El pelinegro jugaba con los típicos juegos de cartas, sentado en su jardín, siempre manteniendo un pequeño espejo junto a él, el cual apoyaba sobre una pila de juguetes que no eran de su interés.

-¡Scotty, cariño, ya es hora de cenar! -llamó su madre desde la cocina, él solo sonrió ampliamente y volteó a ver el objeto que cargaba con él a todas direcciones.

-Vamos a cenar.-comentó a su amigo.

-Tu vas a cenar, yo no quiero ir allá... -respondió su acompañante mirando a otro lado.

-¡Vamos! Sabes que me gusta estar contigo -suplicó el de lentes, recibiendo la negación del contrario- ¡Vincent! ¡Hasta me pongo de rodillas!

El castaño rodó los ojos -Tampoco exageres, ni que fuera el fin del mundo...-espetó sin interés alguno.

Scott suspiró y tomó el espejo.

-Aún así te llevaré conmigo-le mostró la lengua a lo que el chico contrario le mostró su dedo corazón, provocando que el pelinegro ría un poco- No te pongas así, sabes que de todas formas te convencería...

Corrió la silla, sentándose en esta, recibiendo un plato de pasta con carne.

-¿Cómo te fue en la escuela, campeón? -preguntó aquel que era su padre, mirándolo con una sonrisa.

El de lentes comió un poco antes de responder -Pues, supongo que bien...

-¿Has hecho amigos?-cuestionó, esta vez, la mujer.

-Tengo a Vincent-murmuró.

Sus padres suspiraron, mirándose mutuamente.

-¿Sigues hablando con él? -el hombre suspiró para hacer una pequeña pausa-...Scott, debes tomar tus medicamentos, ya sabes, es para las alergias.

Su hijo asintió extrañado, los cambios de tema y humor en su familia eran extraños y comúnmente no eran buenos.

Pastillas, siempre lo mismo, odiaba sus pastillas, Vincent también las odiaba, ¿por qué debía tomarlas?

—Ah, sí... —fue lo único que pronunció, luego de unos segundos en silencio —No tengo hambre... —se levantó de su asiento de forma inmediata, el pequeño espejo apoyado sobre la mesa fue lo primero que recogió antes de retirarse.

—¡Cariño, espera! —le llamó su madre, antes de extender en su mano un frasco— Tus pastillas, recuerda que debes tomarlas...

Scott bufó algo molesto, solo se quería retirar para jugar en paz.

Se acercó a la mujer, recibiendo aquel frasquito sin mucho interés —Claro, adiós...

Corrió hacia su habitación, cerrando la puerta y sacando de forma inmediata el espejo de su bolsillo.

—Y bien, Vincent, ¿qué tal tu día? —le preguntó, riendo un poco antes de encender la televisión.

El menor se encogió de hombros, mirando su alrededor —Da igual.

Al pelinegro le causaba risa, en cierto punto, la actitud contraria.

—¡Dios! ¡Que cortante eres! —sonrió antes de mirar el frasco en sus manos, un presentimiento le pedía que no las consumiera, otro le explicaba que debía escuchar a sus padres.— Iré a tomar estas cosas, vuelvo enseguida...

El castaño asintió, de todas formas no podía ir a ningún lado... Siquiera sabía donde se encontraba...

Comenzó a pestañear seguidamente, algunos bostezos también e hacían presentes. Tenía sueño. Mucho sueño.

Restregó sus manos en sus ojos, comenzando a ver borroso su ambiente.

—¡Volví! —medio gritó el de lentes, sonriendo hasta ver a su amigo— ¿estás bien?

—¿Hm? ¿Qué? ¡Ah, sí, estoy bien! Es solo que...—bostezó un poco— Tengo sueño...

Scott miró su reloj— Si es algo tarde... Bueno, podemos hablar otro día, ¿no?

Vincent ya estaba perdido en su propia mente, siendo víctima del extraño sueño que comenzó a sentir de una forma tan repentina.

—Claro...¿ya tomaste tus pastillas? —Sabía lo olvidadizo que llegaba a ser su amigo, no era la primera ocasión donde le recordaba ciertos puntos, pues a esta edad el joven pelinegro era totalmente despreocupado.

—Sí, ya las tomé, ¿por qué?

Negó — Nada... Solo una pregunta...

★★★★
¿Más colapso mental?

¿Ya entienden qué sucede? Quizá sí, quizá no, quién sabe.

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