Capítulo 26
El cielo se volvió de un color anaranjado, era el anuncio del ocaso avisando que estaba por llegar.
Me despeje de todo por una milésima de segundo para contemplar aquello, aunque fuese a través de un cristal se veía maravilloso.
Volví mi vista al suelo, arrodillado frente a mi salvación, frente a la salvación de muchos. Delante de mí estaba ella de pié, destilaba admiración por donde la vieras, aquella mujer a quién le debemos más que nuestras propias vidas. Ella volcó toda su fe y esperanza en nosotros para llevar a cabo la misión más importante.
Proteger al mundo de la maldad.
Pequeña y frágil, de ojos violáceos y cabellera larga del mismo color, su vestido blanco caía con gracia en el frío suelo del santuario.
Mi corazón comenzaba a correr desesperadamente dentro de mí, los segundos pasaban y aún no obtenía una respuesta de la diosa.
Saori: Caballero Milo…
Su cálido cosmos acunó mi alma con sutileza, me sentí sosegado y en paz, sentí que ella me guiaría en estos momentos de guerra, me mostraría el camino.
Sus delicadas rodillas se posaron en el suelo, la miré con sorpresa ante su acto de generosidad, una diosa jamás debería arrodillarse frente a un caballero dorado.
Sus pequeñas manos envolvieron las mías mas grandes, sus ojos me penetraban con aquella tranquilidad que sólo Athena podría brindarme en estos momentos.
Saori: Estoy contigo en estos momentos tan duros —susurró—, sin embargo no puedo permitir que mis caballeros corran un riesgo tan grande al viajar a los Campos Elíseos.
Algo dentro de mí se rompió, la última esperanza que tenía se había ido junto con el sueño de recuperarla a ella. Dirigí mi vista al suelo, lágrimas fueron desprendidas recorriendo mis mejillas enrojecidas.
Saori: Es por eso que iremos todos juntos —acabó. La miré nuevamente, mis ojos traspasaron los suyos, no era capaz de emitir una sola palabra, pero no era necesario decir nada. Ella sabe lo agradecido que me encuentro por su generosa colaboración. Una de sus manos abandonó las mías y acarició mi mejilla — prepárate —solicitó—, iré a informar a los demás caballeros nuestra misión.
Milo: Jamás podré compensarselo —de nuevo le obsequié una reverencia, es lo mínimo que se merece.
Saori: Has hecho demasiado por mi, Milo, esta es una forma de agradecer el arriesgar tu vida incontables veces para protegerme —sonrió.
De mi boca no salió ni una palabra más, simplemente me mantuve allí agradecido ante aquella mujer que ha conseguido darme una luz de esperanza. Aquél cálido cosmos abandonó el santuario.
Entonces pensé.
¿Que haría si lograba rescatarla?
¿Que le diría después?
¿Debería decirle que la amo?
No… lo correcto es empezar con una disculpa, y luego confesarle lo demás.
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La noche finalmente llegó a nosotros, iluminando la casa de Escorpio, en la que estamos ahora reunidos.
Aioria: ¿Cuál es el plan? —preguntó.
Mu: No tendremos más opción que dividirnos para llegar a tiempo al muro de los lamentos.
Death Mask: ¿Dividirnos? ¿es que te has vuelto loco, Aries?
Shaka: Mu tiene razón, al igual que los caballeros de bronce se dividieron para cruzar por las doce casas y salvar a Athena, nosotros debemos usar la misma estrategia para llegar a Hades a tiempo.
Milo: Lo primero es llegar con vida al paradero de Hades —aseguré.
Saori: El camino no será fácil. Pero pase lo que pase, recuerden que el que debe llegar al trono de Hades a como dé lugar es el caballero de Escorpio —asintieron los demás.
Saga: Será mejor que nos vayamos ahora, no contamos con mucho tiempo.
???: ¡¡Esperen amigos!! —cinco cosmos se hicieron presentes en la casa de Escorpio, volví mi vista hacia la entrada para ver de quiénes se trataba.
Saori: ¡Seiya! —sonríe.
Milo: ¿Qué hacen aquí, caballeros de bronce? —lo miré despectivo.
Seiya: ¡____ también es nuestra amiga!
Hyoga: hemos venido para colaborar en su rescate.
Milo: Ni hablar —refuté—, se quedarán aquí hasta que regresemos.
Shiryu: Milo, _____ está en aprietos con sujetos peligrosos, esto no es un juego.
Shun: ¡Shiryu tiene razón! ¡mientras más personas hayan dispuestas a pelear más posibilidades hay de rescatar a ____ con vida!
Observé a Seiya y a sus amigos una vez más.
Milo: ni se les ocurra morir, ¿entendido?
Seiya: lo prometemos —sonríe con firmeza.
En ese entonces una estrella fugaz atravesó la constelación de Escorpio. Una chispa de fervor se apoderó de mi cuerpo sin motivo aparente, y antes de marchar contemplé aquel conjunto de estrellas con tranquilidad, y le pedí una vez más a mi constelación que vele por mí, como siempre lo hace.
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