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Capítulo 52: Halloween

No estaba a favor de tener ensayos en pleno Halloween, prefería pasar el día esperando junto a mis ansiosos hijos por el atardecer y pedir dulces. Por suerte había colgado los tiernos fantasmas un par de días antes, en el pórtico yacían las calabazas de barro con sus enormes y chimuelas sonrisas esperando por los visitantes. Por supuesto que la canasta de dulces había sido reabastecida y mientras Verónica se aseguraba de que permaneciera en su máxima capacidad evitando que cualquiera de nuestros pillos los tomara, yo volé a la casa de Lunna dispuesto a satisfacer la obsesión de Brian por perfeccionar su canción.

Vaya decepción que me lleve al darme cuenta que la obsesión a satisfacer no era la del ruloso, sino de la peliblanca. Cómo directora de cine, gritaba instrucciones a diestra y siniestra. La diferencia era que sus gritos no eran sobre luces o escenografía; era sobre listones, colgantes de figuras de temporada, dulces y hasta efectos de humo. Y en vez de tener camarógrafos y asistentes, tenía a cada habitante y trabajador de la casa a su disposición.

Roger, Freddie y Alex, recibían indicaciones desde el techo; Akira, Kevin y Yoshito se movían en escaleras para alcanzar lugares más altos y el resto, entraban y salían de la casa con más adornos.

Yo me refugié con Aiko. Tenía la mesa del comedor tapizada con diversos dulces, los suficientes para abastecer a todo un distrito. En diferentes bolsas transparentes colocaba un dulce de cada uno y al final las ataba con un listón morado. Preparar esas bolsas significó mantenerme lejos de la dictadura de la nueva Hitler, además de una encantadora conversación con la niña.

Llevaba tanto tiempo entrando y saliendo de esa casa y ni un día me había tomado para charlar tanto con ella. También era una eatan. Sus padres habían sido asesinados por el ejército japonés y había sido acogida por Turret desde muy pequeña. La condición de su permanencia en el séquito, era que estudiara y se formara una exitosa carrera.

Según ella, sus mejores memorias eran mirar a Lunna y Hiroki estudiando, discutiendo libros de anatomía y farmacología, yendo juntos a coloquios y ferias de la salud. Desde aquel entonces se involucra con Hiroki para aprender los fundamentos de la medicina.

Hasta ese momento sabía vendar, inyectar, poner y quitar catéteres, hacer incisiones superficiales, drenar abscesos, suturar, RCP y tantas cosas más que no recuerdo. Sin dudas sabía hacer mucho más que yo y qué alegría verla encaminada a cumplir su sueño.

Aiko era la chica más humilde, noble y cariñosa que he conocido, además su encantadora sonrisa iluminaba cualquier momento a su lado.

-¡Oh, no! Será mejor que no le pongas el listón naranja- me advirtió dulcemente -Lunna nos gritará sí se los ponemos.

-Tienes razón...- resignado quité el listón en mis manos y lo cambié por el morado -¿Por qué hay un listón naranja sí no lo ocuparemos?

-Roger lo trajo, dijo que no había de otro color.

Me molestaba cumplir los caprichos de esa enana, pero más me molestaba que me gritara, así que no le dí importancia y terminamos con la tarea saca-caries. Y como buenos soldados, nos presentamos con la dictadora anunciando el exitoso cumplimiento de la misión.

-No usaron el horrible listón naranja, ¿verdad?- intercambió su mirada entre la niña y yo con una ceja levantada.

-El morado alcanzó perfecto- aclaró Aiko.

-Exce...

-¡Listo, Lunna! Ya está la bruja- gritó Roger con pesar.

El rubio distrajo la atención de Lunna, pero en cuanto ella miró la labor de los chicos, arrugó ambas cejas al centro de su cara.

-¡¿Pero qué es eso?!- aulló aterrada.

-¡Lo que pediste!- se defendió el rubio. Desde el techo hacía el balcón, una bruja de mi talla suponía volar en su escoba de ramas.

-¡Está chueco!

-Está volando- se excusó Rog.

-¡¿Hacía abajo?!- desafió ella a punto de perder la razón.

-Es que va a aterrizar...

Un gruñido salió de sus labios antes de que un hombre vestido con un elegante traje negro interrumpiera la conversación.

-¿Eres Lunna?- preguntó directamente. Y en respuesta, la peliblanca le estiró un dedo en su dirección, en señal de que aguardara.

-Míralo bien, Roger... Quiero que subas y lo arregles...- respondió con los dientes apretados y su mano aún extendida al sujeto.

-¿Tienes idea de cuánto pesa eso?

-Sí, lo sé. Ahora sube...

-Iré con una condición... usarás de nuevo ese sexy mini traje esta noche...- soltó con la sonrisa más cínica que su cara le permitió.

Incluso la manzana más perfecta y jugosa se quedó pálida en comparación con el rojo intenso que se tornó Lunna.

-¡No me cambies de tema! ¡Sube y arregla eso o te daré una patada en el trasero!- estaba a punto de tirar de sus cabellos por la desesperación. Victorioso y sonriente, Roggie retomó su camino de vuelta. -¡No!- se giró y le contestó al señor elegante.

-Ni siquiera has escuchado lo que vengo a proponerte...- el sujeto llevaba su cabello maltratado cayendo por hombros, sus mechones no eran suficientes para cubrir las cicatrices y heridas en su rostro.

-No necesito escuchar nada que provenga de ti... veamos... Demasiado formal para ser de OINA, pero informal para INSAL, o sea que eres de la Comitiva. Además no me has arrestado ni has puesto una bala en mi cráneo, lo que significa que quieres algo de mí, como un favor que planeas convertir en alianza... ¿me equivoco...? ¡Claro que no! Yo nunca lo hago. Y tampoco quiero tener nada que ver con la Comitiva ni que me esté soplando el trasero, así que puedes volver por dónde viniste... ¡Que tengas buen día!- con una sonrisa fingida, la peliblanca se giró y volvió a su misión de acomodar arañas por los pequeños arbustos.

-¿Eso es todo? ¿Ni siquiera quieres saber mi nombre?

-No es que me interese recordar tu horrible cara o tu patético nombre, pero está bien...- repuso hastiada.

-Ezequiel Rider- el hombre extendió su mano, y con la misma sonrisa falsa Lunna accedió a estrecharla.

-No es un gusto conocerte...- el sujeto no parecía tener un buen día ni buena suerte con Lunna, estoy seguro que ella no se percató del estado del hombre y en su lugar presionó: -¿Por qué sigues aquí?

-¿Sabes de algún lugar para pasar la noche? Vengo desde...

-¡Oh, pero ¿quién eres tú?!- la enana se distrajo con un canino cobalto que irrumpió en el jardín trasero. Con una rodilla en el suelo, ocupó sus manos para llenar de mimos al animal -¡Qué hermoso eres! ¿De dónde saliste...?- ella, que había desechado su frustración, le preguntó al perro como sí él mismo fuera a responderle.

-Lo lamento es mío...- resolvió el sujeto.

-¡Tu carita es muy bella! Sí tan solo tuviera una vida más estable, tendría a muchos como tú- Lunna siguió con sus mimos.

-¡No en mi casa!- gritó Kevin desde la altura de la escalera.

-¡Ay! No le hagas caso a ese gorila feo... ¡Claro que no!- siempre miró al perro jadeante -¿Cómo se llama?- por fin se dirigió al hombre.

-No tiene nombre.

-¿Cómo que este angelito no tiene nombre? ¿Por qué no? Sí eres el perro más tierno y lindo que he visto...- Lunna tomó su tiempo para seguir desquitando sus sentimientos con el peludo y después admitió -Está bien, puede quedarse.

-Lo agradezco, realmente necesitamos...

-Él. Tu no- aclaró retomando su mala actitud -No aceptan mascotas en el Royal Eagle Hotel- accedió por último.

-Gracias- el hombre suspiró aliviado.

-No me lo agradezcas aún. Es favor por favor. Y aleja tu mierda de aquí. No voy a arreglar tus problemas.

El hombre que parecía al menos diez años mayor que ella, se puso a su merced inclinando la cabeza y volviendo por dónde llegó. Ella continuó con sus caricias al animal y en cuanto su mirada se cruzó con la de Kevin esbozó una enorme y pícara sonrisa.

-Tu vas a limpiar todas sus gracias- advirtió el moreno.

El perro fue suficiente para calmar el temperamento de la enana y amablemente me pidió que recortará unos fantasmas en papel. Sabía que más que una petición era una orden, por más dócil que haya sido al pedirla, así que acepté y busqué el rincón más tranquilo para recortar con la música saliendo por mis audífonos.

-¡Cariño!- La voz atenuada de Fred interrumpió mis melodías -Lunna me pidió ayudarte- me explicó tomando un par de tijeras y puso manos a la obra.

-Hacemos lo que ella dice, ¿eh?- Renuncié a mis audífonos.

-No nos gusta admitirlo, pero las mujeres nos dominan.

Era cierto. Sí echaba una mirada atrás podía descubrir que siempre he estado a la merced de ellas; de mi madre cuando era niño, de mi hermana Julie en mi adolescencia, de Verónica desde la universidad y de Lunna desde que la conocí, incluso de Eloise en el breve y poco tiempo que estuve en Camster.

-¿Quieres explicarme cómo es que estás enamorado de Lunna?- le pedí aprovechando la privacidad del estudio.

-¿Por qué te sorprende tanto?

-Es que...- en mi mente buscaba las palabras adecuadas para explicarle la desfachatez de la imagen que una relación entre ellos se creó en mi mente pero me salió: -¿Lunna? ¿Qué tiene ella cuando hay muchas chicas hermosas que sin duda mueren por salir contigo...?

-Ninguna de ellas ha salvado mi vida- me interrumpió -No sabes todo lo que he pasado a su lado. Lunna me entiende, sabe lo que es vivir oculto, sabe lo que es vivir pretendiendo ser alguien más y al mismo tiempo, no tiene miedo de ser quien es. No le tiene miedo a nada. Con ella puedo ser yo, puedo vestir lo que me plazca, comer, hablar, caminar como a mi me gusta sin que me juzgue... Incluso puedo hacer las cosas más estúpidas como pintar mis uñas, ponerme mascarillas, usar tratamientos para el cabello, maquillarme... ¡Lo que sea!

-Entonces... ¿te gusta porque te pinta las uñas?

-No me estás entendiendo...

Lo hacía. Tal vez a mi no me gustaba usar tacones o minifalda. No me gustaba delinear mis ojos ni usar barniz en mis uñas, pero me gustaba ser elegante y desalineado, me gustaba pararme recto y jugar con los pequeños rollos que se formaban en mi estómago cada vez que me encorvaba, me gustaba usar los cubiertos y ensuciarme las manos al comer.

Con Verónica, no podía ser ambos, tenía que ser completamente recto, siempre elegante, con el uso adecuado de cada tenedor y cuchillo, tomando la copa desde la base y no por el cuello y jamás eructar o soltar un gas sí no era dentro del baño. Pero cuando conocí a Freddie descubrí que podía ser ambos, él con su extravagante e imperfecta forma de ser, me permitió darme la libertad que no conocía. Y por eso me enamoré de él. Justo como hizo con Lunna.

-Ella es... simplemente ella- continuó con su sentir -He pasado maravillosos días a su lado, como en Rio...- me confesó -Los últimos días, vagamos por las calles conociendo a la gente, bailando y cantando... ¡Fue espléndido, John!- suspiró con sus ojos brillantes.

-¿Te acostaste con ella?- inquirí tratando de quitarme esa idea de la cabeza.

-¡No! No todo es sexo- me alcé de hombros -Además es hermosa, divertida, talentosa, ocurrente, valiente, osada... no puedo pedirle nada más.

-Es una eatan- le recordé. La diferencia entre ella y Freddie era pequeña, pero muy importante -No mató a los padres de Brian, pero seguramente se come a los padres de alguien más. Ha matado personas, Fred, es una agente, con, solo Dios sabe, cuántos problemas detrás...

-¡Es porque estás celoso! Tienes celos de que quiera salir con ella y no contigo.

-No se trata de eso- Ya no. Desde que lo perdí, me di cuenta que tenerlo a mi lado aunque fuese con mi amigo, lo prefería -Solo no quiero que te haga daño...

-¡Es solo tu excusa!

-Freddie, no quiero discutir contigo. Solo piénsalo bien, piensa en sus mentiras, ¿acaso le preguntaste por qué no cantó con nosotros en Rio?

-¡Jim lo dijo! Se sentía mal.

-Los eatans no pueden enfermar y Verónica la vio cantando en la cena...- en sus ojos miré lo enfadado que estaba -mintió, Fred ¡otra vez!

-¿Qué tienes en mi contra que no me dejas ser feliz?

-¡Sabes bien que no es eso!- La conversación estaba tomando un rumbo que no me gustaba pero mis argumentos no lo iban a hacer cambiar de opinión, así que retrocedí un par de pasos atrás -Escucha, solo quiero que tengas cuidado... y sí me dices que Lunna te hará feliz, ¡bien! Te apoyaré, solo ten cuidado, por favor- le supliqué por último.

Seguimos en silencio lo que restó de la tarea, de hecho él se marchó sin decir nada desde mucho antes. Me dejó solo, con muchos fantasmas y sentimientos que vivían albergados en lo profundo de mi memoria. Era cierto que ya no me desvivía por Fred como al inicio, pero esos recuerdos de cuando le rogaba a Dios que me liberara de la prisión que había creado bajo el yugo de la monótona vida con Verónica, que incluso desde aquellos comienzos sentía que solo me utilizaba para su propia satisfacción, pero mi miedo me ató a ella, volví mis ojos ciegos a sus mentiras y opresión con tal de no quedarme solo y aun así pedía: "Quiero ser libre", "Quiero ser libre", "Dios sabe que tengo que ser libre".

Benditos sean aquellos que hayan creado la música. Ese refugio en el que puedo gritar en silencio, en armonía. Ese espacio donde se acomodó mi memoria en palabras bajo mi consigna; "I Want To Break free".

Robé varios fantasmas donde escribí la letra que brotó en mi cabeza como por arte de magia. Había sido terapéutico narrar mis memorias en una canción, pero me debatí sí debía dejarla a la luz y es que de nuevo, me aterraba que fuera muy evidente y que todo el mundo descubriera la verdad, esa pena que arrastraba a cuestas día con día. Y después de un largo rato, decidí que al igual que su figura, esa letra permanecería como un mito, como una duda de su existencia en espera de salir a la luz.

Con las manos llenas de fantasmas, bajé para reunirme con los demás en la sala convertido en un estudio de maquillaje por Alex, sus manos estaban ocupadas en la cara de Adrian y los curiosos rostros de mis amigos divididos entre la obra del rubio y El exorcista en el televisor.

-¿Dónde quieren esto?- pregunté con los papeles desbordándose de mis dedos.

-¡Oh! Aquí- me indicó Kevin que ya parecía un ogro completamente verde asqueroso. Por fortuna, el pegamento que utilizó para pegar los fantasmas a las ventanas era transparente y no igual de verde que él.

-Está todo listo- anunció Akira.

-¡Vamos!- ordenó Tetsuo.

Sus palabras me distrajeron de la labor de pegado. En seguida los eatans abandonaron la casa como manda furtiva. Aun recuerdo como mis espalda sudaba en frío cada vez se marchaban de ese modo, o cuando murmuraban entre ellos ocultando lo que sea que estuviera pasando.

-¿A dónde van?- preguntó Rog.

-Bueno... Es Halloween, muchos eatans abusan de la oscuridad y los tumultos disfrazados para cazar y ellos salen a evitar todas las tragedias posibles.

-¿En serio?

-Si.

-Genial.

-Aún así, tengan cuidado...- advirtió Alex sosteniendo su concentración en su maquillaje.

Lunna bajó las escaleras corriendo con pasos indiscretos y saltando los últimos cinco escalones como era su costumbre.

-¿Ya se fueron?- preguntó apresurada mientras se colocaba su chaqueta.

-¡Algún día no vas a atinarle al suelo y te romperás los huesos!- le recriminó Kevin por su salto.

-¿Ya se fueron?- repitió sin importarle el regaño.

-Apenas...- concedió el moreno fastidiado.

-A propósito... Yo también tengo que irme- anuncié -Michael y Robert me esperan para pedir dulces.

Levanté una mano en señal de despedida y emprendí paso a la salida.

-¡John!- me detuvo Lunna.

-¿Mmm?- me di vuelta.

Ella me extendió cuatro bolsas de dulces de las recién hechas por Aiko y yo.

-Llévaselas por mí.

-¡Qué suerte! ¿Dos para cada uno?

-Ah... Bueno... No sé tú, pero si veo un niño en la calle con una bolsa de dulces, automáticamente la deseo y es injusto que a los adultos no nos den dulces así que...

Sonreí al instante. Me hizo feliz recibir dulces para mí solo, aunque sabía que iba a terminar compartiéndola.

-Gracias.

-Tengan cuidado.

Ambos salimos de la casa, yo me subí a mi auto y ella se fue corriendo por la calle. En sala me encontré con Mike ya disfrazado de pirata y Verónica está luchando contra Rob para que estuviera quieto.

-¿Adivinen quién les mandó sus dulces?- dije alzando las bolsas en alto. Mike de inmediato corrió y me arrebató la bolsa, Rob tuvo que recibirla de mis manos al acercarme al baño, pues mi pareja lo tenía cautivo intentando maquillarlo.

-¿Papá, de qué te vas a disfrazar?

-¿Yo? Ah... No planeaba disfrazarme...

-Pero es noche de brujas.

-Lo sé, pero...

-Por favor, papá. Mamá será una bruja- No había notado el sombrero puntiagudo a un costado de Verónica, solo había visto su vestido negro y su peculiar maquillaje.

-Déjame ver qué puedo hacer.

Era cierto que no había tenido el mejor día, pero Halloween no era la ocasión para mantenerme melancólico, así que subí a mi habitación y hallé un par de jeans rotos que estaba por tirar, me coloque una gabardina y até una tira completa de algodón al rededor de mi mentón a modo de barba, un sombrero alto de fiesta con el palo negro del tripié y mi disfraz estaba listo.

-Si mamá es una bruja, yo seré un brujo- le anuncié ganándome la aprobación del niño.

Terminamos de alistarnos, tomé las calabazas y dulces que repartíamos y estábamos listos. Para mí, las primeras tres largas calles que recorrimos fueron suficientes, pero para los chicos, apenas si bastó con recorrer el vecindario entero. Dos horas después de que anocheció volvimos a casa arrastrando los pies. Mi esposa y yo estábamos exhaustos, por otro lado, mis niños corrieron al sillón a vaciar sus calabazas, mientras seleccionaban los dulces que les gustaban de los que no, iban intercambiando entre ellos.

Me tiré sobre el sofá en medio de la negociación y los escuché ofertar con maestría, a la vez que husmee en los dulces que no les gustaba para saber cuáles me tocarían a mí, dentro de ellos hallé una gomita en particular, no se veía para nada aperitiva por lo que leí la etiqueta y decía "Sin azúcar" entonces supe para quién sería ese dulce.

Dos dulces por cabeza para esa noche me pareció un número justo para evitar que estuvieran despiertos por horas. La negociación se cerró en un rotundo éxito y fue mi turno para ducharme y dormir, antes de meterme a la cama, le tendí a mi esposa su bolsa de dulces correspondiente que había ocultado de los niños para evitar que las robaran y funcionó.

-¿Y esto?- me preguntó sorprendida.

-Lunna me las dio para nosotros.

-¿Es así como quiere sobornarnos?

-No nos soborna, solo es linda.

-¿Y por qué crees que sea, John?

-No lo sé. Tal vez porque ella tuvo a sus hijos y los perdió, creo que solo quiere cuidar de alguien.

-Que se busque a alguien más, pero que no se meta con mi familia.

-Como quieras...- le respondí para terminar la discusión.

Al día siguiente, al llegar a casa, fui directamente a la cafetería donde me encontré con todo el personal distribuido a lo largo del local luciendo sus elegantes uniformes, hablaban entre susurros como si fuera una junta. Tetsuo entró y al instante todos se silenciaron.

-¿Y bien?- preguntó.

-Saldo limpio, jefe.

-Excelente... Muy buen trabajo. Pueden retirarse- En seguida todos salieron, excepto Lunna y Akira quienes se quedaron a cargo del local.

-John... ¿Quieres café?- me ofreció ella con una enorme sonrisa, yo diría que fue más por la emoción que sentía por las palabras de su jefe que por verme.

Asentí, me senté en la barra y amablemente me entregó una humeante taza.

-¿Ya llegaron los demás?- le pregunté para romper el silencio.

-Bueno... Freddie nunca se fue y me pareció oír a Rog, pero no estoy segura.

Al lugar entraron un señor, que pidió su bebida para llevar y un chico que se sentó en una mesa para disfrutar un libro que llevaba consigo.

-¿Cómo les fue ayer?- me preguntó volviendo a mí.

-¡Bien! Les encantaron las bolsas de dulces. A mi también me gustó -no iba a mentirle -Recorrimos todo el vecindario hasta que ambos llenaron sus calabazas y volvimos a casa para la negociación de dulces...

-¿Cómo es eso?

-Intercambian las golosinas que no les gustan entre ellos...

-Claro...

-Y al final tuvimos que resguardar las calabazas y detenerlos porque... ya sabes... quieren comerlos todos en una sola noche.

-Me imagino...

-Lo que me recuerda...- de uno de mis bolsillos, extraje la gomita que guardé para ella.

-¡Oh, grandioso!- Su emoción se disparó.

-La vi y me acordé de ti.

-¡Gracias, John!

Aiko entró a la cafetería y se colocó detrás de la barra junto a Akira. No sin antes saludarme y dedicarme una sonrisa cortés.

-Y.... ¿de qué se disfrazaron?

-Michael de pirata y Robert...

La puerta abriéndose abruptamente sonó más fuerte que mi voz. Siete sujetos vestidos de negro entraron déspotamente al lugar escaneando todo al rededor. Akira intentó decir el típico saludo en japonés pero un sujeto se acercó a él y le reventó la cara con su puño. Otro de ellos se acercó a Lunna, la tomó del cabello y estrelló su rostro contra la barra en mis propios ojos.

-¡¿Dónde están los eatans?!- preguntó otro de ellos.

-¡¿De qué está hablando...?! Aquí no hay ningún eatan- le respondió Akira jadeante.

El mismo sujeto que lo golpeó, jaló hacía el frente, trasladando su cuerpo del otro lado de la barra. El otro sujeto repitió lo mismo con Lunna y entre seis de ellos los golpearon sin parar y sin piedad alguna.

No sé cómo llegué al suelo. Pero estaba ahí tratando de que no me dieran a mí. Me hice ovillo contra la barra y cubrí mi rostro con mis brazos. Creí que en cualquier momento Lunna, Aiko o Akira sacarían su faber para defenderse, y cuando eso pasara, todo iba a empeorar, así que permanecí allí deseando desaparecer o al menos hacerme pequeño para que pudiera salir sano y salvo de ahí.

Por mis brazos cubriéndome, no vi nada pero lo escuché todo; oí como los puños y zapatos de esos hombres se clavaban en los cuerpos de los baristas, escuché cuando los lanzaron y los muebles y vidrios se hicieron pedazos y cómo en ningún momento dejaron de maltratar los cuerpos.

-Sabemos que ustedes, cafeteros o sus clientes son eatans, así que... es su última oportunidad, ¿en dónde están?

No hubo ninguna respuesta, en su lugar volvieron a distribuir golpes por doquier. En susurros, rogué porque se detuvieran, porque pararan. Claro que no lo hicieron. El tiempo también traiciona y los segundos se sintieron como infinitas eternidades.

-¡Ya basta!- gritó Aiko entre sollozos -¡Aquí no hay ningún eatan! ¡Solo queremos trabajar!- Está demás decir que la ignoraron.

-Yo... vengo aquí todos los días y jamás he visto a ningún eatan- una voz chillante anunció, tal vez fue del chico del libro.

-Señor, tal vez nos hemos equivocado...- uno de ellos dijo.

-Eso parece...- el demandante afirmó. -Muy bien... ¡Vámonos!- ordenó.

-¡Iremos con la policía!- amenazó la misma voz chillante.

-Ah sí... ¡Oficial!- llamó el demandante. Al instante oí pasos pesados entrando al lugar, no pude evitar mirar; eran tres uniformados de policía -¿Puede decirnos qué ocurrió aquí?

Mi vista se clavó al frente donde visualicé los cuerpos de Akira y Lunna tendidos sobre el suelo empapados en sangre, todo el lugar lo estaba.

-Con gusto... Lo que veo aquí es que un par de eatans entraron a la propiedad destrozando el lugar y dejando a dos víctimas gravemente heridas- se acercó a Lunna, puso dos dedos sobre su cuello y agregó -o muertas...

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