Capítulo veinticinco (2/2) 💜
Matt toma una tela y comienza a tratar de apagarlo, pero la misma termina por incendiarse.
Doy un vistazo rápido a mi alrededor en busca de algo que pueda servir. Por suerte, hay un extintor cerca de la barbacoa.
Corro hasta él y lo acerco al fuego, apagandolo al instante.
Cuando volteo hacia los muchachos, noto que miran boquiabiertos.
-Ah, pues...es que mi papá es bombero-me encojo de hombros y señalo los restos del lugar donde se encontraba lo que parecía la fogata-. El agua solo lo iba a expandir.
-Ajá-es lo único que sale de la boca de Gulliver mientras parpadea.
-¡Gracias por salvarnos, nena!-exclama. Keyle, zarandeandome.
Cel me alienta desde su lugar cuando nota que no puede acercarse.
-¡Creía que iba a morir!-grita-. Eres nuestra heroína.
Jake se acerca a Matt y le arrebata la tela de las manos. Lo mira mal.
-Esta es mi camiseta, la que traje de respuesto-dice.
-Es la nueva moda, Jaki-le responde con una sonrisa mientras palmea su hombro.
Él no parece convencido de ver el resto de su ropa, pero Cel se ríe y los demás también. Solo le queda suspirar.
-¿Tú sabías que ese extintor estaba ahí?-le pregunta Meg a Alán.
Él rasca su nuca.
-¡Claro que sí!-exclama, aunque su tono de voz pareciera delatar su mentira-. Siempre hay uno cerca de las barbacoas del recinto.
El lugar permanece en silencio. Se aclara la garganta
-Bueno...¿Qué les parece si pedimos que nos traigan comida del buffet?-propone.
***
Puedo oír a los grillos mientras degusto mi plato del buffet. Alán no tuvo más remedio que llamar al hotel para que nos trajeran algunos platillos. La barbacoa se canceló pero no está tan mal.
Con James nos sentamos en dos reposeras, alejadas del grupo y aquí mismo, en la oscuridad de la noche en el medio del bosque con apenas unas luces colgantes alumbrando, pareciera como si fuera una cita.
Lo veo dejar su plato a un lado en cuanto lo termina. Se relaja en su asiento con los brazos detrás de la nuca y exhala con fuerza, mientras mira los alrededores.
-¿Esta es tu idea de una cita?-me burlo.
De pronto, voltea hacia mí con una sonrisa.
-¿Es una cita?-alza una ceja.
-No-suelto rápido, nerviosa.
Miro hacia otro lado, a cualquier parte menos a él porque no tengo el coraje para seguir la conversación. Sin embargo, toma mi mano y me veo obligada a volver a su burbuja.
-Tendremos una cita, una para recordar-me dice con tono de pena, sus ojos delatan que le preocupa que me conforme con este momento tan simple-. Te llevaré a comer a un restaurante caro o iremos a ver una película, te invitaré a mi casa, pondré musica, tomaremos un par de copas y haremos el amor. Pero lo de ahora no es más que nosotros pasando el tiempo.
Contraigo mis hombros porque no puedo sostener la vergüenza que me genera oír esas palabras salir de su boca. Sobre todo, las últimas.
Aunque diversas emociones explotan dentro de mí cuando deja un pequeño beso en el dorso de mi mano.
Aclaro mi garganta.
-No tiene que ser nada extravagante-intento desviar el foco-. Quizás podríamos tirar una manta en algún parque y ver las estrellas.
Sus labios se curvan en una sonrisa, sin enseñar los dientes.
-¿Una manta en el césped?-pregunta.
Me encojo de hombros.
-Sé que no estás acostumbrado pero es lo que me gustaría.
Él asiente mientras se pone de pie.
-Es un poco extraño que quieras hacerlo por primera vez en un lugar público, pero está bien-se mofa, lo cual me saca una sonrisa. Toma su plato y determina:- Será lo que tú quieras. ¿Terminaste?
Señala mi plato y no pienso dos veces antes de entregárselo.
-Iré a llevar esto con los demás cacharros-avisa.
-Te extrañaré-confieso mientras sonrío.
-Serán solo dos segundos-comenta, restándole importancia.
-Te extrañaré mucho-repito, sin pensar.
Se queda quieto, solo mirándome y sé que quizás cometí un error.
No digas esas cosas, vas a espantarlo.
-Liz, no me digas esas cosas-dice, serio.
Lo sabía.
Me vuelvo pequeña en mi asiento, creo que acabo de arruinarlo todo. Me hubiera gustado estar con otro antes que James, aunque sea tener un amorío adolescente para saber cómo actuar con un hombre.
Es decir, ¿Debo decirle todo lo que siento? ¿O mejor me lo guardo? ¿Puedo pedirle que me tome de la mano o debo esperar a que lo haga? ¿Puedo manifestar mis celos aunque sean tontos? Agh, necesito hablar con Greta.
-¿Por qué?-pregunto intimidada.
-Porque voy a tener que besarte y no puedo-responde con picardía.
Se va mientras me deja con el corazón revolucionado.
-¿Y? -la cabeza de Raven se asoma por un lado del respaldo.
Doy un respingo.
-¿Qué haces?
Coloca ambos brazos sobre la parte de arriba de la silla para tomar sol y apoya su cabeza con una sonrisa.
-Tranquila, no oí nada, acabo de escabullirme hace dos segundos.
Suspiro.
Esto de llevar un plan, me está volviendo loca.
-Tengo información y no te va a gustar-dice.
Volteo rápido.
-¿Qué sabes?-lo incito a que suelte toda la información.
-Estaba revisando las fotos del cuaderno, y por lo que pude notar entre tantas flechas complicadas que daban vueltas y giraban sin cesar...en fin, que ya sé cual es su próximo movimiento.
-¿Le sacaste foto al cuaderno?-pregunto, impactada.
-Por supuesto, no soy estúpido-pone los ojos en blanco-. Sé reconocer cuando algo me va a servir para más adelante.
Meneo la cabeza.
-Bueno, ¿Y?-trato de ir al punto.
-Su siguiente objetivo es la despedida de solteros-determina-. Creo que va a esperar que Jake se emborrache, contrató a una mujer para que lo lleve a los baños y hará que Celina los atrape en el acto.
Parpadeo.
Una parte de mí no da crédito a lo que oye. Es decir, no me sorprende lo primero, la realidad es que es un evento llamativo y con tanto descontrol, podría hacer pisar el palo a cualquiera.
Pero lo que me deja en estado de shock es lo sádico que puede ser porque sé que eso destruiría a Celina en pedazos, no está bien.
-¿Estás hablando en serio?-le pregunto, incrédula.
-Es lo que leí, aún no sé cómo lo vas a detener pero sería bueno que pienses en algo-Se encoge de hombros.
-¿Detenerlo? ¿Yo?-repito porque creo que no he escuchado bien-. ¿No alcanza con venderle mi cuerpo y mi tiempo para entretenerlo?
Suelta un suspiro de resignación.
-Está bien, pensaré en algo por los dos-cede y de pronto, su expresión cambia a una de alerta-. Ahí viene ojitos de cielo, nos vemos.
De la nada, desaparece como si estuviera entrenado para ello.
Debería alguien librarme.
-Parece que habrá un juego, ¿Quieres ir?-propone James.
Me paro y asiento.
No es que quiera jugar pero no tengo ganas de lidiar con James mientras pienso en lo que va a hacer.
Solo quiero paz, ¿Será tan difícil? Es lo único que pido.
***
Después de una noche de cantar frente a la fogata y jugar a quién ata más rapido el nudo-por cierto, no pude atar ni uno-, me meto a la tienda de campaña sin ánimos de que el día se acabe. Tengo los ojos en el techo cuando oigo un sonido que proviene de fuera.
Doy un respingo cuando la pequeña puerta se abre y aparece el cuerpo de James por ella.
Llevo una mano a mi pecho, consternada mientras las mariposas comienzan a formarse en mi estómago.
Efecto Foster.
-¿Qué haces?-le pregunto, nerviosa. Intento empujarlo para que se vaya-. Te van a ver.
Sisea y termina por meterse. El corazón me va a mil por hora, me encuentro en un espacio reducido con un hombre que es más caliente que el sol.
-Hola, Liz-me saluda, recostandose de lado-. Espero que no me hayas extrañado.
No puedo hablar, así que me limito a reír como loca y cubro mi rostro con las manos.
-¿Qué haces aquí?-le pregunto.
-Dijiste que había que esperar a estar solos-se encoge de hombros.
-Sí...
-Pues estamos solos-alza ambas cejas con una sonrisa.
-Estás loco-meneo la cabeza.
Se incorpora un momento para quitarse el chaleco y la camisa, dejando relucir su torso entrenado. Pero, no hay de que preocuparse, es decir, solo no puedo respirar.
-Teniendo en cuenta mis traumas, es probable-reconoce mientras se recuesta.
Me acerco a él y tira de mí para que descanse en su pecho. Comienzo a trazar círculos sobre su piel, solo porque me ayuda a mantenerme quieta y evita que me abalance sobre él como me gustaría.
-Es el primer abdomen ejercitado que toco-confieso y cuando alzo por un segundo la vista, noto que se ríe-. No quise decirlo en voz alta...
-Es un halago particular pero supongo que gracias-me agradece.
-¿Cómo te mantienes así?-le pregunto, desviando el tema. Carraspeo-. ¿Solo comes sano, verdad?
Suelta su risa real, y me parece maravillosa.
-Sí, es eso y un poco de disciplina-reconoce.
-Ah.
Muerdo el interior de mi mejilla, pensante.
-¿Y los sábados también entrenas?
-Liz, ¿En serio vamos a hablar de ejercicio?-me pregunta, divertido.
Frunzo el ceño y me incorporo.
-Quiero saber tu rutina, es todo-me quejo-. Para entender a qué me estoy enfrentando.
No me contesta de inmediato, lo que me hace pensar en si he dicho algo mal. No quiero que se vaya pero tampoco esperaba tenerlo aquí.
-A mí me parece que estás nerviosa-saca conclusiones rápida-. Y quieres posponer nuestra sesión de besos.
Su mano se coloca sobre mi muslo, la quito al instante con un pequeño golpe.
-En absoluto, solo estoy tratando de saber cosas sobre ti-miento.
-Pero, si me conoces, soy tu mejor amigo.
Meneo la cabeza.
-Eso no es cierto, nunca llegas a conocer a una persona del todo-lo contradigo-. Y en efecto, hay mucho que queda por descubrir de ambos.
Él alza una ceja, como si fuera ridículo pero termina cediendo a la idea.
-Bien, ¿Qué te gustaría saber sobre mí?
Pongo expresión pensativa.
-¿Cuál es tu color favorito?-pregunto.
Negro.
-Negro-contesta y agrega con mucha inteligencia:-. Pero seguro ya lo sabías.
-Sí-le doy la razón-. ¿Tus artistas favoritos siguen siendo los clásicos?
-Por supuesto.
-¿Tu comida favorita siguen siendo los brownies?
Sus labios se alzan en una sonrisa.
-Pero, te estás contestando a ti misma-muestra su punto-. Liz, sabes todo de mí.
-¿Sigues tocando el piano?
Parece que dí en el blanco, porque en seguida su expresión de diversión se transforma en una seria.
-A veces.
-Te escuché tocar.
-¿En serio?-alza ambas cejas-. Qué vergüenza.
-No, claro que no-meneo la cabeza-, eres bueno.
-Si sabía que me escuchabas, lo habría hecho mejor.
No me atrevo a contestarle, así que rápidamente formuló otra pregunta:
-¿En qué piensas cuando piensas en mí?
-Todo lo que te digo es lo que pienso-se encoge de hombros-. Lo que pasa es que antes me lo prohibía. Ahora no me preocupo por tener filtro. ¿Eso te molesta?
-Me intimida.
Se sienta, acortando nuestra distancia. Intento alejarme pero es inútil.
-Tú también debes pensar cosas no tan inocentes-me acusa-. ¿Pero sabes qué? No tienes el valor de decirlas.
Me hago pequeña cuando lo veo avanzar.
-¿Alguna otra pregunta?-alza una ceja.
-Ese día en la playa cuando Jake te preguntó si existía la amistad entre el hombre y la mujer...-comienzo, insegura-. Dijiste que sí.
-No pensaba en nosotros, lo dije por Raven y tú-confiesa.
Ese día me rompió el corazón, de saberlo, habría sufrido menos.
-¿Quieres tener hijos? ¿Casarte?-no puedo evitar sentirme un tanto insegura al decirlo.
Él se encoge de hombros.
-Si es lo que quieres...-se resigna.
-Pero, lo que yo quiera no...importa-le digo-. ¿Qué quieres tú?
Aplasta los labios.
-Estar contigo.
Me quedo inmóvil. Es probable que esas palabras estén calando más profundo de lo que alguna vez imaginé.
-Pero, ¿Qué pasa si quiero casarme y tú no quieres?
-Dije que quiero estar contigo, haremos lo que quieras-dice-. Amaré todo lo que ames, si quieres tener hijos estará bien, si quieres que saltemos en un trampolín o que subamos el monte Everest, no me importa mientras lo hagamos juntos.
-¿No te preocupa ser...sumiso?
-Te amo tanto que quiero darte todo, ¿Eso es ser sumiso?-pregunta y se encoge de hombros-. Entonces, es lo que soy.
No sé que decirle, creo que nadie me había dado el poder de decisión. Es que aún no puedo entender cómo es que puede amarme, cómo puede amar a alguien como yo, tan inestable y rara, sé que no soy la mejor candidata y no tiene que ver con mi autoestima porque me amo a mí misma pero no estaba segura de que otra persona también pudiera hacerlo.
Gran parte de mí vida pensé «Me amo, y eso es lo único que importa», no dejé espacio a pensar que alguien más sentiría algo por mí y de cierta forma, si estaba destinada a un camino de soltería, lo aceptaría. No dejé de amarme, aunque sí me dí por vencida en el amor.
-¿Algo más?-interroga.
-¿Beso bien?
-De maravilla.
Entorno los ojos.
-Lo dices para complacerme-me indigno-. Sé que no puedo ser buena, eres el primer hombre al que beso.
-Puede ser, pero nunca lo sabrás, ¿Verdad?-alza una ceja-. Y así como soy el primero, también seré el último al que beses. No vas a tener otra referencia.
Debo tener las mejillas rojas porque sonríe sin decir nada, sabe que acaba de prometerme amor eterno.
Meneo la cabeza.
-Bien, yo también tengo un par de preguntas que quiero hacerte-Su mirada se vuelve más feroz.
Trago con fuerza.
-Está bien.
-¿Por qué el cambio repentino de opinión?
Me quedo inmóvil. Le dije a Raven que lo notaria, aunque nunca creí que lo haría tan rápido. Quizas, me comporté demasiado falsa e inconsistente. Necesito ayuda. Ahora.
-Porque quiero estar contigo-murmuro.
Espero haberlo convencido pero él frunce el ceño.
-Te habría buscado, ¿Lo sabes?-comenta y mi corazón se detiene-. Al cabo de unos días, habría dejado esto y te habría buscado.
Agacho la cabeza.
-No tenía idea.
-De todas formas, no pasó-se encoge de hombros-. Pero quería que lo supieras.
Suelto un suspiro.
-¿Alguna pregunta más?-intento sonreír.
Me inspecciona el rostro.
-Una última-levanta un dedo y hago un gesto para que proceda-. ¿Me mentiste alguna vez a lo largo de este viaje?
Por mi cabeza se atraviesan tantas cosas: mis deudas, mis crisis y la forma en que solo me quedé con el objetivo de terminar con todo esto. Además, de la manipulación que ejercí sobre él durante el día de hoy...
-No, no lo hice-musito.
-Superaste la prueba-se muestra impresionado y agrega con picardía;-. Podrás reclamar tu premio, si así lo deseas.
Abro la boca, impactada.
-No sabía que había un premio-junto las palmas de mis manos, ilusionada-. ¿Serán unas hojas en blanco? Mi cuaderno no tiene más espacio.
-¿Hojas blancas?-repite y asiento-. Pensaba en otra cosa.
De pronto, me falta el aire. Reflexiono sobre sus palabras y analizo sus movimientos en silencio; como se acerca con lentitud hacia mí, procurando quedar encima.
Me contempla mientras sonríe y tal como está la situación, sé que quiere besarme. Sus ojos bajan a mis labios, y sin darme tiempo de pensar, atrapa mi boca con la suya.
Mientras me besa permanezco quieta, tendida en el suelo. Hago un pequeño ademán para acariciar su pecho desnudo pero de inmediato bajo las manos porque tengo miedo de estar yendo demasiado lejos o hacer algo que no le gusta. La última vez que acaricie su pecho fue en el hotel y estaba tan sumergida en sus movimientos que no me percaté de los míos.
-James-intento llamarlo pero termino gimiendo.
Él sabe exactamente lo que voy a decirle, así que sin más vueltas, pide entre besos:
-Tócame.
Toma con una sola mano-con la otra se sostiene-, las mías y las deposita sobre su cuerpo, dándome la libertad de hacer lo que quiera. Pero siendo sincera, no sé qué es lo que se supone que espera.
Me limito a acariciar con delicadeza su espalda y muerde mi labio inferior en señal de estar de acuerdo. Pero sé que no es suficiente.
-No estoy hecho de papel-sonríe sobre mis labios.
-Lo siento-musito, avergonzada.
Se ríe y me da un efímero beso que me obliga a levantar el cuello cuando quiero evitar que lo detenga, pero no lo logro.
-No te estoy regañando-niega-. Solo quiero...te mostraré.
Vuelve a besarme con fuerza y esta vez, coloca su mano sobre las mías para guiarme hacia su pecho. Sí, su mano es lo suficiente grande para guardar mis palmas. Recorro, con su ayuda, todo su torso a un ritmo lento y pausado. Deja que toque sus bien formados abdominales y suelta un pequeño gruñido como si le agradara.
Mientras me sumerjo en su mar de incertidumbre, mi cabeza está a mil por hora, las mariposas estallan en mi estómago y mi cuerpo está temblando de los nervios.
Nunca imaginé que podría tocar su cuerpo, nunca me imaginé que me lo pediría. Es como si estuviera hecho a mi medida.
Gimo, nerviosa y detengo el beso cuando sus manos me obligan a bajar hasta la hebilla de su cinturón. Él traga con fuerza.
Frunzo el ceño.
-¿Qué es...?-elevo mi mano y dejo descubrir un objeto.
Es una carta de póker, estaba escondida en su pantalón.
-Hiciste...tú hiciste-Ni siquiera puedo hablar bien, sus besos me dejaron agitada-. Tramposo.
Observa la carta y sus labios se curvan en una sonrisa.
-Dime si no valía la pena verle la cara de indignación a mi tío-responde.
La verdad es que sí.
Me río pero al instante apago la diversión con un recuerdo de la tarde.
-Ey, eso significa que también hiciste trampa conmigo-saco conclusiones.
-Un poco-admite. Lo miro mal y entonces se ríe-. No te enojes, haré que estemos a mano.
-¿Cómo?-interrogo con enfado.
Sin nada más que decir, me da un beso salvaje que me deja tonta.
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