Capítulo Final
17 de Marzo del 2022:
Los días han pasado con rapidez y la primavera por fin está llegando, dejando atrás el frío invierno y aquellas crueles emociones que me controlaron hasta hace apenas un mes. Con la llegada de Marzo y sin saber nada sobre Jayden, me da gusto decir que he progresado. No tanto como me gustaría, pero he progresado. No he vuelto a llorar como lo hacía y las noches en vela se han acabado. Eso no significa que ya no haya superado, porque mentiría totalmente si dijera que ya lo hice cuando aún mi tonto corazón y cada parte de mi cuerpo lo ama, lo extraña y lo anhela con todas sus fuerzas. Sin embargo, como bien lo he dicho, ya no sufro de la manera en que lo hacía, y creo que eso es gracias a que he reanudado mis citas con la psicóloga. Me han venido de maravilla escuchar sus consejos y tips para manejar de mejor manera mis sentimientos.
También, algo que me veo en la necesidad de decir, es que desde que mis amigos de la Universidad saben lo que pasó con Jayden, se han mantenido muy pendientes de mí y, de las pocas veces que he tenido un bajón en la escuela, ellos están ahí para apoyarme. Y ni se diga de mi equipo dinamita, que a pesar del tiempo que han pasado, siguen ahí cada que necesito un abrazo o que alguien limpie mis lágrimas.
Me siento tan feliz de haber permitido entrar a mi vida a tan buenas personas como ellos.
Ahora, tocando el tema de mi mamá y sus hermanas, Erick, el guardaespaldas de mi tía —que estamos todas seguras que es más que un guardaespaldas—, llegó a principios de Marzo a Malibú para ver si mi tía estaba totalmente segura.
Excusas, excusas.
Se fue a los tres días de estar con mi tía, por lo que mi mamá y mi tía han estado, prácticamente, ellas dos solas. Eso las ha ayudado a recuperar el tiempo perdido y a ponerse al tanto de las cosas que han pasado en su vidas pero, no solo ellas, ya que mi tía Estela, también, ha estado frecuentando mucho mi casa para ver y charlar con sus hermanas.
Por supuesto, yo al estudiar afuera, solo voy los fines de semana y, todo aquello, me lo ha contado mi mamá, por lo que no he podido presenciar muchas charlas entre las tres más que solo un par pero, según mi mamá, todo ya fluido excelente y solo han tenido unos cuantos roces mi tía Louisa y mi tía Estela. Estos roces se dan cuando tocan temas de su pasado, pero no es que puedan solo ignorar esos temas. No cuando es eso lo que llevo a mi tía Estela a odiar a su hermana mayor, por lo que han decidido charlar de ello y enfrentarlo, para así limar asperezas y aclarar todo lo que ha pasado.
Ojalá su próxima reunión sea este Sábado, para poder escuchar el chisme.
Prioridades.
Continuo escribiendo en el papel mural, sobre el piso de la cancha de basquetbol de mi escuela, con la mejor letra que puedo. Intercalo mi mirada entre la información de mi teléfono a la que he escrito en el mural, puesto que esto es calificación para un proyecto y debe quedarme, a mi equipo y a mí, lo más perfecto que se puede.
—Nos está quedando muy bonito. —dice Carla, dejando de dibujar para ver el cartel.
—Si, apoyo. —murmura Lili, sin dejar de recortar nuestras imágenes.
—Si, luego de echar a perder un papel mural, ya estaría muy mal que nos estuviera quedando mal. —habla André, mirando todo desde arriba.
Sonrío con diversión, sin dejar de escribir.
—«¿Echamos?». —suelta Carla con la nariz, arrugada, y alza su vista hacia el.
—Si, echamos.
—Más bien lo estropeaste tú —se levanta Lili, cruzándose de brazos— cuando escribiste mal el título.
Hace un gesto para restarle importancia con la mano.
—Lo escribí bien, ustedes exageran. —se sienta en el piso, a lado del cartel.
—Si piensas que escribir bien es empezar escribiendo en grande y terminar con la letra más chiquita que una hormiga está bien, estás acabado. —murmura, Carla.
—Sin olvidar que lo escribió mal. —me uno a la conversación.
—¡Claro que no!
—Claro que si —me incorporo, sentándome sobre mis talones—. ¿Dónde ves la similitud de estrolobo y astrolabio?
—Esos eran errores fáciles de corregir. Un poco de corrector y listo.
Las tres, al mismo tiempo, nos quedamos mirándolo como si le hubiera salido un tercer ojo.
—¿Qué?
Nos mira, extrañado. Las tres soltamos un suspiro cansado antes de volver a nuestras tareas.
—Hombres. —murmura Lili.
—Si. —respondemos Carla y yo al unísono.
Estoy tan concentrada en alinear las letras del cartel que apenas noto el murmullo de unas compañeras cerca de nosotras. No puedo evitar escuchar una risita de una de nuestras compañeras de a lado.
—¿De que se ríen, queridas compañeras?—cuestiona, André, volteando en su dirección.
—Chismoso.
—No soy chismoso, solo me gusta recabar información. —responde, lanzándome una rápida mirada.
Ruedo los ojos, divertida.
—Es una noticia. —responde una voz chillona.
—¿De qué va la noticia?
—De Jayden Blackwood.
Mi mano se detiene sobre la cartulina.
—Ah.
—Va a sacar un nuevo video pronto con una de sus canciones para su nuevo disco. —se une otra voz, está vez más emocionada.
—Si, en la entrevista dice que será de una canción romántica.
—Oh... ya veo.
André, carraspea, claramente incómodo.
—Seguro que el video será un éxito.
Trago saliva con dificultad, forzándome a inhalar profundamente y volver a concentrarme en el cartel.
—Paris, ¿estás bien? —pregunta Carla, bajando la voz para que solo yo la escuche.
Asiento rápidamente y le dedico una sonrisa que sé que no llega a mis ojos.
—Sí, estoy bien —paso mi lengua sobre mis labios y carraspeo—. Creo que el cartel está quedando bien, ¿no lo creen?
Carla y Lili me miran con algo de preocupación, pero no dicen nada. Me levanto y estiro los brazos, dejando que una pequeña sonrisa se forme en mi rostro.
Porque, aunque aún me duele, mi vida debe seguir. Aunque no lo tenga a él a mi lado.
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31 de Marzo del 2022:
Camino arrastrando los pies hacia el elevador, sintiéndome completamente agotada después de un día interminable. Mi horario de clases fue una pesadilla, pero lo peor fue quedarme hasta tarde trabajando en el proyecto para mi carrera. Las horas frente a la pantalla se acumulan como un peso invisible sobre mis hombros, y tengo la sensación de que si cierro los ojos ahora mismo, podría quedarme dormida de pie.
Si pensé que, ver a Jayden en la tele ha sido el peor sentimiento de este mes, me he equivocado. El pero sentimiento es sentir mis pies doler por el cansancio.
Odiamos todo.
Con cada paso, mis piernas parecen más pesadas, como si cargaran no solo mi cuerpo, sino también el estrés acumulado de las últimas semanas. Aprieto la correa de mi mochila contra mi hombro, sintiendo cómo me talla la piel, y suelto un suspiro largo, como si pudiera liberar el cansancio con él.
Cuando finalmente llego al elevador, presiono el botón con movimientos lentos, casi mecánicos. Los números digitales sobre la puerta parpadean mientras baja, y el sonido metálico de los cables reverbera en el silencio del pasillo. Mis párpados pesan más con cada segundo que pasa.
Las puertas se abren con un leve chirrido, y entro. Apoyo mi cabeza contra la pared acolchonada del elevador mientras busco el botón de mi piso. Luego de darle click, aprovecho para cerrar los ojos y descansar un par de segundos, antes de volver a abrirlos. Saco el teléfono de mi bolsillo y veo los mensajes que me ha mandado Aby.
Aby: Llegaré como a las 8.
Aby: Salí a dar una vuelta con mis amigos de la Universidad.
Tecleo una rápida respuesta.
Paris: Sip, con cuidado.
Paris: Yo voy a dormir un rato, estoy súper cansada.
Paris: Te quiero. Te espero en casa.
La respuesta llega de inmediato.
Aby: Si, Iris, descansa y duerme mucho.
Aby: Yo también te quiero mucho.
Aby: Si necesitas algo, lo que sea, házmelo saber.
A pesar del cansancio, sonrío
Tengo una mejor amiga tan linda.
Paris: Sipi.
Paris: Cuídate.
Cuando las puertas, finalmente, se abren en mi piso, suelto un suspiro cargado de cansancio y me obligo a enderezarme para salir, aunque cada parte de mí quiera quedarse ahí, inmóvil, unos minutos más.
Comienzo a caminar a mi puerta y, al pasar por enfrente del departamento de Jayden, me quedo viendo la puerta fijamente mientras un hoyo se forma en mi estómago
Cada que paso por su puerta experimento la misma sensación: mi corazón se oprime y un hoyo se forma en mi estómago y, no solo eso, si no que, también, las mismas preguntas empiezan a formularse en mi cabeza.
¿Qué habrá pasado con ese departamento? ¿Seguirán ahí sus cosas? ¿Nuestras cosas? ¿Habrá abandonado todo?
No lo sé y, no creo, que pueda tener respuesta de eso algún día.
Con el corazón en un puño, me vuelvo hacía mi puerta y empiezo a buscar las llaves de mi departamento entre las cosas de mi mochila.
Mientras rebusco entre mi mochila mis llaves, escucho al fondo el sonido del elevador, sin embargo, en este momento estoy muy ocupada como para voltear.
Frunzo el ceño.
—¿Dónde carajo están?—murmuro.
—Creo que buscas esto.
Una temblorosa mano aparece en mi visión y, sobre ella, mis llaves con mi llaverito en forma de guitarra.
—Oh, gracias.
El contacto dura apenas un segundo, pero es suficiente para que mi cuerpo se paralice. Mi mirada se detiene en las pequeñas cicatrices en sus dedos, esas marcas que reconocería incluso con los ojos cerrados. Las cicatrices de horas interminables tocando acordes.
Siento un nudo formándose en mi garganta mientras alzo lentamente la mirada, temiendo confirmar lo que mi corazón ya sabe.
Y ahí está.
Jayden Blackwood.
Los preciosos ojos que tantas veces soñé volver a ver. Las facciones que me atormentan cada noche. Mi cuerpo empieza a temblar, y tengo que sostenerme del pomo de la puerta para no caerme.
Él no dice nada, pero tampoco necesita hacerlo. Su presencia lo llena todo. Mis ojos lo recorren, memorizando cada detalle. Está igual que hace cuatro meses... salvo por la barba incipiente que ahora adorna su mandíbula. Pero sigue siendo él. Sigue siendo el hombre que no he dejado de amar.
El silencio que nos envuelve es extraño, como si el mundo hubiera dejado de moverse por un momento. No hay ruido de fondo, ni el sonido del elevador, ni pasos a lo lejos. Solo estamos nosotros dos, atrapados en este extraño vacío.
Es un silencio pesado, de esos que te hacen querer llenar el espacio con algo, cualquier cosa. Pero no puedo hablar, no puedo moverme. No encuentro las fuerzas para hacerlo.
Pasan los minutos y ambos seguimos sumidos en ese silencio incómodo, el tipo de silencio que parece gritar todas las cosas que no nos atrevemos a decir. Finalmente, él decide romperlo, carraspeando la garganta.
—Hola, Paris.
Su voz me golpea como un eco del pasado, haciendo que mis manos tiemblen. Es tan familiar y al mismo tiempo tan extraña después de tanto tiempo. Por más que intenté prepararme para este momento, escucharla en persona es algo completamente distinto.
Muevo los dedos inquietos, jugueteando con el cordón de mi mochila mientras intento procesar lo que acaba de pasar.
—Hola, Jayden —murmuro, mi voz apenas un hilo.
Él asiente, mirando hacia otro lado por un segundo antes de devolverme la mirada.
—¿Cómo estás?
Paso la lengua por mis labios resecos y trago saliva, intentando que las palabras salgan con normalidad.
—Bien... gracias.
Él hace un gesto casi imperceptible con la cabeza, como si analizara mis palabras, aunque parecen no significar nada para él.
—Ya veo...
El silencio vuelve a caer entre nosotros como una losa pesada. Mi corazón late con fuerza, llenando el vacío con su estruendo.
Me remuevo incómoda y decido ser educada, aunque no estoy segura de si quiero saber la respuesta.
—¿Y tú?
Jayden deja escapar un suspiro y pasa una mano por su cabello, un gesto tan suyo que me hace doler el pecho.
—Oh, bien —responde, su tono forzadamente casual—. Gracias.
Sus palabras se quedan suspendidas en el aire, mientras el espacio entre nosotros parece hacerse más grande. Mis emociones están a flor de piel, pero me esfuerzo por mantener la compostura.
Jayden duda un segundo. Sus ojos se fijan en los míos, como si buscara algo que no puede encontrar.
—¿Quieres... ir a tomar un café? —pregunta finalmente, su voz baja, casi insegura.
Mis labios se entreabren, pero no sé qué responder. Mi corazón y mi mente están en guerra, y, por un instante, solo hay un torbellino dentro de mí.
¿Qué tan mala idea es salir a tomar un café con Jayden, teniendo mis emociones a flor de piel y corriendo el riesgo de que Billy se entere? ¿Qué tan malo puede ser?
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—Muchas gracias —respondo con una pequeña sonrisa a la chica que ha dejado mi malteada sobre la mesa.
Ella asiente con la cabeza como respuesta y, tras lanzar una rápida mirada a Jayden, se da la media vuelta y se aleja.
Le doy un sorbo a mi malteada, incómoda por el silencio que se ha instalado entre Jayden y yo desde que salimos del edificio. Definitivamente, el trayecto hacia esta pequeña cafetería que, por suerte, está vacía, salvo por los meseros, fue demasiado incómodo.
—¿Y... está buena? —pregunta Jayden de repente, rompiendo el silencio.
Carraspeo y paso las manos por mi pantalón, sintiendo cómo me sudan.
—Sí, sabe bien —respondo, intentando sonar tranquila.
—Pensé que ibas a elegir uno de esos sabores raros que tanto te gustan.
Sonrío, divertida, y niego con la cabeza.
—Bueno, hubiera elegido de chicle, pero para mi desgracia, solo había vainilla, chocolate y fresa en el menú.
—Una tragedia —suspira, exagerando el tono con fingida lástima—. Ese sabor definitivamente debería estar en el menú.
—Totalmente —ladeo la cabeza, siguiéndole la corriente—. ¿Crees que debería pedir que lo incluyan?
—Por supuesto —dice al instante, esbozando una pequeña sonrisa—. Y que lo nombren en tu honor.
—Gran idea. «Malteada de Paris» suena bien, ¿no?
—Suena excelente —se encoge de hombros, recargándose en la mesa—. Yo la pediría.
—¿De verdad?
—Claro.
—Pero tú no eres de esos gustos raros, como los llamas.
—No, pero lleva tu nombre. Por eso lo pediría.
—¿Solo por eso?
Mueve la cabeza en un asentimiento lento.
—Mhm. Me gusta tu nombre, así que sí, lo pediría.
Bajo la mirada, sintiendo cómo el calor invade mis mejillas. Es impresionante cómo, después de todo este tiempo, él sigue provocando estas emociones en mí.
Solo Jayden Blackwood es capaz de hacerme sonrojar y despertar ese revoloteo de mariposas en mi estómago con algo tan simple como decir que le gusta mi nombre.
—Aquí tiene.
La voz de la mesera me hace alzar la vista, justo en el momento en el que coloca el capuchino frente a Jayden.
—Gracias.
—¿Gustan algo más?
—No, por el momento estamos bien. Gracias.
La chica asiente con la cabeza y se retira, dejándonos solos. Mordisqueo mi labio y me quedo mirando a Jayden revolver, con la cuchara, su capuchino. Mientras tengo mis ojos clavados en él, me es imposible no preguntarme: ¿Qué está haciendo aquí?
Se que el no sabe lo de Billy, sin embargo, no es tan tonto para venir luego de lo que pasó hace unos meses y de las múltiples amenazas de Billy hacía él, entonces, ¿qué hace aquí?
—Me sorprendió verte. —admito, tras unos segundos en silencio.
—Si, lo noté.
Sube su vista hacía mi y logro ver una chispa de culpabilidad en sus ojos.
—Lamento no haber venido antes. Quise viajar el día que te emborrachaste porque estaba preocupado hasta la médula, pero no pude hacerlo.
—¿Por qué no?—pregunto con curiosidad y sintiendo el corazón latir con fuerza ante su confesión.
—Pues, con los preparativos para el lanzamiento de mi nuevo disco he estado muy, muy ocupado. Hasta apenas tuve un tiempo libre y decidí usarlo para venir a verte.
Mi corazón da un vuelco y las mariposas de mi estómago gritan con alegría. Sus palabras, evidentemente, ocasionan una reacción en mi, sin embargo, está dura poco cuando, repentinamente, mi mente me lanza el recuerdo de Jayden diciendo que jamás había estado con otra rubia que no fuera Sarah. Básicamente diciendo que no me conocía.
—Luego de tu entrevista, pensé que habías dejado de preocuparte por mi. —digo en un murmuro lo suficientemente alto como para que me escuche.
Su ceño se frunce.
—¿De que entrevista habla...?
Tan pronto como cae en cuenta de lo que estoy hablando se calla y sus ojos se abren en reconocimiento.
—Oh, así que viste está entrevista.
Aprieto mis labios uno contra otro, ante la sensación amarga que me causó esa entrevista.
—Por desgracia.
—Lo siento, Paris —suspira con fuerza y menea la cabeza—. Cuando hice esa entrevista estaba dolido. No pienses que no tomo en cuenta nuestra relación.
—Y... —jugueteo con mis dedos, insegura—. ¿Sigues dolido?
Se queda en silencio, analizando esa pregunta, y me encuentro temiendo por su respuesta.
—No, creo que "dolido" no es la palabra. Ahora... estoy confundido.
Ladeo la cabeza, intrigada.
—¿Confundido?
—Sí.
—¿Y por qué?
Jayden suspira, como si las palabras pesaran demasiado, y fija sus ojos en los míos.
—Después de tu confesión estando ebria, Paris, me es imposible no sentirme confundido —su voz es baja, pero intensa—. No después de que, aparentemente, compartas los mismos sentimientos que yo.
—Lo siento, Jayden, yo... —mi voz tiembla mientras paso un dedo por mi oreja, acomodando un mechón de cabello—. No recuerdo mucho de ese día.
Jayden se recarga en el respaldo de la silla, cruzando los brazos con una mezcla de paciencia y determinación.
—No pasa nada —dice, con un atisbo de sonrisa que no logro descifrar—. Para eso estoy aquí, para recordártelo.
Mis dedos se detienen a medio camino hacia otro mechón de cabello, congelados por el peso de sus palabras. Lo miro, intentando encontrar algún rastro de burla en su expresión, pero no hay nada. Solo esa seriedad que siempre logra desarmarme.
—¿Recordármelo? —murmuro, con un hilo de voz.
Jayden asiente lentamente, sin apartar los ojos de los míos.
—Sí, Paris. Voy a recordarte todo.
Paso saliva con dificultad y niego con la cabeza.
—No creo que sea necesario.
—Tal vez eso sea porque tú si has podido dormir de maravilla, pero yo, desde que esas simples palabras salieron de tu boca apenas y duermo durante las noches.
Me remuevo sobre mi asiento sin saber que hacer o decir.
—¿Eso que significa? ¿Qué dije algo malo?
—¿Algo malo? —me mira con incredulidad antes de soltar una suave risa y negar—. No, Paris. Hubiera preferencia que me dijeras que me odiabas así, al menos, me haría a la idea de que tenía que dejarte ir.
El suspenso está empezando a carcomerme la piel.
—¿Entonces que dije?
Su semblante adquiere una mezcla entre seriedad y vulnerabilidad que me confunde. Se hace hacía enfrente, nuevamente, recargando sus brazos en la mesa.
—Dijiste que... —pasa su lengua por sus labios mientras clava sus ojos en los míos— me amabas, Paris.
Mis pulmones parecen olvidar cómo funcionar. La confesión cae sobre mí como una avalancha, aplastándome con una mezcla de incredulidad, miedo y algo que no quiero nombrar.
Jayden no aparta la mirada, y su vulnerabilidad es tan palpable que me duele. Pero bajo esa vulnerabilidad hay algo más: una esperanza.
—Dime algo, Paris —suplica ante mi falta de respuesta—. Dime si lo que dijiste en la llamada fue verdad o solo fueron un par de palabras dichas porque estabas borracha. Dímelo.
Mis manos tiemblan ligeramente mientras las oculto debajo de la mesa y me es imposible quitar mi mirada de sus ojos vulnerables.
—Yo...
Las palabras se atascan en mi garganta. No sé por qué estoy tan nerviosa. No sé por qué me cuesta tanto decirle la verdad, admitir lo que grita mi corazón.
Porque lo amo.
Cada parte de mí está enamorada de él, desde el brillo de su sonrisa hasta la manera en que pronuncia mi nombre. Tal vez es el miedo. El miedo que infundió en mi Billy el día en que me obligó a dejarlo. El miedo que me ha hecho tener pesadillas de mis seres queridos muriendo. El miedo de que él se entere. Sin embargo, en este momento viéndolo tan frágil y vulnerable, no es ni siquiera una opción, decirle que no siento nada por él.
Tomo una fuerte respiración, llenando mis pulmones de aire y de algo que espero sea valentía para lo que estoy a punto de hacer.
—Te amo, Jayden —mi voz se quiebra al dejar salir esas palabras, pero no me detengo—. Te amo, y he correspondido tus sentimientos desde la vez que me confesaste que me ambas.
Siento mi corazón golpear tan fuerte mi pecho que, incluso, puedo escucharlo en mis oídos. Todo mi cuerpo tiembla ligeramente, pero no puedo apartar la vista de él. Sus ojos, normalmente tan seguros, se llenan de alivio, y veo cómo sus facciones se suavizan como si el peso que cargaba hubiera desaparecido
—He fantaseado con el momento en el que me dijeras te amo y, ahora que lo escucho lo siento tan... irreal.
Jayden deja escapar una temblorosa exhalación y pasa una mano por su cabello, un gesto inquieto que me hace sonreír sin darme cuenta.
—¿Puedes decirlo una vez más, por favor? —suplica, su tono enronquecido y vulnerable.
Mi sonrisa se amplía, y, sintiéndome más valiente de lo que jamás pensé que sería, estiro mi mano para tomar la suya. Sus dedos son cálidos, y el contacto hace que algo en mi interior se tranquilice.
—Te amo, Jayden Blackwood.
Vuelve a soltar un suspiro entrecortado y cierra sus ojos un par de segundos. Cuando los abre, su mirada brilla con una intensidad que hace que todo mi cuerpo se estremezca. Lleva mi mano a sus labios y deja un rastro de besos suaves en mis nudillos.
—Te amo, Paris —dice con firmeza, sus ojos clavándose en los míos—. Te amo incluso antes de que tú llegaras a hacerlo.
Mi sonrisa se expande, y siento un torbellino en mi interior, como si todas las mariposas de mi estómago bailaran al unísono.
Quiero congelar este momento, guardarlo en mi memoria para siempre, porque algo dentro de mí me susurra que esto es solo un respiro, un pequeño destello de felicidad antes de volver a enfrentar la crueldad de mi vida cotidiana.
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El tiempo pasó volando, entre risas y recuerdos compartidos, y cuando nos dimos cuenta, habían transcurrido más de cuatro horas. Nos vimos obligados a salir de la cafetería, con una mezcla de alegría y una sensación de algo incompleto, como si la realidad nos estuviera esperando afuera, lista para arrastrarnos de nuevo.
—Pues permíteme decirte que tú momento de super estrella me hizo tener una chichón en la frente por una semana. —suelto con diversión.
Recibo una enorme carcajada de su parte y niega con la cabeza.
—Tengo una justificación para eso.
—¿Y cuál es?
Me detengo a su lado en la banqueta, mirándolo con diversión y los brazos cruzados.
—Que, en realidad, esa fue una técnica para ligar contigo.
—¿Ah si?
—Mhm. Es la técnica super estrella.
Alzo una ceja, mirándolo entre incrédula y divertida.
—Pues tu técnica casi me rompe la cabeza, tonto
Nos reímos juntos, la luz del atardecer tiñendo nuestras caras, pero algo en el aire cambia cuando las risas empiezan a desvanecerse.
—Jayden...
Su nombre sale de mis labios, cargado de seriedad, como si esas palabras fueran las más pesadas que he dicho.
—¿Sí? —su tono cambia de inmediato, percibiendo el cambio en mi voz.
—Sabes que no podemos estar juntos, ¿cierto?
Toda la felicidad que estaba en su rostro se desvanece al instante, como si la luz que nos rodeaba fuera apagada por una nube oscura. Su mirada se torna distante, y puedo ver cómo sus ojos se llenan de una tristeza profunda, la misma que siento dentro de mí.
—Tú y yo sabemos que Billy es capaz de hacer cosas terribles, Jayden —mi voz se quiebra un poco al decir su nombre, pero tengo que seguir—. Ya es hora de que dejes de exponerte así, porque no voy a soportar si termina haciéndote algo.
El nudo en mi garganta se aprieta más, pero, de alguna manera, me siento aliviada de que él lo entienda. De que no estamos perdiendo el tiempo en ilusiones. Pero, al mismo tiempo, siento una dolorosa verdad: a pesar de lo que sentimos, nuestros mundos nos separan.
—Después de cuatro asquerosos meses puedo decirte que hoy, fue el mejor día que he pasado desde que nos dejamos, Jayden, pero esto tiene que parar.
Veo su barbilla temblar.
—Si ibas a volver a dejarme... —su voz se rompe—. ¿Por qué decidiste venir conmigo?
—Porque nuestra historia merece un final bonito, ¿no lo crees? —me sonrío, débilmente—. Uno en el que sepas que te amo, Jayden, y que no te deje porque no te amara, si no porque quería mantenerte vivo.
Se queda en silencio y con su mirada fija en mi, puedo escuchar los engranajes trabajar a toda velocidad.
—Por eso el día de la fiesta me dijiste que fue Billy el causante de que te alejaras de mí, ¿no? —suelta luego de un par de segundos—. Porque te dijo algo, ¿cierto?
Mi corazón se acelera, y siento el pánico recorrerme como un torrente incontrolable. Niego con la cabeza rápidamente, tratando de borrar esa posibilidad de su mente.
—Eso no importa, Jayden —digo y mi voz tiembla ligeramente—. Lo que importa es que te mantengas sano y vivo.
Sus ojos se oscurecen con una mezcla de emociones: tristeza, confusión, anhelo. Es una mirada que me hace querer derrumbarme.
—Pero si voy a estar vivo, quiero estar contigo, Paris.
Mi corazón se encoge con sus palabras, y por un momento, siento que el aire se escapa de mis pulmones.
—Pero eso no será, Jay. —mi voz es apenas un susurro, pero su peso es insoportable.
Él no responde. Permanece en silencio, sus preciosos ojos grises clavados en los míos con una intensidad que me deja sin aliento. Intento aferrarme a ese color, a esa mirada, como si fuera lo único que pudiera sostenerme.
—Jay... —digo, con la voz quebrada, mientras estiro mi mano temblorosa para tomar la suya—. Lo que te dije ese día... todo fue mentira. Jamás te hubiera dejado por todo lo que conlleva tu sueño. Ni por tus fanáticas, ni por la prensa, ni por cualquier otra cosa.
Llevo mi otra mano a su mejilla, acariciándola con delicadeza, mientras mi pulgar roza su piel cálida.
—Te amo a ti, Jay —susurro, mirándolo directamente a los ojos—. Y amo todo tu mundo, incluso si no puedo ser parte de él.
—Todo mi mundo eres tú, Paris.
Niego con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
No puede decirme eso. No cuando me está costando tanto hacerme a la idea de que voy a tener que dejarlo.
—Eso no es verdad, Jay. Tu mundo, tu sueño, es la música. Tu música.
—No, Paris. Mi sueño empezaste a ser tu desde el momento en el que te conocí.
Un suspiro tembloroso escapa de mis labios cuando su mano se posa sobre la mía. La quita con una suavidad que casi me desarma y la lleva a sus labios, dejando besos lentos y delicados en la palma de mi mano.
—Sabes que dejaría de hacer música para poder estar contigo, ¿verdad?
—Y tú sabes que yo no voy a dejar que abandones tu sueño, ¿verdad?
Con el corazón latiendo dolorosamente, retiro mi mano de la suya y doy un paso hacia atrás. Mis piernas tiemblan, y por un momento temo que no soporten el peso de mi decisión.
—Me gustó mucho verte, Jayden.
Él asiente suavemente, pero sus ojos reflejan el dolor que ambos estamos tratando de ocultar. Trata de enderezarse, de fingir que todo está bien, pero ambos sabemos la verdad. Ninguno de los dos está bien. Ambos estamos destrozados.
—A mi también, Paris.
Intento mantenerme firme, aunque mi corazón esté rompiéndose en mil pedazos.
—Espero que te vaya muy bien con el lanzamiento de tu nuevo disco.
—Sí, gracias —dice, pasándose la mano por la nuca—. Espero que lo escuches. Estoy seguro de que te va a gustar.
—Tenlo por seguro —logro esbozar una sonrisa débil—. Al final, siempre seré tu fanática.
Él sonríe con tristeza, apenas levantando las comisuras de los labios.
—Me alegra escuchar eso.
Doy un paso hacia atrás, luego otro, alejándome de él. Cada centímetro que nos separa se siente como una puñalada directa al corazón.
—Adiós, Jayden.
—Adiós, Paris.
Me doy la vuelta y empiezo a caminar, dejando atrás al amor de mi vida. Cada paso que doy parece que rompe un pedazo más de mi corazón.
Las lágrimas calientes comienzan a caer, pero no hago nada por detenerlas.
Tengo el corazón destrozado, pero al menos me queda el consuelo de haberme despedido de él. De haber tenido está breve despedida, con el hombre del que estoy enamorada.
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10 de Abril 2022:
El día de hoy es un día especial. Es mi cumpleaños. Cumplo 19 años, pero la verdad es que no me siento del todo bien. Desde que vi a Jayden hace unos días, todo dentro de mí se desbalanceó otra vez. Todo el progreso que había logrado para superar nuestro adiós se derrumbó como un castillo de arena al escuchar sus confesiones.
Volví a sentirme vacía, atrapada en un ciclo de tristeza que parecía no tener fin. ¿Cómo se supone que debería sentirme después de que Jayden me dijera que abandonaría sus sueños por mí? ¿Cómo lidiar con el hecho de que una parte egoísta de mí quiere que lo haga, a pesar de saber que no es lo correcto? Y, sobre todo, ¿cómo se supone que debo sentirme cuando lo extraño más que nunca?
Inhalo profundamente, tratando de calmar el nudo en mi garganta, y desvío la vista hacia mis amigos, que han venido a festejar mi cumpleaños. Incluso mis amigos de la universidad viajaron desde Los Ángeles hasta Malibú para estar aquí. También está aquí mi prima Khloe, quién se encuentra enfrente de mí, está charlando con Yun. Mis tías Louisa y Estela, también están aquí, conviviendo junto a mi mamá y hablando tan pacíficamente que me sorprende. Aún me es raro ver cómo del odio han pasado al amor. Ellas se encargaron de preparar aquella deliciosa comida que devoramos hace unas horas y decoraron el lugar con estrellas y planetas. A pesar de tenerlos a todos reunidos a mi alrededor y de que, por supuesto, me reído entre charlas con ellos, siento un vacío dentro de mí. Uno que solo es capaz de llenarlo un cantante de nombre Jayden Blackwood.
—¿Y si abrimos ya los regalos? —propone mi mejor amiga, con una sonrisa que ilumina toda la habitación.
Su entusiasmo me saca de mis pensamientos. Miro a los demás, todos atentos, esperando mi respuesta, y les sonrío, sintiendo la emoción burbujear.
—¡Si, hagámoslo!—respondo, sintiéndome entusiasmada.
Me gusta abrir los regalos.
—Pasa al centro. —anima, Aby.
Me levanto con una pequeña sonrisa y camino hacia el centro de la sala, colocándome justo enfrente de la mesita de centro, que es donde descansan mis múltiples obsequios.
—¿Ya es hora de abrir los regalos?—cuestiona mi mamá, sonriente, entrando a la sala con sus hermanas.
Muevo la cabeza en afirmación.
—Uh, esto me gusta. —dice mi tía Estela se sienta en el reposabrazos que está a lado de mi prima.
—Abre el mío primero, Iris. —dice Khloe y señala una bolsa de regalo azul con estrellas.
Asiento con la cabeza y tomo la bolsa, de tamaño mediano, entre mis manos. La abro, cuidando de no romperla, y mi sonrisa se expande cuando logro ver una prenda de ropa. La saco con cuidado y me es inevitable soltar un chillido cuando veo que es un vestido rosa, sin mangas, con diminutos puntos.
—¡Esta precioso, Khloe! —la miro, sin dejar de sonreír—. Gracias, me gustó mucho.
—Me alegra escucharlo, Iris.
—¡Ahora abre el mío! —exclama Luca—. Es el de la caja azul.
Estiro mis manos hacia la caja, sintiéndome aún más emocionada cuando, al levantarla, me doy cuenta que pesa
—Uh, pesa.
—Seguramente es una piedra con ojos y boca. —suelta Yun, con malicia hacia Luca.
—Claro que no es una roca. —exclama, mirando a Yun, ofendido.
—¿Ah no?
—No, es un muy buen regalo y seguro es mejor que el tuyo.
Yun le responde dándole un manotazo, haciendo que Luca suelte un: «auch» y luego se voltea en mi dirección.
—Después del suyo abres el mío, para que vea que es mucho mejor el mío.
Divertida, asiento con la cabeza.
—Por supuesto, Yun.
Vuelvo mi vista hacia la caja y, sin esperar más, la abro.
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Las horas se me fueron volando mientras abría los regalos de mis invitados y, a decir verdad, fue increíble. Me reí muchísimo con los comentarios de Luca y Yun y, no solo yo, si no que todos los invitados estaban muy risueños con las ocurrencias que salían de la boca de mis amigos.
Todos los regalos que recibí me encantaron, más porque sabía que se habían tomado el tiempo para comprármelos. Ahora, tengo ropa nueva, maquillaje, libros para colorear, peluches y una lamparita de la luna.
—Muchas gracias a todos por sus regalos —digo con una sonrisa, llevando mi mano a mi pecho—. Todos me gustaron muchísimo. Gracias por tomarse el tiempo para comprarlos.
—Ahora dinos, ¿cuál fue el mejor? ¿El mío o el de Yun?—cuestiona Luca.
—Por supuesto que el mío.
Bueno, mientras que Yun me regalo un top azul cielo y una paleta de maquillaje con los colores de ga galaxia y que en la portada tiene al sistema solar, Luca me regalo la lámpara de Luna que, cuando lo colocas en su soporte, flota unos centímetros arriba de este.
¿Tengo un favorito entre esos dos? Por supuesto.
¿Alguna sabrán cuál me gustó más? No.
—Ambos me gustaron mucho. No puedo elegir entre ambos.
—Le gustó más el mío —dice Luca, alzando la barbilla—, solo que no te lo dice para no romper tu corazón.
Le mete un golpe en la cabeza, que lo hace llevar su mano a esa zona.
—¡Auch!
—Ya quisieras zopenco.
Suelto una suave risa, divertida y niego con la cabeza.
—Muchas gracias a todos por sus regalos. Estuvieron muy bonitos.
—Ah, espera —llevo mi vista hacia mi mamá, quién se ha levantado—. Faltó uno más.
Sale de la sala y me quedo mirando el lugar por donde se fue con el ceño fruncido. Ladeo la cabeza.
¿A dónde fue?
No lo sé.
Mi mamá regresa luego de un par de minutos, con una cajita larga y rectangular entre manos. Se acerca a mi y me la entra con una pequeña sonrisa.
—Llego en la mañana a casa —dice y la recibo—. No dice de quién es pero... creo que me hago una idea.
Mientras mi mamá regresa a su lugar, yo me quedo con la caja en las manos. Paso la palma de mi mano por el bonito papel negro de estrellitas blancas y deslizo mi mano por los listones del moño gris.
—Ábrelo, Paris. —anima Aby desde el sillón, viendo el regalo con curiosidad.
—Si, queremos ver que es. —se une Liam, sin dejar de acariciar con su pulgar la rodilla de mi mejor amiga.
Asiento con la cabeza y empiezo retirar el moño. Llevo mi mano hacia el papel negro y, cuidando de no romperlo mucho, empiezo a quitarlo.
Cuando la caja queda sin ninguna envoltura, retiro la tapa. Dentro de ella está lleno de papelitos de colores azules, rojos y grises y, justo encima de todos ellos, una nota. La tomo entre mis dedos y la acerco a mi rostro.
Feliz cumpleaños, rubia bonita.
Espero, cuando las circunstancias sean diferentes, poder recompensar que no estuve contigo este maravilloso día. Día en el que nació la dueña del corazón de este cantante.
Espero que te guste mi regalo.
No olvides lo mucho que te amo.
Con amor, Jayden.
Un hoyo se forma en mi estómago y siento mis manos sudar mientras leo una y otra vez las palabras trazadas por Jayden. Una enorme y dolorosa sonrisa aparece en mis labios.
Lo recordó. Mi Jayden recordó mi cumpleaños.
Sintiéndome más que alegre, dejo la nota a un lado y, hago de lado los papelitos, en busca del obsequio. No me toma mucho encontrarlo, puesto que la caja es bastante chiquita, por lo que en seguida saco el regalo y dejo la caja en la mesita de centro.
Mi corazón late desbocado y las mariposas en mi interior revolotean de un lado a otro cuando observo el disco frente a mi.
—¿Eso es un disco?
Asiento suavemente con la cabeza.
Es un disco, pero no cualquier disco, es mi disco. Mantengo mis temblorosas piernas lo más fuerte que puedo para no caerme, mientras paso las yemas de mis dedos por la portada.
La textura lisa del plástico no logra borrar el torbellino en mi pecho. Ahí está mi silueta, recortada contra un cielo negro salpicado de estrellas, con la luna creciente brillando detrás de mí. Siento un nudo en la garganta mientras mis ojos recorren cada detalle: mi cabello, mi perfil... Soy yo.
El título 'Paris Bajo las Estrellas' me golpea con fuerza. Sé que no es solo un título ni una coincidencia; es un tributo a lo que compartimos y a lo que no podemos tener. Mis dedos tiemblan al sostenerlo, como si fuera algo tan frágil y a la vez tan inmenso que podría romperse o devorarme por completo.
Doy la vuelta al disco, mirando la parte de atrás, y mi garganta se aprieta al ver las canciones. Son ocho. Ocho canciones, pero cada una con un título que sé, con absoluta certeza, que no son solo coincidencias. Cada palabra parece gritar una parte de nuestra historia. De algo que él y yo compartimos.
1.- Ojos celestes.
2.- Melodías en Malibú.
3.- Entre rojos y galaxias.
4.- Ángel.
5.- Rastro de estrellas.
6.- Cabaña en Venus.
7.- Cicatrices.
8.- Eternamente enamorado.
Mis dedos acarician los nombres con suavidad, como si al tocarlos pudiera entender mejor cómo llegamos a esto. Son ocho canciones, pero más que eso, son ocho recuerdos, ocho historias, ocho pedazos de nosotros. Y aunque me duele, aunque mi pecho esté a punto de estallar, no puedo evitar sentirme... completa.
El carraspeo de una de las personas presentes aquí me hacen recordar que no estoy sola. Subo la vista y veo a todos los presentes mirándome entre expectantes y confundidos. Mis mejillas empiezan a tornarse rojas.
—Voy a empezar a arreglar la mesa para el pastel. —dice mi mamá, levantándose.
—Yo te ayudo, Gia —añade mi mejor amiga, levantándose también y vuelve su vista hacia Luca—. Luca, ¿porque no cuentas la vez que te rompiste un brazo jugando golf?
Luca arruga el rostro, claramente poco entusiasmado con la idea. Pero entonces sus ojos se encuentran con los de Aby, como si estuvieran teniendo una conversación silenciosa. Finalmente, suspira y asiente.
—Sí, claro —dice, dando un fuerte aplauso para llamar la atención—. ¡Mi historia favorita!
Mientras tanto, Aby camina hacia mí con pasos decididos. Me toma suavemente de los hombros y me mira directo a los ojos.
—Ve y tómate un minuto. —me dice con firmeza.
Frunzo el ceño, confundida.
—¿Qué?
—Ve y tómate un minuto para escucharlo. —repite, inclinando la cabeza hacia el disco que aún sostengo entre mis manos.
Es entonces cuando lo entiendo. Mi mamá y Aby habían orquestado esta distracción, improvisando sobre la marcha, para darme unos momentos a solas sin que parezca que estoy siendo descortés con los invitados.
Le sonrío con gratitud, sintiendo un nudo en la garganta que amenaza con asfixiarme.
—Gracias. —susurro.
Aby me guiña un ojo con complicidad.
—Ahora vete. —me apura, dándome un suave empujón.
Sin dudarlo más, me levanto con el disco entre las manos, mientras Luca comienza su relato con entusiasmo fingido, dándome la oportunidad perfecta para desaparecer sin que nadie lo note demasiado.
Paso junto a la cocina, tratando de no llamar la atención, y noto las llaves del auto de mi mamá descansando casualmente en la barra. Las tomo sin hacer el más mínimo ruido, como si cualquier sonido pudiera delatar mi plan. Mi corazón late con fuerza mientras cruzo la puerta principal y salgo al exterior.
Camino directamente hacia el auto, abro la puerta y me deslizo dentro. Con las manos temblando y la garganta seca, prendo el auto. El suave ronroneo del motor llena el silencio, pero no logro calmarme. Mis dedos apenas logran mantener firme el disco mientras lo inserto en el reproductor.
El clic del disco entrando en su lugar resuena en el auto, y por un instante, todo parece detenerse. Me quedo quieta, con las manos todavía en el volante y el pecho subiendo y bajando rápidamente.
¿Qué historia contará este disco?
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Mis manos están temblando con fuerza. Tengo el corazón en un puño y tengo la cara empapada de lágrimas. No sé cuánto tiempo llevo aquí, escuchando este maravilloso disco, pero no estoy satisfecha. Necesito escucharlo más veces. Muchas más de las que mis dedos pueden contar. Cada canción, ha logrado hacerme derramar una lágrima tras otra, ya que cada canción, me describe. Describe nuestra historia.
La primera canción, ojos celestes, describe mis ojos. Habla de como Jayden se perdía en ellos, de como estaba embelesados en ellos y como decía que mirar mi azul era como ver un cielo infinito.
La segunda canción, melodías en Malibú, me hizo pensar en la tarde en que cantó por primera vez en aquel lugar. Donde me golpeó la cabeza. Malibú fue más que un lugar; fue el comienzo de algo que nunca supe cómo terminaría.
Entre rojos y galaxias, es la tercera canción y describe la vez nos escapamos de la gala de mi tía para caminar abajo de las estrellas por Central Park. El día en el que me vio vestida de rojo y me dijo que ese era su nuevo color favorito.
Ángel, la cuarta canción. No hace falta ser un genio para entenderla. La forma en que me llamó ángel cuando ayudé a su hermana y la forma en la que se expresa en la canción, diciendo que me convertí en su ángel cuando llegue a su vida.
Rastro de estrellas. En esta quinta canción, Jayden narra, a través de su letra, como nuestra relación llegó a ser tan maravillosa que fue dejando un deslumbrante rastro de estrellas.
La sexta canción, cabaña en Venus, me recordó aquella vez en la que Jayden me dijo que algún día me llevaría a vivir a una cabaña, sin embargo, en la canción, la cabaña no está aquí, si no en Venus. Curioso que también llegué a decirle que le pondría Venus a mi primera hija por lo mucho que amo el espacio exterior.
Cicatrices, la séptima canción, es la más dolorosa. No es una de amor, es una que expresa lo mucho que le dolió a Jayden cuando le dije que no lo amaba. Expresa el sufrimiento y dolor por el que pasó.
Ahora la última canción, eternamente enamorado. Aún no me he atrevido a escucharla. Las siete anteriores ya han dejado mi corazón en ruinas, pero no quiero esperar más. Necesito saber qué tiene que decirme. Tomo aire, limpio mis lágrimas con el dorso de la mano y, con el corazón acelerado, presiono play.
La canción comienza suave, como un susurro, con las cuerdas de una guitarra acariciando el aire. Es cálida, casi como si estuviera abrazándome.
Aunque el tiempo nos aleje,
y aunque el destino nos duela,
en mi corazón sigues viva,
como una llama que no se apaga.
Tu sonrisa es mi tormenta,
y tu recuerdo mi refugio,
y aunque el mundo nos separe,
mi amor por ti no se irá jamás.
Los acordes de la guitarra se intensifican, así como mis emociones, y el sonido de la batería aparece.
Eternamente enamorado,
aunque el tiempo pase te seguiré amando,
Aunque no pueda tenerte aquí,
mi corazón te pertenece,
siempre será solo para ti.
Eternamente enamorado,
soy tu dueño y también soy tu esclavo,
No importa lo que pase,
ni quien nos quiera separar,
mi alma te grita en silencio,
y no te dejaré de amar.
El solo de guitarra de Jayden, seguido de aquella magnífica letra me pone la piel de gallina.
Las estrellas fueron testigos,
de cada lágrima que cayó,
susurrándoles tu nombre,
rogando por volverte a ver.
Aunque a veces me pregunto,
si tú aún piensas en mí,
mi corazón tiene la respuesta,
nunca dejaré de sentir.
Los golpes de la batería son tan acelerados como mi corazón.
Eternamente enamorado,
aunque el tiempo pase te seguiré amando,
Aunque no pueda tenerte aquí,
mi corazón te pertenece,
siempre será solo para ti.
Eternamente enamorado,
soy tu dueño y también soy tu esclavo,
No importa lo que pase,
ni quien nos quiera separar,
mi alma te grita en silencio,
y no te dejaré de amar.
El sonido de la batería se detiene y los acordes de la guitarra bajan. Se vuelven casi silenciosos.
Si alguna vez dudaste de cómo te amo,
te hice esta canción,
Y siempre estaré,
eternamente enamorado.
La canción ha terminado, y por un momento, el silencio se siente pesado. Soy un mar de emociones, atrapada entre la calidez de sus palabras. Las lágrimas caen una tras otra, pero estoy segura que no son por tristeza, si no por algo más. Tal vez por amor, ese amor que nunca se ha ido y nunca se irá. Cada nota sigue vibrando en mi pecho, y siento cómo todo dentro de mí se alborota: la nostalgia, el amor, la esperanza. Es una tormenta de sentimientos que no puedo controlar, pero, en el fondo, sé que esta canción es su manera de decirme que, aunque no estemos juntos, él sigue allí, amándome.
Y yo también. Yo también sigo aquí, amándolo.
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29 de Abril del 2022:
Después de unos días desde mi cumpleaños, que empezó con algo de melancolía, no puedo evitar sonreír al recordar cómo todo cambió. Terminé el día más feliz de lo que imaginé, con las mejillas adoloridas de tanto sonreír y algunas lágrimas que escaparon por la mezcla de emociones que sentí. Fue una gran fiesta, sin duda, más por los acontecimientos finales.
Pero hoy... hoy hace apenas unas horas salió alrededor del mundo el disco «Paris bajo las estrellas». Nuestro disco. El que cuenta nuestra historia de amor. Es imposible no sentirme feliz al saber que la gente está escuchando uno de los proyectos más maravillosos, el cual, por cierto, ya está en el puesto número uno en varias partes del mundo.
—El disco de Jayden la está rompiendo —murmura Khloe desde el alféizar de mi ventana, con los ojos fijos en su teléfono.
—Sí, eso he estado viendo —respondo desde mi cama, recostada boca abajo mientras deslizo entre las publicaciones de sus fanáticas.
Llegué a casa hace poco y, al hacerlo, me encontré con mi prima y mi tía Estela de visita. Mientras ellas conversan con mi mamá en la sala, Khloe y yo subimos a mi cuarto a hablar de Jayden y su disco.
—¿Estamos en el punto en el que ya puedes ver las entrevistas de Jayden? —pregunta cautelosa—. Porque quiero enseñarte algo, pero no quiero que te pongas como la vez pasada.
Niego con la cabeza y me incorporo en la cama.
—Ya escuché un disco completo y sigo viva —le digo mientras golpeo el colchón a mi lado—. Así que ven, muéstrame.
Khloe parece dudar, pero finalmente se levanta y camina hacia mí. Se sienta a mi lado y me pasa su teléfono.
—Mira este fragmento
Tomo el teléfono y le doy play. En la pantalla aparece Jayden, luciendo radiante. Su sonrisa ilumina su rostro mientras camina por una calle, rodeado por reporteros que lo bombardean con preguntas.
—¿Cómo te sientes con el lanzamiento de tu nuevo disco, Jayden?
—Emocionado y muy contento de poder compartir este proyecto en el cual llevo trabajo desde hace unos meses.
—Jayden, este disco se ve que es una clara indirecta, ¿qué nos puedes decir sobre eso?
Sonríe de esa encantadora forma y lleva su vista hacia quien le hizo la pregunta, sin dejar de caminar.
—Creo que ya lo dijiste, ¿no?
Ese comentario provoca un revuelo. Los reporteros empiezan a hablar todos a la vez, sorprendidos.
—¿Eso significa que hay ya alguien especial en el corazón de Jayden Blackwood?
Su sonrisa se hace aún más grande y, está vez, se detiene.
—La hay desde hace más de 9 meses.
Eso hace que los reporteros exploten en preguntas y empiecen a seguir a Jayden con más insistencia.
—¡Jayden, cuéntanos más!
—¡¿Es la chica de la portada de quién estás hablando o es alguien más?!
—¡Jayden! ¡Jayden!
La super estrella simplemente sigue caminando, con sus guardaespaldas abriendo paso entre la multitud. No responde más.
El video termina y, para cuando la pantalla se apaga, mi corazón late tan rápido que siento que va a salirse de mi pecho. Mis manos están sudando, y una ola de felicidad, mezclada con miedo, me envuelve.
El hecho de que Jayden haya admitido que hay alguien especial para él desde hace más de nueve meses —exactamente el tiempo desde que nos conocimos en junio durante su concierto en Malibú— me emociona tanto como me aterra. Hablar abiertamente de este modo es peligroso, especialmente con Billy acechándonos. Pero, aun así, no puedo evitar sentirme eufórica.
Sonrío tanto que las mejillas empiezan a dolerme. Llevo una mano a mis labios para evitar soltar un chillido de emoción.
Jayden está lleno de sorpresas.
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29 de Mayo del 2022:
Ha pasado un mes desde el estreno mundial del disco, y, durante este tiempo, apenas sé de Jayden. Todo lo que sé ha sido a través de redes sociales, porque sigo sin poder comunicarme con él. Cuando su disco salió, se dedicó a dar entrevistas y ruedas de prensa en diferentes partes del mundo, pero eso solo duró dos semanas. Después de eso, desapareció.
No volvió a aparecer por ningún lado hasta hace cuatro días, cuando fue visto saliendo de un edificio con Kevin Fletcher. La noticia desató una tormenta en las redes sociales y la prensa, ya que es muy extraño que Jayden haya sido visto con un exintegrante de la empresa que lo maneja.
Desde entonces, no puedo sacarme de la cabeza lo raro que resulta todo esto. Que Jayden se mantuviera en silencio después de la promoción de su disco —que, por cierto, sigue en el número uno en varios países— y que, de pronto, reaparezca junto a alguien como Kevin Fletcher... No tiene sentido.
Raro.
Esa incógnita, ese ¿qué está pasando realmente?, no ha dejado de rondar mi mente. Ni siquiera ahora, mientras los primeros rayos de la mañana se cuelan por la ventana y yo estoy recostada sobre el regazo de mi madre. Sus dedos pasan lentamente por mi cabello, tratando de calmarme, pero mi mente sigue atrapada en una maraña de pensamientos sobre Jayden.
—Sigo pensando que algo está raro con Jayden. —murmuro.
—¿Aún?
—Si —me incorporo para mirar a mi madre—. Se me hace súper extraño que luego de su desaparición, se haya visto con Kevin y luego haya vuelto a desaparecer —mordisqueo mi labio, pensativa—. Lo peor es que no tengo como comunicarme con él.
—Podrías tratar de mandarle mensajes de mi teléfono.
Hago una mueca.
—No sé si es buena idea. Billy nos tiene tan vigilados que de seguro ya sabe cuál es tu número.
—Ese hombre está loco —mi mamá suelta un suspiro y niega con la cabeza—. Ojalá algún día tenga su merecido.
—Si —vuelvo a recostarme sobre sus piernas—. Ojalá.
Cierro mis ojos un momento y trato de mantener mi mente en blanco, sin embargo, antes de tan siquiera poder intentarlo, el sonido de mi teléfono me hace abrir los ojos. Estiro mi mano hacia la mesita de centro, y tomo mi teléfono. Sin fijarme de quién es la llamada, respondo.
—¡Prende la televisión, ahora!
Siento un fuerte bufido, lleno de fastidio, al escuchar a mi mejor amiga con su frase célebre y llevo una mano a mi rostro.
—No, Aby. Cada que me dices eso termino con el corazón roto, así que prefiero vivir en la mentira y no veré nada.
—¡Pero esto es bueno!... O eso creo —suelta, dudosa—. ¡Tu préndela y ya en 137!
No me deja responderle porque, de inmediato, cuelga la llamada. Desganada y sin muchas ganas de volver a tener el corazón roto, le cambio el canal que me dijo.
—¿Ahora qué será?—murmuro.
En la pantalla de mi televisión, Jayden aparece detrás de una amplia mesa, con un micrófono frente a él. Su postura rígida y el semblante grave que tiene me erizan la piel. Jamás lo había visto con esa seriedad. Me incorporo de inmediato, mientras la ansiedad y la confusión empiezan a crecer en mi pecho.
—... El día de ayer, el reconocido cantante Jayden Blackwood nos sorprendió con una noticia impactante. —anuncia el reportero, con un tono que parece tan alarmado como intrigado.
¿Ayer? ¿Cómo que ayer? ¿Esta rueda de prensa se dio ayer?
Un escalofrío recorre mi espalda. Algo no está bien.
—Les agradezco mucho por venir —la voz de Jayden suena grave, casi pesada, mientras su mirada recorre la sala frente a él—. Sé que esta convocatoria los ha dejado confundidos, especialmente porque no ha sido hecha por mi empresa, sino por mí.
Su pausa prolongada llena de incertidumbre la sala, y mis manos comienzan a sudar.
—Pero, con los acontecimientos de estos últimos meses, me he visto en la necesidad de hablar públicamente a espaldas de mi empresa.
El silencio que sigue a sus palabras pesa como una losa sobre mi pecho.
—Desde muy chico, cuando empecé a trabajar de la mano con esta empresa, he sido sometido a múltiples abusos, tanto mentales como físicos.
Mi cuerpo se paraliza al escuchar esas palabras, y enseguida oigo los murmullos y exclamaciones de asombro de las personas en la sala.
—El dueño de esta empresa, Billy Richardson, nos ha sometido a sus abusos a todos los que trabajamos bajo su mando. Sus castigos, como él los llama, van desde amenazas de muerte, asesinatos, hasta la inyección de droga.
Su declaración me deja sin aliento. Esta hablando... Por fin está hablando.
Miro su rostro en la pantalla, tan serio, tan decidido, pero alcanzo a notar la tensión en sus ojos, el dolor que se oculta detrás de esa fachada de fortaleza.
—Han sido tanto la cantidad de veces que él me ha violentado que ya ha perdido la cuenta pero, como les dije, no solamente soy yo a la única persona a la que ha abusado. Persona como Kevin Fletcher y Sarah Williams, también han sido cometidas a esos múltiples castigos.
Su mirada baja y veo como sus ojos se llenan de cruel tormento.
—Algunas la han pagado más que otras... —murmura.
Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos y el corazón se me oprime cuando noto que se está refiriendo a Sarah con aquello.
—He callado durante mucho tiempo porque ha amenazado con destruir mi carrera, así como lo hizo con la de Kevin —vuelve a subir su mirada y su voz firme, pero cargada de emociones—, pero no lo haré más, porque estoy harto de vivir con miedo. Harto de no poder expresarme por miedo a ser lastimado. Y harto de no poder estar con quién quiero temiendo a que la lastimen.
El nudo en mi garganta se hace más grande con cada palabra que dice, y me siento profundamente orgullosa de él, porque por fin se ha atrevido a hablar. Por fin, va a acabar con la corrupción de Billy.
—He estado reuniendo las pruebas necesarias para ir a juicio, junto con mis compañeros, para encerrar al hombre que nos ha tenido atemorizados y que rompió nuestros sueños.
La mirada de Jayden se suaviza por un momento, como si tomara una bocanada de aire antes de continuar. La tensión que había cargado en sus palabras comienza a desvanecerse, pero su determinación sigue intacta.
—Sé que todo esto cambiará muchas cosas y que, tras lo que acabo de decir, mi carrera ahora se encuentra en juego, pero lo haré por mi, por mis compañeros y todas esas veces que hemos sufrido por culpa de Billy. Lo haré porque ya no queremos vivir con miedo.
Hace una pausa, como si estuviera buscando la mejor manera de despedirse, antes de seguir.
—Gracias por venir y darme la oportunidad de contar mi verdad. Nos vemos pronto.
Jayden se levanta de su asiento, y el peso de sus palabras sigue flotando en el aire, como una pesada nube. La sala está sumida en un absoluto silencio, pero en mi pecho, una tormenta de emociones se desata.
Mi respiración es entrecortada, mis manos temblorosas al intentar sostenerme en la misma posición, como si me fuera a desmoronar. La mezcla de orgullo y tristeza por lo que acaba de compartir me ahoga, y mi mente sigue dando vueltas a cada frase que ha pronunciado. La valentía que ha demostrado al enfrentar su realidad, al exponer su sufrimiento ante el mundo, me deja sin palabras. Pero también, una pequeña parte de mí está aterrada.
¿Qué pasará ahora?
Mientras lo veo marcharse, siento un vacío en el estómago, como si estuviera perdiendo algo que no puedo alcanzar. Su decisión de hablar, de finalmente poner fin al silencio que lo había atormentado por tanto tiempo, me llena de un profundo respeto, pero también de preocupación. Sé que las cosas ya no serán iguales para él, ni para ninguno de los que se atrevieron a enfrentar al monstro que es Billy Richardson.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho, mi cuerpo completamente inmóvil mientras escucho a los reporteros, que se agolpan abajo del escenario, para gritar, para sacar más palabras del cantante. Sus voces se superponen unas a otras, intentando obtener más respuestas, pero Jayden ya se ha ido.
Me siento abrumada. Mis ojos están ligeramente nublados por las lágrimas que amenazan con caer, pero no me atrevo a moverme. Este es un momento crucial, uno en el que la vida de Jayden, la vida de Sarah, de Kevin, de todos los que han sufrido, puede cambiar para siempre
De repente, el sonido de un golpeteo en la puerta me hace saltar, arrancándome de mis pensamientos. Mi corazón late con fuerza, y la adrenalina se dispara en mi cuerpo, dejándome congelada por un instante. Llevo mi vista hacia mi madre, quien me mira con el ceño fruncido, reflejando la misma sorpresa que siento yo.
—¿Esperamos a alguien? —pregunto, y mi voz suena ronca, quebrada por todas las emociones acumuladas.
Mi madre carraspea y niega con la cabeza, todavía mirando hacia la puerta como si intentara adivinar quién está detrás.
—No, según yo no —responde en un murmullo.
Me levanto y con pasos lentos pero decididos, me acerco a la puerta. Aún escucho el eco de las palabras de Jayden, cada una clavada en mi memoria, dándome fuerzas y desmoronándome al mismo tiempo.
Respiro hondo mientras mi mano, temblorosa, se posa sobre el picaporte. Lo giro lentamente, dejando que el sonido metálico llene el silencio de la habitación y abro la puerta.
Cuando la puerta se abre, todo en mí se detiene. El mundo desaparece, y el único sonido que escucho es el latido frenético de mi corazón, como si quisiera escapar de mi pecho. Mis ojos se encuentran con los suyos, esos ojos que no veía desde hace tanto tiempo, y de inmediato siento que todo a mi alrededor se derrumba.
Las emociones me golpean como una ola imparable: alivio, amor, sorpresa, y una tristeza contenida que parece desbordarse en ese instante. Mis piernas flaquean, y el aire se siente pesado, como si no pudiera llenarme los pulmones.
Una sonrisa frágil, aparece en su rostro y, en ese instante, todo empieza a revolotear en mi interior.
—Hola, Paris.
Una oleada de emociones me atraviesa, pero aun así, logro esbozar una sonrisa.
—Hola, Jayden.
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Si piensan que esto termina aquí, están equivocados.
Nos vemos en unas horas para el epilogo.
Los quiere, Hanna.
ig:hannasvelez
Pdta: Saludos y feliz año nuevo para Sutekiun de parde de Vida. Te pide que sigas adelante y que continues brillando <3.
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