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One-Shot

Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?

Garcilaso de la Vega. Égloga I.

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—Entonces, ¿Qué tiene que decir sobre sus visitas al Club paraíso?

Clark garabateó en su libreta, no se atrevió a despegar la vista de la letra torcida y la tinta negra. Había que ser muy valiente para mirar a alguien a la cara y acusarlo de visitar la vida alegre de los barrios bajos y, aunque era Superman en su otra identidad, Clark Kent no estaba dotado con tal osadía. Además, aunque se tratase de Bruce Wayne y llevara esa reputación sobre los hombros, seguía sin gustarle enfrentarlo sobre los pecados de la carne en medio de una entrevista que tenía que ver sobre la beneficencia.

—¿No puede un hombre divertirse, Srta. Lane? —La voz de Bruce salió tensa, menos alegre que cuando los saludó y su respuesta en forma de pregunta solo le confirmó a Clark lo incómodo que estaba siendo el momento.

—¿Sabía usted que ese club donde va a divertirse está en una investigación por trata de blancas? ¿Es esa la diversión que le gusta, Sr. Wayne?

—Lois... —Clark miró a su compañera. Bruce Wayne había estado allí, pero según recordaba fue un infiltrado de Batman por alguna razón que no acababa de comprender; confiaba en la palabra de Batman. Sea lo que sea que hizo Bruce ese día en la que todo se salió de control, no fue más que para echar una mano al lado de la justicia.

—¿Qué? ¿Es verdad? —Lois lo miró ofendida. Luego, clavó de nuevo sus ojos en Bruce. — ¿No es verdad, Sr. Wayne?

Clark levantó la vista, nunca había tenido la oportunidad de cruzar miradas con el hombre y hacerlo ahora fue una experiencia que hubiese querido evitar. Sin embargo, cuando los ojos del príncipe de Gotham se posaron en los suyos, no pudo formar palabra alguna: las iris del Sr. Wayne brillaban de una manera diferente a lo azul que estaba acostumbrado de las fotos, parecían, más allá de cualquier otra cosa, dos espejos que le permitían reflejarse. En ellos, a diferencia de lo que podría haber visto otra persona, se vio a sí mismo, tomado de la mano del hombre, con una sonrisa mientras empujones tontos iban y venían hasta terminar en un beso, seguido de eso, hubo tantas imágenes íntimas imposibles que tuvo que cerrar los ojos y volver a mirar los garabatos de su libreta.

Como kryptoniano, Clark no creía en las leyendas humanas sobre los destinados. Le parecía surrealista pensar que, al toparte con esa persona, serías capaz de ver tu vida reflejada en sus ojos, hasta ahora.

—No, no es verdad. No estaba al tanto de eso.

Bruce siguió hablando y Clark tuvo que mirar de nuevo porque habría pensado que el Sr. Wayne vio lo mismo que él, pero no. El hombre estaba concentrado en explicarse a Lois, como si no hubiese visto nada, como que si la única persona que acabara de darse cuenta que encontró a su alma gemela fue Clark en Bruce, pero no al revés.

—Sin embargo, Sr. Wayne...

—No más preguntas. —Bruce levantó una mano, esperando que el interrogatorio se detuviera. Clark no se molestó en mirar a Lois intentar hablar, sino que se concentró en los movimientos gráciles de Bruce, la forma en cómo bajaba su mano, su entrecejo se fruncía y su cuerpo se giraba en un comando perfecto para darse la vuelta.

No quería ser el alma gemela de Bruce Wayne, pero que Bruce Wayne no se haya percatado de que Clark era su destino hizo que una molestia se le alojara en la boca del estómago.

—¡Vaya! Parece que solo vamos a tener un artículo aburrido sobre una gala, ¿verdad, Clark? —Lois miró a todos lados, pero estaba sola en medio de la muchedumbre. —¿Clark?

Para ser una fiesta, el Sr. Wayne no parecía tan borracho como decían las revistas que siempre estaba. De hecho, el primer pensamiento de Clark fue que el hombre se aburrió de Lois y se escabulló en busca de alguna pareja con la que terminar la noche, pero solo se perdió por los pasillos de LuthorCorp, por lo que Clark se vio en la necesidad de seguirlo. Tenía que admitir que el Sr. Wayne era más sospechoso que imbécil y que puede que los tabloides hayan tenido razón en alabarlo tanto, estaba empezando a obsesionarse con la forma en cómo el traje le quedaba al cuerpo y se arrugaba en los lugares correctos cada que se movía, en la forma en como andaba, etéreo, inaudible por los pisos de cerámica. No estaba seguro de por cuantos pasillos lo había seguido, tampoco le importó, así que cuando lo vio meterse a una sala retirada, entró detrás de él.

—¿Qué haces siguiéndome?

Las manos robustas agarrando su traje tomaron a Clark por sorpresa. Aunque el empujón de un hombre normal no le hubiese hecho nada, su reacción fue dejarse acorralar contra la pared y dejarle creer a Bruce Wayne que estaba llevando el mando en esa pequeña pelea. Clark, haciéndose el aturdido, buscó a tientas acomodar sus gafas y miró a Bruce con el rostro consternado por la molestia detrás de estas. Se quedó fijo en sus ojos, intentando obtener un poco más de esas imágenes de una vida futura, pero las leyendas eran ciertas: el destino solo se podía ver una vez y nada más.

—¿Has visto algo? Lo de antes, quiero decir... —respondió Clark. — ¡A mí me sorprendió mucho! —Las manos de Clark tomaron las de Bruce, no demasiado fuerte para hacerlo sospechar de nada, pero suficiente para quitarlas de su chaqueta. —Pensé que te lo habías perdido en tu discusión con Lois.

El Sr. Wayne dio un paso atrás, soltándose del agarre. Miró a Clark como si fuese un bicho raro y negó.

—¿El interrogatorio? Sí, gracias, lo vi y lo sufrí. —Bruce hizo un sonido de disgusto. —No quiero responder más preguntas, no hice nada ilegal, ¿Vale? Yo no sabía nada.

—No me refiero a eso, me refiero a... ¿No viste nada?

—¿Ver qué cosa?

Bruce parecía confuso, sus ojos se habían achicado en una línea desconfiada y dio un par de pasos más atrás cuando Clark los dio hacia adelante, queriendo volver a buscar en sus ojos las imágenes que se había perdido.

—Se supone... La leyenda dice que es como recíproco, ¿No? Tú las ves y yo al mismo tiempo, los dos. —Clark se señaló a ambos. Dio otro paso hacia Bruce e, ignorando el respeto que sus padres le habían infundido sobre el espacio personal, tomó el rostro del hombre y se acercó hasta que sus ojos estuvieron a la misma altura y pudieron verse reflejados uno en la iris del otro. —Tal vez no me viste como debías verme.

—¿De qué mierda me estás hablando?

El ceño de Bruce se transformó en una sonrisa. Fue el momento de Clark de soltarlo y dar un paso atrás.

—Ah! ¿Es porque crees en esos rumores sobre que no me voy a casa solo en ninguna gala? ¿Por eso me estabas siguiendo? —La mano de Bruce se posó en su pecho y se deslizó hasta su tarjeta de identificación. Se la arrancó de un jalón y luego volvió a mirarlo con mala cara. —No soy idiota, sé que tú y tu amiguita quieren meterme en líos estúpidos. —La tarjeta le dio en la cara a Clark cuando Bruce se la lanzó de regreso. —¡Yo no me acuesto con reporteros! Prefiero vivir en la abstinencia ¡Que lo sepas!

Para cuando Clark se enderezó de nuevo tras recoger su identificación, Bruce había desaparecido, pero había dejado abierto una curiosidad que no iba a saciarse así por así.

ღ .♡.ღ

Bruce no había salido de su mente en todo el fin de semana. En menos de veinticuatro horas, Clark se había convertido en el acosador más intenso del Sr. Wayne. No solo se había hecho una cuenta especial para seguir todas sus redes sociales, sino que lo había buscado por los blog menos conocidos y había acabado por desvelarse leyendo artículos oficiales y poco oficiales sobre el hombre, desde los más actuales hasta alguno publicado el día en que nació y que hablaba someramente del nuevo bebé de la alta sociedad. Había construido también una pizarra con recortes de periódicos y fotos que descargó en un impulso donde no era él mismo; imprimió, sobre todo, muchas de sus ojos azules y las pegó por todos lados intentando volver a sumirse en esa predicción poco clara de hace algunos días.

—No tiene ningún sentido —habló a la nada, detenido frente al tablón de recortes.

Bruce Wayne tendría que haber visto algo en él. A menos que, por ejemplo, los ojos kryptonianos estuvieran hechos de algo que le impidiera a Bruce verlo ¡O quizá! Tal vez tenía que verlo con alguna visión especial. No, no, no. ¿Cómo iba a conseguir que Bruce viera en él el Destino si era solo un humano normal?

—¡Pero algo tiene que ayudarnos! A no ser.... ¡A no ser! —Clark frunció el ceño. Se devanó pensando en por qué no funcionaba su conexión. —A no ser que me haya mentido...

Tal vez, Bruce Wayne si vio todo lo que necesitaba, pero no quiso decirlo. Hasta cierto punto, lo entendía. Lo había avasallado con Lois haciendo preguntas incómodas, sin embargo, no era posible que lo hubiera despreciado de esa manera. Se cruzó de brazos, dejando que la indignación recorriera su cuerpo: volvería a hablar con el Sr. Wayne y lo haría confesar.

ღ .♡.ღ

Lo bueno de caerle bien a Perry White era que, de vez en cuando, le permitía ciertos caprichos como, por ejemplo, dejarle cubrir la gala anual de la fundación Martha, creada y dirigida por su hijo, Bruce Wayne. Tenía que admitir que, aunque el objetivo era humanitario, la historia detrás de la creación de ella no lo era tanto; se leía en los periódicos que todo lo recaudado iría para los niños desprotegidos de la calle, Clark juraría que se trataba de una autoindulgencia de Bruce quien se reflejaba en todos los pobres niños de la calle, solos y desprotegidos, como debía de haberse sentido en algún momento él también. Eso entristeció su corazón, pero se había propuesto la tarea de borrar todo ese dolor que Bruce parecía seguir sintiendo.

—¿Me permite una pregunta?

Bruce Wayne, dibujado a la perfección dentro de un traje de tres piezas, con un gesto de adulación bien entrenado para todo aquel que se le acercara giró a verlo con una sonrisa que estuvo a punto de borrarse, a juzgar por cómo las comisuras de sus labios temblaron e hicieron un esfuerzo por mantenerse en su sitio más por cortesía que de felicidad, pensó Clark.

—Eso depende. —Un camarero pasó, la mano de Wayne fue ágil en tomar una copa de champagne y sus labios rápidos en darle dos sorbos antes de casi dejarla a la mitad. —¿Qué gano yo con eso?

—¿Leer el mejor artículo de su vida?

Bruce clavó sus orbes azules en los de Clark. Hubo un instante en que ambos se quedaron mirando con emoción los iris del otro, quizá esperando ver algo reflejado en ellos o, quizá, solo esperando que uno de los dos continuara con ese diálogo sin sentido. Bruce fue el primero en apartar la vista, tomando algo más del champagne y, con la misma facilidad que lo había conseguido, lo dejó en alguna bandeja deambulante.

—¿Qué es lo que quiere, Sr. Kent? ¿Su amiga no obtuvo suficiente la otra noche?

No parecía borracho, ni indulgente, ni nada de lo que había estado mostrando a la alta sociedad desde que lo había visto entrar. Clark negó. —No quiero otra cosa más que cubrir el artículo y...

—¿Y?

—Sr. Wayne, el otro día... El otro día vi eso que dicen las leyendas. —Bruce levantó una ceja. El sonido de la música de salón cambió a algo más rápido, los rumores de la gente parecieron subir de volumen. Clark tuvo que acercarse más y Bruce inclinarse hacia el hombre para poder escucharlo. —Vi nuestro futuro en sus ojos, pero-

—Eso es imposible.

—¿Qué?

La música sonó más fuerte. Bruce había arrugado sus entrecejo para mirar mal a Clark. —¡Que eso es imposible! —Su voz subió por encima del ruido, Clark tuvo que inclinarse más esta vez, haciendo de cuenta que no era capaz de escuchar bien lo que Bruce decía. El sonido del micrófono retumbó por el lugar e hizo encoger a Clark por su sensibilidad.

—No puede....

Silencio. Un corto retumbó y apagó las luces, la música y los rumores se aplacaron ante la repentina falta de nada. La exasperación de Bruce, explotando con anterioridad y con más intensión que deshacerse del reportero que de poner atención a lo que decía, gritó:

—¡Yo ya tengo una pareja destinada!

Clark abrió los ojos, al tiempo que Bruce hacía lo mismo, conscientes de lo que acababa de pasar. No tardó ni un segundo más cuando la luz regresó, culpa de un apagón repentino, y el ruido volvió, aunque esta vez no se murmuraba lo mismo y, a diferencia de antes, ahora ambos tenían un montón de reporteros menos agradables encima.

ღ .♡.ღ

El Sr. Wayne era el centro de atención en todas las revistas y programas de televisión. Clark tuvo que apagar la T.V porque no aguantaba un chismorreo más sobre el asunto, del cual él había tenido casi toda la culpa. Sin embargo, su molestia ante eso no era tanta como el hecho de que Bruce haya dicho que, de hecho, ya tenía un Destinado. Al principio no le había creído y, con ganas de escapar del revuelo del momento, Bruce lo había arrastrado hacia una sala más despejada. Juró y rejuró que jamás había visto nada en sus ojos, pero que vio eso en otro compañero que no parecía haber visto tampoco nada en él. Hizo una búsqueda gigante por internet, al final, algunos expertos hablaban sobre algo llamado «Destinos Rotos» donde alguno veía su destino en los ojos de alguien que no era capaz de ver lo mismo en él, pero sí en alguna tercera persona. Tuvo que encogerse en el sofá, primero tuvo que lidiar toda su vida con la sensación de no poder compartir nada con nadie, ahora, tenía que lidiar con la idea de que era uno de los pocos cuya conexión era inservible.

ღ .♡.ღ

La capa de Batman hizo un sonido peculiar cuando se deslizó en el aire. Si se tratara de otra persona, hubiera hecho hasta lo imposible por no dejar que ningún sonido reverberara en el aire, pero tratándose de Kal-El no le importaba, es más, hacerse notar siempre fue intencional cuando se trataba de él.

—¿Algo nuevo?

Giró el rostro hacia la derecha. Superman estaba concentrado mirando hacia el Club Paraíso, no había ruido abajo que indicara nada especial, así que le resultó extraño verlo mirar tan fijamente el techo del recinto. Levantó una ceja dentro de la máscara cuando Kal-El no le contestó, las linternas, ojos de la máscara, alumbraron pálidamente un lado del rostro ajeno, pero el hombre no pareció inmutarse.

—¿Kal-El?

—¿Eh? ¡Ah! No, nada nuevo.

Kal el lo miró por fin. Sus ojos podrían estar apagados en la oscuridad, pero brillaban de una forma especial, ya sea porque así era su biología o porque la luz de su máscara seguía alumbrando, no era importante. Su propio reflejo en las pupilas frente a él le devolvieron la imagen de un rostro serio y robótico. Quisiera ver más en los ojos de Kal-El, quisiera que las pupilas de Kal-El fueran algo que pudiera rebobinar para poder ver de nuevo la historia de su vida que vio hace tiempo y convencerse de que no tenía un lazo de «Destinos Rotos» como el Sr. Kent se lo había confirmado la otra noche con su insistencia. Es decir, siempre supo que Kal-El no estaba sujeto a las extrañezas de la biología humana, pero no había querido enfrentar la realidad hasta ahora, porque aún tenía una esperanza de que su vida no fuera tan miserable.

—Parecías muy concentrado para no ser 'nada nuevo'.

Kal-El chasqueó la lengua, se recostó contra la gárgola frente a él y Batman optó por asomarse al borde, recto, sin adoptar la pose tranquila en la que a Superman se le hacía tan fácil estar. —¿Siempre tienes que saberlo todo?

—Soy Batman.

—Por supuesto.

Silencio.

—Creo... creo que mi enlace con mi destinado está roto.

Batman giró su rostro. Kal-El no lo estaba mirando, pero su rostro contraído y sus facciones arrugadas sumadas a ese suspiro profundo decía más de lo que las palabras podían explicar. Lo primero que su cabeza hizo fue confirmar que Kal-El, de hecho, tenía la capacidad de tener un destinado humano, lo segundo, fue que sus sospechas eran ciertas, ambos compartían un lazo de destino roto.

—Pensaba que los kryptonianos no... —Kal-El cerró los ojos. A Batman le pareció que estaba sufriendo demasiado como para explicitar el hecho con palabras. —Lo lamento. Pero no es el fin del mundo, aún hay gente de la que te puedes enamorar... Y todas esas tonterías mundanas.

—¿Tonterías mundanas?

Una explosión. Ambos se asomaron por el borde hacia el Club Paraíso. En solo unos cuantos minutos, Batman estaba disparando un gancho hacia los techos de cristal y Kal-El lo seguía de cerca ondeando su capa. Lo siguiente en lo que estaban envueltos era una pelea entre la banda del Pingüino y los secuaces de Black Mask. Tuvieron que ponerse a cubierto delante del fuego cruzado -al menos Batman- y cuidar sus espaldas de los dos enemigos. No mucho tiempo después, algunos de los secuaces huían y los jefes principales habían logrado escapar mientras que Superman y él intentaban controlar la situación de los disparos y la evacuación de la gente dentro del Club. Para su suerte, no les llevó mucho tiempo y, dejando al que creían el último de los criminales atados, Batman se giró.

—¿Todo en orden?

Superman iba a asentir, pero una serie de disparos hacia su posición los distrajo. Fue un infortunio: Una de las balas rebotó en el casco de Batman, el cuerpo de Kal-El lo protegió, pero le había dado lo suficientemente fuerte como para partirlo por un lado y hacer que se abollara. Kal-El se giró, ya no disparaban, pero se preocupó al ver a Batman luchar con el casco hundido por su cuello que parecía querer ahogarlo.

—¿Estás bien?

Tuvo que poner las manos sobre el casco. Batman no dijo nada ante el movimiento, pero agradeció que en la sala solo fueran ellos en ese momento y estuvieran alejados de los otros criminales. Kal-El jaló, liberándolo de la asfixia que su propio casco le estaba produciendo. Agachó la cabeza, mientras que el hombre de acero dejaba el casco en el suelo.

—¿Estás bien? —le volvió a preguntar. Las manos ajenas estaban de pronto en su rostro, haciendo que levantara la cabeza. Bruce lo hizo, sin importarle demasiado que Superman descubriera su identidad. A ese punto de sus vidas, saber sus identidades era una información casi necesaria.

Bruce levantó la vista.

Había leído algunos sitios que hablaban sobre la reparación de los lazos del destino. Un lazo roto que se había resignado y se encontraba con algún otro lazo roto podía crear un segundo lazo; pasaba pocas veces, eran contados los casos, pero la oportunidad siempre quedaba allí como una esperanza lejana. Así que cuando Bruce vio directamente a los ojos de Kal-El y este lo vio de regreso, creyó que había alguna extraña posibilidad de que, de alguna manera, ambos repararan lo que parecía estar dañado, pero nadas sucedió.

—¿Bruce Wayne?

Bruce parpadeó en su dirección. Arrugó el entrecejo. —Sí, pero no lo digas en voz alta.

Se agachó para recoger su casco consciente de que Kal-El aún tenía sus ojos pegados sobre él. Por primera vez en su vida, la identidad de Brucie Wayne le pesaba. Sabía los muchos rumores que había sobre su persona, él inició muchos de esos, las cosas deplorables que decían los tabloides y la escandalosa vida sexual por la que era famoso; nunca nada de eso le había importado, hasta que la realidad de que Kal-El, la persona a la que intentaba mostrarle lo único bueno que tenía, conocía esa parte tan repulsiva de él lo golpeó.

—Te agradecería que no dijeras nada.

—Pero, Bru-

Para cuando Kal-El iba a seguir con su frase, Bruce ya había disparado otro gancho y estaba a punto de salir de allí.

ღ .♡.ღ

Clark bebió la quinta copa de la noche, después de todo, el alcohol no iba a hacerle nada a su sistema. Sin embargo, el deseo incontrolable por querer perder el raciocinio se lo achacó al creciente malestar de su estómago por estar en otra de esas galas Gothamitas en medio de personas que solo sabían hablar del último vestido y el último vuelo por Europa. Para nada, se le pasó pensar que su nuevo comportamiento se debía a la presencia de Bruce Wayne en el salón, un hombre que, aunque aparentaba ser un pequeño descuido y una cáscara vacía sin mucho qué contar, era mil veces más que eso, Batman siempre fue mil veces más que eso.

—Bru-

Su mano rozó su hombro. Aún le parecía injusta la manera en cómo el hombre lo había abandonado en medio del campo de batalla solo por descubrir su identidad; era insultante que creyera que usaría eso en su contra. Pensaba que eran amigos, que podían tener mucho más que solo amistad, más aún, sabiendo que era su destinado, aunque Bruce no viera nada de eso en él.

—Usted otra vez. —Un deje de molestia salió de los labios de Bruce, Clark retiró la mano, solo para apretar el vaso de licor. —¿No le dije ya que olvidara el asunto?

Clark asintió. —Aún así, me gustaría hablar con usted.

—No tenemos nada de qué hablar.

—Tenemos mucho de qué hablar. —Clark se inclinó hacia el oído hombre. Tal vez estaba tentando a la suerte, probando un movimiento arriesgado, pero valía la pena. Además, cuando Batman supiera que estaba hablando con el mismo Superman iba a reírse mucho. —Batman.

Ver la forma en cómo la sonrisa divertida de Brucie Wayne cambió a una sombría ya había valido toda la pena. Los latidos de su corazón le hicieron sentir solo un poco mal por el momento incómodo, pero la forma en como Batman miraba a todos lados y de pronto se estaba retorciendo las manos con una sonrisa torcida, en una total pérdida de los estribos, hizo sentir a Clark mejor de lo que esperaba. Al final, Bruce no había hecho otra cosa que hacerle una señal con la mano y, con maestría, había esquivado un montón de invitados hasta salir por uno de los pasillos donde había menos gente. Sabía que el recinto no era propiedad de Wayne, pero lo conocía demasiado bien a juzgar por todos los lados secretos y pasillos por los que se escabullía sin problema; no supo si darle el reconocimiento a Batman por su arte de saber cuándo y cómo escapar o a Brucie por... bueno, Brucie seguramente conocía lugares ocultos.

Las manos sobre su corbata y en su pecho, en un acto criminal por empujarlo contra la pared en un amenaza, no debía serle desconocido. De nuevo, Clark se dejó arrinconar contra la pared, disfrutando del airado rostro del murciélago sin la máscara.

—¿Es aquí cuando me amenazas, B?

Bruce frunció el ceño ante el sobrenombre que solo usaban los más cercanos. Las manos apretaron más su corbata, aunque Clark solo quería reírse. — ¡¿Cómo es que sabes eso?!

—Me lo dijiste el otro día... Bueno, no del todo, solo saliste huyendo. —Las manos de Clark se cerraron alrededor de las muñecas de Bruce; no tuvo nada más que hacer algo de fuerza y ahora era Bruce quien estaba contra la pared: los papeles invertidos lo excitaron. —Eso fue muy cobarde de tu parte.

Aunque las manos liberadas de Bruce se apoyaron en su pecho e intentaron moverlo, esta vez no se lo permitió. Sin embargo, aunque seguía aferrándose con fuerza, la mirada severa se suavizó para deslizarse hacia una de comprensión y, si tuviera que jurarlo, hasta diría que algo en la cara de Bruce se puso rojo.

—¿Tú? ¿Superman?

—Sí. —Silenció. Ninguno se movió, solo se quedaron mirándose a los ojos. —Bruce...

—¿Cómo es que ha pasado esto?

—Pues, no dejaste que te lo dijera también...

—No, eso no. —Bruce dejó de empujarlo. Lo vio relajarse contra la pared y no hacer ningún atisbo de querer moverse. —¿Por qué viste algo en mí, pero yo no en tí, cuando sí lo vi en Superman?

Esta vez fue Clark quien frunció el ceño. Nunca vio algo como Superman en Batman. Sin embargo, eso acababa de ser algo esclarecedor. —¿Qué?

Volvieron a mirarse y tuvieron que soltar una risa a la vez.

—Debió ser el casco. Te ví a los ojos, pero no podías verme a mí.

—Oh... Y cuando vi a Bruce Wayne, pude verlo yo, pero tú no, porque ya lo habías visto.

—Sí, es lo que dije ¿hacía falta explicarlo de nuevo?

—Solo era para que quedara claro. —Silencio. —Ahora puedo hacer esto sin sentirme mal.

Bruce iba a decir algo, pero Clark no lo dejó. Selló los labios ajenos con los propios, probando el dulce sabor que le había sido negado desde hace semanas. Bruce, por su parte, no parecía menos satisfecho con la acción, porque de pronto Clark sintió las manos de nuevo sobre su corbata, jalando y jalando, con la intensión de pegarlo más a él si es que la física lo permitía. Ambos cuerpos se empujaron, se pegaron el uno al otro, hicieron chirriar y tiraron los recovecos que había alrededor y, en ningún momento, permitieron que sus bocas se separaran, ni que sus manos dejaran de explorar al otro. Y así, terminó con Bruce sobre un escritorio viejo, con las piernas abiertas rodeando la cintura de Clark, aún agarrando su corbata; Clark se inclinó solo para besarlo de nuevo, aunque cuando estuvieron a solo un milímetro de hacerlo y sus ojos volvieron a conectarse en el calor del momento, desafiando cualquier regla de las leyendas, se dieron cuenta que las imágenes estaban allí reflejadas en las pupilas del otro: Las manos agarradas, los besos tranquilos, las risas tontas, todo en un segundo que duraría para siempre. 

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