CAPÍTULO 17
Chris
Georgina está tramando algo, quiere alejarme de Sam. ¿Y qué va a conseguir con eso? Nada. Aún me pregunto cómo me sorprenderá intentándolo. Nunca será capaz de comprender que lo nuestro no iba a llegar muy lejos y me siento mal al no haberme dado cuenta antes para habérselo dejado claro. Sin embargo, eso no quita que sus acciones son egoístas e infantiles.
Su presencia me ha puesto de mal humor, destrozando lo que queda de día, pero cuando camino de vuelta a la mesa con mis amigos, todo se esfuma cuando doy de cara con la pelirroja que posee mi corazón —eso ha sonado cursi, lo sé—. Ella se encuentra sentada en una mesa apartada, jugando a algún juego de cartas. Una sonrisa ladina aparece en mi rostro y mis pies comienzan a caminar de nuevo como si ella fuese un imán para mí. No obstante, alguien ha detenido mi paso, obligándome a moverme en dirección opuesta a Sam y estrellando mi espalda contra la dura pared. Dicen que este ser es humano, yo más bien pienso que es un monstruo.
«Está bien, exagero.»
—¿Crees que alguna vez podrás saludarme sin romperme huesos? —cuestiono con una mueca de dolor.
—¿Crees que disfruto con esto, Cooper? La única razón por la que tengo que hablar contigo es por algo que me cabrea.
—¿Y qué es lo que te pasa esta vez conmigo, Ada?
—Te dije que te alejaras de Sam, y no veo que lo estés cumpliendo.
—Sé lo que te dije, pero no puedo hacerlo.
—Cooper, no soy idiota, sé lo que planeas. Ya te advertí de lo que ocurriría si no te alejabas de ella, pensé que te quedaría claro. ¡Y voy y me entero de que pasó la noche contigo!
—¡No le hice nada! —exclamo intentando hacer que me crea, pero no va a ningún lado si ella sabe todo mi historial en este instituto—. Mira, no te voy a mentir, esa era mi intención al principio, pero todo eso ha cambiado.
—¿Qué quieres decir? —Me suelta arrugando el entrecejo, aunque se mantiene cerca de mí.
Respiro hondo.
—Me gusta Sam —confieso.
—¿Cómo? —Suelta una leve carcajada incrédula—. No me vengas con cuentos.
—No es ningún cuento, me gusta y mucho. —Desvío la vista hacia otro lado avergonzado, aún me cuestan estas cosas.
—¡Oh! ¡Qué bonito! —exclama sarcástica—. Ahora, aléjate.
—No, no voy a alejarme. Pienso hacer lo que sea para que sienta lo mismo por mí —digo con el cuerpo firme y muy seguro de mis palabras.
Sin embargo, ella sigue sin tomarme en serio y comienza a reírse en mi cara.
—Cuando lo logres, avísame —dice entre leves risas.
—Lo digo totalmente en serio, Ada.
—Veo que va a ser difícil hacerte cambiar de opinión.
—No lo voy a hacer, solo quiero estar con ella.
—A ver. —Se cruza de brazos penetrándome con la mirada—. ¿Y qué es lo que sientes exactamente?
—Ya sabes... pues... las cosquillas en el estómago, mi corazón se acelera cuando estoy demasiado cerca o cuando me sonríe, que suele ser todo el tiempo, pienso en ella todo el día... ¿Te sirve? Puedo seguir, pero te informo de que soy pésimo en esto de expresar mis sentimientos.
Guarda silencio unos segundos, manteniendo los brazos cruzados y una mirada felina.
—Confiaré, por una vez, en que tus palabras son ciertas. De hecho, voy a darte unos consejos.
—¿De verdad? ¿Dónde está la verdadera Ada Sparks? —río ante mi comentario, pero dejo de hacerlo en cuanto su puño se estrella en mi brazo.
—Escucha, Cooper, ella es una chica diferente y especial...
—Lo sé, por eso me gusta.
—Ya... el caso es que para hablar con Sam tienes que ser preciso, mucho. Si pretendes explicarle algo, piensa las palabras antes.
—No creo estar seguro de lo que quieres decir. —Aprieto los labios confuso.
—Ven, observa y aprende. —Comienza a caminar hacia Sam y yo me apresuro a seguirla por detrás hasta llegar a su mesa.
—¡Sam! —grita Ada con entusiasmo, cambiando drásticamente su forma de ser conmigo.
—¡Hola, Ada! —Sam saca su adorable y adictiva sonrisa que me eleva directo a las nubes—. ¿Qué te trae por aquí?
—Quería preguntarte una cosa. —Sam deja sus cartas y presta atención—. ¿Cuál es tu libro favorito?
—No lo sé, aún no me los he leído todos —responde Sam, y Ada gira para mirarme levantando sus cejas como si supiera que iba a responder de esa forma.
—¡Oh, cierto! Quiero decir, ¿cuál es tu libro favorito entre los que te has leído?
—En ese caso, tengo muchos que pueden ser mis favoritos, pero diría que "La vida secreta de las mariposas".
—¡Genial! Gracias, Sam.
—De nada —dice con felicidad—. ¡Chris! ¿Quieres jugar conmigo?
En cuanto me menciona, consigo bajar de las nubes y su petición es tentadora, aunque dije de ir junto a mis amigos.
—¡Sí, claro!
«Soy un completo traidor.»
—Un momento Cooper. —Ada me arrastra a un lado lejos de los oídos de Sam—. ¿Te has dado cuenta?
—Creo que sí.
—Si lo explicas demasiado rápido no entiende las cosas y puede llevar a problemas, y con esto me refiero a todo.
—Vale, lo he pillado —asiento y camino de nuevo hacia Sam.
—Chris.
—¡¿Qué?! —Me giro exasperado por sus constantes interrupciones.
—No le hagas daño —advierte señalándome con el dedo.
—No voy a hacerle nada, solo quiero que sienta lo mismo por mí.
— Buena suerte, nadie aun lo ha logrado —comenta con una sonrisa ladina.
Con eso último se aleja, dejándome con una duda existencial. ¿Sam nunca ha tenido interés por un chico?
Una vez libre, me acerco a Sam, quien me había propuesto jugar a las cartas y esperaba pacientemente a que la acompañara. Ha repartido unas cuantas en dos montones y el resto en el centro. Me acomodo frente a ella recordándome a una posición digna de una cita, si no fuera porque estamos en el instituto. Quién sabe si alguna vez podremos vernos de esa forma en un restaurante bonito.
—¿Qué tal, Sam?
—Muy bien, hoy he preferido comer sola.
Y menos mal, no me habría gustado que Sam hubiese presenciado a Georgina de nuevo.
—No te preocupes, no estás obligada a comer con nosotros.
—Está bien saberlo. ¿Jugamos?
Se trata del mismo juego al que jugamos en clase el otro día. Adoro ver cómo se ilusiona por jugar conmigo, lo noto en sus preciosos ojos. Sé que no habrá mucha gente que acepte su petición, puede que Ada y quizás la ama de llaves de su casa. En la primera partida ella sale victoriosa, aunque no estoy seguro de cómo lo ha hecho. Vuelve a repartir y comenzamos de nuevo. Se me hace complicado jugar cuando me entretengo mirando sus diferentes expresiones mientras me cuestiono qué es lo que me gusta de ella y por qué siento lo que siento.
Además, me ronda la mente lo que Ada ha dicho antes: nadie nunca ha conseguido conquistar a Sam. Y no puedo evitar preguntarme si alguna vez ha sentido algo distinto por una persona.
¡Rayos! ¡Todos somos humanos, debe de haber sentido algo en algún momento!
—Sam, quiero preguntarte algo. —Debo utilizar las palabras exactas porque, como dijo Ada, Sam necesita que le diga las cosas claras, y creo que el hecho de que casi todo se lo toma como algo literal tiene que ver en eso.
—Si quieres preguntarlo, ¿por qué no lo haces y ya? —cuestiona mientras piensa su jugada y coloca su carta.
—¿Alguna vez te ha... gustado un chico...? No, esas no son las palabras. —Esto es más difícil de lo que pensaba, y si remontamos al pasado, ahora sé por qué no me entendió cuando le dije que me gustaba—. ¿Alguna vez te ha interesado una persona de modo que quisieras que fuera tu novio?
—¿Cómo David y PJ?
—¡Sí! Como David y PJ.
—¿Qué quieres decir con que me interese? —Resoplo ante su pregunta, es como dar un paso hacia atrás.
—Quiero decir que si algún chico que hayas conocido o visto en el instituto te ha parecido guapo o si te ha llamado la atención de forma que te gustaría hablar con él.
—¡Ah! Creo entenderte y mi respuesta es no.
—¿No?
—Vamos, ¡es tu turno! —exige.
Cojo cualquier carta y la lanzo al centro de la mesa.
—¿Nunca has tenido el deseo de tener novio?
—Creo que ya dije que mi padre no quiere que lo tenga. Siempre ha dicho que me van a hacer daño y no quiero que me hagan daño.
—¡Pero yo no te voy a hacer daño!
«Bien, Chris, menuda declaración.»
Esperaba que ella atase cabos y se diera cuenta de lo que acabo de confesar sin quererlo, pero solo se limita a pestañear y a decir:
—Ya lo sé, Chris. Me lo prometiste.
—Sí, es verdad, te lo prometí.
Me acabo de dar cuenta de lo desesperado que estoy.
—Chris, estás rojo —informa la pelirroja.
—Sí, lo sé...
Tras un rato más jugando en completo silencio, llega el momento de entrar a clases y Sam comienza a recoger sus cartas para meterlas en su mochila.
—Me tengo que ir a clase, luego nos vemos en ciencias —anuncio desanimado y cabizbajo. Necesito pensar con claridad.
—Sí. Por cierto, ha sido divertida la partida, adiós. —Me sonríe y luego se marcha descalza por los pasillos del instituto.
—¿Suspirando por un amor difícil? —La pregunta viene de mis espaldas y por una inconfundible voz—. Creo que es el momento de decir esto: te lo dije.
—¿Qué me dijiste, David? —digo resignado sabiendo a lo que se refiere.
Rodea mi cuello con su brazo mientras se ríe a mi costa.
—No puedo creer que por fin haya llegado este día, por fin puedo reírme de ti después de todas esas veces que te has burlado de mí por enamorarme. —Ruedo los ojos—. Pues te dije que algún día tú te enamorarías y que llegarías a hacer cosas tan estúpidas como las que yo he hecho por conseguir el corazón de esa bella dama. La única diferencia es que tu dama es algo extraña.
—No digas estupideces, David. Sam es muy normal, es una chica como lo es PJ o cualquiera de aquí. Tanto su forma de ser como su personalidad me encantan y voy a conseguir que yo le guste de la misma manera en la que ella me gusta a mí.
—Mucha suerte entonces. —Da dos golpes con la palma de su mano en mi espalda y continúa con su camino.
—David, ayúdame —le digo desesperado, provocando que frene su paso.
—¡Hoy no es un día cualquiera! —Abre sus brazos aun dándome la espalda y echa su cabeza hacia atrás—. Porque Chris Cooper me está pidiendo a mí, consejos para conquistar.
Ruedo los ojos esperando a que termine su espectáculo.
—Te tengo que hacerte sufrir un poco, querido amigo. Solo falta que Chad venga a pedirme lo mismo y que a Tyler dejen de interesarle las mujeres mayores y se comporte como un chico de su edad. Entonces el mundo habrá cambiado.
—Deja los videojuegos, no te están haciendo nada bien ahí dentro. —Golpeo su cabeza con mi puño con suavidad—. Ahora, dame consejos.
Termina la clase de literatura dando paso a ciencias. No me apetece demasiado ver a la señora Miller y tengo claro que el día en el que me marche del instituto, a la que menos echaré de menos es a ella. Sin embargo, al parecer David tenía razón, hoy es un día especial. Y no porque le haya pedido consejo, sino porque al entrar en la clase de ciencias, la señora Miller no está en su mesa como es habitual. En su lugar, hay un profesor, posiblemente su sustituto o el encargado para vigilarnos.
Aun así, me dirijo al fondo de la clase para sentarme con Sam, pero ella aún no ha llegado. La clase comienza a llenarse mientras yo me entretengo mirando Instagram y los seguidores que han ido aumentando en mi perfil.
