Capítulo 3: Noches
Gray Anderson:
Dos días habían pasado. Por suerte, ayer fue un día interesante. Kai me acercó al edificio del gobierno para sacarme la seguridad social del país y básicamente... él habló por mí y rellenó los datos necesarios. Pero lo mejor de todo... es que nos fuimos a comer juntos a un pequeño local donde preparaban "gyozas", así lo llamó él a esas empanadillas de cerdo tan deliciosas. Al ser un pequeño puesto callejero, los dos las comimos con las manos, cosa que agradecí infinitamente.
Hoy, frente a mí, seguía el plato de comida, una comida rarísima que yo no había probado en mi vida, pero claro... estaba acostumbrado a la comida americana y la verdad... creo que mi hermano ya se había adaptado a las comidas japonesas, supongo que por Kai. Miré de nuevo el plato, había arroz ¡Eso lo reconocía! Y un montón de setas u hongos... ¿no podía haberme traído una hamburguesa y todo arreglado? Encima me había traído palillos... ¡Palillos! Ni siquiera sabía cómo se agarraban.
Kai había venido hoy también a cenar y ellos seguían hablando en el salón, pero yo me mantuve en la habitación por órdenes de Leo. Intentaba aguantarme pero... necesitaba ir al baño y era urgente. Me mentalicé para intentar contenerme, pensando en cosas agradables, pero la vejiga seguía imponiendo su ley y tenía que ir. Al final no aguanté más y abrí la puerta con cautela, intentando hacer el menor ruido posible y caminé hacia el baño. Llegué sin problemas y por fin me sentí a gusto. Me lavé las manos y salí de nuevo intentando no hacer ruido, pero la voz de Kai diciendo mi nombre me detuvo, miré hacia atrás pero no hablaba conmigo, sino con Leo. Me quedé allí paralizado porque estaba hablando de mí y quería saber que pasaba.
~ ¿Qué quiere estudiar, Gray? – preguntaba Kai a mi hermano.
~ ¿Gray estudia? – le preguntó mi hermano con incredulidad, pero claro, nunca había mantenido una conversación seria con mi hermano.
¡Pues claro que estudiaba! Quería ganarme la vida por mí mismo, quería no tener que deberle nada a nadie, ser independiente, tener mi propia casa en un futuro, encontrar al chico ideal para mí y supongo que llegar a casarme en algún momento. Desde luego la idea de quedarme en un sótano durmiendo en un colchón en el suelo, no era precisamente lo que yo quería.
~ Me dijo que tenía un certificado para la Universidad en la mochila o la matrícula... no estoy seguro – le insistió Kai -. ¿En serio no sabes qué es lo que quiere estudiar?.
~ La verdad es que no, no le he preguntado.
~ Medicina – le dije a Kai desde el pasillo y éste se giró a mirarme con una gran sonrisa.
Sonreí hacia Kai, pero la sonrisa se me esfumó cuando me crucé con los ojos de mi hermano mirándome mal por estar aquí con ellos. Me di cuenta entonces, de que había metido la pata, ¡no tenía que haber hablado con Kai! Me la iba a cargar en cuanto se fuera Kai y eso me asustaba. Quizá si me retiraba ahora esto se solucionaba y mi hermano lo dejaba como un malentendido.
~ Gray, creía que estabas cansado – me dijo Kai haciendo clara referencia a la excusa que había puesto mi hermano para que no le molestase en su cita con Kai – ¿por qué no te sientas con nosotros un rato? – comentó señalándome la silla de su lado.
Miré de nuevo a Leo y me pedía insistentemente con la mirada que me largase y sinceramente, no quería tener más problemas con mi hermano, bastante mal lo tenía ya, como para ir empeorando la situación.
~ Gracias, Kai pero... sólo quería ir al baño, me voy a dormir, nos vemos otro día, pasadlo bien – le comenté y Kai se extrañó cuando me di la vuelta por el pasillo y les perdí de vista entrando en mi habitación.
Cuando entré de nuevo en aquel cuarto, la comida seguía allí y traté de comérmela con aquellos palillos. ¡No había forma de sostenerlos bien sin que se me cayese la comida de nuevo al plato o se me desmontasen los dedos de los palillos. ¡Esto era imposible! Al final acabé dejando la comida a un lado y me tiré en el colchón intentando dormir un poco.
No esperé que me durmiera tan rápido, pero supongo que estaba demasiado cansado. Ni siquiera recuerdo cuándo me quedé completamente dormido. Esa noche soñé con Kai. ¡Era la primera vez que no tenía pesadillas con el accidente de Úrsula! Era un sueño bonito pero... sólo eso, un sueño.
Grité cuando una mano se colocó sobre mi boca mientras me decían que me callase. Me moví intentando que me soltase pero no lo hizo. ¡El problema de no tener cerrojo! Cuando mis ojos se acostumbraron a la poca luz, vi a Leo.
~ Leo... Lo siento – intenté disculparme – no quería molestarte, por favor... perdóname.
Pero ni aun así aplaqué su ira. Un puñetazo es lo que recibí antes de que agarrase mi cabello y me tirase contra la pared del otro extremo. ¡Dolía! Me dolía mucho. ¡Tenía que defenderme! Sabía que debía hacerlo pero... era mi hermano, yo le consideraba mi hermano y no quería problemas con él. Tenía que vivir tres años más a su lado. Al verle venir hacia mí, intenté cubrirme la cara con las manos para protegerme, pero él se echó encima de mí cargando su peso e impidiendo que me moviera.
~ ¿Te he dicho que podías hablar? – preguntó a gritos y yo negué con la cabeza – entonces no hables – me amenazó - ¿cómo te atreves a desobedecer mis órdenes? Te dije que te quedases en tu habitación y no salieras.
Ahora luchaba por que las lágrimas no salieran de mis ojos, no quería llorar frente a él, no quería demostrarle mi miedo en este momento, ¡pero era complicado no tenerle miedo a mi hermano! Cerré los ojos esperando el siguiente golpe, ¡porque seguro que iba a golpearme más de una vez!
Una de sus manos estaba bloqueando las mías, mientras la mano que tenía libre se había quedado en mi camiseta, ahora levemente desplazada por el golpe, dejando ver mi estómago. ¡No quería ver el siguiente golpe! Apreté los dientes e intenté no pensar en ello, pero mi cabeza sólo podía pensar en el dolor que iba a recibir.
~ Cómo has crecido, Gray – dijo de golpe acariciando mi cuello con una voz baja.
¿Qué le pasaba ahora? ¿Por qué estaba acariciando mi cuello en vez de pegarme como solía hacer? Abrí los ojos sin poder creérmelo cuando su lengua recorrió mi cuello, ahora sí lloraba. ¡No podía ser lo que estaba pensando! Éramos hermanos. ¡Por el amor de Dios!, no podía estar pensando en esto realmente, ¿verdad? Grité y lloré mientras sentía aquella lengua paseándose por mi cuello y sólo quería que se alejase de mí, ¡me daba asco! ¡Era mi hermano! Forcejeé, todo mi cuerpo se movía pero él estaba encima impidiéndome alejarme.
~ Leo, por favor – le supliqué – por favor, déjame. No volveré a hacerlo, me quedaré en mi habitación, te lo prometo.
~ Cállate – me gritó – algún pago tendrás que darme encima de que soy tan generoso de acogerte en mi casa. ¿No crees?
~ Leo... - lloraba ahora sabiendo perfectamente a qué se refería – por favor, somos hermanos – le dije para que no continuase haciendo esto, porque si seguía, sabía perfectamente lo que me haría.
~ ¡NO SOMOS HERMANOS! – gritó con un enfado descomunal que hizo que abriera los ojos por la sorpresa – tú eres sólo un bastardo de la calle que fue acogido por mi madre. No eres nada mío, un chucho sucio y mugriento que debería estar agradecido por que alguien como yo te tenga un poco en cuenta.
~ Los documentos están firmados, Leo, ante la ley eres mi hermano – le dije.
~ Ante la ley me da exactamente igual, no eres mi hermano de sangre, puedo hacer contigo lo que me dé la gana – dijo esta vez con una mirada más lujuriosa de lo normal – lo único que me interesa de ti... es tu cuerpo. Para ser un chucho de la calle eres bastante atractivo, sirves para pasar el rato – se relamió.
Sus labios se unieron a los míos como si intentara demostrarme que tenía razón, que estaba bajo la posición más débil en esta casa, que sería él quien decidiría sobre qué haría yo o qué haría él conmigo. No podía quitarle de encima, aunque estaba forcejeando con todas mis fuerzas contra él, era imposible apartarle. Me sentía asqueado y tenía ganas de vomitar. ¡Estaba besándome mi hermano! ¿Cómo podía pasarme esto?
Intenté evitarlo, no podía parar de llorar, quería que se alejase de mí, quería que se fuera, que se levantase y soltase mis manos. Puede que para él no lo fuera, pero para mí, ¡era mi hermano! ¿Cómo podía estar besándome mi hermano? ¿Por qué hacerme esto? ¿Sólo para torturarme, para martirizarme? Lloré por la impotencia que sentía, allí tirado en el suelo, con mi hermano encima inmovilizándome y pudiendo hacerme lo que él quisiera sin que yo pudiera oponerle resistencia alguna. No soportaba esa idea. ¿Sería capaz, si no lo detenía, de seguir adelante? ¿Sería capaz de tener relaciones sexuales conmigo?
Entonces caí en algo que podía detenerle de golpe: Kai. Me deshice de sus labios el tiempo justo para poder pronunciar ese nombre.
~ K- Kai – le grité y Leo se sobresaltó al escuchar aquello – por favor, Leo... no le hagas esto a Kai, sé que él te importa, por favor... suéltame, no le contaré lo del beso, por favor, déjame – le supliqué una y otra vez con los párpados fuertemente cerrados.
~ Kai – dijo Leo bastante serio – sí, Kai merece mis caricias más que un sucio perro de la calle – me lanzó aquellas dolorosas palabras y ahora se reía con mi sufrimiento -. ¡Dios! Eres patético... pero tienes unos preciosos ojos azules – sonrió cuando abrí los ojos – supongo que es lo único interesante que tienes. Seguramente mi madre te recogió por ellos, porque siempre miras como un cachorrito indefenso que busca caricias, pero luego... no quieres las mías – sonrió con arrogancia -. ¿Sabes qué es lo que eres? Un calientabraguetas.
Había parado de besarme, había detenido el paseo de su lengua por mi cuello, pero aún podía notar la saliva que había dejado en mi cuerpo. Ahora él reía mientras yo estaba tumbado, con las manos aprisionadas por las suyas y llorando. Me soltó, se levantó de mí y me dejó allí tirado, abandonado. Cuando cerró la puerta, lloré aún más. ¿Por qué le había pasado esto a Leo? ¿Por qué me había besado?, ¿por qué me había lamido el cuello? Yo sólo quería ir a la universidad, quería sacarme la carrera, ser médico y poder irme de aquí, ser feliz...
Ahora me venía a la mente otra pregunta: ¿sería así todas las noches? Tendría este miedo a que Leo un día bajase y no pudiera detenerle, a no poder dormir por las noches creyendo que iba a bajar, ¡sabiendo que bajaría a por mí!, que vendría a martirizarme con sus palabras y sus acciones como ya había hecho cuando era niño, salvo por una diferencia... ¡ya no éramos niños! Tal y como él me había remarcado, su mente ya no pensaba sólo en pegarme o en humillarme, ahora quería algo más.
No pude volver a pegar ojo en aquella noche. Me la pasé en vela creyendo que Leo entraría de nuevo, que se arrepentiría de haberme dejado en paz y sinceramente... me sentí imbécil. ¡Como si estar despierto fuera a protegerme de Leo! ¿Qué habría hecho si hubiera entrado? Él era más fuerte que yo, ya me lo había demostrado, no podía competir contra él en fuerza, siempre sería sometido, no tenía cerrojos, así que no podía impedirle entrar, entonces... ¿Qué pensaba hacer aunque estuviera despierto? ¡Absolutamente nada!
Cuando me desperté, Leo estaba en la cocina leyendo un periódico mientras tomaba un café. Supongo que a mí no me había preparado nada, ¡ni me miró cuando entré! Busqué en la nevera la leche y me serví un vaso, ¡no me gustaba el café! Y supongo que eso... era raro para alguien como yo. Todos mis compañeros en el bachiller bebían café y estaba convencido de que los nuevos compañeros universitarios también lo beberían, pero yo siempre acababa tomando lo mismo de desayuno, un vaso de leche con chocolate, ¡como un niño pequeño! O eso es lo que decían mis antiguos compañeros para meterse conmigo.
Sinceramente... aunque hubiera tomado café igual que ellos, habrían buscado otra cosa para poder burlarse de mí. Supongo que era débil, que no era capaz de defenderme por mí mismo, que no era como mi hermano mayor que imponía tanto respeto y daba la sensación de que tenía todo bajo control. ¡No! Yo era inseguro, lo había sido desde que familia tras familia me devolvían al orfanato, siempre atemorizado con no ser suficiente, con miedo a que me devolvieran por cualquier cosa. Intentaba hacer siempre lo correcto, portarme bien, no ser un estorbo... ¡No funcionaba del todo bien!
~ Gray – escuché a Leo hablándome, aunque no separó sus ojos del periódico – a partir de ahora, te ocuparás de la casa por las tardes – me dijo y eso no me pareció nada justo para mí.
~ Leo... yo no puedo ocuparme de todo solo y encima tener tiempo para estudiar – le intenté aclarar. Por las noches trabajo, por la mañana iré a la universidad y...
Separó sus ojos del periódico para mirarme fijamente y tras tomar un sorbo de su vaso de café, se levantó y me agarró del cuello con una mano, empotrándome contra el mueble de la cocina. Le tenía frente a mí y moví mi mano con rapidez para intentar defenderme, pero lo único que conseguí fue golpear el vaso de cristal donde tenía la leche. ¡Me dolía la mano! No podía verla pero escuché cómo el vaso se rompía y caía al suelo esparciendo el líquido. Me quejé. El agarre de mi hermano era fuerte y dolía mucho la mano, pero también me dolía el cuello por la presión que estaba haciendo Leo en él.
Me asusté cuando noté cómo la otra mano me desabrochaba el cinturón del pantalón vaquero y empecé a llorar.
- Leo... - supliqué al escuchar el ruido de la hebilla –. Leo, por favor.
Él sonreía al verme en ese estado, al escucharme suplicar, supongo que cuanto más sufriera yo, más le excitaba a él, pero no podía evitarlo, me dolía la mano, el cuello y tenía miedo de que me hiciera algo. Mis pantalones cayeron al suelo tras quitar el cinturón y desabrochar el botón junto a la cremallera. Cerré los ojos, pero él me dio la vuelta con tanta fuerza y rapidez, que no me dio tiempo a reaccionar. Me estaba agachando sobre la pila de fregar y ahora sentía cómo su cuerpo se presionaba contra mi trasero. ¡Tenía mucho miedo de él! Demasiado miedo a él.
~ Por favor, Leo – supliqué con lágrimas en mis ojos – no me hagas nada, por favor.
~ Si no quieres pagarme de esta forma tu estancia aquí, ya sabes lo que tienes que hacer – me dijo.
~ Haré las tareas de la casa por las tardes – le sollocé – para, por favor.
De golpe me soltó y pude escuchar unas llaves en la cerradura. Me apresuré a subirme el pantalón y me dio el tiempo justo cuando vi aparecer a Kai por la puerta trayendo chocolate en unos vasos grandes de cartón. ¡Agradecí aquel don de la oportunidad que tenía Kai!
Me miré la mano. ¡Estaba sangrando! Pero me giré con rapidez para evitar que pudiera ver mis lágrimas. Con el borde de la camiseta, las sequé como pude. Mi mano todavía sangraba, dejando caer unas gotas sobre las maderas del suelo. Seguramente me había cortado cuando golpeé el vaso sin querer. ¡Me dolía! Pero la oculté de Kai en cuanto me fijé cómo él la miraba con detenimiento.
~ ¿Qué te ha pasado en la mano? – me preguntó y Leo, que había vuelto a su mesa con el periódico, también miró ahora mi mano llena de sangre.
~ Es un poco torpe mi hermano – dijo Leo con una sonrisa en los labios – se le ha caído un vaso y se le ha roto. Ahora mismo iba a ir a buscar algo para curarle. Le he dicho que no ocurría nada, pero está muy afectado por haber roto ese vaso – intentó disimular así mi estado de ánimo y mis ojos hinchados por haber llorado.
~ Pues eso hay que curártelo. ¿Quieres que te acerque a urgencias? – me preguntó Kai – tengo la moto ahí fuera, puedo acercarte en un momento.
¡Me había besado! Eso es lo que yo pensaba. Mi hermano me había besado y no era capaz de mirar a Kai a los ojos. Era una vergüenza. Sentía como si estuviera engañando a ese chico que tan bien se había portado conmigo. ¡Era asqueroso! Todo en mí era asqueroso pero no podía contárselo. La culpabilidad me estaba matando.
~ Estoy bien – le dije, agarrando mi mochila con rapidez y saliendo corriendo de la casa sin desayunar ni curarme el corte.
~ Ey... Gray – escuché que gritaba Kai a mi espalda al verme salir tan rápido – Gray, espera.
¡No podía mirarle! Agaché la cabeza. Él no se merecía algo así, yo le engañaba, mi hermano le engañaba. ¡Me había besado! Yo era el culpable de todo esto y no podía sentirme peor conmigo mismo. No quería hacerle daño a Kai, pero... ya no había vuelta atrás.
¡Creo que me golpeé con el hombro de Kai en mi acelerada huida! Y ni siquiera le pedí perdón, sólo quería salir, sólo necesitaba salir de esta casa y Kai me había dado el pie para poder hacerlo, era la única forma que tenía de poder escapar de Leo aunque fuera solo unos minutos o unas horas. Con Kai allí presente, Leo no se atrevería a decir ni hacer nada contra mí. ¡Kai se había convertido en mi billete de salida de esta casa! ¡Y yo le pagaba engañándole!
Sentía hacerle esto a Kai, dejarle allí sin darle explicaciones, salir corriendo cuando le veía, pero si me quedaba a disculparme, si me detenía a darle explicaciones en vez de correr, puede que Leo encontrase la forma de echar a Kai y me quedase solo de nuevo con él, así que no podía pararme, tenía que seguir corriendo, tenía que seguir huyendo de mi hermano cada vez que Kai entraba en la escena.
Lo último que escuché mientras salía a la carrera intentando evitar a mi hermano en la medida de lo posible, era a Kai diciendo mi nombre preocupado desde el porche de la casa mientras yo corría ya por la acera, colocándome la mochila a hombros. No veía nada, mantuve la cabeza agachada mientras lloraba y corría, sólo quería estar lejos, sólo quería correr lo más deprisa que pudiera y poner distancia con ese infierno de casa aunque sólo fuera por un par de horas.
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