Barriletes
«Guille no despierta» Las palabras de Lillie plasmadas en un mensaje de texto a mitad de una clase aburrida de primera hora de lunes hicieron que Serena se atorara con su propia respiración. Había estado imaginando que de un momento a otro lo verían corretear en el recreo, acosando desde las sombras a alguna de las chicas de primero con su cámara fotográfica de alta tecnología. «es extraño, Gladio se pasó toda la noche con él... parece tenerle más aprecio del que imaginaba.»
«¿Qué dicen lo doctores?»
No había una razón en particular por la cual la pequeña rubia debiera saber la respuesta, no obstante la susodicha no tardó en contestar «Que todo lo que podemos hacer es esperar y poner nuestras mejores intenciones lo que sea que creamos porque las probabilidades de que despierte son muy bajas». La pelimiel desvió la mirada para no seguir concentrada en esos tristes pensamientos dirigiéndola hacia la profesora de geografía y la observó unos instantes hablar de las diferencias entre una planicie y un altiplano cuando su celular volvió a vibrar: « Él pidió que también nosotras dos pasáramos por el hospital.»
«¿Él? ¿Te refieres al doctor?»
«Gladio.»
—Oh... —susurró por lo bajo. Sin saber exactamente el motivo, oírla mencionar a su hermano le sonó más a una crítica que a una petición. Habían pasado casi dos días desde el enfrentamiento en la plaza y aún no había dedicado un tiempo a visitar a aquel entrenador cuya vida pendía de un hilo.
Los mensajes continuaron brevemente hasta acordar ir a verlo esa tarde al salir del colegio, y con esa promesa tan simple regresaron el hilo de sus pensamientos a la aburrida clase que ya se cobraba el sueño de varios de los estudiantes.
Concluido el horario escolar, ambas muchachas subieron al auto de Lillie y se dirigieron al hospital intentando aminorar lo pesado del clima jugando a imitar pokemón y adivinar de cuál se trataba. Los azulejos blanquecinos de las paredes del hospital invitaban al silencio y el atravesar el largo pasillo repleto de transeúntes cabizbajos con gestos un tanto huraños las hizo sentir algo incómodas, mas todo eso cambió al llegar al cuarto donde se encontraba Guille y encontrarse con que Gladio y Satoshi se encontraban junto al muchacho inconsciente.
—No pueden estar aquí, sólo se permiten dos personas —reclamó El mostaza, pero las chicas le restaron importancia a sus palabras.
—Sólo serían cinco minutos, después saldremos y te dejaremos sólo con tus novios —repuso Serena acercándose a Guille, ignorando deliberadamente las estupideces que empezaron a decir ambos muchachos para inquirir con tono acusador— ¿Qué hacían ustedes practicando baile en la plaza?
—¡Sí! —reaccionó Lillie olvidándose por completo dónde se encontraba—, ¿y qué hacías tú con mi hermano?
—Oh, bueno, lo que pasa es que... bueno, yo... o sea, nosotros.
—Deja de balbucear como tarado —Lo frenó Gladio—, Satoshi quería aprender a bailar para poder hacer presentaciones como Serena y yo me ofrecí a enseñarle mi espectacular estilo emo.
—¡Increíble!
—¡Siempre supe que tenías talento!
—Pues como ves Serena, no soy sólo una cara bonita adornada por un par de millones —Guiñó un ojo tras jactarse de aquello, pero la chica tenía la mirada puesta en el moreno inconsciente mientras sus pensamientos hacían un esfuerzo sobrehumano por negarse a orbitar en torno a una única idea: «Satoshi le pidió a Gladio que le enseñara a bailar sólo para impresionarme?». No quería que su encuentro con Guille perdiera mérito, pero le resultaba imposible concentrarse en aquellas circunstancias.
Pronto una enfermera notó el exceso de personas en la habitación y les indicó con presura que al menos dos debían marcharse. Para sorpresa de todos Satoshi fue el primero en salir de aquella pieza alegando. —Quédense ustedes chicas, nosotros ya estuvimos demasiado tiempo. Además, yo tengo que irme a hacer algunas cosas.
—¡Espera! Yo tampoco pensaba quedarme. —Las miradas de ambos rubios se posaron de inmediato en la chica oriunda de Kalos.
—Pero acabas de llegar, ¿es que esto no te importa?
—Lo siento Gladio, pero no veo que haga nada quedándome a cuidarlo. Me preocupa Guille, sí, pero él lo que en realidad necesita es descansar y lo que yo necesito es buscar justicia. Lillie, ¿tú también vendrás?
—¿A dónde?
—A hablar con la policía.
El rostro de la aloliana se petrificó ante la idea. —No, yo me quedaré con Guille.
—Pero...
—¡Entonces vámonos! —insistió Satoshi y luego tomó sin descaro la mano de Serena para partir del hospital apresuradamente, dejando a los hermanos con caras de desconcierto—. Por dios, ese Gladio sí que es un pesado. Los doctores querían que sólo la familia de Guille pudiera acceder a visitarlo pero él insistió en que debíamos estar. Creo que los sobornó con tal de verte, no estoy seguro.
—¿Verme a mí?
—No te hagas la tonta, sabes que puso sus ojitos de halcón sobre ti desde el principio y no va a descansar hasta hincarte su enorme... garra de halcón —instantáneamente Satoshi se comió un quedate quieto en la nuca por parte de su compañera, por atrevido—. Sí, eso es lo que te quiere enterrar.
—Ya vas tú... En todo caso no sería la única; Lillie parecía bastante entristecida al notar que te irías.
—¡Lillie? Es bonita...
—¡Mucho! Deberías invitarla a salir.
—Tal vez debería hacerlo —La pelimiel se comía sus emociones, pero era consciente de que su amiga estaba enamorada y no le correspondía a ella tomar partida con este chico—, pero sería algo incorrecto.
—¿Es broma? ¡Sería el mayor acierto de tu vida! Es bonita, noble, inteligente, tierna, y no hablemos de su enorme fortuna.
—Sí, esas cualidades harían que cualquiera la mirara.
—¡No me vas a decir que no te interesa, por favor! Hasta yo si fuera hombre estaría con las babas por el piso por ella.
—Si me hubiera enterado que no le soy indiferente en otro momento quizás me hubiera interesado, pero ahora tengo a alguien más entre los garabatos de mi cuaderno.
—¿En serio, «entre los garabatos de tu cuaderno»?... ¿Esa es tu manera de decir que una chica te tiene enamorado?
—Pues creo que cualquier manera de decirlo es buena manera. Lo importante es el mensaje, no las palabras.
—Ay, no seas bruto. A cada persona se la tiene que tratar de una forma distinta porque todos somos diferentes.
—¿Entonces cuál es el modo indicado de decírtelo?
La pelimiel se ahogó con su propio aliento mientras dos pensamientos luchaban por salir a flote en su interior. —Bueno, en mi caso particular, yo quisiera que fuera romántico. Quizás con flores, quizás de noche... podría ser con alguna frase ingeniosa o con un verso tímido escrito en un papel elegante.
—¿Qué tal con un osito de peluche y un beso repentino?
—Me gustan los besos repentinos, esos que suceden en los aeropuertos al final de las películas de amor, pero en la realidad... no sé, mínimamente tienen que ser precedidos por una declaración romántica.
—Se lo voy a contar a Gladio, a ver qué se le ocurre.
—Sí... rubio, rico, actitud egoísta de todo lo puedo... un gran partido.
—Pero no te gusta, ¿no es verdad?
—Y yo qué sé, concéntrate en Lillie.
—Sí, ese par de hermanos son un buen partido.
Siguieron el viaje en un silencio interrumpido únicamente por los sonidos provocados por el vehículo al detenerse por más pasajeros en cada estación, evitándose mutuamente las miradas hasta que Serena comenzó a maquillarse frente al espejo de su celular y El azabache no pudo evitar clavarle la mirada para luego reírse del labial con brillitos que la chica se estaba aplicando.
—¿Qué? Es lindo.
—¡Pareciera que estuviste comiendo brillantina!
—Anda, seguro que dices eso por la envidia. Tú también quisieras verte así de fabuloso.
—¿Con brillantina en los labios? No, paso.
—¿Ah si? Pues cuando te distraigas te voy a poner un poco.
—¿Y cómo lo vas a hacer, vas a besarme?
—¡Pues tal vez lo haga! —gritó la chica ya molesta por las actitudes del entrenador del pikachu. El adolescente no pudo contener una risa nerviosa e interminable que logró sin esfuerzo dejar abochornada a su compañera haciendo que varios en el colectivo voltearan a ver e invitándolo a callarse de una vez. En ese momento Satoshi recapacitó que había estado siguiendo a la joven sin cuestionar el destino de sus pasos y se apresuró a preguntar.
—¿A dónde vamos?
A lo que Serena respondió sin reparos.
—A la comisaría; vamos a denunciar otra vez a los que le hicieron eso a nuestro amigo.
—Pero ya los denunciaste, no hay nada más que puedas decirles aún.
—Lo sé, pero ellos no los capturaron. Debemos hacer algo.
—¿Pero qué? Si no tienes pruebas nuevas lo mejor será que esperes y confíes en la policía.
—Pero...
—Pero nada, sin pruebas sólo lograrás complicar más las cosas poniendo nerviosos a los que sí están trabajando en el asunto.
—Sin pruebas...
—Eso dije.
Bajaron del bondi y caminaron otra vez sin mirarse a lo largo de varias cuadras hasta que el chico sin previo aviso la tomó de la mano y la llevó hasta una plaza. Serena no opuso resistencia.
Llegaron hasta una plaza donde Satoshi sacó un paquete de galletitas y un equipo de mate. La chica se ofreció a conseguir agua caliente en uno de los negocios, y aún sin quitarse de encima ese clima de seriedad comenzaron a compartir una merienda juntos bajola sombra de un árbol.
—No me estoy comportando muy bien contigo —repuso finalmente el chico de pelo alborotado—, no quiero que estemos tan callados, nosotros no somos así.
—Tú definitivamente no eres así.
—Y tú estás aquí para recordármelo. Gracias.
—Gracias a ti por ayudarme a entrar en razón. Tienes razón sobre lo de la denuncia, ellos no me escucharán si no llevo nuevas pruebas que los ayuden a avanzar, de otro modo sólo los estorbaría.
—Yo no dije eso, aunque admiro eso de ti, eso que te hace tan distinta a Lillie: eres como el fuego.
—¿Como el fuego?
—Sí, eres cálida, apasionada, valiente... No es por ofender a Lillie, pero aunque ella sea un gran partido, sin poseer todos esos valores que te hacen brillar tanto siempre será opacada por su mejor amiga.
—Satoshi...
—Dime...
—¿Me dejas ver los garabatos de tu cuaderno?
El chico estalló en una risotada que de algún modo conmovió a la perfourmer.
—No encontrarás nada ahí. Están en idioma Ketchum.
—Ah, ¿sí? Pues quiero develar hasta el más profundo de tus secretos, empezando por tu idioma de niño raro.
—Jamás podrías.
Serena se aventó hacia la mochila del adolescente y entabló una pelea ganada a base de cosquillas y un exceso de caballerosidad por parte del Mostaza.
—Bueno, tenías razón; no entiendo nada de lo que dice, pero aunque no pueda leerlo sí podré inscribirme en él —Y con una lapicera de color lila se perdió por unos momentos en la tarea de dedicarle unos versos cariñosos al entrenador que la observaba expectante y sin perder de vista el brillo de sus labios—. Listo, así ya no podrás olvidarme nunca jamás.
—¿Y por qué lo haría?
—Porque la vida es impredecible.
—¡Tú eres impredecible!
—Linda forma de decir que soy «tu vida».
—No metas en mi boca palabras que nunca dije —suplicó el vergonsozo adolescente, incapaz de aceptar que una muchacha tan bonita como ella le estuviera coqueteando—, aunque sí me agrada esa idea de no olvidarte.
—¿Lo dices en serio?
—Dame tu cuaderno.
Pronto la obediencia de La pelimiel le valió una dedicatoria por parte del entrenador así como también un dibujo improvisado de dos Eevee saltando juntos frente al ocaso. Satoshi era un buen artista después de todo.
—Ten, este es mi regalo —Entonces junto a aquella linda dedicatoria le obsequió también un fennekin de origami que llevaba en la mochila—. Lo hice para ti hace algún tiempo, pero aún no había tenido oportunidad de dártelo. Costó mucho hacerlo así que espero que lo valores.
Serena estaba conmovida: no será un beso en el aeropuerto con ositos de peluche y frases de película, pero esto se acercaba bastante a la idea de romance que ella guardaba desde el principio. —Gracias, lo conservaré como un tesoro.
Los chicos se observaron sin atreverse a avanzar. En el fondo sabían lo que sentían el uno por el otro, pero aquella tarde de charlas inoportunas les había dejado un sabor a dudas en toda la boca impidiéndoles abrirlas mutuamente para recibir a cambio un beso. No sabían cómo reaccionar, de modo que Satoshi decidió romper la química al levantarse a juntar los menesteres enunciando «Ya es tarde, y yo estoy muy cansado después de acompañar a Guille todo el fin de semana». Serena nuevamente no dudó en acatar sus indicaciones.
Durante el camino de regreso el vibrar del colectivo indujo tal estado de paz en el chico de cabello azabache que éste no tardó en caer rendido al sueño, impidiendo todo intento de charla hasta que Serena lo despertó para anunciar que debía bajarse en la próxima parada.
—Yo también bajo, así te acompañaré hasta la puerta de tu casa.
—¿Y volverás luego por el mismo colectivo después de haber bajado? No hagas tonterías, no pienso permitirlo.
—Pero yo quiero acompañarte.
—Descansa Satoshi, se te nota el sopor después de tanto esfuerzo. Mañana nos veremos en el colegio.
—Pero yo quiero acompañarte...
Serena se mantuvo firme y al azabache no le quedó más que ceder, después de todo el colectivo pasaba bastante cerca de donde ella vivía y aún no caía la tarde.
Al llegar a su hogar Satoshi fue recibido por las risas y burlas de sus hermanos al grito de «¡Tiene brillantina en la cara!». El chico corrió a un espejo y luego de maldecir por lo bajo se limpió con la manga de su campera.
—Diablos, finalmente me pasó el labial por la cara mientras dormía.
—Yo no diría eso —opinó uno de sus hermanos—. A mí siempre me hacen ese tipo de bromas y es demasiado poco para ser labial directamente. Yo diría que te besaron.
—¿Un beso de Serena? —El chico meditó unos instantes intentando recordar cualquier detalle que pudiera habérsele escapado mientras dormía, pero fue en vano. Su mente estaba en blanco— No, ella no sería capaz.
—¿Piensas que esa chica es más probable que te pintara la cara con labial mientras dormías a que te besara?
El azabache no supo qué contestar.
https://youtu.be/Wuxh4dF5wYk
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