Capítulo 41: Harmies
Después de dejar a Robert en el colegio una vez más me dirigí a la mansión de Kevin a la que entré justo detrás del hombre elegante que entregó el control de las cámaras de seguridad de la prisión donde estuvo Lunna, quién a propósito, soltaba de gritos en la cocina porque se había terminado el café.
Salió refunfuñando con cafetera en mano, miró al tipo elegante y soltó un indiscreto suspiro fastidioso. Inmediatamente después abrió la puerta del cuarto de máquinas y se encontró con Issey, el eatan de cabello bonito, al que tampoco recibió de buena manera.
—¡Oigan! ¿Quién hizo el imbecilus convocus? ¡Porque se nos están juntando los idiotas en esta casa!— gritó para después darle la cafetera a Issey.
—También me da gusto verte, bombón— le respondió.
—Llámame cómo quieras, pero responde a mis llamadas— le dijo el tipo elegante —¡Y preséntate a trabajar!
—¡¿No se te ha ocurrido que sí no respondo a tus llamadas es porque no quiero trabajar?!
—No te quejes. Después de tu desastre en Peaceland, esperaba que respondieras.
—¿Verdad que fue épico?— se celebró ella —Hubieras visto la cara de Wild.
—Por cierto no he recibido ni un hipócrita "Gracias" por ayudarte.
—¡Yo no pedí tu ayuda! Y hubiera salido de ahí con o sin tus cámaras.
—De nada.
—Bueno, sí ya terminaste, ¡lárgate! Me robas oxígeno.
—¡Tu nunca cambias!— exclamó fastidiado.
—Lo peor es que tú tampoco.
En respuesta el tipo le extendió un folder que llevaba bajo su mano y que hasta ese entonces noté.
—Solo dime en dónde está, ubícalo, quiero sus rutinas, quiero saberlo todo, pero no te acerques.
—¿Eso es todo?— Lunna arrebató los papeles y presionó para que el sujeto se marchará.
—Contigo sí, iré a hablar con Connor.
—¡Genial! Ve a conspirar en mi contra— señaló la cocina.
Así mientras el sujeto desaparecía hacía el lugar indicado, ella volvió por la cafetera, ahora llena y cuando regresó conmigo llevaba una humeante taza.
—John, Brian ya está allá arriba— me dijo de mejor forma que como les había hablado a los otros dos.
—¿Quién… era él?— señalé a la cocina.
—Aaron Hamilton, uno de los directores de OINA y, por desgracia, mi jefe.
—¿OINA? ¿Les hablas de ese modo a tus jefes?
—Soy más lista que ellos, así que sí.
—¿Wild también es tu jefe?
—¡No me lo recuerdes!— me gritó retomando su enfado.
Desde el salón de Kevin, aparecieron él y otros dos tipos acompañados por Freddie.
—¿Qué dijiste de nosotros?— se quejó uno de los desconocidos.
Tan pronto como Lunna los reconoció saltó con ambos, tomandolos a cada uno por sus cuellos olvidando por completo aquello que la había irritado y que tenía una taza de café en sus manos.
Esa tarde se resume en anécdotas y memorias del grupo, que eran seis, ajenas a mi y que no puedo relatar, pero cuando no quedó más que el gozo del reencuentro, esos mismos nos deleitaron con sus voces en armoniosos villancicos y alguno que otro clásico. Sentados sobre las escaleras en dos filas de tres, hicieron vibrar mi cuerpo. Cinco hombres y Lunna dejándose opacar por el de la voz más aguda, llendo por detrás, dándole forma a la canción.
Sonriente y cantando a sus compañeros la reconocí como la niña torpe y molesta del principio y no como el monstruo sádico que mostró. Y sí la veía así, cantando para alguien más con la misma alegría y plenitud que en los ensayos, entendí por qué Freddie se empeñó en conservarla dentro de la banda.
Harmies era el nombre del grupo de cantantes. Dos de los varones, mantenían la obviedad de su relación amorosa en constante unión de sus labios y sí bien, la homosexualidad ya no era un tema tan alarmante, aún principios del 2012 seguía siendo extraño e incómodo.
Más incómodo me sentí cuando dejé de encontrar a Freddie en su casa; en varias ocasiones lo busqué cuando quería escapar de mi esposa o cuando tenía algunas ideas para componer. En su lugar, lo hallé en la mansión de Kevin dando rienda suelta a su imaginación; la primera vez solo los descubrí arreglando sus uñas con colores llamativos, la segunda los encontré con maquillajes extravagantes, haciendome acordar de las primeras veces cuando Fred me obligaba a usar el lápiz negro sobre mis ojos. Lo odiaba, eso dolía y me hacía llorar y él me reclamaba por hacerlo. Incluso llegó el día en que los ví sosteniendo una pasarela de todo tipo de vestidos, faldas y blusas de mujer.
Al principio estuve molesto, celoso, por ver cómo se divertía con otros, pero en tanto entendí que él era feliz siendo libre usando lo que le viniera en gana, sin recibir miradas raras, críticas o insultos pude contemplar su alegría desde el aislamiento.
Así, cuando no teníamos eventos o citas por cumplir en la mañana, Freddie las expendía con Kevin y la otra pareja hasta que llegaba el momento del ensayo.
Antes de que partieramos a nuestras casas, Brian salió del mini estudio y volvió resoplando.
—De nuevo no podré hablar con Lunna— suspiró —No la encuentro por ningún lado.
—¿Seguro? Porque esta mañana dijo que no saldría.
—No aparece ni contesta mis llamadas.
Un par de golpecitos veloces en la puerta distrajeron mi atención; Kevin abrió la puerta con papel en mano.
—Vengo a dejar esto.
Colocó la hoja detrás de la puerta con la organización de los horarios y limpieza del mes. Acordamos que cada uno se encargaba de su instrumento y aparte, limpiaríamos los inmuebles del lugar en parejas, cómo éramos cinco, las parejas se rotaban y aunque odie admitirlo, prefería hacer esas labores con Brian o Lunna porque ambos eran organizados y se lograba el trabajo en equipo que se supone debía ser, en cambio con Freddie o Roger, yo terminaba haciéndolo todo, pero con esos dos, las risas estaban garantizadas.
—¿Kevin, has visto a Lunna?— le preguntó Brian.
—Debe estar por ahí…— contestó el moreno.
—Es que no la encuentro… y no responde a mis llamadas…
—Ah. No. Ella nunca contesta el teléfono… ¿ya la buscaste en el ático o en el techo?
—Ah… no se me ocurrió…
—Ven, te ayudo— se ofreció el moreno.
La curiosidad me hizo ir tras ellos porque, entendí que podía estar en el ático, pero, ¿en el techo? Con una varilla escondida en la mesa del vértice, Kevin golpeó el acceso hacia el ático y gritó a la niña, pero no hubo ninguna respuesta.
—Debe estar en el techo.
Andamos detrás del bailarín a su habitación, abrió la ventana, asomó la cabeza y gritó.
—¿Lunna, estás allí arriba?
—No tanto como me gustaría— respondió de vuelta.
—Sí, está arriba— obvió el chico volviendo dentro.
—¿Y… cómo subimos?
—Esa es la cuestión, yo había puesto una escalera desde el balcón hasta el techo, pero Lu dijo que era aburrido y la quitó. Pero quedaron algunos espacios por dónde pueden subir.
Kevin nos indicó cómo subir por el balcón. Fue mucho más difícil y aterrador de lo que se veía. A la vez que mi aliento me rebotó en mi cara por culpa de la pared, mis brazos y piernas me temblaron por la fuerza que empleé en mantenerme sujeto y agradecí a mi altura por ayudarme a subir tan rápido como fue posible.
Mientras recuperaba el aliento, Freddie y Roger subieron tras de mí. Por fortuna el terreno no era tan inestable como se esperaba de un techo, sin duda alguna estaba pensado para ser una estancia más. Un poco más adelante, estaba Lunna tendida sobre el concreto con su mirada sumergida en el azul oscuro de la noche.
—Cariño, ¿qué haces aquí?
—Me gusta contemplar el cielo estrellado— respondió después de tomarse un segundo —¿Y tú?— cuestionó recordando que probablemente estábamos en un lugar donde no debíamos.
—Pero no se ven las estrellas desde aquí— interrumpió Roger.
—Gracias por la observación— repuso sarcástica.
—Podría llevarte al Grove Park, desde ahí se aprecia una de las vistas más bellas— ofreció May sentándose a su lado ocasionando que la peliblanca bajara su vista hacia él. Bri apartó su mirada apenada y volvió al punto principal —Escucha, Lunna quiero pedirte que me perdones… sé que te juzgue muy rápido y no te escuché y lo lamento… Haré lo que sea necesario… por favor…
—No te culpo, Brian. Creo que cualquier persona racional hubiera actuado igual.
—Fue Wild, él nos puso en tu contra…— la niña asintió lentamente con su cabeza —¿Por qué?
—Me odia y yo a él, nos hemos hecho la vida imposible el uno al otro desde hace varios años. Quiere encerrarme…
—Pero eres una de sus agentes, eres de INSAL ¿Aún así quiere atraparte? Es decir, ¿no puede simplemente hacerlo y ya?— interrumpió Roger.
—Sí pero… así no es divertido…
—¿Cómo qué…?
—INSAL, OINA y la Comisión son tres grandes organizaciones de seguridad privada— explicó —Cada una, recluta y entrena a sus propios agentes y cada uno, mantiene su propia dinámica. La Comisión está hecha de puros mercenarios, rápidos, certeros y discretos. Son los adecuados para deshacerse de cualquier persona sin dejar rastro.
"INSAL militares que entrenan a sus soldados bajo sistemas extremistas, su eficiencia es la mejor a nivel global, pero ellos intervienen en eventos masivos cómo guerras, catástrofes, rebeliones. Siempre en grupo.
"OINA es una combinación de la Comisión e INSAL, pero ellos están más enfocados a la ciencia y armamento, son los innovadores. La mayoría de sus agentes son fenómenos de INSAL, pero también reclutan gente que va por su propia voluntad.
"Cualquiera de las tres, es buena para proteger, solo deben cubrir el precio y ya.
—Tu trabajas para INSAL— afirmó Roger —¿Te pagan para protegernos?
—¡Ojalá me pagaran!— exclamó con su entrecejo arrugado —No me pagan, es que todos saben que soy una eatan y sí algo les pasa, imaginen a quién van a culpar… Y sí, soy una maldita agente de INSAL y de OINA, a los dos les respondo pero no estoy orgullosa de eso.
—¿Ellos te han ordenado matar personas?
Nuevamente asintió silenciosamente.
—INSAL me lo ordena más que OINA. En OINA me hacen utilizar más mi cabeza, me ponen a espiar personas y entregarlas en bandeja de plata.
—¿Cómo te convertiste en una agente? ¿En serio ellos saben que eres una eatan?
—Llegué ahí por una estupidez. OINA nació de una rebelión que hubo dentro de INSAL, intenté irme con ellos pero Wild no lo permitió. Y sí, ambos saben que soy una eatan por eso les conviene tenerme.
—¿Siempre has sido una eatan?— entre Brian y Roger se encargaron de mantener el interrogatorio que estaba ansioso por saber.
—Es curioso que lo preguntes, los eatans no se hacen, nacen, así era hasta hace algunos años. A mi me hicieron; metieron sangre de eatan a mi organismo, mi cuerpo resistió la transformación y heme aquí… por eso tengan cuidado con la sangre, no importa de quién, solo manténganse alejados.
—¿Y tu… faber… cómo se siente?
—Como un brazo filoso con el que debo tener cuidado…
—¿Duele?
—A veces, por lo general se siente entumecido porque la mayoría del tiempo lo oculto... ¿Saben? Me están estresando. Odio responder preguntas, así que solo tienen una última.
—¡Yo la tomaré!— saltó Freddie —¿Tienes planes de matarnos?
—¡Les estoy diciendo que…!— se desesperó y antes de terminar su frase suspiró —No, no voy a matarlos… a menos que me hagan cambiar de opinión…— susurró de último momento —Ah, solo estoy, estoy bromeando…
—¿Lo prometes? ¿Por el meñique?— Fred extendió su pequeño dedo hacia la niña.
—¿El meñique?— cuestionó extrañada.
—Sí, cuando prometes algo por el meñique, no lo puedes romper.
—¿Confías en qué un meñique te salve de una muerte?
—Confío en tu lealtad.
—Mi lealtad es voluble.
—Confío en tí— corrigió fastidiado.
—Ok…— terminó ella.
—¿Y bien?— Fred insistió moviendo su dedito.
—¡Ya te dije que sí!
—¡Pero tienes que estrecharlo!— estalló.
—Ah— ella sacudió ligeramente el dedo de Freddie tomándolo con su índice y pulgar.
—¡Con tu meñique, boba!
Y por fin estrecharon sus dedos.
—¿Podemos bajar de aquí ya?— la altura me estaba aterrando y el aire fresco me estaba cerrando la garganta.
Lunna nos indicó como bajar y no por eso fue más sencillo. Al ras de piso, al fondo pude ver unos juguetes y botes con contenidos raros, uno parecía arena, otro eras semillas y otro más tenía harina.
—Cariño, me alegra que por fin seamos amigos como siempre. Tenemos mucho trabajo por hacer…
—Ah… sí… eh… por ahora no podré… es que… en esta casa tienen la obsesión de mantenerme ocupada y estoy trabajando en una obra…
—¡¿Estás intentando decirme que no?!
—Creo… que sí…
—¡No me importa! Quiero tu pequeño trasero en el estudio una hora o quince minutos para que te pongas al corriente.
—Ah… ¿Ok?
—Bien… Buenas noches— al cabo de esas palabras Mercury hizo una salida dramática siendo imitado por Roger.
Brian, Lunna y yo intercambiamos miradas incómodas de despedida y antes de marcharnos, el ruloso atacó a la niña con un tierno abrazo.
—Gracias— le susurró.
Según el acuerdo, Lunna aparecía en los ensayos para mirar lo que hacíamos.
—Tesoro, no me gustó tu pequeño grupito— confesó Fred —No estás hecha para hacer coros, es un completo desperdicio de voz.
—Adivina qué hago para ti— se defendió haciendo alusión a qué solamente se dedicaba a los acompañamientos en cuanto Freddie recuperó su corona.
—Podrías hacer más sí nos traes nuevas canciones.
—Eso lo arreglo con Jim.
Es cierto. Olvidaba decir que además de nosotros, Lunna tenía sus negocios con Jim que se esforzaron por mantener privado.
Y aunque parecía que habíamos recuperado la armonía entre todos, yo seguía con mis dudas; era más que evidente que Lunna no nos mataría a menos que tuviera una buena razón, cómo que estuviera muriéndose de hambre o quisiera algún bocadillo nocturno.
No bromeó cuando dijo que sus compañeros de vivienda se empeñaban en mantenerla ocupada pues la habían inscrito en una obra teatral, así cuando no estaba en sus ensayos, estaba con nosotros o gritándole al teléfono por llamadas que no quería recibir.
Y en un momento en el que mantuvimos una charla graciosa entre los chicos, que ya no eran desconocidos por lo que podía disfrutar más de esas aventuras, Lunna irrumpió maldiciendo entre dientes y azotando su bolso contra el sofá.
—¡Wow! ¿Qué pasó?— le preguntó Kevin sorprendido por su actitud.
—¡¿Qué pasó?! ¡Qué acabo de quedarme sin trabajo!— contestó expresando toda la furia que sentía y andando en vueltas como leona enjaulada.
—¿Por qué?
—¡Por el maldito, hijo de perra, cara de culo del director!— Aún con su ceño completamente fruncido, no me dejaba de parecer una caricatura en la vida real, con su figura, su estatura y su forma tan infantil de ser.
—¿Ahora que hizo?— quiso saber Alex.
—Desde que llegué, ese malnacido tiene algo conmigo... Y hoy que la protagonista decidió no ir al ensayo, me dijo: "Házlo tú" y ¡ahí voy! Cómo sea, terminó el ensayo, a la mierda, y este sujeto me dijo "Me gustaste para el papel principal. ¡Es tuyo! Solo que... tiene un precio especial..." ¡Sabes a lo que me refiero!— y luego se sacudió toda, desde la punta de su cabello hasta la punta de sus pies cuál cachorro sacudiéndose el agua. No pude evitar reírme. —Y... le pateé la cara— agregó ligeramente tranquila.
—Es lo menos que se merece— le respondió Connor.
—¿Podemos ir a patearlo?— se unió Kevin.
—No vale la pena— lo tranquilizó Lu, dejándose caer en el sofá dónde aventó su bolso.
—Al menos... Ya te libraste de esa obra que ni siquiera te gustaba— intentó animarla Alex.
—¡Si! Estoy contenta por eso, el problema es el Jefe: ¡¿Cómo le voy a decirle que me despidieron?!
—Seguramente entenderá.
—Eso espero…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro