Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23

Capitulo dedicado a Jenn, una de mis preciosas lectoras que me ha acompañado en este recorrido desde mi primer libro.

Gracias por siempre estar a mi lado y espero me acompañes en los libros que vengan <3.

Te quiero muchísimo, vida mía. 

Feliz cumpleaños.


Canto con emoción y sin vergüenza, una de las canciones de Jayden que se van reproduciendo en su estero. Y, acompañando mis horribles cánticos, golpeo las palmas de mis manos suavemente en mis piernas al ritmo de la canción que, por cierto, es una de mis favoritas.

—Vaya, creo que voy a contratarte para que vayas a cantar a mis conciertos. —dice, sonriente, cuando la canción finaliza.

Siento el sonrojo llenar mi cara.

—Sería una muy mala idea porque, como pudiste escuchar, me salen muchos gallos.

—¿Si? Bueno, yo no note eso.

—¿Ah no?—lo observo incrédula.

Es imposible que no haya escuchado mis gallos si estaba manejando conmigo a lado.

—No.

—¿Entonces que escuchaste?

—Simplemente escuché tu preciosa y sensacional voz entonando mis canciones.

Tapo mi rostro y suelto un chillido, combinado con una suave risa, de emoción al escuchar sus palabras.

Jayden suelta una de sus preciosas risas.

—¿Ya te dije que adoro el sonido que haces cuando te emocionas?

Las mariposas golpean con fuerza mi interior.

—¡Ya, Jayden! ¡Siento mi cara super roja!

—Deseo ver eso.

Antes de poder hacer algo, siento como las manos de Jayden toman mis muñecas, para así apartar mis manos de mi rostro.

Sus ojos chispean y una sonrisa aparece en su cara.

—Que preciosa eres —se inclina hasta quedar rozando mi nariz—, tomatito.

Hago mala cara, la cuál es sustituida, casi al instante, por un suspiro cuando lo siento dar un pequeño y tierno beso en mis labios.

Sonrío.

—Creo que en lugar de comprar la inicial con tu nombre, hubiera comprado una cadena con una figura de un tomate.

—¡Jayden!

Hago un puchero al sentir mi cara caliente de nuevo y él, nuevamente, vuelve a burlarse de mí.

—Es broma, rubia —deja un beso en mi boca—. O talvez no.

Le hago mala cara.

Vuelve a acomodarse en su lugar para avanzar de nuevo y es cuando me doy cuenta que esta orillado.

Frunzo el ceño.

—¿Te orillaste solamente para ver mis mejillas de tomate?

—Por supuesto, rubia. —dice como si nada y vuelve a arrancar.

—Eres malvado, Percival.

Hace una mueca.

—No uses más ese nombre, por favor.

—¿Cuál? ¿El de Percival?—cuestiono, burlesca.

Vuelve a hacer una cara de asco.

—Voy a despedir a Clarise por haber revelado ese estúpido nombre. —dice entre dientes.

Una risa se escapa de mi garganta.

Venganza. Venganza.

Llevo mis ojos nuevamente hacia enfrente y mi corazón se agita con emoción al ver qué estamos a unos metros de llegar al Observatorio Griffith.

—¿Me trajiste a ver planetas?—cuestiono, emocionada.

Sonríe de lado.

—Algo así.

Jayden continúa conduciendo hasta llegar estacionamiento del observatorio que, por cierto, está totalmente vacío. No hay ni un auto ahí.

Eso me hace fruncir el ceño, ya que este lugar siempre está abierto al público.

—Que raro. No hay nadie.

Estaciona su vehículo en uno de los lugares enfrente de las jardineras que conducen hacía el lugar y luego hace una seña con la mano para bajarnos.

Lo miro confundida, sin embargo, no rechisto.

¿A dónde quiere ir si está cerrado?

Con esa pregunta rondando mi cabeza, una vez ya estoy abajo, me acerco a él y de inmediato toma mi mano.

—¿A dónde vamos si el observatorio está cerrado?

—No para nosotros.

«¿No para nosotros?» ¿Qué significa eso?

Se mantiene en silencio, sin dejar de sonreír, y continúa con su camino por en medio de los jardines.

¿Pero que está ocurriendo?

—Joven Blackwood. —saluda animadamente el oficial de policía de la entrada, mientras empuja con una de sus manos la puerta.

—Gracias. —responde el cantante deslizando su mano de mi mano a mi espalda para hacerme entrar.

Mi pecho comienza a burbujear de emoción al darme cuenta de que tenemos el planetario completo para nosotros solos y mi mente comienza a crear diversas suposiciones.

—¿Qué has hecho, Jayden?—interrogo, volteándolo a ver sonriente, dejándome guiar por él.

—Ya sabes, lo normal.

—¿Lo normal?

Mhm.

—¿Y qué es lo normal según tú?

—Ya sabes, rentar, solo para nosotros, el «Observatorio Griffith» por todo un día, para poder tener una cita con la chica que me gusta.

Las mariposas, alegres, danzan en mi estómago.

—¿Rentaste el observatorio solo para tener una cita conmigo?—cuestiono, emocionada y eufórica, sin poder creérmelo.

—Si, pero no es cualquier cita, rubia, no. Si no que es una... especial.

—¿Especial?

Mhm, porque en esta cita estaremos cenando debajo de los anillos de Saturno.

Mi ceño se hunde en confusión.

«¿Bajo los anillos de Saturno?»

Jayden se detiene y voltea a verme, mientras yo lo observo con confusión tras su comentario, pero él no dice nada, simplemente se limita a sonreír, a tomarme de la cara con una de sus manos y a girar de ella con cuidado hacia mi lado derecho.

Mi cuerpo se congela.

Una manta de cuadritos azules con blanco está extendida en el suelo, debajo de dónde se encuentran los planetas que cuelgan del techo del observatorio, con una canasta en medio de ella y un cojín en los extremos de la manta.

Mi corazón bombardea mi pecho, mis ambos sudan y las mariposas se agitan danzando de alegría por mi estómago.

La emoción que me recorre el cuerpo es tan grande que quiero dar brinquitos mientras lloro de felicidad, sin embargo, me detengo antes de hacer eso y termino simplemente por lanzarme con entusiasmo a los brazos de mi cantante.

—¡Es tan bonito! ¡Gracias, Jayden!—digo con entusiasmo, aferrándome a su cuello.

Me pega a su cuerpo pasándome los brazos por la cintura.

—Me alegro mucho que te guste, rubia bonita.

Deja un beso en cuello, que me eriza todo el cuerpo.

—¿Cuando tuviste el tiempo de hacer todo esto?—murmuro alejándome para acercarme al pequeño picnic.

—Mientras tú y yo estábamos besándonos a escondidas —suelta con malicia mientras que el color sube por mi cara—, Clarise vino a poner esto.

Con una sonrisa, me siento en la manta.

—Esta espectacular —admito con ilusión mientras paso mi vista por los planetas que cuelgan sobre nosotros—. ¿Y el lugar? ¿Cómo lo conseguiste?

—Beneficios de ser guapo, rico y famoso. —alza la barbilla con orgullo luego de decir esas palabras.

Palabras que, si no mal recuerdo, las utilizó cuando le pregunté cómo es que habíamos entrado al planetario Hayden.

Frases distintivas de Jayden.

—Hablo en serio, Jayden.

—Yo también.

Lo miro con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados.

Ríe levemente.

—Contactos.

«¿Contactos?»

—Mhm.

—Oh. ¿Y no fue difícil convencerlos para que te dieran el lugar?

—Rubia, cuando se trata de hacerte feliz, nada me es difícil de conseguir.

Un chillido de emoción se me escapa de los labios, por lo que tengo que cubrir mi cara para que aquellos sonidos no sigan saliendo.

¿Quién diría que pasaría de ser una loca fan obsesionada con Jayden a tenerlo comprando aerolíneas y rentando planetarios sólo por mí?

Algo que solo tú puedes decir.

—Jayden, deja de decir eso que haces que quiera besarte. —admito con mi cara escondida entre mis manos.

Mmm. Me gusta como suena eso.

No puedo verlo, pero lo escucho moverse sobre el lugar, hasta que siento sus manos tomar mis muñecas y quitarlas con delicadeza de mi cara.

Sus ojos grises se encuentran con los míos, chispeando de un deseo que me pone a temblar, mientras está frente de mi, hincado.

—Vamos, Paris —lleva una de sus manos a mi nuca—. Quiero que me beses.

Siento mi corazón detenerse y el color abandonar mi cuerpo

—¿Qué?—digo en un hilo de voz.

—Lo que escuchaste, rubia —pasa la lengua por sus labios y tira de mi nuca más cerca—. Quiero que me beses.

Paso saliva, inquieta y nerviosa, antes de llevar una de mis manos temblorosas a su mejilla y plantar un pequeño beso en sus labios que apenas dura un par de segundos.

Me mira con el ceño fruncido.

—¿Eso es todo?

—Me dijiste un beso. —respondo, en voz baja.

Chasquea la lengua.

—Para empezar, yo dije «quiero que me beses», no que me des un beso y para terminar, eso ni siquiera se considera un beso, amor.

Pasa su mano de mi nuca a mi cabello y tira suavemente de el, sacándome un leve jadeo, para luego acercar mi cara a la suya, hasta el punto de rozar nuestras narices.

—Déjame te enseño a qué me refiero cuando te pido que me beses.

No me deja decir nada más, porque pega sus labios a los míos con un fuerte choque.

Llevo mis manos a su cuello inmediatamente, mientras él se encarga de acariciar mis labios con los suyos un par de segundos, hasta que lo siento pasar su lengua por mi labio inferior, pidiendo acceso a mi boca. Inmediatamente abro mis labios, permitiendo que se introduzca a mi cavidad bucal.

Suspiro de placer al sentirlo acariciar mi lengua y llevo mi mano a su cabello, trazando suaves caricias en su cuero cabelludo.

Pasa una de sus manos por mi cintura para pegarme más a él, por lo que termino inclinandome un poco hacía enfrente, hasta el punto en que pego mi pecho con el de él.

Cuando siento que el aire comienza a faltarme, decido empezar a poner distancia entre ambos, no sin antes deslizar mis labios hasta el área donde está su piercing, para dejar un suave beso en esa zona.

—¿Te quedó claro con lo que me refiero cuando digo que me beses, Paris?—cuestiona, con la respiración acelerada.

Asiento, aún un poco anonadada por el beso.

—Bien —toma uno de los mechones de mi cabello—. Desde ahora te diré más cosas románticas para que nunca se te vayan las ganas de quererme besar.

Muerdo mi labio entre apenada y sonrojada, hasta que Jayden lleva su mano a mi barbilla y tira de ella hasta que suelto mi labio.

—Deja de hacer eso.

—¿Por qué?

Frunzo el ceño.

No es la primera vez que me dice que no muerda mi labio.

—Porque así como a ti te dan ganas de besarme cada que te digo cosas lindas, a mí me dan ganas de hacerlo cuando muerdes te muerdes el labio.

Abro los ojos de par en par, sorprendida.

—Si quieres seguir mordiéndote el labio, recurre a mí, que yo lo haré con gusto. —suelta como si nada, para luego darme un casto beso en la boca.

Me quedo mirándolo, aún sin poder pronunciar palabra, mientras siento mi corazón aporrearme el pecho y mi piel erizarse.

—Bueno, creo que es mejor empezar a comer, ¿no?

—Si. —susurro con voz aguda.

Sonríe y se desliza hacia atrás, para volver a su lugar, mientras pone la canasta en el medio.

—A comer.

Frota sus manos, una contra otra, mientras abre la canasta y yo fijo mis ojos en él.

¿Cómo puede estar tan normal luego de lo que me dijo? Yo estoy hecha un manojo de nervios.

Cosas de Jayden.

Si, cosas de Jayden.

—Dios, estoy tan llena que siento que voy a vomitar. —confieso tirándome sobre la manta mientras pongo una de mis manos en mi estómago.

La suave risa de Jayden llega a mis oídos.

—¿Te gustó?—pregunta recargándose sobre su antebrazo y observándome desde arriba.

—¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Claro que me gustó! ¿Qué no viste todo lo qué comí?

Sonríe y lleva su mano a mi mejilla, acariciándola con su pulgar.

—Me alegra que te haya gustado.

—¿Quién lo preparó? ¿Tú?

—Clarise. A excepción del mini pastel de frambuesa. Ese fue comprado.

—Pues todo le quedó delicioso. Y el pastel también, aunque ese haya sido comprado.

—Le diré que te gustó cuando la vuelva a ver.

Asiento varias veces y luego me quedo totalmente quieta cuando lo veo inclinarse hacia mí.

Sonrío, emocionada, con las mariposas revoloteando en mi interior.

¡Va a besarme de nuevo!

Que envidia.

Sus labios chocan suavemente con los míos, fusionándose en un beso más tranquilo y lento que el anterior.

Enredo mis brazos sobre su cuello mientras permito que Jayden devore mi boca con lentitud, sacándome suspiros, jadeos y sonrisitas.

Hace un sonido de satisfacción antes de separarse de mí.

—No tienes idea de lo adictiva que es tu boca. —murmura con los ojos oscuros y brillos.

Un agradable cosquilleo me recorre por todo el cuerpo, erizándome la piel a su paso.

—Podría estar besándola todo el tiempo.

Se acerca, nuevamente, dejando un casto beso en mi que yo correspondo muy alegremente y de un momento a otro, con un rápido movimiento, se sube encima mío, cuidando de no aplastarme para profundizar el beso.

Suspiro.

No se que haya hecho para que me pasara esto, pero seguramente que fue algo muy bueno, porque estar aquí, besándome con mi cantante favorito es un total gloria.

Que ganas de ser esa.

Al sentir el arito que tiene en su labio, deslizándose por mi boca, hago el ademán de tomarlo entre mis dientes, sin embargo, antes de poderlo hacerlo, siento como se aleja un poco de mí.

—Espera, preciosa.

—¿Qué pasa?

—Necesito darte algo.

—¿Justo ahora?—hago un puchero.

Sonríe de lado.

—Si, justo ahora.

—¿Por qué?

—Porque en el momento en el que tiras de mi arito, mi autocontrol comienza a irse al carajo y necesito darte algo antes de que eso pase.

Me quedo en silencio, impresionada ante sus palabras, sintiendo como el estúpido sonrojo comienza a aparecer en mi cara.

—Dame un momento.

Se quita de encima mío para luego tirar de la canasta y rebuscar en ella algo.

Mientras él hace eso, me incorporo para quedarme sentada, esperándolo pacientemente.

—Toma.

Voltea en mi dirección estrechándome dos pequeños libros.

—Te los compré un día después de que me dijiste que te gustaba colorear.

Con mis manos temblando de emoción y mis labios entreabiertos por la impresión, tomo los dos pequeños libros de dibujo, que vienen junto con sus colores, admirando las preciosas y coloridas portadas que cuentan con planetas en ellas.

—Están un poco chicos, pero espero te gusten.

Casi tan pronto como dejo mi libro para colorear a lado, me doy la vuelta para lanzarme a él, terminando en su regazo, y envolverlo en un fuerte abrazo que corresponde al instante.

—¡Jayden, son preciosos!—exclamo con entusiasmo—. ¡Me encantan!

Lo siento sonreír.

—Me alegro que te gusten, rubia.

Deja un beso en mi cuello y suelto un suspiro en respuesta.

—Gracias, Jay. Me gustó muchísimo.

—No hay de que, rubia —se aleja un poco para observarme—. Pero preferiría que me agradecerás de otra forma.

Ladeo la cabeza.

—¿De qué forma?

—Con un beso, tal vez.

Mi corazón se frena.

—Pero no un pequeño beso. Quiero que me beses bien.

Mi piel se eriza en reacción a sus palabras y siento el sonrojo acumularse desde mi cuello a mis mejillas.

—Vamos, Paris. Bésame.

No tiene que repetirlo dos veces porque, encantada, presiono mi boca contra la suya.

Esta vez soy yo la que toma el mando, besando y mordiendo sus labios como quiero, poniéndolo totalmente a mi merced, mientras que él solo presiona sus manos en mi cintura como grilletes y suspira entre los besos.

Sonrío.

Cómo me gusta besarlo.

—Llegamos. —dice Jayden, luego de estacionar su carro frente a mi casa.

Hago una mueca.

Aún no quiero irme. Quiero estar un rato más con él.

Suspiro.

Sus dedos posándose en mi barbilla, para voltear mi rostro en su dirección, me hacen salir de mis pensamientos.

—Gracias por estar conmigo hoy, Paris. Lo disfruté mucho.

Sonrío.

—Yo también lo disfruté, Jayden. Muchísimo.

Esboza una pequeña sonrisa que dura a penas unos segundos, antes de acercarse a mi con intenciones que ya conozco, las cuales ponen a mi mente a festejar.

Se te van a caer los labios de tanto beso.

No me importa. Siempre y cuando me los de él.

No puede ser.

Subo una de mis manos a sus mejillas, profundizando más el beso por un par de instantes más, cuando una pregunta llega a mente que me hace separarme de él.

—¿Cuando te vas?

—¿Qué?—cuestiona, sin dejar de ver mi boca.

—¿Cuando te vas?—repito.

—¿A dónde?

—A Europa.

«¿Europa?» —frunce su ceño, descolocado.

Lo veo, incrédula.

Por un momento siento que está bromeando y por eso hace tantas preguntas, porque es imposible que se le haya olvidado que la siguiente semana empieza con su tour en Europa, sin embargo, al ver su muy sincera cara de confusión, me doy cuenta que en realidad no está bromeando y si lo olvido.

—Jayden, la siguiente semana empieza tu tour por Europa.

Se queda mirándome, aún con el ceño fruncido, cuando de repente, poco a poco sus ojos se van abriendo de par en par y sus cejas se disparan hacía el cielo.

—Mierda.

Lleva la mano a su frente y recarga su cabeza en el respaldo de su asiento.

—Lo olvidé por completo.

—Lo noté.

—Gracias, Paris, por recordarme —planta un beso en mi nariz—. Siempre siendo mi ángel.

Sonrío con suficiencia.

—Rubia, debo irme. Necesito hablar con Clarise, pero vengo a recogerte mañana, para salir un rato ¿si?

—Si, por supuesto.

Asiente, conforme con mi respuesta.

—Entonces vengo mañana, rubia —se inclina y deja un casto beso en mi—. Descansa.

—Tú también, Jayden.

Abro la puerta del copiloto y me bajo de su carro.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, Paris.

Cierro la puerta de su vehículo con precaución y luego de agitar mi mano en despedida hacía él, me encamino hacia mi casa sonriendo como una boba.

¡Aquí el final!

Las quiere, Hanna

Ig:hannasvelez

tw:hannasofiarv

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro