CAPÍTULO 37
Chris
Para mi buena suerte, a pesar de que Greta se enteró de que Sam se perdió, solo recibí una reprimenda, pero prometió no contarle nada al señor Van der Walt y eso fue suficiente para mí. Sam también tuvo una charla con ella, aunque yo no estuve presente. Después de lo que vivimos en Manhattan, creo que no podremos visitar otro lugar en un tiempo, o al menos hasta que se le olvide.
Pero, por otro lado, aquel día nos sirvió para descubrir nuevas emociones y he aprendido a no perderla de vista por lo menos hasta que me asegure de que es consciente de las consecuencias. También que no debo dejarla sola en un sitio con posibles mariposas revoloteando. El tiempo pasa, y aún estoy enseñándole cosas nuevas a Sam, sé que le vienen bien y si a eso sumamos los momentos cariñosos y románticos, mejor que mejor. Su psicóloga está bastante contenta con los avances que Sam está consiguiendo y me da algunos consejos para hacer con ella que refuercen aún más su vida social, yo encantado los cumplo.
Hoy hace un buen día de domingo, y no estaría mal hacer algo al calor del sol que ofrece la recién llegada primavera, así que me decido a hacer algo con Sam. Estamos enviándonos mensajes durante todo el día, de esta forma ella mantiene el móvil pegado a ella y no se le queda por algún lugar perdido, además de que así podemos hablar más a menudo.
Con el móvil en la mano, observo que contesta a mi mensaje anterior con un sticker de un gato sonriente y no puedo evitar soltar una sonrisa. Adoro cuando descubre cosas nuevas que le gustan.
Chris:
Oye Sam. ¿Quieres hacer algo hoy?
Abro Instagram mientras espero su respuesta y me dedico a ver las historias de las personas a las que sigo. Entonces responde:
Sam:
¿Puedes especificar "hacer algo"?
Vale, tiene razón, debería haber especificado. Quiere que le diga cuáles van a ser las cosas que vamos a hacer y a qué horas del día, por lo que no me queda más remedio que hacer un pequeño horario para que acepte.
Chris:
Primero pasearemos hasta el parque,
me llevaré el skate y te puedo enseñar como te prometí.
Luego podemos comernos unos helados y
después nos iremos en otro paseo de
vuelta a casa, donde podrás
quedarte a cenar, si quieres.
A veces me gustaría llevármela a cualquier sitio y no mencionar jamás la palabra horario, pero si hiciera algo así es probable que le dieran tres ataques y no querría volver a verme. Así que, no me queda otra que adaptarme y ser paciente, confío en que algún día aprenda a vivir sin tenerlo todo planificado.
Sam:
Vale, estaré allí en veinte minutos.
Tal y como ella ha dicho, veinte minutos después, Alan la está dejando en la puerta de mi casa. Hoy está preciosa, como cada día. Lleva el pelo semi recogido, unos pantalones vaqueros ajustados, una camiseta de color verdoso y encima una chaqueta también vaquera, además de sus converse viejas.
—¡Hola, Chris! —saluda nada más acercarse a mi puerta donde la recibo con un beso.
—Hola, guapa. ¿Cómo estás hoy?
—Bien, he tenido una mañana de lectura y ahora estoy contigo, así que bastante bien. ¿Y tú?
Aquí es cuando el cosquilleo hace acto de presencia. Adoro cuando dice que le gusta estar conmigo además de su manera de expresarlo.
—Bien, ahora que has venido. —Agarro su mandíbula con mis dos manos y vuelvo a besarla despertando una de sus sonrisas en cuanto nos separamos—. ¿Nos vamos?
Ella asiente varias veces y yo, con el skate bajo el brazo y mi mochila a mi espalda, le ofrezco mi mano y comenzamos a hacer el camino unidos hasta un parque donde sé que hay una zona especial para practicar. Antes solía ir mucho, pero cuando empecé el instituto, las fiestas y todo el rollo, me parecía cosa de críos. Menudo idiota estaba hecho.
Durante el camino, no deja de hablar sobre las mariposas en esta época del año, y yo la escucho encantado haciéndole varias preguntas que la hacen feliz respondiéndome encantada. Cuando llegamos al parque, hay muchos niños jugando en la zona de columpios, y algunos de más edad donde vamos a estar nosotros, pero es tan grande, que no importa. Saco de la mochila las protecciones y se las coloco a Sam con cuidado.
—¿Crees que lo haré bien? —cuestiona mientras le abrocho el casco.
—Lo harás bien siempre que atiendas a mis indicaciones. De todas formas, voy a estar contigo.
—Bien. ¡Tengo ganas de probarlo!
—A ver, ya estás. Dame la mano y súbete en el skate.
Sam me ofrece su mano izquierda y se sube a la tabla que sujeto con el pie para que no se mueva. Su torpeza en los deportes es uno de los síntomas del espectro, así que no le viene mal practicar de vez en cuando, además de sus clases de baile. Parece que mantiene bien el equilibrio cuando comienzo a moverla por el parque. Está nerviosa porque no puede tener el control completo, pero intentaré enseñarle lo que pueda para que se sienta segura.
—¿Te gusta? ¿Vas bien? —Me aseguro de que no esté incómoda.
—¡Está muy guay! Si pudiera ir sola, sería genial.
Exhalo una risa.
—Te queda un poco para ir tú sola, primero tienes que mantener el equilibrio sin caerte y parece que controlas más o menos bien. Ahora te voy a enseñar a acelerar. Pon un pie en el suelo mientras mantienes el otro sobre la tabla. —Ella hace lo que le digo con cuidado—. Ahora el pie que está en el suelo, es el que se va a encargar de empujarte, así que presiónalo en él y empuja tu cuerpo hacia delante.
Para mi sorpresa lo pilla bastante bien, ha estado mirando cómo lo hacen los de alrededor lo cual ayuda mucho. Avanza un poco desplazándose con el pie en el suelo hasta volver hasta mí.
—Bien, ahora vamos a probar a que hagas esto mismo un poco más fuerte y una vez lo hagas, dejas el pie en el aire.
—De acuerdo.
Las primeras veces no llega a atreverse del todo y una vez lo levanta un poco, vuelve a colocarlo en el suelo por miedo. Pero entonces la animo a dejarlo un poco más sobre el aire y al hacer lo que le digo, avanza con el skate lentamente, pero al menos mantiene bien el equilibrio.
—¡Chris, lo estoy haciendo!
—¡Sí! ¿Ves como si puedes? Hazlo otra vez.
Y no lo hace una sola vez, lo repite hasta diez veces más dándole un poco más fuerte, pero sin ir a demasiada velocidad. Entonces decide darle con algo más de fuerza mientras viene hacia mí, y claro, aún no hemos llegado a la parte del freno. Como puedo, la sujeto sin que me atropelle en el intento y comienza a reírse sin parar, lo cual me contagia.
—Lo has hecho muy bien, Sam.
—¡Es muy divertido! ¿Crees que pueda hacer alguna vez lo que hacen ellos? —señala a las personas que hay en las rampas haciendo trucos y piruetas, algunos de ellos los conozco de cuando solía venir, parece que ellos no lo han dejado como yo.
—Creo que te queda mucho para eso, Sam. Pero con mucha práctica y esfuerzo, ¿por qué no?
—¿Tú sabes hacerlo?
—Sí, algo sé, hace mucho que no lo hago.
—¿Me lo enseñas? —pide abriendo mucho los ojos mostrándome toda su ilusión.
—Emm... Bueno, supongo que algo recordaré.
Cojo el skate y camino hacia una de las rampas libres, no es demasiado grande y tiene forma de U. Ella me sigue por detrás hasta quedarse abajo mientras que yo subo a uno de los extremos tras ponerme las protecciones que Sam se ha quitado. Me coloco encima de la tabla y bajo la rampa hasta subir al otro extremo donde doy la vuelta en el aire para repetir el proceso. Pensé que iba a ser peor, pero me acuerdo bastante bien. Cuando termino quedándome en el mismo extremo donde empecé, escucho cómo Sam aplaude.
—¡Lo haces muy bien, Chris!
—Gracias, antes era mejor —digo mientras bajo deslizándome por la rampa.
—¿Por qué ya no?
—Porque empecé a ser un idiota.
—Tú no eres un idiota.
—¿Tú crees?
—No lo eres.
Me acerco a ella y estampo mis labios con los suyos que tan bien me reciben. Aunque no es que sea un buen sitio para morrearse, hay niños delante con bastante curiosidad.
Sam quiere seguir haciendo cosas con el skate, entonces se me ocurre algo. Elijo una rampa que más bien podría pasar por un tobogán. Le coloco el casco a ella nuevamente, dejándome a mí sin nada, pero no me importa. Ambos nos subimos en el skate y nos tiramos por la rampa mientras la sujeto para impedir que se caiga. Reímos bastante cuando lo hacemos, porque no solo se repite una vez. Cuando volvemos a subir para repetir una vez más la acción, me distraigo con ella cuando el skate se desliza en solitario por la rampa, al no llevar peso, va más rápido de lo normal y termina saliendo del parque acabando en la carretera. Para mi desgracia, un autobús le ha pasado por encima, dejándome descolocado mientras intentaba alcanzarlo.
—¡Vaya, se ha roto! —exclama Sam a mi espalda, con pena en sus palabras—. Me estaba gustando.
Sujeto con mis manos el skate cuando no hay peligro para recogerlo, observando que se ha partido en dos cuando fue directo a pisar el asfalto de la carretera y que el autobús lo atropellara. Un skate que me ha acompañado toda mi vida y en cuestión de segundos, ha sido destrozado. Me consolaría si se hubiera roto de tanto usarlo, pero ha sido por un descuido por mi parte.
—Supongo que llegó su hora —me lamento.
—¿No puedes arreglarlo?
—Hay cosas que es mejor no arreglarlas por tu seguridad, imagina si lo utilizo y se despega. —Ambos reímos y aunque parezca que no me importa, en el fondo estoy llorando desconsoladamente cual niño pequeño. Pero supongo que no hay que preocuparse tanto por un objeto material, ahorraré para otro—. ¿Vamos a por el helado?
—¡Vale!
—¿Cuál es tu favorito?
— Me encanta el helado de vainilla ahumada de Madagascar, trufas italianas, azafrán de irán y un delicioso chocolate de Knipschildt Chocolatier hecho a base de veintiocho cacaos distintos, en casa siempre me lo preparan. ¿Y el tuyo?
Me cuesta parpadear después de escuchar eso y mi cara debe de ser todo un poema. Genial, mi skate está roto y no puedo comprarle a mi novia su helado favorito.
— Avellana... —contesto sintiéndome muy por debajo.
—Nunca lo he probado, puede que hoy sea el día.
Finalmente, Sam se decanta por el mismo que yo, que por lo menos se ajusta a mi bolsillo. Preferimos tomarlo para llevar e ir caminando hacia casa. Sin embargo, mi teléfono comienza a sonar lo que me saca de la nube en la que ando habitando últimamente.
La llamada viene más cargada de lo que pensaba, y a pesar de que sabía que algún día llegaría, nunca pensé que sería tan temprano. Margaret, la mujer a la que Tyler y el resto, tanto admirábamos por su valentía y sus ganas de vivir, ha fallecido esta tarde. Era de esperar, a sus casi noventa años, ella ya ha vivido lo suficiente y merece descansar de una vez por todas. Lo hace con la cabeza bien alta, porque si todas las historias que nos contaba cuando éramos pequeños eran ciertas, consiguió cumplir cada uno de sus deseos y sueños, sin dejar de luchar por ellos. Todo un ejemplo a seguir. Pero, cada una de sus historias venían acompañadas de todo lo malo contado con pelos y señales, como todos sus corazones rotos los cuales dejó atrás.
—Sam, tengo que irme, lo siento, sé que lo estábamos pasando bien y te prometo que repetiremos.
—¿Por qué?
—¿Recuerdas a Margaret, la abuela de Tyler? Ha fallecido y tengo que ir a verle.
—¡Oh, vaya! Estaba muy vieja.
—Lo sé, Sam, pero es triste para todos, sobre todo para Tyler, ¿no crees?
—Supongo... Me gustó hablar con ella, aunque ahora ya no pueda hacerlo.
—Y estoy seguro de que a ella le gustaba también. ¿Te gustaría acompañarme mañana al funeral? —pregunto acercándola a mí para darle un beso en su cabello.
—Vale —contesta con una sonrisa.
Me quedé hasta que Alan vino a recogerla y entonces yo comencé a caminar junto con mi skate roto, hacia una parada del bus. Durante el trayecto no dejo de pensar en todo lo que había vivido con esa mujer, y todas sus insistencias en que nos buscáramos una chica y nos la lleváramos a una de sus habitaciones, era única para ello.
Paso toda la tarde en la casa de Tyler y no me atrevo a mirar al cuerpo de la fallecida más de tres segundos, no soy bueno en esto. Los familiares van llegando poco a poco y nosotros sabemos que a Tyler no le hace ninguna gracia ver a sus padres allí. Está destrozado y con razón. Tiene la mirada perdida y no le apetece hablar sobre nada, pero como buenos amigos que somos Chad, David y yo, no dejamos de sacar temas de conversación para que al menos, le fuese más amena la tarde.
Cuando la noche cae, y la casa está tan llena que apenas cabe un par de personas más, aparece en escena mi vieja amiga Georgina bastante preocupada.
—¿Qué haces aquí? —interrogo con sorpresa en cuanto se acerca.
—La he llamado yo —pronuncia Tyler sentado a mi lado y no puedo evitar mirarle con el ceño fruncido, ¿qué hay del "no tenemos nada"?
—Lo siento mucho, Tyler —dice ella echándose a sus brazos—. ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo?
—No, no te preocupes.
—¿Has comido? Tienes que comer. —Se agacha frente a él para poder mirarle a los ojos, pero Tyler se encuentra cabizbajo.
—¿Están juntos? —me pregunta David moviendo los labios desde el otro lado.
—No, que yo sepa —respondo al cambiarme de asiento a su lado para poder cotillear con tranquilidad.
—¿Y por qué ella se comporta como si lo estuvieran? —comenta mientras ambos miramos la forma en la que Georgina coge su mano apretándola con preocupación y buscándolo con la mirada.
—La verdad es que ni yo mismo la reconozco. Es como si la vieja Georgina hubiera muerto y ha resurgido una nueva y diferente.
—Ya tiene que estar enamorada...
Pasada la medianoche, Tyler se ofrece a llevarnos a casa. Se ha pasado toda la noche decaído y con razón, pero no ha derramado lágrima alguna. En estos casos lo mejor es desahogarse y supongo que el momento llegará de un momento a otro.
Sam y yo nos dirigimos a la iglesia donde se celebrará la ceremonia dedicada a Margaret. Nos encontramos en la puerta todos luciendo atuendos oscuros especiales para la ocasión. Sam lleva un vestido entallado negro que resalta aún más el color de su cabello provocando que muchos la miren un par de veces.
Aún no estamos todos, estamos esperando a que Tyler se digne a aparecer en algún momento.
Mientras esperamos, no puedo dejar de ver a todo el que entra, si en la casa eran demasiados y todos familiares, ahora son aún más puesto que también vienen amigos y conocidos. Si todas las personas de sus historias aún viven, están todas aquí, conocía a mucha gente. Cuando todos se encuentran dentro y sabemos que la ceremonia está a punto de empezar, Tyler sigue sin venir. Probamos a llamarle, pero debe tenerlo apagado.
—Deberíamos ir a por él —dice Chad mientras camina de un lado a otro.
—¿Y si no está en su casa? Tardaríamos horas en ir a todos los lugares en los que podría estar —añade David.
—Quizás deberíamos decirles a los familiares que no comiencen aún —comenta PJ del brazo de David intentando tranquilizarle.
—¿Sabíais que en este lugar vienen muchas mariposas a polinizar las flores? —La pelirroja de mi lado rompe totalmente los esquemas de lo que está sucediendo con una de sus ocurrencias.
—¡Vaya, qué casualidad, justo estaba preguntándomelo! —ironiza Chad perdiendo los nervios.
—Baja esos humos, no es culpa suya que Tyler no esté aquí.
—Tendríamos que haberlo recogido y no haberle hecho caso al decirnos que vendría solo. —David descruza los brazos y mira su reloj digital por décima vez en los últimos quince minutos.
—No aguanto más, voy a buscarle. —Chad se dispone a pedirme las llaves del coche cuando otro llega en ese momento.
—No hace falta, ya está aquí —señalo.
Su coche justo acaba de aparcar junto a los demás al lado de la puerta y para sorpresa de todos, él no es el que conduce. Georgina sale primero del coche con un vestido negro y espera a que mi amigo salga también. Él lleva un traje negro con una corbata gris y en cuanto comienza a andar se puede ver claramente que no está sobrio.
—¿Te ha llamado? —Me acerco a Georgina y la beso en la mejilla como saludo.
—No, quedamos en que pasaría a recogerme y no lo hizo, le llamé, pero lo tenía apagado, así que cogí un taxi y fui a su casa. Y... bueno, estaba bebiendo.
—No lo pongo en duda. —Lo observo mientras David y Chad hablan con él.
—Le he obligado a que se duche y por el camino ha tomado agua, café y galletas que había en su cocina, pero no sé si es suficiente.
—Solo espero que no vomite. Vamos a entrar, acaba de empezar.
Nos introducimos en el interior de la iglesia y por desgracia, todo está demasiado lleno y apenas quedan sitios para que podamos sentarnos juntos. Georgina lleva a Tyler hasta el primer asiento junto a los familiares y se queda con él. David, PJ y Chad buscan sitio juntos mientras que Sam y yo tenemos que buscar otro. La persona encargada de la ceremonia está dirigiéndola mientras todos prestan atención en silencio.
—Chris... —susurra inclinándose en mi dirección.
—¿Qué? —contesto en el mismo tono, intentando escuchar el sermón.
—¿Me das un beso?
La miro con el ceño fruncido y no, no he escuchado mal. Sam espera una respuesta con una sonrisa.
—Sam, ahora no es el momento
—¿Por qué?
—Porque estamos en un funeral.
—¿Y qué?
—No podemos besarnos en un funeral, es un momento triste y sería de mala educación que lo hiciéramos delante de todos, nos mirarían mal. Cuando volvamos a casa, te besaré todas las veces que quieras —intento explicarle mientras susurro y de la forma más cariñosa posible.
Ella se queda bastante desilusionada borrando la sonrisa. Me es muy difícil rechazarle un beso, no me gusta desperdiciar ni un momento a su lado.
—Está bien, por uno pequeño no creo que pase nada —finalmente cedo.
Ella se gira mostrándome los dientes y se acerca de nuevo a mí. Inclino la cabeza hasta que ella posa sus labios sobre los míos, los muerdo durante unos segundos más de los debidos, hasta que nos separamos.
La ceremonia ha terminado y es el momento de ir hacia el cementerio para enterrar el ataúd. Varios familiares dicen unas palabras, incluido mi amigo aunque ha sido bastante escueto por razones evidentes y dando que hablar a muchos de los presentes.
Al finalizar el encuentro, todos se suben a sus coches para asistir a un catering que se celebra en su honor. Sin embargo, Tyler justo al acabar desaparece entre la multitud sin que nos hayamos dado cuenta.
—¿Y ahora dónde se ha metido? —pregunta Georgina mirando hacia todos lados.
—Voy a dar una vuelta a ver si lo veo. —Chad comienza a caminar.
—Pobre, está destrozado —habla PJ.
—Y con razón. —Busco con la mirada por si lo veo en algún rincón, pero nada. Sin embargo, al acordarme del beso que me ha dado Sam en la iglesia, me doy cuenta de que tampoco está a mi lado, ni en nuestro alrededor. La busco con desesperación, pero no la veo por ningún lado y tampoco sé en qué momento se ha separado de mí—. ¡¿Dónde está Sam?! ¡No puedo volver a perderla!
Mañana continuamos :D
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