Capítulo 3: Algo inesperado...
Me quedé petrificada cuando del auto salieron tres chicos que cubrían sus rostros con máscaras negras. Usaban sudaderas con el nombre de «los bandidos », sus miradas eran negras, oscuras y todos tenían una banda blanca en el antebrazo izquierdo. Una gota de sangre bajó por mi frente, y al llevar la mano a mi cabeza noté la herida del termo, pero la adrenalina del momento suprimió el dolor. Se acercaron a mi, mientras yo retrocedía, mi corazón latía tan fuerte que la herida también lo hacia.
—¿Es ella? —preguntó uno de ellos mientras tomaba un bate de beisbol.
—Eso dice el localizador, ¿no?
—Tengo mis dudas, creo que no es ella...
Uno de los chicos se acercó a mi y yo lo único que pude hacer fue correr menos de un kilometro. Sus manos fuertes me atraparon, alzándome un poco mientras yo intentaba zafarme.
—Tranquila chica rica, solo dolerá un poco. Así tu feje aprenderá a que no debe meterse con el mío—Se colocó encima mientras los otros tomaban mis brazos para detenerme.
Intenté gritar pero uno de ellos me tapó la boca con una media. Pensé que moriría al ver que el chico del bate cuadrándose para golpear mi rostro, pero sus ojos vieron los míos por unos instantes. La suplica que emanaba mi mirada y mi llanto ablandó su corazón, o tal vez, se dio cuenta de algo.
—Esperen chicos, tenía razón, no es ella. —Bajó el bate de beisbol.
—¿Cómo que no?, lleva su camisa, ¿Estás seguro?, si el jefe se entera que fracasamos en esta tarea, sabes lo que nos hará ¿no?
Aquel chico empujó a los otros dos, haciendo que me soltaran. Me incorporó y colocó sus manos en mis hombros.
—Te quitaré la mordaza, pero si gritas o intentas correr, juro que te mato, ¿captas? —Sus ojos eran decisivos, con algo peculiar...uno era azul agua marina y otro era marrón.
No sentía mi cuerpo pero al parecer pude asentir con la cabeza. Me quitó la mordaza y mis impulsos de salir corriendo eran enormes, pero sabía que serían inútiles. Había caído en una trampa ajena a mi vida, y no sabía como iba a terminar.
—¿Cómo te llamas? —preguntó otro de los chicos.
Dudé si responder. Era una situación de vida o muerte, y la muerte estaba más cerca que nada
Pero el chico con heterocromía, notó que llevaba un collar con mi nombre. Noté que detrás de aquella máscara había una sonrisa no tan amigable.
—Lucy...¡la hemos cagado!
Uno de ellos gritó y en su enojo, le dio una patada a las llantas del auto. Yo me sentía en una especie de juego macabro, quería correr, pero mis piernas no respondían. De repente, todo se nubló y sentí que el piso estaba cada vez más cerca. Sentí unos brazos que tomaron mi cuerpo antes de la caída, y logré escuchar algunas cosas antes de desvanecerme por completo.
—Lo que nos faltaba, ¡si no le hemos hecho nada!
—Tiene una herida en la cabeza, al parecer hoy no fue su día.
—¿Y porqué lleva su camisa?, ¡maldita sea!, ese Gio escurridizo, seguro descubrió el localizador y lo colocó en ahí, atrasó todo...¡no se va a salir con la suya!, dejémosla aquí, y vámonos ya.
—No podemos dejarla aquí, está herida.
—¿Estás loco?, somos chicos malos, pero con los que se meten con nosotros. ¡Está herida!
Sentí cómo me metían en su auto y lo último que recuerdo, es que uno de ellos me susurró:
—Hoy no ha sido tu día, pequeña Lucy.
..............................................
Desperté por un fuerte dolor de cabeza. Me encontraba en mi cuarto en penumbra. A mi lado, mi padre estaba dormido en una silla con su cigarrillo encendido. Sus ronquidos eran fuertes, lo que hizo que mi cabeza doliera un poco más. Noté que en mi cabeza justo en la herida tenía unos puntos, ¿había estado en el hospital?, y confirmé mi pregunta al ver una vía en mis brazos.
No podía recordar que había pasado...sólo que estaba en el gimnasio y de repente ya todo se había tornado un poco confuso. Mi cuerpo dolía como si me hubieran molido a palos, debía descubrir que había pasado, pero...cuando intentaba pensar, el dolor se apoderaba de mi. Mi padre despertó y se alteró un poco.
—Lucy, ¿Cómo te sientes? —la preocupación se reflejaba en sus ojos.
—¿Qué paso? —dije reincorporándome de la cama.
Mi padre exhaló y apagó el cigarrillo como signo de ansiedad.
—Te atacaron unos vándalos, te hirieron la cabeza y te tuvieron que tomar unos puntos...
Había algo más que no me estaba diciendo, pero el teléfono sonó y el fue a tomarlo.
Me paré de la cama y escuché un poco la conversación de mi padre
—Losé, se que fueron ellos, he tratado de mantener alejada a mi Lucy de todo esto, pero al parecer no es tan sencillo. Necesito que la cuides...por los viejos tiempos.
No sabia a qué se refería, pero supuse era algo que me había ocultado por mucho tiempo. Mi madre había muerto hace un año, y yo estaba sola con él. Tratar de recordar a mi madre también me hacía doler la cabeza, pensar se había vuelto un poco doloroso. Intenté regresar a la cama y el bolso del hospital estaba ahí...con una reluciente carpeta. La tomé y me fui al baño para que mi padre no viera. Era mi resumen médico. Al parecer, anoche me golpearon tan fuerte en la cabeza que tuvieron que poner 30 puntos de sutura. Y al seguir leyendo, dejé caer la hoja de la impresión:
«Paciente femenina de dieciocho años, acude a emergencia por presentar herida en región frontal en la cual se realizó sutura. Se le administra Alprazolam y quetiapina. CONDUCTA AGRESIVA, tratamiento a tomar para la casa: serotonina y la pastilla verde»
—¿Agresiva yo?, que buena broma.
Salí del baño y encontré a mi padre en frente de mi. Su semblante era serio, y al ver el papel, extendió la mano para guardar la hoja de egreso del hospital.
—¿ Recuerdas algo de esa noche?, quiero saber si te hicieron daño, digo, otro tipo de Daño —dijo cuando me toqué la cabeza.
Sabía a qué se refería, pero no recordaba nada, solo que había estado en el gimnasio...incluso no recordaba cuánto tiempo había estado ahí.
—No...no recuerdo que pasó.
—Escucha, voy a protegerte, sólo no hagas nada inusual, y con eso quiero decir que no debes caminar sola. Esta ciudad es peligrosa y tú no sabes andar en ella.
—¿Algo que debas contarme que no sepa? —pregunté nerviosa.
Mi padre hizo una mueca de preocupación y luego una de disgusto. No dijo nada hasta llegar a la puerta de mi habitación.
—A veces, es mejor no saber.
Me tomé un mes completo de reposo. Un mes en dónde estuve curando mis heridas, y dónde decidí fortalecerme. Para cuándo retiraron mis puntos, a los 15 días, decidí hacer un poco de yoga y luego, salir a caminar por mi casa. No podía recordar muchas cosas, solo veía en mis recuerdos constantes, un par de ojos hermosos, uno marrón y otro azul, pero tal vez eran de una película.
Un día, recibí un mensaje en mi Instagram de un tal Chico malo. Me daba la impresión de haber conocido ese nombre, incluso al entrar a su perfil, y ver semejante Adonis, supe que ya lo conocía pero. ... ¿ Quién era Chico malo?
«Hola. ..¿Estás bien?, tiempo sin verte en el gimnasio. Espero que el golpe de la otra vez, no haya hecho nada, disculpa de verdad»
Aquello me dejó un poco intrigada. Yo no era agresiva, me habían golpeado y el sabía quién había sido...
«Hola, gracias por preocuparte. Estaré allá hoy mismo»
«Muero por verte de nuevo»
Aquello me dejó un poco sorprendida. No recordaba mucho sobre él, pero por su apariencia física dudaba que el saliera o estuviera interesado en mi. Mi padre no estuvo muy de acuerdo de que yo fuera, pero accedió al final y hasta me dio dinero para pagar el mes. Al llegar al gimnasio, era como si mi cuerpo supiera como debía entrar, hasta sabía el locker que siempre usaba. Incluso, me sabía algunas rutinas, sólo que no recordaba mucho. Tomé una mancuerna pensando si hacer ejercicio o esperar al supuesto Chico malo, pero justo, sentí a alguien detrás de mi.
—Lucy, ¿Lista para el entrenamiento?, soy tu entrenador.
Un chico alto, corpulento, de cabellos azabache, y lisos estaba frente a mi, cruzado de brazos y con una enorme sonrisa. ¿Tenía entrenador? ¿Cómo pagaba eso antes?
—Yo...
—Hoy tenemos muchas cosas que hacer —Me miró de arriba abajo—, te daré una dieta también.
Debo decir que el entrenador me daba un poco de miedo. Debía tener unos veintisiete años, pero su semblante parecía estar molesto la mayoría del tiempo. Su mirada era retadora, y no me quitaba la vista de encima. Me llevó a unas máquinas y estuvo conmigo siempre. Su entrenamiento era rudo, estilo militar y yo no podía más. Sentía que mi corazón iba a salirse de mi cuerpo y que mis músculos explotarían, cuando visualicé, a lo lejos al chico del Instagram. Se reía con sus amigos y tenía actitud despreocupada, apoyado en una pared. Sus amigos y el parecían modelos de revista. Una chica rubia muy linda apareció y lo abrazó, pero no fue cuando sus ojos hicieron contactos con los míos que ella lo besó en frente de todos. ¿Me estaba tratando de dar celos?, era obvio que yo los conocía, pero no podía recordar mucho de ellos...aunque mi corazón parecía que sí.
Estuve con mi nuevo entrenador durante hora y media hasta que, mi corazón no podía más. Me fui a tomar agua para respirar un poco y organizar mis pensamientos cuando sentí un empujón leve en el hombro.
—Con que ahora tienes entrenador, y no soy yo, me entristece un poco eso pero supongo que después de lo que pasó, no te sentirías a gusto conmigo. —El adonis parecía hablarme con sinceridad, entonces mi curiosidad despertó.
—Lo siento es que...—tuve que ser sincera—, no recuerdo lo que pasó.
Me miró por unos minutos, y luego sonrió de forma sardónica. Se pasó las menos por el cabello sudado y tomó mi mano para llevarla a su pecho. Yo me sentí un poco nerviosa e incomoda, porque justo en ese momento llegó la chica rubia con dos amigas. Su mirada me penetró como una navaja e instintivamente solté mi mano.
—Pero mira quien volvió al gimnasio y con ganas de quitarme a mi novio, cerdita.
Las otras chicas rieron, pero el chico malo la tomó por el antebrazo.
—Ana, no le digas así, yo solo me disculpaba por lo de la otra vez.
—No deberías disculparte, no fue tu culpa —le dijo en tono autoritario y luego lo besó.
Me alejé de aquellas personas. No me infundían seguridad. Así que fui a la fuente de soda para tomarme un vaso de proteína y estando en las mesas, unos chicos pasaron diciendo comentarios un poco hirientes sobre mi cuerpo, riéndose y mirándome con desprecio. La verdad es que si estaba un poco pasada de kilos, pero ¿porqué debían recordármelo?, lágrimas salieron de mis ojos y empecé a recordar unos fragmentos de la noche en que llegué al hospital. La imagen de el chico malo acorralándome en un vestidor y dándome su camisa me hizo sonrojar. Mi cabeza empezó a doler ante el esfuerzo que estaba haciendo, y justo me iba a levantar cuando algo me empujó fuerte, haciendo que cayera en el piso. La rubia y sus amigas estaban justo ahí, en frente de mi, con cara desafiante.
—Espero que no le vuelvas a hablar a mi querido Gio. Te lo advertí, ¿y que hiciste?, te hiciste la sufrida y volviste para engatusarlo cerdita. Pero a el no le gustan las gordas como tu.
Sentí la ira contenida y grité:
—¡Eres patética, si estuvieras segura de tu relación no me hicieras esto!
Ella apretó los puños y fue directo a golpearme, pero mi entrenador salió de repente y la atrapó en seco. Su fuerza fue tal, que la sentó en una silla, las otras chicas se fueron nerviosas . Me estrechó la mano con preocupación.
—¿Estás bien?, te hizo daño? –Su tono era sincero.
—No, solo quiero irme de aquí.
Se volteó y enfrentó a Ana
—Vuelves a tocarla, y ...
—¿Y que?, eres un traidor —le escupió en la cara, ¿se conocían?—, ahora trabajas con cualquiera.
Mi entrenador se limpió la cara y la miró con más profundidad en las pupilas.
—Vuelves a tocarla y te mato Ana. No pude aquella vez, pero ganas no me faltan.
Ella me vio de reojo y vi sus puños cerrados con fuerza. Mi entrenador me tomó del brazo y me llevó a su auto. Empezó a conducir a gran velocidad. Me sorprendió cuando llegamos a mi casa porque sabia donde vivía, pero a pesar de ello, no dije palabra alguna. Y justo cuando llegamos al porche de mi casa, y quise preguntar como había llegado sin yo habérselo dicho, me dijo:
—No debes dejar que se burlen de ti.
—No se pelear, y además, no quiero hacerlo.
—Aunque no lo creas —me sonrió—, debes aprender, yo puedo enseñarte Lucy. Te voy a entrenar para que en este tipo de situaciones, logres salir adelante tu sola.
Lo miré por unos minutos, y antes de bajarme le pregunté
—¿Cómo supiste donde vivía?
El suspiró
—Hay muchas cosas que no sabes, y algunas son mejores no saberlas.
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