Capítulo 12
Maratón 3/3
—¿Llevas puestas las gafas de sol?
—Sí.
—¿Y tú pants?
—Si.
—¿Traes puesta la capucha?
—También.
—Excelente, entonces nadie te reconocerá.
Ruedo los ojos y sonrío divertida ante las ocurrencias de Aby mientras me encamino hacía las puertas de salida, donde me estará esperando Clarise, luego de un muy largo viaje y de escuchar a Aby parlotear sobre como mantener un perfil bajo para no ser reconocida y así no se digan más cosas sobre mi relación inexistente con Jayden.
—Aby, te hablo luego, ya casi llego a la salida.
—Bien, cuídate y práctica tu español.
—Lo haré.
—Y toma muchas fotos.
—Tenlo por hecho.
—Adiós, Iris.
—Adiós, Aby.
Corto mi llamada con el botón de mis audífonos y continuo caminando hasta que paso las puertas eléctricas que me conducen fuera del lugar, con mi corazón al millón, y apenas las cruzo, veo a una distancia prudente a un chico, con un pantalón de mezclilla, sudadera negra y gafas de sol del mismo color y de inmediato ya se de quién se trata.
Con una sonrisita me encamino hacia él y a Clarise, quién descansa a su lado, y cuando estoy a unos cuantos metros de llegar, parece notar movimiento, porque voltea su cabeza en mi dirección de latigazo y esboza una sonrisa al instante.
—Hola, rubia. —saluda cuando llego frente a él.
—Hola, Jayden.
Me quitó las gafas y las coloco en mi sudadera.
—¿Por qué vienes encubierto?—pregunta con diversión.
—Oh, Aby me dijo que me vistiera así para mantener un perfil bajo.
—¿Un perfil bajo?
—Sí, es solo una tontería.
Ladea la cabeza, mostrando interés en el tema..
—Son por las fotos y chismes que están corriendo por Instagram y Twitter.—explico para saciar su curiosidad..
Su semblante divertido desaparece y lo veo fruncir el ceño, confundido.
—¿Fotos? ¿Chismes?
—Si, hay un par de fotos nuestras en la gala de mi tía y otras en donde estamos en el bar en donde me encontré con tu hermana. Están emparejándome contigo. —murmuro tanto nerviosa como divertida.
Al parecer esa noticia no los divierte, pero si que los pone nerviosos, porque los hombros de Jayden se tensan al instante, al igual que el cuerpo de Clarise y veo la preocupación en los ojos de él acumularse.
—Pero lo publicó una cuenta de fans, así que no tiene mucha relevancia. —me apresuro a decir, tratando que la tensión de ambos desaparezca, pero al parecer no funciona, porque los dos siguen en silencio con la misma expresión.
—Vi los comentarios, muchas piensan que soy Sarah por mi cabello y complexión física. —continuo hablando con la esperanza de que se tranquilicen.
—Paris, cielo, ¿Crees que puedas mandarme el enlace de esa publicación?—habla Clarise y la volteo a ver al instante.
—Si, claro.
Asiente y de manera apresurada saca su teléfono.
—Entren a la camioneta, niños, ahorita Parker sube las maletas.
Sin decir otra palabra, se aleja con el teléfono en la mano y desde mi posición, veo como luego de teclear algo, se lleva el teléfono a la oreja.
—¿Y qué tal el viaje?—pregunta Jayden y vuelvo mi atención a él.
—Estuvo bien, aunque un poco cansado.
—Me imagino. —esboza un intento de sonrisa. Y digo intento porque le sale una mueca bañada en angustia.
—Ven, subamos —me abre la puerta de la camioneta—, porque si regresa Clarise y ve que no estamos arriba de la camioneta se pondrá furiosa.
Asiento divertida y me subo a la camioneta con él.
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—Ya estás registrada en el hotel, Paris —menciona Clarise—. Está es tú tarjeta de la habitación —me extiende el plástico y lo tomo entre mi mano—. Estás en el mismo piso que Jayden.
Asiento con la cabeza, metiéndome al elevador con ella, emocionada ante la idea de compartir piso con Jayden.
—¿Y cuál es ese piso?
—El 7, dónde esta la suite.
Me vuelvo a verla de latigazo sorprendida por lo que acabo de escuchar y luego con la misma velocidad vuelvo mi vista hacía enfrente, viendo a Jayden quién está fuera del complejo, saludando y tomándose fotos con sus fanáticas.
—¿La suite?—la miro incrédula cuando las puertas se cierran—. ¿No es un poco excesivo?
—Jayden quería que estuvieras cómoda, Paris. —responde con simpleza.
Continuo mirándola fijamente sin poder creerme esto.
—Sígueme. —ordena cuando las puertas vuelven a abrirse y yo voy detrás de ella.
El ancho pasillo se extiende frente a nosotras y a lo largo de este solo se encuentran cuatro puertas, dos en el lado izquierdo y dos en el derecho.
—Esta es la tuya.
Se para frente a la puerta con el número 702.
—Estoy en el piso de abajo por si necesitas algo. Habitación 612.
—Gracias, Clarise.
Mueve la cabeza a modo de respuesta, se da media vuelta y se marcha.
Cuando la veo meterse al elevador nuevamente, paso mi tarjeta por el sensor y entro a mi cuarto.
Un sonidito de impresión sale de mis labios cuando veo la habitación frente a mi.
Una enorme cama está pegada a una de las paredes del lugar y enfrente de ella está una pequeña sala con tres sillones, uno grande y dos pequeños, una mesita de vidrio en el centro y en la pared frente a la cama y la pequeña salita, hay una televisión del tamaño justo como para verla por si estoy acostada.
En el otro extremo de la habitación, un enorme ventanal que va del techo al piso y enfrente de el una mesita de madera con cuatros sillas del mismo material.
Con la emoción palpable en mi cuerpo, corro en dirección a la cama y doy un enorme salto cayendo justo en el centro boca abajo.
Una risita sale de mis labios ante la comodidad y me doy vuelta para acostarme sobre mi espalda.
—Simplemente fantástico.
Aún sintiéndome emocionada, saco mi teléfono de mi bolsillo trasero y marco el número de Aby.
—¿Paris?
—¡Mi habitación de hotel es una locura! ¡Está gigantesca, Aby!
—Enséñamela ahora.
Sin esperar más tiempo, cambio la llamada a una de video para mostrarle a Aby.
—Mira que grande es. —me levanto y comienzo a enseñarle todo a través de la cámara.
—Si ya te tenía envidia por compartir tiempo con el amor de mi vida, ahora te tengo envidia por tú habitación.
Sonrío con diversión paseándome por el lugar.
—¿El baño? ¿Ya viste el baño?
—Es verdad, el baño.
Me muevo en dirección al lado contrario de dónde está el ventanal y a una distancia prudente de la cama se encuentra una puerta de madera.
—No puede ser, ¡Tienes un enorme jacuzzi!—grita Aby sin contener su emoción cuando abro la puerta y lo primero que vemos es la enorme bañera enfrente—. Ahora te tengo más envidia.
Sin dejar de sonreír volteo la cámara hacia mi.
—Bueno, después de ese room tour, vamos a lo importante —pone sus manos entrelazadas frente a ella—. ¿Dónde está Jayden?
Mi corazón se agita ante la mención de ese nombre.
—Hablando con sus fans.
—Muéstrame.
No tiene que pedírmelo dos veces porque ya estoy caminando en dirección a la ventana.
—Ahí está. —murmuro, apuntando con la cámara por la ventana hacía la parte baja del edificio.
Jayden sigue con sus fans, que por cierto son muchos, hablando, tomándose fotos y firmando.
Me quedo mirándolo fijamente, con la cabeza recargada en el vidrio y como si de algún modo raro supiera que estoy viéndolo, lo veo voltear sobre su hombro, lanzando una mirada a mi piso, a mí habitación, la cuál me hace derretir al instante.
Aby suspira, encantada.
—Esa si es un hombre.
Una enorme carcajada sale de mis labios ante las palabras mencionadas.
—¿De que te ríes, Paris?—cuestiona indignada—. Si es pura verdad lo que estoy diciendo.
Volteo la cámara.
—Lo sé, lo sé, es solo que las palabras que usaste fueron un poco graciosas.
Resopla.
—Bueno, como sea.
La miro con diversión.
—Debo irme, Iris —hace una mueca—, pero te marcaré mañana temprano para que me cuentes si es que tienes alguna actualización, ¿Sí?
—Si.
—He intenta acercarte a Jayden, Paris, es la oportunidad con la que soñábamos desde que teníamos 15, así que por favor no la desperdicies. —suplica con los ojos cerrados y las manos en forma de plegarias.
—Lo prometo, no desperdiciar ningún momento con él.
Asiente, satisfecha con mi respuesta.
—Cuídate mucho, Iris. Te quiero.
—Y yo a ti, Aby.
—Adiós.
—Adiós. —sonrío y le cuelgo.
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Creo que esto de caminar ansiosamente sobre los pisos de los hoteles ya se está haciendo una mala costumbre.
Luego de que le colgué a Aby, fui a mi ventanal a ver a Jayden convivir con la fans hasta que se despidió de ellas y entró al hotel. Las fans, por supuesto se quedaron afuera y siguen afuera, esperando tener otra interacción con su artista favorito y mientras yo las veía no podía pensar en otra cosa que no fuera que, si yo no hubiera tenido la fortuna de haber sido traída por el mismísimo Jayden hasta acá, luego de nuestros varios incidentes y tropiezos, yo sin duda sería una de ellas. Una de esas fans que esperan a su artista favorito fuera de un hotel, esperando desesperadamente tener al menos una mínima interacción con él.
Por suerte, a pesar de ser una de ellas, una fanática, ahora estoy a solo unos metros lejos de él, pero a pesar de estar cerca de él, no he encontrado la manera de acercarme a él.
Por eso me la he pasado girando en círculos como perro siguiendo su cola por el piso de mi cuarto de hotel y no he dejado de girar desde hace una hora, más exactamente luego de que Jayden entró al hotel.
No se si ir a tocar su puerta o mandar un mensaje y en caso de que lo haga y me abra la puerta o me conteste, ¿Qué se supone que le debo de decir?
Suelto un lloriqueo e introduzco mis dedos en las hebras de mi cabello.
—Piensa, Paris, piensa.
Unos golpes a mi puerta hacen que detenga mi caminata.
Perfecto, es seguridad que viene a corrernos porque no sabes mantener tus pies tranquilos.
Callo a mi conciencia que no está siendo de muy buena ayuda y me dirijo a la puerta, abriéndola en seguida.
Mi corazón comienza a martillar mi pecho.
—Hola, rubia.
—Hola, Jayden. —murmuro tratando de esconder mis nervios y emoción.
—Clarise está un poco ocupada, así que me dijo que comiéramos solo nosotros y ya cenaremos todos juntos más tarde.
—Oh, está bien.
—Pedí que nos subieran la comida a mi habitación, si no te importa.
—Si, está bien.
Asiente con la cabeza y se me queda viendo, como si estuviera esperando a que diga algo más, pero por desgracia mi mente está lo suficientemente anonadada como para decir algo.
—¿Entonces vamos?
Arrugo el entrecejo.
—¿A dónde?
—A mi habitación...
—¿Por qué?—siento un agradable cosquilleo recorrerme.
—Porque ahí llevarán la comida. —lo menciona como algo obvio.
—¡Ah sí!—muevo mi cabeza, apenada ante mis raros pensamientos.
Espabila, mujer. Te lo acaba de decir.
—Lo siento, estoy un poco distraída.
—Ya vi. —me observa con diversión.
—Espera, voy por mi tarjeta.
Asiente con la cabeza y me marcho velozmente por la tarjeta que deje encima de uno de los sillones y cuando la tomo en mis manos, regreso a la misma velocidad.
—Listo.
—Andando entonces. —hace un gesto con su cabeza y tras cerrar la puerta lo sigo.
Apenas caminamos unos par de pasos cuando llegamos a su habitación que, por cierto, es la de al lado.
—Después de ti —me hace una seña con su mano para que entre a su habitación.
—Gracias.
Le doy una pequeña sonrisa.
—¿Por qué tú cuarto tiene balcón?—cuestiono apenas paso a su cuarto.
Una risita detrás de mí, me hace erizar la piel.
—Si quieres intercambiamos.
Enarco una ceja, sorprendida y doy media vuelta para verlo.
—¿En verdad?
—Por supuesto. Lo único que busco es que tú estadía aquí sea agradable.
Un cosquilleo recorre mi estómago y mi columna vertebral.
—Además, si pude comprar un par de aerolíneas por ti, cambiar de cuarto es una cosa de nada. —suelta con jovialidad y le lanzo una mirada con la misma emoción.
Don humilde.
—Vaya, pues muchas gracias.
—Cuando quieras, rubia —me guiña un ojo y pasa su brazo por mis hombros—. Ven, vayamos a sentarnos a mi muy bonito balcón —ruedo los ojos divertida al escuchar su tono de voz en esas últimas palabras— en lo que esperamos la comida.
Jayden, aún con su brazo en mis hombros, me lleva hacia el exterior de lugar, en donde me hace sentarme en un sillón de color azul, que está a lado de una mesa de madera circular con cuatro sillas a su al rededor.
—Entonces, Paris, ¿Qué tal han sido tus dos horas de estadía aquí?—interroga, sentándose en uno de los extremos del sillón.
—Emocionante.
—«¿Emocionante?» —frunce el ceño.
—Sí.
—¿Qué has hecho que ha sido tan «emocionante»?
—Nada, pero estar en otro país que no es el mío ya es lo suficientemente emocionante, y además, estar en el con mi artista favorito lo hace muchísimo más emocionante. —me sincero, sintiendo un poco de vergüenza tan pronto como salen de mi boca esas palabras.
Una sonrisa radiante aparece en los labios de Jayden, dejándome totalmente embobada con ella. El color rojizo comienza a llenar mis mejillas mientras mantengo mis ojos en él.
—¿Cómo está tu hermana?—pregunto, llenando el pequeño silencio que se ha formado entre nosotras.
—Muy bien y está mejor desde que la dejaron irse a estudiar un semestre a Los Ángeles.
Hago un sonido de sorpresa.
—¿En verdad la dejaron?
—Si —sonríe—. Ayudó mucho que mi hermanita haya dicho que una íntima amiga mía, iba a estar echándole un ojo, porque resulta que ella también va a estudiar allá.
Esa íntima amiga, por supuesto, que soy yo.
—Gracias, rubia, por ofrecerte a ver por mi hermana.
—¿Quién dice que soy yo?
Me mira con incredulidad.
—Por favor, Paris, creo que eres la única íntima amiga, además de Clarise, que he tenido durante este tiempo.
—No te creo, seguro que tienes más amigos.
—Solo un par —suspira y clava su mirada en la nada—. En este mundo es difícil conseguir amigos.
La tristeza con la que lo dice, me confunde.
—¿Por qué lo dices? Seguramente hay un montón de personas que se mueren por ser amigos del gran y famoso Jayden Blackwood. —suelto con un tinte de diversión, pero al ver que a él no hace risa, mi sonrisa se borra.
—Por eso mismo. Hay gente que solo desea ser amigo del gran «Jayden Blackwood» y no solo de Jayden —resopla—. Es por eso que digo que es difícil conseguir amigos de verdad en el mundo de la fama.
Muerdo mi labio, inquieta por ver la tristeza en sus ojos y me deslizo hasta quedar a su lado.
—Siento escuchar eso. —recargo mi cabeza en su hombro.
Suelta una bocanada de aire.
—Esta bien, Paris —recarga su cabeza encima de la mía—. Prefiero estar así a tener malas amistades.
Muerdo mi labio con más fuerza y sintiéndome valiente tomo su mano entre la mía.
—Bueno, pues yo conozco a alguien que está muy interesada en conocer solo a Jayden.
—¿Ah sí? —me levanto para ver su cara de confusión—. ¿Quién?
—Pues yo, Percival —blanqueo mis ojos—. ¿Quién más que la persona que cuidara a tú hermana y que conoce tu segundo nombre?
Sus ojos vuelven a tomar color, chispeando con diversión y felicidad.
—¿Ah sí?
—Aja.
Sonrío con suficiencia.
—Entonces, ¿solo amigos?
—Por supuesto.
Pasa una mano por su barbilla mirándome con sus intensos ojos grises que están empezando a ponerme nerviosa.
—¿Qué?—pregunto cuando entrecierra los ojos en mi dirección.
—Es que no se si estoy muy convencido con usar el término amigos.
Mi ceño se frunce.
—¿Por qué?
—Prefiero que usemos otro término.
—¿Si?
Asiente firmemente y una sonrisa de lado aparece en sus labios.
—Tal vez hoy sea muy pronto, pero me gustaría usarlo contigo en un futuro.
Asiento con la cabeza analizando la situación.
—¿Entonces prefieres mejores amigos?
Se echa para atrás mirándome con confusión.
—¿Qué?
—Dijiste que querías usar otro término, por eso digo que mejores amigos.
Parpadea un par de veces viéndose un poco confundido por mi propuesta.
—Aunque si, es un poco pronto porque tú no me conoces mucho, pero yo a ti sí te conozco de todo, sin embargo podríamos intentarlo.
Parpadea, viéndose incrédulo y confundido.
—¿Qué?
—¿De todos los términos solo pensaste en ese?—me habla como si no pudiera creerlo.
—Pues si...
Ladeo la cabeza.
—¿O tú pensaste en otro?
Niega de inmediato.
—No, pensamos exactamente lo mismo.
Asiento con la cabeza sin ocultar mi entusiasmo y entonces suelto su mano para estrecharla en su dirección.
—Entonces, ¿Mejores amigos?
Suspira y toma mi mano entre la suya.
—Mejores amigos. —repite y no reprimo mi chillido de emoción.
—He cumplido mi fantasía número uno.
—¿Ah sí? —arquea una ceja en mi dirección y agito mi cabeza a modo de respuesta—. ¿Y cuál es?
—Tener a mi artista favorito como un amigo. —sonrío.
—¿Esa era tu fantasía?
—Si, por supuesto. Bueno, en realidad mi fantasía era, como toda buena fan, imaginarme una vida a lado de mi cantante favorito, o sea tú, pero me conformo con el término amistad.
Siento mis mejillas calentarse luego de decir tal vergonzosa confesión, y me preparo para el comentario burlón de Jayden pero nunca llega, simplemente se me queda viendo un par de segundos antes de llevar su vista hacía otro lado y murmurar algo ininteligible entre dientes.
Mi nariz se arruga.
—¿Qué?
—No, nada —voltea a verme con rapidez—. Decía que ya llegó la comida.
—¿Si? Pero si no han tocado la...—tres golpecitos en la entrada— puerta.
Sonríe.
—¿Qué decías?
Lo miro con mala cara y observo como se marcha hacía la entrada, para luego volver con uno de los trabajadores del hotel, quién lleva dos charolas en la mano.
Cuando me ve, murmurar algo que no comprende en español, por lo que me limitó a hacerle un saludo simple con la mano. Tras dejar ambos platos en la mesa, y de intercambiar un par de palabras en español con Jayden, quién por cierto habla el idioma impecable, se marcha.
—A comer.
Me levanto del sillón y me encamino hacía la mesa.
—Pedí lo que se veía más apetecible según las fotos. Aunque si no te gusta pedimos otra cosa.
—Me gustará.
Me siento frente a él y al destapar mi plato, veo lo que parece ser una sopa con granos en él y a lado del plato un montón de especias.
—Se ve... interesante. —dice Jayden y yo sonrío.
—Ya lo creo —tomo la cuchara y sonrío con entusiasmo—. Que emoción, voy a comer mi primer platillo de otro lugar.
Me observa con los ojos chispeantes y con la misma sonrisa que yo tengo.
—Oye, Paris.
—¿Sí?—interrumpo mi primer bocado.
—Mañana en la mañana iré a ensayar al lugar del concierto, ¿Me quieres acompañar?
—Si, por supuesto.
Asiente y su sonrisa se agranda.
—Bien. Entonces, provecho.
—Gracias.
Le doy un bocado a la extraña sopa delante mío y cuando toca mis papilas gustativas, un sonidito de placer sale de mis labios.
—Esta deliciosa.
—¿En verdad?
—¡Sí! Los granitos saben rico.
Se queda viendo la sopa y entonces agarra una de las especies, echándolas al cuenco.
—¿Qué haces?
—El mesero me dijo que le pusiera esto para que tuviera más sabor. —mezcla los mini granitos rojos que acaba de echarle con la cuchara, antes de darle un buen bocado.
Apenas saca la cuchara de su boca, se lleva la mano a la boca y comienza a toser con fuerza.
—¿Qué pasa?—lo miro alarmada.
Lo veo tragar con dificultad.
—Pica.
Apenas suelta eso, toma una botella de agua que descansa en la mesa, bebiendo con desesperación mientras que yo me burlo abiertamente de él y de su cara roja.
—Tenemos un nuevo tomatito.
Me lanza una mala mirada sin dejar de beber el agua y yo continuo riéndome.
€
¡Aquí el final del maratón!
Nos vemos en el siguiente capítulo.
Los quiere, Hanna.
ig:hannasvelez
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