CAPÍTULO 26
Chris
Estoy de los nervios. Jamás había organizado algo así y quiero que salga bien, pero no imaginé que estaría en este estado con la fecha tan cercana. De hecho, es hoy. Hoy es sábado. El cumpleaños de Sam.
Ella accedió a quedar conmigo en una cita, mi primera cita, nuestra primera cita. Aunque no tengo muy claro que ella lo vaya a concebir de la misma forma que yo, pero no importa. Y si a eso le sumamos una celebración como es su cumpleaños, pues es que tiene que ser especial.
Todos sabemos que últimamente las cosas no han ido como yo siempre pensé que iban a ocurrir, así que quiero dejarme llevar por la situación. No voy a hacer una lista sobre lo que haremos y lo que debería suceder, el orden es bueno a veces, pero en su justa medida. Aunque, si lo pienso bien, las posibilidades de que las cosas salgan mal son elevadas, pueden ocurrir infinitas situaciones para que Sam no se encuentre a gusto, pero teniendo en cuenta el lugar en el que se llevará a cabo la cita, creo que será perfecto.
He escogido una camisa blanca con estampado, unos pantalones vaqueros algo ajustados y unas zapatillas grises. Me miro al espejo para terminar de abrocharme la camisa y arreglarme un poco más el pelo. Antes pensaba que siempre estaba perfecto, pero ahora no logro verme bien del todo.
—Estás perfecto —oigo a David detrás de mí.
—Ni siquiera me estás mirando.
Quizás si lo tuviera físicamente delante de mí, me pondría delante de su visión para que volviera al mundo real, pero el simple hecho de que está a través de la pantalla de mi ordenador me dificulta las cosas.
—¡Te acabo de mirar!
—No sé para qué te pido ayuda si no dejas de jugar.
—Vale, está bien. —Escucho cómo les dice a otros a través de un micrófono que va a pausarse unos minutos y luego vuelve a mí—. Todo tuyo.
—¿Crees que es ropa apropiada?
—Vas a cenar con ella y ni siquiera es un sitio público, ¿qué más da?
—No me importa la gente, me importa lo que ella piense.
—Dime, ¿de verdad piensas que ella va a fijarse en lo que lleves o no?
—¡Pues a lo mejor!
—Creo que, si fueses vestido de dinosaurio, aceptaría tu vestuario sin decir nada al respecto, como mucho preguntaría la razón porque no sueles hacerlo a menudo. Oye, no pienses en nada, solo pásalo bien. En tu caso es lo mejor, olvídate de tu estúpida lista, olvida todo lo que creías saber y déjate llevar, te lo he dicho mil veces.
—Pero ya lo hice mal una vez y no quiero tener que poner dos cruces.
—Te voy a dar un último consejo, sé tú mismo. No inventes más cosas solo para gustarle. Si le tienes que gustar, que sea porque estás mostrándote al natural.
—¿Y de qué podemos hablar si hay silencio?
—Dile que te hable sobre ella, o en el peor de los casos, de mariposas, entonces no habrá silencios —bromea.
—Creo que de todos los consejos que me has dado, este es el único en su sano juicio.
—Si no te gustan mis consejos, ¿por qué sigues llamándome?
—Se hace tarde, tengo que irme. Gracias por tus majestuosos consejos, adiós David —me despido y termino por cerrar la pantalla del portátil.
Al ser esta una ocasión especial, le rogué a mi madre que me confiara su coche. Ella dio un discurso sobre crecer rápido y agarró un par de veces mis mejillas. En sus pensamientos, cree que jamás he tocado a una chica y que Sam es la primera, en cierto modo lo es, pero en temas más serios estoy bastante entrenado.
Volviendo al tema del coche, a mi madre le ha costado darme las llaves y no ha faltado una advertencia de que solo será por esta vez. A veces pienso que jamás me dejarán irme de este lugar. Últimamente intento ser diferente con ellos, no quiero que lleguen a tratarme como el padre de Sam lo hace con ella, o como le hicieron a Tyler. Ellos me tratan como su mayor tesoro y tengo que dar gracias por tenerlos en mi vida siempre ayudándome en todo lo que buenamente puedan. Si no me quieren dejar el coche o comprarme uno, entiendo que forma parte de su educación. Las cosas se obtienen si pones esfuerzo y dedicación en conseguirlas, y si aun así no lo obtienes, es porque no estaban destinadas a ti.
Cuando finalmente me veo lo suficientemente preparado y con las llaves en la mano, salgo de casa en dirección a la gran mansión de los Van der Walt. Se encuentra a una distancia media de mi casa, así que tardo unos minutos en estar frente a la gran verja, aunque aún sea temprano de la hora acordada. Le dije a Sam que me esperara fuera, no me gustaría enfrentarme a los guardaespaldas y ni mucho menos a su padre, pero como aún no es la hora, es normal que no esté. En cuanto mi reloj marca las seis en punto, Sam aparece con uno de sus vestidos al vuelo, es de un color oscuro y de manga larga, además de sus andrajosas zapatillas y el bolso. Quizás lo que más me ha llamado la atención ha sido el lazo negro que decora su anaranjado cabello en un semirrecogido precioso. Está preciosa.
Ella viene hacia mí con su hermosa sonrisa, y cuando sube al coche me estampa un beso en los labios.
«Ejem... Chris, eso no está ocurriendo.»
Calla, consciencia, deja que imagine un poco.
Por supuesto que no ha tenido ni la más mínima intención de hacer algo parecido a un beso. Ni en mis buenos sueños. Lo único que hace es abrir la puerta del coche y meterse dentro a la vez que me saluda sonriente para después colocarse el cinturón de seguridad. Le devuelvo la sonrisa junto al saludo con la diferencia de que la mía es la de un estúpido enamorado.
—¿A dónde me vas a llevar a cenar? —cuestiona mirando por la ventana.
—Pues es una sorpresa, cuando lleguemos lo sabrás.
—No me gustan las sorpresas, prefiero saber a dónde voy a ir.
—Sam, créeme que una sorpresa es algo bueno. Está bien saber cosas, pero hay veces que es mejor no esperar lo que te vas a encontrar.
—¿Y si es algo malo que pueda evitar que suceda?
—Nunca te enseñaría nada malo. Solo te queda creerme si confías en mí.
No estoy muy seguro de que haya comprendido lo que pretendía decirle. No se ha quedado muy conforme y comienza a rascar su muñeca con la mano suavemente, señal de que está nerviosa.
«Mierda.»
Pero solo debe esperar un poco más para ver lo que tengo preparado para ella. Tengo ganas de ver su expresión.
Finalmente, al llegar, aparco en un lugar algo alejado y tengo que decir que, después de tiempo sin hacerlo, lo he hecho bastante bien. Mis padres estarían orgullosos, aunque no tanto como lo estuvieron con mi hermano, a él le aprecian mucho más que a mí, sobre todo mi padre, ya que ambos compartían aficiones. Pero, en fin, supongo que tendré que aguantarme viviendo a su sombra.
—Sam, sé que no te gustan las sorpresas —comienzo a decir ya de camino al lugar donde cenaremos—. Pero, ¿podrías cerrar los ojos y no abrirlos hasta que te lo diga?
—No. Me incomoda, prefiero que me lo digas.
—¿Y si te prometo que te va a gustar? —Camino de espaldas para poder mirarla de frente.
—Si me lo prometes... en ese caso puedes darme esa sorpresa.
He dado justo en el clavo, las promesas son muy importantes para ella.
—¡Genial! Pues cierra los ojos, pero tienes que asegurarme que no los vas a abrir ni vas a mirar hasta que yo te diga que lo hagas.
—Vale, te aseguro que no abriré los ojos.
En el momento en el que los cierra, la aviso de que voy a agarrarla de la mano para guiarla y, una vez lo hago, me estremezco. Ahora sí que estoy nervioso. Cogidos de la mano avanzamos hasta el recinto donde lo tengo todo preparado y en el momento justo para que se sorprenda aún más.
—Bien. —Me coloco detrás de ella—. Te voy a enseñar algo que no está en los libros. Ábrelos —susurro cerca de su oído.
No me pierdo ni un segundo de su rostro, abriendo los ojos lentamente. En un primer instante sé que no entiende nada, ella quizás esperaba otro tipo de sorpresa. Pero luego, cuando se da cuenta de la magia de este lugar, una expresión de asombro combinado con la felicidad es lo que obtengo y justo lo que quería ver.
Para que podáis entenderlo, es necesario explicar lo que los ojos de Sam actualmente están viendo. Necesitaba darle algo con lo que ganarme su corazón de alguna forma, de hacerle ver que estoy dispuesto a hacer lo que sea por ella. Y lo único que sabía que podía estar a la altura eran las mariposas. Dándole a Sam algo de ese lepidóptero, podría ser capaz de despertar algo en ella sobre mí. Entonces pensé en su cumpleaños y en una cita. Regalarle una mariposa disecada no era lo que yo quería obtener y estaba seguro de que ya tenía demasiadas en su habitación, además de una idea poco original. Entonces recordé que el tío de David tenía una especie de parque natural en el que dentro había un gran mariposario donde habitaban centenas de mariposas de todas las especies. Le conté la situación y le pregunté si podíamos tenerlo para nosotros solos, obteniendo una respuesta afirmativa, puesto que los sábados solo abre por la mañana, siempre y cuando el lugar quedara intacto después del uso. Lo vi claro, sabía que eso le iba a encantar. Y dudo que haya visto tantas mariposas juntas en su vida.
—Feliz cumpleaños, Sam —vuelvo a susurrar cerca de su oído.
Aún sigue observando el lugar con detenimiento, no pierde detalle, su boca entreabierta es una clara muestra del asombro que está teniendo y mi sonrisa es el resultado de ello. Comienza a dar pasos hacia adelante mirando a todas partes, quiere verlo todo.
—He querido regalarte una experiencia entre mariposas en vivo y en directo.
—¡Vaya! Esto es...
—Increíble —termino de decir—. Lo es, pero aquí estás, disfruta.
Seguimos caminando hasta el centro del lugar, donde hay una manta grande en el suelo con unos platos además de una cesta. También hay diferentes velas repartidas en una zona segura, dándole un poco de luz para cuando anochezca y todo es obra mía.
—¿Qué es esto? —pregunta.
—Esto es donde vamos a cenar, siéntate.
—¿Lo has puesto tú? —cuestiona haciendo lo que le digo.
—Sí. Es mi regalo de cumpleaños, tiene que ser perfecto —comento mientras saco algunos refrescos—. Y la comida también es especial.
—¿Qué es?
—Perritos calientes. —Comienzo a sacarlos colocándolos sobre los platos y montándolos con la salsa y los toppings.
—¿¡De verdad!? ¡Vaya! —dice con entusiasmo—. Por fin voy a probarlos.
—Y con un toque especial del chef Chris. Espero que te gusten.
—¿Quién es el chef Chris? —arruga sus cejas.
—Soy yo —río.
—Pero tú no eres chef.
—Sam, era una broma.
—¡Ah! —Suelta una carcajada—. Me es muy difícil entender las bromas. Lo siento.
—No te preocupes, no me importa explicártelo las veces que haga falta.
—Gracias.
Le sirvo un plato con el perrito ya montado. Ella lo observa por un momento para después prestar especial atención a mi forma de comérmelo y más tarde imitar mi acción.
—¡Está muy rico! ¡Me encanta! —comenta emocionada.
—¿De verdad? ¿Ves lo que te estabas perdiendo comiendo tanta comida con nombres extraños? Que no está mal, pero de vez en cuando está bien saltarse un poco la rutina.
—Ojalá pudiera incluirlos al menú y comer de esto todos los días. ¿Hay más? —Su pregunta me emociona y me derrite a partes iguales.
—No creo que sea muy bueno comer todos los días, pero puedes pedir que lo cocinen una vez a la semana. Y sí, hay más. —Sonrío.
—Solo papá puede ver el menú del día y aceptarlo.
—Eso es injusto, tú también tienes derecho a pedir algo para comer.
—¡Tal vez podría intentar cocinarlos yo misma! —Parece como si se le hubiese encendido una bombilla en la cabeza.
—Mejor espera a que alguien te enseñe a usar la cocina. —No me gustaría que incendiase la cocina por algo que yo le he enseñado.
Ella queda conforme y continúa comiendo al igual que yo en silencio, pero es un buen silencio. No deja de observar las mariposas y a veces las señala diciendo sus nombres tanto el científico como el común. Me gusta observarla y verla feliz. Incluso en este momento me he dado cuenta de las pecas que tiene en su nariz, son pequeñas, pero puramente adorables. Me gustaría besarlas una a una y hacerle cosquillas.
Mientras la observo, Sam parece estar metida en un sueño con tantas mariposas volando a su alrededor. Sin embargo, me gustaría también poder rozar un poco mis sueños y estando en silencio dudo mucho que eso llegue a suceder alguna vez.
—Oye, Sam... —rompo el silencio captando su atención—. Me gustaría poder conocernos más.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que me gustaría saber más de ti, ya sabes, cuáles son tus gustos, miedos, formas de ser... Lo que sea.
—Bueno, pues soy una chica rara. —No esperaba que tuviera tan clara la respuesta, supongo que forma parte de su esencia—. O eso dicen todos. A veces no sé qué quiere decir la gente cuando habla y eso da lugar a que me sienta sola incluso si no lo estoy. Por eso, lo único que hago es alejarme y pensar en mis cosas mientras tengo un comportamiento autoestimulante, el cual es rascar con mis uñas los brazos, no demasiado fuerte, solo son caricias que me relajan.
Eso explicaría sus arañazos en los brazos, quizás cuando está nerviosa lo hace más fuerte de lo que ella misma cree. Tampoco esperaba que fuese consciente de que ese simple gesto es algo que hace a menudo para relajarse.
—En ocasiones, cuando algo no va como debería ir, intento arreglarlo, pero hay veces que no puedo hacer nada y entonces hay algo en mi cabeza que me atormenta. No me gusta el instituto porque hay mucha gente que toca mis cosas, a veces huele raro y hay mucho ruido. Pero tiene muchos sitios tranquilos donde me gusta ir de vez en cuando a pensar. Suelo pensar en cosas que no voy a hacer nunca, como vivir sola en el bosque o viajar.
—¿Por qué piensas que no vas a viajar?
—Porque papá dice que no me conviene hacerlo sola y él normalmente está trabajando. —Suspira—. Siempre he pensado que, si fuera una mariposa, sería una mariposa monarca porque son naranjas como el color de mi pelo. Me gusta investigar, cuando me cuentan algo nuevo, busco en los libros y leo todo sobre ello. Y también me gusta preguntar para así saber más, pero parece que eso es molesto para los demás.
—Es bueno que investigues y que preguntes, no sé por qué no le gusta a los demás. La gente debería preguntar más. —La apoyo para que vea que no es algo extraño pensar así.
—Yo antes pensaba que lo sabía todo, cuando estudiaba en casa. Creía que había investigado sobre todo hasta que empecé el instituto. La gente hablaba de cosas que jamás había escuchado antes como algo de la televisión o algún disco nuevo. Aprendí palabras que luego descubrí que no está bien decirlas y todavía no entiendo por qué. Una vez vi a algunas personas cogiendo a otras de la mano, entonces lo hice con un chico y luego una chica me tiró del pelo por hacerlo. Ada intentó explicármelo, pero todavía no sé por qué esa chica me hizo eso. Supongo que mi mayor miedo es no saberlo todo, y hay muchas cosas que todavía no sé ni dónde buscar información sobre ellas. —Se queda mirando un punto fijo como si aún estuviese pensando en algo más—. He terminado mi respuesta.
No supe qué contestarle a todo eso. Aún no asimilo bien lo que le ocurre, creo que es algo demasiado complicado para mí. Me cuesta verlo como ella lo ve, pero estoy seguro de que sus declaraciones me han ayudado a entenderla un poco más.
Cuando terminamos de comer, decidimos dar un paseo por el mariposario. Ella se queda un buen rato observando a las mariposas que se posan cerca de ella y lo mejor de eso es la sonrisa que muestra en su rostro. Realmente es feliz aquí, solo hay que mirarla y escuchar todo lo que sabe sobre cada mariposa.
—Lo que más me gusta de las mariposas es el proceso de metamorfosis que las hace ser capaces de pasar de arrastrarse por la tierra a encerrarse dentro de una crisálida, para luego poder volar libres por el cielo, es increíble —comenta mientras se apoya en una de las barandillas que separan el suelo de la tierra—. Todos los seres humanos luchan por transformar su vida y evolucionar como una mariposa. Eso leí una vez y tiene razón.
Eso último me hace pensar. Si un gusano es capaz de transformarse en algo totalmente distinto, ella también podría hacerlo. Quizás a día de hoy no tenga ninguna posibilidad de que me vea como algo más que un amigo. Pero si la ayudo a arrastrarse por la tierra y a meterse en una crisálida, puede que pueda volar libre como todo el mundo.
—Sam, también te he comprado algo y necesito que te des la vuelta. —Ella no pone reparos y se coloca de espaldas a mí mientras yo saco de una bolsita un colgante—. Antes me has dicho cuál era tu mariposa favorita y resulta que yo pensé lo mismo cuando la vi.
Coloco el colgante por delante suyo para abrochárselo por detrás. Aquello que cuelga es una mariposa monarca, reluciendo su color naranja. Sam lo toca mientras lo observa y, tras ponérselo, se gira para verme de frente.
—¡Me encanta! —Saca de nuevo una amplia sonrisa, después se gira para mirarme, aunque le cuesta mantenerme la mirada en los ojos—. Chris... todo esto me ha encantado de verdad, nadie antes me había regalado algo así por mi cumpleaños y prometo que es el mejor cumpleaños hasta ahora. Y creo que no puedo decirte un simple gracias porque no es proporcional con todo lo que has hecho por mí. Con lo cual creo que lo justo sería darte algo con más importancia, así que...
—No tienes por qué...
Mi respiración se frena, mis manos levitan en el aire y mis ojos casi se salen de sus órbitas. Estoy a punto de caerme hacia atrás, pero por suerte logro mantenerme firme en el suelo. Creo que esto es lo más parecido a un sueño, y jamás pensé que hoy podía rozarlo.
Sam me está abrazando.
Su cabeza se encuentra en mi pecho, rodeándome con sus brazos con fuerza. Siento cómo su calor penetra a través de mi ropa y es probable que mi corazón vaya a salirse en cualquier momento, bombeando como nunca había bombeado y solo con un abrazo. Pero es que, viniendo de esta chica, un abrazo es un enorme paso hacia adelante y no puedo ser más feliz en este momento.
AAAAAAAAAHHHHH🤩🤩🤩
Amo este capítulo, ¿qué os ha parecido?
Yo sé que queréis el beso, pero no se puede ir tan directo, ¿no?
O puede que sí, quien sabe🤭
No os olvidéis de dejarme una estrellita si te ha gustado plzzz🧡🧡🧡
Beso en la frente para todxs🥰😘😘
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