CAPÍTULO 11
Chris
Hoy ha sido el día previo al baile de bienvenida del curso, así que podéis imaginaros la histeria por "la gran noche". Para algunos es un acontecimiento especial donde quizás tengan la mejor experiencia de sus vidas, otros piensan que ser el rey/reina del baile es lo más importante. Y para otros —donde me incluyo—, el baile es un simple acontecimiento más donde te luces con un elegante traje y te diviertes saboteando el ponche con alcohol.
La temática de este baile son los años veinte, ya sabéis, la época de los gánsteres, con sus típicos gorros, tirantes, corbata y muy trajeados. Las chicas por su parte llevaban vestidos cortos y al vuelo o con flecos, con cintas en el pelo, muchas plumas, el palo ese largo y delgado que usaban para fumar, y el popular baile del charlestón. Lo cierto es que me parece una temática interesante y hace unos días fui con los chicos a alquilar unos trajes. No dejamos de reír cuando David se puso un bigote falso, definitivamente no le queda nada bien.
Y aunque ya me gustaría a mí pasar la tarde charlando con la almohada, debo ir a la casa de Sam a continuar con el maldito trabajo. Ella me comentó que cuando las clases concluyesen, la esperase en la puerta para así irnos juntos.
Me despido de mis amigos quienes no dejan de lanzar besos al aire, a excepción de Chad que mantiene su cara amarga de siempre, mientras yo les muestro mi maravilloso dedo corazón. Ingenuos son de pensar que puedo llegar a tocar algo del cuerpo de Sam, ni siquiera un mechón de su melena. No es el mejor plan, pero debo admitir que tengo curiosidad de cómo será el ambiente en el que vive Sam. Por lo que cuenta, su madre es una mujer amable y buena que le enseña buenos modales, mientras que su padre destroza lo que podrían ser sus sueños como tener novio o asistir al baile.
—¡Chris! —La escucho pronunciar mi nombre a mi espalda, giro mi cuerpo para verla venir hacia mí—. ¿Estás preparado? —Asiento apretando los labios—. ¿Te importaría antes ir a un lugar? No tardaré.
—Claro que no —respondo de inmediato sujetando el asa de mi mochila sobre mi hombro.
—Bien, vamos. El coche nos espera allí —informa señalando un coche aparcado de color negro, es el que siempre la recoge. La sigo hasta subirnos en él por la parte trasera. Un señor vestido con ropa simple pero elegante se encuentra conduciendo. Diría que no es demasiado mayor, puede que sea su padre—. ¡Hola, Alan!
—Hola, Sam. ¿Qué tal el día?
—Normal. Mira, él es mi amigo Chris, vendrá a casa.
—¿De verdad? No sabe cuánto me alegro. Un placer conocerle.
—Lo mismo digo —respondo con una sonrisa cordial.
Una cosa tengo clara: él no es su padre. Lo que me genera numerosas cuestiones. ¿Quién es? ¿Un chófer? ¿Y por qué se alegra de que vaya a su casa? ¿Acaso no es normal llevar amistades a las casas? Aunque Sam no es que tenga muchos amigos precisamente, al menos en el Easton High.
El coche arranca y comienza a moverse en dirección del lugar donde Sam debe ir primero. Tengo curiosidad, aunque puede que solo deba comprar algo o cualquier otro recado.
No hablamos mucho por el camino. Que ese señor esté pendiente de cualquier conversación que tenga con Sam me inquieta y por ello prefiero no decir nada. Al cabo de unos minutos, el coche se detiene en una calle llena de árboles y pasto verde. Jamás había estado por la zona, debe de ser por las afueras de la ciudad. Aquí puede escucharse el sonido de los pájaros cantando, los árboles mecerse con una brisa agradable y las hojas que caen al suelo en un claro gesto del otoño.
—La espero aquí, señorita —avisa el señor conductor quien se queda apoyado sobre el coche. Sam asiente y prosigue adentrándose en una verja entre los árboles.
Solo me hizo falta dar unos cuantos pasos detrás de Sam para darme cuenta de que era un lugar que no esperaba tener que visitar por el momento, de hecho, no he tenido la necesidad de hacerlo. Y tampoco imaginé que este sería el lugar al que Sam debía venir.
—¿Un cementerio? —pregunto esperando una respuesta de Sam, pero ella sigue caminando centrada en su destino.
Debo apretar el paso para seguirla de cerca evitando pensar en todo lo que me produce el lugar. Ella camina y camina hasta llegar al lugar el cual estaba interesada en visitar. Cuando la alcanzo, ella está parada delante de una lápida en la que puedo leer:
"Amanda Van der Walt"
—Es mi madre —se apronta a decir—. Murió hace un año más o menos. Sé que es absurdo venir a hablarle a la nada y sé que ella no me escucha, pero me dijeron que debía venir de vez en cuando y hablarle sobre lo que me ha estado sucediendo fingiendo que me escucha. Algunos dicen que es una manera de mantener la conexión entre ambos mundos.
—Lo siento. —Es lo único que se me ocurre decir. No me había visto venir algo así, después de todo Sam hablaba de su madre como si continuase viva, o eso me pareció.
—¿Por qué lo sientes?
—No sé, bueno... es lo que se suele decir... y es triste, aunque veo que lo llevas bastante bien.
—¿Por qué tendría que llevarlo mal?
—Pues porque era tu madre y seguramente era joven como para morir.
—Todos vamos a morir algún día —suelta como si de verdad no le importara, una respuesta muy dura si yo estuviera en su lugar. Se agacha justo delante de la lápida de su madre pasando una mano sobre ella para quitar algo de polvo y tierra—. ¡Hola, mamá! Hoy te he traído a mi nuevo amigo, es genial ¿verdad? Se llama Chris y es muy gracioso. Saluda, Chris.
— ¡Oh! Eh... Hola, señora Van der Walt. ¿Qué tal? —Qué inteligencia la tuya Chris, como si te fuera a contestar y obviamente no está bien, está muerta, aunque espero que esté en un lugar mejor—. Perdón, no quería decir eso...
— No te preocupes, los muertos no hablan, y tampoco escuchan.
«¿Acaso esta chica no tiene un mínimo de sensibilidad?»
—Mamá, Chris me ha invitado a un baile del instituto. Tengo ganas de ver qué se hace allí además de bailar, aunque papá diga que no sirven para nada. Aun así, me ha dejado asistir porque es mi último año. ¡Ah! Y como veo que la gente decora las lápidas con flores, yo he traído algo también, no son flores porque se marchitan, no sé por qué traen algo así. Te he hecho una mariposa de origami. Se dice que las mariposas tienen una conexión con los espíritus y que los ayudan a volar hacia la libertad. —Saca de su andrajosa mochila azul pastel, una mariposa de papel como la que me ofreció, pero esta es más grande y más difícil de hacer, se nota que ha estado practicando. La coloca justo debajo de la lápida de su madre y entonces se levanta—. Es solo una leyenda, pero me pareció bonita. —Esta vez se dirige a mí.
—Y original...
—¡Adiós, mamá! —Le dice con una sonrisa y comienza a caminar para volver hasta el coche. Yo solo me limito a seguirla sin decir ni una sola palabra, creo que aún no he asimilado la situación.
Sam perdió a su madre hace un año, pero a ella no parece importarle demasiado. Quizás es bueno en cierto modo, pero puede que cualquier otra persona hubiera mencionado un "la echo de menos" o un "te quiero, mamá" y quizás hablarle con más ternura. Sin embargo, Sam le habla como si estuviera obligada a hacerlo, aunque ha mencionado algo de que venía de vez en cuando. No le afecta decir que está muerta, y no tiene pinta de que haya llorado mucho. ¿Tendrían poca relación?
Alcanzamos el coche donde Alan, el conductor, nos espera. Aun me cuesta comprender el entorno de Sam y eso que todavía me queda su casa. Ella parece tener un conductor privado, y su madre está muerta. ¿Qué más voy a encontrarme?
—Oye... me he dado cuenta de que de vez en cuando te pones las zapatillas —comento mirando sus pies, encontrando una conversación que rompa el silencio.
—Me obligan a ponérmelas cuando salgo a la calle, son muy incómodas. ¿Cómo puedes ir tú con ellas?
—Ah... pues, ahora que lo dices... supongo que porque todos las llevan. Además de que protegen los pies de cualquier cosa del suelo. Tampoco es que me molesten.
—A mí me resultan incómodas y a veces me hacen heridas —dice casi en un susurro como si alguien pudiera escucharla y reprenderla, entonces miro a Alan, pero parece que no está escuchando puesto que tararea una canción.
Tras un rato de trayecto, comenzamos a adentrarnos en un vecindario donde predomina el color verde, con numerosos árboles, flores radiantes y con mucho césped bien cortado. Las casas son grandes, lujosas y muy bien decoradas. Creo que Sam tiene algo de dinero, seguramente su casa sea como estas. Finalmente, llegamos al final de la calle, ante una gran cancela cerrada que pronto comienza a abrirse. El resto de casas no pueden presumir de un terreno vallado como este.
—Llegamos, Chris.
Me asomo por la ventana para no perderme nada, es la primera vez que me ocurre algo así. El coche se adentra y continúa por un camino que lo aguardan unos árboles muy altos y todo sigue siendo verde. Por fin puedo ver la casa, aunque no del todo pues es tan grande que mis ojos no pueden verla al completo. Nos bajamos del coche y mi primera impresión es llevarme una mano a la cabeza ante el asombro. La casa es mucho, repito, mucho más grande que todas las que veía por el barrio de esta zona. Resulta que Sam sí tiene dinero y mucho.
—Jo-der —reacciono, estoy completamente alucinado.
—Chris, está mal decir palabras feas.
—Lo siento, me ha salido solo, es que... ¡¿Tú vives aquí de verdad?!
—Sí, ¿por qué?
—Porque... ¡es enorme!
— Bueno, es cierto que tu casa era muy pequeña al lado de la mía —que sutileza Sam, eso me ha dolido—. Vamos, quiero enseñártela.
Caminamos hacia la puerta, que se ha abierto por un señor trajeado, diría que es un mayordomo. Ahora que lo pienso, dadas las circunstancias, confirmo que Alan es el chófer. Una señora con delantal se ofrece a sostener mi chaqueta y a la vez, coge las zapatillas de Sam, ella vuelve a ir descalza. La casa es demasiado lujosa, la decoración está muy sobrecargada, hay algo en cada rincón que parece costar millones. Unas grandes escaleras se encuentran en el centro de la sala, a sus lados, hay dos puertas, Sam me lleva hasta una de ellas tratándose del salón, y la otra lleva hasta el gran comedor del que, a través de él, se puede ir a la cocina que también me la muestra. Dentro de ella, se encuentra una señora de unos cincuenta años, con un traje distinto al de los mayordomos, es más formal, y está mandándole algo al cocinero, o eso parece. Porque sí, también hay un cocinero en plena acción.
—¡Gretta! Quiero presentarte a mi amigo, él es Christopher Cooper —exclama Sam. La señora deja de hablar con el cocinero para dirigirse a nosotros, me examina de arriba abajo y luego se vuelve hacia Sam—. Ha venido para hacer el trabajo que te conté.
—Ho-hola, señora, encantado de conocerla —digo no muy seguro de mis palabras, no estoy acostumbrado a codearme con gente tan sofisticada y Sam, aunque pertenezca a este gremio, no lo aparenta en absoluto.
—¡Qué alegría! Qué bien que viniste, bienvenido. Ya comencé a pensar que no existías, muchacho. Espero que hayas cuidado bien de Samantha, ella me ha hablado mucho de ti.
—Ah, ¿sí? —pregunto incrédulo, pues a veces pienso que no soy importante para ella, pero parece que la idea de que Sam tenga un amigo real es importante aquí. Supongo que se alegra de que haga amigos, aunque no entiendo bien por qué no los hace, es una chica muy simpática y dulce.
—¡Por supuesto! Está muy contenta últimamente. Por cierto, soy Gretta, la ama de llaves de la casa de los Van der Walt, y la que cuida especialmente a Sam desde que era un bebé —dice eso último acariciando su hombro y con una mirada muy tierna—. Dime, ¿te quedarás a cenar?
—Pues... —A punto he estado por decir que no, pero Sam se adelanta en asentir.
—Sí, Chris me prometió que se quedaría a cenar.
Gretta le hace un gesto al chef, este asiente y empieza con su trabajo.
—Disfrutad de la tarde, tengo que ir a ocuparme de unos asuntos —dice Gretta haciendo un ademán con su mano y seguidamente sale de la cocina.
Sam sigue enseñándome los rincones de su casa y cada vez estoy más alucinado. Es de un estilo moderno y propio de estos barrios. Tiene una gran piscina en la parte de atrás de su casa y no solo eso, también un jacuzzi, una zona donde descansar, también se pueden hacer grandes fiestas al aire libre, y por no hablar de la pista de tenis. Al volver a entrar en la casa, subimos las escaleras, hay dos caminos por dónde ir, uno de ellos me llama la atención. Hay una puerta doble de madera —aparentemente cara, como todo en esta casa—, con un símbolo tallado en el centro de ambas, está cerrada y eso me produce más curiosidad. Quiero ir a ver qué hay allí, pero Sam se dirige hacia el otro pasillo.
—¿Qué hay allí? —cuestiono finalmente señalando la gran puerta, Sam se gira para ver de qué se trata.
—Ese es el despacho de mi padre, no nos deja entrar, a menos que él nos lo pida.
—¿Está ahora mismo allí dentro?
—Sí, trabaja ahí por las tardes. Vamos, te enseño mi habitación, allí haremos el trabajo.
La sigo sin dejar de mirar hacia la puerta. Tengo bastante curiosidad sobre qué hará su padre ahí dentro. ¿En qué trabajará para ganar tanto dinero? Por lo que me cuenta Sam de su padre, es un hombre estricto y sobreprotector.
Mis pensamientos curiosos se marchan al entrar en la habitación de Sam. Realmente tiene el tamaño del salón de mi casa, que es quizás la parte más grande. Tiene una gran cama doble, con numerosos cojines en la superficie. Posee una chimenea en una esquina y unos sillones que parecen bastante cómodos con reposa pies incluido. Además, hay unas grandes estanterías llenas libros, no hay ningún espacio vacío.
Al lado de las estanterías, veo un gran calendario semanal y justo debajo, uno mensual. En el primero de éstos, puedo observar cómo todo está totalmente planificado, hasta la hora de la comida y sueño, incluso las horas en las que está libre. Exactamente la tarde de hoy, tiene todas las horas ocupadas en las que pone "Hacer trabajo con Chris". Por alguna razón, sonrío al ver mi nombre en esa tabla. En otro rincón, está el escritorio con el ordenador. Ella se sienta frente a él para encenderlo, es de última generación, no como el mío, que quizás vio como los dinosaurios se extinguieron.
—Hacía mucho que no lo encendía —añade mientras observo los libros que tiene.
—¿No utilizas el ordenador?
—No, prefiero leer la información de los libros.
Y es cierto, todos sus libros son enciclopedias de diferentes cosas, la mayoría son de insectos o animales, otros de historia y otras curiosidades. Quizás a Sam le gustan más los insectos de lo que esperaba, y de ahí viene que sepa tantas cosas sobre ellos. Por otro lado, no me equivoqué en algo, le gusta leer, pero no la clase de libros que pensaba. Me siento a su lado frente a la pantalla del ordenador, ella me ofrece llevar el control.
El trabajo nos lleva más de dos horas. Espero que tengamos buena nota pues toda la información procede de la cabeza de Sam, lo sabe todo sobre las mariposas, y cuando digo todo, es absolutamente todo.
—Bien, ya hemos puesto su alimentación, ciclo de vida y sus tipos. ¿Qué crees que debemos poner ahora? —le pregunto mientras abro una nueva diapositiva en el trabajo para poner un nuevo apartado.
—Creo que... su significado.
—¿En qué sentido?
—Hay muchos sentidos, por ejemplo, el de los sueños.
—¿Te refieres al significado de las mariposas en los sueños? —pregunto, a lo que ella asiente en respuesta—. Bien, te escucho.
—Soñar con una mariposa se suele considerar como una buena señal y normalmente significa una nueva oportunidad laboral, una nueva relación o un nuevo comienzo. Únicamente cuando la oscuridad consume a la mariposa en el sueño, es señal de que algo malo puede suceder —dice mostrándose pensativa—. Esto son solo habladurías, pero hay gente que suele creer que es así, ¿por qué si no soñarías con una mariposa? No es algo que suela aparecer normalmente en los sueños, por eso crearon esa teoría.
—La verdad es que es interesante, quizás suene a mito, pero creo que debemos ponerlo en significados espirituales.
—Perfecto. —Comienzo a poner en la diapositiva lo que acaba de decirme mientras ella continúa pensando en algo—. El significado más importante creo que sería el científico.
—¿Significado científico? Vale, ¿y cuál es?
—¿Has oído hablar del efecto mariposa? —pregunta con una leve sonrisa, sé perfectamente lo que le fascina hablar de estos bichos.
—Supongo que sí, pero no sé bien de qué trata —digo con sinceridad, el nombre me es familiar, quizás de algún título de una película.
—El efecto mariposa es un concepto utilizado en la Teoría del Caos, ya sabes esa frase tan popular: "el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo". Eso quiere decir que, a pesar de ser insectos tan pequeños y frágiles, pueden generar un efecto considerablemente grande. ¿Lo entiendes? —dice finalmente al ver mi cara de desconcierto.
—Pues, creo que no del todo. —Me echo hacia atrás con las manos en mi nuca—. Quizás si me pones un ejemplo...
—¿Por qué nos conocemos tú y yo?
—Porque estamos haciendo un trabajo juntos.
—Bien, ¿y qué ocasionó que seamos pareja en este trabajo?
—Pues porque la señora Miller formó las parejas.
— Exacto. Pero esto va más a fondo. Tú y yo somos pareja en este trabajo debido a la forma en que nos sentamos en clase aquel día —mi cara se arruga ante su explicación—. Si tú no te hubieras sentado junto a tus amigos en ese lugar, los papelitos estarían en otra posición, con lo cual, la señora Miller al escoger a tu primera pareja, no habría sido tu amigo, sino otra persona, y así no hubiera tenido que elegir otra vez, por lo tanto, estarías en otro lugar y con otra persona haciendo el trabajo en este instante —traga saliva y continúa—. Sin embargo, el hecho de que tú te sentaras con tus amigos, hizo que aumentaran las posibilidades de que te tocara con uno de ellos puesto que estaban más cerca a tu papel. Ella no quiso juntarte con ellos, entonces volvió a coger otro papel, pero esta vez escogió uno del fondo para que no volviera a ocurrir, y entonces se encontró con mi papel puesto que yo me siento al fondo de la clase. En conclusión, el simple hecho de que tú te sentaras con tus amigos, ha causado que estemos aquí ahora mismo.
—Son los pequeños detalles los que pueden causar un gran cambio.
—Así es. —Sonríe al ver que lo he entendido finalmente—. Ese es el efecto mariposa.
—Nuestro efecto mariposa —digo casi sin pensar demasiado, y ella responde con una leve sonrisa como respuesta.
Sus ojos no dejan de revolotear algo incómoda por la situación, puesto que no dejo de mirarla. Y cuando por fin fija su mirada en la mía, me acerco lentamente a ella. El aroma que desprende es demasiado confortable y estaría oliéndolo todo el día. Por no hablar de sus apetecibles labios que últimamente tan deseoso estoy de probar. Cada vez la siento más cerca, a ella no parece molestarle, quiero asegurarme de que no se vaya a levantar como la última vez. A punto estoy de rozar mis labios con los suyos, a nada de hacer lo que nunca imaginé hacer con ella: darle un beso.
—¡La cena está lista! —Gretta entra en la habitación, llamando antes a la puerta. Dándonos tiempo para separarnos y estropear lo que podría haber sido un buen momento—. Podéis bajar ya.
—¡Bien, bajaremos! —dice Sam con entusiasmo. Gretta sale volviendo a dejarnos solos—. Supongo que habrá que seguir otro día, ya casi lo terminamos.
—Sí... supongo que sí.
—Bajemos, espero que te guste la comida.
Salimos ambos de su habitación mientras la sigo por detrás con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón y con la cabeza baja. Pensando que he vuelto a caer bajo sus encantos y he tenido deseos de los que ahora me arrepiento.
«¿Qué rayos te pasa, Christopher?»
De verdad que, si lo supiera, intentaría solucionarlo. Pero, ¿qué puede estar sucediendo? Debería estar intentando buscar la forma de enamorarla y no puedo empezar dándole un beso, así solo la asustaré y sería dar cuatro pasos hacia atrás.
Entramos en el gran comedor que antes me ha enseñado, con techos altos, grandes ventanas con largas cortinas, grandes cuadros de dibujos abstractos y en el centro de la sala, una larga mesa con quizás diez sillas. Creo que es un abuso utilizar esta mesa solo para dos personas. Está preparada solo un extremo de la mesa, con una sofisticada cubertería, servilletas que da lástima usar de lo bien bordadas que están. Mis padres nunca me enseñaron cómo se debe de comer en una situación así, hay un montón de cubiertos que no sé bien para qué se utilizan, además de las copas, ¿para qué tantas?
Un par de personas entran a la sala para servirnos la comida, y comienzan por una crema que parece oler bien y es apetecible, pero que jamás había probado.
—¿Te gusta? —pregunta Sam cuando doy un primer sorbo.
—Sí, lo cierto es que sí. ¿Y esta de qué cocina es?
—Pues la que te he enseñado antes.
—Sam, me refiero a de dónde es este tipo de comida.
—¡Oh! Es comida francesa, este plato se llama vichyssoise. —Asiento en aceptación del plato y ambos continuamos comiendo.
En este momento, pienso en lo que dijo en mi casa, sus padres no comían con ella. En aquel momento me pareció exagerado, pero dadas las circunstancias, ahora la entiendo. Su madre murió hace un año y su padre no parece que le haga mucho caso. Es lo típico en familias adineradas, la casa es tan grande que es difícil coincidir en una misma habitación y hacer cosas en familia. No puedo evitar sentir pena por Sam, una mesa tan grande para ella sola. Y es probable que no intercambie palabras con su padre en todo el día, sin embargo, las personas que más la quieren y cuidan son un grupo de desconocidos. Gretta sería lo más parecido al concepto "familia" que puede tener.
— Chris —ella pronuncia mi nombre aun comiendo el segundo plato, que se trata de un filete mignon, o eso ha dicho—. Antes en mi habitación, ¿querías besarme?
😵😵😵😵😵
Me morí, chau
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro