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Capítulo 28: Flahsback

Fábrica Lombardi unas horas atrás.

Leo se había adentrado en aquella fábrica en búsqueda de algo que le pertenecía y quería desde hace mucho tiempo: su libertad. Era un hombre que había ocultado muchas cosas, y que actuaba en función de su única piedra en el zapato. Aquella persona que lo había manipulado desde el principio, desde la parte psicológica. Se había adueñado de su psiquis, de sus sentimientos. Le había enseñado de los placeres del sexo, desvirgando todos sus sentidos. Lo había metido en el mundo de sadomasoquismo, del sexo duro, incluso de las drogas, a cambio de protección e inmunidad. Era una persona que desde el principio lo marcó de su propiedad, y que él, en su vulnerabilidad, se dejó seducir al principio por sus deseos carnales. Pero ahora, quería su libertad. Entró sigiloso, sabiendo que lo esperaban, Leoncio y sus hombres. Sin embargo, los conocía a todos. Había luchado contra todos sus hombres porque se formó con ellos, y sabía que ninguno podía ganarle. Llevaba sus chalecos salvavidas e incluso, algo que nadie sabía, el en una oportunidad acudió a un cirujano plástico, aquel que le fue quitado su licencia por experimentar y le incrustó una sustancia que endurecía sus huesos a tal nivel, que ni una bala podía traspasarlos. Por eso el, era más fuerte que una persona promedio, y nadie lo sabía.

También sabía que Vito no se encontraba ahí. Y que era una mísera trampa. No le había dicho a Lucy que su padre siempre había operado desde su guarida, aunque era probable que estuviera muy cerca. Y su debilidad hacia Ana también le preocupaba un poco. A pesar de todo, el estaba dispuesto a protegerla, porque ella era manipulada por los Lombardi. Quería sacarla de ahí, para que hiciera su vida, después de todo, ella llevó su hijo en su vientre por cuatro meses. Y sí, era probable que Leoncio, un hombre machista que tenía mano dura con hombres y mujeres, la estuviera golpeando y torturando. Mientras se adentraba a la fábrica, suspiró por arriesgar su vida por ella, a pesar de que ella lo estaba traicionando. En su mente pasó la idea de que le dio la clave del pen drive a Rey y este seguramente la iba a traicionar por tener la riqueza e inmunidad.

—Eres una tonta Ana —dijo en voz baja.

Prendió sus lentes para ver en la oscuridad, y  caminó sigiloso esquivando todas las líneas rojas de seguridad. Sostuvo su arma siempre lista para empezar la batalla. Y justo al final del pasillo donde se encontraba, vio a Ana amarrada y golpeada. En su pecho sintió, una opresión y deseo de venganza. El se había prometido no sentir nada por nadie, pero le fue inevitable. Unas manos aprovecharon su momento de debilidad y lo arrastraron hacia un cuarto pequeño. Lo empujaron sutil hacia una pared y sintió unos labios que besaban con fervor los suyos y unas manos que tocaban su periné.

—Shhhh, mi esposo está cerca. Te está esperando para aniquilarte, ¿Porqué viniste si sabías que era una trampa? me sorprende de ti —susurró Joana.

—Losé, no soy tonto. Solo vine por Ana y...a que me liberes de una vez por todas. —Al decir esto, tomó a Joana por el cuello y la levantó.

Joana le había colocado un chip que liberaba una sustancia en Leo, que lo hacía obedecerlo. El había sabido controlarlo pero no podía quitárselo. Intentó hacerlo varias veces pero la sustancia era adictiva. Él también había desarrollado hacia Joana el síndrome de Estocolmo, pero su sed de venganza y un nuevo sentimiento que desconocía: el amor, lo habían hecho despertar poco a poco. El síndrome de Estocolmo, es decir, sabía que Joana era mala, perversa, pero le gustaba a pesar de su maltrato psicológico y manipulación. Porque ella lo usaba sexualmente cuando se le antojara y también, para algunas misiones de ella. Leo siempre había obedecido, era fiel a su dueña, solo que ahora, una persona le había enseñado que el sentimiento del amor, era más fuerte.

—Pues, que lástima. No quiero hacer eso. Suéltame —Leo apretó su cuello y obedeció después de pocos segundos. Joana se tocó el cuello y le sonrió—, buen chico, ahora mira lo que vamos hacer —sus manos se fueron al pecho de Leo para tocarlo—, irás con las manos arriba y te vas a rendir. Leoncio no te hará nada si tú cooperas. Te necesita. Y yo, te voy a proteger con esto— le mostró un aparato que electrocuta a las personas—, se que no te hará nada pero tú te harás el herido. Y caerás al suelo. Luego  —le dio un dulce beso, mientras Leo apretaba sus puños—, te encerraré y nos iremos en dos horas a buscar el dulce paraíso de Vito, ¿De acuerdo?

—¿Y Ana? —No iba a dejarla.
—Olvídate de ella, es chica muerta. Leoncio descubrió que tenía el pen drive y ya se cansó de ella. Además, Rey le dio la clave.

—¿Y si me niego? —Preguntó, sabiendo que ella estaba apretando el interruptor de la droga que lo hacía obedecer. Pero Leo ya sabía controlar un poco aquella sensación.

—Si te niegas, mato a la chica que tienes en el auto allá afuera. Así es, sé que te gusta pequeño Romeo. Y afuera tengo a mis hombres dispuestos a disparar y explotar el auto. Así que si no obedeces, ella se muere.

Leo cambio su actitud corporal y estuvo a punto de tomarla nuevamente por el cuello pero ella le mostró un botón.

—Ah, si me vuelves a tocar, la mato. Sabes que no me importa asesinar a tus amantes. Las odio con locura. Porque tú eres mío, tu pene es mío, tus labios son míos.

—No puedes matarla, ella no es quien crees.

Joana levantó una ceja y lo miró.

—¿Quién es ella?

El gritó de Ana y el sonido de un golpe seco interrumpió la conversación. Leo intentó salir al escuchar eso pero Joana lo detuvo.

—Haz lo que te digo. Saldré en unos minutos, recuerda que si no lo haces, mato aquella chica , no me importa quien sea.

Leo apretó su mandíbula al escuchar eso. No había contado con ese factor sorpresa en su plan. Debía salvar a Ana y a Lucy. «Maldición» , pensó. Así que no tuvo otra opción que hacerle caso a Joana. Debía mantenerse vivo por ellas, en ese momento, dejó a un lado toda su venganza y sus planes, y pensó en sus dos chicas. Sin el no iban a sobrevivir. Debía salvarlas. Así que salió y se colocó las manos en la nunca. Miró a Ana golpeada y sintió ganas de matar a Leoncio.

Las luces se prendieron y salieron varios hombres. Leoncio caminó desde el interior de la fábrica y mando con sus manos a tomar a Leo. El se dejó apresar. Pensó que lo iban a golpear pero solo recibió un golpe seco en la mandíbula y lo hicieron arrodillarse para colocarle unos grilletes en las muñecas.

—Vaya vaya, el buen hijo que regresa a su casa, después de la traición más grande, finalmente estás aquí. Y sé que viniste por Ana, que asco me das. No debes nunca, dar tu brazo a torcer por ninguna persona, y menos si es por una mujer. ¿Ves lo que sucede? Las mujeres te traicionan —levantó el rostro de Ana por su mentón. Leo se empezó a mover y su rostro enfurecido se tiñó de rojo,  ¿Esta no fue la mujer que te iba a dar un hijo y lo abortó?, Aún así estás aquí por ella. — escupió en el suelo— las mujeres son basura. Solo sirven para procrear. No pueden pelear, te traicionan cuando pueden, así que yo las colecciono. Y cuando no me sirve una, la desecho y busco a otra. ¡Deberías aprender de mi! —gritó.

Leo cerró los ojos ante tales palabras. Leoncio era un cretino. Si algo le molestaba era que hablara mal de las mujeres. Incluso en las misiones donde debía matarlas, no lo hacía y las dejaba escapar. Agradeció siempre que ninguna había ido en su contra. A la única que intentó asesinar, e incluso no pudo, fue a Lucy. Y lo había hecho en nombre de su madre. Sin embargo, su vulnerabilidad fue determinante para no hacerlo.

—Eres una bestia malnacida —dijo Leo entre dientes.

—Y tu, ya es tiempo de que aprendas la lección  —Leoncio empuñó el arma y lo apuntó entre ceja y ceja.

Leo cerró los ojos confiado del plan de Joana , pero se heló al escuchar una explosión. Joana había encendido el interruptor y el auto donde estaba Lucy había explotado. Abrió los ojos de un solo golpe y cuando estuvo dispuesto a matar a todo el que se le atravesara para ir por Lucy,  vio a Joana enfrente de él, quien al ver a Leoncio apuntar a Leo, y quitarle el seguro a la pistola, gritó:

—¡No lo mates! El es mío —Pasó el artefacto y electrocutó a Leo. Este se sorprendió porque no solo lo electrocutó y lo dejó inmóvil, tuvo parálisis muscular. Joana había colocado una toxina para que él no se moviera. Sintió impotencia al haberle fallado a Lucy. Pensó en ella en el auto, obedeciendo, y por primera vez, quiso pensar que ella hubiera sido la misma chica rebelde y hubiera salido del auto. Soltó una lágrima en pensar que ella estuviera muerta, pero no podía moverse, ni hablar, y luego de unos segundos, notó que perdía el conocimiento —, contra mi cadáver le harás daño.

—Tu protegido. Siempre lo has protegido. ¡El no es tu hijo!

—Pues es como si lo fuera. Y lo protejo tanto como a Gio. ¿ Que harás al respecto?

Leoncio apretó el puño y estuvo a punto de golpearla en la cara hasta que vio a Gio entrar al salón junto a Lucy y bajó la mano. Porque Leoncio tenía una debilidad, no le gustaba que su hijo lo viera golpeando a su madre, cosa que, había podido hacer en pocas ocasiones. Gio protegía a su madre de cualquier cosa que la dañara. Y Leoncio sabia que, algún día, todo lo que él estaba construyendo sería de Gio, así que no le convenía dañar su imagen.

—Eres repugnante —logró decir Ana, quien estaba atada.

Y Leoncio fue hacia ella para callarla.


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