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Capítulo catorce (1/2) 💜

Lizzie

Son las ocho de la noche. Me encuentro en el vestíbulo del hotel, vestida de forma casual: combiné unos jeans con un top blanco corto. Sumé unas zapatillas también del mismo color.

Un secreto sobre mí, es que adoro los looks urbanos. Los vestidos son preciosos pero estaba esperando que llegara la ocasión en que pudiera ponerme algo que acostumbro a usar todos los días.

Yo: ¿Dónde estás?

Raven: ¿Por qué?

Yo: Creí que ibas a llevarme...

Raven: Ah, lo había olvidado. No puedo, Liz. Voy a pasar a buscar a la organizadora de bodas.

Raven: Dile al estúpido de James que te lleve.

Permanezco frente a la pantalla del celular, en una especie de trance en el que mi cerebro intenta buscar otra solución.

—Hola, nena—saluda Mandy, pasando por mi lado de la mano con Russell—, ¿Estás esperando a James?

El señor Foster atraviesa las puertas en busca de su auto.

—Ah, no, solo...esperaba que Raven pasara por mí—Hago una pausa—. Pero está esperando que llegue la organizadora para llevarla.

—¿Y James?

No quiero hablar con él. Sé que estamos en ese momento en el que una relación, cualquiera sea su tipo, se siente extraña. En general, sucede cuando alguna de las dos personas que la compone actúa fuera de lo normal y se toma algún atrevimiento que antes no lo había hecho. Así como James que se metió entre mis sábanas.

Y ya no puedo verlo del mismo modo. En cuanto me eche una insignificante mirada, mi corazón se acelerará a mil por hora. De hecho, ni siquiera me creo capaz de mirarlo. O estar cerca.

Además, todavía intento averiguar la razón por la que hoy no me invitó. Cuánto más pienso, más me convenzo de que él no quiere verme ahí. Quizás estoy metiendo la pata, quizás debería quedarme y esperar que hablemos sobre ello.

Tardo tanto en contestar, que ella determina:

—Nosotros te llevamos.

Sacudo la cabeza.

—No, no hace falta—me niego—. Realmente estoy cansada, creo que ya me voy a dormir.

Me doy la vuelta, dispuesta a volver a mi habitación.

—Ni de chiste, pequeña—Me toma del brazo y comienza a arrastrarme hacia la entrada. Para ser una señora mayor, tiene mucha fuerza—. Vamos a llevarte nosotros.

El auto de los Foster nos espera al pie de las escaleras. Cuando llegamos a su lado, Russell baja la ventanilla.

—Russell, querido, llevamos a Liz hasta el lugar, ¿Te parece?

Él me observa y por un segundo pienso que va a rechazar la propuesta. Pero no es así.

—Adelante, suban—alienta.

Abro la puerta trasera y me introduzco en su vehículo de lujo. No me incomoda ir sentada sola con los Foster, he compartido muchos momentos con ellos. Es como estar con mis propios padres, excepto que aquí no tengo que escuchar las baladas que sintoniza mi madre. En esos momentos,
arma su recital privado.

Y una de la señales de que me estoy volviendo vieja, es que cuando hago la limpieza, las coloco de fondo y gesticulo igual que ella lo hace.

—Ay, esta cosa—se queja Russell mientras pulsa todos los botones del tablero hasta que el mismo avisa de la activación del aire—. Siempre olvido como se prende el aire acondicionado.

Mandy niega con la cabeza, divertida.

El señor Foster enciende el motor y arranca a toda marcha a ¿Twins? Al menos eso recuerdo haber oído salir de la boca de Jake.

—¿Cómo te fue en tu cita, Liz?—me pregunta Mandy, dedicándome una mirada a través del espejo retrovisor.

Al principio me quedo perpleja, no me esperaba esa pregunta en absoluto. De hecho, es la primera vez que lo pienso y mi mente es un lienzo en blanco. Reconozco que estuve preocupada por James, en lugar de enfocarme en mis asuntos. Lo peor es que no es la primera vez que me lo preguntan y sin embargo, hoy no me sale decir nada.

Veamos, no puede ser tan dificil. Comienzo a analizar la cita de principio a fin, pero es como si no supiera describirla.

Rebusco con ferocidad, pero no hallo señales de vida en mi cabeza.

—Bien—me río—, creo.

Ambos se dan una mirada y sonríen con complicidad.

—Eso mismo dije luego de la primera cita con Russell—Sacude la cabeza—. Y aquí estamos, llevamos cuarenta años.

Él coloca una mano en su pierna y ella deposita un pequeño beso en su dorso.

—Es un buen augurio—coincide el señor Foster.

—Eso espero—Formulo una pequeña sonrisa de costado.

—Nena, si no es con él, no pasa nada—dice despreocupada—. Algún día vas a encontrar a alguien que te haga feliz.

No quiero que lo primero que venga a mi mente sea James. Realmente hago todo lo posible para acabar con esa voz que trae a colación su nombre, pero es inevitable que esté allí perturbando.

—Gracias, Mandy.

—De nada, cielo.

Nos estacionamos en el pueblo, es la segunda vez que estoy aquí. Pero hoy, no estamos en la calle principal, sino en una muy cerca del puerto.

Cuando bajo del vehículo, dos elementos vienen hacia mí en forma de ataque: el primero de ellos es una fuerte ventisca. El clima aquí está furioso, la proximidad al mar hace lo suyo. Y por supuesto, lo segundo es el olor a agua salada.

—Es un lugar simpático—reconoce el señor Foster cuando baja del vehículo.

Creí que Twins sería uno de esos restaurantes lujosos a los que estas personas suelen concurrir. Pero es más bien un bar en el que contraerías una borrachera a causa de shots de tequila. De esos que se instalan a un lado de la carretera y tiene estacionadas junto a la puerta, motocicletas de bandidos.

Caminamos sobre las pequeñas piedritas que decoran el piso del estacionamiento y por dentro, agradezco haber elegido tenis para esta ocasión.

Dentro, el lugar estalla de gente, diría que no cabe ni un alfiler. Sin embargo, el ambiente se mantiene en una tranquilidad peculiar.

Doy un vistazo al sitio y analizo fascinada su decoración.

Las paredes y los pisos son de madera, hay una enorme barra a un costado. Parece que al fondo hay un balcón con vistas al mar. En una esquina se encuentra el escenario, con una pantalla frente a él que, supongo, es donde se hará el karaoke. Me encanta.

—¡Ya llegaron!—exclama Celina emocionada, caminando hacia nosotros.

—Trajimos a Lizzie—le dice Mandy.

La pelirroja me sonríe y da saltitos.

—Ya veo, solo faltan Raven y James—Me toma del brazo y comienza a tirar de mí. Mandy y Russell nos siguen unos metros de diferencia—. Vamos a la mesa.

Es una mesa larga, de hecho, se nota que debieron unir dos para hacer una de este tamaño, de forma que pudiéramos sentarnos juntos. Veo rápido los rostros, entre la luz cálida que ofrece el lugar.

Están Keyle y Gulliver sentados junto a Jess. Luego, Matt y Dove, muy acaramelados. Meghan en el fondo bebiendo cerveza mientras habla con Jake de quién sabe qué cosas. Pero no hay rastros de sus niños, así que probablemente estén en el hotel durmiendo.

—¡Miren quiénes llegaron!—avisa Cel a gritos.

El lugar estalla en vitoreos, lo cual me hacen sonreír.

Mandy y Russell toman lugar junto a Celina. Yo tardo un poco más porque ni James ni Raven están aquí, así que vacilo sobre junto a quién sentarme. Al final, concluyo hacerlo junto a Meghan.

—Lizzie—me saluda ella, elevando la botella en mi dirección.

—Hola—respondo al mismo tiempo que me acomodo en la silla.

Me observa de arriba a abajo.

—Lindo conjunto, muy relajado—elogia.

La sangre corre a mis mejillas.

Siempre que me dicen un cumplido que se relacione con ropa no puedo evitar sentirme orgullosa. Diría que son esos pequeños momentos los que me hacen creer que nací para ser modista. Pero esa pequeña fracción de felicidad es bastante frágil.

—Gracias, es lo primero que tomé del armario—le resto importancia.

—No seas tan humilde—me regaña, divertida.

Meghan lleva el pelo atado en una coleta, lo cual hace que sus facciones se resalten más y con ello sus ojos verdes preciosos.

—¿Qué vas a cantar hoy?—pregunta.

—Ah, yo nada—Hago un mueca de circunstancias—. Siempre que audicioné para las obras escolares, me daban el papel de planta.

Señalo la entrada y ella ríe.

—Estamos para divertirnos, hacerlo bien o mal, es lo de menos—Le da un trago a su cerveza—. ¿Quieres una?

Arrugo la nariz.

Abro la boca, dispuesta a rechazarla con amabilidad. Pero las palabras simplemente no surgen.

—A Liz no le gusta la cerveza porque un día se emborrachó con ella en la fiesta de su primo—Le informa James, que acaba de llegar. Toma asiento justo a mi lado—. Ya te imaginarás el resto.

Los primeros segundos son de puro «Efecto Foster», las palmas me tiemblan y el estomago se me revuelve.

Debo admitir que me sorprende que lo recuerde. Se lo habré contado hace como cinco años atrás o algo así, el tiempo tendría que haber desvanecido esa información de su memoria. Pero no.

—Oye, eso es privado—bromeo, se me notan los nervios en la voz pero trato de disimularlo con una risa.

Meg vuelve a reír.

—Lo siento, olvida lo que escuchaste, Meghan—ordena él con gracia.

Ella sacude su cabeza.

—No hay problema, todo olvidado—responde con una sonrisa.

Pasa un brazo por detrás de mi respaldo y cierro los ojos por unos segundos, frustrada. Quiero pensar en otra cosa, pero es inevitable que toda mi concentración se centre en la piel de su brazo rozando mi nuca. Es que es muy fácil caer en su aura cuando entra a un lugar.

Me quedo perpleja, observándolo: Su cabello negro está mojado, indicio de que acaba de bañarse y viste una camisa blanca con unos jeans. Por alguna rara razón de la vida, estamos combinados sin haberlo acordado.

Huele a perfume caro, quiero acercar mi nariz a su cuello para tener una mejor recepción del aroma. Además, para lamer su piel, morderla y succionarla.

Meghan se centra a hablar con Jake de otra cosa y de pronto, pierdo a mi aliada. Solo estamos los dos, incomodos.

—Raven va a...—intento informarle.

—Esperar a la organizadora, lo sé—Asiente. Hace una pausa y me mira—. ¿Cómo viniste?

Al principio, me quedo quieta creyendo que en realidad le desagrada mi presencia pero al instante noto que al contrario, tiene curiosidad por saber cómo llegue.

—Me trajeron tus padres—Aplasto los labios.

Él se relaja en su asiento.

—Bien, yo me acabo de despertar hace un hora—Me explica—. Te envíe mensajes para traerte pero no me respondiste.

Alzo las cejas, sorprendida.

—Ah, no me llegó nada—me excuso.

Busco el celular en mi bolso, y efectivamente encuentro que tengo cinco llamadas perdidas hace unos treinta minutos.

—Dios, eres muy distraída—Menea la cabeza con reproche.

—¿Yo?—Frunzo el ceño—. Alguien se olvidó de invitarme, sino lo hacía Jake, iba a pasar la noche viendo series.

Su expresión se transforma en una de confusión.

—¿No lo hice?

Muevo mi dedo índice de izquierda a derecha en forma de negación.

—Somos dos distraídos, entonces—concluye—. Igual te estaba haciendo un favor, ¿En serio querías estar en un lugar lleno de borrachos cantando? Te estaba salvando la vida.

—Qué considerado—le agradezco con ironía.

—Nada que agradecer, para eso están los amigos.

«Amigos», claro como no lo ví venir. No importa cuántas veces lo diga, siempre duele como si fuera la primera. Pero está bien, al menos, mis pensamientos son más cortos a medida que debo enfrentarme con esa clase de comentarios, de los que me derriban las esperanzas.

Meneo la cabeza como instinto y decido enfocarme en la conversación de la mesa.

—Me voy a pedir una torre de nachos con cheddar—Golpetea la mesa con el puño, Keyle—. Tendrán que sacarme en camilla.

—Está bien, no es como que no lo hayamos vivido antes—se encoge de hombros, Matt.

—Siempre guardamos un número de emergencias para ti—alega Gulliver.

Cuando Keyle está a punto de defenderse, la señora Foster cambia de tema.

—Esta música es muy estimulante, ¿No?—Se mueve en el asiento Mandy—. Dan ganas de bailar.

Debe ser la única en el bar que piensa eso, los demás están charlando con tranquilidad. Por ahora, el lugar está bastante apagado, pero habrá que esperar que la noche avance.

—¡Guardeme una pieza a mí, señora Foster!—la provoca Matt y le guiña un ojo.

Dove ríe.

—Tú mejor cuida a tu mujer, antes de tratar de robarte a la mía—interviene el papá de James, señalando.

—Russell, me ha partido el corazón—lleva una mano a su pecho, fingiendo estar afectado.

—Ya te voy a partir otra cosa a ti—murmura entre dientes.

—Papá...—le advierte Jake.

—¿Qué? Tengo que cuidarla—refunfuña—. En mis tiempos, los hombres respetaban a las señoras mayores, ahora se las quieren tirar.

James se echa a reír.

—Y más si tienen dinero—Aviva la llama.

—¿Lo ves?—Señala su padre.

—Gracias, James por ese comentario—responde, serio a la vez que pone los ojos en blanco.

—Cuando quieras—le toma el pelo.

Las chispas en sus ojos comienzan a saltar pero Celina ríe, y eso es lo que hace que la llama se apague entre ellos. Jake termina por menear la cabeza mientras sonríe. No es difícil entender que ella es quién tiene el poder sobre ambos.

Qué envidia, ya quisiera tener yo el poder sobre James. Suspiro y decido concentrarme en el menú que acaban de traer los meseros.

Podría tratar de ir por un snack pero si luego tengo más hambre, me daría vergüenza ir a buscar a otro mozo. Pero no tengo ahora mismo el suficiente apetito para pedirme una hamburguesa completa.

No sé qué hacer.

—Creo que no van a aparecer nuevos platillos por más que la mires tanto—Bromea James, muy cerca de mi rostro.

Me sobresalto en mi lugar, un poco. Noto que eleva ambas cejas, como si no habría esperado esa clase de reacción.

—No me decido.

—Ordenaré por ti—dice sin problema alguno.

Me muerdo los labios, vacilante. No quisiera que vuelva a pasar lo mismo que con Alán. Por quedarme callada, tuve dos ojos de una langosta observando fijo toda la noche.

—¿Sí?—insiste, me da una sonrisa de lado.

—Algo que no sea...

—Pescado—completa al instante.

Asiento.

No es que no solo no me comí la langosta por su aspecto mortífero, sino porque no me gusta el pescado en general.

—Sí, exacto—asiento, maravillada.

James le hace un gesto a un mozo para que se acerque. Pide una cerveza para él, un refresco para mí y unos nuggets para compartir.

—Lo siento, el menú es viejo y ahora solo vendemos pescado—informa el mesero.

Toda la mesa voltea hacia mi posición y me encojo en mi asiento, avergonzada.

—¿No podrán hacer una excepción esta vez?—se entromete Jake—. Ella no come pescado.

—No, está bien, puedo comer luego—resto importancia.

—Ni de chiste—comenta Celina, indignada—. Debe haber algo que podamos hacer.

El mesero hace una mueca y abre la boca dispuesto a rechazarlo pero sus ojos se posan en el billete que le zarandea James en la cara.

Él lo toma, al instante y con una sonrisa dice:

—Veré que puedo hacer.

Guarda el billete en su bolsillo y se retira.

—Bueno, esa fue una rápida forma de obtener lo que quieres—Se muestra impresionado, Gulliver.

James no dice nada de nada.

Cada quién vuelve a lo suyo, yo volteo hacia él, quién me sonríe con la boca cerrada.

—Dinero—suspira—. Resuelve todo.

Frunzo el ceño.

—¿Cuánto le diste?

—Lo suficiente para que compre un pollo y lo mate—reconoce.

Rebusco en mi bolsillo y saco un billete de cien dólares. Es lo único que tengo pero quiero dárselo, es lo que corresponde.

Lo deslizo en su dirección.

Él lo toma y se lo queda mirando, alza una ceja con lentitud.

—¿Y esto?—pregunta, moviéndolo.

—Es un billete de cien dólares.

—Ya lo sé, genia—pone los ojos en blanco, divertido—. Tú sabes a qué me refiero.

—Es por los nuggets—me encojo de hombros.

Lo coloca frente a mí.

—Olvídalo, ¿Quieres?

Lo deslizo nuevamente hacia él.

Él lo regresa.

—Liz, para—me advierte—. No lo quiero.

Lo miro con atención y luego, mis ojos se desvían hacia el bolsillo de su pantalón.

Ambos miramos el billete.

—Ni se te ocurra—se inclina hacia mí, achinando los ojos.

Los dos atinamos a tratar de tomar el billete. Pero soy más rápida y antes de que pueda siquiera acercarme a él, me detiene con sus manos. Comenzamos a forcejear: yo quiero depositar el billete en su bolsillo, él trata de evitarlo.

—Ay, mira Russell, como cuando eran niños—comenta una nostálgica Mandy, depositando una mano en su pecho.

Las miradas convergen en nosotros, si no me sentía incómoda por toda la situación, ahora que estoy en el ojo de la mira es imposible no sentir vergüenza.

Al parecer no soy la única, James rasca su nuca y desvía la mirada. Por lo tanto, bajo la vista hasta mis manos. Él se da cuenta, toma el billete y lo esconde en su bolsillo con rapidez.

Gané.

—Mandy, ya han crecido—le contesta Russell.

—Ay, qué pena, eso significa que nosotros estamos viejos—concluye apenada.

A lo largo de la noche, siento que el episodio nos deja raros. Cuando traen la comida, ninguno emite sonido.

Me aseguro de mantener mi boca llena. Creo que la ansiedad me está ganando o algo así, porque no tengo problemas en engullir cinco piezas en dos minutos.

—¿Cuándo empieza la hora feliz?—cuestiona Keyle.

—¿No bebiste más de dos cervezas?—le pregunta Gulliver, mirandolo con repugnancia.

—Estoy precalentando—informa él.

Su amigo solo menea la cabeza con desaprobación.

—¡Pagaré una ronda de tequilas!—exclama Jake en un claro estado de éxtasis.

La mesa estalla en vitoreos y Celina se lo queda mirando, incredula.

—¿Qué? Estoy feliz—Se encoge de hombros.

Ella alza una ceja, extrañada. Doy un respingo cuando se mueve hacia mí con rapidez.

—Liz—me llama Cel—. Acompáñame a la barra, necesito ayuda para traer esa ronda.

Asiento, solo quiero escaparme de este ambiente que se vuelve asfixiante.

Me pongo de pie con rapidez y la sigo de cerca con los ojos del pelinegro clavados en mi espalda. La sensación permanece allí hasta que nos apoyamos en la barra.

No me atrevo a comprobar si aún me mira, de hecho, ni siquiera me importa. Es cosa del pasado, ¿No? Por un momento casi olvido a Alán.

—¿Todo bien?—me pregunta Cel. Luego, se dirige al señor que prepara las bebidas—. Una ronda de tequilas, por favor.

Llevo una mano a mi nuca, vacilante.

—Sí—Frunzo los labios.

—Te noto incómoda.

Me río involuntariamente.

—¿Yo?—me autoseñalo—. Para nada.

Me observa con recelo.

Nos quedamos en silencio por varios minutos, lo que nos permite oír con claridad la charla entre los dos hombres detrás de la barra.

—Este lugar está muerto, Grant—le dice el hombre que prepara las bebidas—. La única razón por la que no me voy, es porque trabajo aquí.

El llamado Grant se rasca la nuca, preocupado.

—Nadie se anima a cantar—reconoce.

Celina me da esa clase de mirada que significa: "Esta es nuestra oportunidad".

Me quedo quieta, parpadeando.

—Disculpen—Llama la atención de ambos.

Pero, ¿Qué hace? Ambos nos miran confundidos.

—Nosotras podemos avivar un poco el lugar—asegura ella.

¿Dijo nosotras o escuché mal?

Se echan a reír.

—Pelirroja, si logras despertar la fiesta, te doy una botella gratis de tequila—comenta irónico.

Ella le ofrece su mano.

—Trato hecho.

Los primeros segundos, él la observa, desconcertado. Luego, alza las cejas y la termina estrechando.

—Ya vuelvo—expresa ella.

Celina se da media vuelta, su cabello se mueve como un látigo y yo la sigo, confundida.

—¿Qué vamos a hacer?—le pregunto, sin poder borrar la sorpresa de mi rostro.

—Liz, tú solo sígueme—ordena, a unos pasos del escenario—. Seremos estrellas de rock.

Clavo los pies al suelo, no hay forma que suba allí arriba.

—Mejor te observo desde aquí—le digo mientras me abrazo a mi misma.

—¿Estás bromeando? No puedes perderte esto—comenta y una de sus manos se enreda en mis brazos. Sin problema, comienza a arrastrarme hacia el escenario.
Tiene mucha fuerza aunque parezca que no, incluso logra subirme como si nada.

Entonces, las luces se apagan y solo un foco se enciende, apuntando a nuestros rostros. Cubro mis ojos con la mano para poder ver, distingo que James me hace una señal de confusión, ni siquiera puedo responderle.

Celina se acerca a un amplificador para otorgarme un micrófono y toma la lista que se encuentra arriba del parlante.

—Veamos cuál me puedo saber...—observa los títulos de las canciones de arriba a abajo hasta que los ojos se le iluminan—. ¡Track siete, Grant!

Grant, que se encuentra frente a la computadora, le da play a la pista solicitada.

Hit me baby one more time comienza a sonar y yo quiero correr a esconderme ante la mirada de los comensales del bar. Nunca, nunca, nunca estuve tan nerviosa. Y más sabiendo que uno de esas miradas vienen de James. O de sus padres.

Celina está bailando al ritmo de la música, yo estoy estática. La gente saca sus celulares y comienza a grabar.

Listo, este es mi suicidio social, al final de la canción vomito en el escenario y me vuelvo viral en internet. Las miradas de Foster serán de lástima, quizás dejará de ser mi amigo, es decir, ¿Quién sería amigo de un fenómeno como yo? No puedo creerlo, sueno como una adolescente.

oh baby, oh baby, how was i supossed to know?—canta ella mientras recorre el escenario—. That something wasn't right here.

Celina tiene una forma muy sutil de ser sensual al bailar. La gente estalla al instante porque seamos sinceras, cuando te ves así y te mueves así, ¿Quién no se pondría a gritar?

Show me how you wanna to be—canta ella mientras contornea las caderas—. Tell me baby, cause i need to know now what because...

Creo que todas las miradas de los hombres se han encendido. Pero, ¿Quién podría culparlos? Hasta a mí me provoca esta mujer. Nuestra mesa está bailando animada, es hasta gracioso ver a Keyle intentando moverse al ritmo de la música. Russell y Mandy, aplauden desde sus asientos, divertidos.

Al único que no veo moverse es a Jake, que está inmovil pero con una sonrisa enorme. Y no sé cuál es la reacción de James porque sinceramente, soy muy cobarde para comprobarlo.

Por otro lado, las chicas están como locas coreando la canción.

—Liz, canta—me incita ella, alejando el micrófono para que nuestra charla no resuene por el restaurante.

Meneo la cabeza, asustada.

Ahorita no, por allá están mis suegros.

—No puedo, no soy sexy—frunzo el ceño.

Ella pone los ojos en blanco.

—Eres la mujer más sensual que conozco—me elogia—. Además, todo está en la confianza.

Se da una auto nalgada y sigue con su repertorio. Sin embargo, ni su discurso motivacional provoca que me mueva, solo voy a esperar que termine la canción. Cuando se percata que sigo tiesa, me toma de la mano y me arrastra a su lado.

—Ella es Liz, veinticinco años, soltera y diseñadora de modas—El lugar estalla en aplausos. Frunzo el ceño, ¿Me está vendiendo?—. Su único problema es que piensa que no es sexy, ¿Por qué no la ayudamos?

No, gracias.

Todos los comensales comienzan a alentarme y entro en pánico. Se supone que debo ser más divertida, actuar como una loca y ponerme a mover mi trasero contra el parlante, pero es que me siento tan inhibida.

Al instante, busco a James porque es mi lugar seguro. Sentado en una posición relajada, echa la cabeza hacia atrás y me guiña un ojo. No lo entiendo, ¿Me está provocando? Él realmente no piensa que vaya a hacerlo. ¿Cree que no puedo? Por favor, puedo incendiar un bosque si me lo propongo, lo cual no estaría bien porque apoyo fervientemente la causa ambiental.

Quizás es el lugar, quizás es la forma en que esto se ve como un desafío, quizás es la manera en que me pierdo en la mirada de James y cómo provoca ideas en mí que no pueden ser buenas pero de pronto, comienzo a bajar con lentitud.

Quiero bailarle a él y solo a él. Mis ojos están fijos en mi objetivo. Me dirijo al pie del micrófono y comienzo a bajar despacio.
Asciendo pronunciando el trasero hacia atrás.

El lugar, por supuesto, estalla como si acabara de llegar la mismísima Britney Spears.

My loneliness is killing me, and i must confess i still believe—comienzo a cantar.

Still believe—corea emocionada, Celina.

Un movimiento aquí de trasero, uno allá y tengo al público emocionado. Paso mi mano por mi torso y mis pechos, mientras me muevo a un ritmo pausado. Y solo puedo verlo a él. A mi mejor amigo.

Sus pupilas parecen más grandes y mantiene con mucho esfuerzo su respiración. Entonces, siento que un calor inmenso me invade. Estoy tan excitada, pero, ¿Él también lo está? Nunca me había mirado de esa forma.

Hit me baby one more time—termina la canción Celina.

Mientras recibimos los aplausos, es como si me propinaran un golpe de realidad. No hay rastro de lascividad en el ambiente. Intercambio miradas con James y lo único certero es que ninguno sabe que acaba de pasar. Él solo me mira, aún con la respiración entrecortada y entonces noto, que lo mismo me sucede a mí. Mi corazón está latiendo a mil por hora.

—Eso estuvo increíble, Liz—me asalta Celina con una felicidad incontrolable.

—Ah, s—sí...—logro pronunciar con esfuerzo—. ¿Dónde está el baño?

—Por allá—señala ella hacia quién sabe dónde con el ceño fruncido—. ¿Estás...

Dejo el micrófono sobre el parlante, a la pelirroja hablando sola y literalmente salgo corriendo hacia el baño, que ni tengo noción de dónde está porque lo único que pensaba cuando Celina me indicó su dirección era en las ganas que tenía de sumergirme en un balde de agua.

Por suerte, doblo en un pasillo y llego al tocador de damas. Mi pecho se contrae mientras contengo la angustia y me acerco al lavamanos, temblando como una hoja. No hay nadie aquí, lo cual agradezco.

¿Qué acabo de hacer? Qué estúpido, siento verguenza ajena. Lo peor es que no puedo describir con exactitud lo que me sucede. Aún me invade un abrumador deseo y a la vez, no quiero salir jamás de este baño. Me encantaría arrojarme encima de él y besarlo, al mismo tiempo que me gustaría correr hacia el hotel. Quisiera que me abrace para luego apartarlo y huir.

Al final lo entiendo, soy una cobarde. Estoy aterrada de haber sido directa, estoy aterrada ante la idea de que James me rechacé y aún más de que él sienta lo mismo que yo.

Unas lagrimas se escapan de mis ojos.

¿Por qué tuve que exponerme así? ¿Hay algún momento en la vida en que nos dejamos de empujar a nosotros mismos a hacer cosas que pueden tener consecuencias? ¿Esto siempre es prueba y error, no? Pero me gustaría que no fuera de ese modo, sino que mi cerebro tuviera una alarma que sonara cada vez que lo que voy a hacer es perjudicial para mí.

Mi cadena de pensamientos se corta cuando la puerta del baño se abre e ingresa un grupo de chicas.

Entonces, meneo la cabeza, pongo la mente en blanco y abro el grifo del agua. Coloco un poco de agua sobre mi nuca y me obligo a guardar la calma.

Todo está bien, me repito a mí misma. Si algo he aprendido en este punto de mi vida es a no verme afligida por cosas que no puedo manejar. Lo hecho, hecho está.

Cierro el grifo y tiro la toalla de papel con la
que sequé mi manos al bote de basura.

Se abre nuevo plan: irse del restaurante por la puerta trasera.

Salgo al pasillo, con los ánimos por el piso cuando mi rostro choca contra una enorme pared de carne. Es el pecho de alguien. No quiero alzar la vista porque la camisa blanca me da un indicio de quién se trata, pero lo hago.

—H—Hola—Sale de mi boca.

Él me mira, atento y suspira.

—Vengo a traerte esto—me muestra el billete.

Aplasto los labios.

—No lo quiero—Meneo la cabeza.

Avanza y retrocedo hasta que mi espalda choca contra la pared. Su cercanía me tiene la cabeza dando vueltas y como si fuera poco, el aroma a su perfume está anulando mis sentidos.

Abro los ojos atenta a sus movimientos: baja la mano hasta el borde de mi pantalón. Las yemas de sus dedos rozan la piel de mi estomago y las ganas de que me quite los jeans son inmensas. Pero no lo hace, deposita el billete enrollado en el espacio que existe entre mi piel y las costuras.

Como si lo que acabara de ser no fuera de alto voltaje, sus labios se pegan a mi oreja. Siento su exhalación pesada mover los mechones de mi cabello.

—No me provoques—susurra.

Y ya no sé si se refiere al billete o al baile. Lo veo apartarse con lentitud y me lleno de coraje para preguntarle lo que quiero saber.

—¿Qué te pareció aquello?—le pregunto, masticando mi labio inferior.

Lleva las manos a sus bolsillos.

—¿Qué cosa?—Se hace el tonto.

—Lo que pasó.

—¿Quieres saber mi opinión sobre tu baile?—las comisuras de su boca se alzan en una sonrisa.

Desvío la mirada.

—No—susurro, avergonzada mientras me cruzo de brazos.

Sin previo aviso, deposita un pequeño beso en la coronilla de mi cabeza. Mis mejillas están encendidas. Lleva una mano a mi mentón y me obliga, con suavidad, a mirarlo.

—Siempre serás la inocente Lizzie para mí—me observa mientras me da una sonrisa de boca cerrada—. Y yo siempre voy a protegerte.

Me guiña el ojo y acto seguido, se aleja con lentitud. Me toma unos segundos hasta que me despierto de mi trance para seguirle el paso.

Mientras volvemos a la mesa, volteo hacia el escenario, para comprobar que la táctica de Celina funcionó, ahora hay una pareja desconocida cantando "Sugar Sugar".

—¡Ahí estás!—exclama Celina cuando sus ojos dan conmigo—. Oigan, ahora que vino Liz, pueden decirme, ¿Qué les pareció nuestra performance?

James toma asiento y yo hago lo mismo.

—Me encanto, fue como ver a dos divas—elogia Dove.

—Dos divas retiradas—corrige Jess.

—Yo creo que estuvimos fantásticas—se autocompadece ella.

—Muy mala—Sacude la cabeza Keyle, divertido.

En eso, aparece Grant con la botella de tequila y unos shots.

—Aquí tienen señoritas, por su asombrosa presentación—deposita en la mesa, la bandeja.

—Mis heroínas—cambia de opinión, Keyle.

—Oye, tú podrías ser stripper—me sonríe Grant, antes de irse.

Abro mucho los ojos mientras la mesa estalla en carcajadas.

—¿Será eso algo bueno? —pregunto, corroída.

—En el idioma de los hombres, seguro—Pone los ojos en blanco, Meghan.

—Es cierto—concuerda Matt.

—Qué barbaridad, en mis tiempos te recitaban a Neruda—comenta sorprendida, Mandy.

Los muchachos comienzan a servir los shots. James toma uno como si fuera agua, y yo solo me pregunto, ¿De dónde salió esa repentina desesperación por emborracharse?

—A mí me encantó—elogia Jake.

Ella le da su mejor sonrisa.

—Dominado—lo insulta Gulliver mientras carraspea.

Celina sacude la cabeza.

—De acuerdo, quiero que lo superen—los provoca a Keyle, Gulliver y Matt.

Aunque James, Dove y Jess también se burlaron, ella no lo toma en cuenta. Que no se note el favoritismo.

—No podrían con tanto talento—se jacta, Key. Pasa de forma lenta una mano por su torso.

—¿En serio quieres que las humillemos así?—amenaza Matt.

—Adelante—los alienta.

Cuando la pareja se despide de los micrófonos, ellos van al ataque. No lo piensan dos veces, Matt pide el track número cinco y por las bocinas comienza a sonar una canción de reggaeton. Matt y Key empiezan a darlo todo, y cuando digo todo es todo. Literalmente bailan y saltan, hasta perrean entre ellos. Gulliver es más retraído, aunque eso no le prohíbe hacer payasadas de vez en cuando.

—Dios, es excelentemente malo, no sé si quiero arrancarme los ojos o seguir mirando—se queja James mientras se ríe.

El público se vuelve loco, hay risas por todo el lugar y el lugar estalla en aplausos cada vez que Key pretende hacer un solo.

En la mitad de la canción, tanto Mandy como Russell se despiden. Al parecer, ya son muy grandes para aguantar estos "trotes" como afirma el señor Foster.

Cuando el espectáculo termina, lágrimas de risa asaltan mis ojos. Es que no puedo evitarlo.

—Cantaron tan mal que hasta espantaron a mis padres—bromea Jake, aunque lleva una expresión seria en el rostro.

—No me digas que se fueron—Menea la cabeza con desaprobación, Keyle—. No saben apreciar el verdadero arte.

Luego, toma un shot de tequila de una sentada.

—Foster, no vinimos a que estés sentado con esa cara de pocos amigos—expresa Matt—. Cuando baje ese grupo, vamos de nuevo.

—Ni loco—niega Jake.

—No me queda claro, ¿Vienes a festejar una boda o un velorio?—lo molesta, Matt.

Menea la cabeza, completamente negado hasta que se detiene y una sonrisa maliciosa se planta en su rostro.

—Muy gracioso, ¿Saben? La única forma en que yo suba a ese escenario es si él lo hace—señala a James.

Él se echa a reír.

—Sí claro, parece que el alcohol te está afectando—se burla.

—Entonces no—Hace un gesto de negación que significa "¿Ven? No hay nada que hacer".

Todas las miradas caen en él.

—Vamos, James—insiste Dove.

—¿Qué pierdes? Dignidad nunca tuvimos—Jess siempre tan acertada.

Los muchachos no son tan manipuladores, ellos son de meter presión y comienzan a canturrear: ¡James! ¡James! ¡James! Me uno al cuarto grito y aliento con la mano.

—Por favor—le suplica la pelirroja haciendo un puchero.

Se nota en las facciones de su rostro que las palabras atraviesan su pecho y lo hacen vacilar. Atentos, un "por favor" y ya lo tiene a sus pies.

El estómago se me revuelve, pero lo dejo de lado, no vine a deprimirme. Voy a olvidar este problema por el momento.

—Una sola—advierte él—. Pero déjenme tomar mínimo tres shots antes.

Cel da palmaditas de felicidad. Los demás se emocionan y gritan.

Cuando la música termina, deciden que irán primero Meghan, Celina, Dove y Jessica antes de la gran entrada de los hermanos. Aunque me invitan a subir de nuevo, me niego al instante.

Las muchachas comienzan a cantar Amor a la mexicana, lo cual me parece sumamente divertido y por otro lado, fuera de bromas, cuando volteo a un costado, veo a James beber dos shots seguidos. Entonces, era cierto.

—¡La rubia es mía!—exclama Matt desde su asiento.

Por los altavoces, resuena la risa de Dove.

Las chicas terminan con su debut y vuelven a sentarse. Ahora sí, el momento ha llegado.

—No trates de opacarme, eh—lo amenaza Jake, poniéndose de pie y acomodando su ropa.

—Haré lo que pueda, pero como sabes, irradio luz naturalmente—le contesta entre dientes.

Su hermano mayor se dirige al lugar, James alarga el brazo y toma su último shot antes de seguirlo.

—James va más borracho—alega Gulliver.

No va a dormir conmigo, de nuevo.

—Y no lo han visto en su peor momento—sale de mi boca, así, de la nada.

—¿Alguna información que podamos usar en su contra, Liz?—pregunta Keyle.

—Ya se me ocurrirá algo—bromeo.

Ellos se posicionan en el escenario. James lleva la expresión típica que hace un adolescente cuando lo arrastran a alguna clase de actividad humillante.

—Por lo que más quieras, Dove, saca la cámara—juega Matt y ella toma su celular al instante, apuntando en dirección al escenario.

Ambos toman un micrófono.

Jake y James repasan con los ojos la lista y el último le hace una seña para que coloque el track número doce. Grant replica con el pulgar de que ha entendido.

La canción comienza, al principio, se los ve muy fríos. Pero los aplausos de los demás comensales los hacen soltarse poco a poco.

Así, las primeras melodías de Jessie's girl comienza a sonar.

Ay no.

Jake frunce el ceño y sonríe, confundido.

Jessie is a friend. Yeah, I know, he's been a good friend of mine—canta James sin pudor alguno mientras se apoya en un parlante con una actitud soberbia—. But lately something's changed that ain't hard to define. Jessie's got himself a girl and I want to make her mine.

Abro mucho los ojos. La canción habla de que quiere acostarse con la novia de su amigo. Esta es una indirecta para Jake. ¿Se volvió loco? Observo alrededor para ver si alguien lo ha notado, pero por suerte soy la única. Los demás están bailando.

And she's watching him with those eyes
And she's loving him with that body, I just know it—sigue cantando, James—. Yeah, and he's holding her in his arms late, late at night. You know, I wish that I had...

Jessie's girl—Jake se une y las voces de ambos se convierten en una—. I wish that I had Jessie's girl. Where can I find a woman like that?

Es turno de Jake, el mismo se adelanta y le envía un beso a Celina, ella se ríe.

Acerca el micrófono a su boca y cuando está a punto de cantar la segunda parte de la canción, adquiere una expresión parecida a la de un niño que vió un fantasma: Ojos grandes, boca abierta y la mirada de incredulidad.

—¿Rose?—es lo único que dice.

Volteamos hacia la entrada, donde encuentro a Raven y delante de él, la silueta de una mujer que me resulta conocida.

Rose.

—Mejor, apaga eso—le dice Matt a su novia.

Ella baja con lentitud el teléfono.

Confirmado: la ex novia de Jake está aquí.

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¡Holi!, ¿Les está gustando la novela? A mí me está costando llevarle el ritmo con todas las tareas universitarias pero me dí cuenta que se está convirtiendo en mi lugar seguro. No lo sé.

En fin, la segunda parte la traeré en cuanto pueda, ni bien me libere un poco de los profesores.

Los amo, gracias por apoyarme en esta travesía, a veces me dan ganas de abandonar mi sueño, pero sus comentarios y estrellitas me dan aliento a seguir <3.

-Sofi (La escritora).

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