seguir las indicaciones hasta el centro.

Al llegar, noto mis piernas temblar. Recibo un mensaje de Kaden cuestionando si he llegado a donde tenía que llegar, y le respondo que todo va bien por el momento, sé que luego le deberé una explicación. Paro unos segundos antes de entrar, es como si no quisiera verla ahí dentro, pero tengo que hacerlo, tengo que sacarla de ahí como sea, no puede quedarse en un lugar encerrada, ha estado así años y sé que necesita todo lo contrario.

El edificio por fuera no está tan mal, es de nueva construcción y tiene el nombre iluminado. Es de edificación recta y blanca, pero con bastante vegetación. Está anocheciendo y ya tienen las luces encendidas señalando el camino a la entrada. Por dentro resulta ser un sitio normal con un mostrador y sala de espera. La gente camina de un lado a otro, unos llevan una bata blanca mientras que el resto va de uniforme o ropa normal a pesar de trabajar aquí. Busco por todos los rincones por si pudiera verla, necesito decirle que todo va a ir bien.

Al no ver nada, me decido por hablar con el recepcionista, no tengo ni idea si me dejarán verla, pero si no me dejan, tengo claro que esperaré a la hora de visitas durmiendo en el coche si hace falta.

—Te estaba esperando —escucho a mi lado interrumpiendo la que iba a ser mi conversación con el recepcionista.

Su voz es irreconocible, por no hablar de su aspecto, tan intimidante como siempre. Pero no a mí.

El padre de Sam me observa con las manos metidas en los bolsillos del pantalón de su traje, no lleva corbata por lo que debe de llevar bastante tiempo aquí. Rodea mi cuello con su brazo atrayéndome a él y comenzamos a andar dirección a la salida, pero me zafo de su agarre.

—¡No! Si he venido hasta aquí es para llevármela de este sitio y eso es lo que va a ocurrir. Tiene que estar con sus amigos, terminando los últimos días de clase, ir al baile de graduación con su novio, graduarse y pasar el mejor verano de su vida. —Las pocas personas presentes trabajando se quedan perplejos mirándonos, así que decido bajar el tono un poco—. Seguro que tienes tanto trabajo que has decidido desprenderte de ella como si fuera un objeto porque solo te da problemas. ¿Qué clase de padre eres?

—Christopher, ¿damos un paseo? Así podremos hablar mejor.

Me quedo pensando sobre su invitación porque no puedo confiar en él. Nunca ha sabido llevar la vida de su hija, ¿y ahora quiere que sepa desenvolverse internándola en un lugar donde no conoce a nadie?

—Vamos, que no muerdo. Así puedo enseñarte las instalaciones de este lugar.

Me sonríe mucho más relajado, no parece que quiera echarme y hacer que su guardaespaldas me haga desaparecer del mapa. Es un hombre trajeado con aspecto de cansancio por el largo día que se le ha presentado.

Finalmente, accedo asintiendo con la cabeza y camino a su lado siguiendo sus pasos que nos llevan a una puerta diferente, no da al exterior, nos lleva por un pasillo con amplios ventanales que dan lugar al centro del edificio que se encuentra al aire libre.

—Ser padre es algo difícil, ¿sabes? Tienes a una criatura a tu cargo, es tu total responsabilidad y no sabe vivir si tú no se lo enseñas. Algún día vivirás esa sensación si decides serlo. —Caminamos a un paso relajado mientras observo los alrededores—. El problema está en que nadie te enseña cómo debes enseñar a otra persona a vivir. Y quizás yo no estaba preparado para ser padre. Por suerte, es cosa de dos y Amanda lo hacía muy bien. Ella me enseñaba cómo ser un padre y disfrutaba de aquellos momentos. Cuando Samantha comenzó a presentar diferencias en su comportamiento, todo dio un giro al que ninguno de los dos estábamos preparados. —Hace una pausa y traga saliva sin dejar de caminar—. Yo veía a mi hija como alguien normal salvo por una personalidad diferente a los demás y eso no es malo, al contrario. Acepté a Sam como era, pero el resto no. ¿Y había soluciones? Apenas. Los psiquiatras solo mandaban pastillas y nos negamos a drogar a nuestra hija. Después de varios incidentes en el colegio mandé a que estudiara en casa. ¿Qué más podíamos hacer? No sabíamos apenas nada y estábamos desesperados por evitar que ella sufriera. Después de años nos dimos cuenta de que tampoco fue la mejor opción. Por suerte encontramos a Grace, especializada en estos temas y ella es la que la ha estado ayudando a mejorar.

—Lo entiendo. Es desesperante una situación así —comento mirando los alrededores.

Se parece a una residencia universitaria, es acogedora, y por un momento pienso que me llevará con Sam, pero entonces damos a otro pasillo distinto, hay habitaciones con cristales que permiten ver el interior, tratándose de diferentes zonas de ocio donde se puede ver una película, hacer manualidades, tecnología, hasta una zona de fiesta enorme.

—Chris, no es que no quiera que ella tenga novio o sea una adolescente cualquiera que vaya a bailes, fiestas o lo que sea que hagáis. Como padre, lo único que deseo es que mi hija sea feliz, que no sufra, que nadie le haga el más mínimo daño. Y por desgracia, no puedo controlar lo que hacen el resto de personas. Cuando tú empezaste a aparecer en su vida, volvieron los ataques. Detesto verla en ese estado, se arranca la piel con las uñas y grita porque dentro de su cabeza las cosas no están bien. Ella sufre con nimiedades y no sé qué más hacer.

—También detesto verla así —murmuro.

—Vayamos fuera. —Abre una puerta a nuestro lado, dejándome pasar primero.

—Esto es enorme —comento al ver el tamaño del exterior rodeado de los edificios del centro.

Hay numerosos árboles y arbustos, incluso me ha parecido ver algunos gatos por la zona sueltos. Es como un pequeño Central Park, incluso hay un lago en el centro. A lo lejos puedo ver las letras de restaurante, es increíble que todo esté aquí dentro.

—Su diagnóstico ha dado nivel dos. —Le miro con sorpresa—. Me han explicado que no sabe gestionar sus emociones. Samantha tiene que aprender a vivir en este mundo como lo hacemos los demás, es una realidad que a ninguno de los dos nos encanta porque eso implica muchas cosas. Pero siendo sincero, temía que se fuera a la universidad, creo que no está preparada para ello. —Caminamos hasta sentarnos en uno de los bancos al lado del lago, es de noche, pero la iluminación es buena—. Chris, entiende que no soy yo el que lo ha decidido así, y aunque pudiera llevármela a casa de nuevo, yo no podría enseñarle como lo hacen estas personas. Ella lo necesita, es por su bien. Estará aquí un año, es lo que me han recomendado y el programa no está nada mal, mira las instalaciones, puede hacer muchas cosas aquí mientras aprende a relacionarse y a tener una vida versátil. Me gustaría llevármela conmigo allá donde vaya, pero desgraciadamente no soporta esos cambios y debe aprender que la vida tiene cambios continuos que no pueden afectarle tanto como le afectan.

—Tiene que haber otras formas que no impliquen separarla de sus seres queridos, de personas que la conocen.

—Entiendo que yo sea tu enemigo, pero no las hay a estas alturas. Está claro que no está bien, sus últimos ataques le han hecho hacerse mucho daño, y quizás sean por razones absurdas pero que en su cabeza son un problema real que no deja de repetirse en su cabeza. ¿Sabes cuál fue la razón de su último ataque?

—Eso creo...

—Ella supo que te ibas a ir lejos de aquí cuando te vayas a la universidad, no soportaba imaginarse su vida sin ti a su lado. ¿Y crees que es bueno que se haga tanto daño por ese simple pensamiento? A la gente normal le afecta, llora e intenta superarlo buscando otras opciones. Ella no, Chris, para ella es un suplicio. Esta es la mejor opción. —Se acerca a mí dándome un leve empujón con su brazo, y no me queda más remedio que levantar la cabeza para mirarle—. Sé que quieres sacarla de aquí, que seguramente estabas pensando llevártela al mismo lugar donde vayas a estudiar y me prometerías que la cuidarías porque sé que la quieres, si no, no estarías aquí.

Me sorprendo.

—¿Cómo sabe eso? No se lo he dicho a nadie.

Sonríe, y creo que es la primera vez que lo veo hacerlo.

—Lo intuí cuando Gretta me confirmó que vendrías. —No me esperaba que ella fuese a llamarlo, pensé que él se lo había prohibido y más bien parece que sabía que acabaría viniendo—. Mira, Chris, eres joven, vive tu primer año de universidad como Dios manda, no al cargo de una chica con problemas mentales. Si después de todo la sigues queriendo, vuelve y llévatela a donde quieras, siempre que ella esté de acuerdo. Daré mi aprobación. —Me quedo en silencio pensando en todo lo que acaba de decir—. Ese es mi consejo. Pero si piensas que estoy cometiendo otro error ingresándola aquí, puedes llevártela ahora mismo si quieres. Después de todo, has pasado más tiempo con ella que yo en estos últimos meses. Tienes una visita a tu nombre, tú decides cómo usarla.

«¿Y ya está? ¿Así de fácil?»

No, no es así de fácil.

Bien es cierto que la vida de Sam es diferente a la nuestra, lo que para nosotros es una tontería, para ella es tener una piedra en su zapato que no puede quitarse. Y es verdad que lo necesita, necesita a alguien que le explique bien las cosas, que le ponga más retos de los que le he podido poner yo para que pueda solventarlos. Después de todo, aquí no le harán nada malo, solo harán que se adapte a la vida diaria. Pero no soporto el hecho de irme sin ella, de que se quede aquí sin poder salir, sin tener libertad. Me molesta que la haya metido aquí antes de poder disfrutar de su graduación, de su último baile de instituto. Le han arrebatado esas últimas experiencias en el instituto y eso no es algo que podamos revivir de nuevo.

Yo imaginaba poder empezar la universidad junto a ella, alquilar juntos un piso y conocernos aún más en la convivencia. Probablemente habría momentos en los que ambos lo pasáramos mal, pero de todo se aprende y después tendríamos infinitos buenos momentos juntos. Me da rabia que no pueda ser así. ¿Soy egoísta por pensar que conmigo estaría mejor que en un centro especializado?

Puede que sí, o puede que simplemente hable el amor que siento por esa chica. Tengo en mi poder la opción de irme con ella y hacer todo lo que había planeado. Pero no pensé que quizás todo eso no pudiese cumplirse porque ella no quiera, o no pueda soportarlo. Aun así, estoy dispuesto a pasar por lo que sea hasta conseguir que esté cómoda a mi lado, después de todo, ha demostrado que soy importante para ella al igual que lo es para mí. Puedo hacerlo, dar el paso y solicitar sacarla de este lugar. Aunque, por otro lado, es posible que este lugar sea clave para su vida y yo le estoy arrebatando la oportunidad solo porque yo considero que es lo mejor.

Dos opciones y una sola decisión.

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