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Capítulo 51

Maratón 2/3

—¿Entonces, Jay? ¿Clarise pudo solucionar lo de las fotos?—cuestiono mordisqueando mi labio, ansiosa.

—Sigue en eso, rubia —responde del otro lado de la línea—, pero ya pudo quitar la mayoría de fotos en donde sales tú.

Suelto un suspiro, aliviada, y dejo caer mi espalda en el respaldo del asiento del copiloto.

Que alivio.

Han pasado tres días desde el suceso de mi Universidad y, luego de que le dije a Jayden que me habían fotografiado varias chicas de ahí, esperó un par de minutos luego de que mi pequeño episodio de ansiedad cesara, para poder hacerle una llamada a Clarise y pedirle ayuda con aquellas fotos que, en cuestión de horas, iban a estar rondando por internet.

Apenas colgó la llamada con Clarise, como bien lo supusimos, las fotos empezaron a aparecer por las redes sociales. En la mayoría de publicaciones solo eran videos y fotos de Jayden afuera de mi Universidad, fotografiándose y firmándole a los estudiantes. Sin embargo, en alguna que otra publicación, salía alguna foto mía, justo al lado del caos que se estaba dando con Jayden.

Las publicaciones que contenían esas fotos de mi, Clarise se encargaba de que las quitaran de redes sociales, pero por cada publicación con fotos mías que quitaban, aparecían tres más, por lo que estaba siendo un poco difícil exterminar todos esos post.

—Calma, amor. Clarise se está encargando de todo, así que tranquilízate.

—Estaría más tranquila si supiera que eso no va a afectarte. —murmuro.

—Deja de pensar en eso, rubia, porque nada va a pasarme.

Hago una mueca.

Me gustaría tener la certeza al 100% de eso.

—Mejor dime si ya casi llegas a Los Ángeles.

—Si, ya falta una media hora.

—Esta bien, amor. Me avisas cuando llegues.

—Sip.

—Te veré hasta mañana porque hoy me voy a quedar con Bonnie, ¿si?

—Está bien, Jay. Salúdamela.

—Si, cielo. Con cuidado, ¿eh?

—Si, no te preocupes. Aby es una gran conductora.

Por el rabillo de ojo veo como mejor amiga alza la barbilla con orgullo y mueve sus hombros en un pequeño bailecito de felicidad.

—Seguro que si —suelta una leve risa—. Te quiero.

Mi corazón da un vuelco.

—Yo también te quiero, Jay.

—Nos vemos mañana.

—Adiós.

Cuelgo la llamada y dejo mi teléfono en mis piernas.

—¿Y? ¿Qué te dijo?—pregunta Aby, sin despegar sus ojos del camino—. ¿Clarise logró bajar tus fotos?

—La mayoría.

Resoplo.

—Solo espero que Billy no se entere.

Jugueteo con mis dedos y mordisqueo mi labio, ansiosa.

—Tranquila, Iris —lleva su mano a la mía y le da un suave apretón que dura un par de segundos—. No se enterará.

Le doy una pequeña sonrisa de boca cerrada que dura un par de segundos, antes de bajar mi vista a mis piernas al sentir mi teléfono vibrar.

Lo tomo entre mis manos y lo desbloqueo.

Número desconocido: Hola, bonita. ¿Cómo estás?

Mi sangre se congela al ver de quién se trata.

Reconocería ese «bonita» a kilómetros.

Número desconocido: Llevas casi dos meses sin contestar mis mensajes y me gustaría saber la respuesta.

Número desconocido: Veámonos para hablar; así como en los viejos tiempos.

Número desconocido: Te extraño y me haces mucha falta.

La ansiedad que antes me provocaba sus mensajes, ahora ahora es remplazada con coraje, puesto que en una de las sesiones con mi psicóloga, hablando precisamente de Alex, me hizo entender que fue tanta la manipulación de su parte, que solo generó que mi miedo al abandono aumentara y, no solo eso, si no que hizo que mi ansiedad también incrementara hasta el punto de hacer que la respiración me faltara.

No digo que lo odie, porque mentiría. No puedo odiarlo. Simplemente siento mucha molestia el saber que yo, luego de que le dí todo mi cariño y comprensión, él simplemente me causara daño.

—¿Paris?

La voz de mi mejor amiga me saca de mis pensamientos y me vuelvo hacía ella.

—¿Mmm?

—¿Qué tienes?

—Nada, ¿por qué?

—Amiga, creo que se te olvida que, aparte de que eres muy expresiva, soy tu mejor amiga y te conozco de todo. Sé que algo te pasa. Además, eres blanca, y te pusiste roja de coraje —me lanza una rápida mirada divertida—. Así que dime, ¿que te pasa?

No digo nada, simplemente volteo mi teléfono en su dirección y, con rapidez, lanza una mirada hacia mi pantalla.

—Oh —hace una mueca y vuelve su vista hacia la carretera—. Otra vez ese imbécil.

—Si.

Resoplo.

—No piensas contestar, ¿verdad?

—No —respondo de inmediato—. Por supuesto que no. Estaría muy idiota si vuelvo a contestarle a él.

El recuerdo de las veces que me hizo llorar, sus amenazas de dejarme y la ansiedad que me llegó a causar, hacen que, así como siento coraje, sienta mucha tristeza.

La mano de mi mejor amiga vuelve a darme un rápido apretón en mi brazo.

—Bien, amiga —sonríe orgullosa—. Estoy feliz de que estés yendo al psicólogo porque, al parecer, ella en cuatro sesiones te ha hecho entrar en razón. Algo que yo no pude hacer durante mucho tiempo.

Hace una mueca.

—Lamento no haberte hecho caso con respecto a Alex, Aby. —digo, arrepentida.

La verdad es que mi mejor amiga me advirtió muchas veces con respecto a él y jamás le hice caso.

Ni a ella, ni a mi mamá, ni a mi prima, ni a mis amigos. Me lo ha tenido que decir una persona externa, con palabras fuertes y directas, para darme cuenta.

Que terrible.

—No pasa nada, amiga. Me alegra que ahora sí estés haciendo caso.

Asiento con la cabeza, orgullosa.

Mi teléfono vuelve a sonar, anunciando un mensaje y, de inmediato, al ver qué se trata de Alex, silencio sus notificaciones y lo archivo, de modo en que no pueda seguir escuchando cuando me moleste.

—¿Por qué no lo bloqueas?

Niego con la cabeza.

—No. Me da miedo que, si no puede localizarme, vaya a buscarme a la escuela o algo y me arme un pancho.

Asiente con la cabeza lentamente.

—Entiendo.

—Pero en algún punto tendré que bloquearlo. Con miedo o no, tendré que hacerlo.

Me lanza una mirada tranquilizadora.

—Paso a pasito, Iris. Paso a pasito.

Oh no.

No otra vez.

Suelto un suspiro cansado cuando veo la pantalla de mi teléfono iluminarse con la llamada de un «número desconocido» —claramente es Alex— y, de mala gana, lanzo mi lápiz a la mesa, tomo mi teléfono y me recargo en el respaldo de la silla del comedor.

Estamos a Miércoles.

Tres días han pasado desde que regresé a Los Ángeles y, desde entonces, los mensajes y llamadas de Alex se han mantenido. No hay día que mi teléfono no vibre por una llamada o que en mis archivados no aparezca un «1» por sus mensajes.

Lo que me manda por mensaje van desde insultos, palabras bonitas, hasta disculpas por sus mensajes ofensivos.

¿Por qué está siendo tan molesto e insistente? Ni siquiera cuando andábamos me buscaba tanto como ahora.

—Hola, amor.

Siento el beso de Jayden en mi cabeza y, de inmediato, apago mí teléfono para luego dejarlo sobre la mesa.

—Hola, Jay-Jay.

Hace una mueca al escuchar ese apodo pero, no dice nada, simplemente jala de la silla y toma asiento a mi lado.

—¿Ya casi acabas tu tarea?

—Mhm. Ya solo me falta dibujar y listo.

—Te ayudaré entonces —dice y tira de mi libreta hacia él—. Mientras no sea nada de escribir, podré ayudarte.

Suelto una suave risa.

—Es bueno saberlo, para entonces ponerte a escribir. —suelto, burlesca.

Me lanza una mirada divertida.

—Si quieres tener un 0 por culpa de mi letra de patas de araña, entonces está bien.

Vuelvo a reírme y recargo mi codo sobre la mesa, para después recargar mi mejilla sobre la palma de mi mano.

—¿Y que se supone que debo dibujar?—pregunta, sacando mis colores.

—El planeta tierra con la línea del ecuador y sus hemisferios.

—Bien —mueve la cabeza de un lado a otro como si estuviera calentando—. Es hora de sacar mis habilidades de dibujo.

Una sonrisa se forma en mi rostro y me quedo viendo, embelesada, el perfil de mi novio, quien se muestra concentrado haciendo mi tarea.

Que novio tan increíble tengo.

—¿Cómo vas con tus canciones?

Estiro mi mano hacia su nuca y enredo mis dedos entre los mechones de su pelo. Al instante en que mi mano hace contacto con él, lo veo cerrar los ojos y soltar un suspiro de satisfacción ante mi contacto.

—Bien —gira su rostro hacia mí—. Ya tengo dos listas. Solo me falta hacerles algunas mejoras e ir a grabarla al estudio.

Sonrío y el orgullo se asienta en mi pecho.

—¡Eso es grandioso, Jay! —exclamo, entusiasmada—. ¿Cuándo va a mostrármelas?

—Cuando estén listas, amor.

Se inclina para dejar un rápido beso en mi boca y vuelve a enfocarse en mi libreta.

—Al menos dame un adelanto —pongo mis manos en forma de plegaria—. Por favoooor.

Sonríe y niega con la cabeza, antes de soltar una fuerte exhalación.

—¿Por qué me haces esto?—pregunta, volviéndose hacia mí.

Mi ceño se frunce con confusión.

—¿Hacerte qué? No entiendo.

Eso cuando sabes que no se decirte que no.

Sonrío, emocionada.

—¿Eso significa que si me darás el adelanto?

—Sabes que si, amor.

Suelto un chillido de emoción y me lanzo a hacía él, repartiendo besos por toda su cara.

Comienza a reír.

—Si ese va a ser mi pago por enseñarte mi nueva música, ya quiero ver cual será, entonces, mi pago por mostrarte mis más oscuros deseos.

Suelto una carcajada.

—Que tonto eres, Jayden.

Sonríe y pone su mano en mi mejilla.

—Te adoro, Paris. A ti y a tu preciosa sonrisa.

Siento mi cara tornarse roja y las mariposas cantarinas de mi estómago empiezan a moverse de lado a lado.

Tomo su cuello entre mis manos y me inclino hacia él.

—Yo también te adoro, Jay. A ti y a tus preciosos ojos grises

Veo como sus orejas se ponen rojas y mi corazón se derrite.

—Owww, tus orejitas se pusieron rojas.

De inmediato, se lleva sus manos a sus orejas, cubriéndolas, pero no sirve de nada, porque el rojo de sus orejas se recorre a sus mejillas.

—Owww, ahora tus mejillas, cielo.

Llevo mis manos a sus mejillas y les doy un suave apretón.

—Eres el nuevo tomatito.

Su ceño se frunce, claramente indignado, y lleva sus manos a mis muñecas.

—Bueno, basta de hacerme bullying y déjame acabar mi tarea para poder enseñarte mis canciones.

Vuelvo a reír y los suelto, para luego dejarme caer en la silla.

—No estaba haciéndote bullying, yo solo...

La vibración de mi teléfono interrumpe lo que estaba diciéndole y, al llevar mi vista hacia la mesa, donde descansa mi celular, mi cuerpo se tensa al ver que, nuevamente, se trata de Alex.

Por el rabillo del ojo veo como Jayden se queda viendo fijamente mi teléfono por un par de segundos, hasta que decide voltear a verme.

—¿No vas a contestar?

Niego con la cabeza de inmediato.

—No.

Luego de que el timbre de mi teléfono para de sonar, ambos nos sumimos en un silencio que se siente tenso y hace que me ponga nerviosa, más por la mirada de Jayden, ya que se encuentra con su pensativa mirada clavada en mi celular.

¿Qué es lo que tanto piensa?

—Paris

La manera tan seria en la que Jayden usa mi nombre para cortar el silencio, hace que se me erice la piel.

—¿Si, Jay?

—Sabes que nunca voy a meterme en tus cosas y siempre voy a respetar tu privacidad, pero ese número lleva marcándote por tres días y, no solo eso, si no que también he notado que te escribe —pasa su lengua por sus labios, ansioso—. Yo solo quiero saber si está todo en orden, amor.

Las palabras de Jayden y el chispeo de inseguridad en sus ojos hacen que algo dentro de mi pecho duela, por lo que estiro mis manos para tomarlas entre las mías.

—Si, Jay, todo está bien. Es solo que... —paso saliva con dificultad y llevo mi vista a otro lado—, Alex ha estado buscándome desde el Domingo.

De reojo, noto como su mirada, antes llena de inseguridad, se oscurece y sus hombros se ponen rígidos.

—¿Hablamos del imbécil de tú ex novio?

—Si, él mismo.

Asiente lentamente con la cabeza y retira sus manos de las mías, por lo que regreso mi vista hacia él, justo para ver como se pasa su mano por el cabello, frustrado, y como aprieta con fuerza la mandíbula. Tanto así que temo que se rompa los dientes.

Siento un enorme pánico ante el pensamiento de que crea que tengo algo que ver con él, por lo que, ansiosa, lo tomo del rostro y obligo a que vuelva a mirarme.

—Jay, te juro que ya no hay nada entre él y yo. Nada.

La ansiedad empieza a cosquillearme la punta de los dedos de mis manos.

—Y puedo demostrártelo con lo que sea, Jay.

Niega con la cabeza y pone sus manos sobre las mías.

—No es necesario, Iris. Te creo.

El aire regresa a mis pulmones.

—Es solo que me da conflicto que te siga buscando —rasca su ceja con su dedo índice—. Creo que no sabe qué sigues conmigo, ¿verdad?

Niego con la cabeza.

—No, creo que no.

Suelta un bufido y choca la lengua contra el interior de mi mejilla.

Me encanta que haga eso.

A mí también, pero no es el momento.

Cierto.

—¿Has pensado en bloquearlo?

—Si, Jay, pero me aterra saber que, si no tiene como localizarme, puede ir a buscarme a la Universidad o a mi casa en Malibú y no quiero tener que soportar el teatro que, seguramente, me hará.

Frunzo mis labios y empiezo a juguetear con mis dedos.

—Sabes que, si llegara a hacerte cualquier cosa, yo te defendería, ¿cierto?—comenta, tomando mi barbilla entre sus dedos.

Sus palabras me brindan una seguridad que me hace sonreír, porque aunque yo sé que él me defendería de cualquier cosa, es agradable escucharlo.

Llevo mis dedos a su cabello, acariciándolo.

—Lo sé, amor, pero no me gustaría que te metieras en problemas —murmuro—. Además, eres una super estrella y estaría mal visto que te metas en algún problema, Jay. La prensa te destrozaría.

—No me importaría meterme en problemas si es para defenderte, Paris —suelta con obviedad—. Ni siquiera si la prensa me destroza con sus críticas.

Siento mi respiración temblar.

A él no le importa, pero a mí...

—A ti puede no importarte, pero yo sufriría si veo que la prensa empieza a tirar crueles comentarios sobre ti.

Logro notar como su respiración se corta ante sus comentarios y como su mirada se suaviza.

Aprovechando aquel pequeño desbalance de mi novio, me acerco a él y dejo un pequeño beso en su boca.

—Hay que evitar meternos en problemas, ¿vale?

Asiente obedientemente con la cabeza y deja sus ojos clavados en mis labios.

—Está bien.

Lleva su mano a mi nuca y me acerca a él, hasta que nuestras narices se rozan.

—Ahora, déjame besarte correctamente.

Vuelve a tirar de mí, con suavidad, para volver a besarme, pero antes de que sus labios rocen con los míos, mi teléfono vuelve a sonar, arruinando el momento.

Deja salir un suspiro, cansado, y deja caer su frente en mi hombro.

—De verdad quiero no meterme en problemas, pero si él sigue molestando a mi novia voy a tener que hacerlo.

Niego con la cabeza y estiro mi mano, para poner mi teléfono en silencio y deje de molestarnos.

—Ya encontraremos una solución, Jay. —digo, pasando mi mano por su espalda.

—Yo ya tengo una.

Lo miro con una ceja enarcada cuando se aleja para verme.

—¿Ah sí?

Mueve la cabeza en afirmación.

—¿Y cuál es?

—Voy a llamarle a la mafia italiana para que se encargue de él.

Apenas termina aquel ocurrente comentario, una fuerte carcajada, poco femenina, se escapa de mi garganta.

—¿Pero qué dices, Jay?—suelto entre risas.

—¡Oye! No te burles de mi fabulosa solución.

Continuo riendo de la forma más escandalosa posible, hasta que logro tranquilizarme y niego con la cabeza.

—Dices puras locuras, Jayden.

Suelta una pequeña risa.

—Tú eres la culpable de todas ellas, Paris.

Callo mis labios antes de soltar otro sonido vergonzoso de felicidad, sin embargo, me encargo de reflejar todo el amor y cariño en mis ojos para transmitírselo a mi novio.

—Te adoro, Jay-Jay. Más que nada.

Lo veo pasar saliva con dificultad, antes de plantarme un beso en la nariz.

—Y yo a ti, rubia bonita.

¡Aquí el final!

Nos vemos en un rato con la ultima parte del capítulo.

Los quiere, Hanna.

ig:hannasvelez

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