Capítulo 40:
Freddie intentó sentarse a esperar, pero lo cierto es que esa no era la mejor de las ideas; Lunna demoró semanas, mismas en las que nos ocupamos en la innovadora idea de participar el el soundtrack de Flash Gordon, mejor dicho, hacer; compusimos casi la totalidad de la banda sonora. Nuevo, interesante, pero tedioso; no me gusta componer bajo una temática establecida, y no lo digo porque no me guste Flash, es solo que no se puede forzar al arte. Son momentos en los que el alma toma el control del cuerpo para hablar por sí sola.
Mi alma, agradeció por el esquisto café de Turret, salvó a mis tripas de comerse una a la otra durante mi ayuno desde la mañana. Y mi humor mejoró notablemente con la encantadora presencia de Aiko, esa chica era tan dulce, reflejo de la carente malicia que acecha en cada rincón del mundo.
Me dijo que el jefe, Tetsuo Takeda, rondaba por ahí, así que para entrar en la casa tuve que darle la vuelta a la manzana. Olvidé lo grande que es la morada y al llegar a mi meta, corrí a la cocina por un vaso de agua dónde en primera instancia me encontré con Connor y Kevin limpiando el desastre del almuerzo con el noticiero local en boca del par.
—Yo sé que tal vez vamos un poco rápido, pero no lo sé… este chico me agrada mucho…— comentó Kevin —Tal vez no sea tan pasajero como creí…— confesó emocionado.
Mientras mis oídos secuestraban palabras que no debían entrar, me dirigí al grifo para beber agua.
—Por cómo resultó su primera cita, estoy seguro que habrá más como esas— afirmó Connor alimentando la emoción de su amigo.
—Disfrútalo, solo ten cuidado— respondió una tercera vocecita que reconocí al instante.
Posada sobre la barra que delimita la habitación con la entrada, con sus pequeños pies cruzados en loto y su jorobada espalda, entraba a la perfección en el espacio. Era ella, siempre tan sencilla, siempre con su largo cabello colgando hasta su estómago. Siempre ella. Pero su mirada había cambiado; sus ojitos estaban apagados, idos, lo pude notar en cuanto nuestras miradas se encontraron.
—¿Lo invitarás a la clase de esta noche?— cuestionó Connor prosiguiendo con su charla.
—No… aún no quiero presentarlo, para evitar el compromiso… sabes, es muy pronto— repitió.
—Esta bien.
En tanto, terminaron su charla y limpieza los tres abandonaron en la cocina. Dejándome con dudas danzando en mi cráneo y mis labios que a veces olvidaba como funcionaban.
Las clases de Kevin, eran la excusa perfecta para el escape de mi esposa. Yo no participaba, había aprendido a evitar el cuarenta y cinco por ciento de la lección para evadir ser arrastrado hasta allí. Pero ver al moreno moverse era una delicia para la vista por eso siempre llegaba casi al final, aunque en aquella lección estaba por perder la cabeza pues su pareja de baile, Alex, no entendía lo que el bailarín quería y entorpeció la explicación.
Aún después de tres años de conocerlos, seguía preguntándome de dónde provenía su gusto por la música latina; no soy experto en esos géneros pero sus bailes eran algo exhibicionistas, en parejas, pegaban sus cuerpos el uno del otro y juntos se desplazaba moviendo las caderas, y en ese baile en particular, asentuaron el tiempo cuatro en vez del uno… Todo un misterio.
Quince minutos antes de que la clase terminara, Lunna apareció mejor vestida que esa mañana.
—¡Ah! ¡Gracias a Odin! Mi musa ha llegado.
Con una sonrisa coqueta, la peliblanca sustituyó al rubio y sin lugar a dudas la lección avanzó. Al final, Kevin y Lunna bailaron la coreografía con los pasos enseñados cómo verdaderos profesionales.
Y tal como la vez pasada, al terminar la clase, el recinto comenzó a inundarse de gente, la pista era un tumulto amorfo danzante. Ésta ocasión, estaba todo conformado por bailarines profesionales, o al menos eso parecían, dondequiera que pusiera mi mirada, las parejas latinas bailaban en perfecta postura y ritmo.
Habíamos adoptado la costumbre de observar desde una mesa al nivel del piso o sobre la plataforma elevada. Aquella vez, juntamos varias mesas para hacer el espacio lo suficientemente grande, pues Kevin y sus invitados nos acompañaron en gran parte de la velada.
—Hermano, ya te extrañaba— un sujeto alto y flaco con prominente nariz resaltando en su rostro elogió al moreno —Tus clases son únicas.
—Te lo agradezco, Bro, intento mantenerme al día, ya sabes, la moda cambia…
—Pues, eres excelente… ¿Oye, sabes algo de Lunna?
—Sí, debe de andar por ahí.
—Sigue metiéndose en problemas, ¿eh? Es una lástima, quería verla y charlar con ambos… tengo algo en mente que…
—Me refiero a que está aquí, ella debe de estar por ahí bailando con alguien.
—¡Oh, estupendo! Entonces esperaré a que venga para hablar con ambos.
Los minutos corrieron y al tumulto no se le veía fin. De un brinco, Lunna apareció con su radiante sonrisa enfrente del chico de prominente nariz, gritó un par de veces su nombre e inmediatamente después lo jaló a la pista de baile.
Para mí era un extraño, él gozaba de tener el cuerpo de Lunna tan pegado al suyo y recorrerlo con la excusa de una danza, y ella no ponía oposición alguna, por el contrario, correspondía cada toque de él con giros, pasando por alto el respeto que debía exigir para sí misma. Y luego se quejaba de las insinuaciones de Roger. Era demasiado para la pulcritud a la que Verónica me mantenía sometido.
En un tiempo se introdujeron en la pista, misma que se hubiera vaciado sí migración hubiera irrumpido en el salón, mi conciencia y yo apostamos por cuántos realmente eran legales y cuántos pisaban tierra sin permiso, empezando por esa cabecilla misteriosa que me mantenía debatiendo mi moralidad y lealtad a Brian.
En tanto me agoté, invité a los chicos a las alcobas, de cualquier modo, Brian no iba a poder charlar con ella aquella noche.
—Entonces, ¿ya la perdonaste?— escuché la voz distorsionada de Freddie por la resonancia en su cuerpo; había tomado una ducha y me encontraba saboreando su aroma con mi cabeza apoyada sobre su hombro.
—Estoy muy apenado, la juzgué y no la dejé de hablar… Quiero disculparme formalmente— confesó Brian —pero, sí tan solo dejara de engañarnos…
—Bueno, cariño, dudo que después de todo esto siga ocultando cosas… aunque es excelente, porque necesitamos volver; Flash Gordon no será por siempre y tenemos un álbum qué entregar.
—¿Con Lunna? ¿No tienes miedo, Freddie?— saltó Roger.
—Aún no confío en ella— objeté.
—¡Ay, niños! ¿Por qué no lo entienden? Lunna no nos hará daño y no sé por qué desaparece, pero antes de que vuelva a hacerlo, debemos asegurarnos de que estará aquí para trabajar.
—No tienes sentido de supervivencia— le dije aún en su oído.
—¡No! Ustedes son necios. Piensen en esto, Lunna tiene un talento invaluable, no podemos dejar que se nos vaya de las manos.
—No necesitamos más, Roger y Brian son suficientes para los coros y entre los cuatro sacaremos los álbumes— insistí.
—¿Por qué te empeñas en discutir?— me respondió —No me importa lo que digan, trío de vejestorios, no voy a dejar que…
Tan oportuna cómo dicta su tradición, Lunna entró a su habitación agitando su blusa en mano dejando al descubierto su ropa interior superior. Al ritmo que entendió lo que estaba sucediendo, soltó un grito tan agudo que no dudo que se haya escuchado en cada rincón de la mansión mientras se ocultó detrás de la puerta.
—¡¿Por qué no avisan que estaban aquí?!— reclamó.
—¿A caso no viste la luz prendida, querida?
—Kevin tiene la mala costumbre de dejar las luces encendidas.
—Te daremos privacidad.
—¡No! No es necesario— la puerta de convirtió en una parlante —solo… alguien deme mi pijama— sacó una de sus manos y Roger le extendió su ropa.
En menos de un minuto, salió a la luz con su holgadas prendas de unicornio. Y nos dedicó una amplia sonrisa. Para inmediatamente después meterse la baño, dejando la puerta abierta.
Kevin aprecio desde la entrada con paso apresurado y al igual que la peliblanca, esbozó una sonrisa a modo de saludo e intentó hacer una conversación amigable, pero sus verdaderas intenciones se reflejaron en tanto comenzó a hablar a la luz de la habitación contigua.
—Se cerca Navidad…— comentó vacilante —época perfecta para que cierto grupo de seis cantantes deleite con villancicos sosos…
—Cada año dices lo mismo y cada año pasa lo mismo— replicó Lunna sin siquiera dejar hablar al moreno.
—Bueno, resulta que un par de ellos harán una pausa en sus carreras… otro está titulado y tomara un año sabático… y el otro está reconciliandose con su familia londinense…— Kevin siguió con picardía y en tanto transmitió el mensaje oculto, fue correspondido por Lunna quién salió lentamente del sanitario con sus ojitos tan grandes como caricatura japonesa.
—¡¿Hablas en serio?!
El moreno asintió mostrando sus dientes en pleno esplendor. Lunna no tardó en correr hacia él y colgarsele cuál mono capuchino.
No entendí su plática hasta algunos días después. Mismos en los que Freddie siguió defendiendo la permanencia de Lunna en Queen, a la vez que puse todo mi esfuerzo por al fin terminar el soundtrack de Flash.
Supuestamente era el último día en el estudio EMI. Al crepúsculo estaba contento esperando mi anhelada conclusión, aunque no me duró demasiado, pues en cuanto el aire fresco nos atacó, la rubia cabellera de Alex con sus manos nerviosas nos interceptó.
—¡Hey! ¿Cómo están?¿Qué tal el trabajo?— se obligó a sonreír descargando su inquietud —¿Siempre demoran tanto en salir?
—¿Está todo bien, cariño?
—Sí… eh… ¡no! Esta noche no es seguro. Vengan conmigo.
A pesar de que no había sonado nada bien, ese chico transformó sus nervios en unos más seguros al tiempo que inició su marcha.
Tan solo dos cuadras adelante, recibió una llamada que pareció ser un regaño. Después nos condujo a la entrada de un callejón y antes de meternos, suspiró.
—Ok… escuchen, reglas básicas de supervivencia: 1) Mantengan sus bocas selladas, no dejen escapar ningún sonido 2) Siempre que escuchen ruidos extraños, tirense al suelo y cúbranse con algo 3) Permanezcan siempre juntos… ¿De acuerdo? Con esas, son suficientes ¿Listos?
—¿Para qué?
—4) Nada de preguntas.
Al menos podía decirnos para qué se supone que deberíamos estar listos, cómo si su misticismo y sus advertencias no me hubieran hecho tener los pelos de punta.
Seguimos al pintor a un cuarto del callejón y justo ahí nos encontramos con el tercer albino.
—¡Estupendo! Ahora seré el guía turístico de los humanos— repuso malhumorado.
Akira Miyata, maestro del sarcasmo y mal genio, iba acompañado por otros dos chicos; un hombre con cara larga y una mujer con sus ojos redondos ansiosos de curiosidad.
Refunfuñando, tuvo razón, pues él iba adelante guiándonos en el camino.
—Lo más importante que deben aprenderse es la cadena jerarquica de Turret; el jefe, es intocable, nuestro propósito es protegerlo cómo él nos protege a nosotros— explicó Akira —en segundo lugar está Aiko Ootani, es el corazón del grupo— a pesar de que su boca habían salido cinco bonitas palabras su tono no dejó de ser de desprecio —luego, Hiroki Kuroda, nuestro médico, por sí no es obvio, el cura nuestras heridas y nos mantiene vivos, después está Lunna, luego Yoshito Kuroda, Issey Fukui, Yoriko Hamada y yo, por último ustedes. Sí vamos a morir, moriremos en el orden inverso en qué acabo de mencionar.
—¿Solo nos quieren para que cuidemos sus traseros?— preguntó el sujeto de cara larga.
—Por eso estás aquí.
Turret no solo es el nombre de la cafetería, es el nombre de la pequeña organización de eatans. Y mi falta de visión y conocimiento de aquellas calles, no me dejaron reconocer que iríamos a uno de sus cuarteles.
—¿Y ésta niña qué?— el sujeto cuestionó en voz alta una vez que llegamos y Lunna se dejó ver mientras mantenía sus manos ocupadas con artefactos en el suelo.
—Déjala en paz— le ordenó Akira.
—¡No estoy aquí para cuidar a enanas indefensas!— se quejó acercándose a ella.
—Ésta enana puede patear tu patética cara en menos de tres segundos— explotó Lunna contra él.
—¡Ja! Quisiera ver eso— la retó.
Sin más, Lu se puso de pie y caminó hacia el sujeto.
—No voy a agacharme para que me alcances, e-na-na.
—Cómo quieras... Solo no cierres los ojos— le dijo. Ella subió a él y colgó su peso hacia atrás haciéndolo caer al suelo, el sujeto se retorció en el piso mientras que Lunna se colocó de pie junto a él y le preguntó: —¿Ya lo viste?— sostuvo su pie en lo alto y lo dejó caer justo en el rostro del bufón. Ella giró y volvió su quehacer con andar triunfante.
Mientras la cara del fulano se llenaba de sangre, se retorció en el piso del dolor.
—Ella es Lunna, es nuestra cabeza. Su carácter es peor que el mío, así que eviten respirar cuando esté cerca. No le estorben y jamás, ¡jamás! toquen su cabello.
—¿Por qué? ¿Es de la suerte o qué?— el tipo se puso en pie cubriendo la mitad de su rostro maltratado.
—Ven a averiguarlo— lo instó Lunna.
—Sí lo haces, lo menos que hará, será cortarte la mano— advirtió Akira deteniendo los pasos del tipo —y tal vez la necesites después…
El rubio, siguió su recorrido con los chicos detrás de él, en tanto Alex nos dijo que aguardaramos a un costado de la calle, con las espaldas pegadas a la pared y los traseros al suelo.
Fue una larga noche, comenzando por la visita extraña de Alex, después la guía de Akira y luego…
Tres eatans irrumpieron en la reunión, Akira y Yoshito se encargaron de dos de ellos y solo quedó el más grande en frente de nosotros.
—Si, claro. Dejenle el grandulón a la chiquita— se quejó Lunna.
—Voy a aplastarte lentamente— le respondió el sujeto acercando sus pasos hacia ella. Fácilmente le triplicaba la estatura, era imposible que alguien con esa corpulencia pasara desapercibido.
—¡Espera!— lo detuvo la chica —Tengo una mejor idea... Para nivelar esto... ¡Juguemos! Y dejemos que la suerte decida sobre nosotros.
—¿Qué tienes en mente?
—Bueno...— del suelo extrajo un pequeño saco y dos dagas. —Esta mañana afile solo una— tomó una de las cuchillas e hizo un corte en la palma de su mano probando el filo de ésta —La otra no— tomó el cuchillo restante lo deslizó contra su mano mostrando que no había hecho ningún corte. —Quien saque la daga con filo la usará contra el otro— propuso.
Creí que la visita a Peaceland había rebasado niveles de sadismo que no imaginaba, pero ella era igual que esos monstruos, igual que Wild, igual que todos.
El grandote se veía pensativo, y después de unos segundos cuestionó:
—¿Cuál es el truco?
—No lo hay. Vélo por ti mismo.
Lunna le entrego el saco con las dos cuchillas dentro de éste. Él inspeccionó ambos puñales y terminó accediendo al juego. La peliblanca agitó un poco el saco y le dió la oportunidad al sujeto de escoger primero.
Dudó con su mano dentro del telar, pero al final él extrajo uno, lo usó en su mano y no hubo herida alguna. Por el otro lado, Lunna tomó el arma restante y al restregarlo contra sí misma, un hilo de sangre corrió por su mano.
—Hoy la suerte me sonrió— cantó victoriosa —Pero no te agobies; me siento bondadosa, así que te daré diez segundos para correr.
El grandulón, paralizado por el miedo, soltó la daga de sus manos y de inmediato intentó correr rápidamente hacía el lado contrario de dónde se encontraba Lunna. Ella dejó que el sujeto se alejara, después colocó un pie hacía el frente y lentamente extendió un brazo hacia el eatan huyendo, con su otra mano, tomó la daga, la extendió hacía atrás y con un movimiento ágil, veloz y elegante lo lanzó hacía el frente. Justo antes de que se que otro tipejo más, arremetiera contra Lunna suspendiendola contra la pared.
—¡Mi amor! ¡Has vuelto!— le gritó en la cara —¡Qué alegría me da verte!— le dijo mientras apretujaba el pequeño cuerpo de Lunna contra él.
El grandote se alejó lo suficiente para desaparecer de mi campo visual, así que no supe qué ocurrió con él, sí logró huir o si Lunna había acertado en su blanco.
—¡Qué asco!— Lunna respondió intentando quitarse al tipejo de encima; Issey Fukui, penúltimo miembro de Turret, alto, ancho bien vestido, con piel y cabello impecables. Tan diva como Freddie, tan cuidadoso con su melena como Lunna, aunque el cabello de ella es mucho más bonito y largo que el de él.
—¡Hey! ¡Hey! ¡Todos abajo!— Yoshito volvió a toda velocidad y detrás de él, su adversario con su faber en pleno esplendor.
A la voz, Lunna se sentó de cara a nosotros y extendió su faber fungiendo como escudo, lo suficientemente grande para cubrirnos a los cinco.
A la protección, Akira se metió en frente de mí, a la izquierda de Lunna, y a su derecha, estaba Issey Fukui. El rubio golpeó ligeramente la rodilla de Lunna y comentó:
—¡Apuesto a qué ya extrañabas esto!
—Es que… sí te digo que sí me arrestan— respondió ella entre risas, ganadose las risas de Akira e Issey y un amirada de desaprobación de Alex.
Aguardamos dentro del campo hasta que lo que sea que ese otro eatan nos lanzó, cesó y oímos la aprobación de Yoshito para salir.
La iluminación de las calles no era suficiente para alumbrarlo todo y tuve que agradecer, pues no miré lo que me imaginaba, pero a veces, no ver al atacante, resulta impotente.
Al instante en el que Hiroki Kuroda, el médico, acudió al encuentro, le ordenó a Lunna que se marchara, ella nos pidió seguirla.
—Un favor, Alex, un solo favor…— le reclamó ella al rubio.
—Lo siento, lo siento… no sabía que salían tan tarde del trabajo…— se excusó él.
La mayor parte del tiempo me sentía frágil, y sé que lo soy, no era capaz de procesar tanto en tan poco tiempo; fastidiado, sorprendido, muy sorprendido, temeroso, absorto, pánico y calma, en menos de dos horas o tal vez un poco más, pero juro que mi estómago lo tenía en mi garganta y mis pies dejaron de sentir el suelo.
Lunna, la que había salvado mi vida, de nuevo, y mostró que en cualquier momento que la hiciera enfadar o que ella quisiera podría aplastarme, iba adelante guiándonos por la penumbra, a través de calles y edificios abandonados, porque sí, atravesamos los muros de concreto por estrechos huecos.
¿Ya mencioné que la noche fue larga? En tanto Lunna nos anunció que unos cuantos metros más y estábamos a salvo, un par de entes peleando la distrajeron. Al notar su presencia, los contrincantes dejaron su riña, uno huyó y el otro la miró fijamente.
—Dijeron que habías muerto…— le dijo —Desapareciste.
—¿Crees que las apuñanadas de fantasmas duelan lo mismo que de un vivo?— inquirió Lunna.
—¡No me mates!— suplicó ligeramente alarmado.
—Debería hacerlo, estás en mi área, odio que se metan en mi área.
—No le diré a nadie que estás aquí, solo déjame ir…
—Pero eso es justamente lo que harás… por cada eatan al que digas que he vuelto será un día más respirando qué te regalaré, solo por esa razón te dejaré ir— esas palabras no fueron para mi, pero igualmente helaron mis arterias más que cualquier nevada —El trato expira en diez… nueve… ocho… siete…— inició su cuenta regresiva, ahuyentando al tipo tan rápido como sus piernas pudieron.
Después de eso, me fue difícil creer que Lunna no sería capaz de lastimarnos así como lo aseguraban sus amigos.
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