Entonces Sam se adentra en el aula con su usual alegría, captando mi atención por completo. Sin embargo, su sonrisa por primera vez desaparece. Observa al profesor que está sentado en la mesa de la señora Miller y éste la saluda con una gran sonrisa. Pero Sam no responde, en cambio se queda estática a pocos pasos de la puerta en silencio.
—¿Dónde está la señora Miller? —por fin se pronuncia.
—Hoy no ha venido, yo ocupo su puesto. Entra y siéntate, por favor.
—No. ¿Por qué no está la señora Miller? —cuestiona en un tono más alto y demandante, comenzando a hiperventilar. El profesor no sabe qué más responder, se levanta de su sitio para dirigirse a ella, pero teme acercarse demasiado o tocarla—. No, no lo entiendo...
Deja caer sus cosas al suelo, comenzando a rascarse la muñeca izquierda cada vez más fuerte y rápido. Pronto empieza a hiperventilar, como si le faltara el aire, y no deja de mirar angustiada la mesa donde debería estar la señora Miller. Cuando el profesor da un paso más hacia ella, cuestionándole qué le pasa, ella se deja caer de rodillas al suelo, cerrando los ojos con fuerza y gritando palabras inentendibles.
Está claro que algo malo le está pasando, pienso en los ataques de epilepsia o algo por el estilo. Pero entonces comienza a darse golpes a sí misma en la cabeza y el profesor no es capaz de reaccionar de forma alguna, limitándose a mirarla ahí parado. El resto de la clase tampoco hace nada, solo observan en silencio la escena.
El corazón está a punto de salírseme por la boca cuando me levanto rápidamente para acudir a ella desde el final de la clase. Nadie de los que están más cerca de ella ha reaccionado de alguna forma y eso me cabrea, ni siquiera para avisar a algún otro profesor. No tengo ni idea de cómo hacer que frene los golpes a sí misma, y temo hacer que empeore. Todo en lo que puedo pensar es en que todo esto lo ha desencadenado la ausencia de la señora Miller.
—¡Sam! —Me agacho para estar a su altura—. ¡Sam! —Al ver que no pretende parar, agarro con la fuerza suficiente sus muñecas e intento que conecte su mirada con la mía, pero sus ojos permanecen cerrados— ¡Sam! ¡Escúchame! Respira y luego suéltalo, vamos, hazlo. Lo hacemos juntos. —Ella abre sus ojos y deja de moverse bruscamente, está completamente asustada. Comienza a respirar y luego le indico que lo suelte por la boca y así lo hace—. Lo has hecho muy bien, venga repítelo. —Lo repetimos varias veces más y parece funcionar. Ha dejado de temblar y está más calmada pero aun la siento inquieta—. Escucha Sam, la señora Miller está enferma, le han recomendado no salir de casa y por lo tanto faltará una semana a clase, pero volverá. —En realidad no tengo ni idea de cuál es el motivo de su ausencia, pero ella comienza a entenderlo. Sin embargo, no creo que esté preparada para entrar a clase, ser observada y comentada por todos, quienes en lugar de ayudarla y cuestionar si está bien, se limitan a hablar a sus espaldas—. ¿Quieres salir fuera? Solo tú y yo.
Finalmente asiente, aún sin mostrarme una sola sonrisa. La ayudo a levantarse y recojo sus cosas para después salir de la clase, centrándome únicamente en ella.
He conseguido que se calme y aún no sé cómo lo he hecho. Y tampoco sé bien qué es lo que acabo de presenciar. Lo único que se me ocurre es que se trate de un ataque de histeria o ansiedad, quizás se sienta amenazada y su única salvación sea la señora Miller. Puede que al ver que ella no estaba, entró en pánico. Qué sé yo. Lo importante es que me siento orgulloso de haberla ayudado a calmar sus nervios, he sido como... como un héroe, pero uno de verdad, no uno planeado como en mis pasos.
Primero conocí sus verdaderos gustos y ahora he actuado como un héroe. Es cosa mía, ¿o estoy volviendo a realizar mis pasos?
*TEORÍAS AQUÍ*
Los pasos han vuelto ellos solitos :DD
¿Qué os está pareciendo todo hasta el momento?
Cuentenmeeeee
Si os ha gustado el capítulo, dale a la estrellita pofis
El jueves habrá otro cap como siempre, don't worry ma babys
Un beso en la mejilla
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