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Capítulo treinta y uno 💜

El amor es como un...como un...arma que quieres posar en tu sien...

—¡Liz!—chilla mamá a mi lado, noto que sus ojos se agrandan del horror y doy un respingo en el asiento trasero del taxi.

—¿Qué?—suelto.

—¿Estás escribiendo lo que vas a decir en la cena ahora?—Me da la típica mirada de madre que da a entender que habrá problemas: frunce el ceño, tuerce los labios y la nariz—. Nos quedan unos minutos para llegar.

—No...—Cierro el cuaderno y lo guardo con rapidez dentro del bolso junto con el bolígrafo.

Desvío la mirada hacia el otro lado de la ventana, la realidad es que no tengo ánimos para recibir una reprimenda. Intenté múltiples veces en estos días sentarme a escribir pero las palabras no fluían. Aún no lo hacen. Pasé horas observando la hoja en blanco, esperando una idea o un indicio de lo que debería decir pero nada brotó de mi cerebro. Además, no es como si estuviera atravesando un buen momento sentimental, eso hace las cosas todavía más difíciles.

—¿Y qué es eso del arma?—De reojo, distingo que cruza sus brazos.

Entonces leyó todo, eso significa que no tengo escapatoria y es hora de darle una respuesta. De lo contrario, va a perseguirme hasta el final de mis días. Doy una mirada rápida al espejo retrovisor para asegurar que mi padre no la ha escuchado porque de ser así desataría un escándalo. Pero me relajo un poco al descubrir que está sumido en otro mundo, hablando con el conductor sobre deportes.

—No sé—musito—. Solo fue algo que se me ocurrió en el momento, no voy a decirlo.

Es la verdad, solo estaba tratando de vaciar mi mente antes de poder escribir algo coherente o incluso, más alegre. Como una clase de lluvia de ideas antes de encontrar la adecuada para la ocasión.

—Espero que no, es muy agresivo—comenta.

Asiento y aplasto los labios, apenada.

—Debo pensar en algo mejor, algo que sea menos agresivo—repito sin sentido alguno.

Su expresión se transforma en una mueca de desconfianza. Entonces, trago con fuerza cuando se estira para invadir mi espacio y aspira. Cuando se incorpora, arruga la nariz por un momento.

—¿Bebiste, Lizzie?—cuestiona con un tono severo.

Meneo la cabeza.

—No—musito.

No, solo tomé un par de copas en el bar del hotel mientras esperaba que mis padres se arreglaran. Pero «beber» no. De hecho, ¿Qué es eso? No conozco la palabra.

En un primer momento, parece no confiar en mi palabra pero, al final, se resigna y decide desvíar la atención hacia otra parte. No vuelve a hablar en todo el viaje hasta que llegamos al puerto del pequeño pueblo pesquero. Resulta que la cena será en el yate de los Foster, y hay una gran cantidad de gente abarrotada en la entrada.

Cuando bajamos del taxi, los flashes nos atacan como rayos en medio de una tormenta. Mi padre nos toma del brazo a ambas para no perdernos mientras avanza entre todo el tumulto y al cabo de unos segundos, el piso se convierte en madera, ya que estamos caminando por el muelle.

Hacemos una fila que lleva a un empleado bien vestido. Le pregunta a los invitados su apellido y verifica en la lista su asistencia.

—Del Carmen—responde papá.

El hombre nos deja pasar y mis padres comienzan a hablar de lo horrible que está el clima esta noche. Sin embargo, no puedo oír nada de la conversación, el barco de lujo delante de mí me tiene con la mandíbula por el piso. «Esto no puede ser de los Foster». Es un yate enorme de color blanco con dos pisos y rebalsa ostentación por donde se lo vea; el piso de madera reluciente, la decoración de oro y flores de lavandas, las esculturas de hielo, la servidumbre moviéndose de un lado a otro mientras sirven mesas con manteles de color blanco y servilletas doradas de seda. Todo aquí grita elegancia y dinero.

—¡Pero si son la familia Del Carmen!—exclama Mandy, acercándose por la borda con los brazos abiertos.

La ronda de saludos es rápida, eso es lo que tiene solo ser tres personas. Cuando la abrazo, me aseguro de no tocar ninguna de las joyas que decoran su cuello; ya sabemos lo que pasó la última vez que estuvimos en un barco y Mandy perdió su collar.

—Esto es fabuloso—elogia mamá.

Ella asiente con tranquilidad.

—Rose planeó todo a detalle—comenta y señala la decoración que cuelga sobre los bordes del barco—. ¿Les gustan las flores?

Mamá frunce el ceño.

—¿Rose?—repite, confundida—. Acaso, ¿No era el nombre de...

La ex de Jake.

—Es una larga historia—determina la señora Foster.

Antes de que alguien busque interrumpir, Man envuelve su brazo con el suyo y comienzan a adentrarse a la fiesta con serenidad mientras intercambian chismes. Mi padre me da una mirada sobre su hombro cuando nota que no me muevo de mi sitio.

—Debo ir a hacer una cosa antes— me excuso y él asiente antes de perderse entre los invitados que aún no han tomado asiento.

Hay mucha gente aquí arriba y no he visto a nadie que conozca, pero es seguro que me encontraré con alguno de los muchachos, por eso prefiero mantenerme al margen. Seré una planta todo el tiempo que pueda hasta que me toque dar el dichoso discurso.

—¿Champagne, señorita?—me ofrece una bandeja de copas, un camarero vestido de blanco.

Aplasto los labios un segundo. No debería beber, no debería...quizás una copa no venga mal.

Con mis dedos encerrando el vidrio caro, me debato si aquí habrá un buen lugar para escribir unas notas sin que nadie me venga a reclamar nada. Alzo la cabeza hacia el lado contrario al que se han ido mis padres y camino hacia allí, para confirmar que de ese lado del barco no hay nadie más que una pareja demasiado absortos en la luna para notar mi presencia.

Le doy un trago largo a la copa y me siento unos metros detrás en el suelo del barco—porque de este lado no hay mesas— para sacar mis materiales. Sí, parezco una loca. ¿Lo peor? Es que estoy escribiendo en el bloc que me regaló James.

Tonto, tonto. Ojalá tirarte por la borda.

Ni siquiera sé por qué estoy enojada, en realidad, me siento avergonzada de que se haya enterado de mis deudas y sí, trato de ocultar ello con grados de enfado que no tienen sentido. Bien, admito que la escena que hizo ayer en el juego no fue de mi agrado pero sé que solo estaba expresando su descontento porque arruiné su plan.

¿En qué estaba? Ah sí, el discurso de amor de Celina.

Cuando la punta del bolígrafo choca con la fina hoja de papel, mi bolso comienza a vibrar desaforado. Dejo la copa sobre el suelo y contesto el teléfono.

—¿Sí?—respondo con un tono un poco chillón.

Llevo una mano a mi boca, no puede ser. ¿Es esa mi voz verdadera? Es muy rara, por eso no me debe querer James. ¿Y si, en realidad, gimo de esta forma? Oh, cómo no me dí cuenta antes, tampoco habría salido conmigo.

—¡Del Carmen, sabría que no me fallarías!—exclama una voz masculina desde el otro lado del auricular.

¿Y éste quién es? De cualquier forma, me alegra no haberlo decepcionado, ya había demasiados en la fila. Alejo la pantalla para ver el nombre de «Bill» impreso en ella. Frunzo el ceño.

—¿Bill?—repito.

Él suelta una carcajada.

—¿Quién más iba a ser? —su tono ronco y grave me pone los pelos de punta, ese hombre debería revisar su garganta—. Agradezco los intereses, estaba pensando en comprar una caldera, ya sabes, para no ducharme con agua fría.

¿Intereses?

Arrugo la nariz, confundida.

—Ah, q—qui b—buno—le digo y me aclaro la garganta—. Bueno, ¿No estoy en la calle?

—¡En absoluto!—exclama exaltado, haciendo que dé un pequeño respingo—. Quédate el tiempo que quieras, no sabía que eras amiga de James Foster.

De pronto, una bocina resuena por todo el ambiente, provocando que salte de mi sitio cuando la copa cae y estalla en la cubierta. Los cristales vuelan por todas partes, incluso, uno de ellos roza el tobillo de la mujer, la cual ahoga un grito al notar lo cerca que estuvo de cortarse.

—¡Del Carmen! ¡¿Hola?! ¿Estás ahí?—pregunta Bill, tratando de hallar rastros de vida inteligente.

—Ah sí, m—muy amiga—le contesto—. Nos vemos mañana, eh.

—¿Mañana? ¿Qué estás tratando de decir...

Corto.

Me pongo de pie bajo la mirada atenta de la pareja y levanto una mano para que guarden la calma pero al instante pierdo el equilibrio. ¿Me parece a mí o se está moviendo...todo? Alcanzo a tomarme del borde del barco y noto que el muelle se ve cada vez más lejano.

La pareja se acerca con el fin de ayudarme pero los detengo con un gesto. Distingo vagamente sus caras; la mujer tiene el cabello de color rubio, brilloso y unos metros atrás, hay un hombre que viste un traje gris.

—No se alteren—disipo la ola de preocupación y señalo el área dónde las piezas de la copa están desperdigadas—. Buscaré un trapo para eso, ¿Dónde estará la cocina?

Ambos señalan una cabina a unos metros, dónde parece que hay unas escaleras que llevan hacia la parte de debajo del barco. Antes de descender, levanto el pulgar en su dirección para que sepan que todo está bien. Ellos solo me observan, parpadeantes.

Cuando atravieso el pequeño pasillo, las cosas aún dan vueltas. Pero tal vez se deba a que estoy confundida. Pronto llego a una pequeña cocina, dónde trabajadores vestidos de blanco y sombreros graciosos no paran de moverse, algunos hasta dan órdenes. Debo ser precavida cuando entro de no chocar a nadie, porque todos van de lado a lado, y esta vez estoy segura de que no se debe al barco, más bien es que esta gente está trabajando como loca.

De todas las personas aquí, elijo mi objetivo: una mujer que se dedica a decorar con ciboulette unos canapés.

—Disculpe—doy dos toques en el hombro de la señora.

Cuando ella se da vuelta, abre mucho los ojos.

—Señorita, ¿Qué hace aquí?—intenta colocar las manos sobre mis hombros pero se retiene.

—Es que estalló un pie—En un primer momento, su expresión delata horror y al instante, me corrijo:—. No no, estalló una copa y el suelo está...

—Oh, no puedo creerlo, lo arreglaremos enseguida—garantiza.

—Sí, ya no las hacen como antes—Tampoco necesita enterarse de que la copa no estalló por sí sola, mi versión de los hechos es mejor. Meneo la cabeza—. ¿Quiere darme un trapo o un vestido o algo para limpiar el desastre?

Entonces, me da la misma mirada que puso mi madre en el taxi y de pronto, me siento un tanto avergonzada.

—Está bien, ¿Por qué no se sienta aquí?—me guía hacia una mesa que está en una esquina del sitio.

Suelto un suspiro.

—Está bien—cedo y tomo asiento con su ayuda.

Tan pronto me acomoda, se encamina a hablar con un hombre cuyo sombrero es más alto. Ambos intercambian un par de palabras hasta que voltean hacia mi sitio. Los saludo con la mano y una sonrisa, pero sus expresiones se mantienen duras como rocas. Quizás no les agrado, bueno qué más da, los acabo de conocer hace cinco minutos y a él solo de vista.

De igual forma, mi plan está funcionando; nadie va a encontrarme aquí abajo. Tengo la tentación de cerrar los ojos un rato y de hecho, lo termino haciendo. Es cuando los pensamientos sobre Bill me atacan, ¿Qué dijo sobre James? Ah sí, que éramos amigos. Pero, ¿Cómo sabe ese tal hombre que mi amigo es Foster? ¿Habrá visto las noticias? Me cuesta creerlo, no lo imagino hojeando revistas sobre famosos. Estoy segura que ese hombre ve documentales sobre asesinos o historias de gladiadores, bueno quién sabe. Pero, ¿Intereses? Dijo que le había pagado de más. Yo nunca hago eso, apenas me sobra algo para comer. De hecho, yo nunca le pagué...Oh mierda.

James Foster.

Él fue quién pagó mis deudas, aún estando enojado...

—Liz—me llama una voz—. ¿Estás bien?

Cuando abro los ojos, no espero encontrarme el rostro de Raven. Está vistiendo un traje de color negro y debajo lleva una camisa blanca. Su vestimenta combina bastante bien con esa expresión de extrañeza que le decora el rostro.

—Oh—suelto.

Me pongo de pie de un salto lo que hace que me desestabilice y deba tomarme de los bordes de la mesa para no desfallecer.

—Estoy perfecta—declaro.

Acto seguido, me toma abruptamente el brazo, para que no pueda escapar.

—¡No, déjame!—exclamo, intento zafarme de su agarre pero se mantiene firme.

—¿Lo ve?—dice la mujer que está a su lado. Oh, esperen, es la misma a la que le hablé al principio. ¡Me delató!—. Creo que está borracha.

Él asiente, frunciendo el ceño.

—No estoy borracha—me quejo.

Pone los ojos en blanco, como si ahora mismo no quisiera lidiar con la situación.

—Como sea, borracha o no, debemos dar un discurso—determina y comienza a tirar mi brazo con decisión.

Nos escabullimos con tanta rapidez que apenas alcanzo a tomar el bolso antes de llegar al pasillo.

—¿Ahora es el discurso?—alcanzo a preguntar en el vértigo del momento.

—Sí, Liz—comenta, exasperado—. Están todos como locos preguntándose dónde está la dama de honor que va a hablar y me enviaron a buscarte.

Una vez que subimos las escaleras, una ventisca de aire fresco me pega en la cara y por un momento, siento un mínimo alivio que se disipa en cuanto caigo en la terrible realidad: no he escrito nada.

Clavo los pies al suelo, de forma que Raven se detiene y voltea hacia mi lugar.

—¿Qué sucede?—pregunta.

—No escribí nada—Suelto una risotada.

Él se queda quieto en su sitio, parpadeando sin entender.

—¿Me estás diciendo que...

Alzo ambas manos y las agito como si fuera parte de un espectáculo.

—No hay tal discurso—lo interrumpo.

Sin previo aviso, comienza a dar vueltas por la cubierta mientras susurra cosas sin sentido. Parece que está enojado, intento seguir sus movimientos pero no deja de caminar. Doy un respingo cuando se detiene.

—Liz—relame sus labios mientras sus ojos destellan preocupación.

Le sonrío.

—¿Qué?—pregunto.

—No, no sonrías—advierte, alzando su dedo y borro mi sonrisa mientras asiento con mi cabeza—. Estamos jodidos.

Resoplo, me parece que Raven hoy está muy amargado. Es como si hubiera sido dominado por el espíritu de James Foster. Y no necesito a ese aguafiestas hoy. Ese bueno para nada no es más que un pagador de deudas ajenas que siempre se quiere hacer el héroe. Oh, cómo lo amo.

—¿Por?—me encojo de hombros.

—Porque yo...—le cuesta decirlo en voz alta, hasta que determina:—. No escribí absolutamente nada.

Frunzo el ceño, confundida mientras observo como empieza a dar vueltas otra vez por todo el sitio. O sea que...¿Estaba esperándome a mí? ¿Por qué no me sorprende? Creo que debería haber supuesto que Raven vendría con las manos vacías como siempre.

—Esto es un desastre, además estás borracha—musita mientras suelta un bufido y me señala en forma de indignación.

—No estoy borracha—me quejo mientras me cruzo de brazos.

Me da una mirada de reproche mientras se apoya unos segundos sobre el borde del barco. Luego, vuelve a colocarse delante de mí para darme órdenes claras:

—Bien, haremos lo siguiente—me coloco firme en mi lugar, quiero que sepa que le doy toda mi atención—. Voy a improvisar algo, digo, ¿Qué tan difícil puede ser? Solo soltaré algunas cursilerías y ya.

Suelta una risa engreída mientras acomoda el saco de su traje. También me río, aunque tampoco sé por qué, hasta que me da una mirada severa y vuelvo a mi estado normal.

—Tú te quedas en el fondo y asientes a todo lo que digo—me indica.

Hago un gesto militar en su dirección.

—Sí, señor—contesto, complaciente.

Él suspira pero se pone en marcha. Al igual que lo planeamos, lo sigo de cerca hasta el otro lado del barco, dónde las mesas con invitados han sido ocupadas. Cuando entramos, me parece que un par de cabezas curiosas se voltean a vernos.

No nos detenemos y caminamos hasta un pequeño escenario, dónde en una esquina se hallan un par de equipos de música que un hombre se está encargando de encenderlos mientras habla con una muchacha muy bonita.

—Llegamos—se anuncia Raven.

Cuando el muchacho se da vuelta, noto que es muy parecido a Alán. Y la mujer que habla con él es muy similar a Meghan. Definitivamente, debo comentarles sobre sus gemelos luego.

—Qué bonita estás, Lizzie—elogia ella.

Le sonrío.

—Gracias, ¿Me sostienes esto?—Le doy mi bolso, no, corrijo; le arrojo mi bolso y lo atrapa en el aire.

—Ah, pero...—intenta oponerse.

—¿Ya saben que van a decir?—la interrumpe el sujeto similar a Alán.

Lleva una de esas camisas de palmeras que a mí parecer, son horrendas. No van con la ocasión, es una cena elegante, ¿Por qué usaría algo como eso en algo tan importante? No me parece, de hecho, creo que es una falta de respeto para los novios.

—Esa camisa es horrible—suelto sin más.

Él frunce el ceño.

—¿Qué?—suelta en un tono un poco más alto de lo normal.

La mujer detrás aplasta los labios tratando de ocultar una sonrisa. Él la mira mal.

—Nada, nada—Le resta importancia Raven, tratando de cubrirme las espaldas—. Ya sabemos que vamos a decir. Preséntanos, hombre.

Alán suspira y toma uno de los micrófonos que reposan sobre un parlante. Luego, sube al escenario.

—Voy a sentarme—expresa Meg y alza mi bolso—. Te cuido esto, eh.

—Sí, tranquila, tampoco tengo dinero como para que puedan robarme—me encojo de hombros.

Desaparece entre las mesas, sin antes darme una mirada de extrañeza. La voz de Alán rebota por todo el sitio a través de los altavoces.

—Es por esto que no debes beber—Raven se pasa una mano por el rostro en forma de frustración.

—¿Por?—pregunto, confundida.

—Dices cosas que no deberías decir—comenta mientras menea la cabeza y luego, expresa:—. Mierda, Liz. Estás sangrando.

Sigo sus ojos para dar con una pequeña cortada en mi mano. «Me lo habré hecho con la copa», pienso. Raven toma mi muñeca y la alza para inspeccionar la herida con los ojos, movimiento que concluye con una mueca de preocupación.

—Vete a buscar algo para cubrirla mientras me encargo de esto—ordena.

Paso la palma de la mano por el vestido de color blanco, manchado la prenda. Él me mira confundido.

—Ya está—determino.

Abre la boca, probablemente para reclamarme lo que acabo de hacer. Sin embargo, Alán menciona nuestros nombres, lo que le impide emitir una sola palabra. Ahora sí, empieza el show.

Raven sube las pequeñas escaleras y me da una corta mirada sobre su hombro cuando lo sigo. Sabe que no puede deshacerse de mí ahora, aunque parece más preocupado que otra cosa.

—Damas, caballeros—saluda Raven, colocándose delante del micrófono que está sobre el soporte—. Antes que nada, quiero pedir un aplauso para la pareja.

Entonces, es la primera vez en la noche que veo a Celina y a Jake. Se encuentran en una de las mesas del fondo, sus sillas son como dos tronos blancos. Los señores Foster están sentados junto a ellos. También James está allí, atento.

Efecto Foster.

Dura unos segundos hasta que me centro y saludo con la mano a Cel, pero la novia no me devuelve el gesto, más bien se voltea hacia su esposo para susurrarle algo. Sus labios gesticulan la palabra «Sangre», así que supongo que debe estar hablando de algún programa de televisión.

—Nosotros hemos visto su amor florecer como una hermosa rosa que crece en los jardines...—continúa Rav.

Los invitados de las mesas de adelante sonríen, complacientes con el discurso. Rav siempre fue muy habilidoso con las palabras, sabe cómo manipular a través de ellas y también tiene el discurso justo para endulzarte el oído. Así, muchas veces logra que otras personas hagan lo que él quiera mientras aparenta ser el hombre más simpático del mundo. Lo es, pero no puedo negar que tiene algo de embustero, por alguna razón es amigo de James, ¿No? Asiento ante cada oración que da porque son muy certeras.

—Por supuesto que pasarán momentos difíciles a lo largo del camino...—intenta apuntar.

Esta vez no asiento porque me parece que está equivocado. Los únicos momentos difíciles que pasaron fueron por nuestra intervención. Lo recuerdo bien; no tenían problemas maritales hasta que bueno, nosotros llegamos.

Me acerco a él y le doy un suave repiqueteo sobre el hombro. Él me mira, consternado. Posa una mano sobre el micrófono, impidiendo que nuestra conversación se oiga por todo el sitio y flexiona un poco las rodillas para hablarme.

—¿Qué?—musita claramente molesto.

—Solo quería decir que no me parece correcto lo que acabas de hablar—discuto.

Frunce el ceño.

—Liz, por favor, vuelve a tu lugar—dice entre dientes.

—Solo quiero aclararlo, porque no estaría bien dejarlo pasar—me encojo de hombros.

Él me mira unos minutos y no dice nada. Luego, parece que una idea se le atraviesa por la cabeza, porque asiente mientras aplasta los labios.

—¿Quieres hablar?—pregunta mientras entorna los ojos, ocultando intenciones malvadas.

Asiento con una sonrisa.

—¿Sabes qué, Liz?—comenta con sospechosa alegría.

—¿Qué?

Me guiña un ojo.

—No te guardes nada, nena—comenta y me presenta con un aplauso que al público le cuesta seguir:—. Lizzie Del Carmen, señores.

Acto seguido, se aleja del micrófono alzando las manos en señal de paz. Lo veo apoyarse en uno de los equipos del costado en una actitud relajada.

—Hola—Saludo al público, quiénes vuelven a aplaudir mientras se miran unos a otros, confundidos. En un momento me parece ver unas caras conocidas—. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Hola!

Ellos no parecen emocionarse por verme en el escenario. Una sensación extraña se instala en mi pecho, porque lamento que nunca estarán orgullosos de mí. Aclaro mis pensamientos y continúo:

—En fin, lo que le decía a mi compañero es que eso de los momentos difíciles no me parece—Miro directamente a la pareja—. Digo, ustedes nunca habrían peleado sino fuera por nosotros.

Ambos se quedan parpadeando, sin mover un solo músculo, como si mis palabras fueran una tormenta de nieve capaz de congelarlos.

—Ah, está bien, se los contaré, ya que insisten—hago una pequeña broma y suelto una risa nerviosa—. Resulta que un día de esos, James me invitó a su oficina y yo creí que era para confesarme su amor, porque bueno, llevo años detrás de él.

Todos me miran desconcertados. Debe ser que no confían en mi palabra, quizás necesito agregarle detalles.

»De verdad, hasta he tenido fantasías sexuales con él, ustedes saben, de las que tienes con tu crush. Esperen, no quiero desconcentrarme, ¿En qué estaba?—hablo para mi misma—. Ah bueno, este hombre me invita a su oficina porque se enteró por el periódico que su hermano iba a casarse y como todos saben, ellos se llevan espantosamente mal.

Noto que el ceño de Jake se frunce de a poco a medida que las oraciones se forman. El señor Foster que hasta el momento estaba degustando los canapés, deja de camino a su boca uno y presta atención.

—Es que tú, Jake, siempre has sido un hijo de la gran...—me llevo una mano a la boca cuando los invitados ahogan un grito. Él se pone de pie en forma de amenaza pero estoy demasiado ebria y sus movimientos no me amedrentan—. Siempre lo trataste mal, hay que admitirlo. Bueno, el punto es que James pensó que le robabas a Celina—Me dirijo al público de las mesas más cercanas cuando específico:—, porque ellos tenían un acuerdo de que nadie iba a tocarla para evitar peleas.

Noto que un par de personas han sacado sus celulares para empezar a grabar, lo cual me parece correcto porque es un discurso que no debe ser olvidado.

—Oh, ¿Van a grabar?—pregunto emocionada y sugiero:—. Si quieren puedo comenzar desde cero.

Me parecen escuchar unos pasos detrás de mí, y cuando volteo, noto que Alán tiene la mano de Raven sobre su pecho. Seguro que el presentador quiso acercarse hasta mí pero él decidió detenerlo.

—No, déjala—lo oigo decir a Rav y si bien Alán se ve molesto, decide mantenerse en su sitio con los brazos cruzados.

Su silencio es motivo suficiente para proseguir.

—En fin, James planeó robar a Celina. Queríamos que se enamorara de él y que se enojara con Jake—Me río—. Cambiamos los nombres de los collares, nos deshicimos del vestido, trajimos a la ex para que organizara la boda...¡Hasta me envió a qué me volviera amiga de la novia para darle información! ¿No es una mente maestra?

Enumero todas las maldades que hicimos y Celina se pone de pie mientras una expresión de consternación le atraviesa el rostro.

—Pero en medio de toda esta confusión, me acosté con James o bueno, estuvimos a punto de hacerlo en un hotel de mala muerte—alzo el dedo índice porque este detalle es importante y me dirijo a Celina:—. Entonces, parece que él se dió cuenta que en realidad no le gustan las pelirrojas.

Me río. Ella no.

—Otra pequeña broma—le resto importancia—. En fin, me dice que soy el amor de su vida y todas estas cosas muy bonitas. Entonces, cambia el plan. Ya no le interesa robar a la novia, solo quiere destruir a Jake—explico—. Pero, hay algo en mi interior que me dice que no es forma de resolver las cosas y me rebelo. Entonces, con Raven...

Volteo para señalarlo, él esconde las manos en los bolsillos y hace un gesto con la cabeza de despreocupación. Oigo unos ruidos de sillas moviéndose entre el público para notar que Dove, Matt, Keyle, Grant, Jessica y todos los amigos del novio se levantan de su asiento.

—Creímos que sería mejor arreglar este problema enorme. Así que, decidimos volver a unirlos—me encojo de hombros—. Porque realmente queríamos hacer lo mejor para los dos y porque amamos a James, no queremos que nada malo le pase.

Aplasto los labios cuando al fin reúno el valor para verlo y hablarle directamente.

Está con una expresión que no me dice mucho, solo se puso de pie con el ceño levemente fruncido. Me da toda su atención y no sé qué tanto deseo sus ojos sobre mí. Más bien, sé que debo hacer esto y procederé a decirle todo lo que siento porque llevo dentro una tempestad que desea salir.

—No sé por qué estás enfadado con nosotros—expreso, apenada—. Solo queríamos hacer lo mejor para ti, porque la venganza es mala. Y además...

Hago una pequeña pausa para pensar porque no quiero precipitarme y decir algo de lo que pueda arrepentirme.

—Te amo—confieso—. Te amo en todas tus formas y versiones, te amo incluso cuando eres malo y quieres arruinar la vida de tu hermano. Lo sé, soy una estúpida por ello y quizás esté cavando mi propia tumba pero, es que han sido tantos años tratando de reemplazar lo que siento que yo...

Una sensación extraña se instala en mi pecho, un obstáculo para mis palabras y para expresar mis sentimientos, pero la presión es demasiado grande. Nada va a detenerme.

»Pero también sé que lo nuestro sería temporal, no podrías amarme—Parpadeo para evitar que las lágrimas salgan pero es inútil. Lo miro destrozada, y noto que su expresión se suaviza. Entonces, una risa amarga brota de mi garganta—. Mira, tengo la cabeza en las nubes la mayor parte del tiempo y no soy muy bonita, tampoco inteligente porque no tengo idea de cómo llevar mis finanzas. De hecho, estoy prácticamente en la calle. Últimamente, me siento un fracaso, porque nada me sale bien y sufro en silencio porque me cuesta admitir que no sé qué mierda hago de mi vida, la realidad es que solo espero que algo me salve de un destino horrible.

Cuando termino mi discurso, noto que mi pecho sube y baja, desesperado. Me siento ansiosa pero a la vez, aliviada. No hay peso sobre mis hombros, aunque el lugar se sumerge en un silencio extraño. Pese a que el público está ardiendo en confusión, solo lo miro a él. Y no ha dicho nada. Nada, de verdad.

Lo próximo que noto es a Jake abalanzándose sobre él. Todos se acercan a ellos, intentando separarlos y la cena se vuelve un caos enorme.

Hago el amague de acercarme con la intención de ayudarlo y doy dos pasos en falso, sin recordar que la tarima tiene un final. De pronto, mi vista se nubla y siento que caigo sobre una superficie dura.

No veo nada más.

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Sé que desaparecí mucho tiempo, lo siento. Quiero que sepan que no voy a abandonar la novela, solo que estaba demasiado atareada y ahora comenzaré a actualizar.

¡No se vayan, quedan pocos capítulos! Gracias por el apoyo, los mensajes tan bonitos sobre lo mucho que les gusta la novela y cómo se identifican con mis personajes. Es hermoso leerlos.

¡No olviden darle una estrellita para apoyarme en este camino de estrés y de sueños que tiene la escritura! Nos vemos muy pronto ;).

—Sofi (La autora).

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