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Capítulo 4: Experimento

No sé qué hicieron ese día a solas, pero a la mañana siguiente Freddie y Luna lucían como si fueran amigos de toda la vida. 

A Prenter solo lo ví una última vez; fue al estudio a buscar a Freddie. Charlaron en privado pero por sus expresiones parecía que estaban discutiendo. Y así fue. Pocos días después, él había hecho públicas algunas fotos comprometedoras de Fred. Sabía que mi amigo estaba preocupado por ello pero lo negó, fingió no darle importancia y prefirió enfocarse en el álbum. Quienes estuvieron muy interesados fueron los medios, lo buscaban sin cesar y con el mismo ímpetu, él se privaba de develar su vida personal.

Luna es todo un misterio. No sabía sí nos conocía o no, pero conforme pasaron los días se acostumbró a nuestras canciones. En un principio, desde la ventana, el cuál se convirtió en su asiento habitual, movía sus pequeños y colgantes pies junto con su cabeza al ritmo de nuestras canciones. Después empezó a bailar; se colocaba en el centro de la sala y estiraba sus brazos hacía arriba, doblaba sus rodillas y con sus caderas daba giros al ritmo de la batería, mientras que fruncía el ceño y juntaba sus labios hacia adelante, a veces también movía sus hombros y su pecho. Lucía tierna y graciosa, tierna por lo pequeña y graciosa por sus bailes.

Pasó un mes donde los días de diversión se repetían. Pronto sería el cumpleaños de Freddie así que me preparé mentalmente para lo que él quisiera, sin embargo me sorprendí cuando anunció que no quería celebrarlo. Nos dijo que se había concentrado tanto en las letras del álbum que no había pensado en eso, pero prometió decirnos cómo celebraríamos su cumpleaños número veintiocho en cuanto tuviera alguna idea genial.

Con el paso de las semanas, Luna y Freddie seguían discutiendo, no había día en que ella no le recriminara algo a Fred, aún así, estaban desarrollando una buena relación. A ellos se les unió Roger y en menor medida Brian. Yo permanecí apartado. Algo no me daba confianza en ella, aparte de que nos había mentido, sin contar que tampoco decía muchas cosas de ella. Seguía creyendo que era alguna clase de fan con algo de suerte.

En una ocasión Freddie nos pidió terminar el ensayo a medio día pues se sentía muy mal. Ninguno se opuso a la petición.

—¿Qué tienes? Exactamente...— le preguntó Luna a Fred, quién se mostró dudoso antes de contestar:

—Algo de las vías respiratorias— respondió con la mirada fija en el suelo.

—¿No deberías estar descansando?— preguntó Brian muy preocupado 

—¡No!— saltó de inmediato —Solo por hoy...— corrigió.

—Freddie deberías cuidarte...— agregó Roger.

—Descuida, querido, yo me encargo de eso.

Pocos minutos después estábamos listos para partir.

—¿Quieres que te lleve a tu casa, Freddie?— le propuse mientras andamos hacía la salida.

—Claro, cielo— me respondió con una sonrisa descompuesta.

—¿Quieres que te acompañemos, Fred?— se ofreció Brian.

—¿Y para qué los querría en mi casa? No me voy a recuperar más rápido porque estén ahí— respondió arrogante. Sus palabras causaron una mirada amenazante proveniente de pequeña niña, por lo que Fred repuso: —No, cielo. Gracias— Brian se quedó pensativo por lo que Freddie agregó —Estoy bien, solo necesito dormir. No es tan grave— para tranquilizarnos .

En el elevador, Jim preguntó:

—Encontré esto por ahí, ¿Le pertenece a alguien?— en su mano extendió un pequeño cristal en forma de hexagono en violeta tenue, por dos de sus lados, salían un par de hilos negros, parecía una pulsera.

—¡Ah, es mía!— anunció la niña —¿Dónde la encontraste?— agregó con confusión.

—En la cabina.

—Gracias...

Salimos por fin a la acera cuando Roger intervino.

—Bri, ¿puedo acompañarte a tu casa? Aún no quiero llegar a la mía.

—Sabes que sí— le respondió el rizado.

—Yo iré a mi casa, también necesito descansar— comentó Jim.

—¿Y tu Luna? ¿Dónde vives?— preguntó Roger.

—Yo vivo en Ovington square, Knightsbridge — respondió ella.

—¿Qué? ¿Knightsbridge?— Roger dijo sorprendido.

Yo también lo estaba. Knightsbridge no es una zona muy accesible para residir. Y por como ella vestía no denotaba que viviera en esa zona.

—Lo sé. Un amigo nos da asilo en su casa...

Por detrás de ella se acercaron dos sujetos; uno de ellos se colocó sonrientemente a su lado, muy cerca de la niña, con su brazo derecho la rodeó por atrás de su espalda para tomarla de su cintura. Cuando ella notó al hombre rápidamente giró para darle la cara e inmediatamente se dibujó una gran sonrisa en su pequeño rostro a la vez que depositó un beso fugaz en los labios del hombre. Él era ligeramente más alto que Roger, su cabello quebradizo caía por debajo de los hombros en tonalidad negra, al igual que su barba y bigote unidos por lo tupido del vello, sus ojos eran negros, ligeramente grandes en la proporción de su cara, tenía nariz afilada y sus labios apenas se asomaban de entre su barba, tenía espalda y brazos anchos, por todo lo demás era delgado y su piel era ligeramente morena.

El otro hombre se quedó un poco apartado, nos dedicó un vistazo rápido a todos y después clavó la mirada en Luna. La miraba como si muriera por ella. Él era un poco más alto, tenía cabello rubio, por encima de sus orejas y su barba (mucho más corta que la del otro hombre) destacaban algunas canas, sin duda alguna era mayor, tal vez más que Jim, sus ojos eran azul cristalino, era caucásico, tenía buena proporción, no era ni delgado ni musculoso y lucía un porte militaresco. Era extraño, los tres eran extraños, completamente diferentes.

—Oh, qué bueno que vienes. Ellos son Roger, Brian, Freddie, Jim y John— Nos mencionó en el orden en que nos encontrábamos— Y él es...— volteó a ver al hombre de su lado, como si hubiera olvidado su nombre —¡John!— exclamó, con su cabeza asintió y luego se dirigió a nosotros —Mi esposo.

¿Esposo? ¿Una niña con esposo?

—Y él es...— otra vez se veía dudosa —Adam…— dijo señalando al hombre de atrás quién solo elevó una mano a modo de saludo —Un amigo.

Nadie dijo nada, tal vez estarían igual de sorprendidos que yo.

—Ah... Supongo que nos vemos mañana...— Luna alzó su mano derecha en señal de despedida y con la izquierda tomó a ¿John? de la mano. Dieron media vuelta y se fueron caminando por la acera con el sujeto mayor por detrás de ellos.

—¡Qué chica tan rara! ¿Casada? ¿Cuántos años tiene?— dijo Freddie.

—No creo que tenga la edad suficiente para estar casada— comentó Jim.

Después de la desconcertante escena, conduje hasta la gran casa de Freddie. Una vez dentro, esperé a que tomara su ducha, lo ví entrar a su cama y me aseguré de que estuviera cómodo.

—Tesoro, no era necesario que aguardaras— me dijo conteniendo su estado débil.

—Quería hacerlo.

—¿No tienes un bebé en casa?

—¿Estás molesto por eso?— Constantemente me preguntaba si Freddie odiaba que tuviera otro hijo con Verónica. No quería que se enojara conmigo, es mi mejor amigo— No lo planeé. Yo...

—Deacy, no te preocupes por lo que yo piense. Haz lo que quieras con tu vida libremente— su respuesta se sintió como un regaño.

Me senté a su lado en la cama, estaba muy junto a él, podía oler su shampoo desde su cabello húmedo y le dije:

—Lo sé, es solo que... Cometí un gran error al casarme con Verónica, quería quedarme contigo— contemplé cada rincón de su rostro, sus ojos me encantan, son hermosos, resaltan bajo esas cejas negras pobladas, sus mejillas habían disminuido su tamaño por su enfermedad pero las seguía amando y sus labios, sus carnosos labios, me moría por probarlos, así que lentamente me acerqué más a él. Allí solos, nadie podría detenernos, estuve a punto de saborearlo, cuando:

—No, cielo— Freddie me apartó —No quiero contagiarte.

—No importa— insistí y volví a acercarme.

—No creo que haya sido un error que te casaras— ahora él se apartó —Tu quieres muchos hijos y ella podrá dartelos. Y yo... he hecho muchas estupideces...— dijo riéndose, me uní a su risa —Además, creo que así no te meteré ideas locas en tu cabeza y cada quién será feliz.

—¿Qué?— Eso sonó a Verónica.

—Tu sabes... por mi culpa estabas haciendo cosas que no son "propias"— ¿A qué se refiere? —Aunque también fue porque éramos estúpidos y estábamos experimentando...

—¿Eso crees?— lo miré incrédulo —¿Solo fue una estupidez para ti? ¿Un experimento?

—Una locura con mi mejor amigo...

—¡Por Dios, Freddie!— elevé mi voz —¿Es en serio?— le dije con mi interior ardiendo —Para mi fue amor. ¡Me enamoré de tí! ¡Te amo!— le grité, pero él no me respondió, ni siquiera me veía —¿Sabes cuánto tiempo estuve en conflicto conmigo por lo que pasó? ¿Sabes cuánto me costó reconocerlo y aceptarlo? ¿Y ahora tú me dices que fue una estupidez?— me miró. Sentí mis mejillas calientes, respiraba más rápido, mi vista se nublo y en seguida mis mejillas se humedecieron.

—Deacy...— me levanté de la cama y caminé hacia afuera mientras limpiaba mis lágrimas. Atravesé su habitación y el pasillo que conectaba con las alcobas de sus mininos, bajé las escaleras, crucé el recibidor, el pórtico y me introduje en mi auto, lo encendí y conduje hasta que mis lágrimas cubrieron por completo mi visión. Decidí acercarme a la acera y apagué el auto.

No lo podía creer. No había significado nada para Freddie. Otra vez me sentí como aquel tonto chico de dieciocho años que dejaba que todos lo hirieran, de no ser por el vocalista persa de su nueva banda. 

Los recuerdos me invadieron, desde que lo ví en aquella fiesta en el María Assumpta Teacher Training College, en mi audición para su banda, en los ensayos, en las grabaciones, cuando salimos como amigos, en nuestras citas a escondidas, en los álbumes y en mi primera canción y las que siguieron después. Ahora todo eso dolía. Yo vivía añorandolo y él... ¿Pero qué esperaba? Siempre supe que no era suficiente para él, sabía que no quería a un niño miedoso e inexperto y aún así me hice ilusiones. Lo sabía...

El claxon de un auto atravesando la calle me regresó a la realidad. Volví a limpiar mi rostro. Si, lo sabía y ahora Freddie solo me lo confirmaba. 

Retomé mi camino a casa. Al llegar, me encontré con Robert y todos sus juguetes esparcidos por el suelo.

—¡Papi!— de inmediato me abrazó.

—Hola, amigo, ¿qué haces?

—Una casa— a su alrededor se encontraban un montón de piezas ensambables de diferentes colores.

—¿Te ayudo?— le pregunté tomando una pieza.

—¡No!— me respondió quitándomela.

Reí un poco. Era muy pequeño, en su rostro resaltaban sus grandes ojos, me llenaba de ternura.

—¿Y tú madre?

—Argiba— a sus tres años podía articular muy bien las palabras y algunas otras aún se le dificultaban.

—Ahora vuelvo.

Subí, la encontré en la habitación de Michael con él meciéndolo entre sus brazos.

—¡Cielo! Haz vuelto. ¿Terminaron temprano hoy?

—Si, quise pasar una tarde con mi familia— La mire sonriente, no por ella, sino por Michael, era bello.

—Me alegro mucho. Hubieras llegado diez minutos antes y lo hubieras encontrado despierto.

—Dámelo— le dije. Con delicadeza depósito a nuestro hijo en mis brazos y continúe meciéndolo por pocos minutos, lo besé, tenía ese aroma a bebé, es raro de explicar y extasiante, su piel suave y lisa, su rostro relajado y su respiración lo hicieron ver cómo la persona más hermosa que jamás haya visto. Después de unos minutos, lo coloqué en su cuna y lo dejé descansar.

Tal vez casarme con Verónica había sido un error, tal vez enamorarme de Freddie había sido un error, pero mis hijos no lo eran. Cuando los veía y jugaba con ellos, me sentía muy feliz, lleno y pleno. 

Aquella tarde se fue entre risas, juegos y canciones para Robert y Michael.

Al caer la noche arropamos a nuestros hijos en sus respectivas habitaciones. Mientras que Verónica realizaba sus rituales de belleza nocturnos, yo evité sumergirme en las palabras de Freddie, fue imposible, por evitarlo caí en el recuerdo. "Éramos estúpidos y estábamos experimentando" retumbó en mi cabeza. Las lágrimas se acumularon en mis ojos. Seguía sin poder creerlo. No pude contenerme y di rienda suelta a mi llanto.

—¿John? ¿Estás llorando?— Verónica me llamó desde la entrada de nuestra habitación —¿Qué sucede?

—Nada— le dije.

—¿Estás llorando por nada?

—¿No puedo hacerlo?— no quería contarle lo que había sucedido con Fred, no quería soportar sus regaños.

—¡No! Eres el hombre de ésta casa y el ejemplo de nuestros hijos. No quiero que te vean llorar.


Rompió mi corazón escribir está parte, no es por nada pero espero que a ustedes también. 😉
Besitos en la pompi derecha 😘🍑

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