[02]
02; Lo hice sin querer hacerlo.
«No es suficiente».
Hoseok está en la clase de danza contemporánea, repitiendo la coreografía una vez más por petición del maestro Doyun. Da vueltas, se desliza, salta y cae al piso al compás de la música.
Sus movimientos son como una caja de sorpresa; en el momento en que menos lo esperas, puede pasar de ser un nudo en el piso, a saltar y estirar sus extremidades.
Una ejecución limpia y fluida, que va a la par de la música; pero, no es suficiente.
La voz del maestro Doyun se alzó sobre la música.
-¡Báilalo! ¡Disfrútalo! -exclamó, tan fuerte que pareciera empujarlo.
«¿Bailar?». ¿No se supone que ya hace eso al acompañar sus movimientos junto a la música?
«Disfruta». ¡De nuevo esa palabra! ¿Cuál es el afán que tiene la gente con pedirle que disfrute? Ni siquiera ha aprendido a disfrutar de las miradas que le da el castaño de peculiar sonrisa que suele cruzarse en su camino.
Ha intentado no pensar tanto en eso, tal y como Yoongi se lo recomendó. En estos momentos lo ha vuelto a hacer, y ni siquiera tiene motivo para hacerlo.
Debe volver a lo suyo, concentrarse en bailar. Sentado sobre el piso, dejó que su cuerpo cayera sobre su costado derecho. Colocó su brazo derecho a un lado de su cabeza, en forma de ancla, y jaló el resto de su cuerpo hasta subirlo sobre su hombro izquierdo.
Entonces, sus piernas se lanzaron hacia arriba, tan rectas y afiladas como un par de flechas, que han de convertirse en las aspas de un molino al empezar a dar vueltas.
La oscilación de sus piernas tira de su cadera y, a su vez, su cadera jala el resto de su torso. La dinámica del movimiento termina por hacer que su cuerpo gire 90 grados sobre su espalda; ahora su cabeza apunta a la puerta, en vez de la ventana.
Hoseok hace una pausa para tomar aire. Y cuando menos lo espera, ya se ha retrasado en la coreografía, por lo que se apresuró a continuar. Alineó sus piernas y dejó que las plantas de sus pies cayeran sobre el suelo, tan solo para tomar impulso y jalar sus piernas por encima de su torso, logrando una voltereta hacia atrás.
Una de sus rodillas azotó contra el piso. Lo peor de un golpe no es el dolor en sí, sino el susto que te mantiene aturdido.
Hoseok abrió los ojos, chocando su mirada con la del resto de bailarines que lo observaba. No podía entenderlo, ¿por qué sus expresiones reflejaban dolor, si fue él quien se golpeó la pierna?
-Hoseok, levántate -reclamó el maestro, tan serio como pocas veces se le había visto, incluso era un poco intimidante.
Pese a eso, Hoseok acató la orden a medias: se incorporó, mas no se levantó, sino que permaneció sentado en el piso. Tampoco lucía avergonzado, ni asustado; el único indicio de una expresión en su rostro, era una de sus cejas ligeramente arqueada.
-Quiero que me respondas algo: ¿acaso eres un robot? -preguntó el maestro, y Hoseok no tuvo la decencia de disimular lo absurdo que le había parecido su interrogatorio.
¿Qué clase de pregunta era esa? ¿De nuevo iba a hablar sobre sus ideas de conspiración? Por supuesto, Hoseok negó.
-Entonces, ¿por qué me das una interpretación rígida y sin sentimientos?
A Hoseok costó un par de segundos hilar ambos diálogos, hasta que logró darle un sentido. Ahora, ¿qué se supone que debe responder a eso?
Su silencio terminó por frustrar al maestro de danza. Doyun caminó por el lugar; se pasó la mano por el rostro y habló despacio.
-Aplaudo tu disciplina, has estado en el taller desde hace tres años y tu crecimiento ha sido impresionante en este tiempo. No cabe duda alguna de que mereces ser el centro de la coreografía; sin embargo, y aunque te ponga ahí, los otros te opacan.
Hoseok parpadeó lentamente, mientras asimila lo que ocurre. Desvió su mirada, y captó a la docena de personas que lo miraban con una extraña expresión en su rostro... como si todavía estuvieran sintiendo el dolor de su caída.
Doyun continúo, y Hoseok volteo a verlo, tan débil que apenas si podía sostener su cabeza.
-Al final, la danza no solo se trata de hacerlo bien. Si quieres ser un buen bailarín, debes aprender a transmitir; pero para eso, primero hay que sentir -Una vez más suspiro con pesadez-. Y por lo que puedo notar, tú ni siquiera te permites hacer eso.
Una dura mirada es el reflejo de su pensamiento: «¿qué necesidad había de exigirle tanto?». Él ni siquiera planeaba dedicarse a la danza, solo era algo que hacía por pasar el tiempo y ejercitarse.
Había descubierto en la danza una actividad que encajaba con sus intereses por la música y su personalidad metódica.
¡Diablos! ¿Bajo qué condición se atreve el maestro a decir que no se esfuerza lo suficiente? Si ensaya por horas, si investiga para hacerlo mejor e incluso adapta su horario para seguir en el taller.
Cierra las palmas y aprieta los puños. Hace un gran esfuerzo para mantenerse calmado y no ceder a la bruma que aturde sus sentidos. No hay nada que hacer ni qué decir, discutir no es una opción. Respiró hondo y dejó que su mente se vaciará.
Desde que era un niño, Hoseok aprendió a desvincularse de sí mismo y del exterior.
-Podrías entrar al taller de teatro, eso me ayudó a soltarme cuando era más joven. Puede que a ti también te ayude, piénsalo.
No hay ni una sola palabra, ni un solo gesto. El silencio es el punto final en la conversación; el maestro Doyun da por finalizada la clase y les permite retirarse.
Poco a poco el salón quedó vacío, por excepción de Hoseok, que permanecía en su mismo sitio: sentado en el piso a mitad de la habitación, tan quieto y silencioso como una estatua. En su interior era lo mismo, no había ni un solo pensamiento o sensación.
Hoseok volvió a sí mismo, y al percatarse de que estaba solo, simplemente se levantó. Cierta tensión en su rodilla lo hizo cojear hasta llegar al frente del salón, donde encontró sus zapatos y el resto de sus cosas. Se puso el calzado y tomó su mochila.
Todavía quedaba una mochila en salón: de color negro y con varios pines de superhéroes que llamaron su atención por el reflejo de luz que rebotaban sobre estos. Ya que no le interesaban los personajes impresos sobre los discos de aluminio, pronto su atención se desvaneció y rápido se dispuso a irse.
En el momento en que estaba a punto de cruzar la puerta, un chico pelinegro se cruzó en su camino. Grandes y redondos ojos oscuros se abrieron debido al sobresalto.
-Hoseok-ssi, lamento haberte asustado. -El pelinegro acompañó sus disculpas junto a una profunda reverencia.
Muchos juzgarán de exagerada la muestra de cortesía de aquel chico; sobre todo al considerar que la diferencia de edad apenas sería de tres o cuatro años. A Hoseok le da igual, no juzga sus comportamientos excéntricos, y hasta lo hubiera ignorado de no ser porque algo en su rostro llamó su atención.
-Te sangra la nariz -apuntó la nariz del contrario, donde se hallaba un pedazo de pañuelo que sobresalía de una de sus fosas nasales.
El chico cubrió su nariz con sus manos, avergonzados. Hoseok recordó que su madre le dijo que no debía apuntar a otros porque era de mala educación. Temió que su acción fuera la responsable del sonrojo en el rostro del contrario.
-Sí, es algo que me pasa cuando hace calor, o hago movimientos muy bruscos; casi siempre me sucede luego de la clase de danza, pero lo tengo controlado, no se preocupe.
Esto último, fue la luz verde que Hoseok necesitaba para irse de inmediato.
No tenía ánimos de hablar. En estos momentos se sentía demasiado aletargado, como si acabará de despertar; un síntoma que comúnmente tenía después de «disociarse a voluntad».
Para su propia sorpresa, aquel chico de nariz sangrante lo alcanzó en el pasillo, llevando en su espalda la mochila con pines de superhéroes.
Hoseok le da un vistazo de reojo. Su rostro infantil, junto a su actitud tímida y la tendencia que tiene de encogerse en sí mismo, lo hace parecer un crío.
De manera repentina, el chico levantó la cabeza y dijo:
-Hoseok-ssi, estuvo asombroso en la coreografía -El pelinegro había luchado para pronunciarse en contra de la timidez, y ya que lo logró, no tenía pensado parar-. Hace que luzca tan fácil, ¡pero no lo es! Por lo menos, para mí no lo es -ríe nervioso-. Hay pasos muy extraños. ¡Jamás había estado tanto tiempo tirado en el piso! Mi madre me podría regañar por eso si se entera.
Hoseok se sintió aturdido tras la avalancha de palabras; por lo menos ya no estaba tan adormilado como antes y pudo darle sentido. Al final, todo aquel extenso monólogo únicamente sirvió para hacerle un cumplido.
Un cumplido que lo tiene confundido, pues le era difícil de creer que alguien aún creyera que era un buen bailarín después de que el maestro lo haya regañado frente de la clase. A menos que aquel chico no oyera el sermón de Doyun por atender su sangrante nariz.
De igual modo, agradeció con un leve movimiento de cabeza. No dijo más, y el otro chico tampoco lo hizo por un rato.
-Hoseok-ssi, ¿piensa meterse en el taller de teatro? -A pesar de haber hecho una pregunta, no le importó recibir una respuesta y siguió hablando-. Yo asisto desde el semestre pasado, es muy divertido y los compañeros son amables. La maestra tiene mucho talento, aunque eso sí, es muy estricta. Si le interesa, y si le da pena llegar a un lugar donde no conoce a nadie, podría acompañarlo.
De todo lo que ha dicho y hecho el pelinegro, esto es lo que más ha desconectado a Hoseok. Se detuvo antes de subir las escaleras que llevaban al estacionamiento y a la puerta trasera de la universidad; y con una ceja en alto, lo cuestionó:
-¿Por qué me dices esto? -El tono brusco de su voz y la tensión en su rostro, intimidan al contrario.
-Yo... emm -El chico desvió su mirada, a la vez que levantaba su brazo para rascarse la nuca.
-¿Piensas lo mismo que el maestro? ¿Me hace falta interpretación? -cuestiono Hoseok, serio.
El pelinegro se tensó. Se vio encerrado y no le quedó otra opción que ser honesto.
-Es cierto que podrías mejorar eso. Y entrar al taller de teatro podría ayudarlo.
Tanta insistencia en el tema lo hace sentir presionado, más que una sugerencia, comienza a sentirlo como una obligación: hago que debe hacer.
-De acuerdo, lo pensaré. -Hoseok no estaba seguro de querer hacerlo; no le gusta intentar cosas nuevas.
Tuvo la sensación de que estaba siendo observado, y antes de que pudiera dar un vistazo, el pelinegro exigió su atención con su repentina felicidad.
-¡Perfecto! Las clases son los lunes de 6 a 8, los miércoles de 4 a 6 y los viernes de 6 a 8. En el anexo del auditorio, que es el salón que está detrás del auditorio. Espero verlo allí mañana.
Demasiado cerca; Hoseok retrocedió. No le gustaba lidiar con aquel tipo de emoción que hace que la gente eleve la voz y haga grandes movimientos.
Prefiere la confusión, porque es menos volátil y hace que las personas se alejen.
Poco a poco la gran sonrisa se desvanece.
-Supongo que ya debe irse, así que no lo retengo más. Tenga un buen día -se despidió el pelinegro, un tanto decaído.
Y aunque Hoseok quería que se fuera de una vez, llamó su atención para que se quedara.
-Hey, ¿cuál es tu nombre?
Oh, el menor ha tensado la mandíbula, se ha molestado. Hoseok ya lo suponía, a la gente no gusta que confiese que se ha olvidado de ellos; por eso prefiere no preguntar y así evitar molestia.
-Mi nombre es Jungkook, Jeon Jungkook.
Hoseok asiente, está vez no lo olvidará, pues va recordar su nombre junto a la peculiaridad de su dentadura: los incisivos que son más largos que el resto de sus dientes.
Jungkook vuelve a despedirse y repite que espera verlo mañana en el taller. Hoseok lo vio alejarse; y luego de un rato, volteó hacia la cafetería.
Tal como lo presentía, él estaba ahí, el chico de sonrisa cuadrada. Sus grandes y expresivos ojos estaban sobre Jungkook, con el ceño fruncido y los labios torcidos. Se dio cuenta de que lo estaba viendo, y pronto cambió su mirada hacia cualquier otro punto. Entender sus gestos era cada vez más difícil.
«¿Realmente su ceño estaba fruncido? ¿Por qué sus ojos seguían a Jungkook? ¿Lo conoce?»
El castaño solía estar rodeado de muchas personas, entre ellos el rubio de mejillas abultadas que la mayoría de veces está a su lado; pero no recuerda haber visto a Jungkook entre estos.
En algún punto de su reflexión, Hoseok abordó la posibilidad de aquella dura mirada por parte del castaño hacia Jungkook, fuera debido a celos.
«¿Sería demasiado egocéntrico pensar que él había provocado esos sentimientos en aquel chico lindo?»
Se fue a la cama sin una respuesta. Y a pesar de que había dormido bien durante la noche, al día siguiente despertó con una gran fatiga. El cansancio fue tanto que prefirió quedarse en cama en vez de asistir al taller de teatro.
El jueves volvió a ser regañado por el maestro de danza. Su baile, además de carecer de expresión, estaba fuera de tiempo. Juró esforzarse más.
Y como todo aquel que tiene duda, investigó en internet: leyó blog, vio videos de consejos y otros testimonios. El viernes estaba dispuesto a aplicar lo que había aprendido.
Pero jamás encontró el momento idóneo para ello. Esta vez, el maestro no lo regañó, ni siquiera le prestó atención. Doyun se había dado por vencido con él, y eso se sentía incluso peor.
El centro de la coreografía se sentía tan ajeno a él, estar ahí era como un hueco en el que el resto evitaba caer. Sus compañeros son resplandecientes, llamativos, dignos de ver; por otro lado, él era tan insípido... ¿por qué alguien lo miraría?
¿Por qué esos profundos ojos lo seguían buscando en el campus, siguiéndolo como si estuviera hipnotizado? Ese chico, al que ya no ha vuelto a ver sonreír, se había vuelto la razón para no sentirse tan despreciado.
Si aquel lindo chico lo veía, seguro era porque algo bueno le vio.
El fin de semana trae un poco de paz, antes de retomar la rutina habitual. El lunes volvió a reunirse con su equipo de trabajo para el proyecto de Choi.
En reuniones anteriores habían determinado que su proyecto sería acerca del paisaje sonoro, e iban a fabricar un micrófono con la suficiente nitidez para recaudar los sonidos naturales y, a su vez, discriminar los tonos altos y la estática.
De vez en cuando Hoseok dan un vistazo a los elementos regados sobre la mesa, los manipulan un poco y vuelven a dejarlo de lado.
Los de su equipo dan más importancia al reporte, discutiendo cosas triviales. Hoseok está cansado de oírlo, de verlos y de compartir el mismo espacio con ellos; ya quiere irse a casa.
-Es absurdo -escupió Hoseok, ganándose la atención del resto de integrantes del equipo-. La gente no necesita de una biblioteca de ruidos aleatorios de los bosques o la costa, mucho menos un micrófono que pueda grabarlos -Tomó el artilugio y lo inspeccionó. Sus labios se torcieron y su entrecejo se frunció-. Esto ni siquiera va a prender.
El artilugio resbala de sus manos ante la sacudida que sufrió su cuerpo. Uno de los presentes se había puesto de pie, golpeando sus manos contra la mesa. Hoseok olvidó su nombre, pero lo reconoce como aquel al que suelen llamar antes de él durante la entrega de reconocimientos a la excelencia académica.
-¡Estoy hasta la coronilla contigo, Jung! Te esperamos hasta que salieras de tu patética clase de danza para poder avanzar con el proyecto. Dos malditas horas muertas, ¡y otras dos en las que no hemos podido avanzar! -El chico se dejó caer sobre el asiento, cubriendo sus ojos con las palmas de las manos-. Eres el menos indicado para criticar, ¡no has hecho nada! Si hay un verdadero inútil aquí, ese eres tú.
Quitó sus manos y su expresión de desesperación quedó al descubierto. Sin poder soportarlo, Hoseok volteo su rostro. Su cuerpo estaba tan tenso que era incómodo, se rascaba alrededor de sus uñas con la intención de arrancarse la piel.
-¿Vas a quedarte callado, eh? Vamos, di algo, defiendete por una vez en tu vida.
-Cállate la puta boca, Hwan -pronunció Yoongi, entre dientes y tras levantar su cabeza que antes reposaba sobre la mesa-. Ya todos estamos hartos, pero no por eso nos comportamos como imbéciles. Dejemos esto hasta aquí.
Hoseok captó aquella mirada que lo hace temblar y encogerse en sí mismo. Ese es el Yoongi conoció en la preparatoria: volátil e iracundo, dispuesto a ir a los golpes con cualquiera.
-No lo entiendes, Min -intervino Hyojin, más centrada que los otros dos chicos-. Siempre que hacemos trabajos en equipos debemos acarrear a Hoseok. Más que cansados, estamos indignados o, por lo menos, yo lo veo de esa forma. Me parece injusto tener que regalar mi calificación a otra persona, sea quien sea.
Antes de que Yoongi pudiera replicar, Woong se hizo escuchar.
-El comentario que hizo Hoseok estuvo fuera de lugar. Nosotros hacemos nuestro mayor esfuerzo, y aunque tengamos nuestras fallas, no es motivo para menospreciarlo.
Yoongi se echó hacia atrás en el asiento, asistiendo con la cabeza.
-Él siempre nos trata como si fuéramos tontos -Hwan insistió, y se dirigió hacia Hoseok, que mantenía la cabeza gacha y su mirada sobre sus manos-. Si tan sabelotodo eres, entonces hazte cargo del informe. Anda, inventa una razón por la que nuestro patético micrófono es relevante.
Hubo silencio; un momento de alivio. Hoseok miró la gotita de sangre que manchaba su dedo. Qué lástima, por poco logran sanar.
¡Da igual! Aún no siente el dolor.
Poco a poco levantó la mirada. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no «desvanecerse». Ignoró las duras miradas que lo interrogaban y tomó el diseño del micrófono que estaba sobre la mesa.
-Yo puedo armar el micrófono, darle más nitidez.
Sí, no había prestado atención a lo que sus compañeros le habían dicho.
-Nosotros también podemos hacer eso -comentó Woong, quitándole los planos gentilmente.
Realizar el proyecto se había vuelto una cuestión de orgullo. Una lucha contra el enfado que había provocado el comentario de Hoseok, y el recelo que se guardaba desde hace tiempo.
Al repartirse las tareas del proyecto, le asignaron a Hoseok la redacción del informe de investigación. Cada uno guardó sus cosas y se fueron apresurados; después de ese día no volverían a reunirse.
-Si necesitas ayuda con el trabajo, puedes decirme -comentó Yoongi, caminando a su lado. ¿Hace cuánto tiempo no andaban juntos por los pasillos?
Pero en este momento, Hoseok prefería permanecer como el par de amigos que ya no se frecuentan. No quería estar al lado de Yoongi, si este iba a regañarlo por lo que acababa de pasar.
-No es necesario, puedo hacerlo solo.
Pareciera que el tema va a quedar ahí, cuando de repente Yoongi se coloca frente a él.
-¿También vas a actuar como un cabrón conmigo? ¿Incluso después de que te defendiera?
Vaya, esto es nuevo. Yoongi había cambiado tanto, que por primera vez le estaba reclamando por defenderlo de los bravucones.
Hoseok lo rodeó y siguió de largo. Él nunca le pidió que lo hiciera.
Yoongi lo persigue.
-He intentado ser paciente contigo, pero incluso yo tengo mis límites, ¿qué te cuesta tratar de llevarte bien con los demás? -Lo tomó del hombro y lo obligó a darse la vuelta-. Si sabías cómo resolver lo del micrófono, ¿por qué no lo dijiste?
De nuevo, Yoongi ha cambiado, ahora tiene una apariencia miserable. No soporta verlo de esa forma, así que volteó el rostro hacia el pasillo.
En ese momento, un chico pelinegro iba pasando al lado de ellos. Lo miró y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
-¡Hoseok-ssi! -grito Jungkook. Y con cada uno de sus pasos, se oía el sonido metálico de los pines de su mochila. Se paró frente a ellos y saludó a Yoongi-. Buenas tardes, mi nombre es Jeon Jungkook.
-Yoongi, solo dime Yoongi. No hay motivo para ser tan cortés -aclaró, un tanto incómodo.
Jungkook asiente y se dirige a Hoseok.
-¿Hoseok-ssi, se dirige al teatro? Yo iba para allá, esta vez sí iré. Lamento que las otras veces no haya ido, me enferme y no pude ir, me siento mal por haber fallado a mi promesa de acompañarlo durante su primer día.
Yoongi interrumpió.
-¿Entraste al taller de teatro? -No podía creerlo.
Hoseok asintió.
-Si nos disculpas, ya tenemos que irnos. -Y sin más preámbulos, se puso en marcha.
Hoseok no planeaba entrar hoy a la clase de teatro, y tal vez nunca lo hubiera hecho de no ser porque había sido la excusa perfecta para alejarse de Yoongi y dejar el tema de lado.
Jungkook lo alcanzó después de despedirse de Yoongi. Solo por haber aparecido en el momento justo, le haría el favor de acompañarlo a la clase.
Entre intentos fallidos por parte de Jungkook para establecer una conversación, llegaron al salón detrás del auditorio. Al abrir la puerta, Hoseok consideró que quizás había cometido un error.
Había demasiadas personas en la estrecha habitación. El lugar se sentía sofocante, y el ruido de las voces y las risas hacía eco entre las paredes.
Jungkook lo invitó a entrar: le asegura que no había motivo para ser tímido.
-Todos son gentiles y muy amables.
Hoseok se atrevió a confiar en los brillantes y redondos ojos, y se pegó a él como su sombra. Era absurdo que se escondiera detrás de un chico más joven que él.
El salón de teatro es más ancho que largo, y el piso está cubierto de una alfombra de color azul oscuro. Frente a ellos hay una plataforma de madera que sirve de escenario; algunos corren sobre esta, mientras que otros se sientan a sus orillas.
Sorpresivamente, se encontró con dos de sus compañeros de carrera -y amigos de Yoongi- sentados ahí. Uno es un chico alto, de labios voluminosos y hombros anchos; el otro es un chico todavía más alto, tez morena, voz profunda y apesto malhumorado, aunque en este momento tiene una gran sonrisa mientras oye hablar al otro.
-¡Jin-hyung! Namjoon-ssi -Jungkook se dirigió hacia ellos. Y luego de saludarlos a ambos con una reverencia, se concentró en Jin-. Hyung, lamento haber faltado los días anteriores, pero le prometo que estuve ensayando desde mi casa.
-Sí, ví los vídeos que mandaste, lo hiciste bien -soltó una suave risa-, ese tono flemático le dio un toque extra a tu personaje inglés.
Las mejillas de Jungkook cobraron un color carmesí. Estaba tan encantado que fue incapaz de responder. A Hoseok le gustaría saber ese truco para poder callar al parlanchín de Jungkook.
Por otro lado, Namjoon se dirigió a Hoseok.
-Jung, jamás pensé verte por aquí, ¿planeas quedarte a la clase?
Antes de que pudiera responder, Jin intervino.
-Si quieres quedarte tienes que participar en las actividades de taller. Aquí hay dos reglas esenciales: los mirones están vetados de la clase y está prohibido decir «No» a la maestra, ¿queda claro?
Hoseok asintió, y Jin estuvo encantado con su respuesta. Seguido de eso, Jin se subió al escenario y llamó la atención de todos en la habitación.
-¡Póngame atención! La maestra Soo está revisando el guion de la obra con los directivos, así que me pidió que iniciara con el calentamiento. -Miró a Hoseok y lo invito a pararse al lado de él.
Hoseok acató la orden y se subió al escenario. Jin lo jalo del brazo, tomándolo de manera protectora.
-Hoseok se unirá a la clase de hoy; es mi compañero de carrera, así que deben tratarlo bien.
Los aplausos y los mensajes de bienvenida retumban por el lugar. Sin embargo, Hoseok es ajeno a esto debido a la sorpresa que lo ha dejado pasmado.
Se suponía que hoy no lo vería.
No era el trecho de camino ni el pasillo en que solían encontrarse.
Pero él estaba ahí, el chico castaño y de peculiar sonrisa estaba frente a él, con los ojos amplios y boca entreabierta, mostrando lo desconcertado que estaba.
Y es que, ninguno de los dos había deseado que llegara el momento en que tuvieran que conocerse; conocerse de verdad.
🌙;
No sé que tan interesante puede llegar a ser está historia, por lo menos, para mí es una terapia.
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