Capítulo veintisiete (1/2) 💜
—Liz—Capta mi atención Raven.
—¿Qué? ¿Qué?—salgo de mi ensimismamiento.
Observo a través de la ventana del auto de mi amigo el enorme club en el que se hará la despedida de solteros. Es extraño que hayan decidido que sea en conjunto pero supongo que es más divertido que estar una noche con las chicas solas.
Ahora mismo estamos detallando los últimos puntos de nuestro plan.
—¿Sabes qué haremos?
—Vamos a dormirlo.
—Exacto—Eleva un sobre con polvo—. Le invitamos un trago para colocarle esto. Cuando lo beba...dulces sueños.
Aplasto los labios, no tan convencida con la idea. Percibe mi inseguridad al instante.
—¿Qué?—inquiere.
—No sé...es que dormirlo...—tanteo, tratando de descartar la idea.
Parpadea, desconcertado.
—Es la única forma de anular lo que sea que haga—determina.
Lo comprendo. Pero he estado pensando que quizás James no es tan malo. Por un lado, reconozco que es una rosa llena de espinas pero no deja de ser lo que es, una rosa. No quiero decir que quiero retroceder, pero me dí cuenta que sigue siendo igual de considerado y generoso.
Verás, por la mañana un señor se presentó en mi puerta y me entregó una caja llena de pinceles y lápices de colores. Además de las hojas blancas que le había comentado el otro día, un detalle que recordó como si fuera importante.
Muerdo mi labio inferior, pensativa.
—Sí pero he pasado tiempo con James y quizás no...
Me interrumpe con una sonrisa sarcástica.
—¡Liz, por favor! ¡No te vas a tragar esa imagen de niño bueno!—exclama—. La idea era que lo distrajeras, no que te enamorarás todavía más.
Es cierto. No debo perder el foco, no dejaré que unas cuantas cosas de arte—sin importar cuánto me gusten—nublen mi juicio.
No permitiré que me afecte aunque se haya tomado el tiempo de elegir mis tonos de colores favoritos para colocarlos en una hermosa caja con un listón que ató él mismo—lo sé porque siempre hace esos nudos de conejitos que me encantan—, así como tampoco me importa que escribiera una pequeña nota que decía «Para que ilustres tus sueños como más quieras» o algo así.
¡No!
No debo dejarme envolver, lo que hace no está bien, tengo que regresar a mi eje.
—Lo sé, lo sé—lo calmo, elevando ambas manos—. Tienes razón.
Suspira, regresando a un estado de calma.
—Lo hacemos por él, no lo olvides.
Meneo la cabeza.
—De acuerdo, vamos—hace una seña hacia el lugar.
Abandonamos el vehículo y cruzamos la calle al mismo tiempo que una ventisca nos hace volar los atuendos. Sostengo mi saco con fuerza.
—¿Nombres?—pregunta el hombre de seguridad que se encuentra en la entrada.
La prensa está aquí firme en la puerta desde hace rato. Y es la primera vez que tengo tantas cámaras apuntándome al rostro. Me pregunto cómo harán las grandes estrellas para soportar todos los días esta clase de inhibición.
—Raven Deustch—le indica él y me señala—. Y Lizzie Del Carmen.
El hombre en cuestión, rebusca en la lista hasta que encuentra ambos nombres y concluye:
—Aquí están.
Mi amigo hace el amague de pasar pero él coloca una mano sobre su pecho, haciéndolo retroceder.
—Sin disfraz, no entran—Se encoge de hombros—. Normas estrictas de la novia.
—Pero lo tengo puesto—se indigna—. Soy un mosquetero.
En efecto, Raven lleva un sombrero con una pluma enorme, un bigote falso, el traje correspondiente y una espada de plástico colgando de su cinturón.
—¿Y ella?—ejecuta un movimiento de cabeza hacia mi lugar.
Él suelta un suspiro.
—Lo lleva debajo de la gabardina—Raven pone los ojos en blanco y susurra:—. Quítatela, ¿Qué tan malo puede ser?
Frunzo el ceño y bajo la vista a mi gabardina roja.
Cedo porque contrario a mis deseos, tampoco quiero quedarme aquí afuera con los flashes de las cámaras sobre mis ojos y el frío pegándose a mi piel.
Desabrocho los botones y dejo relucir mi traje. Noto que Raven esboza una pequeña sonrisa molesta mientras alza ambas cejas, impresionado.
Entiendo el chiste de Celina al elegir un atuendo de bombero pero, ¿Mi ropa se incendió también? No hay otra explicación al minúsculo vestido rojo con un escote enorme que lleva la palabra «Fire».
Cuando alzo la vista, encuentro al de seguridad mirando más de la cuenta.
—¡Ey! Sus ojos están en su cara y además sale con un amigo—me defiende.
Acto seguido, toma mi mano y me guía dentro del sitio, que está abarrotado de personas. Mientras tira de mí, observo todo: hay una barra, un escenario con un DJ, mesas al costado y unas escaleras en el lateral que llevan a un segundo piso con una vista perfecta de la pista de baile.
Encontramos un pequeño lugar al costado de la enorme barra, lejos de los parlantes para poder hablar.
—No debí dejar que Celina lo eligiera—me cubro la cara con las manos.
Me guiña un ojo.
—¿Cuánto la noche, Liz?—pregunta el muy desvergonzado.
—Muérete—me cruzo de brazos.
Él se ríe.
—El que se va a morir va a ser otro cuando te vea—devuelve.
Abro mucho los ojos, desesperada.
No había pensado en la reacción de James hasta el momento. Espero que no se acostumbre a verme de esta forma porque nunca vestiría con estas diminutas prendas, a menos que no me quedara otra opción.
Lo tomo de las solapas de su traje.
—Me arrepentí—le digo—. Sácame de aquí.
Frunce el ceño, enojado.
—No seas cobarde, tenemos una misión.
Observo hacia todas partes, revisando que ojitos de cielo no esté cerca.
Los nervios me invaden y de pronto, lo único que deseo es esconderme. No necesito que James me vea así, de verdad que no.
—Que alguien más la haga—me niego.
—Eres la única que puede atontarlo—me regaña mientras me señala con un dedo—. Ahora, acepta tu responsabilidad y...
Me aferro a su traje con fuerza, interrumpiendo su discurso de motivación.
—Liz—se enfada mientras deposita sus manos sobre las mías.
—Por favor...—le ruego—. No soy tan fuerte.
Justo a mis espaldas, alguien se aclara la garganta.
Raven me obliga a separarme de él y de pronto, me siento pequeña e indefensa.
Cuando volteo, el corazón me late con fuerza. Esas son las consecuencias de tener a James vestido de vaquero, con su sombrero, su chaleco y pantalon negro. Pero no lleva camisa. Así es, su torso está desnudo.
—Hola—nos llama la atención mientras alza una ceja.
—Hola—respondo con las mejillas encendidas.
Rav suelta un suspiro.
—¿Eres un stripper?—irrumpe en la charla con diversión.
—¿Y el pájaro que llevas en la cabeza?—le devuelve, haciendo referencia a la pluma de su sombrero.
—Touché—Asiente con la cabeza, dando esta ronda como empate—. En fin, voy a buscar a Jessica, que se diviertan.
Antes de desaparecer, me da una mirada de «Cómportate» que James no nota por estar viéndome con una expresión de interrogación.
—¿Qué es lo que le estabas rogando con exactitud?—me pregunta con severidad, una vez estamos solos.
Apoyo mi cuerpo en la barra, ni siquiera creo poder mantenerme de pie con él delante.
—No lo que sea que creas—murmuro, bajito.
Desliza su brazo sobre la barra y las puntas de sus dedos rozan la tela de mi escote. Al instante, tengo los vellos de mi cuerpo erizados y el estómago contraído.
—¿Qué es lo que creo, Liz?—ladea la cabeza, serio.
Agacho la cabeza.
—No sé...
—Bueno, mientras no sea algo que yo podría darte—se encoge de hombros y le hace una seña al de la barra—. Uno fuerte— pide y me da una mirada para determinar:—. Lo voy a necesitar.
Parece que esta vez me salvé de su interrogatorio, por fin será mi noche de suerte.
—Tú no vas a beber, ¿No?—me pregunta.
Meneo la cabeza.
De pronto, recuerdo el presente de esta mañana y me veo en la necesidad de agradecer;
—Gracias por las hojas y demás.
Me da una de esas encantadoras sonrisas que derriten el corazón.
—Lo envolví yo mismo—dice orgulloso.
—Lo sé.
—¿Tan mal estaba?—pregunta con diversión.
—No, al contrario, me gustan tus nudos con dos orejas—asiento, eufórica.
—Tantos regalos rechazados y solo necesitaba atarlos para que los aceptarás—Se queda pensando un momento—. ¿O será otra cosa lo que te hizo cambiar de opinión?
Sé lo que pretende, así que atino a alejarme unos centímetros y alzar ambas manos solo para que exista algo que imponga distancia entre nuestros cuerpos.
Sin embargo, ni siquiera mi barrera protectora lo detiene. Me jala de la cintura y de pronto, tengo sus labios rozando los míos.
—F—Fueron l—los nudos, e—en s—serio—respondo y no quisiera que se diera cuenta de lo que me causa, pero no puedo evitar hablar sin que mi voz tiemble.
Por favor, Liz, no le importa porque aceptaste el regalo, solo coquetea contigo.
Estiro mi cara a la altura de su cuello por unos segundos.
—Mira, hueles bien—destaco, quizás para desviar el tema o porque su perfume me encanta. Creo que un poco de ambas.
Igual a un centro comercial.
Entromete su rostro en mi cuello y al instante, siento sus labios mordiendo la piel de la zona. Debo contenerme para no soltar un gemido en medio de la multitud que pide tragos en la barra.
—Tú también—suelta casual, y se aleja.
Eso, en definitiva, no fue oler.
Mientras vuelvo al planeta Tierra, el bartender se acerca a darle su vaso. Él lo toma y le da un largo trago.
Entonces, me vuelve a la memoria el plan: tenemos que dormirlo, idea que no me simpatiza demasiado pero que es la única alternativa para detener su plan porque James no es bueno ahora mismo. Repito, no es bueno. Ya es hora de despertar y ponerme manos a la obra.
Me quedo viendo, quizás más de la cuenta, su whisky, tanto que le llama la atención.
—¿Estás segura de que no quieres?—me ofrece.
Hace mucho que no bebo nada, me gustaría probarlo, digo, tiene aspecto de ser caro y mi madre siempre me dijo que esta clase de cosas hay que aprovecharlas mientras se pueda.
Además, necesitaría dormir un poco mis nervios que, hoy en especial, están consumiéndome.
—Ah, cuando me emborracho...—intento explicarle, pero al instante me doy cuenta que no tiene sentido, porque de seguro ya lo sabe.
Asiente.
—Solo será un sorbo—me advierte—. Y si te tomas más de la cuenta, no te preocupes, estaré aquí cuidando que no te pase nada.
No pienso y solo por instinto me acerco a él, como ha dicho será un breve trago. Elevo una mano para tomarlo pero frunzo el ceño en cuanto veo que lo aleja.
—Abre la boca—pide.
Parpadeo, impactada.
¿Pretende dármelo? Que escena tan sexy pero...peligrosa.
Tú quieres que te lo dé.
No voy a negarlo, pero me gustaría hacerlo cuando estemos solos y no frente a tantas personas con riesgo de que alguien que conocemos nos encuentre. Aunque, por otro lado, tampoco quisiera perder la oportunidad.
Observo hacia todas partes mientras froto mi brazo, confundida.
—Liz, aquí hay cerca de doscientas personas, no te persigas—dice.
Suelto un suspiro.
Hago lo que me pide con el corazón latiendo a mil por hora. Siento la sangre caliente recorrer todo mi cuerpo cuando me da de beber él mismo.
Cuando nos separamos, noto que el ambiente subió su temperatura. Necesito aire, lo necesito...
—Vamos a un lugar exclusivo—propone mientras toma mi cintura—. Solo nosotros.
No es que me desagrade la idea pero no podemos, lo necesito por aquí hasta que logremos dormirlo como planeamos con Raven.
Cuando abro la boca, dispuesta a hablar, me da un beso, dónde intenta transmitir que está deseoso de tenerme para él.
Pero decido apagarlo para poder concentrarme. Debo dar vuelta la cara porque tengo sus labios rebuscando los míos.
—Creo que voy a irm...
—¿A dónde?—pregunta con ansías.
—Voy a buscar a Celina—comento mientras lo empujo y doy unos pasos hacía atrás.
Sonríe mientras se vuelve a apoyar en la barra. Toma del sitio donde se marcó mi labial.
—Ve—alienta con diversión y aclara su garganta con diversión—. Cobarde.
Abro la boca, indignada.
—Yo no soy...
—Entonces, vamos a mi vip—me interrumpe con una propuesta.
Alza una ceja, parece divertido con la situación.
Me sonrojo.
¿Cómo salgo de esta situación? Piensa, piensa.
—¿Te creés que soy una cualquiera? Pues no lo soy—pregunto, indignada—. Te equivocas conmigo, James. Así como me ves, tengo integridad.
Me doy media vuelta y corro hacia la pista. Ahora, necesito encontrar a Celina porque de lo contrario, podría sospechar de mi huida.
¿Por qué todo debe ser tan complicado? ¿Por qué no podemos venir a disfrutar la boda de su hermano y luego, subir al vip para besarnos? Agh, todo es su culpa. No importa, porque luego de esta noche, no sabrá que pasó y mañana se levantará confundido.
Localizo una cabellera pelirroja entre la multitud y doy dos repiqueteos en su hombro.
—¡Liz!—exclama mientras me estrecha entre sus brazos—. ¡Ah! Soy un genio, ese traje te queda pintado, ¿A qué sí, Dove?
Su disfraz es igual al de una pirata, Salvo que este tiene un tono más pícaro: lleva una pequeña falda, un corset negro y un sombrero negro.
—Completamente—coincide Dove mientras da saltitos en su lugar.
La rubia es una enfermera sensual que se mueve de aquí para allá con emoción.
—¿Y Jessica?—pregunto, curiosa.
—Creo que están bailando allá con Raven—señala un costado de la pista.
Cuando volteo hacia el lugar que apunta, encuentro a Rav dando todo en la pista y a Jessica, vestida de payaso, haciendo muecas de extrañeza. Recuerdo que antes de desaparecer aviso que iría con ella, solo que con tanto calor lo había olvidado.
Celina baila de un lado al otro, se mueve. Ha pasado una semana desde que se dobló el pie y parece que está como nueva.
—Veo que te sientes mucho mejor—le digo.
—Sí, el doctor me dió un calmante que prácticamente no siento nada.
¿Eso estaría bien? Lo aceptaré solo por no ser medica.
—Ah—solté—. eso es...¿Genial?
—Lo sé—asiente, emocionada.
Pasamos el rato bailando un par de canciones; con los más alegres nos sacudimos y saltamos como locas, con los sensuales nos balanceamos despacio y con los nostálgicos nos abrazamos.
El tiempo vuela con Celina en la pista, hasta que decide que ha tenido suficiente:
—Vamos a sentarnos—toma mi muñeca y nos dirige hacia otro sitio.
Desde el principio, puedo notar a donde quiere llegar: una mesa bajo luces de neón a un costado donde la mayoría ya encontró su asiento. Ni siquiera tengo que buscar a James por el club, está allí bebiendo y hablando con Matt, Keyle y Gulliver. Mientras tanto, su hermano, vestido de militar, parece que no la está pasando tan bien.
Cuando me siento a su lado, a pesar de estar en una charla bastante animada, puedo notar que me da una mirada corta por el rabillo del ojo y luego vuelve a centrarse.
Sin embargo, no puedo evitar posar mi mirada en Jake que lleva una expresión de circunspección.
—¿Cómo la estás pasando?—le pregunto.
Él hace una mueca, y Celina que se ha sentado a su lado, se remueve con incomodidad.
—Estupendamente—comenta con sarcasmo.
—¿Y si jugamos algo?—propone a la vez que se recuesta en su asiento Matt con los brazos detrás de la espalda.
Luce bien en su traje de médico. Al parecer, eligieron con Dove trajes en conjunto. Cuando ella se sienta a su lado, noto que son una pareja bien parecida.
—Seguro—dice irónico Jake mientras pone los ojos en blanco—. Eso me animaría tanto.
—No lo escuches—le quita importancia Celina—. ¿Qué tienes en mente, Matt?
Él se abalanza hacia la mesa y encierra su mano en la cubetera.
—Pensaba en tomar uno de estos—saca un hielo y lo muestra al grupo como si fuera el último descubrimiento de la humanidad—. Y pasarnoslo con la boca.
—¿El viejo juego del hielo?—cuestiona Keyle, vestido de oso.
—Exactamente—Le da una palmada en la espalda. Él alza una ceja mientras sonríe—. Es muy popular en las fiestas.
El novio suspira.
—La cuestión es que no quiero besar a ninguno ni rozarle los labios, Matt.
—Hagámoslo—determina Celina—. Preferiría casi besar a algunos de ustedes que a un extraño.
—¿Y en qué situación besarías a un extraño?—frunce el ceño el Foster mayor.
Ella no contesta y el ambiente se queda tenso.
—¿Dónde están las bailarinas sensuales?—aparece la figura de Raven por mi costado.
Toma asiento a mi lado y Jessica, que viene detrás, junto a él.
Me parece extraño que no le enojen esos comentarios de mi amigo, pero supongo que entre ellos no hay nada serio. En realidad, no tengo idea, porque estuve demasiado ocupada en mis asuntos que ni siquiera le pregunté a Raven cómo iba todo en su vida. Soy una mala amiga, no hace falta decirlo.
—No hay tales bailarinas—Alza una ceja, Jake.
—No las necesitamos tampoco—refuta Cel con el ceño fruncido.
Uh.
—¿Quieren jugar o no?—interrumpe Gulliver.
Raven se abalanza sobre la mesa y toma unos maníes. Al instante, se los mete en la boca.
—¿Qué jugamos?—pregunta mientras mastica.
—Pasar el hielo de boca en boca—contesta Dove.
Él se encoge de hombros y mira a Jessica que hace una expresión como si le diera lo mismo.
Las miradas caen en Jake, quién termina cediendo de mala gana, soltando un simple:
—Está bien.
Entonces, el juego empieza y pareceré una inexperta pero me luce bastante salvaje. Es la primera vez que juego algo así, pero James no parece acomplejado, se nota que lo ha hecho antes...hablaremos de eso luego. Es claro que aquí hay un pasado que no fue revelado.
Me retuerzo en mi asiento como una adolescente hormonal cuando veo las bocas de Jake y Dove acercándose. Pero a Celina no le importa demasiado.
¿Soy la única a la que le interesa dónde pone los labios? Es que, digo, no sé, hay como una intención un poco lasciva en esto y siendo sincera, no va conmigo.
Tampoco tengo tiempo de pensar demasiado, en cuanto veo a James con el hielo en la boca, sé que deberé armarme de valor para no parecer una remingada.
Se acerca de a poco y mis nervios se vuelven incontrolables. El hilo eléctrico está por todas partes y llega a darme escalofríos. Cierro los ojos.
Sus labios están tan cerca que casi puedo percibirlos...pero nada llega y me obliga a volver a la realidad para notar que James solo me mira confundido.
—Qué estúpido, se me cayó—comenta con falsa preocupación mientras apunta con la mirada al objeto en el piso.
Aplasto los labios.
Mi cabeza conecta rápido los puntos: no hay hielo, así que ya está. Es decir, se terminó la ronda.
—¿El juego se acaba aquí, no?—pregunto, insegura.
—No—Niega con la cabeza Jessica mientras degusta los maníes—. Tienes que besarlo.
¿Cómo?
—¿Qué?—murmuro bajito, mis mejillas están en llamas.
Celina sonríe.
—Así es el juego—canturrea juntando las palmas de las manos, con un poco de ¿Emoción? Eso parece—. Ahora, a besarse.
Hago una mueca de circunstancias porque no quiero tener que besarlo en frente de todos.
Él suspira.
—Tampoco para que pongas esa expresión—comenta James, mientras toma mi mentón y me obliga a mirarlo—. Seré cortés, lo prometo.
Aunque intente ocultarlo, sé que lo hizo a propósito para besarme frente a todos como venganza por haberlo dejado plantado antes. Pero no quiero hacerlo aquí, no estoy preparada. Además tengo noción del beso que va a darme y dudo muchísimo que sea inocente.
¿Cómo se atreve a jugarme sucio? ¡A mí!.
Cuando se acerca, me pongo de pie en un salto.
—¡Deserto!—grito al aire.
Así, como la mujer madura que soy, después de defender mi honor, me doy media vuelta para correr como loca.
Oigo algunas de las voces que provienen de la mesa antes de perderme:
—¿Qué dijo?—me parece la voz de Dove.
—Dijo que deserta—contesta Matt.
—¿Qué es eso?—pregunta Keyle.
Tan pronto como puedo, me quedo a un costado de la barra y me cubro la cara con las manos.
Quiero que esto se termine pero ahora mismo. Quiero que James recapacite y que se despierte de su crisis. Quiero pagar mis deudas y no tener que pedirle asilo a mis padres. Quiero volver a encerrarme en mi monoambiente a ver todas las temporadas de Project Runway y obligar a Foster a verlas conmigo.
—Deberías anotarte en una carrera—comenta Rav, apareciendo a mi lado—. Pero olímpica, eh.
Lo veo intercambiar una mirada con el bartender, a quién le hace una seña en concreto.
—¿Qué percepción tienes de mí?—le digo sin poder ocultar mi cara de vergüenza.
—La misma de siempre—se encoge de hombros—. Fácil de asustar.
Abro la boca por la indignación que me genera su comentario.
—Pero no soy así—frunzo el ceño.
Él me da una sonrisa divertida.
—Me apiado de él, no sé cómo harán para tener sexo—comenta.
—No...—intento objetar pero la verdad es cierto.
Todavía no me detuve a pensar en el momento en que intimemos pero de verdad. Ese instante en que esté vulnerable debajo de él y no solo espere tocarme...en fin, será un problema para mí yo del futuro.
El bartender se acerca y deja tres vasos de whisky delante de nosotros.
—Ya es hora—determina Raven—. Vamos a invitarle un trago.
Aplasto los labios.
—Vigila que ojitos de cielo no mire hacia aquí—ordena.
Me apoyo en la barra y rebusco la mesa con la mirada.
Todos parecen haber superado el juego del hielo para volver a la conversación. Las chicas se ven bastantes animadas mientras los muchachos rien. James está allí, simplemente, bebiendo. No creo que quede mucho tiempo para que su vaso se vacíe.
—¿Qué es Jessica para ti?—le apunto a preguntar, ahora que estamos solos.
Él suspira.
—Nada más que un amorío de verano—comenta.
Otro más, a este punto es como si se retuviera a sí mismo de enamorarse. Nunca lograré entender su forma de actuar frente a las mujeres y a la poca importancia que siempre le dió al amor. Todas las chicas que le proponen ser algo más, las rechaza.
Tengo miedo de que por seguir experimentando, nunca consiga su amor verdadero y se quede solo. Raven no merece sabotearse de esta forma.
—¿Algún día piensas casarte y no solo estar con mujeres al azar?
—¿Es una regla para no morir o algo así?—pregunta con ironía.
Frunzo el ceño.
—Mmm...no—respondo—. Pero quizás es hora de que empieces a buscar algo estable...
—Me casaré cuando esté preparado, no cuando se supone que debo casarme.
Tiene razón. Ni siquiera sé en que me baso para sostener algo como eso, que ahora no quiera nada con nadie no significa que nunca lo tendrá.
—Ya está—dice, seco.
Volteo y noto que sus músculos están tensos a causa de mi entrometido comentario, así que coloco mi mano sobre la suya.
—Lo siento, Rav—me disculpo—. No quise decirlo así, es que...
—Te preocupas, lo entiendo—toma mi mano y me da un beso en el dorso—. Pero estoy bien, lo prometo.
Le doy una sonrisa de boca cerrada mientras me entrega mi vaso, uno de los que no tiene nada.
—Ahora, ¿Dónde está nuestra víctima?—pregunta con gracia y comienza a rebuscar con la vista.
Mientras Raven busca a James, me quedo mirando mi vaso, pensativa. ¿Será lo correcto? Tampoco nos dejó otra opción, lo que tiene planeado para esta noche roza los límites de lo prohibido.
Exhalo con pesadez.
—Liz—llama Rav.
—¿Qué?— le doy una mirada sobre mi hombro.
Su expresión lo dice todo. El espacio entre sus cejas ha disminuido su tamaño y su frente está arrugada. Algo no va bien.
—¿Dónde está?—pregunta.
Me doy vuelta rápido.
—Ahí—señalo su lugar en la mesa.
No hay nadie.
Intercambiamos miradas.
Sin previo aviso, siento una mano sobre mi mentón y luego unos labios que aprisionan los míos con ferocidad. Primero, noto un objeto frío sobre mi boca que al instante se desvanece para abrir una ola de calor por todo mi cuerpo. El beso dura como mucho diez segundos pero me deja con la cabeza en las nubes.
Cuando James se aleja, noto que no lleva una expresión en el rostro, más bien se mantiene escéptico.
—Lástima, dejaste caer el hielo—comenta y señala el piso.
Veo el cubo de hielo deshaciéndose sobre el concreto.
No iba a rendirse tan fácil estaba más que claro. Pero, nunca pensé que iba a hacerlo aquí. Bueno, ¿Qué estoy diciendo? Si casi me come frente a todos. A veces pienso que la única que quiere mantener en secreto lo nuestro soy yo, si fuera por James, ya nos habrian encontrado en alguna situación comprometedora.
Hace un gesto hacia Raven.
—Empezó otra ronda—se encoge de hombros.
Su amigo lo mira con recelo. Si tan solo supiera que Raven sabe todo...
—¿Quieres uno mío?—Frunce los labios hacia él.
James alza una ceja con diversión.
—Paso—expresa.
—Qué pena—lleva una mano a su pecho como si le doliera esa respuesta. Toma dos vasos de Whisky y le ofrece uno—. Te invito un trago.
James lo toma y se queda mirándolo más de la cuenta. Se relame los labios, pensativo.
—Es Whisky, como te gusta—Rav trata de lucir relajado, le da un sorbo a su propio vaso.
El pelinegro se aclara la garganta.
—Sí, gracias—alza el vaso en su dirección—. Estaba pensando en lo ruidoso que está aquí.
Mi cómplice me da una mirada por el rabillo del ojo.
—¿Nos vamos a sentar arriba?—apunta a preguntar él.
Asentimos.
Seguimos a James de cerca, a través de las personas que bailan en la pista de baile, de los borrachos risueños, las parejas que se besan y las muchachas que lloran desconsoladas.
Subimos las escaleras y para nuestra sorpresa, el sitio está vacío. El piso de abajo es un éxito, el de arriba es un desierto, a excepción de una mesa en el que hay sentado un grupo de chicos vestidos de esqueletos. Nos sentamos en la mesa de al lado, James junto a mí.
—Aquí está mejor—sonríe.
Esa sonrisa, un poco extraña y encantadora al mismo tiempo... es un tanto cuestionable.
—Propongo un brindis—comenta Raven, animado.
Pero James se muestra distraído, viendo algo en el pie de las escaleras. Tanto Raven como yo, seguimos su mirada. Quizás permanecemos así cinco segundos porque no vemos nada de nada.
—¿Qué?—expresa mi amigo, un poco harto del hecho que nuestro plan se estanque.
—Nada, pensé ver a alguien conocido—Menea la cabeza Foster—. ¿Decías?
Rav alza ambas cejas.
—Un brindis.
—Ah, ya—vuelve a su eje mientras alza su vaso—. Un brindis por...
Alzo el mío, ambos esperamos que termine la frase, y la finaliza con un simple:
—La amistad.
Me remuevo en mi asiento con culpa. Tenía que ser por la amistad cómo no. Ahora no puedo evitar sentir que todo es un gran error. Quiero revertir la situación y advertirle pero ni siquiera me da tiempo a detenerlo, porque los tres le damos un trago a nuestros vasos y lo que se aproxima es bien conocido.
Con Raven, nos es inevitable mantener la mirada fija en el pelinegro, esperando una reacción o algo similar. Nada llega al instante.
—¿Qué?—pregunta James, después de unos segundos.
—Estaba pensando en...—Se ríe Raven—. Es que está un poco fuerte, ¿No?
Agita el vaso con diversión, tratando de desviar la atención.
—Justo cómo me gusta—Se pone de pie y dice:—. Si me disculpan, pasaré al baño.
Lo veo tomar dirección detrás de mí espalda. Raven alza la cabeza, siguiendo su camino.
—¡¿Qué pasó?!—exclamo, preocupada.
—No sé—se encoge de hombros.
—¡¿Lo pusiste en su vaso?!—lo cuestiono.
—¡Obvio que sí, mujer!—contesta
—¡¿Entonces?!—machaco mi labio inferior.
Aplasta los labios, pensativo.
—Quizás no sea de efecto instantáneo—dice.
Meneo la cabeza, perturbada.
Hay algo raro aquí y no saber qué es con exactitud, me altera. Es que sí él lo sabe...es decir, no puede ser, pero ¿Y sí lo sabe? Necesito aclarar mi mente.
—¿No deberías estar con él en el baño?—le pregunto.
Me apunta con el dedo.
—Claro.
Lo veo ponerse de pie, pero sus piernas terminan fallando y se toma de la mesa para no caer al piso.
Me coloco a su lado y depósito mi mano en su espalda, tratando de darle estabilidad.
—¿Estás bien?—frunzo el ceño.
—Me duele un poco la cabeza—lleva una mano a su frente.
—Raven...¿Quier
No logro terminar la frase, tan pronto como pronuncio las palabras, unas manos aprisionan mis brazos y comienzan a tirar de mí en dirección contraria a Rav. Intento deshacerme del agarre a toda costa pero es más fuerte que yo.
—¡Suelta!—exclamo, logro voltear unos centímetros mi cuerpo.
Me quedo paralizada al notar que es uno de los muchachos de al lado, los que vestían esos extraños trajes de esqueletos.
Vuelvo mi mirada hacia Raven, solo para presenciar una escena angustiante: los mismos muchachos lo toman y comienzan a llevarlo hacia un sitio.
—¡Raven!—le grito pero él no me escucha, parece sumido en un sueño.
Al ser arrastrada al lado contrario, lo pierdo y mi cabeza comienza a dar vueltas.
—¿Quiénes son?—les pregunto—. ¿Qué quieren?
Trato de sacar información, de entender lo que sucede. Ví muchos policiales a lo largo de mi vida, pero nunca creí que podría ser parte de uno. Mis piernas tiemblan como papel.
No tengo noción de la situación, pero si se llevaron a Raven deben estar buscando dinero o joyas. Se habrá corrido la voz de que aquí hay personas ricas. Eso implica que vienen por todos, que vienen también por...
—¡James!—Exclamo con todas mis fuerzas.
Ese hombre, dónde sea que esté, tiene que oírme y venir a rescatarme. O correr para salvarse y buscar ayuda.
—¡James!—grito, de nuevo.
Nadie aparece por el pasillo al que me llevan y sé que nadie vendrá por mí. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.
—¿A...—cuestiono con la respiración dificultosa —, dónde me llevan?
Ninguno responde. Alcanzo a ver una puerta al final y no tengo idea de qué esperará del otro lado, lo que me pone los pelos de punta.
—Por favor, no le hagan daño—ruego por Raven.
Quién sabe lo que le estarán haciendo, quizás esperen a que despierte para torturarlo. Él no podría resistirlo, es solo un mujeriego millonario, nunca lo han amenazado con un cuchillo.
Y a mí tampoco.
Cuando abren las dos puertas negras, debo cubrir mis ojos porque aún la vaga luz que ilumina el lugar, contrasta con la oscuridad del pasillo.
La habitación en cuestión, parece ser menos tenebrosa de lo que imaginaba: hay sillones, mesas con tragos, una barra, altavoces y un enorme ventanal que da a la pista de baile. No parece ser el lugar al que llevas a un rehén, pero es la primera vez que me veo en esta
Mi mente recorre la habitación con confusión y entonces, lo veo. Parado allí, con ese traje de vaquero negro y su torso desnudo.
—¡James!—exclamo.
Los asaltantes me sueltan y corro hacia sus brazos con rapidez.
No puedo creerlo, seguro lo encontraron entrando al baño y lo trajeron aquí. Ahora, en definitiva, no habrá forma de que alguien venga a buscarnos. Si él era la única alternativa de mi salvación, ahora puedo darme por muerta.
—¿Estás bien?—pregunto contra su pecho y trago con fuerza. Me separo unos centímetros para decirle cómo puedo, con los nervios tomando mis cuerdas vocales—. Estos...hombres...me trajeron y a ti también...tengo miedo.
Él vuelve a abrazarme. Sisea, acallando mi llanto.
—Tranquila, amor mío—Acaricia mi cabello con delicadeza, así que me aferro a su torso con fuerza.
Admiro su capacidad para estar calmado en un momento así. Mi único consuelo es saber que estamos juntos atravesando adversidades.
—Cierren—y al principio pienso que la voz proviene de alguno de esos horribles hombres, pero esa orden sale de su boca.
De la boca de James.
Acto seguido, por la habitación retumba el sonido de las cerraduras de las puertas. Y entonces, solo entonces, siento un escalofrío recorrer mi espalda.
Doy unos pasos hacia atrás, guardando distancia y seco mis lágrimas con el dorso de mi mano.
Frunzo el ceño.
—Tú...—suelto, bajito.
Con las manos en los bolsillos, me recorre con la mirada y alza el mentón con aires de superioridad.
—Siéntate, tenemos mucho de qué hablar.
Mi pecho sube y baja, la mezcla de adrenalina con un atisbo de ira hace estragos por todo mi cuerpo.
Y me veo obligada a tragar con fuerza cuando lo oigo llamarme:
—Traidora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro