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De alumnas y profesores

Su linda tarde junto a Satoshi había llegado a su fin, y Serena estaba lista para enfrentar sola aquel nuevo desafío de frenar a los asesinos de Guille a como diera lugar.

La cita había sido fijada en un centro comercial a plena tarde, cosa que le resultó muy extraña a nuestra querida pelimiel debido a que en aquel horario lo más probable fuera encontrar el shopping repleto de personas y miradas, no obstante a lo cual decidió acudir, no sin antes haberse cerciorado de llevar los medios suficientes para capturar a los criminales en cámara y, de ser posible, evitar que cometieran sus fechorías con tal impunidad.

La oficial Jenny ya había sido avisada sobre el siniestro a cometerse, aunque ella tuviera las manos atadas si el comisario no daba la orden que le permitiera actuar y éste había optado por no creer en las palabras de Serena. Esta razón llevó a la muchacha a tomar otro tipo de medidas como cargar su teléfono a fin de tener la opción de transmitir en vivo los sucesos y enviárselos directamente a la oficial de policía con intensión de llamar la atención del departamento entero y que ellos acudieran en su ayuda, y es que bien lo sabía, ella sola jamás podría hacer frente a ese tipo de contrincantes.

Llegó media hora antes al lugar y se sentó en el patio de comidas de una casa de hamburguesas que prometía ser la mejor de la zona, aunque en Pueblo Paleta nadie les creía y se burlaban de ellos argumentando que no hay nada como la comida casera, una hipótesis bastante asertiva, aunque difícil de comprobar.

Las voces en el edificio se confundían las unas con las otras logrando que no se pudiera entender ninguna, y dificultando así la tarea de búsqueda y reconocimiento para Serena... Era extraño pararse a contemplar el clima de aquel sitio: un manejo de las escaleras adecuado para que subir fuera fácil, pero si quisieras bajar deberías recorrer todas las tiendas antes de encontrar un medio que te lo permitiera; Los dibujos de pokemón sobreabundaban, pero ver a alguno salvaje consistía en todo un logro... Los centros comerciales estaban pensados para que la gente comprara, no para que sintieran lástima.

Había personas que iban y venían, incluso algunos salían de sus barrios privados donde se escondían de la realidad, transitaban el pueblo resguardados del mundo en autos con vidrios polarizados para no tener que ver la miseria que los rodeaba, bajaban en el estacionamiento, ya seguros de cualquier visión desagradable y al llegar el clima monitorizado, la música de ambiente, las imágenes y cada detalle del lugar lo convertían en un espectáculo artificial donde la realidad de pobreza y preocupaciones pasaba a ser sólo un mito, como diciendo «En este lugar sólo debes tener una única preocupación: gastar hasta quedarte sin dinero y disfrutarlo para que quieras regresar». Para Serena nada de eso tenía sentido, no era como pasear con Satoshi por una avenida mirando las pastelerías, aquellas personas se evadían las unas a otras.

Las agujas del reloj corrían persiguiéndose mutuamente en una órbita interminable donde siempre la misma resultaba vencedora, y su carrera sin sentido pronto marcó la hora del encuentro, tal como lo describía la agenda, pero en ese momento nada ocurrió dentro del lugar.

Serena se paró a pensar «¿Cómo reconoceré al sujeto que pretendo defender?». Llevaba consigo un par de imágenes que había logrado encontrar en las redes sociales donde figuraba su nombre, el cual por cierto era muy particular, y todos los perfiles que coincidían con el mismo,  pero nada que delatara a ciencia cierta de quién pudiera tratarse hasta que de repente, un muchacho llamó poderosamente su atención: Se trataba de un chico regordete, de cabello rubicundo y gestos algos despectivos en su manera de mirar.

Corrió con el peso de la timidez tironeándole los tobillos: ¿y si se equivocaba de persona?, ¿y si los policías tenían razón y nada de esto era real? Pero no podía ser, había sido real con Guille, éste joven tenía que ser el indicado, o si no era él debía ser otro, pero los asesinos de su amigo definitivamente estarían ahí.

—¡Mämane! —gritó con todas sus fuerzas cuando creyó que lo tenía cerca, pero ni el tiempo ni la casualidad fueron gratas con ella puesto que apenas el gordito frickie giró su cabeza sin cuello para mirarla las luces del shopping se apagaron y la reacción de la gente ensimismada pasó del desdén habitual de las clases altas al asombro y luego a la ira en cuestión de segundos, los cuales fueron acompañados por un sin fin de gritos, insultos y algún que otro golpe proveniente de lugares difíciles de descifrar.

—No puede ser... —musitó la entrenadora y acto seguido arrojó una pokebola al aire—, ¡rápido Fennekin, ilumina este cielo con tus llamas! —¿A qué cielo se refería? Nunca lo sabremos. Ni yo lo sé... quizás al cielo raso del shopping.

El brillo del fuego permitió observar como un Camerupt embestía a Mämane hacia un pozo que previamente había creado al fisurar el suelo, dejando a su vez fuera de combate al Togedemaru del entrenador que ahora clamaba por su vida en tanto el camélido ígneo dejaba caer su avalancha de piedras sobre él.

—¡No te saldrás con la tuya!, ¡poder oculto! —bramó la chica de Kalos hecha una fiera. Su anhelo de defender a aquel indefenso unido al odio que guardaba hacia aquellos personajes despreciables a su manera de ver la había sacado de sí misma.

Unas cuantas esferas de energía surgieron de en frente de la zorra de Serena y fueron a parar al cuerpo de Camerupt iluminando todo en su trayecto, y causando a su vez que la vida del pequeño científico se salvara, al menos por el momento.

—¿Qué debo hacer? —Se cuestionaba entre suspiros de angustia la pequeña Perfourmer—, no puedo grabar nada de lo que está sucediendo porque han cortado la luz; incluso los dueños del shopping ya deben haber llamado a la oficial Jenny y dudo que los asesinos no previeran eso... Daré por hecho que piensan terminar su trabajo antes de que la policía llegue. Deberé resistir hasta entonces.

Sus intenciones eran buenas, pero la suma de factores que no podía controlar le daban las de perder: el manto de oscuridad, Mämane atrapado en el suelo fisurado, el inmenso poder de Camerupt, la gente alborotada que no sólo no se detenían a ayudar, sino que gritaba y entorpecían las cosas demostrando una vez más que en ese lugar poco y nada valía la vida de algún otro cuando la propia aparentaba no estar segura. Si no pensaba algo pronto todo aquello se le saldría de control.

—¡Bola de sombras! —Escuchó a su derecha.

—Esa voz...

De pronto una explosión demostró la fuerza del impacto sobre la joroba del camélido: alguien había llegado en su rescate.

—¡¿Te encuentras bien?!

—¡Gladio! —respondió exaltada y feliz. No podía sentirse más afortunada— ¿Qué haces aquí?

—Estaba humillando a esos pubertos con mi sensacional baile en la máquina de los juegos de danza y de pronto alguien apagó la luz, motivo por el cual quise demostrar que soy muy oscuro y me vine a esta zona donde había lucesitas de batallas para luego darme cuenta de que eras tú.

—¿Querías demostrar que eras oscuro apagando los destellos de la batalla?

—¡Vine a rescatarte, idiota!

—Ah...

La Pelimiel observó de pronto al pokémon que acompañaba a aquel entrenador y se sorprendió a sobremanera al notar que éste era una última etapa.

—Umbreon... Debes ser un fuerte entrenador, casi nadie aquí tiene pokémon evolucionados.

—Eevee evoluciona por amistad, no por fuerza, pero desde entonces nos fortalecimos juntos. No tengas miedo, podemos con esto.

Las esferas de poder y fuego revoloteaban por el lugar como luciérnagas en plena noche causando gran daño al edificio y un inmenso descontrol por parte de la gente que ya comenzaba a aprovecharse del manto oscuro y daban rienda suelta a su espíritu oportunista saqueando las tiendas de tecnología y ropas finas. Los agentes de seguridad privada intentaban detener la los robos y la batalla, pero aquel Camerupt no venía solo y sus terribles acompañantes pudieron sin gran esfuerzo controlar a las fuerzas que resguardaban la paz del centro comercial.

Serena percibía una descarga descomunal de adrenalina recorriéndole las venas: pese a su debilidad e inexperiencia en batallas su contrincante no podía vencerlos, debía dar lo mejor de sí misma. El Umbreon de Gladio tampoco se quedaba atrás puesto que llevaba una ventaja indiscutible en poder y estrategia. Todo indicaba que el dúo de estudiantes ganaría, hasta que de un momento a otro la posición del camélido, antes tapada por la oscuridad, se vio revelada por la luz de su propio cuerpo: estaba mega evolucionando, tal como había ocurrido con el Blastoise del enfrentamiento anterior contra aquellos asesinos.

Mega Camerupt se alzó frente a ambos entrenadores con un volcán en su espalda y un gesto iracundo en el rostro que intimidaba con facilidad, pero los chicos permanecieron inmutables ante tanto poder que se derramaba sin piedad sobre sus desesperados pokémon.

—Fennekin, confío en ti, no dejes de bailar esquivando todo y luego demuéstrales que tu fuego es más poderoso.

Palabras tontas de una niñita tonta; nadie podría superar el magma que brotaba del interior de mega Camerupt. El suelo se fisuró bajo el dúo de pokémon haciendo que sus fuerzas flaquearan y cuando parecía que serían aplastados por su colosal contrincante, Serena lo tacleó dañando su propio cuerpo a fin de rescatar a su compañera de aquel crater. Teniendo a la damita desprotegida, el pokémon volcán se dispuso a atacar, pero la voz casi robótica de su entrenador lo detuvo.

—Basta Camerupt, ellos no significan nada. Terminemos con la misión.

Y así, sin más, la megaevolución giró su rostro hacia el sitio oscuro donde se encontraba Mämane para derramar un torrente de magma hirviendo justo sobre él. Un grito desgarrador brotó de los labios del niño atrapado en tanto la luz de la lava demostraba sus facciones desfigurándose, permitiendo ver la carne quemada bajo su piel, los huesos de sus brazos asomándose por el avance del fuego, el olor a barbacoa profundo y nauseabundo que pronto se fundió con el de la grasa incinerada para desesperar a todos los presentes, quienes no podían soportar el dolor de oír aquellos gritos de dolor y angustia, de un alma volviéndose polvo y humo para fundirse con la eternidad. Serena, la que había ido preparada para todo, había fallado.

—¡Teletransportación! —bramó otra de las voces robóticas y un buen grupo de encapuchados se hizo notar por unos segundos para luego desaparecer bajo el destello de aquel movimiento.

Gladio abrazó a la Perfourmer que gritaba y lloraba desconsolada las lágrimas que Mämane ya no podía soltar. El cadáver del niño tecnológico perdía forma en aquel fuego que no cesaba de consumirlo. Pronto la ola de robos cesó: aún la peor de las indiferencias podía quebrantarse al verf a un niño sufriente ya dormido a causa del beso de la muerte.

En pocos minutos la policía llegó al lugar, pero el dúo de entrenadores había huido. Serena no soportaba estar ahí, mientras que Gladio no quería lidiar con las preguntas, pese a lo cual él se animó a desatar las propias.

—Tú sabías que ellos estarían ahí, ¿cómo?

La Pelimiel observaba el suelo con gesto inerte, y no lo perdió a la hora de responder. —Tengo el diario de esos asesinos. Sé todas sus citas y los lugares donde van a atacar.

El Rubio por fin se mostró sorprendido. —Y supongo que los vas a cazar, ¿no es verdad?

—Sí. —Se limitó a decir, sin perder la amargura de su voz.

—Cuenta conmigo.

Serena levantó la mirada del suelo incapaz de creer las palabras de aquel fortuito entrenador, pero éste ya partía a lo lejos. Gladio quizás no era una persona muy simpática y comunicativa, pero era un fuerte entrenador, su ayuda sería un complemento invaluable, aunque aún habiendo conseguido tanto el no haber logrado impedir que los criminales cumplieran su misión la tenía destruida. Los gritos de Mämane y el recuerdo de aquel olor nauseabundo de su cuerpo consumiéndose en el fuego serían difíciles de borrar.

Mientras tanto en un club de entrenamiento pokémon no muy lejos de allí, Lillie se dirigía a las duchas del vestidor de damas tras haber depositado a Shiron en la máquina de recuperación pokémon. Al llegar, antes de tener tiempo de quitarse la ropa, notó que alguien más forcejeaba tratando de abrir la puerta.

—¿Quién es? —cuestionó.

—Soy Trip, ábreme.

—No voy a abrirte, este vestidor es sólo para mujeres.

—Este es un club para ricos que quieran hacer batallas pokémon. Aquí no hay chicas, sólo tú.

La rubia se ruborizó al verse descubierta en una obviedad. —Quizás alguna de las madres de los chicos decida venir a retocarse...

—Tú me invitaste a venir aquí para que te ayudara a entrenar. Si quieres me iré, pero tú y yo sabemos que me quieres «ahí adentro».

Hubo un tono entre pícaro y amenazador en la voz de Trip que la hizo ceder y apenas abrió la puerta el chico entró con una mano en el bolsillo y la otra sujetando una cámara con la cual fotografió a Lillie sin avisar, iluminándolo todo con su flash.

—¡¿Me quieres dejar ciega?!

—Tengo otros planes para ti ahora —mencionó el entrenador y luego empujó a la muchacha de frente contra la pared para posicionarse en su espalda y comenzar a oler su pelo.

—¡Oye, detente!

—Vamos, no hagas como si no supieras que lo íbamos a hacer aquí apenas abrieras esa puerta. Al sacar la cerradura tú misma me diste permiso.

Lillie lo empujó. —Yo creí que querías hablar en privado.

Trip arrugó la cara y luego se acomodó nuevamente las manos en los bolsillos. —Y bien, ¿tienes algún tema del que quieras conversar?

—Ahora que lo mencionas, sí: por mi culpa dejaste de acosar a Serena, quiero que lo vuelvas a hacer a partir de mañana.

—Ahora que está con Satoshi la cosa se pone mucho más difícil, no es divertido cuando se defienden.

—¿Me estás diciendo que te asusta ese entrenador?

—Te estoy diciendo que lo haré, pero que quiero algo a cambio.

Lillie lo observó por unos segundos esperando a que se explayara, pero el chico no movió un sólo músculo como si todo estuviera dicho, reacción ante la cual la chica volvió a apoyar su pecho contra la pared dándole la espalda en un claro gesto de invitación.

El chico quiso avanzar, pero ello lo frenó arrugando con una mano la remera de Trip la altura de su pecho.

—No hasta que la hayas destrozado.

Empujó el brazo de Lillie de un manotazo débil y se abalanzó sobre ella para posarse en su espalda, aplastar su pélvis contra el trasero de la chica y comenzar a besar su cuello mientras que sus manos la sujetaba firmemente y recorría sus débiles curvas en un masaje vigoroso que le impidiera liberarse, causando que el cuerpo de la pequeña se estremeciera.

—¡No, déjame!

—¿Estás segura? Mira que lo podrías disfrutar... —Comenzó a meter sus dedos bajo el vestido de la pelialbina y a acariciar con delicadeza su ropa interior consiguiendo que ésta lo apartara de un golpe.

—¡Te dije que no!

—¡Oye, está bien! No te enojes... No seré un chico bueno, pero tampoco soy un violador.

—¿No, estás seguro?

—¡Pues sí!

La muchacha se giró hacia la pared separando sus piernas mientras aumentaba la curvatura de su cintura. —¿Y por qué no?

No hizo falta que agregara nada más. Trip volvió a aplastarla contra el muro mientras sujetaba sus senos con ambas manos y recorría ese cuello blanquecino y despejado para poblarlo de besos subiendo hasta acariciar con su lengua el lóbulo del oído de la joven, causando que un pequeño gemido se escaparan de sus labios en tanto sus dedos retomaban su rumbo descendente por el abdomen de Lillie, rodeando su ombligo, apretando con fuerza para atraer más las caderas de la muchacha contra su endurecido miembro para luego bajar hasta su intimidad y comenzar a tocarla de tal manera que las yemas se le empapasen de su humedad.

—Contéstame algo, Lillie —Apuró mientras le arrebataba con violencia el vestido y desabrochaba por detrás su sostén— ¿Tú me estás pidiendo que mate a Serena?

—¡No! Ella me hizo sufrir, no me asesinó —gimoteó la herederaÆther acariciando sin mirar la cremallera del pantalón de Trip, buscando desabrocharla—. Primero quiero que sufra, después veremos...

El miembro desnudo del joven bailoteaba entre los gluteos de la chica, sus manos acariciaban los recovecos de su cuerpo en un orden caótico y excitante para luego sujetarla de la cadera con fuerza, atraerla hacia sí y despoblarla de su última prenda de ropa a fin de penetrarla lentamente, deleitándose con los sonidos que lograba arrancarle, aumentando el ritmo paulatinamente hasta pasar de un vaivén lento como el oleaje de Alola a un sin fin de estocadas violentas cual los combates de la liga Sinno.

Lillie gritaba de placer apoyando sus manos contra la pared y sintiendo la mano de Trip acariciar su clítoris en tanto el joven se cuestionaba de manera silente «¿Hace muy poco empezamos a tener sexo y ya quiere jugar a el violador y la presa? Esta chica sí que está caliente y loca».

Las embestidas aumentaban de intensidad mientras la chica empujaba con sus glúteos hacia atrás para sentir que su macho se enterraba un poco más en ella, que el cosquilleo interminable de su miembro penetrándola una y mil veces podía aumentar hasta hacerla estallar, que la hábil mano del joven tocándola en su intimidad no tenía freno, así como tampoco quería que fallara la otra mano con la que Trip apagaba sus gritos al cogérsela con furia animal. Frenó en seco sus movimientos para dedicarse a disfrutar de la estimulación directa que la llevara al orgasmo, haciendo que la mano de abajo acertara y la de arriba fracasara al proferir un alarido profundo, casi gutural y luego levantarse de la pared para sujetar por un momento los glúteos de su amante y atraerlo a ella para sentir que lo tenía cerca.

—¿Terminaste? —cuestionó El Cenizo tras ver cómo su cuerpo de entumecía para luego brindarle paso a una relajación descomunal.

—Sí, ¿y tú?

—No seas estúpida, no te pienso hacerlo adentro tuyo. No quiero ser el que te embarace a los dieciséis años —Se separaron con delicadeza pero enseguida Trip perdió esa actitud caballerosa y la sujetó del pelo obligándola a bajar—. Vamos, ya sabes como sigue esto: termina tu trabajo.

Lillie se arrodilló y comenzó a succionar y a acariciar con su lengua mientras que con su mano libre recorría el pene de Trip en un pendular sin descanso, aumentando el ritmo y la potencia, cuidando lo más posible esconder sus dientes y siguiendo cada orden que El Cenizo le propiciase hasta hacerlo terminar sobre sus senos.

—Muy bien —reconoció el chico—, es increíble todo lo que has mejorado —Sacó nuevamente su cámara y la fotografió empapada en sus fluidos, acción que la chica premió con una sonrisa sensual—. Oye, estaba pensando, tal vez podríamos ir a ver una película este fin de semana. Sería más divertido que sólo entrenar.

—¿Como una cita?

Trip dudó, se le notaba el nerviosismo. —Bueno, no es para que te lo tomes así, pero... sí, eso me gustaría. ¿A ti no?

—Ocúpate de Serena —ordenó mientras se vestía nuevamente—. Lo que nosotros tenemos es sólo una relación de juguete, yo gano, tú ganas. No se te ocurra confundirte.

—Está bien...

Aunque quiso diluir sus emociones, no pudo hacerlo. Le gustaba Lillie, pero sabía que aunque la tuviera sexualmente, ella jamás sería suya. Ahora que lo pensaba, probablemente tampoco fuera de Satoshi. Su contaminado corazón en este momento pertenecía a Serena: Lillie sólo vivía para verla llorar. El odio la había consumido.

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