Verdad o reto
Me sorprendió que falláramos al tratar de detener el homicidio, pero ver en persona como asesinaban a un tipo y salían impunes hizo que mi sangre hirviera logrando que me fundiera aún más con la causa de Serena y los demás hasta convertirme en una sombra meditabunda, siempre divagando en torno a aquella idea...
¿Quiénes eran esos asesinos? ¿Qué objetivos perseguían? ¿Por qué sus extraños métodos? ¿Qué hizo que Satoshi se molestara tanto ante mi comentario? ¿Realmente Serena había encontrado una agenda con fechas de homicidios en medio del bosque así, sin más?
La chica nueva traía consigo demasiados misterios, hasta resultaba un alivio que ahora anduviera con el raro de la gorra inseparable. Se los veía bien juntos, debo admitir.
No quiero estar pendiente de esas cosas, en casa tengo ya suficientes problemas, pero mentiría si no admitiera que convertirme en el héroe que detuviera a una banda de asesinos era una idea sumamente tentadora. Yo, un justiciero.
—¡Gladio! —llamó la voz de Vir desde la lejanía al salir del colegio. Me referí a ella con diplomacia estéril y un ademán de «¿Qué necesitas?»— ¿Has visto a Serena y a Satoshi?
—Los vi salir juntos hacia aquella dirección hace un rato. Ya deben de andar muy lejos.
Su nariz se arrugó como la de un Rattata olisqueando queso de Miltank. —Creí que volveríamos juntas. Es demasiado pegada con su novio.
Asentí sin emitir palabra y busqué emprender la retirada, pero ella me detuvo apurando el paso hasta colorarse delante de mí.
—¿Te irás en el automóvil? Me gustaría que me llevaras.
—Iré a pié.
—Entonces caminemos juntos el tramo compartido —No esperó una respuesta ni yo tampoco hice ademán de negárselo. Avanzó un par de pasos antes de percatarse del pokémon que me acompañaba—. Oye, no sabía que tenías un Umbreon. ¿Cómo lo evolucionaste?
—Evolucionó por la noche a causa de nuestra amistad —contesté restándole valor al asunto. Ella buscó una pokeball de su mochila de la cual un elegante cuadrúpedo emergió.
—Esta es la mascota de mi familia, ¡saluda a Sylveon!
—Sylveon...
Ambas evoluciones de Eevee se reconocieron con el olfato y comenzaron a corretear entorno a nosotros. Los observábamos saltar de aquí para allá escondiéndose tras los postes y arbustos más tupidos camuflando de manera casi obsoleta el rosa tras los grises y verdes del paisaje. Nunca había visto a mi compañero mover la cola por tanto tiempo.
—Parece que se llevan bien —mencionó la muchacha de la bufanda antes de llegar a nuestro punto de separación—, ¿qué tal si les permitimos pasar más tiempo juntos alguna tarde de estas...? Podrías llevarnos a dar un paseo —sugirió repentinamente. Yo me quedé absorto.
—Está bien.
¿En serio, eso era todo lo que le diría? Una mezcla de miedo y calma ambigua se formaban en mi interior como si el tiempo correcto de perfeccionar aquellas pobres palabras ya hubiera quedado atrás. Vir me miró sorprendida y luego de un suspiro que aparentaba ser causado por mi tosquedad giró sobre sus talones y anunció con la voz apagada. —Bueno... yo giro aquí. Adiós.
Definitivamente esperaba más de mí, no la iba a decepcionar. —¡Espera! —La vi voltear nuevamente junto con su Sylveon—, ¿haces algo esta tarde?
¡Sí! Un par de palabras bastaron y hoy mismo saldría con una chica linda a pasear por una plaza para que nuestros pokémon se conocieran un poco más. No es que me faltaran oportunidades con las chicas lindas, pero a esta le gustaban los pokémon y bien sabía qué decir cuando yo me quedaba en silencio. Siempre creí en la complementariedad de los que buscan acompañarse.
Llegué a casa a prisa pensando en darme una ducha de lujo en el mejor baño de la mansión y cuando estuve a punto de entrar, abrí la puerta tan resueltamente que no noté que ya había alguien adentro.
—¿Lillie? —Mi hermana cubierta por una toalla me devolvía una mirada cargada de temor.
—¡Gladio, qué haces aquí tan pronto? Tú deberías estar bailando en los juegos infantiles.
—No son infantiles, tonta, y me vine antes porque tengo algo que hacer. Salte del baño, voy a pasar.
—¡No, espera!
De pronto, una voz se alzó desde adentro entonando con cierta aspereza. —¿Pasa algo, bombón germano? ¿Por qué no vuelves que el agua está rica?
—¡¿Quién demonios está ahí?! —grité enfurecido. Lillie arrojó una toalla desesperada hacia el interior del baño y luego luchó para que yo no entrara. Acto seguido, el imbécil imberbe de Trip salió envuelto en el trapo que acababa de arrojar la estúpida que me secundaba en la línea sucesoria. Los pensamientos y la bilis se revolvieron en mi interior.
—¡Un momento...! Ustedes... ¡Tú! —Mi mirada iracunda destellaba un brillo carmesí entorno a la figura del enclenque de cabello cenizo que apenas notar el peligro pendiente sobre él emprendió la huida despavorida y aunque traté de sujetarlo al pasar cerca de mí, sólo logré arrancarle la toalla— ¡Ven aquí, glúteos depilados!
—¡Jamás me atraparás! —mintió Trip.
Absorbido por la cólera, me liberé del agarre de mi hermana que intentaba de ayudar a su chongo favorito y me dirigí tras él a toda velocidad mientras Lillie gritaba. —¡Corre, cachetes, corre!
La casa se volvió escenario de una versión humana del Rally Dakar destrozando varios muebles y jarrones en tanto el esquiva y persigue duraba. Arrojé una maceta a sus pronunciadas nalgas gritando desquiciado «¡Voy a rebanar tu pene hasta hacerlo picadillo!», momento en el que Lillie gritó «¡No! Justo esa parte no», y ahí fue cuando me enojé.
—Umbreon, detenlo un momento.
—Snivy, ¡sálvame!
—Jamás mientras viva. Ahora, has acto de presencia, cachorro del inframundo. Muéstrales como el Monte Plateado y las lejanas tierras de Alola se unen y llenan con su poder nuestra fuerza más primitiva —Un extraño halo de energía zeta nos cubrió en tanto realizábamos una perfecta coreografía danzada—. ¡Aplastamiento gigalítico!
Destrocé la mitad de mi habitación, pero valió la pena. Lo vi huir a rastras con el cuerpo machucado y el trasero al aire.
—Ya no te sientes tan sexy, ¿no, chico lindo?
—¡Hasta el miércoles! —gritó Lillie con cierto tono sensual. ¡Diablos! ¿Por qué se tenía que meter justamente con el idiota que amenazaba la vida de mis amigos? Un momento, ¿desde cuándo yo tenía amigos?...
El haber compartido tanto tiempo con Satoshi me debe estar convirtiendo en alguien sentimental.
Advertí elevando la voz con severidad a Lillie sobre ese mal tipo y ella escuchó entre el enfado y la pena mientras observaba el piso. Yo no soy bueno con las palabras, siempre digo lo mínimo posible, sobre todo cuando lo que pretendo está fuera de discusión. Temo equivocarme al juzgar cuándo se da el caso y cuándo no, pero debo confiar en mis convicciones.
De todas maneras, yo no soy dueño de Lillie, puedo advertirle pero no imponerle mis pretenciones, de manera que lo mejor que puedo hacer es aprovechar mientras termina su baño y conversarlo con el mayordomo para que la cuidara. Él es nuestra única figura paternal. James insistió en decirle sobre esto a nuestra madre y le ordené que callara. No estaba bien que esa mujer se inmiscuyera en este tipo de cosas.
Dejé que el agua se llevara las penas y los enojos y me alisté al encuentro de la chica del Sylveon. ¿Qué color debía usar? Todo lo que poseía tenía algo de negro. Quizás tenga tiempo de hacer unas compras antes del encuentro, buscar una prenda más alegre... ¿Encontraré algo que le guste a ella?... ¡¿Pero qué estoy pensando?! Ya me parezco a Satoshi.
Opté por lo clásico: camisa negra, jeans oscuros. No me veía nada mal. Busqué a Umbreon de la peluquería —Andrew lo había dejado tan genial como siempre—, y luego partí a esperar a la chica a la plaza de enfrente. Aún era muy temprano, detesto llegar tarde a una cita.
Tomé un libro de mi mochila meditando si a ella le apasionará la lectura tanto como a mí y me dispuse a disfrutar de aquel ejemplar amarillento cuando un fulgor proseguido de un sonido estrepitoso hicieron que las letras dejaran de desfilar frente a mis ojos para que mi atención se centrara en algo que acontecía dos calles más abajo.
Dudé por unos segundos; no quería que Vir esperara, pero probablemente alguien necesitara ayuda, lo que quiera que había producido aquellos sonidos parecía recién haber comenzado, y por los gritos pude juzgar que no se trataba de una batalla ordinaria. No era la curiosidad lo que me movía, había alguien en problemas y se estaban alejando.
—Umbreon, espérala aquí —ordené antes de echar a correr. No me sentía bien haciendo esto, ella podía creer que no había querido verla, pero sentía en mi interior que algo malo se estada gestando y debía estar ahí para servir. Yo era Gladio, el héroe que detendría a los asesinos aquellos. No podía desamparar a nadie.
Subí por las calles del poblado urbano hasta que mis ojos divisaron los atroces acontecimientos que se desenvolvían en aquel lugar: A plena luz del día y a la vista de todos, el tarado de Trip entablaba un feroz combate contra un Glaceon sin entrenador.
—Snivy, rápido, detenlo con tormenta de hojas para que Timbur pueda usar su puño certero.
El Glaceon salvaje destruyó el ataque de Snivy con su canto helado para así tener un bache donde evitar casi bailando el puño certero, ocasión que aprovechó para así debilitar al pokémon de tipo lucha usando una expresión de poder secreto de un tamaño descomunal.
—Déjalo en paz, imbécil, ¿no ves que se mueve como el pokémon de un coordinador? Ya debe tener entrenador —grité al Cenizo que batallaba desesperado por evitar que su pokémon también cayera.
—¡Yo no estoy tratando de capturarlo, él me atacó!
—Sí, claro. Me largo.
—Está intentando asesinarme, idiota, ayúdame.
Observé inmutable el show hasta que Glaceon detuvo el rayo solar de su oponente con manto espejo y procedió a terminarlo usando una simple bola de sombra. «Si es salvaje, huirá, si Trip dice la verdad...» siquiera tuve ocasión de terminar de meditar al respecto cuando la bestia helada corrió tras el asustado adolescente que como un tonto huía dándole la espalda.
—¡Sujétalo con mordisco! —exigí cuando Rockruff salía de su pokeball. El ataque en un inicio cumplió con su cometido, pero mi cachorro aún estaba débil tras haber usado un movimiento zeta hace apenas unas horas y nuestro combate no duró mucho. Intenté con mi propio cuerpo detener a Glaceon y aún contra todo pronóstico éste me esquivó y saltó casi dos metros elevándose y rodeándose de una especie de halo de color que sólo yo pude reconocer.
—No puede ser...
La potencia de su Canto helado se vio aumentada hasta más del cien por ciento en tanto estacas de hielo procedían a destrozar el cuerpo sangrante de Trip hasta convertirlo en una horripilante madeja de órganos desparramados por la acera. Se veía mejor, debo admitir, aún así el asunto se volvía triste.
Giré mi vista hacia Glaceon y lo perseguí por un par de cuadras tras las cuales logró definitivamente dejarme atrás haciéndome ver como un completo inútil. ¿Cómo pude creer que sería un salvador? Había fracasado. Necesitaba ser más fuerte.
Volví al lugar para informar a la policía lo que había acontecido, pero tal como siempre hacían desestimaron mi versión de los hechos alegando que aquel era un pokémon salvaje y que lo mejor que podían hacer era dar caza a todos los Glaceon de la zona. ¿Era eso una broma? No hay Glaceons salvajes al rededor del Pueblo Paleta, y mucho menos alguno capaz de efectuar solo un movimiento Z. Este ser definitivamente seguía desde lejos las órdenes de algún entrenador.
Busqué con la vista al responsable de esto, quizás sobre los edificios... Nada. Regresé frustrado a la plaza donde Umbreon aún me esperaba junto a Vir. El sol ocultándose confirmaba lo retardado de mi venida y el tiempo que me llevaba esperando aquella entrenadora.
—Creo que me debo disculpar contigo.
Ella asintió mientras respondía. —Dijiste que nos llevarías de paseo.
—Lo iba a hacer, pero...
—¿Pero? —No estoy seguro si se estaba impacientando o si realmente la respuesta le urgía, lo que sí sé es que yo no soy de titubear así. No le daría más vueltas al asunto.
—Mientras te esperaba oí unos gritos. Fui a ver y me encontré con un Glaceon atacando a Trip hasta matarlo. Naturalmente intenté intervenir, pero no pude. Espero sepas disculpar.
Le mostré algunas fotos que tomé de las espaldas de los policías mientras me retiraba del lugar tras dar mis declaraciones explicándole un poco más a detalle lo sucedido y ella, lejos de inundarme en preguntas, cuestionó los puntos que no supe dejar en claro y aceptó mi versión de los hechos para luego pasar a las lamentaciones protocolares, algunas de ellas por la muerte de Trip y otras tantas por la tarde perdida para nosotros dos y nuestros pokémon.
—Lamento ambas cosas —mentí—, pero al menos una de ellas aún pueden repararse.
—Ya es muy tarde para que me quede fuera de casa, lo siento.
—Entonces podríamos tener otra cita.
Ella enmudeció en tanto sus mejillas se tornaban rubicundas. —¿Entonces esto era una cita?
—Una cita de juegos para nuestros pokémon.
—Ah...
—Nos veremos el sábado a las cinco.
—Eso es apenas mañana —asentí—. Está bien.
Comencé a retirarme pero antes de llegar al metro de distancia giré. —Y Vir... avísale a tus padres que llegarás un poco tarde, pero yo personalmente te te dejaré en la puerta de tu casa.
—¡¿Qué tienes en mente?!
—... Sorpresas.
Ella rió. —Yo que tú no lo daría por hecho. Ya te avisaré luego.
Consideré que estaba siendo juguetona y me fui de ahí saludándola con la mano. Sabía que una cena en un barco era demasiado, pero ya se me ocurriría algo que pudiéramos disfrutar.
—¿La pasaste bien, Umbreon?
—¡Hum!
Su voz sonó melodiosa, lo que interpreté como una respuesta positiva. «Está bien» divagué entre pensamientos, «Tal vez yo no sea un héroe, pero... pero al menos la tengo a ella».
Debo dejar de juntarme con Satoshi.
***
Nota de autor: Hoy tuve sueños hiper melosos de Vir x Gladion... no eran ellos realmente, pero decían llamarse igual. Creo que tengo que descansar de este fic un rato.
Espero les guste como va la historia. No se olviden de votar y de compartirme sus apreciaciones. Mil gracias a Elibran12 que siempre es el primero en comentar y votar este tipo de fics, hacés que escribirlos sea mucho más gratificante.
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