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CAPÍTULO 2

Chris

—Así que somos compañeros de trabajo... —pronuncio, consiguiendo así su atención de nuevo. Su largo pelo pelirrojo no deja de moverse y su sonrisa deslumbra toda la sala.

—Sí.

—¿Y cómo se llama mi compañera? —Le dedico una de mis mejores sonrisas, la que hace suspirar a las chicas mientras se derriten.

—Samantha Van der Walt, pero la gente me llama Sam. ¿Y tú cómo te llamas?

Abro mis ojos sin creer lo que dice.

«¿No me conoce? Estará de coña, ¿no?»

—¿No sabes quién soy? —digo con una sonrisa que muestra incredulidad.

—¿Por qué debería saberlo? Lo cierto es que nunca te he visto.

«Definitivamente debe estar de broma.»

Normalmente todas oyen hablar de mí, esto es nuevo.

—Porque soy bastante popular en el instituto.

— No puedes ser tan popular si yo no te conozco —parece reírse de mí, pero lo dice con toda la dulzura e inocencia que aparentaba tener.

Por un momento quiero soltarle alguna grosería, pero no estoy aquí para eso y tampoco puedo empezar con mal pie si quiero cumplir con mis objetivos.

«Paciencia, Chris».

Vale, empecemos de nuevo.

—Soy Christopher Cooper, pero todos me llaman Chris. ¿Eres nueva en el instituto?

—No, ¿por qué?

—Nunca te había visto por aquí.

—Pues llevo aquí desde primer curso. —De nuevo me veo deslumbrado por su sonrisa, a lo que yo respondo de igual forma.

«¿Qué estoy haciendo? ¿Estoy dedicándole una sonrisa inconscientemente? ¿Cuándo le he sonreído a una chica cualquiera?»

«Sé amable, Chris, pero no te pases.»

—Tienes una sonrisa muy dulce —le digo con mis encantos. Es algo que suelo decir, pero lo cierto es que ella sí que la tiene bonita, solo eso.

— ¿Cómo sabes que está dulce? Las sonrisas no saben a nada —pregunta de nuevo confundida con su ceño fruncido.

—¿Qué? Quiero decir que es bonita —digo entre risas.

—¡Oh! Tú también la tienes bonita.

«Bingo, le gusta mi sonrisa».

—¡Bien, chicos! Os asigno el lepidóptero que tenéis que hacer para el trabajo. ¡No valen quejas ni cambios! —La señora Miller se pone en pie y comenta para toda la clase—. Voy nombrando a las parejas, ¡atentos!

Comienza por las primeras parejas y les asigna un tipo de esos bichos. Realmente me da igual lo que diga, tampoco me entusiasma como a los frikis de la clase que desean saber qué será lo que les toca.

—¡Samantha y Christopher! —vocifera dirigiendo su mirada hacia nosotros—. Mariposas.

—¡Oh, qué ilusión! —grito como respuesta.

—¿Te gustan las mariposas? —cuestiona inmediatamente Sam con una amplia sonrisa, ¿es que nunca la quita?

—Era sarcasmo.

—¡Ah! Ya entiendo. —Empieza a reírse, su risa es de las que te contagia con solo oírla, por lo que yo tampoco puedo evitarlo—. Eres muy gracioso, Chris —dice mientras continúa riéndose.

Si fuera cualquier persona, quizás le habría llamado la atención de alguna manera por estar riéndose de mí. Sin embargo, ella suena tan inocente, sin maldad y con tal dulzura, que me es imposible hacer algo así.

Por primera vez desde que nos conocemos, nos quedamos en silencio. En un acto algo involuntario, me permito mirarla a los ojos y es curioso, porque no es algo que suela hacer, a no ser que fuese a conciencia. Debe ser la falta de sueño.

—Sam... —murmuro con la mirada aún puesta sobre ella, es imposible desviarla, aunque no puedo decir lo mismo de Sam—. Tenemos que quedar para hacer el trabajo.

—Sí —afirma y parece estar decidida a decir algo más, pero es interrumpida por el sonido del timbre que señala el cambio de clase—. Encantada de conocerte, Chris. ¡Adiós! —dice mientras coge su bolso. Se levanta y se marcha diciendo adiós con la mano junto a su sonrisa.

«Definitivamente, tengo que enamorar a esa chica».

«Y será pan comido».

Cuando vuelvo en sí después de la salida de Sam, reacciono a recoger mis cosas y volver junto con mis amigos, quienes ríen como degenerados.

«¿De quién se burlan esta vez?»

—¡Eh! ¿Qué pasa? —digo una vez llego hasta ellos.

—El pringado de Marlon, le ha vuelto a sangrar la nariz —rio al girarme y verlo lleno de papeles dentro de su nariz.

Llega la hora de la comida y, como siempre, compramos el menú del día para después acudir a nuestra mesa particular. Todos saben que es nuestro sitio y lo respetan. Aquí todos tienen sus mesas asignadas y los que sobran, comen en el césped o, en el peor de los casos, en el baño. Los cuatro nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer mientras hablamos de cualquier cosa.

—Chris, ¿qué tal con la chica esa? No la había visto nunca —comenta uno de los tres; los demás pusieron atención y mostraron interés por la pregunta.

—Pues si os digo la verdad, ya he elegido a mi próximo objetivo.

—¿Sin más? ¿No piensas esperar a ver alguna más? Has superado tu propio récord, normalmente esperas al menos una semana —comenta otro.

—¿Qué tienen esas chicas para que las elijas? —cuestiona el tercero.

—Tienen algo, no sé, me incitan a querer enamorarlas para luego enseñarles que eso del amor no existe.

—El amor sí existe.

Este que ha dicho la mayor estupidez del mundo es el más iluso de los cuatro. Él es el que iba a ser en un principio mi compañero de trabajo, David Campbell. Un chico delgaducho, pelo castaño corto despeinado y una piel casi del color de la leche, lo cual indica que se pasa las tardes metido en su habitación. Su creencia errónea se debe a que está "hechizado" por una chica a la que él llama su novia. Sí, lo habéis escuchado bien, es el único de los cuatro que la tiene, lo cual es raro porque nosotros no es que seamos unos románticos, pero igualmente sigue con nosotros y le tenemos cariño.

—David, no empieces otra vez, ya hemos discutido demasiadas veces —le advierto

—Solo pienso que tú no eres el más adecuado para decirlo y no tienes ningún derecho a jugar a ser Dios decidiendo a quién se le debe romper el corazón cada semana. El amor existe, que tus experiencias no sean buenas, no es culpa de nadie.

—¿No te cansas de repetírmelo? ¿Y qué pasó con Mona, David? ¿Eso fue amor?

—No la menciones.

—Porque que yo sepa te puso unos grandes cuernos en tu cabecita. —Hago el gesto de los cuernos con los dedos y se los pongo encima de su cabeza, pero recibo un empujón de su parte—. Y PJ no tardará en hacer lo mismo.

—No, PJ no es como ella.

—¡Oh, por favor! ¡No seas tan ingenuo! Aunque, quizás tengas razón, ella es diferente, te dejará antes de irse con un empollón universitario.

—Chris, déjalo ya, él es así, no vas a cambiarlo —dice uno de los presentes en la mesa.

—Solo intento avisarlo... —Levanto ambos brazos queriendo decir que me he limpiado las manos.

—¿Y cómo se llama la pobre chica? —vuelve a cuestionar el crédulo.

—Mi querido David, esa chica se llama Sam.

—¿Tu compañera de trabajo? Es... rara —comenta otro.

—¿Por qué? —pregunto.

—¿No te has dado cuenta? Iba sin zapatos.

—¿Sin zapatos? Bueno, es raro, sí. Pero, ¿qué más da? Cuando la enamore todo acabará y no volveré a hablarle... —En ese momento suena mi móvil, tengo un mensaje—. Perdonad.

Saco el móvil del bolsillo de mi pantalón, al desbloquearlo compruebo que efectivamente se trata de un mensaje, concretamente de Georgina:


Georgina:

¡Hola Chris! He oído a mis padres decir

que iremos a tu casa esta noche,

así que tú y yo nos divertiremos hoy.

Ya lo necesitaba. Besos.


«Genial, yo sí que lo necesitaba... al menos tengo a Georgina».

—¿Quién es? —pregunta David.

—Georgina —digo.

—¿Aún sigues con esa pija de instituto privado?

—¡Que no estamos juntos! Somos amigos, con ciertos derechos.

Tras unos segundos de silencio, los chicos desvían sus ojos hacia mis espaldas, al parecer alguien está detrás de mí. Cuando me giro para ver de quién se trata, siento dolor seguido de picor en una parte de mi cara que ha causado que vuelva a mirar al frente. Al reaccionar, decido mirar hacia el sujeto que me ha golpeado en la cara con la intención de devolvérselo, pero se trata de la chica última que enamoré y rechacé esta mañana. Me mira con una mueca de asco y se va por donde había venido.

—¡Wow! —exclama uno de mis amigos con sorpresa y algo de mofa—. Una de las pocas que se revela contra ti.

Automáticamente todos se ríen de mí.

—Callad. Me voy —sentencio mientras me levanto y me alejo de mis amigos. Detesto que se rían de mí.

—¡Vamos, Chris, no te enfades! —gritan al ver mi reacción, a lo que yo contesto cerrando mi puño y sacando el dedo corazón.

Mientras camino, trato de calmarme buscando una distracción. No puedo evitar que en mi mente aparezca la imagen de Sam y de pronto la curiosidad me asalta. ¿Dónde pasará la hora de la comida? El hecho de que nunca la haya visto me extraña sobremanera y es que es difícil no verla con ese color de pelo tan llamativo.

Camino por toda la cafetería, pero definitivamente allí no se encuentra y tampoco está en las mesas de fuera. Salgo a los campos de fútbol donde hay también bastante gente, algunos jugando y otros de espectadores, donde tampoco hay rastro de una melena zanahoria. Sigo caminando siendo consciente de las miradas de las personas que se posan sobre mí mientras voy abriendo paso. Deben de extrañarles que vaya solo, o quizás se me note que voy buscando algo en concreto.

Cuando me adentro en la zona del césped al lado del campo de fútbol, repaso a todos los grupitos sentados en el suelo haciendo un círculo perfecto y hablando de sus chorradas. Allí, a lo lejos y debajo de un árbol, consigo ver por fin a la chica de cabellera naranja. Me acerco un poco, pero no demasiado, no tenía intención de hablarle más en el día de hoy. Así que opto por quedarme a observarla apoyado en el muro; de algún modo esa chica me intriga. Se encuentra leyendo mientras come algo de un recipiente.

«Así que es de las que lee...»

En ese momento, suena el timbre señalando la hora de volver a clase. De pronto, todos se mueven como zombis hacia sus respectivas clases y entre tanta gente no logro localizar a Sam de nuevo, así que decido volver yo también.

Las clases siguientes se pasan volando y como un suspiro llega la hora de volver a casa. La verdad es que no tengo demasiadas ganas, debí de haberme apuntado a alguna extraescolar. Si esto fuese una película, yo tendría una enorme casa llena de lujos, con un montón de gente trabajando en ella a mis servicios, unos padres separados, viviría con mi padre, el cual tendría un trabajo muy importante en el que ganaría mucho dinero, él no me comprendería, sería hijo único, me sentiría solo y esa sería razón suficiente para ser un rebelde y hacer lo que me diera la gana con mis billetes.

Pero ese no es mi cliché, el mío es otro. Lo cierto es que mi casa no es muy grande y es normalita, no tengo a nadie a mi servicio, tenemos el dinero justo, mis padres aún se soportan demasiado, lo cual detesto, vivo con ambos porque no me queda otra, tengo un hermano mayor insoportable que por suerte ya no vive con nosotros, mi padre es un simple obrero, mi madre se encarga de la casa y no me siento para nada solo con ellos, literalmente, de hecho, deseo estarlo alguna vez.

En cuanto abro la puerta, escucho a mi madre gritar con alegría ante mi llegada como cada maldito día.

«¿Es que no se cansa de hacer siempre lo mismo?»

—¡Ay! ¡Mi angelito ha llegado! ¿Qué tal el día, cariño?

Mi madre tiene la estúpida manía de que en cuanto atravieso la puerta, acude a mí para abrazarme, coger mis mejillas para apretarlas moviéndolas a los lados y algún que otro beso del que luego paso mi camiseta para limpiar lo que deja en mi piel.

—¡Mamá, te he dicho mil veces que no me llames así! —le riño.

—¿Cómo?

—Pues como siempre me dices.

—¿Cariño?

—¡No! "Angelito" —digo avergonzado.

—¡Pero es que eres mi angelito, Christopher! —ruedo los ojos. Ella vuelve a hacer lo que estaba haciendo y yo entro en el salón con la intención de ver lo que ponen en la tele.

Mi padre está sentado en el sillón y la está viendo. A él siempre le han interesado los deportes, la política, entre otros temas más que las películas o series. Definitivamente uno de los sueños de mi padre era que yo me sentara con él y ver un partido de fútbol padre e hijo con mi primera cerveza —aunque ya soy bastante veterano en eso de beber cervezas—, pero a mí el deporte no es algo que me excite y, por lo tanto, no creo que me siente a ver un partido de fútbol con mi padre. Sin embargo, decido sentarme a su lado e intentar interesarme por lo que está viendo, que casualmente son noticias deportivas.

—Hola, papá —digo con seriedad mientras me retrepo sobre el sofá, cansado.

—¡Hola, Chris! ¿Qué tal el día? —cuestiona dedicándome una mirada antes de devolverla sobre la enorme tele que compraron hace algunos meses.

—Bien, como siempre —respondo imitándole.

—¿Las notas bien?

—Ajá...

"Los Kansas City Chiefs ganaron anoche en el último momento gracias al touchdown de la estrella del equipo, Asher Jackson. Todos los aficionados le vitorearon orgullosos del quarterback."

—Ese chico es un peligro para el resto de equipos, la próxima leyenda dicen. Es bueno, pero nada que deba temerle nuestro equipo, los Giants lo calarían enseguida si alguna vez consiguieran ganar la maldita conferencia nacional —gruñe mi padre señalando al jugador que aparece en la pantalla.

—Supongo... —dejo arrastrar las palabras.

—¿Y qué hay de las chicas? No te veo con ninguna nunca, ¿tienes problemas? ¿Te doy algunos consejos?

«Genial. Ahora mi padre quiere darme consejos.»

—No, no hace falta.

—Que sí, hombre, yo sé bastante, ¿sabes? Yo conquisté a tu madre con solo mirarla.

—Gran consejo, me has solucionado la vida, ¡gracias papá! —Me levanto del sofá y salgo del salón con la intención de subir a mi habitación.

—¡Chris! Esta noche vienen los Parker a cenar —grita mi madre antes de subir a mi habitación.

Los Parker son una familia cuyos padres son amigos del instituto de los míos, es decir, suelen venir a almorzar o cenar de vez en cuando. A veces me dan vergüenza ajena ya que beben hasta decir absurdeces.

«¿Qué clase de padres tengo?»

Y como ya dije, al menos está Georgina, ella es la hija de los Parker. Tiene un año menos que yo, nos conocemos desde que éramos bebés y va a otro instituto, uno más pijo, y lo digo porque se trata de uno elitista con uniformes, creyéndose mejores que el resto por tener más dinero. Ella no se baña en billetes precisamente, pero sus padres quieren lo mejor para ella y la animaron a solicitar una beca. Al menos tiene un futuro pensado y quiere conseguirlo.

Lo que me interesa de Georgina es la relación con derecho a roce que nos traemos. Comenzó hace unos dos años más o menos, un día decidimos darnos nuestro primer beso y eso llevó a hacer cosas más serias, pero solo eso. Siempre he pensado que ella tiene mi misma opinión sobre el amor y que nos hacemos un favor mutuo. No estoy haciendo nada malo.

—Así que ponte guapo para cuando lleguen —continúa mi madre.

Subo sin decir palabra alguna. Cuando entro a mi habitación, no se me ocurre otra cosa que echarme sobre mi cama y quizás echarme una siesta. Pero mis pensamientos pronto son invadidos por la chica de la cabellera naranja, mi nuevo objetivo. Su sonrisa realmente es bonita, eso no puedo negarlo, pero juro que nada más. Los pasos para enamorarla ya han comenzado y ni siquiera me había dado cuenta.

«Paso dos, cumplido.»

El siguiente es buscar información sobre ella, necesito saber de sus gustos para así caerle bien y tener un tema de conversación con el que llamar su atención, obviamente mintiendo.

Me levanto de la cama de un salto para buscar mi móvil. Lo llevo hasta la cama y lo desbloqueo con intención de buscarla por redes sociales. Suele ser el paso más sencillo, os sorprendería la de información que se saca de un perfil de Instagram.

«¿Cómo era su nombre entero? Sam... ¿Qué más?»

Siempre me pasa igual, nunca me acuerdo de sus apellidos por lo que no puedo buscarla tan fácilmente y tengo que recurrir a buscar en los amigos de alguien que vea que la conoce, pero... ella estaba sola.

«Un momento...»

«Su apellido era diferente, algo así como Van algo. Van... Van... ¿Van der wol? No, así no era. ¿Van der Walt? Creo que era así.»

Procedo a buscar escribiendo en la barra de búsqueda de Instagram, colocando su nombre completo. Para mi sorpresa aparecen varios resultados, aunque no debe ser difícil encontrarla. Y tras unos minutos bajando, encuentro una foto de perfil en la que puedo ver su cabello color naranja.

«Bingo.»

Una sonrisa de medio lado sale de mi rostro al ver que la había encontrado. Pincho para entrar, no puedo evitar primero agrandar su foto de perfil haciendo algunos trucos. Aparece ella agarrando un perro pequeño con mucho cariño, debe ser suyo. Aunque no se ve bien su rostro, sé que es ella y siento la necesidad de saber aún más sobre ella.







Weno, weno, segundo capítulo

¿Qué os ha parecido? 

¿Qué opináis de Sam? Es muy cuute🥰

Conocimos a David, pronunciación en inglesh jé

Él es todo un fanático del amor, ¿os cae bien por el momento?

Se menciona a Georgina, pero ella aparecerá mejor en el siguiente.

Los padres de Chris son un amoor😍

¿Notasteis que esta novela está en el mismo universo que STAR? MUERO😝

Veremos como transcurren el resto de pasos🤭🤭🤭

Nos vemos la próxima semana, sean buenos que pronto llegará Santa Claus🎅

Besiiiis😘😘😘😘😘💜💜💜💜

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