Capítulo 26.2: Escape al sueño Bonvertre
Nota: actualicé el anterior. Así que Lee para que no te pierdas.
Las horas pasaron y yo permanecí encerrada en aquella habitación. Escuchaba sonidos y gritos de tortura y yo...sentía miedo. Gio entró luego de unas horas para darme agua. Estaba débil y quería ir al baño. Me dio de beber y a pesar de sus palabras, también me llevó comida. No dijo nada. Solo, me llevó al baño y me volvió a encerrar pero está vez me tapó los ojos.
-Lo siento. Todo terminará pronto. Cuando matemos a tu padre, prometo que tendrás lo mejor en mi casino. Yo cumplo mis promesas, no como Leo. Apuesto a que juró protegerte -se rio a carcajadas y luego sentí sus labios rozar los míos. No hice nada, no estaba de humor para que me golpearan. Apretó sus labios y sus manos bajaron por mi pecho. Mi respiración se aceleró, no por morbo, sino por asco y miedo -, eres mía. ¿Quién besa mejor?, apuesto a que extrañaste mis labios.
«Cerdo...» -pensé.
Luego de unas horas, abrieron la habitación y escuché a dos personas entrar. Una de ellas, reconocí la voz. Ana.
-¡Suéltame! Eres tan culpable como yo. ¡Me vendiste! Cerdo! -gritó.
-Shhh, pronto te sacaré de aquí, ¿Quieres que Gio se entere que hemos estado haciendo todo esto a sus espaldas? Prefiero que caigas tú, a qué yo lo haga. Y así, me quedaré con el crédito- Rey parecía muy seguro de si mismo- además, has pasado por todos. No eres más que una prostituta Ana. Y cuando te dieron algo valioso, lo abortaste como basura solo por un hombre.
Se escuchó un sonido de cerrojo y un alarido.
-Si yo caigo, tu lo harás también. Y no vuelvas a hablar de mi hijo, te lo prohíbo. Aquí la ventaja es que Leoncio confía más en mí que en ti.
-Sí, pero Joana te odia porque le arrebataste a su querido Leo. Y sabemos que es mejor tener de buenas a Joana, que a Leoncio y al mismo Vito. ¡Estás jodida! Pero, te sacaré de aquí. Apenas sepamos las coordenadas de Vito, iremos tras él y luego vendré por ti. Creemos que está a dos horas de aquí -una pausa y un sonido de asombro salió de su boca-, carajo - dijo por lo bajo - No estamos solos.
Me hice la desmayada, aunque falta no me hacía. Estaba deshidratada. Rey me movió y yo como pude hice un quejido.
-Está inconsciente. Tiene horas sin tomar agua y apenas ha probado comida. ¡Ya vámonos! - Alonso casi nunca hablaba, pero cuando lo hacía, me daba escalofrío por su voz tan profunda.
- ¡No me dejen aquí! Rey, te prometo darte el 80% de la fortuna pero sácame de aquí- gritó Ana desesperada.
Rey rio sarcásticamente.
-¿Porqué tendría que compartir contigo el botín? Ana, solo te use todo este tiempo. Y aprendí de ti. Usas a los hombres a tu conveniencia. Así que hazte un favor y cierra la boca.
La puerta se cerró de un golpe y el silencio reinó por unos segundos. Me moví y traté de no hacer ruido, pero mis cadenas me delataron.
-Parece que estamos solas. Qué ironía, entre tantas personas en las que pude terminar antes de morir, tenías que ser tú, cerdita -Tragué fuerte. No dije nada. No quería hablar, mi boca estaba seca así que no tenía ánimos. -Pensarás que soy una horrible persona. Te he hecho daño, a ti y a varias personas.
Pasaron varios minutos de silencio.
-¿Porqué mataste a tu hijo? -pregunté con pocas ganas de hablar.
Ella suspiró.
-Cuando conocí a Leo, mi mundo cambió...para bien. Me rescató de ese casino. Vendió su moto y pagó por mí. Nadie había hecho semejante acto por siquiera un cabello. Me conmovió tanto que me entregué a él. Su amor fue maravilloso porque él también había perdido a su madre, a su hermanita y su padre lo había agredido físicamente de niño, así que el nunca conoció el amor. Se adentró en el mundo de la mafia porque no tenía otra cosa a la cual aferrarse, sino a la venganza, a la muerte. Y su convicción de vivir se resumía en ser el mafioso mas poderoso para vengar la muerte de su madre.
-Vaya, no sabía eso de Leo -sabia que tenía un gran dolor, pero ahora entendía porque actuaba de esa forma. Incluso el porqué era tan protector. Leo tuvo una niñez difícil que quiso siempre ser amado.
-Eres una tonta, ¿Crees conocer a alguien solo por unos cuantos días con el? -empezó.
-Ana, ¡nunca te hice nada como para que me odiaras de esa forma!, no te voy a escuchar y guardaré silencio, porque eres muy mala -grité con las pocas fuerzas que tenía.
Ella se movió y unos grilletes sonaron. Estaba atada de pies a cabeza. Tan atrapada como yo.
-Me molesta tu rostro, y tu cuerpo, es todo. -dijo secamente.
-¿Algo más?
-No. Estas igual de jodida que yo. Seremos carne fresca de estos imbéciles machistas.
Yo no quería pensar en lo que me iban a hacer.
-¿Por qué abortaste? -volví a preguntar.
-Vaya que jodida impertinente eres. No creas que soy un monstro de madre. Todo fue culpa de esa idiota de Joana. Yo...no quería abortar al bebé. Pero ella me obligó, sino mataría a Leo -No supe que decir-. Leo me sacó del casino pero Joana no pudo soportar que yo estuviera con él. Así que me amenazó. Al principio, cuando no estaba embarazada, me hizo meterme en la cama de Leoncio, me ofreció como carnada para ella tener excusas de odiar a su propio marido. Porque Leoncio, ¡ja!, nunca se la coge, ella quiere irse, siempre estuvo enamorada de Vito Bonvertre, sí...Leo siempre fue su amante. Desde muy joven, fue la mujer que le enseñó lo que sabe del sexo, por eso nadie puede tocar a Leo. Joana es muy fuerte de convicción, es una mujer de contactos. Así que una vez supo de mi embarazo, me encerró en su oficina justo antes de huir con Leo.
-¿Ibas a huir con el? -la interrumpí sintiendo la lágrima caer por mi mejilla.
-Si...Leo al enterarse del bebé, se alegró tanto que, me dijo que debíamos huir de esa vida. Quería iniciar una nueva, alejada de todo ese mundo. Lo que el más quiere es una familia-escuché un sollozo-, pero Joana nos arruinó el plan. Me encerró esa noche y me dió una pastilla que provocó un fuerte dolor, a tal punto que me desmayé, y cuando desperté, estaba en una sala médica con las piernas abiertas y mucha sangre a mi lado. Sabía que Joana me había arrebatado a la fuerza a mi bebé.
Empecé a llorar en silencio. Tanto dolor y tristeza, tanta maldad de parte de Joana me repugnaba.
-Vaya...Leo debió estar muy molesto al enterarse.
-Joana, esa perra. Le entregó nuestro pequeño bebe en una caja de regalo, firmada por mí. Así que Leo siempre pensó que yo lo había hecho sola. No pude mirarlo a la cara de nuevo y me fui con Gio, que a pesar de todo, supo de mi dolor y me acogió. Terminé siendo su novia y a veces...debía meterme en la cama de Leoncio para sobrevivir. En fin, una vida de puta. ¡Qué terminará pronto!
Justo los gritos de Ana se mezclaron con varios tiros y explosiones que se escucharon a lo lejos. Gritos, y resplandor que podía ver a través de las vendas. Me moví pero fue inútil. Estaba atada con grilletes. Varios hombres corrieron por los pasillos y se escuchaban peleas entre ellos.
-¿Asustada?, reza porque alguien entre y nos dispare de una. Así moriremos rápido y no nos torturaran.
«Vaya motivación» -pensé.
Un golpe abrió la puerta de par en par y unas pisadas firmes se fueron acercando. La puerta se cerró y yo solo sudaba frío. Unas manos me acariciaron y sentí el calor de unos labios que ya me habían besado. Eran fuertes, y reclamaban algo en mí. Sus manos me apretaron a su cuerpo y yo supe que iba ser rescatada. Pero luego me dejó y fue a mi lado.
-¿Viniste a salvarme? -Preguntó Ana -, Vaya, pensé que me matarías.
Escuché como soltaba los grilletes de ella y se alejaban de mí. La puerta se cerró y yo quedé sola. Petrificada porque sabía quien había sido. Conocía aquel perfume, aquellos labios y aquella forma de tomar mi cuerpo. Pero no me desató, sino a ella...
-¡Auxilio! -grité justo al darme cuenta de que nadie iría por mi. Una explosión movió el piso donde estaba y escuché un derrumbe. La brisa rozó mi piel y mis poros se erizaron. Supuse que las ventanas se habían roto. Tiros y gritos rodeaban la oscuridad y yo volví a gritar hasta que la puerta fue tumbada a la fuerza. Un escalofrío invadió mi cuerpo al escuchar un murmullo y unas manos que apretaron la seguridad de un arma. Me preparé para lo peor y grité tan fuerte como pude. El arma sonó y la bala abrió las grillas que amarraban mis manos y caí al suelo. Mi cuerpo estaba débil y sudoroso. Parecía una gelatina por llevar como dos días sin comer. Solo me habían dado un poco de agua así que mi lengua estaba seca. Me levantaron unas manos fuertes y gordas. Unas manos que me sujetaron desde mis axilas. Otras manos me quitaron las grillas de mi cuello y de mis pies y me arroparon con un suéter. Y al final, las mimas manos que me habían levantado, me quitaron las vendas. Abrí los ojos y no pude creer a quien estaba viendo.
-¡Pa...papá! -logré decir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro