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Capítulo 14: Enfrentamiento (+21)

Desperté a la orilla de un río con mi ropa estaba hecha un desastre, no recordaba cuando había sido la última vez que me había bañado y la verdad, quería estar en casa sin saber de nada de esto. Necesitaba buscar a mi padre y huir de esta realidad que parecía un mal sueño. Caminé un buen rato y llegué a una gasolinera. Parpadeé varias veces mientras mis pupilas no podían creer lo que veía. Gio, mi Gym boy, estaba colocando gasolina justo a pocos metros de mi. Estaba solo, o por lo menos eso me pareció. Yo no podía dejar que me viera, así que me volteé y corrí.

A los pocos segundos de haber corrido, sentí que algo me golpeaba y caí hacia atrás. Gio se había abalanzado sobre mi mientras yo lo golpeaba y gritaba. Tapó mi boca y me miró a los ojos.

–¡Lucy! ¡tranquila! no quiero hacerte daño.

–¿Me estás persiguiendo? -alcancé a decir.

–Si. No te voy a mentir, pero quiero protegerte. –su voz sonaba sincera.

–¿De quién exactamente? ¿de ti? –solté con voz amenazante.

–De Leo, de mi, y... de tu padre.

Sentí que relajó su pelvis y aproveché para darle una buena patada. Empezó a retorcerse de dolor y corrí de nuevo unos metros, pero mi pie tropezó con una piedra que me hizo resbalar y para mi mala suerte, caí por una cuesta. Intenté tomar algo de donde sujetarme pero la rapidez con la que iba no me dejó, hasta que llegué nuevamente al rio. Me toqué las piernas para ver si me había fracturado, pero parecía que no, solo algunos rasguños, y al intentar pararme, escuché el sonido de unos disparos justo de donde yo había estado antes. Vi a mi alrededor y no tuve otra opción al ver que Gio me había visto, que saltar al río, la peor decisión de mi vida, ya  que me arrastró la corriente y a pesar de que yo sabía nadar, no pude sujetarme de ninguna roca. Luego, mi corazón se paralizó al ver que me acercaba a una cascada. Mi peor miedo era morir ahogada, incluso hacerme de una cascada, y ahí estaba yo.

–¡Auxilio! –grité. No sabía quien podría ayudarme en aquel momento. ¿Por qué había saltado al rio?.

Gio bajó la cuesta y empezó a correr hasta alcanzarme. Era muy veloz la verdad. Corriendo, se quitó la camisa y se lanzó de clavado. La cascada estaba a pocos metros y yo solo intentaba sujetarme de algo. Pero solo recibía golpes de las piedras, hasta que mi salvador logró tomarme del costado y con una fuerza un poco sobrehumana, nadó en contra de la corriente, pero no fue suficiente. Cada vez, la fuerza del río, justo antes de llegar a la cascada, se hacia mas y mas fuerte.

–¡Lucy, sujétate de mi!

Así hice. Grité y cerré los ojos, aferrándome a Gio, y aun así, sentí que el vacío en mi estomago me mataría esa vez. Fue una caída un poco traumática. Pero al caer, mi chico malo me sujetó tan fuerte que logré salir del río ilesa. Al salir, me tomó del brazo y le llevó entre los árboles, recostándome en una piedra. Colocó sus brazos al rededor de mi  y me miró con ojos de angustia.

–¿Estas bien? –el jadeaba mientras recuperaba el aliento. Sus cabellos mojados lo hacían ver más sexy.

–¿Quién te disparó? –pregunté al notar su herida en el hombro.

El se arrancó un pedazo de la camisa y lo enrolló justo en la herida. Lo ayudé.

–Leonardo, ¿huiste también de el?

–¿Por qué dices eso? –busqué con mi mano una piedra o algo para protegerme...por si el intentaba algo.

–Pensó que estabas conmigo, y me disparó. Ahora debemos salir de aquí, para que no nos encuentre. –Me tomó de la mano y empezó a caminar, pero yo me detuve.

–No iré a ningún lado contigo.

–Lucy, porfavor.

–¿Por favor?, tuvimos sexo, fuiste mi primera vez, y tu...¡dejaste que nos tomaran foto y que se burlaran de mi!, y lo más importante, ¡desapareciste!, ¿Crees que eso es lo que le gusta a las chicas?, yo sé que no soy como Ana, que tal vez tengo un cuerpo no tan perfecto como el de ella y me sobren algunos kilos, pero yo valgo también, y valgo mucho. Y si solo fui un juguete para ti, entonces tú eres el que no vale nada –las lágrimas corrían por mis mejillas–. Yo solo quería entrenar y bajar de peso, y mira donde estoy. En un bosque, perdida con un chico que solo quiere quedar bien el, sin importar lo demás –me solté de su mano y lo enfrenté–, yo quiero amor de verdad, una vida normal, que me quieran por lo que soy.

Me miró sorprendido por mi respuesta. Y no pasó un segundo cuando tapó mi boca y me arrastró hacia un árbol. Me hizo señal de que me mantuviera callada. Unos hombres estaban en el bosque, y para mi sorpresa, gritaban mi nombre. Gio giró junto a mi, escondiéndose de ellos, mientras el tronco del árbol nos tapaba, tuve que parpadear varias veces cuando vi una silueta de una mujer, aquella que Leo se había cogido, e intenté escaparme de las manos que me ataban, pero luego vi la escena:

Leo llegó y la silueta de aquella mujer habló.

–¿Dónde está ella?, vienes solo.

–Está segura. A salvó de ti.

Abrí los ojos de par en par, e intenté gritar pero Gio me inyectó algo justo antes de escuchar la voz de Leo. Sentí mi cuerpo entumecer y mis cuerdas vocales se congelaron. Estaba consiente, escuchaba todo, pero no podía moverme ni gritar.

–Te pedí que me la trajeras hoy – sonó un golpe seco luego de un quejido. Lo habían golpeado–, si me estás mintiendo, sabes que puedo destruirte tan fácil como te creé. Te daré una segunda oportunidad, porque sé, que se te escapó. Pequeño cachorrito.

Sentí los nudillos de Gio enterrarse en mis brazos. ¿También le gustaba aquella mujer?¿porqué estaba molesto con Leo por ella?

Gio esperó a que todos se fueran, incluso Leo, que fue en otra dirección. Me cargó en su espalda y mientras me cargaba, el efecto del veneno que me había inyectado, me hizo dormir.

Desperté en una habitación amarrada a la cama. El efecto paralizante había desaparecido, así que intenté soltarme.

–Despertaste –Gio acababa de salir del baño. Su abdomen desnudo ya no me impresionaba tanto, me había drogado, y me había amarrado a su cama-, disculpa que te inyecté una toxina paralizante pero, nos iban a ver. -dijo mientras de secaba el cabello con otra toalla. La de su cintura cayó al suelo y el no hizo nada para ocultar sus glúteos.

–¿Qué esta pasando? –no sabía que más decir, entre tantas cosas que quería decirle.

Se volteó sorprendido. Su pene fue lo primero que vi. Aquel con el que dejé de ser virgen. Se acercó y se colocó encima de mi, acercando su rostro.

–No sé que tanto sabes, pero te diré algunas cosas. Yo no soy el malo y tú eres un enigma. ¿Porqué Leo te protege tanto?, no losé. –me acarició las mejillas. -pero tienes razón. Me porté como un cretino. Esa noche, fui detrás de la otra chica y no te vi más –se levantó y fue al tocador para colocarse perfume y desodorante. Luego tomó una vela roja–, Ya no confías en mi, losé. Puedo remediarlo –dijo mientras rompía mi camisa y dejaba al aire mis senos. –Dices todas esas tonterías pero te salve de haberte ahogado, ¿la foto?, hay mejores en páginas de pornografía –decía lentamente mientras encendía la vela y la miraba–, ¿gorda?, Lucy, debes entender primero que para ser fuerte, debes amarte así como eres. Tú eres linda así, y entiendo que quieras verte mejor, pero yo te puedo ayudar en eso.

Me sentía extraña. Una parte de mi no quería disfrutar del momento, quería odiar a Gio. Pero otra parte me decía que me dejara llevar, que no me haría daño.

–¿Juguete?, si, eso sí. Eres un juguete para mí, pero uno muy especial, así que debo mantenerte alejada del peligro, que al parecer te encanta.

Derramó la cera de la vela en mis muslos. El calor que hizo gritar. Lo miré para maldecirlo y decirle que parara pero el disfrutaba verme retorcerme en su cama. Luego tomó un cubo de hielo de un vaso que estaba cerca, y lo colocó en mi monte de venus. Haciendo un recorrido. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Calor y frío. Era como Gio y Leo. Ambos me atormentaban, pero me excitaban. Con su mano y el cubo de hielo, acarició mi parte íntima de forma suave. Nunca pensé que me iba a gustar eso, pero... sí. De hecho, empecé a disfrutar del momento.

Sentí el calor nuevamente de la cera pero esta vez entre mis senos. El dolor me hizo gritar y de inmediato, el frío rozó mis pezones, haciendo que me humedeciera un poco más.

–Así es esto. Te debo una segunda primera vez. Y esta será mejor. Tu no quieres amor conmigo, tu quieres jugar. por eso, eres mi juguete. ¿estoy en lo correcto?

Su pene endureció, e introdujo el cubo de hielo en su boca. Luego se colocó justo entre mis piernas y besó mi bajo vientre. Con las manos amarradas, me aferré a la cama mientras sentía el ardor recorrer mis piernas, bajo el efecto de su fría lengua experimentada. Mis senos parecían una masa de plastilina en sus manos, y luego, cuando gemí del orgasmo, el, sin piedad, me penetró. Primero suave, y luego un poco más salvaje. Con cada embestida, mis senos bailaban. Su rostro, sus brazos tonificados que dejaban ver sus venas, si abdomen, hicieron que me fuera a un mundo de fantasía. Y cuando el terminó, que se separó de mí, entre jadeos, me sentí muy vacía.

No me besó en ningún momento, ni me abrazó luego de ese acto. Vaya mierda de dos primeras veces. No era lo que yo quería. Yo quería amor de verdad. y a pesar de todo el peligro y el mal momento que había pasado, y de todo el capricho que yo había tenido al principio con Gio...pensaba en aquel momento en otro. Leo.

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