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Capítulo 56

El correo de Billy, sin duda, fue una inesperada sorpresa. Jamás me llegó a pasar por la mente que Billy Richardson, el hombre qué ha llevado a múltiples personas a la fama y que torturado a mi novio por más tiempo del que me gusta imaginar, estaría mandándome correo. Y mucho menos para citarme en sus oficinas en Nueva York.

Si cierro los ojos, aún puedo sentir las múltiples sensaciones, nada bonitas, que atravesaron mi cuerpo cuando leí esas cortas, pero precisas palabras en su correo.

Creo que es momento de hablar, señorita Smith.

La espero el día de mañana, apenas llegué a Nueva York, en mis oficinas.

Le adjunto su boleto en el correo.

Mis cordiales saludos.

Billy Richardson.

Y fue peor cuando vi que, efectivamente, adjuntaba un boleto de avión con destino a Nueva York para la mañana siguiente.

Sin duda, una pesadilla.

En mi mente se pasó la idea de no presentarme, pero no sabía si mi ausencia podría poner en riesgo la integridad de Jayden, así que decidí que lo mejor era ir.

Mi mamá se opuso, hasta el final del día, en que yo fuera, sin embargo, cuando se dio cuenta de que no iba a ceder a su petición, propuso ir conmigo, pero yo sabía que en el hospital la necesitaban y, además, no veía muy inteligente llevar a alguien tan importante para mí a la boca del lobo, así que tuve que decirle que lo mejor es que se quedara. Replicó mucho, pero al final, no le quedó de otra y tuvo que aceptar en quedarse.

No hice una maleta, simplemente agarre una pequeña mochila con lo esencial como, por ejemplo, el cargador de mi teléfono, y me fui directo al aeropuerto de Los Ángeles.

El vuelo no fue tan largo como esperaba, fueron apenas 4 horas, lo que sentí más tardado fue el recorrido desde el aeropuerto hasta las oficinas Richardson. Aunque, ahora que lo pienso bien, el recorrido no fue tan largo, sino que estaba tan nerviosa que, para mí, se ralentizó el tiempo. Y sigo muriéndome de nervios y miedo, porque a pesar de que llevo 20 minutos fuera del edificio, no me atrevo a entrar.

Tengo un mal presentimiento.

Yo también.

—Vamos, Paris. Tú puedes. Tú puedes —me doy ánimo—. Hazlo por Jayden.

Inhalo y exhalo, tratando de calmar un poco los nervios y, cuando me siento un poco más tranquila, empujo la puerta de cristal del edificio y entro.

El interior del edificio es igual de elegante que la fachada. El piso está tan limpio que puedo ver mi reflejo en el y las paredes grises están decoradas con líneas metálicas que refuerzan el estilo moderno del lugar. La iluminación, perfectamente calculada, resalta cada detalle, mientras las pantallas incrustadas en las paredes muestran fotos de los artistas que Billy representa, dejando claro que este no es solo un edificio, si no una gran corporación llena de talentos.

Billy se lució con esto.

Ya lo creo.

Dejo de mirar la decoración del edificio y me encamino hacia la recepción con las manos llenas de sudor.

—Hola —saludo con una sonrisa a la chica detrás del mostrador—. Busco a Billy Richardson.

—El señor Richardson está ocupado en este momento. —dice sin dejar de teclear en su computadora.

—Oh, ya veo —hago una mueca—. Es solo que en el correo que me mandó mensaje dijo que viniera aquí tan pronto como llegara.

—Tu nombre.

—Paris. Paris Smith.

Mi nombre parece llamar su atención, porque sube su mirada hacia mí con rapidez y sus ojos se abren en reconocimiento cuando me ve y, en menos de dos segundos, ya está de pie.

—Oh, lo lamento, señorita Smith —rodea el escritorio y me hace una seña hacia el elevador—. Sígame, el señor Richardson la está esperando.

Frunzo el ceño.

¿No dijo que estaba ocupado?

Pues, al parecer, ya no.

—Gracias.

Sigo a la chica de recepción al elevador y, al subir, veo como presiona el botón que lleva al piso número 10. Luego de un par de minutos el elevador se abre en el último piso.

—Por aquí.

Sale del elevador y me conduce por el pasillo que se abre frente de nosotros y, mientras nos acercamos a la única puerta que se encuentra en el lado izquierdo, logro escuchar un cacho de la conversación que se lleva a cabo en la habitación.

—... No te preocupes, pronto esos problemas acabarán. —reconozco la voz de Billy y los pelos se me ponen de punta.

—¿A qué te refieres?—una voz femenina.

—Ya lo verán.

¿Verán? ¿Hay varias personas con él?

El suave golpeteo a la puerta por parte de la señorita, me hace pegar un respingo que termina por sacarme de las preguntas que están elaborando mi mente y cuando la veo asomarse a la sala, el estómago empieza a dolerme, lleno de miedo.

—Señor Richardson, su invitada está aquí.

—Por fin buenas noticias —escucho el movimiento de una silla—. Hazla pasar, Ofelia.

La chica, que ahora se que se llama Ofelia, asiente con la cabeza y abre la puerta. Con un suave movimiento de su cabeza, me hace una seña de que entre, por lo que tragándome los nervios y, formando mis manos en un puño, entro.

Siento mi respiración cortarse y mi corazón detenerse cuando, al entrar, me encuentro con los familiares rostros de Clarise, Sarah, JK y, por supuesto, Jayden. Mi Jayden. Todos sentados a los lados de una larga mesa de cristal.

Cuando mis ojos colisionan con los de mi novio, veo como su mirada se llena de un miedo que jamás vi en él. Su rostro empieza a perder todo el color, quedando blanco como una hoja de papel y, al estar de pie, veo como sus piernas flaquean de tal modo que debe apoyar sus manos en la mesa.

¿Qué está pasando?

—¿Qué hace ella aquí?—pregunta Jayden, con voz temblorosa, sin quitar sus ojos de mi.

—Ella, Jayden, está aquí para hablar.

—¿Hablar? —lo mira sobre su hombro—. ¿Hablar de qué?

—Pues resulta, Jayden —se pone de pie y siento mi cuerpo tensarse—, que ella te ha estado metiendo en muchos problemas, ¿no?

—Ya te dije que no es su culpa.

Siento mi corazón quebrarse cuando su voz se ante aquellas palabras.

—Pues yo creo todo lo contrario —lleva sus frívolos ojos hacia mí y me encojo en mi lugar—. El estúpido amor que le tienes solo le ha traído problemas a la empresa, Jayden, y no voy a seguir permitiéndolo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que si tú no vas a alejarte de ella es hora de que yo tome cartas en el asunto.

Esas heladas palabras, no solo hacen que cuerpo de mi novio se tense, si no que también me ponen a temblar y, por lo que veo, no solo a mi, si no también a Sarah, quién ahora mira a su jefe con los ojos cristalizados y el labio temblando.

—Billy, por favor... —suplica mi novio, en un susurro apenas audible

—Ahórratelo, Jayden —lo corta—. Las súplicas no te van a servir de nada, ¿cierto, Sarah? —la mira por encima de su hombro—. Tú mejor que nadie lo sabe.

Una cruel y despiadada indirecta hacía la rubia que, si se estaba conteniendo, ya no más. Las lágrimas empiezan a caer, una tras otra por su rostro, estrujándome el corazón de una manera dolorosa, sin embargo, me veo obligada a quitar la atención de ella cuando veo a Billy dar un paso hacia mi novio.

—Lo hubieras pensado dos veces antes de seguir involucrándote con ella, Jayden. Ahora atente a las consecuencias.

Jayden se queda en silencio, mirándolo fijamente con la súplica plasmada en sus ojos pero, eso no parece causar ni una reacción en Billy.

—Bueno —suelta un suspiro y saca su teléfono celular de su bolsillo—, ahora es momento de que nos dejen a la señorita Smith y a mí... conversar.

La sangre se me hiela.

—No vas a quedarte solo con ella. —escupe Jay con los dientes apretados.

—Lastima que eso no es decisión tuya, Jayden.

Un segundo después de que esas palabras salieran de Billy, doy un pequeño salto, lleno de terror, cuando la puerta de la sala se abre de par en par, dejando pasar a cuatro hombres altos, fornidos y trajeados. Asustada y con el corazón en la boca, doy varios pasos hacia atrás, pensando que vienen por mi para llevarme a otro lugar, pero me sorprendo cuando, dos de ellos me pasan por a lado y empiezan a caminar hacia Jayden.

Mi novio, al ver que caminan en su dirección, se pone a la defensiva al instante.

—¿Qué creen que ha...?—se corta cuando dos de ellos lo sujetan y empieza a tirar de su cuerpo hacia atrás, tratando de que lo suelten—. ¡Suéltenme, mierda!

El pánico me sube por el cuerpo, de tal manera que los dedos empiezan a temblarme pero, ignorando totalmente aquello y temiendo que le hagan daño a mi novio, comienzo a caminar en su dirección. No sé qué es lo que pretendo hacer, solo quiero que lo suelten. Quiero que no lo lastimen.

Antes de que, tan siquiera, pueda dar el cuarto paso hacia él, una fuerte mano me toma del brazo y tira de mí con fuerza hacia atrás. El jalón hace esa zona empieza a dolerme, sin embargo, no puede importarme menos y vuelvo a dar un paso hacia Jayden.

—Jay... —su nombre sale de mis labios en un frágil susurro.

—¡Quítenme las malditas manos!

Sube sus ojos hacia mí y al ver el dolor reflejado en ellos vuelvo a tratar de llegar a él.

—Jayden...

Ignoro el escozor de mi brazo al sentir un aumento de presión.

—Paris...

Siento mis ojos cristalizarse y la desesperación por llenar a él aumenta.

—Jay...

Nuestros intentos son en vano, ya que a pesar de que hacemos todo lo posible por llegar al otro. A pesar de que tiramos de nuestros cuerpos en nuestra dirección. Y, a pesar de que estiramos nuestras manos para al menos rozarnos con nuestros dedos, logran sacar a Jayden de la habitación.

—¡Por favor, Billy! ¡No la lastimes!

Su grito desgarrador llega hasta mí desde el pasillo y las lágrimas empiezan a caer sin vergüenza alguna por mi cara, sintiéndome destrozada al escuchar el dolor en la voz de Jayden.

Si supiera que lo menos que me importa es que me hagan daño. Solo lo quiero a él sano y salvo.

—Arriba, muñequita.

La voz de una de las personas en la habitación llama mi atención, por lo que llevo mi cabeza en esa dirección y siento como el dolor en mi pecho aumenta mucho más, cuando veo como uno de los hombres toma a Sarah, quién parece totalmente desconectada de esta realidad, por un brazo y a JK por el otro, y los saca a ambos de la sala en la que estamos.

—Puedo sola.

Llevo mis vista hacia Clarise cuando la escucho y veo como se zafa del agarre de quién la estaba sujetando y con la mirada en alto se dirige hacia mí.

—¿Qué haces, Clarise? —la voz de Billy no la detiene.

—Me acerco a Paris, ¿no lo puedes ver?

Él no responde, sin embargo, por el rabillo del ojo veo como esa respuesta no le gustó.

Cuando llega enfrente mío, estira sus manos y con delicadeza toma las mías. Sus ojos recorren mi cara lentamente, como si estuviera memorizándose mis facciones y, al llegar a mis ojos, me da un suave apretón.

—Tranquila, todo estará bien.

Su voz se corta cuando me dice aquellas palabras y, algo de mí dice que, ni ella se cree esas palabras, sin embargo, me limito a asentir con la cabeza.

—Largo, Clarise.

La voz de Billy resuena en la habitación y, está vez, no se opone cuando la persona que trató de sujetarla en un principio, vuelve a agarrarla y la saca de la habitación.

—Gracias, Héctor. Puedes irte.

El orangután que está sujetándome, me suelta, y camina hacia la puerta. Sale de aquí y nos deja a Billy y a mí a solas.

—Lamento todo esté alboroto, Paris. Puedo decirte Paris, ¿no? —pregunta, volviéndose a sentar a la cabeza de la mesa.

No respondo. Estoy lo suficientemente ocupada tratando de calmar el temblor de mis piernas y el cosquilleo en la punta de mis dedos, como para responder.

—Me lo tomaré como un sí.

Suelta un enorme suspiro y, tras eso, hace una seña con su mano hacía la silla que está justo enfrente mío. En la otra cabeza de la mesa.

—Toma asiento, por favor.

Temiendo que, si lo desobedezco, pueda pasarme algo, camino lentamente hacía la silla, sentándome en seguida.

—Bueno, Paris —recarga sus antebrazos en la mesa y entrelaza sus manos—, creo que es innecesario decirte porqué estás aquí cuando, estoy seguro, que ya conoces la razón, ¿no?

Paso saliva con dificultad y asiento con la cabeza, lentamente, a modo de respuesta.

—Bien, ¿y por qué es?—clava sus ojos en los míos.

—Porque estoy saliendo con Jayden. —suelto en un, apenas, audible susurro.

—¡Exacto! —me sonríe y me señala con su dedo índice—. Si que eres muy lista.

Hago mis manos puño debajo de la mesa.

—Mira, Paris. Tienes que saber que, la verdad, a mi me importa muy poco lo que haga Jayden fuera de cámaras. No me interesa con quién folla, con quién se besa o con quién se agarra de la mano. De verdad que me importa muy poco —se inclina hacía enfrente y, siento el miedo aumentar cuando, su rostro se endurece—, pero cuando el nombre de mi empresa y el de mi estrella empiezan a salir en los titulares de la prensa, empieza a importarme —su mandíbula se aprieta y sus ojos chispean con enojo—. Y ustedes se han encargado de mantenerse en esos titulares desde Junio.

Toma el control que descansa sobre la mesa y, al presionar un botón, la pantalla detrás de él se enciende. Un suspiro tembloroso sale de mis labios y mis manos empiezan a temblar tanto que siento que se me van a caer, al ver lo que proyecta la pantalla.

Múltiples fotos de Jayden y mías en la gala de mi tía, desayunando en Duke's, en el bar donde me encontré con Bonnie, en Central Park, en su concierto en México y en la playa en Cancún, se muestran ante mí junto con sus titulares.

«¿Jayden Blackwood y su nueva novia?»

«Una mágica noche en Central Park»

«Jayden y su... ¿amiga?»

«El reemplazo de Sarah Williams?

«¿Jayden Blackwood de vacaciones con su nueva novia y su ex?»

«¿Jayden obsesionado con Sarah?»

Algunos de los titulares que se encuentran en la pantalla ya los he leído, sin embargo, hay otros con los que ni siquiera me he encontrado por redes sociales. Son tantos que, es de mi asombro que, solamente me haya encontrado con cuatro de los casi treinta que están en la pantalla.

—Y esos solo son de Junio —su voz me lleva a mirarlo nuevamente—. Si te enseñara los que han sacado hasta ahora, no terminaríamos nunca.

Me quedo callada sin saber que decir o hacer. El miedo, los nervios y la ansiedad, que siguen creciendo, me han dejado con la garganta seca. Me han dejado sin palabras.

—Al principio, cuando salieron las primeras notas de ustedes, no me lo creía, ¿sabes? No me creía que, mi cantante estrella, estuviera en el ojo de la prensa y manchando el nombre de mi compañía solo por salir con una chica cualquiera.

Una risa áspera, que no tiene ninguna felicidad en ella, sale de su garganta, erizándome la piel.

—Porque, además, me era ilógico creer que, mi chico de oro, se estuviera metiendo en esa clase de problemas sabiendo la cantidad de poder que tengo y lo que puedo hacer con él. Ilógico, ¿cierto? —se levanta de su silla y empieza a dar cortos pasos en mi dirección—. Era ilógico que alguien que consoló a su amiga luego de que asesiné a su novio, que vio como hundí la carrera de mi mejor actor y que sufrió luego de que maté a una gran compositora de mi empresa, estuviera haciendo semejantes estupideces, ¿no lo crees?

Mi barbilla empieza a temblar y el pecho se me oprime ante la crueldad de sus palabras. Ante la falta de sentimientos de lo que ha dicho.

—Pero no, resulta que, el imbécil, se enamoró. Se enamoró de una chica inferior a él. Inferior a nosotros. De una chica que no tiene el mismo rango social, de alguien que hundiría su nombre por no tener la fama que tenemos nosotros.

Se para a lado mío y clavo mis uñas en las palmas, tratando de calmar mis temblores, sin embargo, no sirve de nada, ya que se hacen mayores cuando se inclina hacia mí.

—De una pobre chica que creció sin el amor de un padre y que su más grande aspiración es estudiar el espacio exterior. Que estúpido, ¿no lo crees? —esas palabras me golpean como estacas y mis ojos empiezan a escocer—. Qué estúpido que alguien con la fama que él tiene, con el dinero que él tiene, con las oportunidades que él tiene y con el poder de tener a la chica que quiera de nuestro mundo, estuviera dispuesto a perder todo eso por una niña con problemas emocionales, que apenas cumplió la mayoría de edad. Que estupidez, ¿no lo crees? —golpea con fuerza la mesa, haciéndome dar un respingo—. ¡¿No lo crees?!

No respondo. Me quedo en silencio, con la barbilla temblando, y giro mi cabeza hacia otro lado, negándome a seguir viéndolo.

—Yo doy oportunidades, Paris —el aire, que al parecer estaba reteniendo, sale de mis pulmones cuando veo por el rabillo del ojo que empieza a alejarse de mí—. Claro que las doy, pero si veo que, a pesar de mis múltiples oportunidades, siguen sin obedecerme —vuelve a presionar el botón del control y, está vez, aparece un vídeo—, es cuando tomo cartas en el asunto.

El video empieza a reproducirse y, por lo que puedo ver, es el video de una cámara de seguridad. En el se puede distinguir una persona de pie en el centro de, lo que parece ser, una bodega. El sujeto tiene una postura a la defensiva, mientras mira fijamente a un punto en la habitación, pero la cámara no enfoca que es lo que está mirando, sin embargo, veo como mueve los labios. Está hablando, pero lo que sea que está diciendo lo dice muy bajo, porque no se escucha nada.

Pasados unos segundos, tres personas entran al cuadro del video y siento mi cuerpo tensarse de pies a cabeza y mi estómago retorcerse cuando veo que, una de esas personas, es Billy. Ambos siguen hablando, pero sigo sin escuchar nada, y tras otro par de segundos, dos personas más entran al video.

Oh no...

Sarah...

Mi cabeza duele y mis ojos empiezan a picar con más fuerza, cuando reconozco esa melena rubia ser arrastrada hasta llegar a la par de Billy.

Oh no, creo que ya se que es esto...

Clavo mis uñas con fuerza en mis piernas y trato de acompasar mi acelerada y temblorosa respiración, cuando Billy, luego de intercambiar palabras con el chico frente a él, saca un arma.

—Billy —la voz entrecortada de Sarah se escucha por los altavoces de la pantalla, mientras jala su brazo en dirección al chico. A Thomas—. Por favor, te lo suplico. Te lo ruego, no lo lastimes.

—Tuviste millones de oportunidades, Sarah —el seguro del arma se quita—. Y no obedeciste —levanta el arma—. Esto que va a pasarle a tu novio... es tu culpa.

—¡No lo escuches, Sarah! —grita Thomas, clavando sus ojos en Sarah—. Esto no es tu culpa, amor.

—¡Billy, por favor! —la súplica desgarradora de Sarah, me desgarra el alma—. ¡Por favor, te lo ruego! ¡Billy te lo estoy rogando! ¡No lo lastimes!

—No te servirá de nada rogar, Sarah —voltea a verla—. Y eso lo sabes muy bien.

—Billy, por favor. ¡POR FAVOR!

Ella continúa tirando de su brazo en dirección a su novio, tratando de llegar a él, pero es en vano, porque el sonido de dos balazos resuena por todo el lugar.

Aquel sonido me hace dar un brinco en mi asiento y, sin poder contenerme más, dejo las lágrimas caer por mi rostro.

Thomas cae al suelo en el momento en el que esas balas impactan contra su pecho y el grito desgarrador de Sarah, cargado de un dolor que jamás escuché, llena el ambiente.

Las lágrimas siguen cayendo por mis ojos cuando veo como el gorila que tiene a Sarah, la deja caer al piso y ella, desesperada, se levanta para luego abalanzarse al cuerpo inerte de su pareja.

—Espero que esto te de una lección, Sarah.

Billy, tras pronunciar aquellas palabras, se da la vuelta y sale del cuadro del video junto con las personas que estaba, dejando a una destrozada Sarah, quién llora y grita llena de dolor, sobre el cuerpo de Thomas.

—Amor, por favor —la rubia acaricia el rostro de su pareja—. No me dejes, por favor —sus sollozos hacen que más lágrimas salgan de mis ojos—. Thomas, por favor. Abre tus ojos. Por favor, no me...

El vídeo se pausa, dejando sobre la pantalla la imagen de Sarah llorando sobre Thomas.

—Sarah tuvo múltiples oportunidades para dejar al chico, Paris —empieza a hablar Billy—, y no lo hizo. Se aferró a él y a un amor que no podía ser y eso lo terminó matando.

Un suspiro entrecortado sale de mi boca y llevo una de mis temblorosas manos a mi pecho, presionando mi mano justo arriba de mi adolorido corazón, al recordar el ensordecedor grito de Sarah.

—Perdí una gran cantidad de marcas, de gente, de contratos, luego de que Sarah y Thomas encabezaran los titulares por más tiempo del que me hubiera gustado. Todo eso perdí porque, ¿quién firmaría con una actriz que sale con un estúpido campesino y que todo el tiempo, por culpa de su relación, se mantiene en el ojo de la prensa? Nadie —recarga sus manos sobre la mesa y me observa con furia congelada, como si ese pensamiento aún le molestara—. Yo salvé a Sarah y le quité ese punto débil que no la iba a dejar seguir subiendo a la fama. Yo salvé a Sarah de que le quitaran más contratos, de que le quitaran más colaboraciones con marcas. Yo salvé a mi empresa.

Mató a una persona, a un ser humano y lo único que puede pensar es, ¿en los contratos? ¿En las marcas?

Que asco de ser humano.

—Eres un monstruo.

—No, no soy un monstruo. Solo hago lo necesario para mantener mi empresa a flote.

Niego con la cabeza y le doy una mirada cargada de tanto odio como puedo.

—Eso me lleva a lo siguiente, Paris...

Vuelve a caminar hacia mí y me pego tanto como puedo al respaldo de la silla, queriendo alejarme lo más que pueda de él.

—Jayden, así como Sarah, ha tenido múltiples oportunidades para alejarse de ti. Le he dado más de cinco oportunidades. Jamás había sido tan benevolente como lo he sido con él, pero como no está obedeciéndome, creo que es momento de eliminar a su punto débil —jala la silla de al lado de mi y se sienta—. ¿No lo crees?

A pesar de que el miedo está consumiéndome completamente, hago lo posible por no demostrarlo. En lugar de eso, enderezo mi espalda, alzo la barbilla y lo miro con firmeza.

—No te tengo miedo.

—¿Ah no?—me sonríe, divertido.

—No —alzo la barbilla—. Así que si vas a matarme, hazlo.

—¿Matarte? —su sonrisa se expande—. ¿Quién dijo algo de matarte a ti?

Mi ceño se frunce en confusión. Billy vuelve a presionar el mismo botón del control y el video desaparece, dándole paso a cuatro fotos.

Mis manos se entumecen al ver quienes aparecen en la pantalla.

—Estuve pensando y, matarte, no sería algo divertido, ¿no crees? Creo que, sería más divertido, sí en lugar de matarte a ti, mato alguna de las personas que más quieres.

Mis ojos se pasan velozmente, totalmente aterrada, por las imágenes de Aby, Khloé, mi mamá y Jayden. 

—Sería muy divertido ver como el dolor consume a la culpable de que mi estrella este perdiendo colaboraciones y este, constantemente, el ojo de la prensa.

El odio con el que suelta aquellas palabras no puede importarme menos. No cuando en este momento tengo los ojos clavados en las personas que están en riesgo solo porque estoy enamorada de un cantante.

—También, sería divertido acabar con la vida de las personas importantes para Jayden.

Cambia la imagen y, ahora en lugar de estar mis personas en la pantalla, están la hermana, la mamá y el papá de mi novio.

—Solo imagínate, verte a ti sufrir y cargar con la culpa de que, las personas más importantes para Jayden murieron, solo porque no te alejaste de él, sin duda que sería fantástico —su cara se torna sombría—. Sería lo que te mereces luego de casi arruinar el nombre de mi estrella.

Mi respiración se vuelve errática y los fuertes latidos de mi corazón llegan hasta mis oídos. Clavo mis uñas en los reposabrazos de mi silla, tratando de calmar el ataque de ansiedad que está a punto de dominarme.

Cálmate, Paris.

Cálmate.

Si no te tranquilizas él matará a alguien. Él matara a Jayden.

—No les hagas daño, por favor —pido, jadeante—. Ellos no... tienen la culpa.

—Creo que ya has visto que las súplicas no sirven de nada, Paris.

—Entonces dame una oportunidad —hablo con la desesperación carcomiéndome—. Dame la oportunidad de alejarme de Jayden.

—Esa oportunidad ya la di.

—No, se la diste a él, pero no me las has dado a mí —lo miro, suplicante, con todo el cuerpo temblando—. Te juro que, si me das la oportunidad, no volveré a acercarme a él. No volverás a verme por ningún lado con él.

Me mira con sus ojos sin emoción y sin decir nada.

—Juro que me cambiaré de casa, me mudaré de departamento, me iré de la maldita ciudad en la que vivo pero, por favor, no le hagas daño —le imploro con las mejillas bañadas en lágrimas—. No le hagas daño a nadie, por favor.

Continúa inexpresivo, mirando como suplico, entre lágrimas y jadeos, que no lastime a quienes amo.

—Por favor.

Alza su barbilla, con firmeza.

—Tengo una condición.

Esas palabras me hacen soltar un suspiro de alivio y me permito cerrar un segundo los ojos, antes de volver a encararlo.

—¿Cuál es?

—Quiero que le rompas el corazón.

Mis hombros se tensan y me quedo callada, sin saber que responder a eso.

—¿Qué?

—Me has oído —se levanta de la silla—. Si te voy a dar una oportunidad, será con una condición y quiero que le rompas el corazón a Jayden.

La ansiedad que ya se había calmado, parece regresar pero, está vez, parece intensificarse al grado de escuchar un suave pitido en mis oídos.

—¿Qué mejor castigo para él que, la persona de la que está enamorado, le rompa el corazón? —sonríe, lleno de malicia—. Ese sería un buen castigo para él por el daño que le ha causado a la empresa, ¿no crees?

Me quedo callada, sintiendo como ese hormigueo empieza a subir por mis piernas.

—¿Y cómo haré eso?—cuestiono, temblorosa.

—No lo sé. Solo asegúrate de inventar algo que le destroce tanto el corazón que no quiera volver a buscarte.

Mi corazón se comprime con tanta fuerza que duele.

No quiero lastimar a Jayden.

No puedo.

—Tienes una oportunidad, Paris —su voz me saca de mis pensamientos—. Si no lo destrozas, yo tomaré cartas en el asunto.

Mi cuerpo tiembla.

¿Cómo es que voy a lastimarlo? ¿Cómo es que voy a lastimar a alguien de quién estoy enamorada? ¿Cómo voy a lastimarlo si lo amo?

Doy un pequeño brinco, asustada, cuando la puerta de la sala se abre de tal manera que golpea contra la pared. Vuelvo mi vista hacia la entrada, busca de quien ocasionó semejante ruido, y siento un enorme alivio cuando veo a mi tía ahí parada, junto a Erick.

—Lo siento, señor —dice la secretaria, apareciéndose en la puerta, tomando profundas respiraciones—. Le dije que no podía pasar, pero no obedeció.

—Está bien, Ofelia —le hace una seña con la mano para que se vaya—. Retírate.

Ofelia, asiente con la cabeza y, muy obedientemente, se retira.

—Louisa —Billy le sonríe—. Que gusto me da volver a ver...

—Ahórratelo, Billy —responde, con los dientes apretados y camina en mi dirección—. Levántate, Paris. Nos vamos.

Su mano toma mi brazo y, con delicadeza, tira de mí para ponerme de pie. Tengo que poner toda la fuerza posible en mis piernas para no caerme.

—¿Por qué tanta hostilidad, Louisa? Solo estábamos hablando.

—¡Y una mierda!

Empuja, con suavidad, mi cuerpo hacia Erick, quién se mantiene unos pasos atrás de mi tía, y camina hacía Billy con los ojos flameando.

—¡No quiero verte de nuevo cerca de mi sobrina! —golpea su pecho con su dedo índice—. Si te atreves a contactarla de nuevo o a acercarte a más de dos centímetros de distancia, me encargaré de hundir tu maldita empresa.

La barbilla del susodicho se tensa y sus ojos empiezan a brillar con molestia.

—Sabes que no podrías.

—Sabes que si —escupe con furia—. Y así lleve a mi empresa a la quiebra, lo haré si vuelves a acercarte a mi sobrina.

Billy, por primera vez, parece quedarse sin palabras y eso me toma por sorpresa. Mi tía da media vuelta y con la espalda recta y alzando la barbilla, camina hacía nosotros.

—Vámonos.

Pone su mano en mi hombro y empieza a empujarme con suavidad hacia la salida pero, antes de salir de la habitación, le doy una rápida mirada a Billy sobre mi hombro. Sus ojos chocan con los míos y en ellos se refleja una advertencia.

Vuelvo mi vista hacia enfrente y los tres nos encaminamos hacia el elevador totalmente en silencio. Luego de presionar el botón al lobby, mientras vamos bajando, llevo mis manos a mi cara, tallando con más fuerza de la necesaria, mis ojos y mejillas, tratando de borrar cualquier mancha de lágrimas, porque si voy a lastimar a mi novio, no puede ver qué estuve llorando.

—Vas a lastimarte, Paris. —suelta mi tía.

—Necesito quitar las lágrimas. —respondo, con los dientes apretados, sin dejar de frotar mi cara.

—Pero no así —me toma de las muñecas—. Vas a lastimarte.

Cuando mis ojos chocan con los de mi tía, mi barbilla empieza a temblar, lo que significa que estoy apunto de derrumbarme, pero reúno todas mis fuerzas para no llorar.

—Es lo menos que me merezco después de lo que haré. —suelto con la voz rota.

Su ceño se frunce.

—¿De qué hablas?

Las puertas del elevador se abren en ese preciso momento y siento mi corazón hundirse cuando, al llevar mi vista hacia la puerta, veo a Jayden gritándole a esos 4 orangutanes que estuvieron con nosotros hace un rato, mientras que Clarise y JK tiran de él para atrás.

—Se ve que ese chico te adora —suelta y mi corazón se apachurra aún más—. Cuando llegue, estaba vuelto una furia gritando que te dejaran salir.

Un nudo se forma en mi garganta.

Oh, mi Jayden.

—Tía.

—¿Si, Paris?

—¿Vas a llevarme al aeropuerto?—pregunto, mientras salgo del elevador.

—Por supuesto.

—¿Podrías esperarme unos minutos? Necesito hablar con Jayden.

—Si, claro.

Antes de llegar a la puerta, tomo a mi tía por la muñeca, haciendo que se detenga.

—No vayas a dejarme.

Sus ojos, fríos como el hielo, son empañados con una emoción diferente a su habitual indiferencia y asiente suavemente con la cabeza.

—No lo haré —le da un pequeño apretón a mi hombro—. Estaré detrás de ti.

Muevo la cabeza en afirmación y, tras eso, tomo una fuerte respiración antes de caminar hacia la salida.

Al cruzar la puerta, comienzo a caminar en dirección a los escalones, pero cuando mis ojos ven la figura de mi novio, mis manos temblar tanto que me veo en la necesidad de hacerlas puño para controlarlas.

Algo parece captar la atención de Clarise, puesto que, en seguida, sube sus ojos en mí dirección y toda aflicción que estaba en su rostro, se ve reemplazada por un enorme alivio qué dura apenas unos segundos, antes de llevar su vista hacia el cantante, otra vez.

—¡Jayden, para! —grita Clarise, tirando con la suficiente fuerza de su brazo, como para hacer volver su vista hacia ella.

—¡Déjame, Clarise!

—¡No, Jayden, para! —vuelva a tirar de él cuando hace el ademán de volver a zangolotear a los gorilas—. ¡Paris ya está aquí!

Esas simples palabras hacen que Jayden se detenga enseguida y clave sus ojos en su manager.

—¿Qué?

—Paris, ya está aquí, ¿bien? —dice lentamente—. Así que cálmate.

Jayden se queda totalmente quieto un par de segundos, antes de que vuelva, lentamente, su rostro en mi dirección. Cuando sus preciosos ojos grises chocan con los míos, las inmensas ganas de llorar que, ya se habían ido, regresan, y se multiplican cuando lo veo cerrar sus ojos y soltar un suspiro lleno de alivio y felicidad.

¿Cómo es que voy a lastimarlo si lo amo tanto?

Al instante en el que los cuatro hombres, que estaban impidiendo la entrada de Jayden al edificio, me ven, se dan la vuelta y se marchan al interior del edificio, dejándonos sin nada que nos impida acercarnos al otro.

—Paris —estira su mano hacía mi—. Ven a mi, rubia.

Mi nombre y mi apodo en sus labios, es una cruel tortura qué lástima hasta los lugares más chiquitos de mi cuerpo. Sin embargo, me mantengo lo más fuerte que puedo y tomo su mano.

Tira de mí con suavidad, pegándome a su cuerpo y envolviéndome en un fuerte abrazo que no dudo en corresponder. Cierro mis ojos con fuerza y me permito disfrutar de la calidez de los brazos de mi Jayden, temiendo que está sea, muy posiblemente, la última vez que lo tenga entre mis brazos.

Entierro mi nariz en su cuello, tratando de aspirar todo su aroma y guardándolo en mi memoria para cuando lo extrañe. Entierro mi mano en su cabello, disfrutando de su textura y de la sensación que me causa tenerlo entre mis dedos.

Me separo de él, luego de un rato, y tomo sus mejillas entre mis manos. Recorro con mis ojos cada parte de su rostro. Desde sus ojos, que llevan mi color favorito, su nariz, que tiene un par de diminutas, pero preciosas pecas, hasta su barbilla, que ahora de ella crece un poco de barba.

Paso mi dorso con suavidad por su pómulo y muerdo con fuerza mi labio cuando siento las lágrimas volver a picar mis ojos.

Necesito más tiempo para seguir amándolo.

—Amor —me toma de la cara y me observa con preocupación—. ¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

Niego en seguida con la cabeza y dejo que tire de mi labio inferior hacia abajo, sacándolo de entre mis dientes.

—No, es solo que... —tomo su mano y la quito con suavidad de mi mejilla—, necesito hablar contigo, Jay.

—Si, claro. Dime lo que quieras, rubia.

Tomo una fuerte respiración y me alejo de él. Paso por su lado, bajando las escaleras, y me detengo en la banqueta.

—¿Qué pasa, amor? —se detiene a mi lado, mirándome con sus ojos llenos de aflicción—. ¿Está todo bien?

—Si, es solo que... —paso saliva con dificultad y dejo escapar una temblorosa respiración—. Ya no podemos seguir juntos, Jayden.

Silencio.

Nuestro alrededor se sume en un espeso silencio que, incluso, hasta las aves han dejado de cantar, y esas palabras se mantienen flotando en el aire, ya que aún no parece que han caído sobre Jayden, porque lo veo mirarme con confusión.

—¿Qué?

—Debemos terminar, Jayden. No podemos seguir juntos.

Luego de repetir aquellas palabras, la confusión en sus ojos se hace mayor y empieza a recorrer con su mirada mi rostro. Tal vez buscando un indicio de alguna mentira, de alguna broma, pero cuando parece no encontrar nada, su rostro se endurece.

—¿Pe-pero por qué? —da un paso hacia mi—. ¿Hice algo malo?

—No, Jayden —hablo con el corazón en un puño, al escuchar sus palabras—. No hiciste nada malo, pero ya no puedo seguir con esto. No puedo seguir viviendo en tu mundo.

—¿A qué te refieres con eso?

—Hablo de que ya no puedo con la prensa, los paparazzis, con las notas horribles de los reporteros hacía una relación que no conocen y y los comentarios crueles que escriben tus fanáticas hacia mí solo porque están celosas —suelto con rapidez, sintiendo mi garganta quemar, cada que otra palabra sale de mi boca—. Pensé que podría tolerarlo, pero no puedo. Ya no puedo, ya no quiero, Jayden. Quiero mi vida de regreso.

Mentiras. Mentiras. Mentiras.

No me importa nada de eso. No me importan los comentarios crueles, las notas o ser perseguida por paparazzis. No me importa. Lo toleraría una, dos, tres y todas las veces que sean necesarias para estar con él. Para seguir a su lado y seguir amándolo.

Asiente con la cabeza, mirándome con una combinación entre comprensión y dolor, y vuelve a tomar mi cara entre sus manos.

—Esta bien, amor —acaricia mi pómulo con su pulgar—. Te entiendo. Te juro que te entiendo. Yo más que nadie sé lo difícil que es vivir rodeado de eso, pero si me dejas, me encargaré de todo eso —dice y en sus ojos puedo ver un brillo de desesperación—. Te juro que no volverás a ver ninguna nota sobre ti, ninguna foto tuya en internet o ningún comentario negativo de ti. Si me dejas, amor, yo me encargaré de solucionar todo eso. Me encargaré de que vuelvas a tener tu privacidad. Tu vida

—Tu más que nadie sabe que las publicaciones de la prensa no es algo que se pueda controlar. Ni los comentarios de tus fanáticas.

—Pero buscaré la manera, amor —siento sus manos temblar, ligeramente, sobre mis mejillas—. Te juro que buscaré la manera de controlar todo eso, pero por favor, quédate conmigo. —su voz se corta.

Niego con la cabeza y llevo mis manos a las suyas, quitándolas suavemente de mis mejillas.

—No, Jayden. Digas lo que digas, no harás que cambie de opinión. No seguiré contigo.

Doy un paso hacia atrás, sintiendo las piernas temblar y la cabeza doler y, tratando de dar por terminada esta dolorosa conversación, me doy la media vuelta, lista para irme con mi tía.

—No, Paris. Espera —toma mi mano y tira de mi hacia él, regresándome a dónde antes estaba—. Por favor, amor. No me dejes. No te alejes de mi, ¿si?

Vuelve a tomar mis mejillas en un gesto ansioso, desesperado, que solo hace que el dolor de mi pecho aumente.

—Te amo, ¿si?—mi corazón se detiene—. Carajo, Paris, te amo tanto que no estoy dispuesto a dejarte ir de mi vida ni hoy, ni nunca.

El escozor aparece en mis ojos y las mariposas empiezan a revolotear de un lado al otro al escuchar esas palabras que mi corazón tanto anhelaba. Que yo tanto deseaba oír.

También te amo, Jayden...

Con el cuerpo temblando y con la promesa de mantenerlo vivo, niego con la cabeza, dando un paso hacia atrás.

—Pero yo a ti no te amo, Jayden.

Mientes. Mentirosa.

Las manos de Jay caen lentamente de mis mejillas a sus costados y, cuando veo sus ojos, mi corazón termina por destrozarse. Su mirada, bañada en tristeza y dolor, se cristaliza y, puedo jurar, que por la manera en la que me mira, algo en él se ha roto.

Con la barbilla temblando y su respiración entrecortada, niega con la cabeza y toma con suavidad mis manos.

—Está bien, amor. No pasa nada —murmura, llevando su temblorosa mano a uno de mis mechones de cabello y acomodándolo detrás de mi oreja—. Si no puedes amarme ahora, encontraré la forma de ser alguien a quien puedas amar.

—Jay...—mi voz sale entrecortada.

—Y no te preocupes, puedo compartirte de mi amor —dice, interrumpiéndome con una sonrisa frágil—. Te amo tanto que tengo suficiente para los dos.

Vuelvo a negar con la cabeza y retrocedo, alejándome de su tacto, sintiendo algunas lágrimas salir de mis ojos.

—No, Jayden. Aunque me des todo de ti, no quiero estar contigo.

Negándome a seguir viendo como destrozo al amor de mi vida, me doy la vuelta y comienzo a caminar en dirección a mi tía. Ella, como lo prometió, se mantiene unos pasos lejos de mí, por lo que no camino tanto para llegar a ella.

—Vámonos, por favor. —suplico, en voz baja.

Mueve la cabeza en afirmación y, sin decir nada más, pone su mano sobre mi hombro y, con Erick siguiéndonos, comienza a caminar hacia su camioneta.

—¡Paris!

El grito de Jayden me hace tambalear, pero no me detengo.

—¡Paris, por favor!

Muerdo mi labio con fuerza y continuo mi camino.

—¡Paris!

Al llegar a la camioneta de mi tía, me permito mirar hacia atrás, justo para ver como JK aprisiona a Jayden pasando sus brazos por su torso, reteniéndolo en su lugar. Él, sin embargo, continúa moviéndose, exigiéndo ser liberado, pero el manager de Sarah no hace caso a su petición y sigue agarrándolo.

En ese momento, llevo mi vista hacia Clarise, quién por la forma en la que me ve, con amarga comprensión y los ojos llenos de un doloroso agradecimiento, parece saber por que hice lo que hice.

«Gracias.»

Esa única palabra es articulada por su boca, sin ningún sonido de por medio, y eso es todo lo que necesito ver para saber que ella sabe porque estoy haciendo esto.

Por último, le dirijo una corta mirada Sarah, que no solo me mira con dolor, si no con otra emoción de por medio que no logro identificar del todo. Tal vez sea anhelo.

Me giro de nuevo hacia adelante y no pierdo más tiempo. Cuando mi tía me hace un gesto silencioso para que suba a la camioneta, obedezco sin dudar.

Desde dentro, con las puertas cerradas, aún puedo escuchar las súplicas de Jayden. Su voz quebrada me pide que me quede, que no lo deje, pero no puedo mirar hacia atrás. No cuando sé que mi corazón destrozado me empujaría de vuelta a sus brazos.

La camioneta comienza a avanzar, dejando atrás a la persona que amo tanto, por la que daría todo para seguir viéndolo, para seguir escuchando su voz. Y mientras más nos alejamos, más me cuesta contenerme.

—¿Paris?

La mano de mi tía se pone arriba de mi rodilla, la cual ha empezado a moverse de arriba abajo, con la misma velocidad con la que mi respiración se acelera.

—¿Estás bien?

Esas dos palabras son todo lo que necesito para derrumbarme. Las lágrimas, calientes y saladas, caen sin control por mi rostro, mientras un jadeo doloroso escapa de mi boca. Intento taparlo con la palma de mi mano, pero no sirve de mucho. Los sonidos, largos y agudos, llenos de dolor, salen uno tras otro de mi garganta.

Me doblo hacía delante mientras me mantengo llorando con fuerza, clavando las uñas en mi pecho, queriendo detener, desesperadamente, con este dolor que amenaza con matarme, pero no puedo. La presión se intensifica hasta el punto en que mi respiración comienza a fallar, y mis manos se adormecen, como si ya no pudieran seguir sintiendo nada.

Lo he perdido.

He perdido al amor de mi vida.

¡Aquí el final!

¿Estuvo fuerte, no? Dejo este pequeño espacio para que lloren lo que quieren jiji.

Espero que les haya gustado mucho este capítulo y me gustaría invitarlos a que pasen a la pagina principal, les tengo una sorpresita:)

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Los quiere, Hanna.

-3 capítulos para el final.

ig:hannasvelez

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