Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Doce 💜

—Ay, Lizzie—me dice—. Te lo prometo, yo era un caballero antes de verte en ese vestido.

Me gustaría saber la razón por la que siento esas mariposas en el estómago. Las piernas me tiemblan. Siento como si un rayo subiera por mis talones, piernas, abdomen y al final se alojara en mi pecho.

Creo que es algo que llame hace muchos años el "efecto Foster". Es muy sencillo de explicar, la mayor parte del día me imagino a James, la otra me preparo para verlo. Ahora, cuando no tengo tiempo para mentalizarme y él aparece, las emociones impactan en mi cuerpo de la nada. Todas al mismo tiempo.

—En serio, no sabes lo salvaje que se está volviendo aquí—Sonríe y da dos toques a su cabeza. ¿Él acaba de decir lo que acaba de decir? No, seguramente está bromeando—. Gracias por invitarme a pasar, muy amable.

Cuando pasa por mi lado, el olor a alcohol se aloja en mis fosas nasales de tal forma que no me permite respirar. De acuerdo, está borracho, eso explica todo. Por suerte, la ola de alcohol se coloca en el centro de la habitación.

Empujo la puerta y me cruzo de brazos.

—Estoy segura que no te invite—le digo.

Comienza a dar vuelta sobre sí, mirando a detalle todo el lugar. Lleva una expresión de impacto en el rostro.

—No me digas, es igual a la mía—Me ignora por completo,

No veía a James borracho desde hace siete años, cuando apostó con Raven que podía tomar veinte shots de tequila de una sentada. Evidentemente, no lo logró. Ser un insensato no es algo que lo caracterice pero Raven puede resultar persuasivo en demasía, y así como nos convenció de las mayores estupideces, esa no fue la excepción.

Y probablemente esta sea otra de esas ocasiones. Acaso, ¿Raven no me había dicho que lo invitaría al bar? Es obvio que esto lleva su firma.

—Espera...—reflexiona—. ¡Pero sí es mi habitación!

Sonrío, debo admitir que cuando se emborracha es un poco más gracioso de lo habitual.

—Mmmmh no, es la mía—le informo, acercándome a él.

Entorna los ojos en mi dirección, igual que lo haría un niño cuando está enojado por algo.

—¿Dónde está?—me interroga.

—¿Quién?

—El presentadorsucho—contesta. Y sin previo aviso, comienza a silbar y a caminar encorbado—. ¡Alán, ven aquí!

¿Lo está llamando como a un perro? No doy crédito a lo que ven mis ojos. Sacudo la cabeza y me acerco a él, obligándolo a retomar la compostura.

—James, mírame—le pido—. Él se fue.

Toma mi rostro entre sus manos y aprieta mis cachetes. A una parte de mí, le agrada sentir el calor de sus palmas en mi rostro. A la otra, la cercanía la asfixia.

—Lo sabía, le dije a Raven que tú nunca meterías a un hombre a tu habitación—mueve mi cabeza hacia un lado y luego al otro—. Es que eres tan inocente. Igual subí a comprobarlo, no voy a mentirte pero confiaba en un noventa por ciento en ti.

Me deshago de su agarre.

—¿Tú subiste a comprobar que...?—Antes de que pueda terminar la frase, oigo tintinear a mi celular.

Abro el bolso, el cual nunca solté, y lo saco.

Llamada de Rav.

Atiendo al instante.

—Liz, lo perdí—me dice, puedo notar la desesperación en su voz—. Estoy hablando de James.

—Qué raro—comento sarcástica.

—No puedo creerlo, estás siendo sarcastica. Tú nunca eres así—expresa, impactado—. ¡No sé que hacer, estoy preocupado! Es decir, ¿Tú lo viste? Es guapo y millonario, podrían hacerle cualquier cosa.

Debería quitarle la preocupación de encima o puedo llevarlo aún más lejos. Esto último no es mi estilo pero qué más da, me siento extrañamente feliz.

—Puedo saber, ¿Cómo se perdió?

—Pues mira, no voy a ahondar en detalles debido a que ¡Me va a dar un puto paro!—Comienza la frase con tranquilidad y la termina con un pico de estrés—. Pero en líneas generales, fui al baño dos segundos y se esfumó.

—Bueno, pregunta a la gente de por allí, si lo vió—le sugiero.

—¡Buena idea!—exclama. Está claro que Raven no se encuentra en estado de sobriedad. Supongo que no sé da cuenta que continúa en llamada porque habla:—. Señor, ¿Ha visto a un hombre como así de alto que viste traje negro y a veces anda de malhumor, no todo el tiempo, pero sí la mayoría? Le gusta la música clásica, es un nerd encubierto que toma café y se cree el dueño del uni...

Cuelgo.

Me echo a reír, sola. James me sonríe, aunque por su expresión, no tiene idea de porqué.

—¿Quién era?—pregunta.

—Raven—le contesto.

Está bien, la broma tiene que llegar a su fin. Tampoco busco hacerle tal daño psicológico.

Busco su nombre en contactos, dispuesta a llamarlo pero una mano encierra mis dedos antes de que pueda presionar el botón de llamada.

—No le digas que estoy aquí—me suplica, James.

—¿Por qué?

—Solo no lo hagas—contesta.

—Bien, pero si se muere de preocupsción, será tu culpa.

—Podré vivir con remordimiento—Se encoge de hombros y se coloca a un lado de mi cama.

Me cuesta unos dos segundos caer en cuenta que se deshace primero de su camisa y luego de sus pantalones. De pronto, tengo una vista perfecta de su abdomen y pectorales. Alto, ¿Qué está pasando? Tengo que aclarar mi mente.

Es que mira ese cuerpo.

Atenta, Liz.

—¿Qué haces?—le pregunto.

Sin invitación alguna, se mete en mi cama y bosteza.

—Tengo muchísimo sueño.

Retuerzo mis manos, con nerviosismo. Tengo que darme aliento a mi misma para poder hablar, es que esta situación y él está así. ¡Él está en mi cama! Tomo aire.

—Pero, tu habitación queda a dos puertas—remarco.

—Esta es mi habitación—refunfuña.

Por favor Dios, que salga un monstruo del armario y lo obligue a levantarse.

—Esta no es tu...—comienzo pero me quedo muda.

Pienso. ¿Qué caso tiene seguir discutiendo con él? No importa, dormiré en el sofá. Puedo manejar esta situación y por supuesto, cuando duerma le enviaré un mensaje a Raven.

—De acuerdo—Le doy la razón—. Que descanses.

Se tapa por completo y aprovecho a tomar un pijama del armario. Me dirijo al baño a cambiarme, quitándome el vestido y reemplazandolo por un camisón. Solo tengo uno, porque no acostumbro a vestir mientras duermo. Es decir, no es que duermo desnuda pero suelo hacerlo con sujetador y para la parte de abajo, guardo esa clase de ropa íntima de abuela.

No puedo dormir de otra forma, pero no me desnudaré frente a él estando borracho. ¿Soy una acosadora? No, claro que no.

Cuando regreso a la habitación, lo encuentro apoyado sobre el respaldo, mirando un punto fijo, lo cual provoca mi sobresalto.

—¿No estabas durmiendo?

Me mira fijamente, sus ojos están cristalizados a causa del alcohol.

—No puedo dormir, estoy feliz—Bosteza en forma tierna.

James borracho es diferente al sobrio.

Rodeo la cama hasta llegar al otro lado, quiero tomar la almohada para llevarla al sofá. El problema es que James tira de mí y me obliga a meterme a la cama.

—Ey—me quejo.

Estoy envuelta en sus brazos, podría forzar el agarre pero no quiero moverme. Es decir, no puedo. Me siento tan cómoda.

—Te estabas tardando—susurra en mi oído.

Me suelta y por fin, puedo darme la vuelta. Está apoyado en su codo, de lado.

—Voy a dormir en el sillón.

—¿Por?—pregunta con inocencia.

—Porque esto—hago un gesto entre el espacio entre los dos—. Es inapropiado.

—¡No!—exclama, tapando la boca con sus manos—. ¿En serio?

Asiento.

Se vuelve a relajar entre las sabanas.

—No me importa—me sonríe.

La sangre corre a mis mejillas.

—No te vayas, por favor—me ruega—. No quiero dormir solo.

—Te traigo un zapato para que abraces—le propongo, con diversión—. Un zapato consuela.

No me estoy divirtiendo, de hecho, me encuentro muy nerviosa. Pero él no ríe y tampoco parece estar dispuesto a ceder. Alguien debería enseñarle a este niño que no puede obtener siempre lo que quiere. Pero no seré yo.

—Está bien.

—Oye, no no, así no es como duermes—comenta, recostado. Sus brazos están por detrás de la cabeza—. Si quieres estar en ropa interior, por mí está bien.

Dudo.

—Por mí, no mucho.

—Ay Liz, ¿Cuál es el problema? No muerdo—niega. Pero luego su rostro se transforma en una expresión de duda. Sacude la cabeza—. Mira, me tapo los ojos hasta que entres en la cama.

Me desvisto a gran velocidad y me introduzco en la cama, tiro de la sábana hasta que cubre la mitad de mi rostro.

James me mira con las cejas alzadas.

—¿Te pusiste tanga?—pregunta.

—Dijiste que no ibas a ver—lo reprendo.

Sonríe con picardía.

—Ay, me conoces hace más de quince años y todavía piensas bien de mí —comenta con ternura—. Sabes que soy travieso.

—Una persona es traviesa cuando tiene diez años, tú tienes veinticinco, eres un pervertido—lo regaño—, A dormir.

Me doy la vuelta y deposito una mano sobre la almohada, donde recuesto mi cabeza.

El rostro de James se asoma por encima de mi hombro, mantengo la vista al frente. Quizás si lo ignoro se duerme de una vez.

No quiero sonar irritada, se sabe que estaría agradecida de estar en una cama con este hombre y encima semidesnuda. Pero los nervios van a hacer que mi corazón explote, no puedo lidiar con tantas emociones y además dice cosas que hacen que quiera besarlo.

Y no voy a besarlo cuando está borracho. Así no empiezan las historias de amor.

—Lo siento—se disculpa—. Oye, ¿Y por qué te la pusiste? ¿Por si él la veía?

—Quizás—contesto.

No dice nada.

Vuelvo a mi posición.

—Me siento sucia—confieso.

—Uy, estamos en esas, ¿Eh?

—No, no, no—digo rápidamente—. No en ese sentido.

Bufa.

¿Qué sucede con este James? Se me tira encima. Por supuesto, tengo la certeza de que lo haría con cualquier mujer estando borracho.

—Prácticamente, acabo de tener una cita con un hombre y me meto en la cama con otro—suelto sin más lo que me preocupa.

—O sea, ¿Me estás usando?

—¡Pero si tú te metiste a mi cama!

—Corrección, tú te metiste a la mía—me corrige—. Además no me estoy quejando, podría quedarme aquí para siempre.

Una lágrima resbala por mi mejilla y algunas más le siguen. Estoy llorando.

—¿Qué pasa?—me pregunta, de reojo noto que su ceño está fruncido—. No quiero que estés triste, eso me hace poner...triste.

—Es que...—Le sonrío—. Mañana no vas a decirme lo mismo.

Siento un pequeño beso en mi mejilla que deja cálida la zona.

—Descansa, Liz.

No vuelve a aparecer, así que aprovecho para conciliar el sueño. Sin embargo, una duda cruza por mi cabeza.

—James, ¿Cómo sabes que duermo en ropa interior?—pregunto, frunciendo el ceño.

Cuando doy una mirada sobre mis hombros, lo encuentro sumido en un sueño profundo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro