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Capítulo 22

—Aby, tranquila. Estás poniéndome nerviosa. —digo sintiéndome algo ansiosa.

—Para ti es fácil decirlo —suelta entre dientes—, porque tú ya conviviste con su mamá y su hermana, ¡pero yo no!

Lleva sus uñas a su boca y vuelve a mordisquearlas, quitando restos de ella.

Aby, desde que veníamos para Los Ángeles, ha estado muy nerviosa y la comprendo, yo también me puse así cuando conviví con sus padres y hermana por lo que no la juzgo. Incluso ahora estoy sintiéndome muy nerviosa de nuevo, a pesar de que ya conviví con su familia entera e incluso de que dormí en su casa.

—¡No puede ser, Paris! —toma mi brazo entre su mano, clavando sus dedos en el—. Ahí vienen

Sin ninguna sutileza, volteo mi cabeza en dirección y efectivamente, ambas se acercan a nosotras con una sonrisa en cara.

—¡Hola, Paris!—saluda Bonnie con una sonrisa cuando llega a mi.

—¡Hola, Bonnie!—saludo con la misma efusividad—. Señora Alicia, que gusto me da verla de nuevo. —digo, dirigiéndome a su mamá.

—Digo lo mismo, Paris. —sonríe.

Terminados los saludos, doy un pasito hacía atrás, quedando a la par de Aby.

—Señora Alicia. Bonnie. Ella es mi mejor amiga, Abigail —señalo a Aby con una enorme sonrisa—. Ella estudiará conmigo en la misma Universidad y viviremos juntas. También me ayudará con Bonnie.

—Hola. —murmura Aby, con su voz temblando.

—¡Hola, Abigail!—Bonnie agita felizmente su mano hacía mi amiga—. Me llamo Bonnie.

Asiente, aún temblorosa.

—Lo sé.

—Oh, otra fan de mi hermano. Me agrada. —admite, sin dejar su modo amigable.

Escucho a Aby soltar un suspiro aliviada.

—Soy Alicia. —se presenta la madre de Jay, estirando su mano.

—Mucho gusto, señora Alicia. —toma su mano en seguida.

—El gusto es totalmente mío —dice sin dejar de sonreír—. Muchas gracias por cuidar de mi pequeña.

Da pequeños y suaves golpes en la cabeza de su hija, haciéndola sonrojar.

—¡Mamá!—suelta Bonnie entre dientes, claramente apenada.

—Nada que agradecer, señora. Paris y yo lo hacemos con gusto.

Asiente en modo de respuesta, antes de voltear me a ver.

—¿Les parece si comenzamos?

—Si, por supuesto.

Estoy exhausta.

Ni que lo digas. Yo también.

Llevamos alrededor de una hora y media buscando el departamento perfecto para Bonnie. Uno que estuviera cerca de la escuela, pero que también estuviera un poco céntrico, para que en base a su ubicación, Aby y yo, más adelante, podamos buscar un departamento que quede cercano.

Hasta ahora, de todas las opciones que trajo la señora Alicia, solamente tres no han sido descartadas y son las que quedan a una distancia de 5 a 6 minutos de su escuela. Cosa que, por cierto, está excelente, porque si nuestras escuelas están a una distancia de 20 minutos y comenzamos a restar la distancia de su departamento a nuestra Universidad, la cantidad es menor y si buscamos Aby y yo un departamento con 5 o 6 minutos de distancia, al igual que el de Bonnie, estaremos lo suficientemente cerca una de la otra y podré vigilarla. No constantemente, pero sí de vez en cuando.

Vaya, toda una matemática.

—Bien, chicas, este es el último departamento que queda y está a una distancia de 5 minutos de tu escuela, Bonnie. —dice la señora Alicia, intercambiando la mirada entre su tableta, dónde lleva múltiples anotaciones, y el edificio.

—El lugar se ve lindo. —suelta su hija con los ojos fijos en el edificio.

—Si, tienes razón.

Su madre empieza a avanzar hacía el complejo, con nosotras siguiéndola por detrás, y no se detiene hasta quedar frente a una señora de mediana edad que está frente a la puerta.

—Ruth, ¿verdad?

—Así es. Y usted debe ser la señora Alicia.

—Correcto.

—Un gusto en conocerla.

Ambas toman su mano, dando una suave agitación.

—Ellas son Bonnie, mi hija —pronuncia señalando a Bonnie y luego lleva su dedo hacia nosotras—. Y Paris y Aby, amigas de mi hija.

Ambas saludamos a la señora Ruth con un movimiento de manos, mientras que Bonnie solo le sonríe.

—Mucho gusto, señoritas.

—Es tan lindo cuando te llaman señorita. —murmura Aby, a lo que yo sonrío con diversión.

—Por favor, entremos.

Las cuatro nos deslizamos dentro del complejo.

—Hola, Pablo.

—Hola, señorita Ruth. —saluda el chico que está detrás de la recepción.

Las cinco caminamos en dirección al ascensor que se encuentra en el lado izquierdo del edificio. Y cuando nos introducimos en el, Ruth pasa una tarjeta por el escáner que está ahí, antes de clickear el piso número 5.

—¿Para quién es el departamento? Si se puede saber, claro.

—Es para mí hija.

Bonnie sonríe.

—Va a estar estudiando en una escuela cerca de aquí por un tiempo.

—Oh, ya veo. Supongo que en la preparatoria «Belmont».

—Si, es esa. —responde Bonnie.

—Esa es una muy buena escuela. Seguro que te va a gustar muchísimo.

—Si, estoy segura de eso. —afirma con una enorme sonrisa.

Las puertas del elevador se abren y todas salimos de ahí, caminando por el pasillo.

—Bueno, el edificio es completamente seguro. Durante todo el tiempo que ha estado habitado jamás ha habido algún problema con la seguridad o algo parecido y, como lo pudieron notar, tenemos un guardia de seguridad que está custodiando las 24 horas del día la entrada. Y durante la noche, otro guardia más le ayuda a Pablo a cuidar el edificio.

Se detiene enfrente de una puerta que en la cerradura, tiene un par de números, en donde luego de ingresar una combinación en el, esta se abre.

—Adelante, por favor.

Nos hace una seña con la mano para que entremos y la obedecemos.

—¡Vaya! ¡Que lindo!—menciona Bonnie con emoción, colocándose en el centro del lugar.

No puedo estar más de acuerdo con Bonnie, el departamento es bonito, acogedor y con el tamaño justo para que una sola estudiante viva aquí.

—Es bello. —murmura Aby, acercándose a la ventana que está frente a nosotras, la cuál llega de la pared al piso.

Asiento, coincidiendo con mi mejor amiga, mientras me acerco a ella y clavo mis ojos en el ventanal.

—¿Les gustaría primero ver por completo esta parte, que es la sala y la cocina o primero las habitaciones?

—¡Las habitaciones!—exclama Bonnie con entusiasmo.

—Entonces, acompáñeme, por favor.

Ruth empieza a caminar en dirección al pasillo que está en el lado derecho del lugar con Bonnie, Alicia y Aby siguiéndole, mientras que yo me quedo ahí un momento más, mirando a través del vidrio con la emoción recorriéndome al darme cuenta de que pronto estaré aquí, estudiando lo que amo.

Ya casi, ya casi.

Sintiéndome aún emocionada, me doy la vuelta para seguir a las demás, cuando por el rabillo del ojo, noto un movimiento en la parte de la cocina. Más exactamente una de las alacenas que está a lado del espacio del refrigerador.

Curiosa y temerosa por aquel sonido, me acerco paso a pasito a aquel lugar, hasta que me encuentro a unos pasos cerca de el. Por alguna razón, me siento un poco alterada y la idea de que me salga una rata abarca mi mente, provocándome más nervios.

Ojalá no sea eso.

Estiro mi mano hacía el lugar y...

Un grito se atora en mi garganta y doy dos pasos hacía atrás cuando las puertas de la alacena se abren de par en par. Una persona con sudadera negra sale de ahí y antes de poder pedir ayuda, el sujeto me cubre los labios y me pega con rapidez, cuidando de no hacerme daño, al área que está al lado del mueble.

Mi corazón retumba con fuerza en mi pecho, llegando hasta mis oídos, aumentando sus latidos cuando lo veo llevar su mano desocupada a su capucha.

Por favor, que sea Leonardo DiCaprio.

Tira de ella de jalón, dejando al descubierto su cabello negro y sus brillantes ojos grises, divertidos.

—Hola, rubia. —murmura cerca de mi rostro.

Vine buscando plata y acabé encontrando oro.

Mi corazón, antes bombeando de miedo, ahora golpea mi pecho con una emoción diferente. Una un poco más romántica...

Que cursi sonó eso.

Desliza su mano de mis labios hasta mi cuello, descansándola ahí.

—Me alegra, por fin, verte de nuevo, bonita.

—Jayden —suelto su nombre en un suspiro y la sonrisa que se deja ver en mis labios es tan genuina como el abrazo en el que lo envuelvo—. Estoy tan feliz de poder volver verte. Te extrañé tanto.

Automáticamente lleva ambos de sus brazos a mi cintura y me pega a su cuerpo con fuerza.

—Y yo a ti, rubia. —dice contra mi y deja un pequeño beso sobre mi hombro.

Mi piel se eriza ante ese roce y tomo una distancia de un par de centímetros para poder ver de nuevo su hermoso rostro.

Mi corazón vuelve a palpitar y las mariposas comienzan a revolotear cuando miro aquellos preciosos ojos grisáceos de los cuales he estado enamorada desde hace tres años.

Que romántica.

Llevo mano izquierda a su mejilla, acariciándola con suavidad y luego, con mi mano libre, comienzo a trazar su rostro. Paso mi dedo por su barbilla, su nariz, sus cejas, el contorno de sus ojos, su pómulo, hasta detenerme en sus labios, del cual trazo con delicadeza el contorno y no me detengo hasta llegar al área en donde descansa su arito negro.

Jayden, con el contacto de mi dedo índice contra su labio, lo siento besar la punta y, a pesar de que el gesto es mínimo, es lo único que se necesita para activar las mariposas que descansan en mi estómago.

Él hace lo mismo, porque lleva una de sus manos a mi mejilla y con sus ojos brillantes, me recorre el rostro.

—Me tienes tan embelesado con lo preciosa que eres. —murmura y yo, claramente, comienzo a sonrojarme.

Siento el color subir desde mi cuello hasta detenerse en mis mejillas, por lo que me veo obligada a llevar mi vista a otro lado para esconder mi sonrojo.

Suelta una suave risa ronca.

—Ojos en mí. —ordena y yo de inmediato acato su pedido.

Una sonrisa de lado aparece en sus labios.

—Ya extrañaba ver tus mejillas rojitas, rubia.

No me deja responder, porque de inmediato se inclina hacía enfrente hasta que sus labios chocan con los míos.

Ambos nos fundimos en un tierno beso, que dura apenas unos antes de que él tome distancia, dejándome con ganas de más.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en Nueva York?—pregunto con curiosidad, intercalando mi mirada entre su boca y sus ojos.

Hace un sonidito de negación sin despegar su mirada de mis labios.

—No.

—¿No?

—Te mentí.

—¿Me mentiste?—cuestiono, indignada.

—Mhm.

—¿Por qué?

—Porque quería sorprenderte, rubia.

Parpadeo un poco confundida.

—No estoy entendiendo mucho, Jayden.

Me mira, divertido.

—El plan era que, después de acabar con la gira en Latinoamérica, volaría hasta aquí para verte, pero quería que fuera una sorpresa, así que ayer te dije que iría a Nueva York.

Mi corazón golpea con fuerza mi pecho.

—Quería verte, bonita. Así que ayer, luego de nuestra charla, tome mi avión y viaje toda la noche hacia California.

Siento que voy a chillar de felicidad, pero lo retengo.

—¿Viajaste hasta acá solo para verme?

—Mhm.

Muerdo mi labio inferior con fuerza para no gritar de felicidad y lanzo mis brazos a su cuello.

—Es la mejor sorpresa que he recibido. —digo sin ocultar mi emoción.

Ríe.

—Oye, oye, oye —me alejo y entrecierro los ojos en su dirección—. ¿Pero como sabías que estaba aquí?

—Mi mamá me dijo.

—¿Y cómo entraste?

—Ruth me dejó entrar. Mamá le mando un mensaje antes para decirle que me dejara entrar a esconderme porque le quería dar una sorpresa a mi novia.

Mis ojos se abren de par el par y el sonrojo vuelve a tomar mis mejillas.

«¿Tú novia?»

—Aja —se acerca más a mí—. Mi novia.

No me da tiempo para responder, porque sus labios vuelven a tomar los míos, está vez envolviéndonos en un beso con mayor intensidad.

Abre sus labios sobre los míos, luego de los primeros roces, e introduce su lengua en mi boca, haciéndome soltar un suspiro. 

Desliza una de sus manos hasta mi cuello, ejerciendo una pequeña presión ahí, mientras que con su otro brazo me pega a su cuerpo de modo que ya no exista ningún espacio entre nosotros.

Llevo una de mis manos a su cuello y la otra la introduzco en las hebras de su cabello y comienzo a jalarlo con suavidad cuando siento que el aire va faltándome, pero antes de separarme por completo tomo su arito entre mis dientes y tiro de el, provocándole un gruñido.

—Veo que tienes una rara afición con mi arito. —dice pasando la lengua sobre aquel arete.

Asiento.

—Me gusta. —admito y lo toco con mi dedo.

—¿Te gusta?

—Mhm. Me gusta como se siente cuando me besas.

Aquel comentario me hace volverme un tomate en seguida, mientras que en él provoca que sus pupilas se vuelvan enormes y un destello en ellas aparezcan.

—Ya veo —toma mi barbilla entre sus dedos—. Entonces que bueno que me lo dices.

Sonrío cuando lo veo clavar sus manos a cada lado de mi cabeza, para empezar a acercarse a mi nuevamente, con la intención de besarme, provocando que un cosquilleo recorra toda mi espina dorsal.

—Oh, aquí están.

Me alejo de golpe, pegándome a la pared como sticker cuando escucho la voz de Alicia a unos metros de nosotros.

Jayden suelta un suspiro exasperado, antes de voltear sobre su hombro.

—¡Jayden!—escucho la dulce voz de Bonnie.

El susodicho le sonríe levemente.

—Hola, hermanita.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Escucho los pasos de Bonnie acercarse y lo único que puedo hacer es pegarme más contra la pared, pero es inútil, porque cuando llega a nuestra posición, la veo dar un brinco para asomarse por encima de su hombro.

—Oh, ya veo que estás haciendo, picarón.

La vergüenza sube hasta mi cara y cuando Jayden se quita, dejándome ante los ojos del público, solo deseo que la tierra me trague.

Abby, quién tenía los ojos puestos sobre Jayden, embobada, cuando me ve sus parpados se abren tanto que siento que sus ojos se van a salir de sus cuencas. Mientras tanto, la señora Alicia y Bonnie nos miran con malicia.

—Hola...—murmuro apenada.

Jayden voltea a verme con diversión, antes de inclinarse hacia mí y tomar mi cintura con delicadeza, para jalarme fuera de dónde estábamos. En otras palabras, fuera del cubículo del refri.

—Con que aquí estabas, Pariiiiis —responde Bonnie alargando la letra «i» y alzando y bajando sus cejas—. Te perdiste todo el recorrido.

—Lo siento. —murmuro, apenada.

—Esta bien, está bien —da un paso cerca de nosotros con los ojos entrecerrados—. Oye, hermano.

—¿Qué?

—Tienes labial en la boca.

Alarmada, llevo mis ojos hacia Jayden, buscando algún rastro de mi labial, pero entonces lo recuerdo...

Hoy yo no me puse labial...

—¡Atrapados!

Miro al piso, sintiéndome abochornada mientras le pido a todos los dioses que me haga desaparecer de este vergonzoso momento.

Tráganos Tierra y escúpenos en Marte.

—Ya, Bonnie. Deja a Paris y a tu hermano.

—Bieeeeen. —pronuncia alargando la «e» y, aún con mi mirada clavada en el piso, percibo como su hermana, se aleja.

Apenas Bonnie está lejos de nosotros, siento las manos de Jayden tomar mi rostro y lo sube hasta que nuestros ojos colisionan.

Sonríe y se inclina hacía mí.

—Tomatito.

Abro la boca indignada por su tonto apodo y estoy a punto de reclamarle cuando sus labios se pegan a los míos en un corto beso que me hace callar en seguida y que el rojo se haga notar con más intensidad en mi.

—Tomatito. —repite, cuando ve mis mejillas calientes, pero estoy tan embobada con ese pequeño beso que no puedo contestarle.

Corto circuito a la vista.

—Oigan, seguimos aquí, por si se les olvidó.

Escuchar la voz de Bonnie soltando aquella frase, es todo lo que necesito para regresar nuevamente al planeta Tierra. Así que con un enorme brinco, me alejo de Jayden y llevo mis ojos apenados hacía enfrente.

Todos, incluso Ruth, parecen muy entretenidos con el pequeño show que les acabamos de dar. Y mientras Bonnie y Alicia parecen divertidas, Aby está mirándonos —en especial a Jayden— con una cara de sorpresa total, con la señorita Ruth al lado, que no sabe ni que cara poner.

Pasando pena.

Ruth carraspea.

—Bien, como le decía, señora Alicia, esperamos su respuesta.

—Gracias.

—Y espero que el recorrido por departamento haya sido de su agrado.

—Si lo fue, gracias —se adelanta Bonnie—. Y estoy segura de que la que lo disfrutó más, fue Paris.

Ahí viene el tomatito de nuevo...

—Ya basta, Bon, déjalos.

Suspira con una tristeza fingida.

—Esta bien.

Se marcha en dirección a la puerta, donde ya nos esperan su mamá y Ruth, y decido hacer lo mismo, solo que al pasar a lado de la barra de la cocina, entrelazo el brazo de Aby con el mío, llevándomela a la salida.

—Siento que me perdí de mucho. —susurra.

—Te cuento más tarde. —respondo con el mismo tono de voz.

Todos recorremos el pasillo con dirección al hotel y cuando llegamos a el, nos adentramos todos, formando un pequeño círculo en el, para estar todos cara a cara.

Ruth, Bonnie y Alice, están sumergidas en una plática con respecto al departamento y las distancias hacía la escuela, mientras que Jayden, quién está a mi lado izquierdo, recarga su hombro en la pared, clavando sus preciosos ojos en mi.

Presiento un pronto desmayo.

—Aby, ¿cierto?

Mi mejor amiga se tensa y lo voltea a ver con lentitud.

—Si...

—Bien. Aby, ¿cómo has estado?

—Bien...

—Me alegro.

Jayden le regala una sonrisa y Aby me pellizca la mano en respuesta. Volteo a verla, encontrándome con sus ojos abiertos de par en par y embelesados.

Sonrío al ver su reacción y asiento levemente con la cabeza, antes de articular un «lo se» con los labios.

—Aby.

Ambas volteamos a ver a Jayden.

—Si no estoy mal informado, llegaste con Paris, ¿Cierto?

—Si.

Las puertas del elevador se abren y todos empezamos a salir.

—Y el carro en el que llegaron, ¿es tuyo?

Frunzo el ceño y miro a Jayden.

¿Por qué tantas preguntas?

—Si.

—Bien, ¿entonces crees que exista algún problema si soy yo el que lleve a Paris de regreso a su casa?—Aby abre sus ojos con sorpresa—. Que quiero llevarla de paseo.

Los ojos de mi amiga chispean de emoción.

—No, claro que no —responde con rapidez, sonriendo—. Por supuesto que puedes llevarla de regreso a su casa.

Parpadeo, incrédula, ante su conversación.

Vaya, ahora ellos deciden con quién me voy. Excelente.

—Muchas gracias, Aby.

—No hay de que, Jayden.

Los tres seguimos caminando hacía afuera y nos detenemos cuando Jayden se para a lado de un carro que está fuera del complejo.

—Aquí nos quedamos entonces, rubia.

—Pero, ¿y Aby? No puedo dejar que se vaya caminando sola. —mordisqueo mi labio, inquieta.

—No te preocupes, Paris. El carro está ahí.

Señala el lugar en donde está el carro, que a pesar de que está cerca, no quiero que se vaya caminando sola.

—Pero...

—Sin «peros». Además, no voy sola, Bonnie y la señora Alicia están ahí, esperándome.

Hace una seña hacía el lugar en donde están ambas esperando, pacientemente, mientras hablan.

Hago una mueca.

—¿Segura, Aby?

—Por supuesto, Iris.

El tono de voz que usa se me hace tan seguro, que termino soltando un suspiro, convencida.

—Esta bien.

Sonríe y aplaude.

—Pero quiero que me avises apenas te subas al carro, ¿bien?

—Si, Iris. Tú ve tranquila.

—Y cuando llegues a tu casa también infórmame.

—Que si. Ya vete.

Suspiro.

—Bien.

—Gracias, Aby. —le sonríe Jayden y mi mejor amiga se sonroja.

—No hay de que, Jayden.

Aby, hecha un manojo de nervios, se da la media vuelta y comienza a caminar en dirección a la hermana y mamá de Jayden con pasos bastante apresurados. Desde la lejanía, ambas mujeres se despiden de nosotros alzando sus manos, por lo que yo hago lo mismo, despidiéndome de ellas.

—Es hora de irnos, rubia.

La voz y mano de Jayden posándose en mi espalda, se hacen presentes luego de que finalizo con mi despedida, así que el con su mano en aquel lugar, me empuja dulcemente hacía su carro.

Abre la puerta del copiloto para mí, dejándome entrar, y luego de cerrarla, da la vuelta por enfrente para poder ir a su lugar.

—Y... ¿a dónde vamos?—cuestiono, curiosa, cuando pone el carro en marcha.

—Ya lo verás. Es una sorpresa.

Mi estómago se retuerce en emoción.

—Me gustan mucho las sorpresas.

Sonríe.

—Bien.

—Pero, ¿podrías darme alguna pista?

Niega.

—No, pero te aseguro que te gustará.

¡Aquí el final!

Nos vemos el siguiente Lunes.

Los quiere, Hanna.

Ig:hannasvelez

tw:hannasofiarv

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