Avioncitos de papel
Las cosas no se pusieron lindas cuando mi madre se enteró del trauma que había sufrido; ¡estaba como loca! La vi gritar como nunca antes lo había hecho, enojarse con cualquier alma en pena que se cruzara en su camino, despilfarrar cada minuto de vida que le habría sumado el mantenerse alejada del estrés a cambio de soltar las mil y un palabrotas entorno a los agresores, a la escuela, a los que cometieron cualquier error que pudiera lastimar mi rostro de manera irreparable dentro y fuera del hospital, al tacho de basura que se puso adelante de su pié cuando éste estaba en plena ejecución de una patada...
La directora Agatha fue bastante comprensiva con ella y, pese a saber que la escuela estaba libre de cargos puesto que el siniestro había ocurrido lejos de sus instalaciones, se comprometió a tomar partido dedicando una semana entera a la prevención tratando el tema de la violencia y el bullying en los salones a partir de diversos talleres, como así también a dar con el o los responsables y brindarles un castigo ejemplar. Yo podía adivinar lo lejos que estarían de cumplirse aquellas palabras y aún así me rendía los hechos: no podría escapar a mis temores de vivir acorralada si seguía huyéndoles ni bien se me presentaban. Tenía que encontrar una salida, y mi solución más fiable era aprender a defenderme con aquel entrenador que me ayudó la última vez: Satoshi.
Avergonzada, tuve que aceptar que mamá me viniera buscar a la salida del colegio a diario y sólo bajo esa condición poder seguir asistiendo. Desearía haber aprendido a montar rhyhorns con la misma habilidad que guardaba ella, todo sería más fácil con ese tipo de compañero a mi lado... ¡¿Pero qué estoy diciendo?! Fennekin es perfecta, soy yo quien no la sabe manejar. Mira que andar echándole mis culpas a alguien más, vivir así no estaba bien; siempre huyendo. Siempre hasta el final.
La nueva semana escolar comenzó marcada por afiches en los corredores donde los números del departamento de psicología del instituto se exhibía campales a la vista del alumnado, pretendiendo que aquellos que conviven con problemas que les cuesta comprender tuvieran además el atrevimiento de pedir ayuda, aún sin siquiera lograr que los mismos dejaran de sentirse causa de aquel conflicto. No es que sea mi caso... no del todo.
A la hora del recreo me apuré al balcón para poder estar segura de estar al resguardo de algún adulto, evitando a toda costa cruzar miradas con ese canalla de Trip, de su irritante grupo de presumidos, o alguno de esos pervertidos que no dejaba de intentar sacarme charla como Guille, el chico raro de quinto. En eso, Lillie se acercó a mí junto a una persona desconocida.
—Así que tú eres Serena —Enfoqué la mirada en aquel muchacho de cabello platinado y ojos color olivo que me hablaba, sorprendida por la frialdad de su voz—, es increíble que alguien como tú haya podido salir casi ilesa de una pelea contra ese carnicero de Trip.
Me sujeté el pecho ofendida por su comentario, no pude evitar que mi rostro se llenara de un color rojizo en tanto intentaba hundir mi cabeza entre mis propios hombros, pero él, lejos de notar lo turbadas de mis emociones, comenzó a desatar una risotada burlona y denigrante.
—Disculpa, ¿y tú quién eres?
—Serena, él es Gladio, mi hermano.
Observé anonadada a Lillie en tanto reconocía sin esfuerzo el parentesco; era evidente, ¿cómo no lo había notado? Ambos hermanos destacaban por sobre los demás no sólo por su indiscutible atractivo físico, sino también porque sus uniformes de telas refinadas, su aroma exquisito capaz de imponerse al olor semi nauseabundo de su entorno, su manera diferencial de moverse con gracia y elegancia... desearía saber con exactitud qué era, pero los dos tenían algo que los hacía desentonar. Parecían un par de perlas rubias en un mar inmenso de ostras sin brillo.
—Encantada...
—Cuando vi el video pensé que te acabaría en un par de segundos, jamás esperé que Satoshi hiciera algo por ti. Tuviste suerte.
—Oye, ¡¿Suerte?! ¡¿Pero de qué lado estás?! —grité al hermano de Lillie sorprendida por notar que parecía tolerar a Trip e incluso apoyar sus intenciones. De pronto noté que algo no andaba bien— Momento, ¿hablaste de un video? ¿Qué video?
Muy avergonzada, Lillie sacó un enorme celular que desentonaba con su minúscula figura con el cual proyectó las escenas donde Trip me torturaba acompañadas por una base de rap e intercalada con imágenes de bailarines de breack dance hasta que al final, cuando la canción llegaba a su momento culmine, tan sólo por unos segundos se pudo ver el rostro valiente de Satoshi llegando al rescate para dar fin a la batalla de una manera casi heroica.
Todo se me olvidó en ese momento; la mirada fría, el color platinado de los hermanos, el balcón alejado de los chicos presumidos que jugaban a reírse de los transeúntes en el piso de abajo, mis nervios, el video... todo pareció nada al lado de la imagen de Satoshi barriendo el piso con el pokémon de Trip sin importar la ventaja de tipo, el rango del entrenador ni nada de nada. No era ninguna emoción romántica lo que me poseía al verlo, por supuesto, yo quería poder ser así. Dentro mío, muy en el fondo, comenzaba a admirarlo.
—¿Entonces todos vieron este video o lo harán antes del final del día, no es verdad? —cuestioné a fin de no quedarme callada. No era bueno ser tan demostrativa.
—Sin lugar a dudas.
—Eso simplifica las cosas. Si algo aprendí en mi anterior colegio es que luchar contra una persona es un tema difícil, pero luchar contra una reputación es algo casi imposible —Suspiré desanimada. Tendría que asumir ser la chica del video, aquella a la que el enfermo de Trip había pateado el trasero sin motivo alguno más allá de seguir aumentando su ego de ser el entrenador que vencía a los de Kalos, sólo por tener algo con qué fanfarronear. Ahora era la burla de mi pueblo natal, pero aún así, si quería revertir las cosas, podría hacerlo siempre que mi situación con Trip cambiara—. ¿Dónde puedo encontrarlo?
—¿A quién?
—A Satoshi.
Los chicos se miraron y luego Lillie me respondió. —Él siempre se queda en su salón, allá abajo —Señaló con el dedo una de las tantas puertas que servía de ingreso a algún aula más del montón en la pared de en frente—. Si quieres te podemos acompañar.
Dudé si quería que Gladio fuera con nosotras, pero ni modo. Era el hermano de Lillie, no podía echarlo.
—Sería un placer.
Corrimos escalera abajo tratando de no chocar con ninguno de los estudiantes mientras que el hermano de mi amiga cuestionaba mis intenciones al acercarme a ese entrenador y yo hacía caso omiso a sus palabras e intentos de desalentarme. Con la boca enmudecida crucé el patio siguiendo de cerca los pasos de Lillie hasta alcanzar la ventana inmensa donde del otro lado pude ver al entrenador al cual había estado acechando sentado solo en medio de un aula casi vacía, plegando torpemente una hoja de papel hasta darle la forma de un avión pequeño y blanco. Crucé la puerta apurando el paso, ansiaba poder al fin conversar con él.
Al acercarme al azabache un muchacho me cortó el paso e intentó sacarme conversación hablando algo sobre no haberme visto antes y que recordaría mis ojos o algo así, no sabría con exactitud qué palabras usó, estaba tan concentrada que rehusé a cualquier forma de amabilidad a cambio de volver mi encuentro con el entrenador el centro mismo de mi presente y empujé sin miramientos al chico coqueto para poder sentarme enfrente de Satoshi y observarlo avergonzada, sintiendo como las palabras se me atoraban en la garganta.
—Disculpa, ¿puedo ayudarte en algo?
Escondí mi mirada repleta de vergüenza, no tanto por la belleza poco grácil del chico sino más bien por lo que su persona significaba: no conocía a nadie que hubiera hecho algo similar por mí. Incliné involuntariamente la cabeza hacia adelante antes de contestar en un tono que no lograba del todo esconder mi fascinación por aquel muchacho.
—No te pude dar las gracias ayer por rescatarme.
El chico se inclinó hacia atrás aparentemente intimidado por el acercamiento.
—No deberías agradecerme, yo solo hacía lo que creía que era correcto. No me pareció justo que ese tarado de Trip siguiera con las estupideces que él y su grupo hacían hace unos años y que además de todo tú tuvieras que sufrirlo. Simplemente no tenía sentido permitirlo.
—¡No pidas que no te agradezca, me salvaste! Quién sabe qué me hubiera hecho si no hubieras llegado a tiempo.
—A tiempo...
Satoshi parecía triste observando las cicatrices que el idiota de Trip había trazado con las hojas filosas de su pokémon en mi cara. Como impulsado por una fuerza impropia, acarició con un roce débil mi rostro y pude sentir una calidez electrizante recorrerme junto con el roce de su mano, invitándome a tomarla entre las mías movida, quizás por la misma fuerza ajena que a él primero lo motivara. De pronto, él se alejó arisco al contacto y arrugó la cara observándome con un gesto que delataba el miedo. No se mostraba como una persona adepta al contacto amistoso.
—Perdóname, debí haber intervenido antes de que te hicieran eso. De verdad creo que no te lo merecías, aunque... realmente no tengo idea de qué hiciste para terminar en esa pelea, o si tú la provocaste o no.
—¿Provocado? ¿A qué te refieres? —cuestioné molesta por el comentario. ¡¿Por qué todo el mundo estaba del lado de Trip cuando era a mí a quien habían agredido?!
—No está bien meterse en peleas callejeras sin saber quién empezó el todo. Yo no sé si tú le tiraste la primera piedra para que él atacara, o si de alguna manera le hiciste algo peor antes o después de su choque... —Mientras más hablaba más me decepcionaba. Satoshi no era el caballero de armadura brillante que había imaginado— Eso de tomar posturas sin saber es peligroso, pero tenía que hacer algo o te podrían haber lastimado.
—Claramente yo estaba en el suelo rodeada de golpes y agresiones mientas que Trip seguía aún de pié dándole órdenes de atacarme a su pokémon. Es obvio que él era el malo de esta situación.
El chico se rió por lo bajo aunque a mí nada de eso me parecía hilarante. —No creo que sea una cuestión de bondad o maldad —comentó sin perder el gesto divertido—, más bien son personas que no saben solucionar sus problemas de la manera correcta.
—¡El problema lo generó él! Yo solo caí en esa situación.
—Si yo hubiera considerado que el problema lo generaron ustedes y que no tenía nada que ver en esa situación, ahora estaría viendo un rostro algo diferente. Todos somos parte de las situaciones que nos rodean y tenemos que tomar posturas; podría haberle ayudado a él, podría haberte ignorado, o bien podrías haber cambiado tu postura y pararlo tú misma en lugar de esperar que interviniera alguien de afuera.
— ¡¿Y cómo te esperas que yo haga eso?! —Sin desearlo, mi voz se había convertido en un chillido berrinchudo. Satoshi y sus razonamientos podían sacarme de quicio.
—De la misma manera que lo hice yo: peleando —respondió el chico tajante , perdiendo abruptamente la alegría de su voz.
—Yo no sé pelear.
—Yo podría no estar ahí si me necesitaras una segunda vez —La amabilidad de su voz había desaparecido hasta convertirse en algo más bien distante, como si me estuviera regañando—. Te recomiendo tomar ciertas posturas básicas para garantizar tu seguridad a futuro. Tu madre no te protegerá en todo momento y existen pokémon más peligrosos que un rhyhorn.
—¿Cómo supiste que me iba a buscar mi madre?
—Eso no importa.
—Bien, entonces tengo que aprender a defenderme. Tú me enseñarás.
El nerviosismo volvió a poblar los gestos del muchacho. —No veo porqué haría eso.
—Eres el presidente del club de batallas pokémon, ¡enséñame!
—Veo que no soy el único que sabe un poco más del otro que lo ordinario —respondió regresando a su tono divertido—. Existen ciertos requisitos para entrar al club, no aceptamos porque sí a cualquier desconocido.
—¡Pero no soy una desconocida!
—No estoy de acuerdo.
Ya era suficiente, este chico era aún más irritante que Gladio. Sin embargo, lo necesitaba y no podía dejar que se me escapara así como así. De todos modos nunca estuve interesada en ingresar a su dichoso club.
—Bien, entonces voy a ir a verte y tú me enseñarás en privado —Me paré de golpe y estampando la mesa con una mano para reafirmar mis intenciones. No podía dejar que se me escapara, esto para mí era muy importante.
Él no cedió. —No doy clases particulares a nadie, ¿sí? Además tengo todo el día ocupado y no creo que quieras volver tan tarde a tu hogar desde el lugar adonde vivo. Mejor búscate un profesor de tu zona y a mí déjame en paz.
Suspiré vencida y apreté mi uniforme por el nerviosismo. Yo no era de obligar a alguien a hacer lo que quería, no era mi forma de ser, pero lo necesitaba tanto... El timbre sonó indicando que los alumnos debían volver a sus aulas y comencé a caminar silente y a paso cansado hacia la puerta, chocando nuevamente con el muchacho que me había abordado al entrar, para luego empujarlo y reaccionar sin pensarlo bien gritándole a Satoshi.
—Tú me vas a enseñar y después me vas a acompañar a mi casa. ¡Y no es pregunta!
Dicho esto, doblé por la puerta y me retiré a las zancadas. No me sentía cómoda actuando así, pero era mi única opción si quería sobrevivir a los ataques de aquellos lunáticos, de quienes bien sabía no me libraría tan fácilmente.
—¿Cómo estuvo? —cuestionó Lillie al verme salir del aula.
—Terrible, Satoshi no me ayudará. Parece reacio a involucrarse en algo así.
Ella lo meditó unos momentos antes de contestar. —¿Y qué harás?
—Buscarme un buen profesor de batallas pokémon... o al menos a alguien que me enseñe a rezar.
—¿Quieres aprender de Satoshi? —cuestionó repentinamente Gladio. Yo me quedé observándolo sin saber cómo responder, me había tomado por sorpresa—. Yo te ayudaré a dar con él en sus horarios de entrenamiento y te aseguro que cuando él ve a alguien con un pokémon en medio de esos lapsos, sólo piensa en una cosa: entrenarlo. No te dirá que no.
Mi rostro se iluminó, ¡estaba tan agradecida! No quería forzar a Satoshi, pero si todo era como lo describía el hermano de mi amiga, tal vez podría funcionar. Gladio se alejó hacia su salón dejándonos a Lillie y a mí solas para poder conversar un rato y ella abrió el diálogo en tanto subíamos las escaleras.
—Oye Serena, ¿puedo acompañarte a tus entrenamientos con Satoshi?
—¿Eh?... Sí, claro, pero ¿por qué el repentino interés?
—Es que quiero pasar más tiempo contigo, y... bueno... verlo... ¡Verlos a ambos! —Una actitud sospechosa se desenvolvía por parte de la abochornada rubia al hablar de Satoshi, una que si bien no tenía por qué molestarme, curiosamente no estaba tan lejos—. Nunca tuve oportunidad de verlo de cerca, dicen que es un gran entrenador.
—Sí, ayer se desenvolvió muy bien durante la batalla. Se veía bien en el video, ¿no?
—Se veía increíble —opinó mi nueva amiga, y yo tuve que hacer fuerza por no imaginarme cosas.
¿Por qué me importaría su repentino interés por nuestro estimado azabache? Después de todo, Lillie era maravillosa. Debería estar feliz de poder servir de puente para que pudiera compartir más tiempo con el chico que evidentemente la tenía hipnotizada. Apagaré mis emociones por esta tarde, la clase ya va a empezar.
***
La hermosa muchachita cruzó la puerta del aula mientras que Tierno, uno de esos compañeros que suele conversar sin problema con todo el aula, se acercó sorprendido por la situación y sin poderle sacar los ojos de encima a la pelimiel hasta verla desaparecer, luego de lo cual se animó a plantearme
—¡Con un demonio Satoshi! ¿Esa es tu novia?
—¡No, ni hablar! Está demasiado loca para mí.
—Pero vas a darle clases y acompañarla hasta su casa igual, ¿no es verdad?
—Bueno, no lo sé... Creo que no me dio alternativas.
—¡Vamos mostaza! Eres el tipo más afortunado y no lo aprovechas—Me gritó tan emocionado como si la historia le estuviera ocurriendo a él—. Aunque yo en tu lugar no me haría muchas ilusiones, es demasiado linda para ti.
Lejos de ofenderme, reí infantil asumiendo que era verdad. —Ah sí, ni hace falta que lo digas —contesté divertido, luego medité unos instantes observando el avioncito de papel que había formado para al fin suspirar mirando como el hermoso rostro de esa chica pelimiel se perdía en las escaleras acompañado de una de sus amigas—. Yo también soy un poco lindo..., como un cachorro de Snawball, ¿no?
Tierno rió exageradamente. —Si, viejo, pero ella es más bien una chica de Fennekins, Eevees o algún tipo hada.
—Es dura la vida de los tipo hada —comenté abochornado para no quedarme callado.
—Es dura la vida de los tipo hada —aceptó el muchacho y luego se retiró.
Apartando un poco la amargura, jugué un momento con mi obra de origami imaginándome que podría quedar impune si se la arrojaba a la profesora Juniper que acababa de ingresar. No quería que las clases comenzaran todavía, mis emociones estaban turbadas.
Reposé la cabeza sobre mi puño y al cerrar los ojos recordé el momento en que sus manos y las mías se encontraban mientras intentaba acariciar su rostro. Ella era tan hermosa, pero esas marcas... De pronto el recuerdo de una mano pequeña sosteniendo un cuchillo ensangrentado a pocos centímetros de mis pupilas intervino mis pensamientos, y tras presenciar en primera persona el derramamiento de un grueso chorro de sangre carmesí, me sobresalté volviendo súbitamente a la realidad.
—Es demasiado bonita para mí —susurré para mis adentros a fin de no olvidarlo, y luego, rendido a las situaciones, desvié mi atención hacia la profesora que ya comenzaba con su clase.
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