Capítulo treinta y tres (2/2) 💜
James
Cuando me abalanzo sobre él, no estoy pensando en lo que hago, solo sé que busco herirlo de todas las formas posibles.
Sin embargo, mientras sucede el conflicto, hay una parte de mí que se enciende pero otra que se apaga. Una vocecita que me incita a golpear con fuerza y otra, muy en el fondo, que grita que me detenga. De esta forma me cuesta comprender por qué hago lo que hago.
—¡James, detente!—grita alguien detrás de mi espalda.
De reojo, noto que hay muchas personas observándonos. Sin buscarlo, nos convertimos en parte de un espectáculo digno de presenciar. También hay alguna que otra cara conocida entre el público, los amigos de Jake y de Celina están a unos metros presenciando todo. Incluso me parece notar que tanto Matt como Grant intentan acercarse pero Raven es muy determinante cuando les dice:
—No se metan, créanme he estado aquí desde hace dieciocho años.
Mi hermano siempre fue malo para las peleas y ahora mismo lo estoy demostrando. Lo veo debajo de mí, intentando resistir mis puñetazos de forma inútil y admito que hasta me dan ganas de reír por su falta de habilidad.
—¡James!—Elevo la mirada por unos segundos y veo mi alrededor en búsqueda de Mandy.
La encuentro a un costado del tumulto de gente abrazando a mi padre. A su lado, mi tía y mi tío ven el acontecimiento con una sonrisa de satisfacción en sus rostros.
La escena remueve mis emociones y me obliga a quedarme quieto, porque no me agrada lo que sucede aquí. Es que por un momento mis ojos se posan en mis padres y no puedo evitar que un sentimiento de culpa se aloje en mi pecho cuando noto a mamá con las facciones demacradas.
Casi de forma instantánea, a la mente se me viene las imágenes de mamá días antes de morir. Se veía tan cansada, como si alguien le hubiera drenado toda la vida y hasta parecía entregada a las circunstancias, justo como Mandy en este preciso momento.
Un día después de la escuela, llegué a casa y la encontré en la bañera. La sostuve en mis brazos hasta que llegaron los paramédicos. El resto es historia. Lloré, lloré y lloré hasta que mis lagrimales se secaron. La oscuridad me estaba viendo directo a la cara a corta edad y pensé que nunca podría salir de ello.
No niego que tuve mucha suerte de ser parte de otra familia, de que me abrieran las puertas de una casa a la que solo pertenecía de forma sanguínea a medias. Pero ahora, «¿No estaba destruyendo lo único bueno en mi vida?». Así, tal como me lo había dicho Liz la vez que me enfrentó en el auto, y realmente tenía mucha razón.
Como siga así, voy a perderlos y quizás no me lleve bien con Jake pero incluso en este momento sé que necesito un hermano. Debo detener este problema por el bienestar de mi familia, pues se los debo. Se lo debo a mi madre que hizo lo que pudo para que yo tuviera una familia. Y ciertamente, también lo debo a mí.
Ya perdí una madre, no quiero perder a toda mi familia.
Al momento en que bajo la guardia para pensar en todo aquello, Jake aprovecha para dar vuelta la situación e intentar atinarle a mi cabeza. Su gloria no dura por mucho tiempo, de pronto vuelvo a estar encima de él y mantengo con todas mis fuerzas sus brazos a la altura de la cabeza.
Se remueve debajo de mí con violencia, pero como siempre fui más fuerte que él nos mantenemos en la misma posición por mucho tiempo.
—¡Cálmate!—espeto en su rostro.
Lo que menos quiero en este momento es verme agresivo, pero no para de moverse y me pone nervioso.
—¡Pelea, vamos!—alienta fuera de sí.
—¡No!—me niego—. ¡No quiero terminar como ellos!
Señalo el lugar donde mi tío y mi padre se encuentran. Mi hermano los mira por unos segundos en los que se mantiene perplejo. Entonces, cuando noto que se ha calmado, lo suelto y me dejo caer a su lado.
—Qué pérdida de tiempo—se ríe con amargura.
Mi respiración es pesada e inestable, no creo que haya sido buena idea dar tantas vueltas en el piso después de beber una botella de alcohol. Ahora estoy cansado y con el estómago revuelto, mientras mi corazón late desesperado.
—Ya no quiero pelear—Suspiro—. Nunca más.
Se me queda viendo sin comprender nada. No refuta ni genera expresión alguna, como si no hubiera esperado una contestación de esa índole. Pero, ¿Qué espera exactamente que haga? Le dije a papá que estaba dispuesto, pero no me imagino toda una vida con un sentimiento tan asfixiante gobernando mi sistema.
—Siempre estuve ahí para ti—expreso con sensatez—. Siempre, Jake.
Solo quiero entenderlo, quizás si hago el intento podamos llegar a un acuerdo. Hasta ahora solo he sabido que me he ganado todo su odio, pero nunca me puso al tanto del por qué y su discreción nos está destruyendo a ambos.
Suelta una risa irónica.
—No me digas—se burla—. ¿Y qué pasó en este último tiempo?
Intenta negarlo con un comentario ácido, pero en el fondo sabe que es verdad. Mi historial hasta el momento fue impecable, algo que del suyo no podría decir.
—Las personas tenemos un limite—le suelto, cansado—. ¿Cuánto pensabas que podías golpear antes de que te devolviera la paliza?
No dice nada, por lo que capto su silencio como una acepción a mis palabras.
—Tú empezaste esto—concluye.
Este es el momento en el que normalmente debería decirle que los problemas viene de antes. Pero no me cuesta entender que él está al tanto y solo busca evadir el tema por miedo a que alguien lo sepa. Así que si ahora digo algo sobre eso, al final, volveremos a odiarnos y nunca podré salir de esto.
—Perfecto, entonces yo lo termino, aquí y ahora—opto por una opción más pacífica—. Solo dime por qué no me quieres para que pueda arreglarlo.
Lo veo ponerse de pie para intentar escapar y hago lo mismo intentando alcanzarlo. Es cuando tomo su brazo que comienza a forcejear, pero no cedo. De verdad quiero hablar con él.
—Dime por qué me odias—le exijo.
—¡Suéltame!—exclama.
—!¿Por qué?!—grito, está colmando mi paciencia.
—No quiero hacer esto—se queja.
Simplemente me mira con severidad, esperando que retroceda. Al ver que no lo hago, termina suspirando y exclamando al aire:
—¡Bien!
Hace un movimiento tan brusco que termina soltándose y para mi sorpresa, en lugar de irse, comienza a rodearme como si fuera un maleante en un bar de mala muerte y yo su pobre víctima.
Carajo, me estoy arrepintiendo.
—¿Quieres saber porque te odio?—me pregunta.
Trago saliva, una parte de mí teme oírlo pero otra en verdad necesita escucharlo.
—Sí—suelto.
—¡No tienes ni puta idea cómo se siente vivir bajo la sombra de alguien más!—exclama—. ¡Todos los ojos se pusieron en ti cuando te mudaste con nosotros!
Para mi sorpresa, no soy yo quién saca el tema del pasado y en cambio, es Jake el que apunta a escarbar en la herida.
—¿Tú? ¿Bajo mi sombra?—repito, aguantando la risa.
Debo estar soñando, alguien tiene que pellizcarme. No hay una remota posibilidad de que Jake me odiara todo este tiempo solo por falta de atención.
—No te hagas el estúpido, el papel no te queda, hermanito—comenta irritado—. Al principio eras el pobre niño que perdió a su madre y luego, empezaste a ser el hijo perfecto.
Frunzo el ceño.
—¿De qué mierda hablas?—le pregunto con sincera incredulidad.
—¿Quieres que te lo grafique?—provoca—. Vamos, tienes tu propia empresa, no creo que seas tan imbécil.
—Jake...—susurra una voz femenina por lo bajo.
Su prometida, a un costado, le da una mirada de reproche. Él suspira y toma su cabeza como si la situación fuera sumamente estresante para enfrentarla. Al menos eso le sirve para ocultar por unos segundos los golpes que le dejé en la cara.
No quiero ni saber cómo estoy yo.
—Está bien, no intervengas—le digo a mi cuñada.
Ella asiente, insegura y la veo bajar la cabeza como un cachorro arrepentido.
Sus insultos me llegan, créeme que lo hacen, pero simplemente no me interesan. Al final, no es en lo que me concentro porque Jake siempre será Jake, pero yo puedo cambiar y necesito que siga hablando para conectar las piezas.
Lo que entiendo es que debe ser una conversación entre ambos para que las cosas no se distorsionen. Por eso le ruego a Cel que se mantenga al margen, porque ya hemos sufrido mucho para llegar hasta aquí.
Vuelvo a concentrarme en él y noto que aprieta los puños. Una buena indirecta para decirme que no quiere que ni siquiera mire a su prometida.
Te aseguro que mis ojos no están puestos en ella.
Me encantaría decirle eso, pero prefiero dejarlo pasar.
—Sé claro—le ordeno.
—Tenía una familia perfecta, mis padres me querían y me amaban, hasta que llegó el pobre niño de otra madre, luego te mudaste con nosotros y absolutamente a nadie le importaba cómo me sentía—explica, veo que sus ojos se encienden con resentimiento—. Pensé que sería temporal pero luego se convirtió en algo más que esporádico; eras el hijo perfecto, el huérfano que estaba intentando salir adelante con buenas calificaciones, comportamiento ejemplar, luego abres una compañía exitosa y sales en revistas.
—Solo estaba tratando de justificar mi adopción—confieso, dolido—. Quería intentar que me tomaran en cuenta, ser parte de ustedes.
Silencio.
—Pero tú no querías eso—concluyo.
—No, ni por asomo.
No voy a decir que no, porque la bala me atravesó y podría decir que llegó bastante más profundo de lo que pensé.
—Digamos que eras un desgraciado solo porque me veías como una amenaza—concluyo.
Menea la cabeza con una sonrisa sarcástica decorándole el rostro.
—No es solo eso, ajustas la lupa a tu conveniencia.
—Pero es lo que acabas de decirme.
—Hay más, James.
—Escucho.
Prefiero que suelte todo antes de continuar con mi vida. Hasta ahora, no he logrado avanzar en nada. Por lo que ha contado, sigue siendo un idiota egocéntrico que solo quería la atención de mis padres.
El mundo se detiene cuando por primera vez decide abrirse con sinceridad.
—También sufrí mucho cuando sucedió lo del engaño—comenta en voz baja.
Por un momento, me parece que un rayo de tristeza le invade los ojos.
Creo que llegué a la raíz del problema.
—No fue fácil, la casa quedó hecha un...—Le da una mirada rápida a nuestros padres, traga con fuerza y concluye:—, desastre.
Ese había sido mi error hasta este momento, no pensar en lo que había sucedido antes de que llegara a este mundo. Creer que la historia había empezado con mi nacimiento cuando en realidad, el matrimonio de mis padres actuales se vio afectado en algún momento por los hechos y Jake tuvo que atravesar los problemas solo.
—Fue un momento desagradable para todos—comenta y aplasta los labios—. Después de eso, nuestros padres comenzaron a pelear de forma frecuente. Papá trataba de tapar los problemas con trabajo y mamá lloraba cuando estaba sola. Mientras trataba de entender todo a muy corta edad, mi casa estaba rota en mil pedazos.
Le doy una corta mirada a mis padres que me miran sin decir absolutamente nada hasta que ninguno puede sostenerla y agachan la cabeza. Entonces, sé que todo es cierto.
—Jake...no tenía idea.
—Lo sé, no era plan decírtelo, para que pudieras crecer con otro concepto de familia—confiesa y suelta un suspiro—. Pero a mí me dolió mucho, ¿Sabes? No odio a tu madre ni tampoco te odio a ti, pero no puedo verla con ojos buenos después de lo que tuve que atravesar debido a sus acciones y a las de mi padre.
No lo justifico pero lo entiendo. Al fin me dejó entrar, después de tanto tiempo.
Quién sabe cuántas veces vio llorar a Mandy e intentó consolarla. Me imagino a su versión pequeña intentando contenerla mientras mamá lloraba desconsoladamente o escondiéndose debajo de la mesa mientras nuestros padres peleaban y la imagen me retuerce el estómago.
Sé lo que es vivir cosas que no deberías vivir siendo joven.
—Tenía mucho odio por dentro por esa situación y cuando naciste, lo proyecté en ti—Mira hacia otra parte y parpadea, intentando retener las lágrimas—. Supongo que sabes el resto.
Asiento.
Entiendo que eso no es justificación para haberme tratado como lo hizo pero no puedo culparlo tampoco. Desde su perspectiva de niño, mi madre había arruinado su familia y no puedo pedirle parcialidad, eso es una locura.
—Lamento mucho lo que te sucedió—me disculpo con sinceridad.
Suelta una pequeña risa irónica.
—Sí, claro—dice.
Me acerco a él y hago lo que no he hecho desde que lo conozco; consolarlo. Siempre se aseguró de tenerme lejos, ahora es momento de cortar esa distancia.
Coloco una mano sobre su hombro y lo aprieto con suavidad.
—Lo digo de verdad—repito—, pero eso no tiene que ver conmigo, lo creas o no, nunca pedí nacer.
Es cierto, me da pena que las cosas se hayan dado de esa forma, pero ni siquiera estaba en este mundo cuando sucedió. Me hizo pagar por traumas de su pasado por simple resentimiento hacia una situación de la que no tuve culpa alguna.
—Lamento si el foco de atención se desvió hacia mi, la realidad es que estaba bastante deprimido para notarlo—le explico—. Supongo que me refugié en mi autoexigencia para no pensar en mi madre e intenté ser lo más perfecto que podía ser para recompensar el hecho de que no me sentía parte de nada. No buscaba atención, solo no quería sentirme solo.
Es cierta cada palabra que brota de mi boca. Nunca quise llevarme la atención de Jake, solo creí que me aceptarían más rápido si demostraba ser excelente.
—Contar con un hermano me habría ayudado—agrego.
Cuando acabo la frase, el espacio entre sus cejas se vuelve más pequeño. Sé cuando Jake se pone a pensar, normalmente su mirada deja de ser gélida y adopta una suavidad extraña, justo como ahora.
Supongo que esta experiencia ha sido reveladora para ambos, al final es lo que necesitábamos: hablar frente a frente sin pelos en la lengua.
—Lo siento—cede.
—¿Por qué?—le pregunto.
Seré culpable de mi egocentrismo pero me parece que es momento que enumere en voz alta y frente a todos, lo que me ha hecho pasar. No como forma de venganza, sino para asegurarme de que lo hace de forma honesta como lo he hecho yo. Sé bien que a Jake le cuesta aceptar errores públicamente. Si lo hace, tendrá mi perdón.
—Perdón por no haberte aceptado como mi hermano cuando éramos niños, perdón por haberte arruinado la vida incluso cuando tú fuiste quien me hizo entrar en razón sobre la mía, perdón por haberme casado con la mujer que prometimos no contactar y luego no haberte avisado sobre la boda—se disculpa y cada palabra se vuelve música para mis oídos—, perdón por...
—¿Haber sido un hijo de puta?—lo interrumpo con diversión.
—No presiones—dice entre dientes—. Pero sí, lo lamento mucho.
Asiento, porque acepto lo que me da. Lo que no es poco, he de decir que el hecho de que Jake haya bajado su gélido modo de vivir solo por mí unos cuantos segundos, es algo que aprecio.
—Lamento haber intentando devolverte lo que me habías hecho, no está justificado de ninguna forma, solo quería herirte y eso no está bien—Vuelvo a disculparme.
Exhala con pesadez y hace un gesto con la cabeza de no estar pensando en eso.
—¿No fue tan difícil, no?—le pregunto—. Estamos a mano.
Estiro mi extremidad hacia él, esperando que la estreche pero se la queda viendo unos segundos que parecen ser una eternidad, ¿Qué es lo que tiene que pensar tanto? Entiendo que no somos lo más cercanos del mundo, pero ahora podemos hacer una tregua.
Me sorprendo cuando al final se acerca a darme un abrazo. Sentirse extraño es poco, la realidad es que estoy impactado. Aunque tengo la necesidad de apartarme, dejo que me estreche un rato más.
—Ya está, no te pongas cariñoso—dice, separándose de forma abrupta mientras se acomoda la camisa que se arrugó por nuestro gesto de afecto—. Espero que no sigas intentando robar a mi esposa, de lo contrario, tendremos otro problema.
—Créeme, mis ojos están puestos en alguien más—le aseguro.
Carajo, Liz.
¿Dónde tengo la cabeza?
Doy unos pasos hacia Celina, quién se sorprende ante mi movimiento vertiginoso
—¿Dónde está?—le pregunto.
—Fue a la boda de Greta, James—mi pregunta es respondida pero las palabras no brotan de la boca de Celina.
Volteo hacia la señora del Carmen, quién frota sus brazos con nerviosismo como si por dentro se estuviera culpando de haber abierto la boca. Su marido la mira con reproche.
Más allá de la vergüenza que me invade porque acaban de presenciar la pelea con Jake, reúno el valor para acercarme a ellos en busca de información.
—¿Cuál es la dirección?— le pregunto.
Lo veo en su rostro, la duda la carcome, considera en si decírmelo o no. Lo peor es que no puedo culparla, seguro Liz le ha dado instrucciones claras que no quiere romper.
—Lo lamento hijo—se disculpa el señor del Carmen dando un paso al frente—. Pero creo que estás dañado y no quiero que le pase lo mismo a mi Lizzie.
Su mujer abre mucho los ojos y le da una fuerte bofetada en la nuca.
—No, yo...los entiendo, de verdad—Intento hallar las palabras correctas—. No hay nadie en este mundo que quiere proteger más a Liz que yo, por eso he estado toda mi vida a su lado y
creo que si tuviera la oportunidad de decirle lo que siento podría darle la vida que se merece.
Me armo de valor y exhalo de forma pesada, como si hubiera contenido la respiración todo este tiempo. De hecho, creo que lo hice porque de pronto siento un alivio que me deja los músculos como una seda.
—La amo tanto como ustedes lo hacen o incluso más si es que es posible—concluyo.
Creo que mis palabras les llegaron a ambos. Su madre tiene los ojos rojos y aguados, mientras que, el señor Del Carmen se limita a contemplarme de forma no tan cariñosa pero al menos no me mira con odio.
—Es en el estado donde creció Zek, te reenviaré la ubicación que me dió Liz—comenta ella mientras seca sus ojos con el dorso de la mano.
—Gracias señora Del Carmen.
Asiente en modo de respuesta y doy la vuelta para caminar hacia la salida. Debo empujar un par de personas porque hay un tumulto de gente en el lobby del hotel, y todos mirándome como si fuera un raro.
Espero que hayan disfrutado el espectáculo, no volverá a suceder.
Siento las pisadas de alguien detrás y le doy una mirada sobre mi hombro para advertirle:
—Tú te quedas.
—Qué ingenuo—dice Rav con un tono de ternura falso—. Piensas que voy a hacer lo que me dices.
No me paro a discutir, porque uno: no tengo tiempo y dos, es imposible cuando se pone así. Al final tiene razón, siempre termina haciendo lo que le va en gana.
Clavo los pies al suelo en cuanto me encuentro unos centímetros cerca de la puerta. Es entonces cuando los flashes comienzan a cegar mis ojos otra vez, los periodistas se amontonan en la entrada con sus micrófonos e intentan llegar al hotel, hay incluso más que cuando ingresé hace tiempo atrás. Ahora, unos hombres de seguridad del establecimiento intentan mantener una barrera que da la apariencia de ser penetrable.
Pienso que quizás podría aprovechar que la situación parece controlada por el momento. Es entonces cuando un hombre con una cámara se escabulle entre ellos y el descontrol comienza, se vuelve una avalancha de reporteros tratando de sobrepasar a toda costa a quien intente mantenerlos a raya. Los de seguridad a duras penas los detienen a solo unos pasos de la puerta.
No hay duda que el hotel está rodeado por la prensa. Y mi auto está ahí afuera, entre la ola de masas con sed de una primera plana que probablemente no diga cosas buenas sobre mí.
—Mi auto está afuera—le informo a Raven.
—Mierda, mi vehículo también—coincide.
—Llévate el mío, está estacionado en la parte de atrás—interviene Jake que parece que acaba de oír nuestra desafortunada situación.
Cuando volteo hacia él, apenas me da tiempo de tomar las llaves que me lanza.
—¿Estás seguro? ¿No tienes miedo de que lo destruya?—bromeo con una sonrisa.
—A veces hay que tomar riesgos—Se encoge de hombros—. Además, Celina insistió.
La susodicha aparece por un costado con los brazos cruzados. Adopta una postura severa y endurece las facciones como si fuéramos parte de una organización corrupta.
—Más vale que la recuperes, Foster—me amenaza.
Asiento, nunca la había visto tan determinada. Ni siquiera momentos atrás cuando le confesé que quería destruir su boda. Deben haberse vuelto muy buenas amigas con Liz.
Comienzo a caminar hacia el lado opuesto de la entrada y apresuro el paso hasta que Rav me detiene.
—Dame un momento—me pide y lo que hace me obliga a fruncir el ceño. Entre la multitud intercepta a Jess y comienza a recitarle un discurso—. Jessica, sé que las cosas no funcionaron entre nosotros pero si me das otra oportunidad, te prometo que será distinto.
En este punto, cualquiera que conozca a Raven sabe que le importa una mierda Jessica. No porque no sea una chica increíble, de hecho creo que lo es, incluso demasiado buena para él. Pero se nota a leguas que mi amigo no busca seriedad ni ninguna clase de relación a largo término pero ahí está el problema: tampoco sabe estar solo, por lo que sus relaciones se vuelven un círculo repetitivo y confuso. En fin, los problemas de soledad de Rav es algo que dejaremos para otro día.
—Ni de chiste—es lo único que se limita a decir ella.
—Por favor Jess, mi vida sin ti no tiene sentido es como una hamburguesa sin carne, como un helado sin azúcar, como un refresco sin gas...—comienza a enumerar un sin fin de metáforas burdas e inútiles—, como Gossip Girl sin chica indiscreta...
Su ex eleva la mirada hacia mi sitio y alza una ceja.
—Llévatelo antes de que siga haciendo el ridículo.
Me acerco hasta él y tomo el cuello de su camisa para comenzar a arrastrarlo fuera del lugar.
—No, suéltame—se queja de mala gana—. Ey, no porque te vaya mal en el amor a ti, nos tiene que ir mal a todos.
Lo suelto e impacta en el suelo de forma estrepitosa. Suelta una pequeña queja que casi me hace sonreír. Casi, porque no estoy para juegos.
—Te acabo de salvar de una humillación pública.
Se pone de pie y acomoda su saco al mismo tiempo que aclara su garganta.
—Te lo agradezco, eres un....—Coloca una mano en mi hombro:—, gran amigo.
Frunzo el ceño y ordeno con autoridad:
—Ahora camina.
Me doy la vuelta y comienzo a dirigirme al estacionamiento.
—¡James!—de repente exclama una voz detrás de mi espalda.
Mientras pienso «¿Y ahora qué es lo que va a pasar?», me doy la vuelta para encontrar a Mandy corriendo hacia mi lugar.
La observo con sorpresa, enrolla una extremidad alrededor de mi brazo para sostenerse y me mira con simpatía.
—James...—suspira.
Su mano acaricia mi cara con suavidad y cierro los ojos por la tranquilidad que me genera su tacto.
—Sé que estaría orgullosa de ti–me dice—. Lo manejaste muy bien.
Abro los ojos y el corazón se me encoge en el pecho. Encierro su mano en la mía, espero que sepa cuánto la aprecio.
—Lamento interrumpir el momento emocional—dice Raven y me da una mirada de sugerencia—. Vámonos, ahora.
—Mamá, hablamos después, ¿De acuerdo?—trato de culminar la conversación.
Ella asiente con una sonrisa de labios cerrados y deshago nuestro agarre con algo de pena.
Sigo mi ruta con Raven pisándome los talones. Quiero pensar en algo más, pero solo me pregunto si es que mi amigo está en lo cierto, si de verdad me va mal en el amor. Si Liz no está dispuesta a perdonarme, si nuestra historia acaba aquí, ¿Qué haré entonces? No puedo vivir sin ella.
Espero que no sea tarde.
———————————————————
Bueno, Bueno, Bueno. Aquí está el capítulo, y la verdad me generó un par de mariposas en el estómago cuando lo edité.
Gracias por los votitos y comentarios, espero que la historia llegue a más personas (Recuerden que con una estrellita me ayudan muchísimo). Mientras tanto, respiremos este aire de final de libro que está cada vez más palpable.
Los amo mucho.
—Sofi (La autora).
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro