Capítulo 43
—¡Dios! ¡Al fin! —exclamo con alegría al poner un pie en el departamento y alzo mis brazos al cielo—. Por un momento pensé que no volvía.
—Yo también —dice Aby, adentrándose también al departamento, para luego dejarse caer, boca abajo, en el enorme tapete de la sala de estar—. Que horrible es viajar en el camión en una ciudad que no conoces.
—Coincido.
Me encamino hacia donde está mi mejor amiga, arrumbada en el suelo, con la mochila de la escuela aún en su espalda y, tras quitarme la mía, imito su acción. Me acuesto boca arriba y llevo mi vista hacía mí mamá, quien desde que llegamos sigue en la misma posición desde el sillón, con la vista clavada en su computadora.
—¿Podrías recordarme, mamá, porque nos obligas a viajar en camión si sabes que nos vamos a perder?
—Lo hago para que aprendan las rutas de ida y regreso a su escuela en camión, Iris.
—¿Pero por qué? —chilla Aby y alza su cabeza del tapete para mirar a mi mamá—. Si tengo mi auto estacionado allá abajo y, fácilmente, podríamos ir nos ambas en el.
—Eso.
—Porque no está mal aprenderse las rutas que toma el camión, ahora que viven en esta nueva ciudad.
—No las necesitamos —replico—. Tenemos el auto de Aby que, por cierto, tiene GPS, lo que nos hace más fácil la existencia.
—No siempre tendrán el auto, niñas —alza la vista de su computadora para mirarnos—. ¿Qué tal si un día se descompone o le pasa algo? No van a tener de otra que usar el transporte —vuelve la vista a su pantalla—. Así que agradézcame que les estoy haciendo un bien.
Aby y yo bufamos al mismo tiempo, indignadas por lo que nos ha dicho mi mamá que, muy a mi pesar, tiene razón, pero ojalá nunca se le descomponga el auto a Aby porque eso de perderse en una ciudad desconocida da miedo.
—Descansen hoy mucho, niñas, que en un rato iremos a dar una vuelta en metro.
Frunzo el ceño.
—¿En metro? ¿Por qué?
—Porque mañana quiero que se regresen de la escuela en metro y necesito enseñarles las rutas.
Ambas soltamos un sonido de inconformidad y cubro mi cara con ambas manos.
—Aunque me hagan esos sonidos, iremos. —dice y vuelve su vista a la computadora.
Voy a decirle que mejor debemos quedarnos en casa sin hacer nada, pero el sonido de mi teléfono, anunciando una llamada, me hace incorporarme.
Saco mi teléfono de mi pantalón y siento mi corazón dar un vuelco cuando en mi pantalla aparece el nombre de Jayden.
—Uh, es Jay.
Con emoción y una gran sonrisa, me levanto, tomo mi mochila, y me voy dando saltitos.
—¿Así tan rápido te olvidas de la tortura en la que nos va a someter tu mamá?—exclama, ofendida.
—Solo mientras hablo con Jay. —digo y me encierro en mi habitación.
Me lanzo a mi cama, quedando boca abajo sobre ella y contesto la videollamada.
Siento mi pecho calentarse al verlo recostado sobre su cama, con el teléfono enfrente de su rostro.
—Hola, rubia. —sonríe.
—Hola, Jay.
—¿Cómo estás, amor?
—Bien.
—¿Cómo te fue en tu tercer día de clases?
—Bastante bien. No he hecho gran cosa, más que anotar como se evaluará pero, por lo menos, ya tengo otro amigo.
—¿Ah sí?
Asiento con la cabeza y una sonrisa genuina se abre paso en su rostro.
—Me alegro mucho, amor.
—Yo también —quito un mechón de mi cara—. Pensé que me costaría hacer amigos, pero ahora tengo tres.
—Que bueno, rubia bonita, estoy muy feliz por ti.
Mi sonrisa se hace más grande y luego ladeo la cabeza.
—¿Y tú? ¿Cómo te han ido en tus conciertos?
—Mucho mejor ahora que solo me faltan tres conciertos para acabar la gira —suspira y se pasa la mano por la cara—. Amo conocer a mis fanáticas de diferentes partes del mundo, pero ya estoy agotado. No quiero seguir haciendo más conciertos.
Hago una mueca, sintiéndome triste por sus palabras y por sus ojos llenos de cansancio.
—Te entiendo, cielo, pero ya pronto acabará y podrás descansar.
—Si, al menos un tiempo hasta que Billy me pida hacer otra cosa que me agote.
El coraje recorre mis venas al pensar en Jayden sometido a lo que Billy lo obliga a hacer.
Como odio a ese imbécil.
Y yo
—¿Cuánto tiempo tendrás de vacaciones?
—Tal vez un mes.
—Bueno, al menos eso es buen tiempo.
—Si, no me quejo la verdad —juguetea con el arito de su labio—, es un buen tiempo para poder recuperarme.
Asiento, coincidiendo con lo que me dice.
—¿Y cómo te has sentido? ¿No te has vuelto a sentir mal luego de tu... sobredosis?
Niega con la cabeza.
—No, solo sigo agotado. Cansado.
—Oh, Jay. Ya podrás descansar pronto.
Suelta una gran bocanada de aire y mueve la cabeza en afirmación.
—No hablemos más de eso, mejor cuéntame, ¿cómo te fue en tu primer día viajando de regreso, de la escuela a tu casa, en camión?
€
Jueves.
Cuarto día de clases.
Todo va marchando de maravilla. No nos han dejado tarea en la Universidad, me llevo muy bien con mis nuevos amigos, Aby y yo nos regresamos en metro y, por suerte, no nos perdimos y, además, para cerrar con broche de oro está tarde, mi mamá preparó mi comida favorita.
Que maravilloso día. Nada podría estropearlo.
Me remuevo sobre mi cama, tratando de encontrar una posición perfecta para tomar una breve siesta, pero el sonido de mi teléfono, anunciando un mensaje, me hace abrir los ojos.
Suelto un resoplido y, con las pocas ganas que tengo, estiro mi mano hacía la mesita, para tomar mi celular.
¿Quién podrá ser?
Con esa duda en mi cabeza, enciendo mi teléfono y mi corazón se detiene al notar que la notificación es de un mensaje de Alex.
Oh no.
Desbloqueo la pantalla con los dedos temblorosos y entro a sus mensajes para poder leer mejor lo que me ha enviado.
Alex: Hola, bonita, ¿cómo estás? He notado que lees mis mensajes pero no los respondes.
Alex: ¿Qué pasa? ¿Estás enojada por algo?
Alex: Sea lo que sea, podemos solucionarlo.
Alex: Hay que vernos para hablar.
Alex: Te extraño mucho, bonita.
Alex: Te quiero.
Alex: Contesta ya mis mensajes por favor, Paris. No quiero que nos volvamos a alejar.
Siento unas enormes náuseas aparecer en mi cuerpo mientras mantengo mi mirada clavada en el chat de mi ex novio y, junto a las náuseas, la horrible sensación de «abandono» se abre paso en mí, provocando que sienta ganas de llorar.
No quiero hablar con Alex.
No quiero volver a esa «amistad» en la que estábamos.
No quiero que vuelva a herir mis sentimientos.
Pero, esa vocecita en mi me exige que le responda si no quiero que otra persona más vuelva a abandonarme y no se como hacer que se calle.
No se como dejar de sentir esto con todas las personas que me rodean.
No se como hacer para que mi mente deje de sentir que mis amigos o familia van a dejarme si no hago algo. Si no suplico que se queden.
—¿Paris? ¿Por qué no me contestas? Llevo hablándote desde hace un... ¿Qué te pasó?
Subo mi vista hacía la puerta de entrada, donde ahora se encuentra mi mamá, mirándome con sus ojos abiertos llenos de confusión y sus cejas encargadas.
No la oí entrar.
Paso mi lengua por mis labios y carraspeo, esperando que de esa forma se desvanezca el nudo que tengo en mi garganta, pero no lo logro.
—No quiero seguir sintiéndome así, mamá —suelto con la voz entrecortada—. Ya no quiero seguir sintiendo está horrible sensación cada vez que una persona de mi entorno se aleja de mí.
Los ojos de mi mamá se suavizan y se llenan de comprensión, al tiempo en el que empieza a caminar hacia mí.
—¿Quién está haciéndote sentir de esa manera, cielo?—cuestiona al llegar frente mío y yo, sin decir palabra alguna, estrecho mi teléfono hacia ella.
Mi mamá no dice nada, simplemente toma el celular, se sienta a mi lado y clava sus ojos en el, comienza a moverlos con velocidad por la pantalla.
En menos de dos minutos ella ya sabe porque me encuentro de esta manera y eso lo se por la manera en la que su ceño se frunce, con clara molestia.
Baja el teléfono, sin mencionar alguna palabra, y me envuelve en un fuerte abrazo que ablanda mi corazón y me hace soltar, inmediatamente, varias lágrimas.
—Buscaremos ayuda, Paris —susurra en mi oído luego de unos segundos—, para que no vuelvas a sentirte de esa manera nunca más.
Asiento débilmente con la cabeza y me separo de ella para poder mirarla a los ojos.
—Gracias, mami.
Me sonríe levemente.
—No agradezcas, hija. Te amo y es mi deber como tú madre cuidar de ti hasta el último de mis suspiros.
Deja un beso en mi frente y vuelve a tirar de mí hacía sus brazos, para volver a abrazarme con fuerza y cariño.
No se que haría sin mi mamá...
€
Viernes.
Hoy es el último día de clases de mi primera semana en la Universidad, lo cual me pone bastante contenta, porque significa que estaremos regresando Aby y yo, por el fin de semana, a Malibú.
Nadie me dijo que sería tan difícil abandonar mi casa, por lo que me pone muy feliz poder regresar a mi casa aunque sea solo por dos días.
Y eso no es lo único bueno, sino que mi mamá, por ser Viernes, le dio permiso a Aby de traer su auto para poder regresarnos ambas en el, a nuestro departamento.
Por fin un descanso de ir apretada en el metro y en el autobús.
¡Aleluya!
Por eso, cuando escucho el timbre, que anuncia la salida, sonar por los pasillos hasta llegar a mi salón de clases, inmediatamente me pongo de pie para irme.
—Nos vemos el Lunes. —suelto en dirección a mis tres nuevos amigos.
André asiente con una sonrisa y se despide con un simple movimiento mano.
—Buen viaje, Paris. Con cuidado. —dice Carla, sonriéndome.
—Lo tendré —me cuelgo mi mochila al hombro y agito mi mano en su dirección—. Adiós, chicos.
Salgo velozmente de mi aula y me dirijo en dirección al estacionamiento, en donde prometí encontrarme con Aby para irnos.
Mientras camino por los pasillos, en dirección a mi destino, siento mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi pantalón, por lo que lo saco e inmediatamente lo contesto, y lo llevo a mi oreja, sin fijarme el remitente.
—¿Hola?
—Hola, rubia bonita.
Mi corazón se da un vuelco al escuchar las últimas dos palabras y una sonrisa se forma en mis labios.
—Hola, Jay.
—¿Cómo estás, cielo?
—Muy bien, ¿y tú?
Suelta un suspiro lleno de pesadez.
—Pues no tan bien como me gustaría, amor.
Bajo el ritmo de mi caminata al escuchar el tono de su voz y frunzo el ceño.
—¿Está todo bien, Jay?
—No, amor, y quería hablar contigo respecto a eso porque es un tema que te involucra —el pánico me inunda y vuelve a soltar un suspiro—. Según tu horario ya saliste de la Universidad, ¿correcto?
—Si. Apenas voy saliendo.
—Hoy regresas a Malibú, ¿verdad?
—Si. Llegando al departamento nos vamos.
—Ya veo.
Se queda en silencio y espero pacientemente a que él decida volver a hablar.
—Vas a llegar muy cansada como para hablar, amor.
—Para ti nunca voy a estar cansada, Jay.
Suelta una suave risa, llena de nerviosismo.
—¿Cómo puedes ponerme tan nervioso con un solo comentario? Supongo que esto pasa cuando estás enamorado.
Sonrío.
—Si, supongo que sí.
—Y me gusta mucho que seas tú la que me hace sentir así.
Mi corazón tiene un micro infarto por un par de segundos y siento las mariposas se mi estómago moverse con fuerza en mi interior.
—A mi también me gusta que seas tú él que me hace sentir así, Jay.
A pesar de no verlo, se que en este momento está sonriendo, lo cual hace que mi corazón se llene de felicidad.
—Paris, yo...
Una voz femenina se hace presente del otro lado de la línea, interrumpiendo lo que sea que Jayden iba a decirme.
Escucho su voz lejos del teléfono, intercambiando un par de palabras con la chica que, creo que es, Clarise, antes de volver al teléfono, dejando salir una fuerte bocanada de aire.
—Amor, debo irme, Clarise me necesita para unas cosas pero, si cuando llegues a Malibú no te encuentras tan cansada te llamaré para contarte lo que está pasando, ¿si?
—Si.
—Bien, pero si llegas muy cansada, te llamaré el Sábado temprano.
—No llegaré cansada. —digo con seguridad.
Deja salir una risa.
—Ya lo veremos, rubia.
Pongo mi mentón en alto.
—Reto aceptado.
Vuelve a reír y las mariposas de mi interior se mueven con fuerza.
Amo su risa.
—Quiero que me cuentes como te fue el día de hoy, ¿bien? Sin omitir ningún detalle. Y que sea por audio, como lo has venido haciendo éstos últimos días.
—¿Seguro?—pregunto con inseguridad—. ¿Por qué si vas a ir con Clarise seguro estarás ocupado y no quiero molestarte?
—Tu sabes, rubia, que cuando se trata de ti, jamás estaré ocupado.
Mi corazón de una voltereta de emoción.
—Te quiero mucho, rubia.
—Yo también, Jay.
—Adiós, cielo.
—Adiós.
Quito me teléfono de mi oreja, y para cuando cuelgo, ya he llegado al estacionamiento.
—Alguien viene muy sonriente y yo se ha que se debe. —dice Aby con una sonrisa maliciosa.
Ruedo los ojos y me cruzo de brazos al llegar a su lado.
—Y según tú, ¿por qué fue?
—Obviamente por Jayden, Paris —suelta con obviedad—. Es el único que te hace sonreír así.
El sonrojo me cubre la cara por completo y una sonrisita traicionera aparece en mis labios.
—Si, hablé con él.
—¡Bingo!
Rio y me alejo de ella para entrar al copiloto.
—¿De verdad soy tan obvia?—cuestiono una vez dentro del auto.
—Si, muy obvia —responde colocándose el cinturón de seguridad y luego voltea a verme con una sonrisa—. Pero no te preocupes, yo sería la misma si mi novio fuera Kevin Fletcher.
Sonrío y asiento convencida.
—Si, seguro que sí.
Una pequeña risa se escapa de sus labios y me suelta para tomar el volante.
—Bueno, ¡vámonos a casa!
€
¡Aquí el final!
Espero les haya gustado el capítulo.
Nos vemos en el siguiente.
Los quiere, Hanna.
ig:hannasvelez
PSTA: El grupo de lectoras solo estará abierto hasta el miércoles, luego de eso lo cerrare así que únanse <3.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro