Miedo.

Eso era lo que sentía.

Se encontraba dentro de una choza algo alejada del pueblo dónde vivía, aunque no mucho, por lo que tenía un vistazo en primera fila del panorama, rodeado por escombros y fuego, observando como varias siluetas iguales, pero a la vez tan diferentes, se movían en varias direcciones, arrojándose varios palos grandes, mientras que otros arrojaban otros más pequeños.

Quería irse, pero alguien le dijo que se quedará ahí sin hacer ruido, y cómo él era un buen niño, estaba haciendo caso.

Mamá y papá vendrían pronto y todo estaría bien, ¿verdad?.

--- ¡Lo ocultaron bien! ---.

--- ¡No está aquí! ---.

--- ¡Rompan todo! ---.

--- ¡No dejen ni un lugar sin revisar! ---.

-- ¡BUSQUEN A ESE MONSTRUO! ¡LO QUIERO VIVO! ---.

Escuchaba voces fuertes y muy enojadas, aún más razón para no moverse.

Mamá decía que a veces los adultos se enojaban mucho y peleaban, y cuando eso pasaba, los niños debían mantenerse al margen y esperar a que la situación mejore.

Empezaba a penas que, quizás, las cosas se estaban saliendo de control.

Sin embargo, sus sospechas se confirmaban cuando una de las siluetas se asomó por la entrada de la choza. Era parecido a un erizo rojo grande, solo que sus púas eran más largas y usaba una especie de máscara rara en su rostro.

--- ¡AQUI ESTA! ---.

Inexplicablemente, comenzó a sentir un enorme pánico. De nuevo, no comprendía lo que estaba pasando, pero sus instintos le decían que esta silueta no era alguien bueno.

Confirme este se acercaba más y otras siluetas similares se acercaban a la choza, su pánico aumentaba, hasta el punto de sentir como algo recorría su cuerpo con violencia al mismo tiempo que un destello color azul eléctrico salía desde el interior de su cuerpo.

Papá decía que él era alguien muy especial y con un gran futuro.

Pero que por lo mismo...

Muchos buscarían poseer la luz que brillaba sobre él.

--- ¡NO! ---.

--- ¡HIJO! ---.

Fue lo último que alcanzó a escuchar antes de que todo se volviera blanco y un molesto zumbido resonará en sus oídos.