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CAPÍTULO 13

Chris

La clase está a punto de terminar, y por fin llega la hora de comer. No tengo ni idea de por qué se me están pasando las horas como si fueran días; supongo que el hecho de que sea lunes tiene algo que ver. Bien es cierto que mi mente está más despejada, hablar sobre mis pensamientos y sentimientos de vez en cuando con alguien está bastante bien, pero creo que Georgina ya no es una opción.

Acudo a la cafetería nada más salir de clase, donde obtengo una amarga y sucia sonrisa por parte de la cocinera. Nunca sé bien cómo reaccionar ante tal cosa, así que me limito a coger mi bandeja y caminar hasta nuestra mesa. Pero si el día estaba siendo un completo tostón, todo aquello se disipó en cuestión de segundos, porque lo que mis ojos presenciaban me puso en alerta.

Chad y Sam hablando a solas.

Tengo curiosidad por saber de qué hablan, pero si me acerco quizás esté interrumpiendo el proceso de aceptación de Chad hacia Sam. Ella está bastante contenta de tener amigos, y creo que es bueno que esté con nosotros, pero para ello, Chad debe aceptarla en el grupo.

Me quedo de pie desde la lejanía observándolos. Ella mira hacia mi dirección, creo que me ha visto, pero enseguida se gira hacia él. Chad sonríe, no pensé que llegara a hacer eso y parece que se divierten. Entonces él la rodea con su brazo y se acercan poco a poco. La bandeja con mi almuerzo cae al suelo cuando mis manos comienzan a estremecerse, y la comida se esparce a todos lados provocando un estruendo que llama la atención de los presentes. Porque...

Chad está besando a Sam.



Dos días antes...

Nada más presentarme ante la sofisticada y bien cuidada puerta, decido llamar al timbre. No dejo de dar vueltas de un lado a otro, tal y como se encuentra mi mente últimamente, porque ya no sé qué pensar. Detengo el paso en cuanto la puerta se abre al fin.

—¡Hola, Chris! Qué sorpresa, no te esperaba por aquí.

—Hola, señora Parker, ¿está Georgina?

—Creo que está en su habitación, puedo llamarla si quieres.

—No, ya voy yo. —Entro en el interior de la casa sin que ella me dé el permiso y subo las escaleras hasta la habitación de Georgina, quien se encuentra tumbada en su cama con el teléfono en sus manos. Al verme entrar en su habitación, comienza a levantarse con expresión de sorpresa.

—¡Chris!

—Necesito hablar, y tú eres la única que me conoce lo suficiente, necesito otra opinión.

—¿Qué te pasa? —Arruga sus cejas.

—Verás, ayer fui al baile de bienvenida de mi instituto, llevé a Sam porque ella nunca había ido a un baile. —Sigo dando vueltas por su habitación, llevo así toda la mañana—. En un principio solo iba a estar con ella al entrar y luego me iría de su lado, como siempre hago. Pero después bailé con ella y una chispa se despertó dentro de mí. ¿Qué crees que pueda significar?

—Depende, ¿te gustó? —interroga sin moverse de su posición.

—Lo cierto es que sí... A no ser que se sienta lo mismo en todos los bailes.

—Chris, si bailas con tu madre, ¿vas a sentir esa chispa?

—¡No, por Dios! —digo de inmediato, a lo que ella rueda los ojos. Ahí me percato de que había sido una absurdez decir aquello.

—¿Qué demonios quieres venir a decirme? —Suelta su teléfono y se sienta en el filo de su cama mientras yo la imito sentándome a su lado.

—¿Es posible que realmente sienta algo por Sam?

—Creo que simplemente estás confundido, esa chica no ha cumplido tus pasos y eso te ha afectado más de lo que piensas. No creo que sientas nada por ella. Quizás solo debas dejar todo eso atrás y tener experiencias más reales.

—¿Y por qué Sam ha sido la razón que me ha hecho pensar que debería madurar y dejar todo eso atrás?

—¿¡Quieres olvidarte de ella!? No es nadie que te deba importar ya. —Agarra mi barbilla y me obliga a mirarla—. Si abrieras más los ojos, verías quién es mejor para ti. —Su voz ha pasado a ser dulce y calmada mientras se aproxima para darme un beso. Consigue hipnotizarme por unos segundos hasta que roza mis labios y eso parece apartar mi letargo.

—No. No puedo hacer esto ahora. —Me echo hacia atrás huyendo de su cercanía, algo que no le causa demasiada gracia—. Estoy demasiado confundido, cabe la posibilidad de que realmente me esté ocurriendo lo que pensé que jamás me llegaría a ocurrir de nuevo.

—¡Chris, ella no siente nada por ti, te ha rechazado en varias ocasiones! Deberías centrarte en los que de verdad han estado aquí para ti, por los que te quieren de verdad.

—¿De qué me estás hablando? Últimamente no te entiendo.

—¡Porque me gustas! ¿Cómo no te das cuenta? —Mi boca modula una O ante su declaración—. ¡Por todos los dioses, no puedo decírtelo más claro! Estoy enamorada de ti desde hace muchísimo tiempo, he estado conteniéndome para ver si alguna vez podías sentir lo mismo y tener por fin nuestra historia de amor. Pero esa estúpida pelirroja se ha tenido que poner por delante. —Se cruza de brazos levantándose de la cama.

—N-no tenía ni idea...

—Dime una cosa. ¿Alguna vez has pensado en nosotros como pareja?

—Georgina, siento tener que decirte esto, pero no, y creo que me va a ser muy complicado verte así. Hasta ayer pensé que nunca iba a tener una pareja estable. —Ella comienza a desviar lentamente la vista al suelo, avergonzada—. Es que... eres mi amiga. Y eres con la que hablo de todo lo que se me pasa por la mente y la persona con la que he vivido mis primeras experiencias, pero no sé si llegaré a verte como tú quieres. No pensé que...

—Vete.

—¿Qué?

—Sal de mi habitación, ya. —Su expresión es tan seria, que solo con su mirada ordena a mis pies a salir por la puerta.

—Lo siento...

Finalmente salgo y ella da un portazo detrás de mí. Todo ha sido muy rápido y no he tenido la ocasión de asimilar sus palabras y haberme explicado de otra forma. ¿Cómo no me he dado cuenta de que ella siente algo por mí? Jamás me lo habría visto venir, siempre tuvimos claro lo que hacíamos y ella estaba de acuerdo en todo. Y de verdad que nunca había pensado en nosotros como en algo más. Solo hubo una persona con la que me imaginé en esa situación, pero desde entonces me había hecho a la idea de que eso no era para mí, que nunca volvería a pensar en relaciones serias.

Por lo menos antes no.


Chad

Después de la resaca de todo el fin de semana, llega el lunes y la vuelta a la realidad. Juro que en cuanto me den el dichoso diploma de graduado, saldré de esta maldita ciudad para irme lejos, a donde mi moto quiera llevarme. Escapar de todos.

Me dirijo a la sala de los castigados, donde al parecer tengo que pasar una buena temporada, o eso se supone. ¿Cuándo se acostumbrarán? En todos los bailes de instituto se lleva alcohol de una forma u otra y, si no estuviera prohibido, quizás nadie bebería. O puede que sí. En fin, creo que he dejado claro cuál es la causa de mi castigo.

Entro en la sala encontrándome con unas cuantas personas. Camino hacia mi sitio de siempre, hasta que una rubia impertinente tiene que meterse en mi campo de visión.

—Vaya, ¿ahora castigan a los monos?

—¿Quién te ha dejado salir de la jaula? ¡Profesor, una jirafa se ha escapado! —El profesor que está a nuestro cargo está completamente dormido, ni una bomba estallando a su lado puede hacer que mueva un párpado, pero si intentas escabullirte, los abre al instante.

—Muy gracioso, Patterson, deberían llevarte a un circo, por cómo te comportaste en el baile, creo que serías un buen espectáculo.

—¿Puedo preguntar qué haces aquí? Mis horas de castigo antes eran mejores cuando no estabas tú —escupo, provocando que sus ojos se tornen blancos y debo admitir que me causa un poco de gracia.

—Conseguí que medio instituto armara una gran revuelta en protesta de las disecciones de animales en la clase de anatomía. Y por lo visto, eso está mal.

—A mí tampoco me gustaría que medio zoológico estuviera en mi instituto.

—Vete a la mierda, mono de feria. Si tuvieras un poco de cerebro, serías capaz de mantener una conversación seria con una persona, y verías la importancia que tiene quejarse por este tipo de cosas.

—Lo que pasa es que no me interesa que le abran la tripa a una rana. Deberías ir a hacer algo de provecho como ir a la peluquería, ¿te has peinado esta mañana?

—Al menos estoy castigada por intentar ayudar al planeta, no por ser un borracho que intenta llamar la atención vergonzosamente y matando su organismo lentamente.

—Está bien, no puedo aguantar esto un lunes por la mañana. —Me levanto de mi sitio para salir de la sala.

—¿A dónde vas? Se supone que estás castigado.

Salgo de la sala para ir directo a nuestra mesa y escucho cómo el responsable de los castigos me grita que vuelva inmediatamente, pero no le hago caso. ¿Qué se ha creído esa tal Ada? ¿Qué puede hablarme así? Já. A mí nadie me tiene que decir qué tengo o qué debo hacer. Soy Chad Patterson, el que nunca le ha hecho caso a nadie, el que hace lo que le da la gana. Ni mi padre se atreve a hablarme así y no voy a permitir que esa delgaducha con aspecto de jirafa lo haga.

Al salir del aula de castigados, me siento en nuestra mesa de fuera, no hay mucha gente alrededor y mis amigos aún no han salido, por lo que tengo unos minutos para respirar en paz. Sin embargo, para mi desgracia, alguien se sienta también a mi lado, alguien a quien no tenía ganas de ver en estos instantes.

—¡Hola, Chad! —exclama con su amplia sonrisa mientras su anaranjado cabello se mueve con la brisa, pero no respondo, ni siquiera la miro más de dos segundos—. ¿Qué tal estás? Parece que has tenido un mal día, ¿lo has tenido?

—Es posible.

—Seguro que mejorará.

—Estando tú aquí ahora seguro que no.

—¿Cuál es el motivo de tu mal día?

—No es de tu incumbencia —digo desviando la vista hacia sus descalzos pies.

—Hay veces que contar lo que te sucede a alguien es bueno.

—Tú qué sabes, te crees que lo sabes todo, pero no. —Me arrepiento al instante de haberle hablado así.

—No lo sé todo, por eso intento descubrirlo. —Prefiero no contestarle para ver si así se marcha y me deja sopesar mi cabreo en soledad—. Chad, todos son muy simpáticos conmigo, ¿por qué tú no? Yo quiero ser tu amiga.

—No soy de hacer muchos amigos —murmuro.

—¿Y qué puedo hacer para poder ser tu amiga?

—Nada.

—¡Oh, vamos! Seguro que hay algo que pueda hacer.

Joder.

A punto estuve de levantarme para huir de sus ruegos y preguntas, y de su constante sonrisa. Cuando no estoy de humor, prefiero mantenerme alejado de las personas a las que no me gustaría herir. Pero algo me detiene. Veo a Chris salir de la cafetería en nuestra dirección, y por alguna razón se frena en el intento. Nos está mirando, y sé que no le contenta verme al lado de Sam.

Quizás sea cuestión de mi estado emocional, o puede que la situación haya llegado al límite, porque ni yo entiendo por qué decido actuar de tal forma.

—Está bien, Sam, voy a serte sincero. —Ella se reafirma en su asiento y me presta toda su atención. Mientras yo, tengo que actuar rápido si no quiero ser interrumpido—. Llevo tiempo queriendo hacer esto, más de lo que piensas, pero había demasiadas razones por las que no lo hice antes.

—¿Qué? Discúlpame, pero no te entiendo.

Entonces comienzo a acercarme a ella lentamente. Sam solo muestra confusión, pero por el momento no pone reparos, y antes de que ponga alguna objeción, junto mis labios con los suyos.

El corazón solo puede latirme de forma desenfrenada.

Tras unos segundos saboreando los labios de Sam, una fuerza sobrenatural tira de mi capucha levantándome del banco y, seguidamente, un puño se choca con la parte derecha de mi cara hasta que choco con el suelo. Un hilo de sangre sale de mi nariz y un dolor agudo invade esa parte de mi rostro.

Ha sido breve, y ha habido represalias, pero ha merecido la pena.

Aun a pesar de mis daños, me levanto del suelo. Chris está nervioso, muy enfadado y está claro cuál es su causa.

—Ya me parecía a mí. —Suelto una sonrisa burlona y escupo la sangre que ha aparecido en mi boca a causa de su golpe.

—¿Qué? —dice mientras se coge el puño con el que me ha pegado. Todos los que comenzaron a salir de sus clases empiezan a hacer un corro a nuestro alrededor y Sam aún parece estar asombrada.

—Vamos, Chris, ya no tienes excusas. ¿Por qué no lo admites de una vez? —digo extendiendo mis brazos. Él se mantiene serio, desafiándome con la mirada.

—¿De qué mierda me estás hablando? —vuelve a cuestionar con más molestia si cabe. En ese momento PJ aparece y se lleva a Sam a otro lugar con ella.

—¿Por qué razón ibas a pegarme? Vas de duro, como si fueras de piedra diciendo que eres inmune a los sentimientos y que aprendiste de tu error, pero no eres distinto al resto. Ni siquiera de mí. Si de verdad ella fuera uno más de tus jueguecitos, habrías abandonado en cuanto no te hacía caso, no la mencionarías todo el santo rato y, es más, no tendrías celos porque la haya besado. El problema no es solo que te hayas enamorado, sino que te has enamorado de la misma chica que yo.

Chris tarda en asimilarlo, lo sé por su aspecto, y porque es incapaz de soltar palabra.

—No me puedo creer que estemos en el mismo punto de nuevo... —Coloca una mano en su cadera y la otra en el puente de su nariz cerrando los ojos por un momento. Está claro que se le acaba de iluminar la mente—. Ahora lo entiendo. Ahora entiendo que intentases que me olvidara de ella. Que tuvieses esa cara cada vez que la mencionaba... No me puedo creer que me lo estés haciendo otra vez.

—¿Qué yo te lo esté haciendo? ¿Te crees que a mí me sienta bien? ¿Cómo piensas que me tomé que iba a ser uno de tus juegos? ¿Y cuando me di cuenta de que estabas sintiendo lo mismo que yo? Sí, amigo, aquí estamos otra vez.

—¿Y por qué no lo dijiste antes? ¿¡Por qué no me detuviste!? Era tan sencillo como explicarlo desde el principio. —Me quedo callado porque ni yo mismo me atrevo a admitirlo. Me limito a apretar los labios y para Chris parece haber sido más que suficiente para entenderme—. No me lo puedo creer. No querías que supiéramos qué clase de persona te gustaba.

—¡No te atrevas a juzgarme! ¡Hasta hace unas semanas tú pensabas que era rara y no se te ocurra negarlo! Como tampoco niegues lo que sientes por ella.

—No lo he negado. Es verdad, me gusta Sam. —Se pone pensativo un instante—. La culpa de todo esto es tuya. Si fueses capaz de hablar sobre estas cosas, ninguno de los dos tendríamos que pasar por esto otra vez.

—No te preocupes. Está claro que se ha olvidado de mí, no tengo ninguna posibilidad y menos si tú estás en medio. Y seguro que terminará enamorándose de ti. Pero por lo menos sabré que su primer beso se lo di yo.

Tras escuchar mis últimas palabras, se echa sobre mí. Es difícil de describir la situación, solo hay puñetazos de un lado para el otro, y sé que ninguno de los dos va a salir intacto. Unos segundos después, Tyler y David consiguen separarnos. Hay intensas miradas entre ambos hasta que Chris se deshace de Tyler y se marcha.



Tercera persona

La discusión entre Chris y Chad continúa. PJ se da cuenta de que Sam está bastante nerviosa, además de estar confusa por lo que acaba de pasar. Ella piensa que lo mejor es sacarla de allí y así lo hace. Se adentra en cuclillas dentro del círculo que los espectadores han hecho y coge a Sam del brazo para luego llevarla a un lugar más tranquilo.

Sam no parece entender nada, pues aún no le ha dado tiempo a preguntar. Su curiosidad tiene un límite, así que no tarda en hacer sus preguntas.

—PJ, ¿qué está pasando?

—Nos sentaremos aquí —dice la rubia sentándose en un banco al lado de la puerta de entrada al edificio—. Verás, Sam, es una pelea entre amigos y no deberías estar en medio por lo que pudiera pasar, por eso te he traído aquí.

—¿Y por qué están peleando?

—Son asuntos que tienen entre ellos.

—A mí me pareció que yo tenía la culpa. —La expresión de Sam muestra inquietud mientras que su mano derecha acaricia la muñeca del brazo izquierdo de forma repetitiva.

—¡No! No pienses eso, cariño.

—Sé que no quieres decirme qué pasa. ¿Por qué Chris le ha pegado? Le ha hecho sangre...

—Verás... a Chris le ha molestado que Chad te haya besado y pues su impulso ha sido pegarle, pero él no es así, solo te defendía.

Sam se muestra pensativa ante la respuesta de la chica rubia.

—Creo entonces que debo darle las gracias.

—Sam, eso está muy bien, pero, ¿por qué has besado a Chad? —interroga PJ mostrándose curiosa.

—Él me dijo que quería sincerarse conmigo y que quería hacer algo que llevaba tiempo queriendo hacer y que no lo hizo por razones que desconozco.

—¡Oh, por Dios, Sam! ¿Y por qué dejaste que te besara?

—No podía saber que iba a hacer eso.

—Sam, te has dado tu primer beso con alguien que no lo merecía, ¿no te da pena?

—Bueno... —Sam ve a Chris caminar muy deprisa hacia algún lugar, entonces decide seguirlo sin importarle que PJ no haya terminado su discurso, e intenta alcanzar a Chris.



Chris

¿Es cierto? Lo he afirmado, pero realmente no estoy del todo seguro, ¿estoy enamorado? Aunque si analizamos cómo me he sentido estos últimos días, la parte mala es que cada vez que no estoy junto a ella me falta el aire, no como y siento las estúpidas mariposas en mi estómago, lo que es igual que puros nervios. Y la parte buena... quizás sea la lista más larga, aunque no exista tal número de palabras para poder describirlo. En fin, supongo que sí, ha sucedido, Christopher Cooper se ha enamorado, y los síntomas se parecen a los de la última vez. Puede que aún sea algo leve, pero es evidente que está creciendo poco a poco. ¿Qué se supone que tengo que hacer? Ella no siente nada por mí, y enamorar a Sam no es algo fácil, que me lo digan a mí.

Me he enamorado de la única chica en la faz de la Tierra que no se enamora de mí, ¿acaso sigo metido en un cliché? Ahora que lo pienso, sí, lo es. Ya sabéis, la típica chica que se resiste a los encantos del chico el cual ya le ha confesado que la quiere. ¿Pero cuánto más tiene que durar este cliché?

He acabado sentado en un banco en alguna parte del instituto. Tengo los codos apoyados en mis piernas mientras mis manos sujetan mi cabeza, pensando en cómo todo ha cambiado en tan poco tiempo. Mi enfado ha ido en aumento a pesar de que he intentado controlarme, pero finalmente ha terminado en una pelea física. La confesión de Chad me ha pillado por sorpresa, no he soportado que él pensara así, que ya tuviera a Sam en mente de esa manera desde hace tanto tiempo por eso he decidido irme y alejarme del mal que estaba causando dentro de mí ese entorno. Estar solo es lo único que puede cambiar mi estado de humor, por el bien de todos. Pocas veces me he visto en esta situación, jamás he pegado a ninguno de mis amigos, pero se ha comportado como un imbécil recalando que él la ha besado primero. Ni que fuese un objeto, joder.

Alguien se ha detenido frente a mí, su mirada está clavada en mi nuca de tal forma que podía penetrarla. Abro los ojos unos segundos, los suficientes para ver unas zapatillas andrajosas que reconozco al instante, dejándome claro quién es el sujeto que tengo ante mí.

—Sam, no me apetece hablar con nadie —pronuncio sin levantar la cabeza.

—Solo quiero agradecerte que me defendieras... —dice cual un robot— y preguntarte una cosa. —Mi curiosidad se pone en alerta como si se desplegara una antena de mi cabeza. ¿Podría ser que se haya dado cuenta de por qué le he pegado a mi amigo? ¿Se ha dado cuenta de que me gusta como algo más que una amiga?

«¿He pensado yo eso último? Parece que sí.»

—¿Estás enfadado conmigo? ¿He hecho algo malo? Si es así, perdón —manifiesta bastante preocupada, lo que siempre me ha parecido adorable, cogiendo mi corazón en un puño, estrujándolo y haciendo lo que quiere con él.

Vuelvo a agachar la cabeza. Porque no, ni se ha planteado mi cuestión anterior.

—No, Sam, no tienes la culpa de nada.

—¿Y le has pegado para defenderme como dijo PJ? —Levanto la cabeza de nuevo y la miro a los ojos.

—Te has dado tu primer beso, Sam.

—Y no me ha gustado. No me gusta dar besos —confiesa, río ante su expresión de asco.

—Eso es porque es la persona equivocada. Para que el beso te guste, te tiene que gustar mucho la persona a la que se lo des.

—¿Y cómo sé que esa persona me gusta para dar besos? —cuestiona para después sentarse a mi lado totalmente interesada en saber más.

—Por las mariposas —digo sin más con una sonrisa de medio lado, es curioso que todo termine en esos insectos.

—¿Mariposas?

—Sí. En tu estómago.

—¿¡Mariposas en mi estómago!? —Abre tanto los ojos que pienso que se le van a salir. — ¿Qué clase de mariposas se te meten en el estómago? No he leído nada de eso. Qué raro... —Arruga las cejas.

—Son un tipo de mariposas que no se ven, pero son muy comunes y según parece todos debemos tenerlas alguna vez. Cuando aparecen lo notas enseguida, pierdes tu apetito, estás nervioso... y todo a causa de una persona en especial. Sientes unas ganas de ver o de estar con esa persona todo el rato y cuando por fin lo estás, eres la persona más feliz del planeta.

—¡Caray! ¿Debe de haber ya una cura para quitar esas mariposas, no?

—Algo así. La única manera es estar con esa persona, incluyendo los besos, abrazos... Parece sencillo, pero no, la otra persona debe tener también mariposas en su estómago por ti.

—¿Y si no es así?

—Si no es así... la única forma de eliminarlas es esperar.

—¿Cuánto tiempo?

—El suficiente para olvidar.

—Espero que, si alguna vez tengo esas mariposas, pueda suceder la cura. Por cierto, tu mano está sangrando —añade con tranquilidad. Es cierto, el puño que he utilizado para pegar a Chad está sangrando y a Sam no parece importarle demasiado. Se levanta de mi lado y comienza a caminar concluyendo la conversación.

— Sam —me apresuro a decir provocando que se gire sobre si misma—. ¿Qué tengo que hacer para enamorarte?

—¿Y para qué quieres saber eso? —formula sin más, sin conocer que eso para mí ha sido como una puñalada en el pecho.

—Olvídalo —murmuro volviendo a agachar mi cabeza y entonces ella continúa alejándose.






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