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Capítulo único

Más tarde de lo planeado, pero he aquí el Día 3 del reto de 12 días de navidad

Prompt: Latidos acelerados / Besándose en la nieve / "Toma, ponte mi abrigo"

Advertencias: No beteado (todavía), Genderbend/Gender swap (Fem!Kyle Broflovski, Fem!Eric Cartman), pre-relación

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En un suspiro

Kylie se despierta sobresaltada cuando su teléfono empieza a sonar. Irritada por la interrupción de su pacifico sueño, se gira en la cama y con reluctancia saca una mano de debajo de las sábanas. Tantea a ciegas la mesa de noche hasta encontrar el aparato y lo toma frotando su rostro con la otra mano. No tiene que mirar quién es, habiendo reconocido el tono de llamada, lo había puesto por ese justo motivo; lo que sí hace es mirar la hora, con los ojos entreabiertos, y maldice cuando su vista se aclara lo suficiente para ver qué son las dos de la mañana. Dios, más vale que sea importante, piensa aceptando la llamada antes de que se vaya al buzón.

—¿Qué quieres Cartman? —pregunta con algo de brusquedad llevando el teléfono a su oreja. Su voz suena ronca por el sueño, pero eso le importa poco y está demasiado cansada como para preocuparse de las bromas de la chica sobre que suena como un hombre.

Sin embargo, no tiene una respuesta inmediata. Eso le hace fruncir el ceño, confundida.

—¿Cartman? —llama ahora confundida.

¿La chica la habría llamado por accidente? No sería la primera vez. Cartman la ha llamado antes sin intención, aunque también lo ha hecho para jugarle una broma pesada interrumpiendo su sueño cada media hora. Al menos esa vez ambas sufrieron las consecuencias de una mala noche. El recuerdo le hace sonreír un poco, la imagen de Cartman al día siguiente siguiéndolas como zombie, para luego quejarse de que había perdido valiosas horas de sueño de belleza, fue un pequeño premio por soportarla.

—Cartman, si no me dices qué carajos quieres voy a colgar —dice, intentando sonar amenazante, pero el efecto se pierde cuando a media oración se le escapa un bostezo.

El silencio se extiende por unos segundos más, lo que le hace parpadear. Aparta el teléfono para confirmar que la llamada aún sigue corriendo; viendo que efectivamente aún sigue conectada, aprovecha para revisar sus mensajes. ¿Tal vez estaba con Kenny y necesitaban un aventón? De nuevo, no sería la primera vez. Kylie no tenía carro, aún, pero tiene su licencia; su madre había insistido tomara el examen, lo que luego resultó ser una trampa porque ahora estaba obligada a llevar a Ike a sus actividades extracurriculares cuando sus padres estaban demasiado ocupados.

Kenny, por otro lado, no tenía licencia, pero sí auto, o mejor dicho solía tomar "prestado" el de Kevin para sus escapadas con la castaña y cuando se les pasaban las copas le rogaban que fuera por ellas. Siempre se dice que es la última vez. Siempre va y las recoge porque de lo contrario su conciencia no le permite dormir.

El último mensaje que tiene de Kenny es uno donde anuncia en el grupo de chat que tienen las cuatro que se irá a dormir temprano. Stacy la había felicitado, Cartman no había respondido y eso era raro, considerando que el mensaje era de las once de la noche y Kylie sabe estaba despierta a esa hora. Mucho que habla de su sueño de belleza y tanto que le encanta desvelarse jugando tonterías.

—Ok Cartman, la broma terminó, voy a colgar —anuncia regresando el aparato a su oído. Sin embargo, se queda unos segundos más en la línea, no muy segura de que le impide simplemente colgar y volver a dormir.

Ahora que está un poco más despierta, nota que del otro lado de la línea no hay silencio absoluto como pensó inicialmente. A lo lejos puede escuchar música, amortiguada por lo que puede imaginar es una puerta ¿tal vez el baño? El sonido es demasiado vago para ser el exterior de algún club o bar, el baño es su mejor apuesta, no que, si su madre pregunta, sepa realmente mucho del asunto. Suspira con exasperación, pensando que Cartman se ha metido en algún problema que seguro es su propia culpa; pasa una mano por su rostro, decidiendo que ya es suficiente, y está por colgar cuando un ruido mucho más cercano y nítido llama su atención

Un hipido, seguido poco después por una inspiración forzosa y una maldición.

Eso termina de despertarla por completo.

—¿Cartman? —pregunta con suavidad sentándose en la cama. Se acomoda contra el cabezal y enciende su lámpara de noche.

—¡Kylie! Mira nada más, no sabía que estabas desesperada por oír mi hermosa voz —Cartman ríe, de esa forma irritante que hace cuando trata de sonar condescendiente, pero hay algo diferente. Suena más forzada de lo usual, con un remanente de humedad en el fondo. Definitivamente estaba llorando.

—Tú me llamaste —señala Kylie con tanta calma como puede conseguir, no mordiendo el anzuelo de la obvia trampa para hacerla enojar y que se olvide del asunto.

Si fuera más temprano, probablemente sí habría caído derechito en la trampa, pero desgraciadamente para Cartman, y supone que para sí misma también, la conoce demasiado bien como para saber que algo anda mal. Ahora que escucho el hipido sabe que la castaña ha estado llorando, y el hecho de que no se haya lanzado en una actuación de primera para hacerse la indefensa le hace saber que está llorando en serio, no esas lágrimas de cocodrilo que usa para ganar la simpatía de otros.

—Ja... Es verdad —suena derrotada, y si el hecho de que esté llorando no es alarma suficiente, esto es un jodido aviso sísmico.

—¿Qué sucede? —pregunta apretando el teléfono, sintiendo su corazón empezar a acelerarse, anticipando peligro.

—Estoy en una situación un poco... Para nada agradable y necesitaba ayuda para... —Cartman se detiene y deja escapar una risita. El sonido no alivia a Kylie ni por un segundo—. Dios, esto fue un error. Olvídalo, no debí... —su voz ahora suena compungida, intentando controlar sus lágrimas sin duda alguna.

—¿Dónde estás? —Kylie está de pie antes de terminar de hablar, moviéndose rápidamente por su habitación en busca de unos pantalones que la protejan más del frío que su pijama, poniéndoselos sin molestarse en quitarse los que tiene primero, procediendo a buscar sus botas después.

—¿Qué?

—¿Dónde estás? —repite con algo de esfuerzo, luchando por ponerse las botas sin soltar el teléfono. Cuando esta por caerse recuerda que sería más fácil si se sienta en la cama.

—Kylie, no tienes que...

—Erica —se detiene lo suficiente como para imprimir sus palabras con urgencia.

Eso las hace pausar a ambas. Puede jurar que, del otro lado de la línea, la chica contiene la respiración. Kylie no puede culparla, ella también siente que el aire le falta. Está tan acostumbrada a llamarla simplemente 'Cartman' que su nombre de pila se siente extraño en sus labios. Pesa en su lengua, como una tonelada de plomo, descendiendo por su garganta con la intención de asfixiarla.

Llamarla Erica, de forma no irónica o para no meterse en problema con los adultos, se siente de cierta forma... profano. Al mismo tiempo, se siente tan natural que un escalofrío la recorre por lo ajeno de la sensación.

Guarda el pensamiento para después, mucho después. Tal vez nunca. Pero no para ahora. Ahora tiene algo más importante entre manos.

—¿Dónde estás? —pregunta por lo que espera sea la última vez, con una suavidad que la sorprende hasta a ella y le es difícil ignorar como su rostro empieza a enrojecer. Si alguien pregunta, lo achacará a que fue despertada a las jodidas dos de la mañana, nada más.

—En Sydney's —responde finalmente la chica luego de unos segundos en incomodo silencio.

El nombre se le hace familiar, pero no tiene que pensar mucho en ello cuando, al cambiar su teléfono de una oreja a otra para ponerse su abrigo, de reojo nota que día de la semana es. Sydney's, el bar dónde Cartman había empezado a trabajar el año pasado; aunque en lo profundo le emocionaba saber que la chica por fin había decidido hacerle caso y hacer algo productivo con su tiempo libre, el lugar dónde decidió trabajar nunca le dio muy buena vibra. Empezando porque ¿a quién se le ocurría contratar a una menor de edad en un lugar que servía bebidas alcohólicas?

No es el momento, se reprende cuando siente la boca arder, el peso de un 'te lo dije' reemplazando la incomodidad de unos minutos antes cuando la llamó por su nombre.

—Asumo que estás en el baño —no es una pregunta. Si se siente en peligro y lo único que puede escuchar al otro lado es el leve rastro de música, no hay muchas otras opciones que le sirvieran de refugio. De todas formas, espera la afirmativa mientras sale de su habitación tan silenciosamente como le es posible.

—Sí —Cartman carraspea con suavidad y por primera vez desde que inicio la llamada Kylie puede escuchar el roce de tela, indicando que ha cambiado de posición—, al fondo a la derecha, por un pasillo junto a la barra.

—Llegó en veinte, no te muevas —ordena antes de colgar.

Toma sus llaves, guarda el teléfono en el bolsillo de su abrigo y sale de la casa.

De alguna forma hace en quince minutos un viaje que normalmente le tomaría veinte en bicicleta, sino es que treinta considerando que las calles están congeladas y que hay tanta nieve alrededor que básicamente pedaleo a ciegas, simplemente siguiendo la dirección general que lleva hacia Sydney's. Por supuesto, en el fondo sabe que lo que la motiva es un sentido de urgencia que arde en su interior, mezclada con una preocupación que le quema la garganta, el saber de qué se trata, pero negarse a darle voz.

Así que se concentra en pedalear, dirigiendo sus pensamientos a cómo diablos va a entrar al bar y, sobre todo, cómo va a sacar a Cartman de ahí sin meterla en más problemas o empeorar cuál sea que sea la situación. Al final decide, al detenerse frente al bar bajando de su bicicleta y apoyándola contra la pared, que su mejor ruta es dejar que su instinto la guíe en lugar de sobre pensarlo. A veces solo dejarse llevar le ha servido para salir de situaciones peliagudas. Sólo puede esperar que está sea una de esas veces.

—Identificacion —el guardia detiene su paso, extendiendo una mano al frente sin verla realmente, entretenido con una chica a su izquierda que ríe coquetamente jugando con su cabello.

—No voy a quedarme —dice cuadrándose de hombros tratando de bordearlo. Eso llama la atención del hombre, que inmediatamente le corta el paso, mirándola con desdén de arriba abajo.

Debe verse ridícula, con los pantalones abultados por tener otro debajo y el cabello alborotado por la brisa invernal.

—No lo creo niña, no puedes tener más de trece —dice con un bufido divertido, que se convierte en una sonrisa socarrona cuando la chica a su lado se ríe estúpidamente. Debe de estar demasiado borracha si el comentario le parece tan hilarante.

Mirándola bien, Kylie no cree sea mucho mayor que ella.

—Tengo veintiuno imbécil —al menos es lo que la identificación falsa, bajo el nombre Kyala B., que Kenny les consiguió dice, y que ha utilizado una sola vez, cuando la rubia las arrastró allí para darle su "apoyo" a Cartman y todo lo que en realidad hicieron fue burlarse de ella—. Sólo vengo por una amiga que está en el baño y nos vamos. Entrar y salir, nadie me notará.

—Veintiuno, cómo no —y para remarcar su punto baja la vista descaradamente a su pecho. Años bajo el yugo del acoso de Cartman sobre su "planicie" impide que se cubra el torso de forma defensiva, eso no impide que un escalofrío de disgusto la recorra—. Largo de aquí niñita, antes de que te metas en problemas por intentar entrar a un lugar para adultos.

—¿Yo no puedo entrar pero ustedes pueden contratar una menor de edad? Clásico —lo último lo dice alzando la voz, notando que más personas han llegado y ahora los miran con curiosidad. ¿A qué hora cierra el bar de todas formas? ¿Era siquiera legal que todavía sirvieran bebidas alcohólicas a las casi tres de la mañana?

¿A qué hora suele terminar el turno de Cartman?

—Sal de aquí niñita o de lo contrario... —el hombre se endereza, notando con alarma las miradas curiosas de las demás personas que quieren entrar.

—¿De lo contrario qué? ¿Aparte de contratar menores de edad también contratan abusones? —Kylie cuadra sus hombros, para mantener la atención en su rostro y no la forma en que sus manos tiemblan.

Una cosa es plantarle cara a los abusones de su misma edad en la escuela, otra diferente es hacerlo con un jodido adulto que ciertamente podría causarle más problemas de los necesarios. Que la situación sea aterradora no le va a impedir plantarle cara, claro, sólo se hace la nota mental de recordarle por el resto de su vida a Cartman que le debe una enorme.

—Me cansé de ti, ¡Lárgate! —el hombre sostiene su brazo con fuerza, tratando de empujarla lejos de la puerta.

—¡Sacame las manos de encima, bruto! —grita halando su brazo tratando de zafarse, segura de que eso dejará una marca que no tiene ni idea de cómo le explicará a su madre.

—Hey amigo, eso es como, totalmente innecesario —comenta otro hombre acercándose.

—Si, no hay necesidad de usar la fuerza —añade una chica que parece acompañarlo, acercándose también.

Pronto las pocas personas que estaban en fila tras ella empiezan a vocalizar su desacuerdo, sus voces alzándose en una cacofonía cuando el guardia empieza a discutir con ellos que se metieran en sus asuntos. Incluso la chica que estaba coqueteando con él salta en su defensa, y en la confusión el hombre afloja su agarre, lo que Kylie aprovecha para safarse por completo y colarse al interior del establecimiento, dejándolo lidiar con los clientes enfurecidos.

Merecido se lo tiene, piensa con algo de diversión escaneando el lugar hasta que encuentra la barra y, tal como dijo Cartman, el pasillo a un lado. Sin perder más tiempo se apresura hacia allí, evadiendo las mesas llenas de borrachos y las meseras que le pasan a un lado sin mirarla dos veces. No le sorprendería que estuvieran desensibilizadas a ver menores de edad en el bar, pero mientras no llame la atención asume todo estará bien.

Alcanza el baño y toca con premura antes de abrir y entrar, apoyando todo su peso contra la puerta. Respira hondo, ignorando lo mejor que puede el disgusto que le sube por la garganta por el olor del lugar. ¿Nadie hoy en día se preocupaba por la higiene de espacios públicos? Increíble.

—¿Cartman? —llama cuando termina de componerse, girándose para mirar alrededor. En el baño solo hay dos cubículos, y uno está obviamente vacío así que se acerca al otro, tocando con suavidad. —¿Cartman? Soy yo.

Mira la puerta con preocupación cuando no obtiene respuesta, temiéndose lo peor y preparándose mentalmente a qué tal vez tenga que echarla abajo, lo que sin duda llamaría la atención y se tendría que preocupar por cosas más importantes que sí la atrapan dentro. Antes de tomar la decisión, el sonido de tela rozando la hace detenerse. Unos segundos después, el pestillo de la puerta se corre y esta se abre un poco.

—¿Kylie? —la voz de la chica suena más compungida que antes, y hay una nota de algo que a la pelirroja se le dificulta reconocer. Pero no suena herida, al menos no físicamente, y eso la alivia.

—Sí, te dije que venía ¿No? Ahora apresúrate antes de que el bruto de la entrada decida venir a buscarme por "desmasculinizarlo" —trata de que su voz suena ligera, burlona incluso, para motivarla a salir y hacerle saber que todo estaba bien.

Y esa palabra no es una que normalmente usaría de todas formas. Es un término que le pega más a Cartman, la chica incluso lo ha usado múltiples veces antes y el bufido incrédulo que se deja escuchar al otro lado de la puerta le hace saber que la castaña captó la ironía. Si podía reírse de un comentario tan estúpido, la situación no es tan grave... o eso espera.

—No puedo creer qué... —su voz decae y Kylie no escucha el resto de la oración, pero decide no preguntar, enderezándose cuando Cartman abre la puerta por completo para salir.

Lo primero que nota Kylie es que no lleva el uniforme de mesera de la última vez, sino un vestido, más en la linea de lo elegante, al menos para un bar de poca monta como este, que algo que la pelirroja se imagina se usaría para servir mesas. Las mangas son cortas, con pequeños flecos que terminan en cuentas, se extiende hasta llegar un poco por encima de sus rodillas y la falda está completamente cubierta por lentejuelas; es de un bonito rosa que le sienta de maravilla, aunque apuesta a qué si se lo comenta la chica saltará conque no es rosa sino alguna variante ridícula que sólo ella entendería. Alzando la vista se encuentra con un escote pronunciado, de esos que le parecen escandalosos, pero que de alguna forma le sienta a su figura. Su rostro se enrojece de repente y decide que lo mejor y más seguro es dirigir la vista a otro lugar, como la cara de Cartman, antes de que la chica pueda notar algo raro y empiece a molestarla.

El sonrojo se desvanece tan rápido como aparece. Cartman tiene el rostro maquillado, algo elaborado y pomposo que está segura había realzado sus facciones media hora atrás, ahora completamente arruinado por el camino de máscara mezclada con lágrimas que corre por sus mejillas. Pero no es el desastre del maquillaje lo que ensombrece su humor, sino el moretón que empieza a formarse en la mejilla de la castaña y la sangre seca en el borde de sus labios, el labial rojo corrido como si hubiera pasado su mano por allí con fuerza, sin pensar en el embarre.

—¿Qué pasó? —pregunta acortando la distancia. Alza una mano y toca su mejilla con suavidad, examinando el golpe con atención.

—No quiero hablar de ello —Cartman intenta apartar el rostro, pero Kylie se lo impide sosteniendo su otra mejilla con su mano libre, así que su mejor defensa es desviar la vista.

—Cartman, ¿por qué estabas encerrada aquí, llorando? —se contiene de apretar sus mejillas para obligarla a mirarla a los ojos, no queriendo lastimarla aún más.

—Judía, hablo en serio, no quiero hablar de ello —en vista de que no puede soltarse y echarse hacia atrás solo la llevará de regreso al asqueroso cubículo, se cruza de brazos, un pequeño puchero formándose en sus labios. —¿No podemos sólo irnos?

Kylie examina su rostro por un largo minuto, antes de soltarla despacio y apartarse para examinar el resto de su cuerpo. Aparte de las manchas en su vestido y unos raspones en sus rodillas parece estar perfectamente bien. Una oleada de tristeza la acomete de pronto, y lágrimas pican en sus ojos, pero se niega a dejarlas salir; se siente inútil porque es claro que algo pasó, algo lo suficientemente malo como para que Cartman esté tan agitada, lo suficientemente malo como para que su primer instinto haya sido huir y encerrarse en el baño. Llamarla a ella para pedir ayuda.

Que no quiera contarle la hace sentirse peor, porque desea ayudarla, más allá de venir por ella y acompañarla a su casa. En el fondo sabe que la punzada de dolor que aprieta su pecho es porque, obviamente, Cartman no le tiene suficiente confianza como para sincerarse con ella.

Retrocede un paso sacudiendo la cabeza. Detente, se regaña, carraspeando con suavidad, esto no es sobre ti.

—Por Dios, deja de hacer esa expresión de cachorro lastimado —las palabras de Cartman la sacan de sus pensamientos. Confundida, alza la vista hacia la castaña, quién no la está mirando, halando furiosamente una de las lentejuelas de la falda—. Tuve una charla incómoda con un... socio del jefe, no quiero hablar de los detalles, ¿podemos irnos ya?

Una 'conversación' puede significar un sinfín cosas en el diccionario de Cartman, pero al ver la genuina incomodidad de la castaña sólo puede imaginar que se trata de una cosa. Siente su estómago revolverse, en una mezcla de disgusto y furia, las ganas de partirle la cara a ese 'socio' hace arder sus manos; se fuerza a respirar hondo y asentir, ofreciéndole una mano a la castaña.

—Larguémonos de aquí —dice seria, sonriendo con suavidad cuando Cartman duda un momento antes de tomar su mano, dejándose guiar por la pelirroja fuera del baño y, de ahí, fuera del bar.

Para su fortuna no se encuentran con el guardia en la puerta, lo que le parece extraño, pero viendo que no hay ni un alma en los alrededores asume que tal vez estaba en su descanso, o atendiendo su ego herido. Lleva a Cartman hasta dónde había dejado su bicicleta, deteniéndose al caer en cuenta de que no hay forma en el infierno en que las dos quepan en el pequeño asiento, lo que significa que tendrían que caminar hasta casa entre la nieve y el frío. Mira a la castaña a su lado, que se entretiene escribiendo algo en su teléfono, pero sobre todo sus brazos desnudos y como su piel empieza a ponerse de gallina por la brisa nocturna.

—¿No tienes un abrigo? —pregunta, golpeándose mentalmente por no haber pensado antes en que seguramente Cartman tenía cosas dentro del bar que debieron recuperar.

—Se quedó en el auto de Liane cuando me dejó —responde la joven distraídamente antes de guardar su teléfono en el bolsillo de su vestido. Bastante práctico—. Uh, pensé vendrías en el auto de tu padre.

Kylie niega, no molestándose en recordarle que la última vez que tomó el auto prestado casi choca por su culpa, y básicamente se lo tienen prohibido al menos que la estén usando como chofer personal de Ike. Es una cagada, sí, pero son las consecuencias de sus acciones. El estremecimiento que recorre a Cartman le hace lamentarse no haber robado las llaves del auto, al menos de esa forma el viaje sería más corto y mucho más cálido.

—Tenía algo de prisa —responde en su lugar, encogiéndose de hombros—. No nos queda de otra más que caminar.

—Uuugh odio caminar —protesta con voz quejumbrosa, apoyándose contra el brazo de la pelirroja—. Se me están congelando los pezones, Kyal.

—Debiste pensar en eso antes de dejar tu abrigo en el auto de tu madre —la regaña sacándosela de encima para poder tomar las manijas de su bicicleta. No podrá irse montada en ella, pero ni loca piensa dejarla atrás. Resignada, empieza a caminar.

—Eres tan cruel conmigo Kyal —Cartman la sigue de inmediato, apegándose tanto como le es posible sin entorpecer su paso—, bien pudiste traerme un abrigo dado que no venías en auto.

La castaña sigue quejándose, protestando dramáticamente sobre el frío, sus pies y la traición cósmica de tener que caminar en general, peor aún con tacones. Aunque no les presta del todo atención a sus palabras, Kylie siente una punzada de alivio por el hecho de que la Cartman que conoce, dramática y quejumbrosa, está de regreso; verla en un estado vulnerable le recuerda que también es humana, sí, pero no le sienta bien en lo absoluto. Al menos parece haberse recuperado, piensa mirando de vez en cuando a la castaña, o es su forma de afrontar lo que haya pasado, Dios sabe que tiene formas extrañas de lidiar con sus problemas. Mientras no recurra a convertir a los padres de alguien en chili como mecanismo de defensa, se dice, puede vivir con ello.

No pueden llevar mucho tiempo caminando cuando Kylie nota algo; la voz de Cartman, que había estado llenando sus oídos de quejas, ha desaparecido. Y no escucha tampoco sus pasos, lo que la hace detenerse y mirar atrás. Se encuentra conque se ha quedado atrás, parada bajo la luz de una lámpara, abrazándose a sí misma y temblando de forma violenta. La imagen es patética, triste, y le hace sentir una mezcla de compasión y enojo que no sabe cómo manejar. Finalmente, su corazón se derrite y una chispa se enciende en ella, haciéndole apiadarse de la castaña; con un largo suspiro, se da la vuelta y regresa sobre sus pasos hasta alcanzarla.

—No puedes ser tan descuidada Cartman —regaña con suavidad apoyando su bicicleta contra el palo de la lámpara. Se quita el abrigo sin pensarlo demasiado—. Toma, ponte mi abrigo —le ofrece, suprimiendo lo mejor que puede el estremecimiento que la recorre, agradecida de que su pijama tenga las mangas largas. Delgadas y ligeras, pero es mucho mejor que no tener mangas como el vestido de la castaña.

Cartman la mira, luego el abrigo, luego a su rostro de nuevo, como si estuviera viendo algo que no puede comprender del todo, pero Kylie no se puede concentrar en el rango de emociones que recorren su expresión por el fuerte castañeo de sus dientes. La castaña sigue mirándola, sin reaccionar o animarse a aceptar su ofrenda, por lo que la pelirroja bufa con algo de irritación colocando la prenda sobre sus hombros; desliza sus manos por sus brazos para obligarla a aflojarlos y así meterlos por las mangas del abrigo.

Ignora como la tela se tensa alrededor de los brazos de Cartman, sabiendo de antemano que no le iba a quedar igual que a ella, pero mientras le sirva para resguardarse un poco del frío, puede imaginar que nada está pasando. Cuando está satisfecha con su trabajo de acomodar el abrigo a su alrededor, coloca el cierre y lo sube tanto como puede, palmeando los hombros de Cartman al terminar.

—Listo, esto debe servir por un rato —comenta sonriéndole, ignorando como empieza a sentirse azorada por la fija mirada de Cartman, quién no ha dicho ni pío en los últimos minutos—. Sigamos caminando.

—Gracias —suelta de pronto, al mismo tiempo que ella, sobresaltándola. Parpadea confundida, viendo con fascinación como las mejillas de la castaña enrojecen aún más, y pensaría que es debido al frío de no ser porque rápidamente aparta la vista mirando a cualquier lugar menos a ella—. Por... venir por mí. No tenías... no pensé que en verdad...

'No puedo creer qué...' había murmurado cuando la vio en el baño y ahora entiende que es lo que había querido decir. Dios, debería hablar con su madre e ir al médico, porque la cantidad de piruetas que ha hecho su corazón en la última media hora no puede ser normal.

—¿Pensaste que no vendría? —pregunta bajo, ladeando la cabeza.

Cartman frunce los labios, abriendo y cerrando sus manos buscando la forma de expresarse. Kylie espera a que encuentre sus palabras, con tanta paciencia como el frío mordiendo su piel le permite.

—Kyal, ambas sabemos que me odias —dice finalmente, mirándola de frente—. No tenías una razón real por la que venir a las dos de la mañana y...

—Tu llamaste —le interrumpe, bufando con suavidad—. Llorando, debo aclarar.

—¡No estaba llorando! —protesta avergonzada.

—Lo que digas —ríe bajo recuperando su bicicleta y empieza a caminar. Al no sentir pasos a su lado, de nuevo, se detiene. —¿No piensas venir? Debemos volver antes de que mi mamá se de cuenta que me escabullí.

—No puedo creer que aún le tengas miedo a la perra de tu madre —Cartman rueda los ojos, apresurándose a alcanzarla, caminando a su lado tan rápido como sus zapatos, para nada aptos para caminar en la nieve, le permiten.

Kylie no tiene tiempo a regañarla, ni mucho menos decirle que deje de llamar a su madre 'perra', porque Cartman de repente pasa sus brazos por uno de los suyos, abrazándose a este con fuerza, robándole el aliento. En parte porque el gesto es tan inesperado que no encuentra palabras, en parte porque su corazón da un vuelco y no puede seguir negando que el calor en sus mejillas no es a causa del frío. Traga con fuerza y decide no hacer nada, dejarla ser; al menos de esta forma puede marcar el ritmo y mantener un paso más o menos apresurado, lo suficiente para no avanzar a paso de tortuga pero que no causara la chica empiece a quejarse de nuevo por lo incomodo de sus tacones.

Entre ellas se forma un silencio que, por fortuna, no se siente tan pesado como antes, aunque sí se siente raro, como si el ambiente a su alrededor estuviera cargado de algo a lo que no le puede poner nombre. Que se sienta hiper consciente del peso de Cartman contra su brazo, del calor que irradia su cuerpo contra su piel y como cada tanto roza contra su costado, especialmente contra sus pechos, no la está ayudando demasiado. Siente calor subirle por el cuello, mirando de vez en cuando a la castaña cuando siente sus pasos tambalear, su mirada deslizándose a sus piernas desnudas antes de poder detenerse. Que extraño es sentirse caliente por dentro mientras sus manos se entumecen por el frío.

—¿En qué tanto piensas, judía? —la voz de Cartman rompe el silencio, bajándola de su nube tan de pronto que se atraganta con su saliva.

Parpadea con rapidez, sintiéndose repentinamente nerviosa y azorada, como si la castaña la hubiera atrapado haciendo algo inapropiado. La mirada divertida y calculadora que se encuentra viendo en su dirección cuando se gira para mirarla, solo empeora sus nervios.

—¿Eh? —pregunta torpemente.

—Uh, ¿estás pensando en mi verdad? —se detiene un segundo para alargar una de sus piernas, haciendo un gesto con una mano hacia ella y, estúpidamente, Kylie sigue el movimiento—. Sé que me veo increíble judía, pero fantasear conmigo sólo hará que caminemos más lento.

La pelirroja vuelve a atragantarse, tosiendo con fuerza para aclarar su garganta, lo que provoca una carcajada en la castaña. Avergonzada, la hala bruscamente para hacerla caminar más rápido, ignorando como casi se cae al perder el equilibrio.

—Estoy tratando de ser considerada aquí, Cartman, viendo que pareces cervatillo en la nieve con esos tacones —se defiende a la defensiva, apartando la vista de todas formas para no dejarle ver su sonrojo.

—¡Claro que no! Sólo tienes envidia de que yo sí sé caminar en tacones —le saca la lengua apretando su agarre, mirando a sus pies para asegurarse de no tropezar nuevamente, mascullando entre dientes sobre pelirrojas judías desconsideradas y envidiosas.

Kylie suspira aliviada por haber desviado su atención, no pudiendo evitar reír entre dientes. La distracción es bienvenida, especialmente porque aleja sus pensamientos del nudo de emociones que se estaba empezando a formar en su pecho.

Finalmente, y sin que se de cuenta de cómo lo hicieron, llegan a la casa de Cartman. Kylie acompaña a la castaña hasta la puerta, tratando de ignorar la punzada de decepción que la recorre cuando esta se separa para buscar sus llaves en sus bolsillos. En su lugar, se concentra en mover sus dedos, aflojando el agarre férreo que tenía en las manijas de la bicicleta, tratando de recuperar la sensación en sus manos. Alza la vista al oír el tintineo de las llaves, pero no el del cerrojo al abrir.

Cartman está estática, una mano apoyada en la manija de la puerta, con la otra aprieta sus llaves con fuerza. La castaña respira hondo y se gira hacia Kylie, la expresión en su rostro cambia de gratitud a algo que no logra identificar antes de quedarse en algo suave.

—Gracias —dice con algo de brusquedad, que la toma por sorpresa incluso a ella. Carraspea y respira hondo, intentándolo de nuevo—. Gracias por ir a buscarme, Kyal.

—No lo menciones —la pelirroja asiente y trata de sonreír, pero Cartman muerde sus labios como si quisiera decir algo más antes de agitar la cabeza y girarse de nuevo para abrir la puerta.

Ese pequeño momento de duda, ese algo alrededor que no puede nombrar, le recuerda que hay una pregunta dándole vueltas en la cabeza desde que se escabulló fuera de casa.

—Cartman —llama antes de que pueda entrar, avanzando un paso. —¿Por qué...? Hm, si pensabas que no iría, ¿por qué llamaste?

Los hombros de la castaña se tensan y por un segundo Kylie piensa que esa pequeña paz que han mantenido en la última hora ha llegado a su fin.

—No lo sé —responde bajo, haciendo un gesto vago con la mano, las llaves tintineando ligeramente por el movimiento.

—Pudiste llamar a Kenny —insiste, soltando su bicicleta y acercándose un poco más—, ustedes son más cercanas. O incluso a Marge, no se te habría dificultado convencerla de escaparse de casa, o a tu mamá. Pero decidiste llamarme a , aunque esperabas que no...

—Sabía que irías —le interrumpe girándose. Su rostro enrojece y se niega a mirarla, pero el brillo en sus ojos es sincero—, no pensé que realmente lo harías, no es lo mismo. En el fondo sabía que... sabía que no me dejarías.

—Oh —Kylie siente que le falta el aire. ¿Es el frío o la sorpresa?

—¿Tú por qué fuiste? —Cartman se atreve a mirarla, con algo muy similar a la timidez, los mechones de su cabello cayendo frente a sus ojos oscureciendo un poco su expresión.

—Te lo dije, ¿no? —Kylie traga, sus manos tiemblan por una razón completamente diferente—. Tu llamaste.

¿Y no es esa la verdad más grande del mundo que ha tratado de ocultar toda su vida? No importa la situación, ni cuanto juren odiarse, al final del día, si Cartman la necesita, Kylie sabe que estará ahí para ella. Las razones de porque lo sabe con tanta seguridad pesan en su pecho, pero no es el momento para darle voz.

Cartman parece llegar a la misma conclusión que ella, si el enrojecimiento de su rostro y la expresión conflictuada en su rostro tiene algo que decir. Nerviosa, Kylie patea la nieve de la entrada, frotando sus brazos.

—Bueno hm... yo debo irme —señala en la dirección general de su casa, girándose para marcharse a toda prisa, toda la valentía que le queda en el cuerpo esfumándose en segundos.

—Kylie espera —la mano de Cartman se envuelve alrededor de la suya, halándola con suavidad, y cuando la pelirroja se gira los labios de la castaña se estrellan contra los suyos, tomándolas a ambas por sorpresa.

Permanecen así por un segundo, no sabiendo como responder, pero finalmente Kylie es la primera en reaccionar. Cierra sus ojos y responde al beso apoyando su mano libre contra la mejilla de Cartman; la castaña suspira contra sus labios soltando su mano para poder medio abrazarla, apretando sus dedos contra su pijama.

Se separan más rápido de lo que ambas quisieran. Abren los ojos y se miran directamente a los ojos, uniendo sus frentes y respirando lento, el vaho de sus alientos mezclándose alrededor de ambas. Finalmente, una sonrisa picara se extiende por los labios de Cartman. Kylie no puede hacer nada más que regresarla, apartándose de ella.

—Nadie va a creerte —dicen a la vez, lo que les causa una pequeña carcajada por haber pensado exactamente lo mismo.

—Nos vemos el lunes —susurra Cartman, cuando su risa se calma.

—Nos vemos el lunes —asiente Kylie, sonriendo con timidez.

La castaña muerde sus labios un segundo. Toma una bocada de aire y, envalentonada, deja un beso en su mejilla antes de apartarse y apresurarse a entrar en su casa.

Kylie se queda parada ahí por unos segundos más. Lleva su mano a sus labios, avergonzada por haber cedido al impulso y por el calor que se arremolina en su pecho deslizándose a su vientre. Sacude la cabeza, decidiendo que podrían hablar del asunto el lunes. Va hasta dónde dejó su bicicleta, limpia la nieve que la cubre lo mejor que puede para poder montarse y empezar a pedalear de regreso a su casa.

A medio camino, con el frío mordiendo sus dedos, recuerda que Cartman aún tiene su abrigo. Ni modo, tendrá que esperar al lunes para recuperarlo.

Extra

—¡Cartman! —Kenny deja caer su bandeja vacía, con fuerza, en la mesa que suelen compartir las cuatro, sobresaltando a las otras tres por la brusca llegada—. Hola a todas. Ugh Ky, te ves horrible, ¿pasó algo? —la rubia se había dejado caer junto a la pelirroja, pero al notar lo enrojecida que está su nariz, se aparta un poco.

La pelirroja responde gruñendo bajo y sacándole el dedo medio, antes de cubrir su rostro y estornudar con fuerza. Cuando llegó a casa el sábado en la madrugada se fue directo a la cama sin molestarse en cambiarse el pijama o secar su cabello, lo que resultó en despertar en la mañana terriblemente congestionada y con un dolor de garganta horrible. Limpia sus manos con desinfectante, lanzándole una mirada molesta a Cartman, quién le sonríe con inocencia, pestañeando coquetamente. La maldita claramente había dormido de maravilla, el único indicio de su aventura la madrugada del sábado son los rastros del moretón en su mejilla que no logró cubrir con maquillaje.

—Me resfríe —dice, mirando a la rubia. —¿Ibas a decir algo al llamar a la gorda con tanta emoción?

—Si Ken, ¿sucedió algo? —Stacy se inclina hacia ella, mirándola con curiosidad.

—Que si pasó algo, pregunta —la rubia ríe despreocupada, tomando la comida que sus amigas han separado para ella en sus propias bandejas. Excepto Cartman, de ella espera a que la ponga en su bandeja vacía, lo menos que necesita es terminar en la enfermería con un tenedor clavado en la mano, de nuevo—. Y tiene que ver con Cartman. Bueno, no con ella en sí, pero sí, más o menos.

—Ok pobretona, habla ya —Cartman rueda los ojos, cediendo a la mirada dulce que su amiga le regala, concediéndole el cartón de jugo sin abrir de su bandeja y algo de comida.

—¿Sabían que Sydney's cerró ayer? —Kenny toma el jugo con emoción, abriéndolo para darle un trago, crear algo de tensión en la mesa.

—¿Sydney's? ¿No es dónde trabajas, Cartman? —Stacy mira a la castaña, alzando las cejas, sorprendida.

La castaña no responde, concentrándose en su almuerzo, pero si mira en dirección a Kylie, que la mira con las cejas alzadas, como preguntándole que había pasado. No puede evitar sonreír un poco, divertida.

—Sí. Resulta qué ayer la policía hizo una redada. No tengo todos los detalles todavía, pero arrestaron al dueño y a uno de sus socios —les cuenta la rubia, empezando a comer al mismo tiempo y masticando con la boca abierta. Ante la mirada de reproche que le dedica Kylie, le sonríe sin pena alguna, pero traga lo que tiene en la boca y decide pausar mientras les habla—. Kevin tiene una amiga que se enteró porque su hermana tiene una amiga cuya prima tiene una hermana menor que trabajaba ahí. Esta hermana recibió un mensaje anónimo de que no fuera a trabajar su turno ayer, pero sintió curiosidad y al presentarse se encontró con la policía desmantelando todo el lugar.

—Carajo, ¿cómo es que no se ha hecho noticia todavía? —Stacy termina su bandeja, echándose hacia atrás por la impresión.

—Es lo que aún no sé, pero imagino que debió ser bastante malo como para que la policía quiera mantenerlo en silencio —teoriza Kenny dándole otro trago a su jugo.

Ambas se lanzan a plantear más teorías, pero Kylie no las escucha realmente. Su mirada está posada en Cartman, tratando de descifrar si ella tiene algo que ver con el asunto o no, pero la castaña parece ignorarlas devorando su almuerzo como si no hubiera comido en días, lo usual. Finalmente, sintiendo su mirada o cansada de ignorarla, Cartman le regresa la mirada. Sus ojos brillan, esa malicia con la que Kylie está tan familiarizada surgiendo a la superficie y la sonrisa más escalofriante que puede producir deslizándose por sus labios; si mira con atención, la pelirroja puede asegurar que Cartman no sólo se siente orgullosa, lo cual no pondría en duda, sino que cuadra sus hombros en desafío, retándola a decir algo.

Pero Kylie no tiene nada que decir. No en esta ocasión al menos. Lo que sea que haya hecho Cartman para conseguir su venganza, está justificado ante sus ojos. Merecido se lo tenían. Así qué, en lugar de confrontarla como normalmente haría, le regresa la sonrisa a la castaña, mucho más suave, pero exponiendo la chispa de orgullo que siente.

Cartman no se esperaba esa reacción, en lo absoluto. Sus mejillas enrojecen y, no sabiendo que hacer con una respuesta tan positiva, baja la vista de regreso a su bandeja.

—¿.... problema, Cartman? —ambas miran a Kenny, sobresaltadas al notar que se han perdido toda la conversación.

—Tendrás que repetirte, niña rata, estaba demasiado ocupada haciendo algo más importante que chismorrear, como, ya sabes, comer —dice de forma despreocupada, ganándose que Kenny le lance una bola de servilleta. —¡Oye!

—Te preguntaba si será un problema para ti, en vista de que ya no tienes trabajo —repite Kenny, mirando a Kylie un segundo y sonriendo cuando está le da luz verde para devorar su comida.

—Renuncié el sábado, así que lo que haya sucedido no es asunto mío —responde encogiéndose de hombros.

—¿Renunciaste? —Stacy la mira incrédula. —¿No que ese era el paso uno de mil para lanzarte a la fama? Aunque bueno, si está cerrado por algo que es claramente ilegal, no creo que hubieras logrado saltar a la fama de todas formas.

—Uh, hippie, en primer lugar, son cinco sencillos pasos —Cartman golpea su hombro con suavidad, indignada—. En segundo lugar, claramente, soy demasiado asombrosa para un bar de quinta. Mi gran oportunidad llegará pronto.

—Mientras, aún hay un puesto disponible en el taller. Yo podría... —empieza a ofrecer Kenny, aunque es obvio que no lo dice en serio por la sonrisa picara con la que lo dice.

—¡No pienso ensuciarme las manos de grasa Kendra! —protesta golpeando sus manos en la mesa.

En respuesta, Kenny se desternilla de la risa, aferrándose a la mesa para no caerse por la fuerza de su carcajada. Ofendida, Cartman empieza a insultarla a gritos y Stacy trata de hacer que ambas se detengan, mirando avergonzada a su alrededor.

Kylie simplemente niega, demasiado cansada por su resfriado como para intervenir. Acomoda un mechón rebelde de cabello tras su oreja, tratando de meterlo bajo su ushanka sin moverse demasiado, y al hacerlo la manga de su abrigo roza contra su mejilla, el olor que desprende haciéndola sonrojar ligeramente.

Huele como el perfume de Cartman, pero también tiene algunas notas de ese aroma que es puramente ella, lo que le hace sospechar que tal vez la castaña durmió con su abrigo puesto. Sí, algunas de las costuras habían cedido a la presión en las mangas y la espalda, pero pensar en la castaña acurrucada con su abrigo, aspirando su propio perfume, hace que su vientre se caliente.

Alza la vista, haciendo contacto visual con Cartman por un segundo y la castaña pierde algo de intensidad, sus palabras fallan y sus mejillas vuelven a enrojecer. Bajo la estupefacta mirada de las otras dos, se sienta dócilmente dando por terminada la discusión. Notando que Stacy está por preguntar algo y que Kenny entrecierra los ojos, mirándolas con un brillo calculador, decide apiadarse de la castaña e introducir un nuevo tema de conversación para desviar su atención.

En algún momento tendrán que contarles, claro, pero no hasta que tengan la conversación que tienen pendiente.

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