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Capítulo 9

Cuando Bakugo llegó a la escena, se encontró con un panorama aterrador: su querido Izuku estaba siendo pateado por un enmascarado que se reía de la manera en que el peliverde intentaba levantarse cuando le daba el mínimo espacio. Eso era algo que no podía permitir y, sin controlar el grado de sus explosiones, comenzó a atacar sin tregua al grupo de asesinos, quienes al ver que el señor del mar había vuelto, no dudaron en escapar. Intentó seguirlos, pero era más importante saber el estado de él.

Al llegar, lo primero que hizo fue levantarlo para ponerlo en sus brazos con cuidado. Luego comenzó a limpiar la cara llena de tierra del menor para poder ver de nuevo sus mejillas pecosas.

Lo movió suavemente en busca de que reaccionara y, por unos momentos, los ojos verde brillante se asomaron por sus párpados. Con una sonrisa adolorida, Izuku llevó una de sus manos temblorosas a la mejilla de su querido Kacchan mientras sentía que su corazón se llenaba de calidez. Por fin pudo ver a su amado capitán, aunque una parte de él le decía que era solo una de sus vagas ilusiones habituales, que antes eran solo auditivas y que ahora podrían estar evolucionando a visuales. Aún así, aprovecharía el tiempo para verlo antes de desfallecer.

Mientras estaban en ese intercambio de miradas, pudo escuchar unos pequeños chispazos que venían de detrás de un arbusto. Esos singulares sonidos familiares solo le alertaron más de lo que lo hicieron los asesinos, sabiendo lo que se avecinaba. Bakugo también escuchó aquello y volvió a dejar a un Izuku que había reaccionado momentáneamente al reconocer de quién se trataba y que con gran nerviosismo intentaba advertirle que no peleara. Restándole importancia si era el verdadero Katsuki, este solo lo ignoró por ponerse alerta y, en cuestión de segundos y tres movimientos, terminó lo que parecía una gran batalla.

El de ojos rojos pudo ver cómo desde uno de los arbustos se levantaba una figura pequeña pero amenazante que no dudó en saltar hacia él mientras le lanzaba explosiones con sus manos. Sin prestar atención a quién o qué era y pensando que era uno de los asesinos, no dudó en devolver el ataque creando un gran nubarrón negro. Le bastaron unos segundos para sentir que su mano estaba tocando algo. Le pareció que era un brazo y cuando la gran nube se despejó vio lo peor.

Quién sabe cómo o de dónde tomó fuerzas, pero el joven peliverde logró levantarse e interponerse en el intercambio de bombas. Recibió el ataque del cenizo con su brazo y con la otra tomó la muñeca del atacante y la llevó a su pierna. En cuanto a la mano con la que se cubría, esta había enviado un látigo débil pero firme a una rama específica de un árbol. Al parecer desde esa dirección recibió un golpe de aire que, aunque no era tan fuerte, lo había lastimado al tratar de cubrir a Bakugo.

—¿Por qué nunca me hacen caso? —fue lo que logró decir Midoriya mientras escupía sangre y volvía a caer inconsciente en los brazos de su Kacchan quien no dudó en atraparlo y moverlo esta vez con más desesperación al ver cómo él y el otro quemaron la ropa y la piel del pecoso.

—¡Aléjate de mamá! —dijo una tierna pero furiosa vocecita frente a él. Ahí se encontraba un pequeño niño de cabellos verdes, pecoso con ojos rojos vidriosos gracias a las lágrimas amenazantes con salir y estaba volviendo a ponerse en posición de ataque. Aunque esta vez se podía ver que sus manitas estaban temblando. Desde la rama donde venía el látigo negro pudo ver cómo una niña rubia con ojos verdes se acercaba a ellos mientras lloraba gritándole lo mismo que su hermano. Bakugo no les respondió y por el contrario, se aferró más al cuerpo magullado del peliverde mientras miraba a los niños. Ese choque de miradas entre ambos lo hizo tener un sentimiento extraño, una pequeña luz que dejó de lado al ver que el niño peliverde lo iba a atacar. En respuesta, puso su espalda para cubrir a su prometido. 

Si no fuera porque una pared de hielo se interpuso entre ellos, tal vez hubiera más de un herido. —¡Tío Shoto! ¡Tía Ochako! —gritan en coro los pequeños quienes no dudan en correr hacia ellos. Quienes los cargan y sin perder más tiempo, el mitad y mitad le hace un ademán al cenizo para que los acompañe cargando al pecoso, para volver a la cabaña.

Ochako abre la puerta de la casa y hace que Shoto se lleve a los niños a alguna habitación, mientras ella le indica a Katsuki en dónde poner a Izuku mientras tira bastantes palos de leña a una de las chimeneas, haciendo que el fuego arda con fervor para que haga bastante humo. Se sacude las manos y luego de lavarlas comienza a atenderlo con la poca indumentaria que queda en un botiquín ya desgastado, empujando al cenizo para que le dé espacio, aunque ese empujón lleva malas intenciones también. Mientras limpia las heridas con torpeza gruñe por lo bajo, regañando a un inconsciente Izuku por no haber abastecido de nuevo ese botiquín.

Mientras tanto, Bakugo solo puede ver impotente como es atendido de manera pobre por la cara redonda, y más pronto de lo que esperaba, un grupo de gente entró sin permiso, entre los que estaban Yagi Toshinori, Tokoyami que traía a Recovery Girl en brazos y otras personas que no conocía. Entre ellos a un rubio con cara rara, un chico de pelo oscuro que viene detrás de él y la jovencita de pelo celeste del día anterior. Estos tres con trajes de policía. Lo curioso es que no ve a su hermano mayor, lo que lo hace querer que siga así, lejos de su vista o no responderá por su reacción ante el cúmulo de estrés que ya tiene.

—A ver niños, dejen que la Recovery y la joven Uraraka se hagan cargo del joven Midoriya, salgan de aquí —y así el viejo raquítico envió a todos al gran salón. Al cabo de una hora, ambas mujeres van con todos los presentes y la más vieja comienza a hablar.

—El jovencito ya está fuera de peligro. Por suerte el veneno que le administraron no es letal, pero puede que le tome varios días en despertar —finaliza la anciana mientras le agradece a la castaña por haberla asistido.

El ambiente tenso que se había mantenido hasta ahora se había relajado y ahora el salón se llenaba de pláticas relajadas y uno que otro rezo por la pronta recuperación del muchacho. En eso que pasa todo aquello, el cenizo se mantiene a raya mirando con asco a todas esas personas que parecen ser muy cercanas a su Izuku si es que le puede seguir diciendo así. Uraraka nota esto pero decide evadirlo por el momento para ir con Shoto y los niños para que sepan la noticia. La fiesta improvisada duró otras dos horas hasta que con un par de aplausos que llaman la atención de todos un chico de cabellos blancos y de aspecto enfermizo comienza a hablar.

—Ahora que pasó el peligro debemos prepararnos para volver a revisar todo el bosque de pies a cabeza. No podemos dejar que vuelvan a escapar —ante estas declaraciones el cenizo alzó una ceja comprendiendo que no es la primera vez que ocurren estos ataques —así que por el momento lo mejor es descansar y mañana comenzamos nosotros lo estaremos cuidando —con esto logró convencer al grupo de abandonar la idea de quedarse o intentar algún movimiento en falso.

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