CAPÍTULO 23
Georgina
Una herida puede ser muy profunda. De esa forma puede llegar a doler a distintos niveles. Y yo no estoy muy segura de a qué nivel está la mía. Mi confusión llega a extremos que desconocía, y todo fue después de aquel día.
—¡Oh, venga! Le hice un favor, además está engordando, ¿os habéis dado cuenta? —escucho decir a Bria.
—Hay quienes dicen que lo vieron comiéndose su peso en cupcakes, qué asco —añade Suki, a lo que ambas ríen. Ni siquiera sé de qué hablan.
Estamos sentadas en una de las cafeterías de los alrededores del instituto, nos hemos saltado una clase y por eso hemos venido a tomarnos algo. Mallory aún no ha venido, ella tenía examen y es la que falta para completar el cuarteto. Es cierto que estoy algo distanciada de ellas ahora mismo, pero creo que soy la única a la que no le interesan ahora mismo esos rollos. Al parecer Bria humilló a uno de los del equipo de lacrosse que intentó besarla en la discoteca el pasado sábado. No me interesa. Y si les cuento mi confusión, probablemente no les importaría en absoluto, ya les di demasiado con lo de Chris. Puede que Mallory sí sea de ayuda, pero como he mencionado antes, todavía no está aquí.
—Georgi, ¿qué opinas tú? —pregunta la egocéntrica chica, sacándome de mis profundos pensamientos.
—Estaba pensando en otra cosa, ¿qué decías? —No tengo ningún remordimiento en decirle la verdad.
—Si te apetece venir de compras esta tarde.
—Fuimos antes de ayer.
—Pero podemos ir a una tienda que acaban de abrir, y esa no estaba antes de ayer.
—Está bien... —digo finalmente, aunque no de muy buena gana.
Nos levantamos de allí acomodándonos el uniforme, casi es la hora de volver a la siguiente clase.
Es cierto cuando Chris se refiere a este instituto como "para pijos" y es que solo gente de familia adinerada puede permitirse estar aquí. Caminan de aquí para allá con un uniforme escolar muy característico y que toda la ciudad conoce. Y en mi caso, no, no es que en mi familia tengamos millones en el banco y un ático en la Quinta Avenida. Si estoy aquí es gracias a una beca por tocar el violín. Algo que pocos conocen y, dadas las circunstancias, mejor que siga siendo así.
Ni siquiera sé cómo acabé en el grupo más alto en la escala de popularidad del St. Joseph. Bueno, sí. Fue gracias a Camille.
—¡Georgina!
Una voz llama mi atención, obligándome a girarme y comprobar que se trata de Dexter Lexington. En un momento dado lo vi como una buena baza para darle celos a Chris, pero lo descarté en cuanto me di cuenta de que me caía demasiado bien como para hacerle eso.
—Hola, Dex —contesté ensanchando los labios.
—¿Qué tal? Te veo seria.
—No es nada, solo estoy cansada —y confundida.
—Vaya, y yo que venía a avisarte de una fiesta. —Ensancha una sonrisa, tendiéndome un papel beige con un letrero llamativo que dictaba la información de la fiesta—. Es la prima de Camille, dice que podemos llevar amigos. He pensado que quizás os gustaría ir también.
—Oh, vaya... —Tal y como ha dicho Dexter, Cailin Lockwood es la anfitriona. Antes de que Camille se fuese a Italia, la convenció de que tenía dotes de canto y ella, creyéndoselo, se presentó al coro. Por supuesto, allí estuvimos para ver cómo hizo el mayor ridículo de su vida. Y ahora que su prima no está, ¿se ha atrevido a hacer una fiesta?—. Gracias por avisar, Dexter. Supongo que iremos.
—De nada. —Me guiña un ojo para luego marcharse.
Observo por última vez el papel. Efectivamente, no es ningún tipo de invitación, es solo un mero folleto informativo, por lo que podrán ir todos los que quieran.
Con el papel en mano, me acerco a Bria y Suki, quienes hablan con Mallory, que por lo visto ha terminado con su examen.
—Chicas, mirad esto. —Les enseño a todas el papel.
—¿Una fiesta? ¡Guay! —grita Suki.
—Mirad quién es la anfitriona. —Señalo justo debajo del nombre.
—¡Já! ¿Cailin? Si no sabe ni siquiera lo que significa "fiesta" —ríe Bria de forma descabellada, a veces da miedo—. Verás cuando se entere Camille.
—Por lo visto está invitando a gente y les dice que pueden llevar a amigos —informo.
—Normal, no tiene amigos. Bueno sí, la chica esa con la que va siempre —responde Mallory, la recién incorporada.
—Sí, la pobretona. Penoso —añade Suki con una mueca de asco.
—Pero nosotras somos buenas personas, podemos hacerles un favor —comienza Bria sin quitar esa sonrisa malvada de su rostro—. Nosotras tenemos muchos amigos, ¿verdad?
Creo que sé bien qué es lo que está pensando. Supongo que invitará a más amigos de los que la misma Cailin pueda imaginar en su fiesta. Y esos amigos vendrán con aún más gente y así es como suelen montarse las mejores fiestas de Bria.
—Podrías invitar a Chris... —me deja caer Mallory dándome un toquecito en el brazo. Está claro que debo ponerla al día de los acontecimientos.
Pero sí puedo invitar a alguien que creo que sí aceptaría, y sería una buena excusa para volver a verle de nuevo.
—¿Podéis cubrirme en la siguiente hora? —les pido a las chicas, consiguiendo toda su atención.
—Sí, pero... ¿a dónde vas?
—¿Vas al mugriento instituto para muertos de hambre? —espeta Bria.
—Sí, allí voy.
—¿Vas a invitar a Chris? —se sorprende Mallory, que abre los ojos con ilusión.
—No, no me voy a preocupar más por él. Luego os cuento.
Me giro sobre mí misma para ir en dirección a la puerta. Pero antes de llegar ni siquiera a la mitad, alguien choca conmigo y si no fuera porque tengo buenos reflejos, habría conseguido tirarme al suelo y haber hecho el ridículo delante de todos.
—Por Dios, cuidado por donde vas. —Me acomodo el uniforme y luego miro al culpable.
O más bien a la culpable.
—L-lo siento... —masculla la susodicha. Y fíjate las casualidades, resulta ser la "pobretona" de la que hablábamos antes. Effie, si no recuerdo mal.
Ni siquiera puede parar más de dos segundos con la vista puesta sobre mí, tiene tan asumido que formo parte de un grupo superior a ella que ni siquiera pretende entablar conversación. Y tal vez si hubiese estado acompañada de Bria y el resto, le hubiese soltado un comentario burlesco sobre su situación, pero ahora no le veo el sentido. ¿Por qué debería? Ella no es muy distinta a mí. Y lo único que nos diferencia del resto de alumnos del instituto son los millones en el banco.
La miro unos segundos y con prisas la rodeo caminando hacia la puerta sin importar quién más pueda verme. Me aseguro de coger el primer autobús que pasa para llegar a mi destino. Al llegar allí, encuentro a todo el mundo en la hora del almuerzo, disfrutando de esa comida con pinta tan rara. Lo primero que pienso es que me va a ser difícil encontrarle entre tanta gente, ni siquiera lo veo en la mesa de la última vez.
Decido entonces dirigirme al campo de fútbol donde lo vi entrenando, pero allí no había rastro de nadie del equipo, solo unos aficionados jugando entre risas. Vuelvo a caminar hasta llegar a las mesas por si han vuelto en este periodo de tiempo, pero tampoco lo veo. En cambio, me encuentro con una escena de lo más atípica:
Chris está sentado junto a Sam, y este no deja de mirarla sonriéndole como un idiota.
Y no lo voy a negar, me molesta. No he podido asimilar bien que me rechazara de aquella forma tan humillante y mi orgullo me llevó a actuar de formas que ni yo misma me reconocía. A veces pienso que no debí haberlas escuchado, que no tendría que haberles hecho caso a mis amigas en ese momento. Pero estaba tan cabreada, triste...
«Georgina, vamos a lo que hemos venido. Eso forma parte del pasado.»
Mi objetivo es entrar de nuevo al interior del instituto, pero tengo el pequeño inconveniente de tener que pasar por delante de la mesa donde Chris y Sam están haciendo... no sé qué están haciendo. Solo espero que esté tan hipnotizado como para no verme o querrá echarme de aquí de inmediato.
Camino sin mirar atrás y consigo entrar, pero para mi desgracia, él me había alcanzado tras dar un par de pasos por el pasillo, colocándose delante de mí.
—¿Por qué no te cambias de instituto? Así podrás espiarme sin tener que faltar tanto a clase. —Ruedo los ojos.
—No he venido a verte a ti —digo cruzándome de brazos.
—¿Ah no? ¿Y a qué se supone que has venido? —cuestiona incrédulo.
—Necesitaba hablar con alguien —contesto sin dar más detalles.
—¿Quién?
—No te incumbe, Chris. —Me molesta. ¿No se supone que me dejó claro que no íbamos a ser más amigos? ¿Que ni siquiera estaba abierto a darme otra oportunidad? ¿Entonces por qué sigue pensando que quiero seguir rogándole?—. Por cierto... ¿has disfrutado de mi venganza? Aprovecha el tiempo que pasas con tu querida Sam, no durará mucho.
Y ahí está, mi orgullo haciendo estragos y atacando de nuevo. ¿Es que no aprendo?
—¿Qué quieres decir? Se supone que... —Su expresión cambia de forma gradual, está claro que ya ha hablado con el padre de Sam y ha atado los cabos sueltos—. Pues claro. Cómo no he caído. Tú, fuiste tú quien le avisó al padre de Sam de lo que hacía con las chicas. —Me señala con el dedo.
—Enhorabuena por darte cuenta, ahora quítate.
—¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho para que llegues a este punto? ¿Rechazarte? ¿Has hecho todo esto porque no siento lo mismo que tú?
—Lo hecho está hecho, Chris.
Hago un intento de sonrisa y le rodeo para seguir con mi camino, pero antes de seguir me coge de la muñeca tan fuerte que llega a doler. Cuando le miro a los ojos a punto de quejarme, veo una versión de Chris que no había visto nunca antes, casi podría echar fuego por la boca.
—Eres una estúpida niñata malcriada. Puedes pudrirte en tu propia miseria, que lo único que me causará será risa. Sigue con tu farsa de que tienes la misma vida y lujos que todos los de tu instituto para pijos, pero un día descubrirán que no tienes nada en comparación a ellos y comenzarán a tratarte como tú haces con el resto. Ahí te sentirás como una mierda por haber sido una persona despreciable. Enhorabuena, has conseguido perder una amistad valiosa como la que teníamos y espero que el día que madures te des cuenta, quieras volver a disculparte y entonces sabrás que ya es demasiado tarde.
Los ojos se me llenaron de lágrimas con la primera frase y a medida que iba hablando consiguió el maldito hacerme llorar después de intentar no hacerlo. Y me da rabia porque sé que me lo merezco. Pero duele más si lo dice él.
Le odio. Me odio. Odio todo esto, ni siquiera soy plenamente consciente de cómo he llegado a esta situación. Yo solo quería que me correspondiera.
Mierda.
Forcejeo para que me suelte y, cuando lo hace, salgo corriendo por la salida del instituto. Las lágrimas salen cada vez en mayor cantidad y el nudo de mi garganta se desata, impidiendo que continúe caminando.
Acabo sentada en uno de los bancos de la entrada y allí procuro soltarlo todo. La gente pasa, se me queda mirando y no me importa en absoluto. Yo solo quiero llorar, quiero desaparecer, quiero borrar.
Subo los pies al banco y me aferro a mis piernas dándolo todo.
Tras unos minutos, un gran grupo de personas pasa por delante y sé que pasan de largo, pero percibo que alguien se sienta a mi lado. No le doy importancia, hasta que escucho el sonido de un encendedor; está encendiéndose un cigarro.
—Parece que alguien te ha dicho algo que no querías escuchar. —Levanto la cabeza de inmediato para encontrarme con esos ojos claros en los que no he podido dejar de pensar. Son de él, de Tyler, la razón por la que he acabado aquí. Y no sé por qué, pero se siente como en los cuentos, el príncipe que viene a salvarme de este infierno en el que me he metido.
—¿Eres adivino? —digo entre sollozos, intentando buscarle algo cómico al asunto, y parece funcionar cuando comienza a reírse.
—Algo así... —dice mirando hacia abajo, dando otra calada.
Quedamos en silencio unos segundos donde solo se escuchan algunos pequeños sollozos que aún suelto y el sonido del humo saliendo de su boca.
—¿Tú crees que soy una estúpida niñata malcriada? —le pregunto aún con lágrimas en mis ojos, citando las palabras que Chris ha soltado por su boca minutos antes.
—Creo que eso solo depende de ti. ¿Vas a enseñarme eso?
—No. —Niego también con la cabeza y creo que es lo más sincero que he dicho en mucho tiempo.
—¿Qué vas a enseñarme de ti entonces?
—Pues... —Tardo unos segundos en pensarlo, pero lo cierto es que ya lo tengo claro. En realidad, me di cuenta la primera vez que hablamos—. A mí. Solo... yo.
—Eso suena muy interesante.
Me resulta reconfortante, mucho, además. Porque lo he dicho por mí misma, nadie ha tenido que decirme qué contestar ni qué hacer.
Me dedica una sonrisa que busca complacerme, a lo que yo respondo de igual forma. Disfrutando de esos maravillosos instantes.
EEEEEEEE
Casi me olvido de publicar, pero no, me acordé jejejee
Este capítulo es más corto porque se centra más en esta subtrama con Georgina. ¿Os gusta este rollito que se está calentando?😏😏
⚠️IMPORTANTE⚠️ Tengo que aclarar una cosa y es que todos los personajes que aparecen en este capítulo y que están en el instituto de Georgina, no se mencionan por nada. Todos pertenecen a otra novela que está en proceso y que es muy diferente a esta, pero al final todos están en el mismo universo.
Que ganas de sacar todo eso a la luz, pero por ahora son ideas en mi cabeza
Este jueves recuerden que nos leemos por aquí de nuevo como siempre y será capítulo más larguito.
Ale, me voy a merendar😌
BESOOOOOOS😘😘
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