Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 58: Serpientes del mundo

Mis niños crecían muy rápido, mi esposa me cansaba a la misma velocidad, pero las canciones no fluían al mismo ritmo. Tenía mi cerebro seco y las emociones aún más que eso; busqué en la inmensidad de las notas algo que pudiera servir pero no estaba dando resultados. Bendije la hora en la que la puerta de mi escondite se abrió lentamente y detrás de ella estaban los pequeños que me hacían vivir a cada momento.

—¿Papá?— intentó llamar mi atención como sí no la tuviera ya.

—¿Qué sucede, amigo?

—Me preguntaba sí… tu eres muy bueno tocando…

—¿Sí…?— no era normal en él darle vueltas al asunto, tan sólo decía lo que deseaba sin titubear.

—Es que yo… quiero aprender…

—¡¿En serio?!— ¡Los ángeles celestiales susurraron a mis oídos! Desde que supe que iba a ser padre, me ví enseñándoles a mis hijos todo lo que sabía de música, pero les prometí no presionarlos, sí iba a hacerlo, sería porque ellos quisieran, no porque yo lo impusiera —¡Claro! ¡Ven acá!— Creo que fue inútil e imposible atenuar mi emoción.

—Pero no en ese… —señaló el bajo en mis manos —quiero este— su dedo apuntó al teclado de cinco octavas que reposaba tranquilamente sobre su base.

—Seguro… déjame acomodarlo.

Casi doy brincos de felicidad. Tan rápido como un rayo, Robert y yo tocamos las teclas como desquiciados. Poco después le enseñé la postura de sus manos y mientras yo toqué un noventa y siete por ciento de una pieza, él la completó con una sola nota que tocaba en mi señal.

Sé que en un inicio, un instrumento puede ser aburrido, pero sí mi hijo mostró interés iba a explotarlo de la manera más divertida que se me ocurrió.

—Es un poco complicado, pero sí prácticas muchas veces puedes llegar a hacer cosas como éstas— me apodere de las cinco octavas e intérprete para él I Just Can’t Wait To Be King en versión para piano.

Sus ojos iluminados de emoción regocijó mi corazón. Y cómo no hacerlo, sí una de las canciones más famosas de su película favorita estaba ahí por mí. Lástima que mis momentos de gozo duraban lo que un parpadeo a la eternidad:

—¡Aquí están! Los estaba buscando— dijo Verónica desde la puerta —Robert, prepárate para dormir— ordenó al niño.

—¡Pero es temprano!— se quejó él.

—Mañana debes ir a la escuela y no quiero que te quedes dormido.

—¿Papá?— pidió mi auxilio.

Tuve que morder mi lengua porque se rehusó a obedecer. Dije:

—Haz caso a tu madre.

Un refunfuño negado y el niño obedeció pasando a través de su madre recargada en el marco de la puerta. Su mirada severa, me indicó que de nuevo había hecho algo mal, pero cada vez entendía menos qué.

—No quiero que le hagas esto a los niños— sentenció.

—¿Qué esto?— ni siquiera entendía y ya estaba molesto.

—Encerrarlos aquí con todo esto— señaló alrededor todos mis instrumentos, cables y aparatos.

—¿Qué tiene de malo?

—¡¿Qué tiene de malo?! ¡Qué serán iguales a ti! Todo el día pensando en música y perdiendo el tiempo en tonterías siendo irresponsables y desobligados.

—¡Yo no soy así! ¡¿De qué estás hablando?! Me pides que pase más tiempo con ellos y cuando por fin podemos compartir algo, ¿dices que no? Entonces, ¿qué quieres de mí?

—Quiero que les enseñes a ser hombres.

—Son niños, no tienen porqué ser hombres.

—¡Entonces enséñales a ser niños normales! La semana pasada encontré uno de mis vestidos bajo la alcoba de Robert y Michael no se despega de la pantalla con esos malditos videojuegos…

—¡¿Qué tiene de malo?!— repetí gritando —Son los gustos de tus hijos; un caballero necesita una damisela a la cuál rescatar y el otro ama los videojuegos, así como a ti te gustan las novelas o a mi la música.

—¡Pero les consumirá el cerebro…!

—Papá… ¿me acompañas?— el mismo niño volvió a la habitación con su pijama puesta.

—Sí, ya voy…

Fui tras él y Michael hasta su habitación. Notablemente ninguno de los tres tenía sueño, así que los entretuve con las aventuras de Peter Pan y el Capitán Garfio, hasta con las historias más patéticas que mi vacacional inspiración me otorgó. Hora y media después lo logré y ambos cayeron perdidos.

Una vez más, huyendo de mi casa, llegué temprano a la mansión, tan solo Brian había llegado y en su espera, contempló una práctica de los bailarines. Tan pronto que llegué, noté porque estaba ahí; Lunna protagonizaba una pieza clásica con su piel pintada de rosa por la tela pegada a su cuerpo que dejaba ver sus enclenques músculos en acción.

—Largo… Largo…— indicó Kevin por encima de la música.

Y en respuesta, Lunna extendió un brazo y una pierna el línea horizontal para después enrollarse y girar sobre la punta de su pie.

Jamás he subestimado la disciplina del ballet, pero ella me hizo creer que cualquier descoordinado como yo podría lograr hacer eso. Aunque evidentemente no estaría ni la mitad de bien que ella lo hizo.

—Hermoso, realmente espectacular— le susurró Kevin una vez que Lunna terminó. La tomó por su mentón y le plantó un tierno beso en su frente.

Después Lunna abandonó el salón. Mientras tanto, Kevin despejó la pista de baile para su siguiente clase, momentos en los que Brian aprovechó su oportunidad.

—Oye, Kev… hay algo que quería preguntarte…— tanteó el alto —es sobre Lunna…— el moreno lo miró directamente esperando por su disparo —Voy a serte sincero, ella me gusta, ¿ok? Y quiero conquistarla, quiero que se enamore de mí… y te quería pedir algún consejo… para ganarme su corazón…

Inmediatamente el semblante del bailarín cambió. Dió un par de palmaditas y exclamó:

—¡Ay, el amor! ¡Lo amo!— volvió a aplaudir —Escucha, yo podría decirte cómo enamorar a Lunna tan rápido como un rayo, pero no sería justo. Sí ella se va a enamorar, tú debes ganarlo. Pero, puedo darte un par de ideas; Primero, puedes ganarte su corazón, hazla sentir, con palabras, con sonidos, son sensaciones sobre su piel…

—¿Cómo…?

—¡Solo diré eso! Tu averigua lo que estoy tratando de decirte… y también debes recordarle las pequeñas y sencillas cosas; a veces su mente se acompleja demasiado y olvida lo sencillo, bueno, tu debes recordárselo.

—Amigo, eso no me ayuda en nada.

—Oh, ¿tú esperabas que te dijera que le gusta la playa, la lluvia, Batman y el color azul?

—Ah… sí…

—Cualquiera puede saberlo, pero sí realmente quieres enamorarla, creeme te servirán más mis consejos.

—Está bien… ¿Gracias…? creo…

—Y, Brian, sí vas a amarla, ama también su libertad, aunque ahora es poca, ella ha luchado mucho por tenerla.

—Lo sé, lo entiendo.

—Y dime cómo te va, ¿sí?

Tampoco entendí lo que Kevin trató de decir, y no es que me detuviera a pensarlo. La simple idea seguía pareciéndome patética, además la promiscuidad de Lunna me parecía tan hipócrita que ni Brian ni Freddie tenían por qué involucrarse.

Lo cierto es que Kevin ayudó a Brian con un poco más que solo consejos; Lunna se deshizo de las medidas y tutú rosas para reemplazarlos por un vestido verde que le desnudaba las rodillas, también su cabello dejó de ser una bola sobre su cabeza y se convirtió en una cascada ondulada de nieve recién caída.

—¡Muy bien, vamos a comenzar!— invitó Kevin. En cinco minutos introdujo su siguiente clase a la danza del día, dijo el nombre, mencionó la raíz, habló sobre la base, pero nada de eso permanece en mi memoria.

No hasta que les pidió a sus estudiantes que formaran parejas y tan solo por una chica extra, hacían falta un par de piernas masculinas.

—Ok… presentense, por favor. Estamos aquí para conocernos— pidió Kev. En tanto sus discípulos atendían sus indicaciones acercó sus pasos a nosotros. —¿Qué dices, Brian? Nos hace falta un hombre aquí…— con sus ojos señaló a la enana que permanecía en la cabeza del grupo tan solo mirando a los demás en su tarea conversacional.

—De acuerdo…— comentó el ruloso con un brillo electrizante en sus ojos.

La lección no fue tan diferente a otras tantas que le había visto al moreno; las parejas forman un gran círculo en la pista de baile, Kevin explica un paso al frente de la clase con Lunna como apoyo. Y mientras lo ensayan, las mujeres van rotando de pareja entre paso y paso. O a veces, gracias a la “casualidad” camsteriana, resultaba que Brian y Lunna permanecían en esa pareja más tiempo del normal. Y ella solo volvía con Kevin para explicar el siguiente paso cuando él así lo pedía.

—Ahora vamos a juntar todas las figuras… en esta canción.

Por el altavoz resonó una canción pop de una nueva promesa americana en la que, al ritmo, Lunna y Kevin ejecutaron la secuencia de pasos que acababan de enseñar.

—Esta es una coreografía pero pueden aplicar cualquier figura en cualquier momento desde el “básico”— Es curiosa la forma en la que músicos nos comunicamos; porque podemos decir “un compás en corcheas de cuatro cuartos”, en su lugar decimos “ps, ps, ps, ps” y nos entendemos. Bueno, resulta que los bailarines hacen lo mismo, Kevin marcó el ritmo con un: —Boom, chick, chick, boom…— y de vez en cuando marcaba el contratiempo o las corcheas con un —¡Y!— era gracioso, pero luego me acordaba que nosotros pasábamos la mitad del tiempo descifrando que intentaba decir el otro con sus onomatopeyas y se volvía aún más gracioso. Aunque no niego que Kevin era muy bueno explicando. Paciente, alegre, carismático, humilde, tampoco era difícil entender porqué sus clases alcanzaban el cupo ofertado.

Y por el otro lado estaba Brian, que no era reconocido por sus dotes para bailar, pero tampoco diría que tiene dos pies izquierdos. Además ese grupo notablemente era principiante por lo que no tuvo ningún problema.

—Niños, hay un asunto que debo atender y me ausentaré por unos días…— anunció Lunna una vez que los cuatro volvimos a nuestro lugar en el misterioso estudio de la casa.

—¿Cuántos días?

—Tal vez cuatro o cinco…

—No creo que a Jim le agrade— observó Freddie.

—Podrá vivir con ello. Por lo que más quieran, no se metan en problemas.

—¡No! Somos incapaces de meternos en problemas— fantaseó Roger —Nunca.

—Lo digo para que sepan que no estaré para cuidar sus traseros…

—“No necesitamos que cuides de nuestros traseros”— el rubio imitó la voz de Lunna burlándose de ella de las veces que decía esas frases.

—Como quieras…— alargó sus pasos hasta mi lado —Por cierto, John, te traje esto:— en sus manos sacudió una revista que dejó caer en mis muslos. Giré mi cabeza para entender el encabezado en el que decía “Serpientes del mundo” y un enorme ejemplar se enroscaba en las letras de la premisa.

—Ah… ¿gracias…? ¿Por qué serpientes?

—Dijiste que te gustaban las anacondas… me parece que hay una sección especialmente de esas— a mi lado, Roger rompió en carcajadas más rápido que el mismo Flash y yo… bueno, solo pude masajear mi frente.

—¡Qué lindo detalle!— el baterista habló por mí con el éxtasis saliendo por su rostro —No sabes cuánto lo aprecia nuestro Deacy. Ahora podrá saber la especie de su anaconda…— soltó antes de que la risotada lo volviera a invadir.

—¡Ah, es verdad!— recordó ella —No me la enseñaste la vez que visité tu casa— sentí mis cejas juntarse en la raíz de mi nariz; no podía creer que aún no entendía de qué iban las palabras de Roger.

—¡Qué maleducado!— me reprendió el rubio —Pero no te preocupes, cielito, John siempre la trae consigo, ¿quieres verla?

—¡Roger, cállate!— le grité con la calidez de mis mejillas ascendiendo hasta mis orejas.

—¡Sí!— respondió la erudita.

—¡No! ¡No quieres ver nada!— le grité a ella.

Mis gritos tan solo hicieron que mi amigo pataleara redobles veloces en el suelo.

—¿Qué es tan gracioso?— Lu cuestionó ignorando el mensaje.

—Disculpa, linda, es que puede ser algo tímida— era envidiable la forma en que Roger controlaba su risa para volver a hablar —¡Vamos, John! Lunna puede ayudarnos a definir la especie… ¿Es una anaconda… o tal vez una pitón?— acentuó su última palabra dejando caer su mano justo en donde mi reptil en cuestión habitaba. Al tacto, alejé su mano, crucé mis piernas y me cubrí con mis propios dedos.

—¡Roger!— aullé con la mayor capacidad que me permitieron mis pulmones.

Los ojos de Lunna viajaron desde mi rostro hasta mis manos. Y fue así como entendió. Rodó sus ojos y exclamó:

—¡Hombres!— y se alejó de la testosterona a su alrededor.

—¡Vamos, Lu, échale un vistazo!— las carcajadas de Roger seguramente se escuchaban en toda la manzana, mientras, encorvé mi espalda intentando hacerme pequeño en el sofá.

—En mi opinión… es la pitón más grande de Inglaterra— susurró Freddie a mi lado en el mismo sitio en el que estuvo la enana.

—Eso no me ayuda— le aseguré.

Ni siquiera sabía dónde meterme; no sabía sí mantener mis manos cubriendo mi zona calumniada o tapar mi rostro como sí eso me salvará de la vergüenza.

Eventualmente tuve las agallas de volver a ver a Lunna a la cara, justo antes de que partiera.

—Portense bien, niños— fue lo último que nos dijo.

Y tal como lo previó Fred, Jim no estaba de acuerdo con las desapariciones constantes de la niña.

—¿Han considerado prescindir de ella?— sugirió sin ápice de temor.

—No está a discusión, Miami— Freddie saltó de inmediato.

—Piensalo, Fred, fue bueno su apoyo y colaboración en tu ausencia, pero ahora que han retomado fuerza, ya no es necesaria su participación en este grupo.

No sé exactamente desde cuándo dejó de ser una intrusa, ya no era una enemiga, sino que era una más de nosotros. Era parte de Queen. Creo que después de todo lo que vivimos se había ganado a pulso su lugar.

—Fue buena y seguirá siendo buena— sentenció mi cantante amigo —No me importa que desaparezca por años, Lunna se queda con nosotros— conocía la chispa de sus ojos, no era una caprichosa, sino una determinada producto de una guerra ganada que ni siquiera había comenzado.

—Pero necesitamos más compromiso de su parte, aunque quieras esperarla por años, no podemos pausar tanto.

—No es necesario que paremos— Roger se unió a la defensa de la niña —Tenemos material para trabajar— recordó.

—Es verdad, Another One Bites The Dust sigue verde— recordé.

—¡No hablo de eso!— el rubio se opuso —Hablo de Coming Soon…

Aún me ofendía que no aceptaran mi canción pero en aquellos días no estaba con la mejor disposición para discutir por lo que los dejé tomar las riendas de los ensayos, además no quería romper con el buen ánimo de Roger... Pero tal vez debí hacerlo:

—Recuerdenme por qué estamos caminando— pidió Fred una vez que salimos del estudio.

—Lunna dice que debemos estirar las piernas de vez en cuando— respondió el rubio.

—¡Ni siquiera está aquí!— se quejó Brian.

—No pero así puedo hacer esto.

Rog detuvo su marcha haciéndonos parar también, se acercó al pórtico de un costado, tocó tres veces el timbre con desesperación y tras darse media vuelta, se echó a correr soltando carcajadas.

Corrí detrás de él. Entre la agitación, nuestros pasos apresurados y las risas, hubo una burbuja de caos donde me concentré en seguir al rubio delante de mí.

Él se detuvo en tanto giró dónde las casas y edificios se abrieron paso. Uno a uno, los tres restantes llegamos jadeantes mientras que Roger nos miró divertido.

—¿Podrías... madurar?— le reclamó Brian con su respiración entrecortada.

—O al menos avisarnos cuando vayas a hacer algo así— corrigió Fred.

Roger pasaba mucho tiempo con Lunna, casi se habían vuelto uno solo.

—¡Diviértanse un poco!

En menos de un parpadeo, Brian desapareció de mi lado. Su cuerpo se estrelló contra la pared de enfrente con un eatan sujetándolo del cuello.

—Yo también quiero divertirme— gruñó.

Alzó su faber con gozo y cortó la carótida de mi amigo. La sangre surgió en chorros mientras el eatan se abrió paso en la piel de Brian para pegarle varios mordiscos.

Y así como la alegría llegó a mí, me inundó el pavor que paralizó mi cuerpo entero, ni siquiera fui capaz de apartar la mirada o mutear los desgarradores gritos de Brian. Ya ni hablar de defenderlo…

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro